Luisa Pernalete: la letra con hambre no entra - Runrun
Nov 04, 2020 | Actualizado hace 3 años
Luisa Pernalete: la letra con hambre no entra
La Coordinadora del programa de Educación para la Paz de Fe dice que si un niño no come no hay manera de que estudie 

Por Dayanna Palmar 

 En una de las zonas más vulnerables de Maracaibo, Luisa Pernalete empezó su carrera como docente en una escuela de Fe y Alegría. El impacto de conocer a niñas y jóvenes con muchísimas necesidades, solo se recompensaba por el hecho de verlas aprender nuevos conocimientos y herramientas en las aulas de clases.

Para ese tiempo, no estaba familiarizada con los términos de derechos humanos y sus implicaciones, pero a medida que fue involucrándose en sectores con mucha necesidad, asistiendo a programas de formación y conociendo de experiencias de niños y jóvenes en países latinoamericanos que enfrentaban situaciones de violencia y no tenían refugio, fue aprendiendo más sobre los derechos humanos y los incluía en su agenda de formación.

Hoy cuenta con más de 40 años de experiencia en el área educativa, y en la actualidad es Coordinadora del programa de Educación para la Paz de Fe y Alegría y miembro de la Red de Derechos Humanos del Niño, Niña y Adolescente (Redhnna).

Como activista, se inició con trabajos de promoción y formación en materia de derechos humanos en comunidades populares, con el apoyo de sacerdotes y líderes indígenas en el Zulia a principios de los años ochenta.

«Empezamos a buscar contactos en Caracas porque parecía que el vocabulario en derechos humanos solo se conocía en la capital», cuenta la educadora.  Luego de hacer cursos básicos sobre derechos humanos con Provea y otras organizaciones, en su escuela empezaron a publicar papeletas de información sobre derechos humanos.

«Publicábamos una hojita que llamamos ‘Aquí está pasando’, porque no solo en Caracas pasaban cosas de derechos humanos y eso era lo que queríamos dar a conocer. Básicamente en esa hojita se difundían los derechos establecidos en la constitución y denuncias de las comunidades que no tenían agua ni servicios públicos. Ahí empecé a ser más consciente de los derechos humanos como una realidad que teníamos que trabajar». 

Entre sus experiencias más recordadas en la enseñanza de los derechos humanos, recuerda cuando un hombre wayuu le dijo sorprendido ‘que las leyes de los alijunas (personas no indígenas) no son para fregar a los wayuu’ y que esas leyes también estaban para protegerlos a ellos. ‘Los derechos humanos son universales y nos pertenecen a todos y todas’, le había afirmado ella para aquel entonces.

Educación en Emergencia

Para Luisa, «todo derecho en Venezuela es como un sartén sin mango». La realidad del país es un lugar donde todos los derechos humanos están siendo masivamente violados y no se garantiza ni siquiera el derecho a alimentarse.

La educadora recuerda el caso reciente de un niño con desnutrición en una zona de San Feliz, estado Bolívar, donde los niños y niñas se encontraban viendo clases en galpones o al aire libre.

Mientras luchaba porque la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) otorgara un terreno para fundar una escuela en aquella zona tan vulnerable, también empezó a consultar con nutricionistas para hacer evaluaciones antropométricas de talla y peso a los alumnos de la escuela, y para asistir a la recuperación de niños con desnutrición.

«La letra con hambre no entra, si un niño no come no hay manera de que estudie y Venezuela es uno de los países con mayor inseguridad alimentaria severa en América Latina», lamenta la educadora.

Si bien hay derechos muy importantes como el de la salud, la alimentación al ser es masiva genera una urgencia más apremiante, de acuerdo a la defensora. Otro de los temas que más le ocupa también es el salario de los maestros, que en Venezuela se calcula en menos de cuatro dólares al mes.

«¿Qué tiene que ver el salario con la educación? Es que sin salario no tienes maestros y nuestros maestros no pueden vivir con el salario que ganan. Otro problema que tenemos es el transporte. Si los niños tuvieran clases presenciales, el problema sería ese. He conocido de niños que han salido de Fe y Alegría porque la escuela le quedaba muy lejos a pie y no han podido conseguir para su pasaje».

Los testimonios que menciona Luisa, se acompañan de los datos de la más reciente edición de la Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela, publicada antes de la pandemia y que ya presentaba un panorama bastante desolador: 40 % de los estudiantes entre 3 y 17 años falta a clases algunas veces por fallas de servicios, comida, falta de transporte y docentes.

‘Es muy serio lo que está pasando, es una educación en emergencia, una educación amenazada. Hay docentes que son héroes, que aún siguen asistiendo a los niños en las comunidades más vulnerables aún en el contexto de la pandemia. Hay que cuidar a nuestros cuidadores y asistir a las escuelas públicas, darles acompañamiento’.

Para Luisa Pernalete, todos los docentes de alguna manera son defensores y defensoras de derechos humanos, ya sea explícitamente e implícitamente.

«El evangelio dice ‘Bienaventurados los que luchan por la paz y la justicia’. Cuando uno lucha por los derechos de los demás uno no está esperando alguna retribución, uno se siente contento cuando a cualquier persona le garantizan un derecho, más si tuviste algo que ver. Uno se siente alegre cuando escucha que abrieron una escuela en ese barrio, o qué bueno que esa niña consiguió el cupo que buscaba o qué bueno que esa mama consiguió ese trabajo. Uno se siente contento que alguien pueda tener acceso a los derechos humanos. Y eso es lo que esperamos, para nuestros niños, niñas y adolescentes, que pueden disfrutar de sus derechos humanos y desarrollarse como personas sanas y con la capacidad de defender a otros».