DDHH olvidados | “Tu muerte no va a ser en vano” - Runrun
DDHH olvidados | “Tu muerte no va a ser en vano”

 

La muerte de Miguel Fernando Castillo Bracho fue instantánea. Después de ser herido, alrededor de las 2:30 p. m. del miércoles 10 de mayo de 2017, unos compañeros lo trasladaron en moto a la Policlínica Las Mercedes pero llegó al sitio sin signos vitales. 

Una radiografía que le hicieron a su cuerpo sin vida apenas fue ingresado reveló la causa: una esfera de cristal había entrado y salido por su brazo izquierdo para después perforarle el pulmón y alojarse en su corazón. 

La primera de la familia en llegar al centro de salud fue su hermana Luisa. El extraño malestar que la había acompañado durante el día tuvo sentido cuando supo que a Miguel lo habían lastimado. 

Cinco minutos después, la segunda en pisar la clínica fue Carmen Bracho, la madre de ambos. Era directora de recursos humanos de la Policía de Baruta y para el momento tenía acceso a un radio en el que comunicaban información de las protestas callejeras en Caracas. Había escuchado que habían herido a un joven, pero por su cabeza nunca alcanzó a imaginar que se trataba del menor de sus tres hijos.

Los médicos la estaban esperando. “Miguel no aguantó”, le dijeron. Carmen se derrumbó. Y Luisa, que estaba viendo todo a través de unos ventanales de la clínica, comprendió lo que había pasado: su hermano se había ido.  

Todo cambió. 

Miguel era efusivo, bromista, inquieto. Su torbellina presencia acostumbraba a retumbar con fuerza y ternura en cada rincón de la casa que compartía con su madre, su abuela y su hermana por quienes desarrolló un instinto protector. “Amaba la vida, amaba vivir”. Pero donde antes había alboroto y risas, desde ese día de mayo solo reina un silencio desgarrador. 

Luisa sintió que le quitaron el piso mientras caminaba. Atravesar el duelo de su hermano al que consideraba “gemelo de alma” no ha sido tarea sencilla. 

En ocasiones siente que lo ocurrido es una película de terror y que en cualquier momento su hermano entrará por la puerta. Pero ha logrado mantener el vínculo de una forma particular: los sueños. “Deja la lloradera que estoy bien”, le dijo la primera vez que lo vio mientras dormía. “Eso me ha ayudado muchísimo porque siento que a través de los sueños él me ha llevado por un camino de recuperación. Me ha fortalecido y me ha permitido seguir”. Cada semana sueña al menos una vez con él. 

Los primeros días después de su muerte, Carmen solo lloraba. Le costaba pronunciar palabra. Le atormentaba el hecho de que su hijo hubiera sufrido. Asistió a muchos de los homenajes que hicieron en su nombre. La Universidad Santa María, donde el joven de 27 años estudiaba Comunicación Social, le concedieron la orden en la primera clase de dicha casa de estudios. 

También se destacó como un gran deportista. “Jugaba fútbol, baloncesto, todo lo que tuviera una pelota de por medio”. Pero lo suyo era el béisbol, donde jugaba la posición de campocorto. En una oportunidad lo evaluaron para ser incorporado a las ligas menores norteamericanas. 

Miguel se fue sin cumplir sus sueños. Entre ellos estaba combinar sus dos grandes pasiones: quería estudiar una especialización en periodismo deportivo en Argentina. Su madre lo piensa y se lamenta. “¿Cómo es posible que un muchacho tan joven, tan lleno de vida, lo maten así?”.

El camino de la impunidad

Desde que se enteró que su hijo había fallecido, Carmen le pidió a Dios que no dejara que el odio entrara en su corazón: “Así no puedo resolver nada”. Una petición que sería más que necesaria porque el camino para encontrar justicia por la muerte de su hijo ha sido largo y escabroso. 

Al regresar a casa de la funeraria, Carmen vio cómo en televisión nacional pasaban una versión oficial de la muerte de su hijo ocurrido hace pocas horas en el programa “Con el mazo dando”. La misma tesis fue respaldada por otros representantes del gobierno y por Nicolás Maduro, quien mostró en cadena la supuesta esfera de plomo que había servido como munición.

La versión del gobierno era que a Miguel Castillo lo habían asesinado sus propios compañeros de protesta, porque la metra había sido disparada a pocos metros de distancia de donde él se encontraba. A pesar de los múltiples videos y testimonios que servían de pruebas, aseguraron que en el sitio no había funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) o la Policía Nacional Bolivariana (PNB). El mismo día de su muerte, varios manifestantes recogieron cartuchos de perdigones que habían sido alterados para aumentar su letalidad.

Esto fue documentado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh). “Las fuerzas de seguridad emplearon armas de fuego con municiones más dañinas, tales como perdigones, metras y piezas de varilla metálica”. Registraron la muerte de al menos 14 manifestantes que fueron impactados con este tipo de municiones durante las protestas antigubernamentales de 2017.

Según los tipos de lesiones registradas, la Acnudh determinó que el uso de la fuerza aumentó progresivamente: el abril, personal médico mostró que los afectados fueron tratados por intoxicación por gases lacrimógenos; en mayo, las heridas fueron por impacto de perdigones, metras o tuercas; en julio comenzaron a tratar heridas de bala. 

De acuerdo con normas internacionales que rigen el empleo de la fuerza, las armas de fuego no deberían ser empleadas para dispersar manifestaciones. “El homicidio intencional perpetrado con armas de fuego u otras armas menos letales, a menos que sea estrictamente inevitable para proteger la vida humana, contraviene las normas internacionales y equivale al uso excesivo de la fuerza y, posiblemente, a una ejecución extrajudicial”, reza el informe.

Carmen vive con la necesidad de que el culpable de la muerte de su hijo sea identificado. Aunque un fiscal del Ministerio Público se acercó al lugar donde falleció Miguel y se hicieron las diligencias de rigor, hasta la fecha no se sabe nada. El caso aún se encuentra en etapa de investigación y el organismo no ha dictado acto conclusivo.

“Esto realmente es muy duro, sobre todo porque tú no ves por ningún lado que se haga justicia porque lo del Miguel está totalmente trancado”, expresa. Las mentiras del discurso oficial en torno a la muerte de su hijo la han lastimado profundamente.

Vive atormentada por una sed de justicia que más de tres años después no llega. Pero ella le hizo una promesa a Miguel: “Papi, yo me muero el día que consiga justicia por esto, porque tu muerte no va a ser en vano”.