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Editorial El Nacional: Locura en el PSUV

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Ahora resulta que, como en la época de la Inquisición, existe un alto tribunal integrado por una serie de exmilitares y personajes políticos que luego de haber dado un sangriento golpe el 4-F y otro no menos cruel el 27-N, parecen haber perdido totalmente el juicio y, como en los viejos tiempos, se les aparecen sus propios fantasmas y empiezan a ver conspiradores por todas partes. Lo malo es que en su actitud desquiciada se colocan las capuchas del Ku Klux Klan, y les da por acusar a los civiles opositores de estar preparando un magnicidio, de querer matar a los líderes políticos del oficialismo y de, no faltaba más, derribar el gobierno del señor Nicolás Maduro.

Los venezolanos, que siempre hemos sido muy cautelosos en eso de creerle los embustes al gobierno, cuando escucharon las fantasías de este nuevo consejo de la inquisición socialista no sólo se les erizaron los pelos, sino que se quedaron con la boca más abierta que la entrada de embarque de un ferry a Margarita. Y no es para menos: bastaba con darle un recorrido a los rostros de los participantes para darse cuenta de que si algo hacía falta en esa reunión era un buen destornillador para apretar algunos tornillos sueltos.

Por fortuna no estaban presentes algunas personalidades del oficialismo que aún conservan la compostura y mantienen intacto el sentido de la razón. Porque si de algo debe estar orgulloso el señor Maduro es que los venezolanos somos gente decente, tranquila y que acepta estos exabruptos hasta un cierto punto, pero debe arriar a sus colaboradores hacia el corral de la lógica y la realidad.

Como dicen en los pueblos “Con los locos ni a misa”, y el gobierno no puede darse el lujo a estas alturas de estar cometiendo errores que a la larga le pueden resultar muy dañinos. Y eso de estar montando espectáculos disparatados es para distraer la atención de la ciudadanía de los graves problemas de escasez de los alimentos de primera necesidad, de la leche para los niños, de los medicamentos para los ancianos, del creciente número de pacientes que han tenido que ser amputados porque no hay cómo detener el avance de la enfermedad, de los casi 400 cadáveres que han ingresado en la morgue caraqueña debido a que los ministros no se ocupan de sus funciones debidamente.

Sus colaboradores fabrican un magnicidio y un golpe de Estado para que usted Nicolás no se dé cuenta de que los hospitales públicos están en el suelo, que 70% de los empleados públicos son atendidos en clínicas privadas, que las escuelas y liceos carecen de mantenimiento adecuado y que maestros y profesores están mal pagados.

Pregúntele, presidente Maduro, a sus ministros y sus más de 110 viceministros si sus hijos estudian en institutos públicos o en colegios privados. Interrogue a su viajero canciller cuántos miles de bolívares mensuales cuesta la matrícula del colegio extranjero donde, según dicen, estudia una de sus vástagos. ¿Sabía usted que Farruco (el ex ministro de la Misión Vivienda) pasa sus fines de semana en un lujoso club de Litoral?

De manera que cuando el país se cae y la burocracia socialista se da la gran vida (vale la pena darse una vueltecita por una mansión en la Alta Florida), a sus colaboradores les parece de lo más normal investigar unos correos enviados por Internet y escritos a seis manos por los Tres Chiflados desde Hollywood. ¿Se ha preguntado usted, presidente Maduro, qué ganaría la oposición quitándole la vida? Nada en lo absoluto porque de inmediato surgiría alguien de su propio partido que lo reemplazaría. Y eso sí es peligroso.

Usted no es militar, usted es un civil, y el país en medio de las discusiones, los enfrentamientos políticos y la crisis económica prefiere que usted mande y no otros de formación castrense y que están llenos de odio.

 

El Nacional

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Ahora resulta que, como en la época de la Inquisición, existe un alto tribunal integrado por una serie de exmilitares y personajes políticos que luego de haber dado un sangriento golpe el 4-F y otro no menos cruel el 27-N, parecen haber perdido totalmente el juicio y, como en los viejos tiempos, se les aparecen sus propios fantasmas y empiezan a ver conspiradores por todas partes. Lo malo es que en su actitud desquiciada se colocan las capuchas del Ku Klux Klan, y les da por acusar a los civiles opositores de estar preparando un magnicidio, de querer matar a los líderes políticos del oficialismo y de, no faltaba más, derribar el gobierno del señor Nicolás Maduro.

Los venezolanos, que siempre hemos sido muy cautelosos en eso de creerle los embustes al gobierno, cuando escucharon las fantasías de este nuevo consejo de la inquisición socialista no sólo se les erizaron los pelos, sino que se quedaron con la boca más abierta que la entrada de embarque de un ferry a Margarita. Y no es para menos: bastaba con darle un recorrido a los rostros de los participantes para darse cuenta de que si algo hacía falta en esa reunión era un buen destornillador para apretar algunos tornillos sueltos.

Por fortuna no estaban presentes algunas personalidades del oficialismo que aún conservan la compostura y mantienen intacto el sentido de la razón. Porque si de algo debe estar orgulloso el señor Maduro es que los venezolanos somos gente decente, tranquila y que acepta estos exabruptos hasta un cierto punto, pero debe arriar a sus colaboradores hacia el corral de la lógica y la realidad.

Como dicen en los pueblos “Con los locos ni a misa”, y el gobierno no puede darse el lujo a estas alturas de estar cometiendo errores que a la larga le pueden resultar muy dañinos. Y eso de estar montando espectáculos disparatados es para distraer la atención de la ciudadanía de los graves problemas de escasez de los alimentos de primera necesidad, de la leche para los niños, de los medicamentos para los ancianos, del creciente número de pacientes que han tenido que ser amputados porque no hay cómo detener el avance de la enfermedad, de los casi 400 cadáveres que han ingresado en la morgue caraqueña debido a que los ministros no se ocupan de sus funciones debidamente.

Sus colaboradores fabrican un magnicidio y un golpe de Estado para que usted Nicolás no se dé cuenta de que los hospitales públicos están en el suelo, que 70% de los empleados públicos son atendidos en clínicas privadas, que las escuelas y liceos carecen de mantenimiento adecuado y que maestros y profesores están mal pagados.

Pregúntele, presidente Maduro, a sus ministros y sus más de 110 viceministros si sus hijos estudian en institutos públicos o en colegios privados. Interrogue a su viajero canciller cuántos miles de bolívares mensuales cuesta la matrícula del colegio extranjero donde, según dicen, estudia una de sus vástagos. ¿Sabía usted que Farruco (el ex ministro de la Misión Vivienda) pasa sus fines de semana en un lujoso club de Litoral?

De manera que cuando el país se cae y la burocracia socialista se da la gran vida (vale la pena darse una vueltecita por una mansión en la Alta Florida), a sus colaboradores les parece de lo más normal investigar unos correos enviados por Internet y escritos a seis manos por los Tres Chiflados desde Hollywood. ¿Se ha preguntado usted, presidente Maduro, qué ganaría la oposición quitándole la vida? Nada en lo absoluto porque de inmediato surgiría alguien de su propio partido que lo reemplazaría. Y eso sí es peligroso.

Usted no es militar, usted es un civil, y el país en medio de las discusiones, los enfrentamientos políticos y la crisis económica prefiere que usted mande y no otros de formación castrense y que están llenos de odio.

 

El Nacional

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