"Escupiendo pa’ arriba” por Francisco J. Quevedo
«Escupiendo pa’ arriba” por Francisco J. Quevedo

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El Gobierno le da la razón a los productores nacionales con esa cuña de las vendedoras de empanadas con la cual pretende defender el aumento de la gasolina. Folklóricamente, ellas le enseñan a los reguladores que no se puede vender por dos bolívares algo que cuesta ocho. “Su palabra esté por delante”, debería decir Fedecámaras que más bien ha hecho mutis.

Con el mismo vernáculo de las negras de la cuña (y debemos decirlo así, sin ánimo de ofender, porque es el mismo Gobierno el que presenta ese estereotipo, el de unas vendedoras de empanadas afro-descendientes y obesas), folklóricamente hay que exclamar que “la salsa que es buena para el pavo, es buena para la pava”, porque la lógica que aplica para la gasolina, y para esas empanadas, sirve también para el precio de la leche, del pollo, de los jugos pasteurizados, las compotas, el agua mineral, el enjuague y champú, el jabón de baño en barra y líquido, la crema dental, los detergentes, suavizantes y enjuagues para la ropa, el desodorante en barra, líquido, gel o aerosol, los pañales, las toallas sanitarias, el papel higiénico, las máquinas de afeitar desechables, el jabón lavaplatos en líquido, gel o en crema, la cera para pisos, los desinfectantes, el jabón en panela y en general para todo lo que escasea, pues hasta los exámenes de laboratorio, los “rayos X” e imágenes, el precio del transporte público y hasta las tarifas del gas, el agua y la luz eléctrica están reguladas. Y es que según la Ley de Costos y Precios Justos, todo, absolutamente todo está bajo el control del Estado.

¿Pero, hablando de costos, cuál es el costo de producción de un litro de combustible? Paradójicamente, el Gobierno siempre ha cacareado que Venezuela es un productor de crudo de bajo costo. De ser cierto lo que nos han dicho, entonces, lo que se pretende imponer es un ajuste en función de los precios internacionales de la gasolina. ¡Qué “manguangua”! Nada se dice del 30% de margen máximo permitido. ¿Y por qué no se autoriza a los productores nacionales a vender el kilo de cambur, regulado en función de lo que valga en Estados Unidos o Europa? En la práctica, se aplica la ley del embudo: Lo ancho pal’ Gobierno y lo angosto para la industria nacional.

La escasez de leche pasteurizada, la mitad de la cual importa el Estado, se ubicaba el año pasado en 71,6%, y la de leche en polvo que es totalmente importada por el Gobierno, rondaba 76,3%, de acuerdo a cifras del Banco Central de Venezuela. O sea, véalo así, si usted hace mercado mensual, verá leche en polvo una vez cada cuatro meses, eso porque las regulaciones obligan a la cadena de producción y comercialización a venderla por debajo de sus costos, contrario a la lección de las empanadas. El presidente de Cavilac señaló en una entrevista de prensa que “es imposible conseguir leche a puerta de corral por Bs. 20 el litro…” Sin embargo, observamos que la UHT importada de nuestros amigos del cono sur se expende por Bs. 18. ¿Cómo se compite contra eso? La leche nacional se vende a Bs. 54 al contemplar procesamiento y transporte, más los márgenes de la cadena de comercialización, y la eterna matraca.

La situación perversa que viven los industriales y micro-empresarios venezolanos, sometidos a asfixiantes controles sin ajustes hasta por diez años continuos, es tal que gasta Confagan, la federación ganadera oficialista, exige un ajuste en el precio de la carne. Y es que ante una inflación que supera el 64% en promedio (reconocido por el Presidente Nicolás Maduro en cadena nacional), pero que en alimentos llegó hasta 106% (según el Cendas), mantener un precio fijo por 12 meses es no solo ilógico, sino inviable, tanto más lo es congelarlo año tras año tras año. Y cabe recordar que cuando la mitad o más de lo que consumimos está regulado, el INPC no refleja la inflación que se paga, sino la que marcan las etiquetas de miles de bienes que no existen en la realidad cotidiana.

El Gobierno está “escupiendo pa’ arriba” con la cuña de las vendedoras de empanadas. Lástima que nadie de las cámaras más representativas del empresariado venezolano haya saltado a defender los precios en función de ese auto-gol que se lanzó el árbitro. ¡Por Dios! ¡Se las puso papita!

 

@qppasociados