Resulta lamentable, siendo generoso en el adjetivo, que en la Venezuela de nuestros días se planteen posturas individuales y colectivas como las recogidas por los periodistas Alfredo Meza y Edward Scharfenberg (http://bit.ly/1nhcrjb) en una suerte de cónclave de la oposición venezolana.
Mientras prodigamos agudas observaciones a la fragmentada plataforma política del oficialismo y somos capaces de advertir las profundas grietas que desde su interior se revelan no nos enfocamos con verdadera introspección en la tragedia que nos ocupa.
La crisis de la MUD es la consecuencia de quienes pensaron que eran autosuficientes para manejar «el lado oscuro de la luna», para concertar, organizar y mantener motivados a los millones de venezolanos que no comulgamos con el esperpento autoritario de un modelo anacrónico y trasnochado impuesto desde Cuba, vigilado por Rusia y administrado por China con el aplauso cómplice de los aliados de la petrodiplomacia complaciente aduladora y resuelta a seguir viviendo de nuestros recursos naturales y financieros.
La única forma de mantener una opción gobernando como la actual es no tener nada del otro lado que se constituya en verdadera opción para quienes no encuentran el planteamiento de un proyecto de país alternativo capaz de enseñarnos que luego de este desastre, alguien ha pensado en el camino correcto a tomar con una serie de pasos conocidos por todos los que haremos ese camino posible.
La MUD está en crisis y de nuevo los detractores naturales del disenso en cualquiera de sus formas se han expresado indicando que quienes consideramos que esta crisis es un hecho positivo de cara a la reorganización del disenso democrático venezolano somos, cuando menos, tratados de cómplices del régimen, antipartidos, practicantes de la antipolítica, precursores del desastre, etc, etc.
Creo que es el momento de una sana reflexión sobre lo que teníamos, lo que tenemos y lo que podemos tener.
La MUD nace como un espacio abierto para la organización de un proceso electoral, inédito en nuestra historia, que nos lleve a una candidatura resultado de unas primarias de oposición. Eso lo organizaron y fue un total éxito, su planificación y ejecución.
La MUD recibe la tarea de convocar a los tecnócratas del país dispuestos a colaborar en la confección de un programa de gobierno que sirviera de referencia para ese candidato electo de las primarias organizadas. Eso lo lograron, y aunque el candidato ganador nunca esgrimió abiertamente este proyecto de país, el objetivo se cumplió.
A partir del momento de las elecciones presidenciales del 14Abr13, sus dudosos resultados, el manejo delicado de la situación política postelectoral, la crisis de ingobernabilidad reinante en ese momento y los diferentes puntos de vista, no todos convergentes dentro de la oposición, se hace necesario que la MUD tome la batuta en el trazado del derrotero de quienes, demócratas confesos, pudiéramos esperar de cara a un futuro incierto. Fue en ese momento en el que considero que el liderazgo, experiencia y conocimiento de Ramón Guillermo Aveledo sirvieron de soporte para oxigenar un tejido desgarrado y que solo podía regenerarse de la esperanza que él le transmitiera a todos los venezolanos que esperaban por una salida a este desastroso gobierno. Así llegamos al proceso electoral de Alcaldes y Gobernadores, sin haber visto los cuadernos electorales de abril, sin entender por qué volvíamos a las urnas sin tener claros los resultados de las presidenciales, pero siempre confiando en el liderazgo de quienes representaban a la otra Venezuela, a la que no era cliente ni paciente del síndrome del madurismo incipiente.
Los resultados electorales de Diciembre no eran alentadores para la oposición, siempre acostumbrada a ver el vaso medio lleno, criticando a quienes se atrevieron a verlo medio vacío y desde ya sacando las cuentas para el proceso electoral parlamentario del 2015 sin ofrecer una razón suficientemente clara por la que, a pesar de la tragedia que vivimos, tenemos que conformarnos siempre con fabricar excusas para la derrota.
Febrero fue el mes en el cual un grupo de venezolanos salieron a las calles, ese espacio por excelencia donde las democracias dirimen sus diferencias, a ejercer un derecho constitucional, exigiendo a un gobierno, a todas luces incapaz, la materialización de todas las expectativas no cumplidas por el ejercicio irresponsable de la demagogia vacía, del populismo mentiroso, que nunca reflejó en la calle lo que producía su máquina de propaganda.
Quienes salieron, lo hicieron convencidos de que salían a reclamar, con la constitución en la mano, con el sentimiento colectivo del ejercicio democrático de sus derechos. Sin embargo fueron reprimidos salvajemente por un gobierno incapaz de atender y entender sus peticiones, y se sacrificaron muchas vidas en el brutal compendio de autoritarismo que enlutó muchos hogares venezolanos. De esas protestas se derivaron las persecuciones que sometieron al encierro a líderes estudiantiles, líderes políticos, y a simples manifestantes que salieron de sus casas persiguiendo un sueño con la esperanza de lograr un cambio.
El movimiento fue aplastado ante la indolencia de un país que vio a distancia, que trató en tercera persona a quienes se sacrificaron por pedir una Venezuela diferente. De nuevo la desesperanza de una mayoría entre apática y atemorizada fue testigo silente del barbarismo milico que apagó en ese momento la llama del desespero de otros, del descontento popular, el espíritu de un reclamo general que con el apoyo final de una interpretación acomodaticia del TSJ dejaba hasta en dudas si realmente el derecho a la protesta era un derecho sustantivo y absoluto.
Mientras esto ocurría, los integrantes de los principales partidos políticos, esos que tomaban decisiones desde la MUD no marcharon, no consideraron que esa era la vía, y una vez consumados los arrestos de numerosos venezolanos, una vez que las bajas se acercaron a la media centena, una vez que la ingobernabilidad era una constante en el día a día de un gobierno de precaria aceptación, fueron convocados a una «Mesa de Diálogo».
Muchos advertimos que el diálogo era necesario, pero las condiciones fundamentales de disposición por parte del gobierno a conceder ciertas premisas no estaban abierta y públicamente siendo aceptadas por sus voceros, lo que convertiría la intención en una ventana de tiempo para quienes enfrentaban serios problemas y que consiguieron en esta actitud una tregua que muchos agradecieron y otros condenaron.
Ahora, sin haberse logrado ningún cambio positivo, con todas las cifras apuntando a una severa crisis económica, con una insostenible situación de inseguridad personal, son evidentes los diferentes enfoques que se plantean de este lado del río y que ameritan una verdadera convergencia de intereses y posiciones que no existen en lo público ni en lo privado.
Los abordajes distintos fracturan el disenso democrático cuando un grupo de venezolanos habla de la salida electoral del 2015, otros convocan un Congreso Ciudadano, otro habla de una Constituyente, y nadie trabaja para lograr un acuerdo que convierta esta mitad de Venezuela en un solo pedazo que pueda aspirar por un cambio a corto plazo.
En el seno de este calvario, y siendo apuntado y atacado, algunas veces de forma injusta, por quienes no se ven representados en su gestión, el Dr. Ramón Guillermo Aveledo renuncia a sus funciones al frente de la MUD, y esto deviene en el dilema de su sucesión, no sin antes contemplar el verdadero alcance de esta entelequia, su poder de convocatoria, y sintonía con otros intereses democráticos. Esta situación es determinante porque la MUD no es la oposición venezolana, nunca lo fue, pero hoy lo es menos que siempre. Muchos sectores de la sociedad civil han sido excluidas de sus discusiones, de sus decisiones, de la estrategia misma de construir espacios alternativos. Es por esto que se hace necesario el ejercicio de la convocatoria más amplia posible, donde todos los llamados a construir llamados inclusivos encuentren un espacio que reciba sus sugerencias, donde no condenemos a los partidos políticos, los acompañemos en una tarea que es de todos.
No es el momento de la Antipolítica. Es el momento en el que algunos partidos políticos deben abrirse a un colectivo que no representan, que no fueron capaces de convocar, que no desean formar parte de sus filas pero que esperan compartir el objetivo ¿común? de despertar de esta pesadilla comunistoide y construir una Venezuela para todos los venezolanos. Algunos de esos partidos no sienten la vergüenza de exhibirse como estructuras anquilosadas en liderazgos vetustos y autoritarios que, en algunos casos ha estado cohonestando con la cleptocracia galopante que nos desgobierna.
Los venezolanos no podemos mostrarnos encerrados por esta coyuntura. Es el momento de convocar a todos los sectores que deseen un cambio en nuestras vidas, a todos los que crean que Venezuela es recuperable, pero que debemos comenzar hoy mismo. Este es el momento donde el protagonismo de unos pocos no puede trastocar el interés de muchos, y donde la historia condenará a quienes remen en contra corriente en este aciago instante. Somos los autores de ese cambio y los únicos imprescindibles. Si vamos todos, lo lograremos!!
Amanecerá y veremos…
«Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota;
quien no osa pensar es un cobarde»
Sir Francis Bacon