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Sin servicios públicos en el Zulia la vida pende de un hilo

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Nota de Prensa
Hace 4 años
Los habitantes del segundo estado más poblado del país padecen sin agua, sin gas doméstico y con cortes eléctricos. Mujeres embarazadas y con niños pequeños que deben cargar y cocinar con leña, ancianos que sufren por las fallas de luz y familias enteras que deben caminar kilómetros para conseguir agua

“¡Qué no me duele! Con esta situación que estamos viviendo nos duele hasta el alma”.

Son las 12:15 pm y los rayos del sol le nublan la vista a José Montiel. Las marcas del sudor le pegan su franela al cuerpo porque la sensación térmica supera los 40°. 

José, tiene 56 años y vive en la comunidad Jagüey de la Punta, en el municipio San Francisco del estado Zulia, el segundo más poblado en la región con 526.504 habitantes hasta 2020 según proyecciones del Instituto Nacional de Estadística. 

Cuenta que el principal foco de atención en su sector es una manguera delgada que está en el patio de un vecino. De ese plástico negro sale un hilo de agua muy delgado entre las 6:30 am y 6:00 pm del que se sirve una parte de la comunidad.

José tiene 17 años viviendo en ese sector y desde hace al menos 3 años no hay agua en la zona. Por eso acude a la bondad de su vecino para llenar cinco toneles de agua que suman 1.000 litros, que luego monta en una carretilla oxidada y los lleva a su casa en dos viajes. 

Ese día caluroso, a mediados de julio, le pidió a su hijo y a unos niños que jugaban con un burro que lo ayudaran a llevar los 450 kilos que pesa la carga del agua de su primer viaje.  

Desde hace dos años, José padece desprendimiento de retina en los dos ojos y en el izquierdo tiene glaucoma. Su discapacidad, que se agrava por la falta de atención médica y de dinero para atender este padecimiento, deterioran aún más su calidad de vida e imposibilitan actividades cotidianas como salir solo en búsqueda de agua y ver las piedras que hay en el camino. 

“Nos quedamos sin una gota de agua y tengo cuatro hijos menores y a mi esposa esperando. ¡Estamos desesperados! Siento impotencia”.

Las fallas en la distribución de agua potable en el Zulia son cronicas, se registran, al menos, desde 2018 y las consecuencias que genera se agravan en medio de la emergencia humanitaria compleja que impacta a los 21 municipios zulianos. 

La escasez se agudizó en el contexto de la pandemia por COVID-19 en que la principal forma de evitar la propagación y contagio del coronavirus es que las personas laven sus manos de manera constante y mantengan sus espacios limpios. 

El agua, que es un derecho humano y así está previsto en las normativas internacionales, no es un beneficio del que gozan los ciudadanos en la región. 

Una toma comunitaria que “salva vidas”

En Jagüey de la Punta se cansaron de no tener respuesta de los gobiernos locales y decidieron unirse para atender lo que el Estado no les resuelve. Es así que decidieron hacer una toma comunitaria que se logró por iniciativa de un vecino que conectó dos rollos de manguera a un pozo que habilitó la Gobernación del Zulia, después de tres años sin funcionar. Gracias a esta invención, la comunidad puede servirse de agua. 

Jagüey de la Punta tiene cinco largas y maltrechas calles a medio asfaltar en las que residen 110 personas. De las 22 familias que hacen vida en el sector, al menos seis se benefician de la toma vecinal.  

Para tener agua en su casa, tanto José como sus vecinos deben recorrer a pie las calles polvorientas y huecas de su sector. José, por ejemplo, vive a 100 metros del patio donde está instalada la manguera. Las carretas y carritos se atascan en el trayecto, lo que amerita más esfuerzo. Además, en cada brinco o al pisar una piedra, los toneles, tanques y envases se derraman, y se pierden varios litros frente a la mirada impotente de quienes la trasladan.

En casa de José, los 1.000 o 2.000 litros de agua que busca cada semana le alcanzan para cocinar, bañarse, bajar el retrete, limpiar la casa a medias, lavar la ropa o regar las matas. Poco queda para lavarse las manos varias veces al día para evitar el contagio de la COVID-19 y sus variantes.

Lo mismo pasa en casa de sus vecinos y, quizás peor, en la casa de quien no tiene la opción de llevar toneles grandes, o una carretilla para transportar el agua. 

Maracaibo es la tercera ciudad del Venezuela con el mayor número de usuarios que no reciben agua a pesar de estar conectados a la red de acueducto, esto de acuerdo con un estudio realizado por el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos durante enero de 2021. En la investigación se demostró que la valoración negativa del servicio de agua potable es de 82,4% en la capital del Zulia. Mientras, hay zonas donde no llega una gota y en otras se pierden cientos de litros por los botes de agua.  

Esto no es vida 

“Parece tamarindo, da miedo, pero no tenemos más opciones. A veces llega hasta aceitosa, uno le ve las manchas”, dice Marta Sánchez, habitante del sector Santa Fe, también del municipio San Francisco sobre el agua que recolecta para tener en su casa. 

El agua que sale por las tuberías es turbia y está causando diarrea, vómitos, enfermedades en la piel y escalofríos a una población a la que se le dificulta comprar hasta un suero para hidratar.

Para “tratar” el agua, las personas usan cloro, la hierven o le echan alumbre, un mineral compuesto por aluminio y potasio, principalmente, que la aclara al concentrar las partículas en el fondo.  

En declaraciones recientes Ausberto Quero, miembro de la junta directiva del Centro de Ingenieros del estado Zulia (Cidez), explicó que la crisis hídrica que vive la capital zuliana responde a la mala administración de la gestión integral del manejo del agua a manos de la Hidrológica del Lago de Maracaibo (Hidrolago).

El especialista explicó que la precariedad del servicio “inicia desde las primeras gotas que nacen en las cuencas hasta la última gota que llega a casa”, debido a los altos índices de deforestación de las zonas que, según dice, deberían estar protegidas por la Guardería Ambiental. Sobre la turbiedad del agua detalló que esta debe tener entre una y cinco unidades nefelométricas que es lo que la mide y el agua que llega tiene más de 250. 

La escasez de agua obliga, a aquellos que pueden, a comprar botellones, pagar a camiones cisternas o acudir a pozos comunitarios. Los precios varían entre los 500.000 bolívares y los 2 dólares estadounidenses por tonel, lo que representa más de un salario mínimo mensual en Venezuela.

“¡Siento que se me va la vida! Las piernas se me acalambran cuando estoy subiendo”. 

Así resume Dayana Gil lo que siente tres veces a la semana. Esta mujer de 32 años y madre de seis hijos camina junto a sus vecinos casi un kilómetro desde su casa hasta una empresa privada de cervezas -donde le regalan agua potable- o al pozo de una vivienda donde la venden, y suben al menos dos pendientes cargando botellones de agua en una carreta.

Dayana vive en el sector Santo Domingo, parroquia Cristo de Aranza de Maracaibo, al borde de una cañada, como le dicen en Zulia al canal donde se empozan las aguas servidas. 

En la reportería se destaca que los datos coinciden en las distancias que deben recorrer las personas en el Zulia para buscar y acarrear agua. La mayoría suma hasta los 3 kilómetros. El volumen que cargan o arrastran es de entre 2 litros y tanques de 2 mil litros. El tiempo ocupado al día en estas actividades de subsistencia es de media hora hasta 7 horas. Y una persona puede destinar hasta 21 horas semanales de su tiempo en busca de agua para su hogar.

Mujeres, hombres, adultos mayores, e incluso niños, niñas y adolescentes, buscan agua en diversas fuentes ubicadas fuera de sus hogares, debido a que no llega una gota a la tubería. Caminan con carretas, coches, sillas de ruedas y carritos a parques, cañadas, jardines y pozos comunitarios -tomas improvisadas sin control- para intentar llenar sus envases. Y cuando llueve, tratan de almacenar  toda el agua que pueden.  

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