¿Gravitará en nuestra historia para siempre? por José Toro Hardy
¿Gravitará en nuestra historia para siempre? por José Toro Hardy

Petróleovenezolano

 

Los venezolanos estamos atravesando por una de las peores crisis económicas  de nuestra historia. ¿Cuándo se gestó?

Muchos creen que es simplemente el resultado de la caída de los precios del petróleo. Representando el petróleo cerca el 96% de los ingresos totales en divisas su baja inevitablemente tenía que producir una gravísima situación; sin embargo, la crisis que padecemos -y que se profundizará-  se sembró durante los años en que el petróleo había alcanzado los precios más elevados por el período más largo que se conoce.

La característica fundamental del petróleo es la volatilidad de sus precios.  Pero en nuestro país  el conocimiento fue reemplazado por el dogmatismo y la experiencia por la petulancia revolucionaria. Creyeron que los precios se mantendrían elevados para siempre, convencidos -tal como lo sostenía Hubbert- que las reservas mundiales de petróleo ya no crecerían al ritmo que lo hacía la demanda. La conclusión de Chávez fue que el barril de petróleo pronto alcanzaría los 200 dólares.

Para él, lo único que hacía falta para que la revolución se mantuviese a perpetuidad era utilizar aquel abundante maná negro para crear una inmensa base política que garantizarse el apoyo popular.

Había que destruir cualquier otro mecanismo de generación de riquezas a fin de que la población dependiese únicamente de la voluntad del príncipe.  Centenares de miles de industrias y empresas de todo tipo fueron llevadas a la quiebra. Infinidad fueron expropiadas, cerca de 4 millones de hectáreas productivas también lo fueron en el agro.

Nada, nada importaba. Con la montaña de dólares a disposición del Estado era preferible importar los bienes que se requiriesen para mantener satisfechos tanto al pueblo como a los gobiernos  de los nuevos socios geopolíticos que apoyasen al régimen: China, Rusia,  Irán, etc.

Bajo la óptica del gobierno, también era preferible financiar a los países del Caribe mediante subsidios petroleros. De esta forma se garantizaban cerca de 15 votos en la OEA. Y por supuesto al ALBA, fortaleciendo así a quienes constituían una alternativa al ALCA propuesta por el odiado imperio. Eran pocos los gobernantes que resistían la tentación de recibir un apretón de una mano embadurnada de petróleo.

Se establecieron prioridades: “Contribuir al desarrollo de una Geopolítica Internacional en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del Universo y garantizar la paz planetaria”, (sic) como reza el Plan de la Patria.

Había que impedir el fortalecimiento del aparato productivo nacional en manos de un empresariado que no podía ser controlado por el gobierno.  Ahí está el caso de Polar. No importaba el país, lo único importante era la revolución.

En cuanto a soluciones sostenibles para los pobres, eso ya lo aclaró el general Guaicaipuro Lameda en entrevista donde narra las posiciones de Giordani -ministro estrella y maestro de Chávez- “Los pobres tendrán que esperar. Los necesitamos pobres”.

Se cumplió la visión de Pérez Alfonzo. El petróleo pasó a ser “el excremento del diablo”.

Así, la revolución creó un colosal aparato burocrático. Destruyeron y arrodillaron a PDVSA. Acabaron con el equilibrio de los poderes y con los DDHH.  Eliminaron la autonomía del BCV y lo transformaron en una imprenta que, con el apoyo del TSJ, se niega a cumplir con las obligaciones que le establece la ley de informar acerca de indicadores fundamentales de la economía.  La educación y la salud también fueron víctimas. Pulverizaron la moral y los valores (entre ellos el del trabajo).

Los objetivos de la revolución se venían alcanzando a paso de vencedores. Pero ocurrieron dos eventos que no esperaban. El primero fue que murió el líder. El segundo que se derrumbaron los precios del petróleo. Todo empezó a venirse abajo como un maderamen podrido.

Venezuela se halla sumida ahora en un trance que estruja el alma y que muchos temen podría devenir en crisis humanitaria.  Esto no surgió con la caída de los precios. Al contrario se gestó cuando éstos estaban más altos. Sus progenitores fueron el rentismo petrolero y el populismo dogmático.

El autor de la crisis fue Chávez que exacerbó ambas condiciones; tuvo, sin embargo, la prudencia de desaparecer a tiempo, antes de que estallase el caos. A los ojos de miles de venezolanos  desprevenidos el proyecto de Chávez luce validado.  El culpable será su sucesor. Muy probablemente ese régimen incompetente desaparecerá por una vía u otra. Pero el verdadero causante podría seguir gravitando en nuestro porvenir, tal como la figura de un Perón sigue gravitando sobre la pobre Argentina.

 

@josetorohardy

petoha@gmail.com