Caramba, está bien que Maduro extreme su devoción por Fidel Castro diciendo que “es el Padre del Gigante”, pero eso de venirnos con el cuento de que está “lúcido” y “enérgico”, no se lo cree ni la “Primera Combatiente” Y es que, para desgracia de estos practicantes ateos de la religión que se conoce como marxismo, en los tiempos que vivimos, la revolución tecnológica en los medios de comunicación no dejan lugar para el engaño, el disfraz y el trucaje, de modo que, si alguien se deja ver, en segundos lo vemos, lo oímos, y percibimos con los resultados de su paso por este mundo.
Es el caso del casi noventón comandante en jefe cubano, Fidel Castro, quien, después de 50 años ejerciendo el poder “absoluto”, luce “absolutamente” sobre envejecido, sin duda que a lo mejor por la buena y la falta de ejercicios que tal responsabilidad implica.
Si, porque aunque parezca de lo más paradójico, gobernar en las últimas décadas del siglo pasado y las primeras del actual, con la aparición de las , la y las conferencias, se volvió un oficio de sedentarios, para hombres y mujeres que no abandonaban las sillas de sus escritorios y de reuniones, y tal inmovilidad –ya se sabe- es lo más contrario a la buena salud.
Dígame si le añadimos las buenas comidas, los buenos vinos y los buenos quesos a los que dicen era –o es- tan aficionado el otrora hombre fuerte de la revolución y el gobierno.
Por eso, una receta infalible para no aparecer como el Fidel de verdad, y no como el que no vio Maduro, es gobernar pocos años, entregar el poder después de la primera reelección y dedicarse el resto de sus días a oficios más útiles y activos.
Si no, el habla tartajeante, el pensamiento ininteligible y el caminar enclenque son inevitables.
¡Aprende Maduro!
