¿Seré yo, Maestro? por Francisco J. Quevedo
¿Seré yo, Maestro? por Francisco J. Quevedo

Judas

Aunque el discurso, las cuñas y los avisos oficiales quieran convencer a los incautos de que llevan “dos años haciendo patria”, y la algarabía sugiera que siguen de victoria en victoria, el mundo, la historia, el bolívar y el 80% de los venezolanos dicen lo contrario. Y –a la final– cuando Judas pregunte, “¿seré yo, maestro?”, y culpe a otro, el soberano, y todos los apóstoles, sabrán la respuesta.

El mundo dice que Venezuela es quizás el país más miserable para subsistir, sobrevivir, en efecto, porque esto no es vida. Tras embriagarse y terminar en la cama con la izquierda, y disfrutar de un millón de millones de dólares (US$ 1,000.000.000.000) entre ingresos y endeudamiento desde que Chávez llegó al poder, hoy, la mitad de la población sufre en la pobreza, y la otra mitad se siente brutalmente empobrecida. Lo que queda es un ratón insoportable.

Aunque las comparaciones sean odiosas, claro, para el desfavorecido, el INPC de los Estados Unidos, a cuya moneda se fija la nuestra, hoy en día es cero (0%), si no negativo, en “el imperio”, los precios no suben, bajan, mientras que el venezolano se estima, porque lo esconden, entre 140% y 170%, el PIB mundial crece 4% en 2015, pero el nuestro calcula el FMI que retrocederá sobre 7%, y la escasez no tiene comparación, aquí no se consiguen dos de cada tres cosas que uno busca. Estamos entre los diez países más corruptos del mundo, y mientras la criminalidad promedio mundial, medida por la tasa de homicidios, se ubica sobre 6 asesinatos por cada 100.000 habitantes, acá nos dicen que raya los 54, cuando sabemos que realmente supera los 80. Por todo, somos ahora un país de emigrantes. Millón y medio de venezolanos han dicho “si esto es patria, se las regalo”, y han dejado el pelero, como dicen.

La historia dice que nunca Venezuela sufrió una inflación tan brutal. Nunca, que uno recuerde, vivimos un empobrecimiento tan salvaje. Nunca sufrimos una recesión tan profunda y prolongada. Nunca vimos una escasez como la de hoy. No habíamos visto mandatarios tan corruptos, salvo en dictaduras como la de Gómez y Pérez Jiménez que al menos dejó sus obras. Y lo peor son la ineptitud y las mentiras. Y nunca el crimen había sido rey, al contrario, otros dictadores los mandaban para Guasina, o peor.

El dólar dice que nadie confía en el bolívar. En 2012 promedió entre Bs. 11 y 12. Con la llegada de Maduro saltó a 28 y al siguiente año superó los Bs. 100, y todos conocen la historia reciente. Ni los corruptos, quienes son los primeros en recibir dólares preferenciales para convertirlos en bolívares, y reciclarlos de nuevo, ahorran en la moneda local. En efecto, si la política fiscal es la primera causante de la devaluación, y la inflación su inseparable compañera, la corrupción es la agravante porque crea un “underground” incontrolable.

Las encuestas dicen que vamos de mal en peor. 80% de los venezolanos desaprueba los resultados que cacarea el Gobierno, y 73% culpa a Judas por la situación que sufrimos, y eso, según Schemel (¡Imagínese!). “¿Seré yo, Maestro?”, preguntará el –a todas luces– culpable. Con un índice de aprobación que si acaso llega al 24%, la Providencia le dirá “bueno, hijo mío, antes que tú llegaras, el dólar estaba en 18 bolívares, la inflación rondaba el 20% que ya era malo, y el PIB crecía 1,3%, poco, pero crecía… Tú dirás ahora, si eres tú o era Chávez, y si no, el Pueblo que lo juzgue el 6 de Diciembre…”

@qppasociados