Del simulacro al miedo: venezolanos en la escala de Richter
Del simulacro al miedo: venezolanos en la escala de Richter

CR170916 CHIVAS PUMAS

Seis venezolanos que actualmente residen en México relatan lo que vieron y vivieron durante el terremoto que derrumbó más de 40 edificios y dejó a casi 300 personas sin vida

Paola Martínez

Laura Helena Castillo

Fotografía: Carlos Eduardo Ramírez / @fotocarlos28

Un terremoto de 7.1 sacudió a los habitantes de la ciudad de México el pasado 19 de septiembre, reavivando el fantasma del que sacudió la tierra mexicana 32 años atras, otro 19 de septiembre. En el aniversario de la muerte de miles de personas por el antiguo sismo, un simulacro a las 11:00 de la mañana se realizó a lo largo y ancho de la ciudad, el cual se repitió pocas horas después, cuando comenzó a temblar de verdad.

El evento telúrico fue vivido por los venezolanos que migraron al norte y se asentaron en la capital mexicana. Desde una ciudad llena de polvo y escombros, con gente volcada en las calles para ayudar a los que lo necesiten, seis venezolanos cuentan lo que vivieron aquel martes.

Terremoto México

Yolanda Cazalis

Consultora de sistemas

8 años viviendo en México

El día antes del terremoto, una compañera de trabajo en una fábrica de software me invitó a unirme al grupo de brigadistas: al día siguiente había simulacro y no teníamos suficientes voluntarios. Acepté con la ilusión secreta de recibir entrenamiento de primeros auxilios que pudieran llegar a salvar la vida mi hijo. Con sinceridad, ese fue mi primer pensamiento.

El martes me preparé para llegar temprano a nuestra primera reunión de coordinación. Dudé si serán apropiadas las zapatillas «bailarinas» que se me salen con tanta facilidad de los pies, pero pensé: «Es solo un simulacro y ni siquiera tenemos que usar las escaleras. Es pan comido». Me dieron un chaleco naranja.

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El simulacro transcurrió a las 11:00 a.m. sin mayor inconveniente, pero tuvimos que arrear a la gente. Exactamente dos horas más tarde, tembló inequívocamente y ahí sí se pararon todos rapidito. Teresita y yo nos pusimos los chalecos y empezamos a recorrer los pasillos que nos asignaron. No vivimos el sismo con la violencia de otras zonas, no sé cuál sea la razón. Inmersa en la importancia de mi papel, todavía no me preocupo, aunque estamos incomunicados. No hay internet, ni teléfono fijo, ni celular, ni tengo «datos».

Me logro comunicar con mi esposo y me dice que ya está en la guardería con el niño y que están bien. ¿Será que hoy se quedó a trabajar en la casa? No entiendo ¿Cómo que está en la guardería?

Resulta que su oficina está en La Roma y él vivió una experiencia completamente distinta. Salió corriendo como Forrest Gump entre los edificios que se tambaleaban, las ventanas que se estrellaban contra el suelo y la gente que gritaba. Corrió y corrió hasta la guardería.

Ya casi estoy llegando a mi casa con un compañero de trabajo que tiene una moto, cuando escucho una explosión. Por primera vez pierdo los papeles. Recupero la razón y corro hacia mi casa. Mi marido está en la puerta también alarmado por el ruido que resultó ser un generador eléctrico. En el edificio todas las puertas de las casas están abiertas. Mi hijo y mis ahijados están jugando.

-Cayó un rayo mamá, pum, cayó un rayo, me dice al verme.

Me siento a ver videos y a digerir la magnitud de la tragedia. Finalmente, mis compadres y vecinos logran llegar. Preparamos pasta carbonara para las dos familias.

Terremoto México Rescate

Ileana García Mora

Periodista

3 años viviendo en México

Yo estaba en mi oficina y tuvimos que hacer el simulacro. Es un edificio muy grande y fuerte, de estructura hidráulica, tecnología antisísmica. Un par de horas después empecé a sentir que mi escritorio temblaba, como si me estuvieran literal hamaqueando. El protocolo que habíamos aprendido minutos antes lo pusimos en práctica. Aquí hay un lema que dice “cuando hay sismo, no corro, no grito, no empujo”. Yo estaba muy nerviosa y se me olvidó todo eso. Yo corrí, grité y empujé.

Cuando todo pasó, mi esposo me escribió: “No tienes idea de lo que está pasando en este edificio”. Él había bajado de nuestro apartamento para comprar algo en el supermercado para el almuerzo y ese fue el momento en que tembló. Cuando él llegó al edificio, estaba completamente cuarteado, con muchas grietas y fisuras. Al parecer, las columnas estaban muy mal.

Mi esposo, como pudo y bajo su propio riesgo, subió hasta el último piso –el piso 8– y bajó un bolso de emergencia, que la verdad teníamos muy mal hecho, solo teníamos una pijama y nuestros principales documentos allí. Tras dos inspecciones de Protección Civil, la conclusión es que el edificio es inhabitable. No se vino abajo, pero si lo soplas, se cae.

No sabíamos qué hacer. Gracias a Dios, muchos amigos nos echaron la mano, muchos amigos mexicanos que manifestaron su solidaridad de inmediato. Estamos quedándonos en casa de una amiga que vive cerca. A mi esposo le costó conciliar el sueño esa noche, pero yo sí dormí de 1 a 6 de la mañana. Por ahora, no podemos subir a buscar ropa, nos quedamos con la que tenemos puesta. Nuestro próximo plan es buscar departamento. Pusimos estados en Facebook por si alguien sabe de un lugar que estén rentando. A pesar de lo que sucedió, tenemos la vida, que es irrecuperable. De resto todo se recupera.

Terremoto México

Paola Palazón Seguel

Periodista. Directora General en Time Out México

7 años viviendo en México

Ese día mi rutina fue igual a la de otras mañanas: preparé la comida de mi bebé, desayuné tostadas y café con leche y caminé a la oficina. No amanecí pensando en el aniversario del terremoto, pero lo recordé muy rápido porque cada año, en esta fecha, se celebra un gran simulacro. Sabía que a las 11 :00 am debía bajar y seguir las normas del protocolo. Es algo que hemos hecho varias veces.

Ya he vivido un par de temblores en México y al inicio no lo sentí muy fuerte, pensé que era un temblor más. En mi oficina acabábamos de tener el simulacro y estaban muy frescos los protocolos, así que salimos al pasillo camino a las escaleras muy en orden. Yo estoy en un piso 9. Allí empezó a moverse muy duro. Sólo pensé en mi bebé de 6 meses y agarré mi cartera, porque tenía allí las llaves de casa. Agarré mi celular y le escribí a mi esposo: “El bebé”. Primero pareció que había pasado y empezó de nuevo más fuerte. Cuando vino más fuerte me asusté muchísimo y sólo decía: «El bebé, el bebé». Nos hicieron bajar las escaleras y el chat que tenía más visible en mi WhatsApp era de mi hermano, le escribí diciendo que estaba bien, que avisara a todos. Mientras bajaba las escaleras trataba de hablar a mi suegra que estaba con mi hijo y no me caía. Mientras, los brigadistas voluntarios me pedían que guardara el celular para no retrasar la fila.

Apenas bajé nos hicieron concentrarnos en el camellón de la calle. Yo no hice mucho caso, rompí filas y salí corriendo a mi casa. Vivo muy cerca de mi oficina. En casa todos estaban abajo. Mi bebé estaba bien.

Antes de que mi señal se fuera, en el chat familiar mi hermano y mis tíos, que son chilenos y están acostumbrados a estas cosas, aconsejaron que comprara comida y agua. Eso hice en una tienda muy cercana. Compré lo poco que ya había. Allí medio sospeché que era grande, porque no quedaba casi comida y la gente se estaba llevando cosas.

Ya hacía la noche mi esposo salió junto con unos vecinos a las colonias más afectadas (Roma/Condesa) a llevar comida a los rescatistas. La zona donde estoy no sufrió tanto, por suerte; la oficina tampoco.

Cené un sándwich y me acosté muy tarde porque estábamos viendo noticias. En la noche ya no tenía tanto miedo porque habían anunciado que no habría réplicas fuertes. En lo que pensaba era en cómo ayudar. Desde ese momento nos organizamos y el día siguiente montamos un centro de acopio en la oficina. El miércoles llenamos 4 camiones que mandamos directo a Morelos. Ha sido increíble la gente.

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Richard “Comepiña” Borges

Periodista

2 años viviendo en México

Esa mañana desayune mi acostumbrado sándwich de jamón y queso con un jugo de naranja en mi trabajo. A las 9:30 a.m. ya estaba en mi puesto de trabajo. A las 11 hicimos el simulacro y casi dos horas después empezamos a sentir que el piso se movía. Saliendo empezó a sonar la alarma. El temblor fue tan rápido que no dio chance a sonar la alarma. Era una sensación fea, porque duró mucho tiempo. Yo me llegué a marear. Estaba asustadísimo, pero conservando la calma. Temía por los temblores que suceden a cada rato, pero no por un terremotos como este, al menos yo trato de no pensar en ese tipo de calamidades de grandes magnitudes.

Las líneas colapsaron. Hasta cerca de las 3 de la tarde, cuando empezaron a llegar mensajes de manera intermitente, me enteré de que había edificios caídos. Todos nos fuimos a nuestras casas caminando. Durante el trayecto a mi casa, vi edificios fracturados, un estacionamiento con los carros tapiados, llenos de bloques y tierra. Un edificio con todos los vidrios rotos, que cuando pasé seguían cayendo. Logré llegar a mi casa después de una hora.

La noche fue tensa, me toco que dormir con ropa y zapatos porque estaba asustado, no sabía qué iba a pasar. Durante toda la noche escuché sirenas, ambulancias, helicópteros. Al día siguiente me dediqué a formar parte de un grupo de voluntarios para recolectar víveres, medicinas y agua para los damnificados de la zona. El viernes empezamos a trabajar de nuevo. Estos días nos pidieron ayudar en los centros de acopio de nuestras colonias.

*Para leer más de su experiencia entra aquí

 

Terremoto México

Juan Carlos Solorzano

Video Periodista

1 año viviendo en México

Era la 1:15 p.m. más o menos. Estaba en casa, sentado en mi computadora cuando todo se comenzó a mover. Sabía que algo no estaba bien, a pesar de que las alarmas no sonaron. Fue la peor sensación que he tenido en mi vida, porque a la medida que caminaba hacia la puerta, me caí al piso en el pasillo del edificio y me di cuenta de que había dejado la puerta abierta. Como pude regresé, la cerré -no sé, son cosas que uno hace en el momento sin pensar- y bajé corriendo los tres pisos. Yo lo que quería era alcanzar la calle para correr al colegio donde estaban mis hijos, que queda a tres cuadras.

Ya abajo, dejé una nota de voz a mi esposa haciéndole saber que iba a buscar a los mellizos. Corrí, la gente lloraba en la calle. Cuando llegué, los chicos ya estaban sentados en el patio con sus maestras. Todos estaban tranquilos porque pensaban que este era otro simulacro. Mi esposa me mandó un mensaje aterrador. Apenas había alcanzado la calle tras bajar de un piso nueve.

Más tarde nos encontramos con ella. Fuimos a un lugarcito cerca de la casa que tiene wifi, allí pude comunicarme con mi familia en Venezuela y mi hermana en Puebla, donde también se sintió muy fuerte. Luego nos fuimos al parque de la colonia. Estaba lleno de niños con uniforme escolar. Muchas familias se acercan allí, sobretodo por el temor a las réplicas y para estar en un sitio alto y despejado. Me llamó la atención que estaban jugando con otros niños, y decían: “Corran, tápense la cabeza”. Ellos estaban bastante tranquilos, gracias a Dios.

Terremoto México

Camila de la Fuente

Periodista y caricaturista

1 año viviendo en México

Cuando comenzó a temblar, yo estaba en mi oficina, que queda muy cerca de La Roma y La Condesa. El otro terremoto fue como un columpio, como si estuvieses en un barco. Este sí se sintió mucho más fuerte porque fue trepidatorio. Escuché un edificio cayéndose. Vi una grúa moviéndose de un lado a otro. Tenía al frente un poste de electricidad que parecía nos iba a caer encima. Más tarde, cuando salí, estaba muy asustada porque hacia donde vivo había mucho tráfico y estaban asaltando. Tuve que irme acompañada.

Mi prima que vive en La Roma tiene seis meses de haber comprado un apartamento, y al parecer el apartamento no era nuevo, sino que la estructura era vieja pero la fachada era nueva. No aguantó. Tiene daños estructurales graves, aunque no se ha caído. Pero el edificio de al lado sí se está derrumbando y se le está cayendo encima, entonces el apartamento de mi prima ya no es habitable.

Estuve todo el día ayudando en centros de acopio por La Roma y La Condesa. Llevamos comida, medicinas, herramientas y recolectamos dinero. Traté de informar por mis redes sociales lo que estaba sucediendo. Andar por ahí sigue siendo muy peligroso. Hay fugas de gas graves en algunas partes. En una calle se derrumbó un laboratorio y, por los químicos, era peligroso acercarse. A pesar de lo peligroso, la gente se está arriesgando por querer ayudar.

Terremoto México