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Cartas a un hijo

Carlos Dorado Nov 12, 2017 | Actualizado hace 6 años
Hombre de pueblo, por Carlos Dorado

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Me llama la atención observar en las grandes ciudades, sobre todo en aquellas más turísticas, la gran cantidad de gente haciendo los “selfies” con el monumento a sus espaldas. Una vez realizado, comienzan a enviarla por “whatsapp” a toda su lista de contactos, e inmediatamente buscan otro monumento para sacarse otro, hasta que terminan la ruta turística.

Siempre pienso que esa gente no busca disfrutar del monumento o del lugar. No les da tiempo de admirar su belleza o de conocer su historia, sino simplemente de sacar una foto, como testigo de: “Yo estoy aquí”, para que la mayor cantidad de personas lo sepan o lo envidien. Es algo así como sentir más satisfacción por impresionar a los demás, que por impresionarse uno mismo. Esa envidia que sabe que despertará en los demás pareciera que es el mejor estímulo para ellos sentirse bien.

Hace unos meses fui en un viaje de negocios con una persona a una ciudad que él no conocía. Camino a la ciudad desde el aeropuerto, pasó la mayoría del tiempo revisando su iPhone, leyendo emails, chats y respondiendo alguno, sin tener tiempo ni ganas de observar a su alrededor.

Para provocarlo, de vez en cuando le comentaba: “Mira que interesante ese edificio”, “Qué típica esta calle”. Levantaba la mirada, más por compromiso que por curiosidad, y de vez en cuando sacaba una foto, y continuaba inmerso en su teléfono. La foto, seguramente sólo era para recordarle o justificar que algún día pasó por ahí.

En la sociedad actual aterroriza el corto plazo, el ver cómo la gente se desplaza dentro de su propio mundo, olvidando por completo de dónde viene, y sin tener remota idea de a dónde va. Aterroriza esa búsqueda desenfrenada del placer inmediato y desechable, para buscar inmediatamente el siguiente. Estamos enseñando a la gente a pensar a corto plazo, y a sacrificar intereses a largo plazo, por supuestas recompensas de corto plazo.

Debe ser porque yo soy de pueblo, donde todo tiene sus tiempos. Donde el roble, y el castaño se van haciendo grandes y fuertes con el tiempo, donde hay un tiempo para sembrar y uno para recoger, donde la gente se conoce por lo que son, no por lo que quieren ser. De los que se quedan mirando largo rato cuando pasa un coche hasta que se pierde en la distancia. Del que sigue siendo un lugar precioso, a pesar de que no hay Internet.

En los pueblos nos enseñan a confiar en la naturaleza, la cual siempre nos sabe orientar hacia lo más genuino, hacia lo auténtico, dándonos la exacta noción del tiempo. Donde lo que quieras experimentar y obtener, debes conquistarlo por ti mismo. Sin embargo; estamos viviendo en un mundo donde lo inmediato lo queremos durante mucho tiempo, y el mucho tiempo lo queremos de inmediato, el “ahora” tiene poca duración, y estamos construyendo nuestras vidas de “ahoras”, y eso nos confunde. Los placeres perecederos nos deslumbran, y nos oscurecen el camino a seguir.

Mi madre solía decirme: “Carlos, despacio que llevamos prisa”. Mantener la mirada fija en el horizonte mientras se hace lo necesario ahora, es la mejor forma de construir ahora la vida del mañana. Porque para grandes cosas, mucho tiempo se requiere; ya que el tiempo es como el viento, arrastra lo liviano y deja lo que verdaderamente pesa.

Si la gente fuese como se describe en Facebook, y tan feliz como salen en los “selfies que envían”, el mundo sería una maravilla; lo grave es que lo que se percibe en esos perfiles y en esas fotos es que últimamente hay mucha hipocresía.

cdoradof@hotmail.com

¡Que vivan los enemigos!, por Carlos Dorado

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Hace casi 20 siglos el filósofo griego Plutarco, que vivió en el siglo I y II, creó una nueva academia de inspiración platónica, y escribió un ensayo titulado “Cómo sacar provecho de los enemigos” en el que comparaba a los mismos con el agua del mar, que aunque no es potable, alimenta a los peces. La historia enseña que los enemigos, usados convenientemente pueden convertirse en el factor determinante del éxito de las personas.

El enemigo, es ese que se alegra sigilosamente o a voces, cuando las cosas  nos van mal, pero es quizás el mejor y el único espejo en el cual deberíamos mirarnos; pues la imagen que nos devuelve de nosotros es a menudo la más veraz, ya que ese espejo no está condicionado por la ceguera de quien nos ama.

Nuestros enemigos, son en teoría nuestros rivales, pero realmente son nuestros mejores maestros gratuitos, y unos jueces infatigables que velan constantemente y sin descanso por señalar nuestros errores, y por descubrir nuestros puntos débiles con una rapidez pasmosa y casi siempre en alta voz. ¡Los enemigos son muchas veces quienes te permiten descubrir tus virtudes y tus defectos!

También son muy persistentes, lo cual es otra gran ventaja ya que gracias a la fuerza de su constancia y perseverancia, te van obligando poco a poco a ir corrigiendo errores y comportamientos, y sin darte cuenta; gracias a ellos vas corrigiendo tu conducta y vas aprendiendo a cometer cada día menos fallas para ir mejorando; buscando inconscientemente disminuir el número de sus críticas, para darles menos satisfacciones y argumentos para que hablen de ti.

Igualmente nos hacen más sobrios, más reflexivos, menos negligentes, menos confiados y más prudentes, porque sabes que  siempre están al acecho. Con el tiempo nos llevan a los terrenos de la filosofía, ya que nos enseñan que el mutismo y el morderse la lengua, son las mejores respuestas que podemos darles.

Inclusive nos enseñan a comportarnos con calma, y con esa moderación típica de la gente sabia ante los insultos más infames. A usar el silencio como un arma eficiente que los desespera. A mantenernos todo el tiempo en alerta, vigilantes y sin bajar la guardia. A ser pacientes, tolerantes y a controlar nuestras pasiones e instintos. Pero lo mejor no es solamente que nos enseñan todas estas capacidades y virtudes, sino que por el hecho de que nos atacan constantemente, nos obligan también a practicarlas.

Sin embargo, hoy el mundo conspira contra los enemigos. Desde el hogar donde tratamos de sobreproteger y complacer en todo a los hijos, hasta la tecnología que nos permite filtrar opiniones, noticias, bloquear en la Web a gente y páginas que nos puedan afectar. Se nos presenta el mundo como un envoltorio amable, sonriente y homogéneo, tratando de eliminar cada vez más la figura del enemigo.

Sin darnos cuenta que tratando de eliminar al enemigo, estamos debilitando nuestras defensas, ya que el exceso de protección va a su vez disminuyendo la capacidad de hacernos más fuertes; haciéndonos irónicamente más débiles por el exceso de positividad y protección.

Por ello, esos enemigos ardientes que surgen en nuestra vida, no deben ser satanizados ya que terminan siendo unos grandes maestros, y como decía el escritor inglés Thomas Fuller: “Si no tienes enemigos es señal que la fortuna te ha olvidado”

Por eso: ¡Que vivan los enemigos! Esos maestros motivadores, dedicados, perseverantes y gratis; injustamente odiados, criticados e insultados por todos.

cdoradof@hotmail.com

Los otros somos nosotros, por Carlos Dorado

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Sara Rozik es una joven egipcia, graduada de cineasta en el High Institute of Cinema de Egipto en el 2013, y con apenas 20 años fue la ganadora del prestigioso premio “Silver Djed Pillar” en el festival de cortometrajes de Egipto como directora de la película “El otro par” (se puede ver en YouTube), que sólo dura 4 minutos, está basada en una anécdota de Gandhi, y cuya inspiración es sobre la ley del karma que se basa en: “Haz por los demás, lo que te gustaría que hicieran por ti”.

Gandhi iba con un amigo a tomar un tren. Como no tenían dinero, siempre trataban de subirse  a un tren de mercancías en marcha cuando éste estaba arrancando. Apenas vieron el tren arrancar, comenzaron a correr hacia él, para poder subirse. Al saltar, a Gandhi se le cayó uno de sus zapatos. Pero el tren ya iba demasiado rápido como para bajarse, recogerlo y volverse a subir. En ese momento, Gandhi  se sacó el otro zapato, y lo lanzó tratando de  que quedase cerca del que había perdido. El amigo sorprendido, le preguntó: “¿Por qué has hecho eso?” A lo que Gandhi respondió: “A mí, este zapato suelto no me sirve de nada, y en cuanto lleguemos a destino tendré que comprarme otro par. A la persona que encuentre el zapato que se me cayó, ese zapato suelto no le servirá de mucho. Así, al menos alguien se podrá encontrar con el par de zapatos, y seguramente le serán de gran utilidad”.

No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”, una frase trillada y repetida, y tristemente cada día menos seguida, sobre todo en la sociedad actual donde el egoísmo y la insolidaridad nos llevan a actuar como unas hienas. Nuestra sociedad se ha convertido en una selva, donde es fácil perder el rumbo.

El egoísmo desenfrenado, la práctica del yoismo, como una manera de entender que el mundo no es más de lo que “yo entiendo” por  mundo. Donde los demás sólo existen para complacerme. Donde lo mucho es poco si se trata de nosotros, y lo poco es mucho si nos referimos a los demás. Donde sí lo hago yo siempre está bien, si lo hacen los demás siempre está mal. Donde yo puedo hacer lo que me da la gana, y los demás también hagan lo que me dé la gana a mí. Donde yo soy el juez y el juzgado.

Estamos echando  los restos de los caparazones de los principios básicos, y de los moldes de las buenas conductas y solidaridad. Estamos siendo lobos de nosotros mismos. Donde el egoísmo ilimitado y la falta de solidaridad, es una prima concedida a la extorsión, al atropello del más débil, a una patente de corso otorgada a los piratas y a los bandidos con derecho de presa sobre todos aquellos que caen en sus manos. ¡Pero donde al final, todos terminaremos siendo piratas y bandidos de una sociedad invivible!

Los principios y la solidaridad son las herramientas más importantes para construir futuro. Decía mi madre: “Las grandes ocasiones para ayudar a los demás son raras, las pequeñas las encontramos todos los días; esas más pequeñas valen más que las intención más grandes”. De la conducta y los principios de cada uno, depende el destino de todos; y si el destino de todos es malo, es porque los malos principios de cada uno terminamos siendo todos.

¿Por qué cada día son más los que pierden aceleradamente esos pequeños actos basados en la educación, en los principios y en la solidaridad? ¿Por qué cada día, hay más que prefieren que dos vayan descalzos, a que uno vaya calzado? No, no, pero ese no soy yo.

Perdóneme Ud., ¡Pero los otros somos nosotros!

cdoradof@hotmail.com

España: hacer pequeño lo grande por Carlos Dorado

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Estoy radicalmente en contra de alguien que quiere hacer una patria pequeñita, teniendo una tan grande. Los mayores males que ha sufrido Europa han sido por culpa de los nacionalismos. Esto no es como lo están vendiendo, y se lee en la prensa extranjera que es Cataluña contra España. Es Cataluña contra Cataluña. El siglo XXI es el siglo de borrar fronteras, y no de construirlas”. Fueron las expresiones del cantante Español Joaquín Sabina, quien a sus 68 años y con una carrera artística muy exitosa, se permite decir verdades que pocos expresan y muchos callan.

Es la ambición de unos pocos, que lanza los “papelillos del falso nacionalismo” para que los sentimientos afloren y borren esas dosis de racionalidad y pragmatismo en sus ciudadanos, y no vean la ineficiencia de sus respectivas gestiones.

Veo mucho ruido, y poca altura humana. Veo las masas un poco ciegas. Veo poco sosiego y mucho insulto. Veo a personas jugando frívolamente con las esperanzas de las masas. Pero también veo a un Gobierno indeciso, titubeante, con miedo al costo político ¡Esto no debería pasar! Después del pasado que tuvo España.

Esa ambición de unos pocos no reconoce límites, y mucho menos las consecuencias, y continúan corroyendo las bases de un edificio llamado España, mientras el gobierno español lleva tiempo permitiéndolo. Si el Gobierno y sus Cortes hubieran cumplido con su obligación hace dos años, cuando el parlamento de Cataluña aprobó un plan separatista e ilegal, y hubiese aplicado en ese momento el artículo 155 de la Constitución, no estarían en esta tragicomedia actual.

Hoy, la mayoría de los españoles está esperando que la legalidad vuelva a proteger a los ciudadanos, a las empresas catalanas, y a las empresas españolas. Por eso, el Estado está obligado a reestablecer cuanto antes el orden legal en Cataluña, porque cuanto más se demore, mayor será el costo para Cataluña y también para España.

El Estado Democrático Español fue una conquista que ha costado mucho sufrimiento y mucha sangre, y está protegida por una Constitución, un ordenamiento jurídico, y unos poderes públicos. No son los diputados, ni los ministros, ni los líderes políticos, ni un colectivo, quienes deciden lo que se debe o no se debe hacer, son todos los ciudadanos que habitan en un edificio llamado España.

Como habitantes de ese edificio, hay derechos pero también obligaciones. Se puede hacer política, se pueden hacer cambios, incluyendo la ley; pero eso sí: ¡Siempre dentro de la ley! Caer en la tentación de pactar que la ley no se aplique para evitar supuestos malos mayores, y cediendo al chantaje, únicamente estaría permitiendo que el cáncer se siga extendiendo, y llegará el momento en que ya habrá hecho metástasis, y la única alternativa que quedará será morir con el menor dolor posible, pero sin esperanzas de vivir.

En ambos casos ya hay un precio a pagar, ya no va a salir gratis, pero al menos se debe limitar el coste. Enviando el mensaje de que algunos pueden beneficiar sus deseos personales, saltándose la ley, y un Estado permitiéndoselo y no haciendo cumplirla; lo único que están haciendo es que ese edificio “llamado España” termine cayéndose irremediablemente, y en ese momento dejarán de ser ciudadanos y una sociedad, para convertirse en sanguinarios y en tribus.

Si eso sucediera los culpables no sólo serán los que irresponsablemente activaron la bomba, sino también los que no quisieron desactivarla.

cdoradof@hotmail.com

¡Artículo solo para mayores! por Carlos Dorado

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Nosotros en la noche” es una película reciente en cartelera, protagonizada por Robert Redford y Jane Fonda, que narra la historia de dos personas mayores (81 y 79 años respectivamente) que son viudos, vecinos y viven en un pequeño pueblo cerca de Denver (Colorado-USA-). Un buen día ella le toca a su puerta, y le propone dormir juntos en su cama, argumentando que la soledad de las noches es muy larga y triste, y quizás podría aliviarla hablando entre ellos; dejándole en claro que no se trata de sexo, sino de compañía. Redford (que en la película se llama Louis), promete pensarlo seriamente.

Louis, al día siguiente decide aceptar y comienzan a dormir en su casa, entrando por la puerta de atrás, para que los vecinos no se den cuenta. Hasta que un buen día Fonda (llamada Addie en la película) le dice que debe entrar por la puerta principal, ya que no le volverá a abrir la puerta trasera. “Si alguna ventaja tiene nuestra vejez, es que no tenemos que justificar nada, ya lo hemos hecho durante demasiado tiempo”, le dijo. Al siguiente día entró por la puerta principal, poniendo en conmoción a todo el pueblo.

Los diálogos son maravillosos, allí van aflorando temores, errores, aciertos, miedos y esperanzas a través de una relación cuyo mayor mérito es la sinceridad, y haber puesto contra las cuerdas a la soledad de la gente mayor. ¡Nadie debería estar solo en su vejez, pero es cuando más se está!

La película es muy humana; demuestra que uno es viejo cuando se comienza a actuar como viejo, cuando se pierde la curiosidad y la ilusión. Cuando se deja de mirar y sólo se dedica a ver. Cuando todo lo bueno fue, y todo lo malo es. Cuando ya no se busca con los ojos cosas nuevas y sólo se cierran para repasar lo que vieron en el pasado, dejando que las imágenes lleguen solas, repetidas una y mil veces. Hasta llegar a un punto, donde la única esperanza es que la vejez dure poco. ¡Por eso dicen que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad!

La vida consiste en ajustarse a las condiciones reales y tomar las cosas como realmente son, no como uno desearía que fueran. La vida enseña. Pero pocos aprenden. Quizás porque es demasiado corta, y la sabiduría no es suficiente para entender que hay que sacarle todo el jugo al tiempo, sin dejar que la naranja esté demasiado madura o muy verde. ¡Para la mayoría, la vida verdadera es aquella vida que precisamente no llevan!

Un viejo poema chino dice que si dos personas se quieren mucho, y han estado muy unidas durante toda la vida y una de las dos muere, la que realmente se muere es aquella que sigue viviendo. Todos inconscientemente tenemos como objetivo llegar a viejos; sin embargo cuando se llega nos resistimos a aceptar que hemos llegado; olvidándonos que cada edad, desde la infancia hasta la vejez tiene su propia hermosura. Donde muere una, nace otra, hasta que pocos llegan a la meta: Morir de viejos.

Por eso es muy hermoso contemplar el rostro surcado de arrugas de una persona anciana, un rostro que ha vivido, y ver en sus ojos una bella luz. Ver ese rostro reír a carcajadas, verlo ilusionarse, verlo enamorarse de nuevo, respirando ganas de vivir. ¡Ese no es un viejo, es una leyenda!

Decía mi madre: “Carlos, no se puede enseñar una nueva canción al viejo profesor”. Seguramente será verdad, pero se pueden volver a tocar de nuevo las viejas canciones, ¿Por qué no?

Sería una bella forma de terminar una película llamada: ¡Vida!

cdoradof@hotmail.com

¡Gente que está llena de vacío!, por Carlos Dorado

RedesSociales

En las redes sociales es muy usual que la gente mienta, comenzando por su nombre, cuando se ponen un seudónimo para esconder su identidad, pues así pueden “tirar la piedra y esconder la mano”, y criticar sin que lo critiquen. Pero no sólo mienten sobre su nombre o su identidad, sino también sobre sus habilidades, su estatus social, sus logros.

Las redes sociales, como toda innovación tecnológica es un gran invento y un importante avance de la humanidad, y se ha convertido en el medio más eficaz para la búsqueda de información, la transmisión de noticias, el mensaje, el pedido de auxilio, etc.; pero también en el más triste, absurdo, inmoral, superfluo y denigrante medio. ¡Es una mezcla estupenda entre el infierno de Dante, y simultáneamente la biblioteca de Alejandría!

Las redes sociales son fascinantes si se sabe distinguir el oro de la basura, ya que hace menos ruido la opinión de un filósofo, un científico, o un intelectual; que el de un inculto, inmoral, inescrupuloso y mentiroso. Les dieron derechos y herramientas a unos pocos que las utilizan brillantemente para beneficio de la humanidad, y a muchos que las utilizan como una cañería donde descargan toda su mediocridad.

Hay allí opiniones, puntos de vista, y material absolutamente documentado y respetable, por supuesto. Pero también se convierte en el pincel en manos del que dibuja el retrato disparatado, la caricatura grotesca del ser humano, el comentario pagado, con la osadía de su ignorancia, la arrogancia de su vanidad, y la amoralidad de su poca moralidad.

Estas nuevas tecnologías, que deberían hacernos más preparados, y por consiguiente más libres, están haciendo a una gran mayoría, más borregos y más estúpidos. Que deberían ayudarnos a comunicarnos mejor, nos están incomunicando cada día más a padres e hijos, a maridos y mujeres. Que deberían ser administradas por sabios y cerebros pensantes; terminan siendo dominadas por la subcultura, la ignorancia, y la deshonestidad.

Personas que escondiéndose detrás de una identidad falsa, deforman y manipulan, califican y critican, sin el menor pudor ni consideración, con más dosis de envidia y fanatismo que de preparación e intelecto. Personas que se aprovechan que las redes sociales se democratizaron, y eliminaron unos filtros, donde sólo los más aptos podían acceder a las plataformas de la opinión pública; dándole palco a mucha basura que sólo sabe arrojar piedras al estanque para ver cómo se expanden las ondas. Lo que buscan son clicks, seguidores, protagonismo, y nada mejor que buscarlo a través del desprestigio, la mentira, la vulgaridad en forma superficial, insustancial, y despectiva.

Por todo esto, mi relación con la redes sociales es de admiración ante un instrumento tan útil, y de desprecio ante un uso tan perverso y ruin. Son como algo lleno de vacío. Donde están llenas de mucha basura, pero completamente vacías de pocas cosas que sean útiles y que valgan la pena. Lo malo es todo el tiempo que pierden muchas personas buscando eso que vale la pena.

La única esperanza es que algún día a todos esos tontos en masa, se les exija una identidad verdadera, un poco de intelecto, de preparación y formación, e inteligencia crítica y principios. Para que sean los que escuchen y se forman, y no como hasta ahora que son los que gritan y deforman las realidades.

Como siempre el problema no es la tecnología con sus redes digitales, sino el uso que terminamos dándole a las mismas.

cdoradof@hotmail.com

Frida Kahlo y Steve Jobs, por Carlos Dorado

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Tenía una honestidad plástica fundamental y una personalidad artística propia. Comunicaba una sensualidad vital, complementada por un despiadado aunque sensible poder de observación. Resultaba obvio para mí que esta muchacha era una auténtica artista. (…) “No he venido en busca de cumplimientos. Quiero la crítica de un hombre serio. No soy ni una enamorada del arte ni una aficionada. Soy simplemente una muchacha que necesita trabajar para vivir”, me dijo. Me sentí profundamente conmovido y admirado por esta muchacha. “En mi opinión, y sin importar lo difícil que pueda ser para usted, debe seguir pintando”, le contesté enseguida. “Entonces seguiré su consejo. Ahora le quisiera pedir otro favor. He hecho otras pinturas que me gustaría que Usted viera. Puesto que los domingos no trabaja Usted, ¿Podría venir a mi casa el domingo a verlas? Vivo en Coyoacán. Me llamo Frida Kahlo, Sr. Diego Rivera”.

Más allá de ser actualmente el presidente de “Frida Kahlo Corporación”, y de leer mucho acerca de Frida Kahlo, si tuviese que decir cuáles son las dos cualidades que más admiro de ella, serían: Su honestidad y su autenticidad. Ella siempre asumió el compromiso de la honestidad con tal autenticidad que logró ser admirada por su personalidad; pero a la vez esto la llevó a ser criticada y despreciada.

Por otro lado, el famoso arquitecto Philippe Starck, expresó en una entrevista lo siguiente: “Del éxito de Steve Jobs aprendí una sola palabra. Antes de que muriera, le pregunté: ¿Cuál es tu última palabra? Y me contestó: Honestidad. Estoy de acuerdo con eso, es la única forma de hacer cualquier cosa”.

Dos personas; una en el campo artístico, y el otro en el campo tecnológico, y ambas sean admiradas por el mundo. ¿Admiradas por lo que hicieron o por cómo eran? ¡Quizás por las dos cosas!

La honestidad no se mide en cantidad, sino por el hecho de tenerla o no tenerla, sin importar esa cantidad. Es tan deshonesto el que se colea en una cola, o el que soborna a un funcionario para que le agilice un proceso, o el que le paga al fiscal para que no le ponga la multa; como el que hace una obra pública a un precio exagerado, o paga un importante soborno para conseguir un millonario contrato.

La diferencia es que el tamaño de la ocasión es diferente, pero la deshonestidad en ambos casos es la misma. “La ocasión hace al ladrón”, solía decirme mi madre. Ese que paga un soborno para que le agilicen un trámite, si tuviese la ocasión de ganar mucho dinero sobornando para obtener un gran contrato; ¿Lo haría?, seguramente que sí, quizás la única diferencia es que en la parte del trámite lo diría, porque entiende que no pasa más allá de una viveza, mientras lo segundo lo escondería y dejaría que la riqueza obtenida sea la que brille y opaque el real origen de la misma. Mientras tanto el honesto es tonto, porque no sabe aprovechar las ocasiones.

Para lograr una sociedad más justa se deberían crear incentivos, donde la honestidad, la autenticidad y el hacer mejor las cosas, maximicen la recompensa individual, y castigue aquellos actos que se esconden detrás de la deshonestidad y la hipocresía. Sin embargo parece que es al revés.

Por eso, cuando uno se encuentra con personajes como Frida Kahlo y Steve Jobs, donde básicamente prevalece la honestidad y la autenticidad, y por encima la sociedad los admira y los reconoce por sus logros; parece que le llega a uno un cierto aire de esperanza sobre el futuro de la humanidad.

cdoradof@hotmail.com

#Aquí no se habla mal de Venezuela, por Carlos Dorado

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Solía decirme mi madre: “Carlos si estás buscando una persona que cambie tu vida, mírate al espejo”. Nosotros los venezolanos queremos que muchas cosas cambien en nuestro país, pero no estamos dispuestos a cambiar nosotros. Creemos que son los demás quienes tienen que cambiar, que nosotros somos perfectos, y decidimos cómo quisiéramos que fuese nuestro país; pero nos da pánico analizarnos a nosotros mismos con la severidad que analizamos a los demás.

El destino de un país está en manos de sus ciudadanos, y el mismo se construye con acciones; no vociferando. La suma de cómo todos sus ciudadanos hacen, piensan y obran por el país, es el resultado del país que hacemos, pensamos y construimos; donde cada uno de nosotros como individuo contribuimos a mejorarlo o a empeorarlo. Para esto, no hace falta ser el Padre de la Patria, sería suficiente con que todos fuésemos buenos hijos de ella.

Todo esto viene a colación, porque estando en el exterior la semana pasada, escuché la conversación de un venezolano que decía que ya Venezuela no merece la pena, que el gobierno no sirve, que la oposición da vergüenza, que ya no se puede vivir con tanta inseguridad, y que la economía se llevó al país por delante. ¡No hay futuro, en Venezuela ya no se puede vivir!

Somos nosotros los venezolanos los primeros que tenemos que respetar a nuestro país, para poder aspirar que lo respeten los demás. Nos estamos acostumbrando a hablar mal del mismo, y eso es peligroso. Estamos perdiendo la fe colectiva de poder hacerlo mejor. No somos el más grande, ni el más desarrollado, ni el más fuerte, ni el más eficiente, ni el más culto. Estamos bien lejos de todo eso; pero es nuestro país, es nuestra tierra, es nuestra sangre, y eso se respeta; si no es por admiración, es por solidaridad y amor hacia una tierra, que quizás la única culpa que le podemos reprochar es precisamente tenernos a nosotros.

Tenemos que promover nuestros valores, dar ejemplo de trabajo. Debemos de analizar nuestro pasado y nuestro presente con autocrítica sincera, y aprender de los errores, sin dejar de creer en nuestro país y su futuro, ya que estaríamos dejando de creer en nosotros mismos. Hay que retar a la situación actual, aunque se haya tornado muy compleja, y a pesar de que en algún momento la incertidumbre nos haya desbordado; es hoy en los momentos difíciles cuando realmente tenemos que seguir apostando por nosotros y por nuestro país. 

Son muchos los que hablan mal de Venezuela, son pocos los que calladamente trabajan por ella. Muchos los que se enriquecieron, en vez de enriquecerla. Muchos los que escupen en el plato donde comieron. Y no se trata de llorar cada vez que se escucha el himno nacional, o poner la mano en el corazón cuando izamos la bandera pensando que somos lo mejor por el hecho de haber nacido aquí. Se trata de demostrar mediante hechos, con trabajo, sacrificio, perseverancia, principios, con intelecto; y sobre todo con la consciencia de que somos nosotros y sólo nosotros, los que podemos convertir (antes que tarde) a nuestro país en uno de los mejores.

Llego a Maiquetia, pongo la maleta en el escáner de la aduana, y veo una calcomanía en la parte superior de la máquina que dice: “#Aquí no se habla mal de Chávez”, y pienso en el venezolano que hablaba mal del país, y me quedo pensativo. Quizás la consigna debería ser: “#Aquí no se habla mal de Venezuela”. Mejor dicho; “Aquí no se habla, se trabaja por Venezuela y su futuro”.

 

cdoradof@hotmail.com