Un inframundo llamado Venezuela por Miguel Yilales
Un inframundo llamado Venezuela por Miguel Yilales

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Hace algunos años, mis hijos se entretenían con una película en la que los villanos (Megara, Pena, Pánico y Hades) eran más simpáticos que el héroe (Hércules) y aunque al final eran derrotados, los villanos trascendieron, de seguro un mal presagio de lo que nos depararía el futuro.

Cuenta la mitología griega que en el principio del mundo, los dioses derrotaron a los Titanes. Tras esta victoria, según un pasaje de la Ilíada, Hades y sus dos hermanos menores, echaron a suerte los reinos a gobernar: Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con los mares y Hades recibió el inframundo, un reino neblinoso y sombrío, que pudiera ser confundido con cualquier ciudad venezolana luego de años de improvisación en el sector eléctrico.

Pero la mitología no es la verdad, excepto en Venezuela que las circunstancias superaron a la ficción. Luego de padecer a unos supuestos médicos isleños cuyo mérito ha sido una dudosa praxis con su mayor benefactor, con epidemias de origen desconocido y la falta de insumos médicos, parece que logramos trasladar el inframundo de la mitología a la realidad.

Tan es así que el Hades que dirige a la revolución bolivariana no conforme con las muertes generadas por la violencia, el dengue, la fiebre amarilla y la chikunganya, parece que le dio por importar raras epidemias que, según datos extraoficiales y, por supuesto, desestabilizadores, se han llevado de este inframundo a más de uno.

Caos y desorden

Es que el principio de orden y autoridad que caracteriza a un gobierno, así sea en el inframundo, aquí ha desaparecido.

Y nada debiera extrañarnos, porque quienes detentan el poder en Venezuela desde hace 16 años solo han sido eficientes en dos áreas: en comportarse como la cabeza de Medusa al petrificar cualquiera de los sectores productivos del país y al formar un Megaestado, no para que existiera orden, sino para que imperase la anarquía.

Tanto les gusta el caos que los sectores importantes están en manos de quien pueda improvisar más y sepa menos del área: las relaciones internacionales las dirige un ingeniero mecánico, en educación está quien nunca ha dado clases, las finanzas bajo “manu militari” de un general, la comunicación y la información dependen de una abogada y en el turismo, un personaje que se dice periodista y cuyo mayor éxito es un muñequito llamado “cheverito”, por eso la improvisación ha estado a la vuelta de la esquina.

A ese dechado de genios que simulan gobernar, se les ocurrió construir unos mamotretos de refugios para los “jinetes de la revolución”, que los motociclistas no utilizan porque les perece mejor guarecerse bajo los puentes; las señalizaciones de tránsito amarillas las quitan porque un partido político opositor se identifica con ese color y en cualquier momento pintan las aceras (esa estructura de cemento que los peatones venezolanos compartimos con buhoneros, perrocalenteros, basura y pare usted de contar) de rojo, no por la cantidad de muertos que a diario ocurren, sino para oficializar esa práctica de que cualquier lugar es parada de autobuses, camionetas por puesto y carros de pasajeros.

Nadie que visite al país, y menos esa marejada de invasores asiáticos que llegan por invitación del ministro “cheverito”, entienden el desbarajuste que aquí ocurre, las paradas de autobuses no existen y las reemplazan el grito “donde puedas”, que en otras palabras es donde le dé la gana al chofer, con lo cual no quiero decir que el conductor de los destinos del país actúe así por conductas aprendidas en oficios anteriores.

El guachimán necesario

A todos estos problemas podemos agregar la menudencia de que el contrabando de extracción, el narcotráfico y el abuso del poder están en manos de quienes juraron defender la soberanía.

Fíjense que hasta el fiel perro de tres cabezas, Cerbero, policía del inframundo, ni siquiera cumple sus funciones, por lo que aquí fue reemplazado con unos fantoches que se han dado a la tarea de dirigir el tránsito, ordenar las colas de los automercados y a pasear disfrazados de milicianos como sí todo el año fuese carnaval.

En un país en que es de vivos colearse, tener un compadre que ayude a evadir las normas o en que la vida ha perdido su valor por la inseguridad, el gobierno es necesario, el problema es que quienes hoy lo dirigen, propician el caos, la anarquía y la ilegalidad, en fin, el hagan lo que les venga en gana, para así reinar este inframundo en que han convertido a Venezuela.

Llueve… pero escampa

@yilales