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Willy Cochez

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Este artículo fue escrito y publicado por Guillermo A. Cochez, embajador de Panamá en la OEA entre 2009 y 2010, y reproducido este 2 de enero de 2017 por el portal Inmigrantes en Panamá

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En la Organización de Estados Americanos (OEA) tuvieron aliados como César Gaviria y José Miguel Insulza que, por temor a los insultos de Chávez u otras razones, se taparon los ojos frente a lo que ocurría en la cuna de Bolívar, sorteando todas las posibilidades a su alcance para enfrentar a un régimen que con el pasar de los años se convertía en una dictadura, que se desgañitaba contra el imperialismo yanqui, pero que terminó controlada políticamente por Cuba.

Los norteamericanos callaban porque les perseguía el complejo de seguir siendo los instigadores de golpes y rebeliones en nuestros países en un pasado no tan lejano. Canadá era nueva en el organismo y sola, poco podía hacer. El Caribe, casi en su totalidad estaba entregado a cambio del petróleo que les vendía a precios regalados que ni siquiera pagaban. Tal era la influencia venezolana en esa área con 15 votos de 33 en la OEA, que llegaron a tener más legaciones diplomáticas en las islas que el propio EE.UU., el anterior mecenas de los caribeños.

México, con su equivocada política de neutralidad, nunca quiso jugar un papel hegemónico en el liderazgo continental. Chávez, ideológicamente llegó a controlar a Bolivia, a Nicaragua, a Ecuador y a Argentina, donde la hija de Chávez se hizo millonaria revendiendo arroz argentino, y solapadamente Brasil, tratando de hacer lo mismo con Zelaya en Honduras y con Lugo en el Paraguay, y en el camino beneficiario de millonarios negocios de construcción y compra de alimentos. Países democráticos como Chile, con traumáticas experiencias con la dictadura de Pinochet, prefirieron mantenerse aislados del problema; estaba muy lejos de sus costas. Colombia, por razones económicas, miró para otro lado, aunque con el Gobierno de Álvaro Uribe tuvo la valentía de denunciar la presencia de bases de la FARC en territorio venezolano, auspiciados por el ejército de Venezuela y atacar territorio ecuatoriano para acabar con el campamento guerrillero que en ese país tenía el comandante Raúl Reyes. Perú nunca se enfrentó en la OEA a lo que se decía podía venir, al igual que Panamá que se sintió privilegiada por todo lo que se compraba para Venezuela en la Zona Libre de Colón.

Los tiempos cambiaron; la Venezuela poderosa y rica, terminó corroída por la más gigantesca corrupción que se haya conocido en América. Se robaron miles y miles de millones de dólares. Destruyeron el aparato productivo a punta de innecesarias y caprichosas expropiaciones; aniquilaron a su clase política persiguiendo y encarcelando a muchos de sus dirigentes. El bolívar, que se cambiaba a 6.30 por dólar llegó a estar en los 5000 por cada uno. Cerraron inconsultamente la frontera con Colombia. Fueron suspendidos del Mercosur por incumplir su normativa. Maduro terminó siendo peor que Chávez al carecer del liderazgo interno del chavismo y al no tener un coeficiente mental normal.

Hoy vemos cómo algunos países reaccionan frente a la migración venezolana que inunda sus lares, en especial aquellos como Estados Unidos, Panamá, Colombia y Chile donde florecen las oportunidades que cada día desaparecen más en su tierra natal. Pero, ¿de quién es a culpa de lo que pasa hoy en Venezuela y que motiva que muchos de los suyos quieran pasar el trauma de la inmigración? Ahora nos quejamos, pero cuando pudimos hacer algo fuimos tan ingenuos al decir ‘que los problemas de los venezolanos deben ser resueltos por los mismos venezolanos’. ¿De qué nos lamentamos ahora, si fuimos cómplices de una de las tragedias más grandes que ha vivido esta gran América que soñó el gran Simón Bolívar?

Frente a esa cruda realidad, debemos ser lo más solidarios que podamos con quienes nos escogen para que seamos su segunda patria. Como dirían los venezolanos: ‘!Calénsela ahora!’.

Panamá: Donde las sonrisas ya no son gratis para los venezolanos

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Ese paraíso dibujado en el pasado en una cuña por el cantante y ex Ministro de Turismo, Rubén Blades, pareciese que se esfumara lentamente para los nacidos en la tierra de Bolívar. Una reciente manifestación en el país centroamericano dejó al desnudo sentimientos anti arepas y tequeños

 

Fiorino es hijo de padre italiano, en sus venas corre la sangre de inmigrante, su progenitor llegó a Venezuela con escasos recursos en procura de un mejor futuro y lo consiguió, estableció un negocio y brindó trabajo a otras personas.

Décadas después, a Fiorino Paolini le toca pasar por lo mismo que su padre décadas atrás, salir de su país para concederle un eventual mejor porvenir a su entorno familiar.

A la hora de escoger un destino, Fiorino se decidió por Panamá, una opción de la que no se arrepiente, pese a las más recientes manifestaciones de rechazo por parte de algunos lugareños.

“Yo experiencia de haber sufrido xenofobia o discriminación por ser venezolano: ninguna”, dijo el venezolano. “Por el contrario, he recibido más apoyo de panameños y nicaragüenses, que de los compatriotas que viven acá”.

“En esa marcha no habían más de cincuenta personas, la mayoría de los panameños te preguntan como un país tan rico como Venezuela llegó a esto que está pasando hoy”, agregó.

Un panfleto reproducido centenas de veces en las redes sociales invitaba a una concentración en una zona de Ciudad de Panamá conocida como Cinta Costera. En la convocatoria se podían leer consignas como “Que no vengan más y se vayan los que están” y “No más arepas ni tequeños” en clara alusión a la notable presencia venezolana en el istmo.

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El embajador panameño en Venezuela, Miguel Mejía, pidió disculpas públicamente en Instagram por la conducta de algunos de sus coterráneos.

“Como ciudadano panameño y del mundo, no puedo callar ante actos   reprochables que rayan en la xenofobia y discriminación que lesionan la dignidad humana”, escribió el diplomático.

“En cualquier momento una nación puede atravesar por circunstancias difíciles, ya sean de tipo económicas, políticas o sociales, tales como las que vivimos en Panamá en algunos episodios de nuestra vida republicana. Mi solidaridad con todos los extranjeros buenos residentes en Panamá”

Asimismo Guillermo Cochez, ex embajador de Panamá en la OEA, se solidarizó con los venezolanos residentes en su país.

 


En el sitio de la protesta, donde se congregaron no más de cincuentas personas, el estudiante de abogacía Pedro Rincón, líder del movimiento “Panamá para los panameños” se lavó las manos casi que con agua del canal y a regañadientes pidió perdón. “No es contra los hermanos venezolanos; lo que queremos es reformas migratorias”, declaró a TVN Panamá.

Rincón abogó por la derogación del Crisol de Razas o el decreto de regularización migratorio de junio de este año, un documento que a su juicio es flexible y permisivo con los inmigrantes.

“Creemos y pensamos que las políticas migratorias necesitan ser reformadas y modificadas, especialmente la ley migratoria de 2008”.

Dijo que la convocatoria que circuló por redes sociales fue un error y dio pie para que entes extranjeros la magnificaran.

“Pedimos disculpas. Hemos hechos las aclaraciones, medios internacionales y personas malintencionadas quisieron llevarlo a ese punto. Aceptamos que la publicación en redes tiene esos errores”.

No solo en Panamá se han producido actos de supuesta xenofobia recientemente, también en el partido de Ecuador contra Venezuela del pasado 17 de noviembre en Quito, donde varios visitantes denunciaron maltratos raciales por parte de fanáticos y los mismos efectivos de la policía.

“Panamá está saturada, es un país de apenas tres millones de habitantes, algunos venezolanos que van allá no tienen la manera de insertarse y generan problemas”, dijo el director del Laboratorio Internacional de Migraciones, Iván de la Vega.

A juicio de De la Vega este fenómeno de humillar a personas con otra nacionalidad no es nuevo.

“Esos actos de xenofobia no son aislados, desde hace cierto tiempo nos han encasillado como sudacas”

Según el Laboratorio se calcula que cerca de 2,5 millones de venezolanos están viviendo fuera del país.

Después de ser un receptor de inmigrantes en el siglo XX, Venezuela dio la vuelta a la tortilla.

“La gente venía acá por las posibilidades laborales que existían, era un país de oportunidades, había una solida clase media y media alta, emprendedores y empresas”, dijo el profesor de la Universidad Simón Bolívar.

Para De la Vega sucedieron una serie de hitos a los que cataloga como marcadores que provocaron el éxodo de venezolanos hacia el exterior.

“La llegada de Hugo Chávez al poder, los despidos de PDVSA, el quiebre político, la polarización, la inseguridad, entre otras cosas”.

A todo eso se suma el alto costo de la vida, la destrucción de la clase media y la incapacidad del profesional de poseer un estatus siquiera moderado con un sueldo en bolívares en una economía dolarizada y con más de una década sumergida en control de cambio.

Para De la Vega si bien algunos venezolanos delinquen y transgreden las normas en Panamá, República Dominicana y Miami, por citar algunos destinos, no se trata de un grupo representativo, son expresiones fugaces y mínimas que por su naturaleza hacen mucho ruido, especialmente en las redes sociales.

“Normalmente hay una migración de gente educada, por ejemplo la que se produce hacia Europa es básicamente de profesionales”, sentenció.

De La Vega informó que la desesperación ha arrojado a los venezolanos a las fauces de la incertidumbre y la escasa planificación. “Los jóvenes se están yendo por tierra hasta Ecuador, Perú e inclusive Uruguay, que es un país pequeño. Se han marchado familias con ocho, diez y hasta catorce personas”.

El analista expresó que en algunos casos el inmigrante venezolano se ve en la obligación de desempeñar actividades ajenas a su profesión.

“A veces el venezolano tiene que doblar su ego y bajar el nivel curricular para poder ingresar al mercado laboral”.

Sin cifras oficiales

Se estima que alrededor de 20 mil venezolanos viven en Panamá entre legales e ilegales. A todas estas no se conoce la cifra oficial ¿La razón? Porque el Servicio Administrativo de Migración y Extranjería (SAIME) carece de una data oficial del flujo migratorio en el país y si la maneja, simplemente se reserva la información.

“La OIM (Organización Internacional para las Migraciones) obliga a todos los países a informar el flujo migratorio, es una norma, todos me dirán loco si digo que en Colombia hay un millón de venezolanos, eso es porque allí hay que contar a los doble cedulados”, dijo De la Vega.

El experto en política migratoria negó la tesis que avala un eventual regreso de venezolanos a la nación si el rumbo político cambia o hay algún tipo de viraje en cuanto a la calidad de vida.

“Entre un 15 y 20 % tienen previsto regresar, pero el resto ya posee un estatus que le permite establecerse, ya están insertados y no creo que vuelvan ni en el corto ni en el mediano plazo, independientemente que el país cambie”, puntualizó.

Con o sin xenofobia, algunos compatriotas prefieren encarar el rechazo en suelo foráneo a correr el riesgo de terminar hurgando en la basura para proveerse de alimentos. La necesidad tiene cara de perro, uno que en ocasiones muestra sus afilados dientes.