Muamar Gadafi ya no es el líder de Libia. Después de más de cuatro décadas gobernando sin compasión ante su pueblo, hoy los libios pueden gritar que son libres, que se inicia una nueva etapa y que experimentarán un país distinto al que vivió una generación completa. Tanta fue la presión por meses de los civiles, rebeldes y hasta la comunidad internacional, a través de una intervención militar de la OTAN, para que el tirano se encuentre al momento que escribo estas líneas, escondido, solo y asustado. Gadafi no toleró el relcamo que hicieron cientos de miles de libios hace unos meses. Los reprimió, persiguió, detuvo a varios y mató a otros tantos. Estaba dispuesto a llevar a cabo un genocidio con tal de no entregar el poder. La dominación de Gadafi era tan abrupta que era reconocido como jefe de Estado, sin ostentar ningún cargo en el gobierno. Absurdo.

Ya buena parte de la comunidad internacional reconoce el Consejo Nacional de Transición libio. Inclusive, países ambiguos en su política exterior con respecto a la nación africana como Rusia y China empiezan a dar el visto a bueno a los nuevos vientos que soplan en Libia. Sin embargo, tal como lo ha expresado la OTAN, la operación aún no ha culminado. Las tropas leales de Gadafi -bastante debilitadas- siguen generando algunos frentes de combates. Además, el tirano libio sigue sin aparecer y no hay indicio de que los rebeldes cesarán sus acciones hasta saber el paradero de Muamar. Pero ya se está entrando en el campo de los formalismos en medio del júbilo que invade las calles de Trípoli. Ya se queman cuadros y derrumban monumentos alusivos al tirano. Bravo por una Libia libre