Hornos Y Sabrosuras Por Ramón Hernández
Los marxistas de oídas que gobiernan o se identifican con ese estercolero ideológico que denominan socialismo del siglo XXI, sin mayúsculas iniciales en las palabras que componen el refrito, ya han empezado a decir que las protestas estudiantiles se desinflan, que pierden fuerza, aunque la calle y sus propias teorías sobre los movimientos sociales los desmienten.
Teóricos, nigromantes y agoreros de todas las raleas y grados despliegan sus cartas de navegación y, sin disimular petulancias, señalan con milimétrica precisión el día y la hora en que los estudiantes abandonarán la calle y volverá la “normalidad”. Suponen que el estremecimiento que recorre las ciudades venezolanas es un fantasma tan falso y tan inocuo como el que se dijo que recorría Europa en 1848, simples cuentos de camino.
A los que construyen su bienestar negando la existencia de golpizas, cañonazos de agua, disparos a discreción, torturas, maltratos y demás truculencias que perpetran las fuerzas del orden, les falta poco para repetir que el salvajismo, la crueldad y el ensañamiento de la funcionaria de la GNB contra la costurera Marvinia A. Jiménez son imágenes trucadas por el imperialismo, que es otra escena de horror hollywoodense photoshopeada sobre la realidad venezolana; montada por los mismos que “engañaron” al mundo con el viaje del hombre a la Luna.
Doctorados en negar que el burro es negro aunque tengan los pelos en la mano estructuran profecías para engañar incautos y mortificar a los pobres de espíritu, pero son ellos las víctimas, los autoengañados. No es el fin de la historia; ni el socialismo –esa utopía– se asoma en el horizonte. Están repitiendo la crueldad de Juan Vicente Gómez.
Las recetas de Stalin y las equivocaciones de Lenin han alfombrado la historia de cadáveres y todavía estos mamelucos petulantes creen que la lucha declases es un juego floral o una partida de dominó. Como no entienden lo que ven ni quieren ser responsables de lo que hacen, de los crímenes que cometen por acción u omisión, recurren a Gramsci tanto para justificar el empobrecimiento generalizado, que han generado con medidas equivocadas y fracasadas históricamente, como para someter a la población al más miserable oscurantismo y la más tenebrosa desinformación.
Son una pandilla de aprovechadores de las riquezas ajenas. Cuando no les bastan las fábulas acuden a la ametralladora, a las bombas, a los tanques, a transformar al más inocente y desprevenido vecino en el gran enemigo. Pero no contaron con los gochos y con los que sí entienden a Gramsci y saben de las bondades que tanto alababa Carlos Marx del capitalismo y de los derechos humanos, que son los fundamentos para construir una mejor sociedad. Cerrado por intoxicación lacrimógena.