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¿Cómo te sientes hoy?, por Víctor Maldonado C.

 

18 de junio de 1940. Francia había sucumbido. De Gaulle se dirige a sus conciudadanos desde la BBC de Londres. Cuenta Churchill que el 15 de mayo, un mes antes, Paul Reynaud, presidente del Consejo y Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, lo había despertado a las siete y media de la mañana para anunciarle que habían sido derrotados. “Nos han vencido; hemos perdido la batalla. Los alemanes han roto el frente, cerca de Sedan, y están entrando en grandes cantidades con carros de combate y vehículos blindados. El ejército francés que tenían delante ha sido destruido o se dispersó. Detrás de las unidades blindadas invasoras vienen ocho o diez divisiones motorizadas para asegurar el territorio conquistado. Se mueven a toda velocidad, y en cuestión de días estarán entrando en París.  Para colmo de males, no hay reserva estratégica con la que se pueda compensar el descalabro ocurrido”.

Churchill no lo podía creer. Confusión, parálisis e incertidumbre se transformaron en una pésima versión de la realidad que estaban viviendo, en una disminución alarmante de la capacidad para valorar las opciones que tenían en la mano, y al final, en un aliciente para darse por vencidos demasiado temprano. No era poca cosa lo que estaba ocurriendo. Buena parte del cuerpo expedicionario británico estaba comprometido. Y debían calibrar muy bien hasta cuando seguir y en qué momento retroceder. Dunkerque terminó siendo la única alternativa posible.

Un mes después, el once de junio, Churchill volvió a Francia. Ya el gobierno no estaba en París. El cuartel general se había replegado cerca de Briare. El ambiente era lacónico. La reunión estaba presidida por los peores pronósticos. El general Weygand adelantó que podría ser que los franceses pidieran un armisticio. Toda la noche esa fue la carta que no quisieron enseñar claramente. Esa era la opción de Pétain. Cualquier aporte era banal. Se habían entregado y solo faltaba el que lo reconocieran y lo anunciaran. El primer ministro británico, al percatarse de la verdadera situación dijo: “Si a Francia, en su desesperación, le parece mejor que su ejército capitule no duden ustedes por nosotros porque, independientemente de lo que hagan ustedes, nosotros seguiremos luchando siempre, siempre”. Pétain, pensó Churchill, es peligroso en esta coyuntura; siempre ha sido un derrotista”. Y los derrotistas se rinden demasiado temprano. Estaba claro que Francia estaba al límite de la resistencia. A partir de ese momento debía continuar la lucha por otros medios. Incluso era posible que hubiera dos gobiernos franceses, uno que hiciera la paz y otro que organizara la resistencia.

¿Perderían la guerra? Esa era una posibilidad que no se podía obviar. Pero había que hacer todo lo posible para que no ocurriese. El 28 de mayo de 1940 Churchill emitió la siguiente orden general: “En estos días sombríos, el primer ministro agradecería a sus colegas en el gobierno, que mantuvieran elevada la moral en sus círculos y que, sin minimizar la gravedad de los acontecimientos, mostraran confianza en nuestra capacidad y en nuestra decisión inflexible de continuar la guerra hasta acabar con la voluntad del enemigo de someter a toda Europa a su dominio. No debería tolerarse la idea de que Francia consiga una paz independiente. Pero sea lo que fuere que ocurra en los demás países de Europa, no podemos dudar de nuestra obligación, y sin duda usaremos todos los medios a nuestro alcance para defender la isla, el imperio y nuestra causa”.

En la guerra: determinación. Esa es parte esencial de la moraleja de las memorias de Winston Churchill. Hubo otro que nunca cedió. Charles De Gaulle no era un personaje principal. Joven y enérgico, había sido subsecretario de Estado en el Ministerio Defensa del gobierno de Paul Reynaud, pero una vez perdida la batalla de Francia pretendía ser el líder de su país en el exilio.

Su pretensión era poco más que una entelequia. La situación era mucho más terrible. El país, bajo la conducción de Pétain, había decidido plegarse mansamente. La resistencia era solo una proclama y una exigencia incómoda. Churchill siempre lo tuvo como un personaje incómodo al que con toleraba con mucha dificultad. Tardaría años en consolidar su proyecto de resistencia, pero sin duda, no dejó pasar un día para asumir la representación legítima de la Francia libre e insistir que su condición fuera reconocida por los aliados.

Y así llegamos al punto de partida de su épica. El 18 de junio de 1940 lanza su proclama. Comienza reconociendo que la superioridad bélica alemana los había sorprendido. Y que el ejército francés había capitulado. Pero, y aquí viene el desafío, “¿se ha dicho la última palabra? ¿Debe perderse la esperanza? ¿Es definitiva la derrota? ¡No! Creedme a mí que os hablo con conocimiento de causa y os digo que nada está perdido para Francia. Los mismos medios que nos han vencido pueden traer un día la victoria. ¡Porque Francia no está sola!”.

Dicho esto, termina con una invitación a la acción, asumida en primera persona. “Yo, general De Gaulle, actualmente en Londres, invito a los oficiales y soldados franceses que se encuentren o pasen a encontrase en territorio británico, con sus armas o sin ellas, invito a los ingenieros y a los obreros especialistas de las industrias de armamento que se encuentren o pasen a encontrarse en territorio británico, a poner se en contacto conmigo. Ocurra lo que ocurra la llama de la resistencia francesa no debe apagarse y no se apagará.

La entelequia terminó siendo la única alternativa de sobrevivencia y la estaca de la dignidad nacional. Al principio fue visto con escepticismo. Luego como una molestia constante. Y al final como un aliado innegable.

Escribo esto con vistas al 21 de mayo y los días subsiguientes. Podría ser que te sientas perdido en la desilusión de asumir seis años más de tiranía. Podría ser que no estés dispuesto a escuchar a los que te convocan a la lucha. Podría ser que te sientas derrotado y quieras capitular. Si ese es tu caso, recuerda la determinación, el coraje y la capacidad de soñar de Churchill y De Gaulle. Cada uno con su estilo y sus intereses. Pero ambos inexpugnables en la esperanza que los llevó a la acción. Ni se rindieron, ni dejaron de convocar a sus conciudadanos a la lucha. Lo lógico es que reconozcamos las mismas virtudes en aquellos líderes venezolanos que convocan a la lucha con la misma convicción y pureza de finalidades.

La invitación de Charles De Gaulle fue emocionante. Se encontraba solo, él y su sueño. Lo estaba en un país extranjero, también en guerra. Los más prestigiosos militares de su país se habían abrazado al invasor. No tenía nada más que una promesa. Pero nada de eso lo amilanó, porque tenía una pregunta cuya raíz era moral: ¿Y si las fuerzas de la libertad triunfasen a la postre sobre las de la servidumbre, ¿cuál sería el destino de una Francia que se hubiese sometido al enemigo? Y con esa interrogante como herramienta de convencimiento convocó a todos sus conciudadanos, a cada uno, para que se sumaran y comenzaran a trabajar en conjunto, desde la particular condición y talento que tuvieran. El general francés invocó tres razones para la lucha: el honor, el sentido común y el interés de la Patria. Por ellas exigió a todos los franceses libres que prosiguieran el combate, allí donde se encontrasen, y en la medida de sus posibilidades. Al fin y al cabo, para él “el fin de la esperanza era el comienzo de la muerte”. Que nosotros no perdamos la esperanza.

@vjmc

Todos somos libertadores, por Víctor Maldonado

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Corría el año 431 a.C. Atenas vive su esplendor, aun cuando se encuentra en los albores de una guerra terrible, la guerra del Peloponeso, que iba a enfrentar dos potencias cuya fortaleza se basaba en dos ideales absolutamente contrapuestos. Toda guerra trae consigo la tristeza por los caídos. Pericles, Comandante en Jefe de la Liga de Delos, encabezada por Atenas, tiene el deber de razonar los terribles costos de la guerra. Y lo debe hacer en presencia de aquellos cuyo valor y honor se había expresado con el irremisible costo de la muerte. Una fría mañana se dirige al Cementerio de El Cerámico, situado al suroeste de la Acrópolis. Le corresponde el triste papel de enterrar a sus mejores hombres, y frente a sus deudos, justificar tan espantosos hechos.

 

La libertad, arguye Pericles, es un resultado. Generaciones enteras de los que aquí han vivido, han defendido con coraje su heredad, y con mucho temple han hecho prosperar el legado que nos ofrecen a los contemporáneos. No siempre resultó fácil, pero nuestros padres siempre tuvieron la disposición de defenderla para que nosotros, sus hijos, y los hijos de nuestros hijos, sintiéramos el orgullo de sabernos dignos de la herencia que recibimos, y que también estamos dispuestos a defender. La democracia es un invento que todavía luce precario. ¿Vale la pena el sacrificio de todos los allí presentes por una idea que recién se está estrenando?

 

La argumentación debe ser sublime. Allí, frente a las tumbas abiertas, tiene que encontrarle sentido al dolor que todos sienten. La democracia, es una gestión de lo público, que intenta favorecer a las mayorías. Es inédita en ese esfuerzo, y en su apertura a otros. Abrimos nuestra ciudad al mundo conocido, para que los demás aprendan que es posible un régimen de convivencia que, apegado a la ley, sea heraldo y garante de una vida fructuosa para cada uno de los ciudadanos. Pero que quede claro, todas estas instituciones, toda nuestra concepción de la política, descansa en la confianza que tenemos en el arrojo indómito de nuestros ciudadanos. Son muchos los peligros que afrontamos. No es despreciable la envidia, tampoco la negación a ultranza del compromiso que tenemos con lo que somos: hombres libres dispuestos a defender la libertad aun a costa del sacrificio de los mejores de entre nosotros. Solamente la libertad merece toda esta inmolación.

 

Nosotros, prosiguió el Estrategos, educamos para que cada quien pueda realizar sus deseos. Aquí, todos nosotros vivimos exactamente como nos gusta. No vivimos para la guerra. No existimos para la ciudad. Vivimos para nosotros, pero sabemos construir unidad cuando nuestra forma de ser se ve amenazada. En ese momento nos alistamos de inmediato y nos convertimos en un enemigo invencible, capaz de demostrar un compromiso inalienable. Por eso nos temen aquellos que nos envidian. No es indiferencia ni descuido. Vivimos para nosotros, pero estamos preparados para enfrentar cualquier peligro con esta doble ventaja: escapamos de la experiencia de una vida dura, obsesionada por la aversión al riesgo; y sin embargo, en la hora de la necesidad, enfrentamos dicho riesgo con la misma falta de temor de aquellos otros que nunca se ven libres de una permanente dureza de vida. Nosotros no vivimos para la guerra. Vivimos libres, y en caso de necesidad, morimos para que los que quedan, puedan experimentar la inmensa alegría de la libertad.

 

Entre nosotros y cualquiera de los demás que se nos enfrenta hay una notable diferencia. Nosotros no nos sometemos a la esclavitud de un amo. No queremos tener un soberano absoluto, no queremos ser obligados a prosternarnos en presencia de nadie. Lucharemos, independientemente de los costos, sin pensar en que nuestros adversarios sean muchos más, o que sus armas sean más letales. Nosotros solo tenemos como dueño el imperio de una ley soberana, a la que tememos, y frente a la cual comprometemos nuestros esfuerzos. No somos esclavos ni vasallos de nadie. Vivimos bajo nuestra responsabilidad, y asumimos nuestra existencia con simplicidad, esfuerzo y estoicismo. Cada cual es el dueño de su vida y de sus resultados. Todos debemos ser capaces de producir y provocar nuestra propia prosperidad con nuestro trabajo, a la par de estar pendientes de la suerte de nuestra ciudad. Nuestros hombres públicos tienen que atender a sus negocios privados     al mismo tiempo que a la política, y nuestros ciudadanos ordinarios, aunque ocupados en sus industrias, de todos modos, son jueces adecuados cuando el tema es el de los negocios públicos. Aquí nadie vive para nadie. Ninguno de nosotros es el destinatario del esfuerzo de los demás. Pero entre todos mantenemos a nuestra ciudad, como la mejor expresión de cómo queremos seguir viviendo.

 

El suave viento marino, refrescado por los árboles circundantes, coreaba las palabras del dirigente de Atenas. La historia no tiene sentido si es la narración de los desmanes de un tirano. Nosotros hemos inventado una forma de convivir donde la lucha es otra. Darnos a cada uno de nosotros la oportunidad de reflexionar sobre nuestra propia trascendencia. Nosotros somos los dueños de nuestro propio destino, donde lo único reprobable, la única desgracia, es el desánimo que nos hace pobres e incapaces de salir del foso de nuestras propias circunstancias. Todos nosotros somos capaces de juzgar nuestro acontecer histórico, y solo los mejores de entre nosotros, reciben la encomienda de dirigir nuestros acontecimientos. Nosotros hemos inventado el mérito que producen los resultados y el compromiso con la causa de la libertad.

 

Nadie puede sentirse libre si está eximido de debatir sobre las causas y consecuencias de nuestro actuar. Somos libres porque discutimos abiertamente, y no le guardamos respeto al silencio adulante. Somos libres porque desafiamos y exigimos a los que nos dirigen, sin que medie la actitud servil que siempre impone la tiranía. Somos libres porque entre todos definimos y demarcamos nuestro que hacer. Somos libres porque representamos el espectáculo singular de atrevimiento irracional y de deliberación racional en nuestras empresas: cada uno de ellos llevado hasta su valor extremo y ambos unidos en una misma persona. Los otros no han sido capaces de descubrir el sacrificio audaz y de pronto inexplicable, pero que se fundamenta en razones trascendentes. Entre nosotros la inmolación no es locura irreflexiva, es determinación de un compromiso total con una causa que vale la pena: el que nosotros, los que aquí quedamos, vivamos como queremos, aun al costo terrible de la sangre derramada de los que enterramos hoy.

 

Por eso hoy celebramos el valor de los que pudiendo vivir, decidieron que morir valía la pena, porque la causa es Venezuela. Ellos, que disfrutaban de la vida, en su mejor momento, no retrocedieron ante el peligro, y ahora los vemos convertidos en símbolo de nuestra lucha. Una lucha que luce impostergable porque lo que está planteado es ganarlo todo, o perderlo todo de una buena vez. ¿Qué perdieron ellos para que nosotros tuviéramos una oportunidad de experimentarla? Ellos abonaron el fértil campo del poder ser libres para prosperar. Ellos lucharon para que la ley fuera el marco de la justicia. Ellos se inmolaron para que, en lugar de esta aplastante tiranía, todos pudiésemos convivir como ciudadanos dignos, dueños cada uno de su destino, al amparo de la ley, en libre competencia, con el respeto de lo propio, y de lo ajeno, al margen de la censura y el silencio autoimpuesto, sin miedo al otro, y sin el oprobio del hambre, la enfermedad, la ignorancia y la pobreza. Esta es la idea de país por la cual estos jóvenes, hombres y mujeres, han dado la vida, y por la cual muchos de nuestros mejores están sufriendo cárcel y destierro. Ellos lo han dado todo, y estoy seguro que los que aquí quedamos, para velar su heroísmo, estamos dispuestos a morir por la misma causa. La causa es Venezuela. Ellos lo invirtieron todo, por una idea. Ellos, nuestros mejores, lo terminaron siendo porque todas sus otras imperfecciones se lavaron en el altar de su propio sacrificio. Nadie los obligó, fue su propia ansia de no perder lo que, paradójicamente, muchos de ellos nunca tuvieron la oportunidad de experimentar plenamente. Para la mayoría, la experiencia de la libertad les fue confiscada por veinte años de trama autoritaria. Pero ellos, entre pecho y espalda, llevaban esas ganas de devolvernos a nosotros lo que ellos nunca tuvieron.

 

Y mientras se arrojaban hacia la esperanza de volcar la incertidumbre de la victoria, en la empresa que estaba frente a ellos, prefirieron morir resistiendo, en lugar de vivir sometiéndose. El esfuerzo de unos pocos, decían, será la oportunidad para muchos. No se cuidaron ellos, ni la tiranía les dio el chance. Pero nadie los vio retroceder. Algunos murieron incluso sonriendo, otros, sin dar crédito a la muerte que los invitaba irrevocablemente, susurraban palabras de libertad hasta el último aliento. Ellos huyeron solamente del deshonor. Y luego de un breve momento, que resultó la crisis de su fortuna, durante el cual pensaron en escapar, no de su miedo, sino de su gloria, enfrentaron la muerte cara a cara, por nosotros, y para que los que aquí quedamos tengamos algún chance de vivir en libertad.

 

¿Nos damos cuenta del compromiso que su sangre derramada nos impone a los que todavía sobrevivimos? Pericles tenía a la vista los cuerpos todavía insepultos, y al resto de la ciudad escuchando atentamente sus palabras. Los héroes tienen al mundo entero por tumba. Cada amante de la libertad, en cualquier época, en cualquier sitio, encontrará en nuestros héroes de hoy, el aliciente para seguir luchando. De esta forma su lucha será modelo y acicate a todos los desafíos que la libertad sufra en cualquier época.  Ellos, nuestros héroes, no optaron por la degradación de la cobardía, sino por la nobleza de ser, a partir de ahora, los protagonistas de una nueva gesta. Ellos son los libertadores del presente, y el aval moral para el futuro, que nosotros, en nombre de ellos, tendremos que labrar.

 

La tiranía acecha y asesina. Pretende reducirnos al criminal silencio de la opresión. Intenta ganar una batalla que, a lo largo de más de dos milenios, nunca ha podido ganar definitivamente. La tentación de lo absoluto siempre se estrella contra el pecho abierto de los que ni se resignan ni endosan su responsabilidad en la construcción de sus sueños. Muy malo tiene que ser el otro que derrama sin misericordia la sangre del que solo quiere vivir en paz para poder prosperar. Muy malo tiene que ser el que apunta a matar, sin saber que las ideas no mueren, y que la democracia, ese invento griego, es un ansia imbatible que se ha convertido en derecho adquirido por la lucha de nuestros mejores hombres. Los malos matan al hombre creyendo que con su muerte también asesinan sus convicciones. Los malos se equivocan. Las convicciones son imbatibles.

 

Pericles vivió su tiempo, su innovación política, y esa inmensa oportunidad de vivir las ideas y sus costos. Nosotros vivimos el nuestro, con el inmenso peso del yugo que cargamos, totalitario y astringente de cualquier posibilidad del vivir libres. Pero también somos espectadores y a la vez protagonistas de ese heroísmo que pocas veces reconocemos en nosotros, pero que ha estado allí siempre, y que se expresa con doloroso esplendor en los que, por nosotros, se han inmolado. Para ellos, solo una cosa no habrá: el olvido, como bien lo dijo Borges. Y cuando las batallas den paso a la victoria, que sean ellos las palabras que pronunciemos, la narración que contemos, y los héroes que aludamos. Porque ellos nos hicieron a todos libertadores, en esta gesta, que ojalá sea tan útil como para que nunca más caigamos en la trampa retórica del populismo que siempre tienta, que siempre alude, pero que nunca cumple. No habrá olvido para ellos, nuestros héroes, ni perdón para sus verdugos, que también son los nuestros.

@vjmc 

¿El triunfo de la desesperanza?, por Brian Fincheltub

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En momentos de crisis lo peor que le puede pasar a un pueblo es perder la esperanza, a partir de ese momento poco queda por hacer. Si usted en lugar de luchar decide entregarse, le está dando la victoria al contrario y quizás ese sea el triunfo menos costoso que este pudiera lograr. El oprimido, el que se había convertido en una piedra de tranca al resistir, se rinde, no lucha más, se le caen los brazos y se apodera de él la resignación. Mientras que el opresor celebra y no dejará de oprimir, pero ahora con el componente humillación, porque el pisoteado no será capaz, ni siquiera, de levantar la cabeza para defenderse.

Ustedes se preguntarán “¿Acaso uno come con esperanza y con toda esa verborrea?” Indudablemente que no, pero de cómo nos sintamos depende todo lo demás y en lugar de acabar con el problema, la desesperanza lo único que logrará es perpetuarlo. Por eso muchos sistemas se preocupan fundamentalmente por quebrarle la moral a su pueblo, convirtiéndolo en seres de mirada perdida, sin ganas prácticamente de vivir, subsistiendo día por día y haciendo de lo anormal una rutina.

Cuando uno escucha el discurso oficial repitiéndonos «no podrán jamás»,  hay que analizar esto desde dos puntos de vista. Uno cierto y otro que quieren convertir en un hecho. Hay un escenario que nadie niega y es que en una confrontación el pueblo está en condición de desventaja cuando uso de la fuerza se trata, pero está en condición de poder cuando hablamos de cantidad. Quiere decir, unos pocos, que no por eso son menos poderosos, dominan a una gran mayoría desesperanzada y lo hacen principalmente a través del discurso. En términos de la psicología social pudiéramos hablar de la profecía auto cumplida: terminas siendo lo que tu entorno afirma que eres.

Les digo la verdad, hay que estar loco para no tener días donde uno amanece contra el suelo por la situación país y razones tenemos de sobra, pero no será  desde el poder que nos dirán de qué soy capaz y de qué  no. Que nos retén debe generar el efecto contrario y afianzar nuestras posiciones: mantenernos firmes.

Dijo una vez un pensador, «la esperanza hace que el naufrago agite sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado». Que veamos tierra y llegaremos a costa sin ahogarnos en la resignación depende de nosotros, respondamos al «No podrán» con un somos más y lo vamos a lograr.

 

@Brianfincheltub

Encontacto@brianfincheltub.com

Así reaccionaron los líderes mundiales por la victoria de Trump en Estados Unidos

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Presidentes de todas partes del mundo reaccionaron este miércoles ante la sorpresiva victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Unos de los primeros en enviar sus felicitaciones fue el presidente de Rusia Vladimir Putin.

 

Aquí las reacciones de algunos presidentes:

 

Presidente de Rusia Vladimir Putin

 

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, envió el miércoles un telegrama a Donald Trump para felicitarlo por su victoria en las elecciones de Estados Unidos.

Putin expresó «su esperanza de trabajar juntos para sacar las relaciones ruso-estadounidenses de su situación actual de crisis», según un breve comunicado del Kremlin.

Putin también dijo tener «confianza en entablar un diálogo constructivo entre Moscú y Washington basado en principios de igualdad, respeto mutuo y una atención real a las posiciones del otro en interés de nuestros pueblos y de la comunidad internacional».

 

Primera candidata a la presidencia de Francia, Marine Le Pen

 

La primera candidata a la presidencia de Francia en comentar sobre la elección en Estados Unidos fue la populista Marine Le Pen, una férrea opositora de la inmigración, quien felicitó a Trump incluso antes de que se oficialicen los resultados.

Le Pen, quien espera alzarse con un triunfo en las elecciones presidenciales francesas a celebrarse entre abril y mayo, tuiteó su apoyo al «Pueblo estadounidense, libre!»

El ministro de asuntos exteriores de Francia, Jean-Marc Ayrault, dijo que Francia continuará colaborando con el nuevo presidente, quien sea que gane el conteo final, aunque expresó preocupación sobre la ventaja de Trump y dijo que podría conllevar un mensaje admonitorio a Europa.

«No queremos un mundo en donde gane el egoísmo», dijo Ayrault el miércoles en la televisora France-2. El gobierno socialista francés había respaldado públicamente a Clinton.

Ayrault dijo que los políticos europeos deberían poner atención al mensaje de los votantes de Trump. «Existe una parte de nuestro electorado que se siente… abandonada», incluyendo personas que se sienten «rezagadas» por la globalización.

Dijo que la victoria de Trump podría llevar «mayor incertidumbre a la política francesa».

 

Presidente de Argentina, Mauricio Macri

 

El presidente de Argentina, Mauricio Macri, felicitó el miércoles al mandatario electo de los Estados Unidos, Donald Trump, y expresó su deseo de que ambos puedan cooperar conjuntamente por el bienestar de sus países.

«Felicito a @realDonaldTrump en su triunfo y espero que podamos trabajar juntos por el bien de nuestros pueblos», dijo Macri en su cuenta de Twitter.

Previamente, la canciller Susana Malcorra también había felicitado al magnate estadounidense con un tuit y reconocido su pesar por «no ver una mujer tan capaz elegida para esa importante responsabilidad», en referencia a la derrotada candidata demócrata, Hillary Clinton.

 

Presidente de Francia, Francois Hollande

 

El presidente francés Francois Hollande dijo que la elección de Donald Trump «abre un período de incertidumbre que debe ser enfrentado con lucidez y claridad».

En breves declaraciones tras la reunión semanal de su gabinete, Hollande felicitó a Trump «como es costumbre entre jefes de estado», pero lo hizo con escaso entusiasmo. Hollande había apoyado a Hillary Clinton y el miércoles declaró que pensaba en ella.

Presidente de China Xi Jinping

 

 

El presidente chino Xi Jinping envió un mensaje congratulatorio a Donald Trump, afirmando que espera poder trabajar con Trump para mejorar las relaciones de una manera «constructiva» que evite el conflicto y la confrontación.

Durante la campaña, Trump acusó a China de estar subsidiando sus productos ilegalmente para la exportación, de manipular su divisa y de robarse propiedad intelectual.

Según la emisora estatal CCTV Xi dijo que las dos mayores economías del mundo tienen intereses en común y llevan «una responsabilidad especial e importante para resguardar la paz mundial».

 

El Vaticano

 

El Vaticano felicitó a Donald Trump y expresó esperanzas de que su gobierno fomente la paz mundial.

El secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Pietro Parolin, felicitó a Trump mediante un comunicado a la Radio Vaticana, expresando votos para «que su gobierno sea verdaderamente fructífero».

Oró para «que el Señor lo ilumine y lo sustente en el servicio a su país, como es natural, pero también por el bienestar y la paz del mundo».

Presidente de Israel, Benjamín Netanyahu

 

Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, felicitó este miércoles al presidente electo de Estados Unidos  (EE UU), Donald Trump, al que calificó de «verdadero amigo del Estado de Israel».

«Deseo trabajar con él para avanzar en la seguridad, la estabilidad y la paz en nuestra región», aseguró en un comunicado difundido a los medios el primer ministro.

Carlos Alzugaray, politólogo y diplomático cubano

 

Alzugaray dijo que el triunfo de Trump podría complacer a algunos conservadores del liderazgo cubano que están preocupados de que Cuba se acerca demasiado a Estados Unidos y a demasiada velocidad.

Aunque muchos de los cubanos no estaban al tanto del estado de la contienda electoral, algunos de los que vieron la televisora estatal Telesur, o escuchaban las actualizaciones por radio, dijeron que temían que un triunfo de Trump significara perder las pocas mejorías que han visto en sus vidas desde el incremento turístico vivido tras el descongelamiento de relaciones.

Presidente de Paraguay, Horacio Cartes

Cartés también felicitó Trump por su victoria como el cuadragésimo quinto presidente de la nación norteamericana e indicó que “seguiremos trabajando para reforzar las relaciones bilaterales”. Así lo hizo saber en un mensaje publicado a través de su cuenta en la red social Twitter.

Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos

 

Juan Manuel Santos, manifestó este miércoles que el país neogranadino profundizará la relación con Estados Unidos tras la victoria del candidato republicano, Donald Trump, en las elecciones presidenciales de este martes.

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«Celebramos espíritu democrático de EEUU en #ElectionNight. Con Donald Trump seguiremos profundizando relación bilateral», escribió el mandatario colombiano en su cuenta de Twitter.

 

Presidente de Brasil, Michel Temer

 

El presidente de Brasil, Michel Temer, declaró hoy que la victoria del republicano Donald Trump en las elecciones celebradas en Estados Unidos “no cambiará nada” en las relaciones entre ambos países.

“Tengo la certeza de que no cambiará nada en las relaciones”, dijo Temer en una entrevista con la radio Itatiaia, en la cual apuntó que entre Brasil y Estados Unidos, así como con otros países, existen “relaciones institucionales, o sea, entre Estado y Estado”.

 

Ministro chileno de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz

 

Heraldo Muñoz, afirmó hoy que tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos «el mundo se torna un poco más incierto y difícil·.

«Estoy muy sorprendido con este resultado porque las encuestas que se conocían daban por estrecho margen triunfadora a Hillary Clinton», dijo el jefe de la diplomacia chilena en declaraciones a radio Cooperativa, en las que consideró que el resultado de los comicios «supo interpretar la rabia, la desconfianza del electorado norteamericano».

 

 

La anormalidad política, por Víctor Maldonado C.

socialismo

 

Algunos piensan que el comunismo que estamos viviendo es una condición inmutable. Que una vez inoculado en la frágil constitución republicana no hay forma de salir de la trampa, perfectamente montada por el castrismo cubano, los genios del mal contemporáneo latinoamericano. Algunos están completamente convencidos que también nosotros pasaremos más de medio siglo tratando de desprendernos de esta tragedia, especie de maldición milenaria, imposible de evadir o de sortear. Los que así piensan y predican ya tienen sus maletas preparadas o hace mucho tiempo se fueron del país y nos dejaron al resto la tarea de resolver esta desdicha.

La peor actitud para encarar al régimen es la desesperanza aprendida y la sensación de derrota anticipada. La mejor es el sentido de realidad, el cable a tierra, la capacidad para hacer un buen balance de lo mejor y de lo peor, de lo que nos sirve y lo que opera como fardo. No podemos partir de la idea de que este régimen es insuperable, y que lo que nos toca es aguantar, sufrir las consecuencias, adaptarnos o huir.  Esta enfermedad social hay que caracterizarla mejor, sin extravagancias y sin escrúpulos. No hay que exagerar lo que ya es suficientemente grave, tampoco hacer insignificante lo que está lleno de peligros. El deber intelectual es determinar qué es lo que tenemos al frente y cómo podemos conjurarlo.

Vivimos una conflagración de narrativas. Las hay de todo tipo, unas más interesadas que otras. Algunos incluso han rentabilizado su propio cuento. Luego de 17 años no es difícil que se haya querido imponer una versión de indestructibilidad de lo que hay, olvidando la lección más elemental del Arte de la Guerra: Que las victorias comienzan por mantener en alto la moral del ejército. Por eso, mejor echemos el cuento. Había una vez un líder carismático que, como todos los líderes carismáticos, pasó por aquí destruyendo y desestructurando instituciones y organizaciones para fortalecer lo único que a un líder de ese tipo le importa y le sirve, esa ligazón emocional, erotizante, fraudulenta y fútil que transforma todo lo racional en sensaciones inabordables.

Max Weber, cuando analizó la dominación carismática y su transformación, describió sus peligrosos atractivos: Es la exacerbación del poder de la voluntad y la anulación de todas las libertades de los que se ven sometidos a su encanto. Pero, así como es intenso en su conexión, como si se tratara de un rayo, así como viene se va, porque ¿qué pasa cuando el portador del carisma desaparece? Porque eso fue lo que ocurrió. Chávez se murió y ahora está condenado a ser una referencia lejana, gaseosa pero absolutamente responsable de haber dejado el país en la carraplana y a cargo de una coalición inestable de segundones a quienes solo une una expectativa de supervivencia perfectamente expresada en la frase “socialismo o muerte”. La caída del régimen comenzó con la muerte de su líder. Y claro, con el colapso de sus presupuestos, precios petroleros altos y capacidad distributiva intensa, fundada en la irresponsabilidad de promover consumo improductivo a través de una maraña de incentivos perversos que nos convirtió a todos en cómplices y coparticipes del saqueo nacional.

El líder carismático no sobrevive en condiciones de normalidad. Lo de ellos es proceso y arrase. La estabilidad racional, los límites del estado de derecho, la determinación de las competencias, la división de poderes, la interlocución con factores de la sociedad civil, la libre expresión y el escrutinio de la gestión pública no están hechos para ellos.  Lo de ellos es movilización y festín. Pero no nos desviemos de la línea argumental principal. El carisma del socialismo del siglo XXI está enterrado en El Cuartel de la Montaña. Los que están a cargo no son líderes con carisma, todo lo contrario, son personajes grises, dependientes de un guión que no tiene futuro sino pasado, condenados a la nostalgia y a los estrechos límites de estar interpretando lo que quiso decir uno que ya está muerto, voceros de efemérides que han dejado de tener significado, y beneficiarios de ese desencanto que suele ser la consecuencia de los finales de fiesta.

Estos que están al frente son los herederos de un carisma malogrado que ahora no tiene cómo hacer milagros, ni como sostener las viejas promesas, ni como decir la verdad. Los herederos, sin tener la capacidad ni el talante, tienen que dar la cara a la desolación que ellos mismos han provocado, sin tener ni siquiera destellos de inteligencia política. Son elementales, bárbaros de nuevo cuño, malandros que nunca han trabajado con formalidad. Ellos son parte de ese aluvión de secuaces que siempre traen consigo los períodos de desborde emocional. Ellos son herederos por accidente, resultado de una patraña conspirativa y las ganas de los cubanos de seguir chuleando hasta los tuétanos la economía venezolana.

Ellos sienten que tienen un mandato. No pueden perder en sus manos todo lo que supuestamente han logrado. Pero no saben cómo. El único camino imposible es emular un carisma que no tienen. Enmascararse de Chávez los hace patéticos. Los convierte en viudas hipócritas y falsarias, que se han quedado sin encanto y que no tienen otro remedio que explotar intensamente la mentira que ya no rinde y la represión que se les está volviendo más costosa. Las mentiras las están pagando con una disonancia creciente con lo que se aprecia en la realidad. Y la represión la están cancelando de contado con el incremento de la insatisfacción y la deserción masiva de lo que antes eran cuadros leales. Porque no es poca cosa que el discurso oficial sea permanentemente contrastado con evidencias audioviduales de una realidad que los desmiente. Ellos dicen que hay pleno abastecimiento, pero las imágenes muestran colas recalcitrantes y pedidos al mayor de ayuda para comer o tener a la mano una medicina. Ellos insisten en que todo forma parte de una conjura internacional y la realidad les devuelve en forma de desmentido las imágenes de familias hurgando entre la basura, o la mala noticia de un niño que murió porque no alcanzaron a darle el remedio que necesitaba. ¿Saben qué? Esa pelea la ganó hace rato la realidad.

¿Y la represión? Ellos la siguen administrando, pero cada vez con menos impunidad. Nadie cree, por ejemplo, que no fue el mismo gobierno -por mampuesto- el que desnudó y violó la dignidad de los seminaristas de Mérida. Nadie cree que los colectivos actúan al margen del debido permiso y la impunidad garantizada por el gobierno. Nadie puede imaginar que los carceleros que abren las puertas para que salgan a pasear lo pranes y a la vez impiden que Leopoldo Lopez o Antonio Ledezma reciban visitas no lo hagan en representación del alto mando cívico militar que dice dirigir los destinos del país. La mano del régimen se siente y se aprecia en cada golpe, cada agresión, cada emboscada y cada ruindad. Ellos creyeron que podían hacer lo que les diera la gana porque habían comprado la complicidad de todo el continente. No contaban con los vientos de cola. No solamente que es diferente un sinvergüenza con real que uno arruinado, sino que los gobiernos de Brasil, Argentina y Perú son de otro signo, diferente al contubernio del Foro de Sao Paulo, cuyos líderes están embarrados en una corrupción que ya no pueden ocultar.

Los países no tienen amigos sino intereses. Venezuela, en tiempos de balurdez política, petróleo barato y hedor antidemocrático no tiene atractivo alguno. El crédito se les venció y ahora somos los cornudos del continente. Los sucesores creyeron que a cuenta de los favores concedidos tenían todavía la posibilidad de exhibirse con esa prepotencia propia de los tiranos. Creyeron que les iba a salir gratis pero la verdad es que les está saliendo oneroso. Perdieron la OEA, nadie los quiere en MERCOSUR, no son creíbles sus iniciativas de diálogo ni sus supuestos mediadores. Y es que los regímenes represivos apestan a contubernio. Nadie se quiere sacar una foto con ellos, y no hay suficientes burros de ese tipo en el mundo, como para buscar uno con quien rascarse. Ni en Cuba les hacen miriñaques.

Todo parece indicar que el régimen es una pócima obligada que nadie está dispuesto a tomar si no es estrictamente necesario, una mezcla tóxica de mentira y represión sistemática que los convierte en rehenes de ellos mismos y los ha venido transformando en un mal cuento de cuarenta ladrones sin Aladino y sin lámpara mágica.

La tragedia de ellos es que lo que heredaron no fue un sistema sino un tumulto. El dedo-ubre que asignaba responsabilidades y beneficios desapareció y no dejó ni siquiera el “abracadabra” que abre la cueva. La estructura carismática -sostiene Max Weber- no presenta ningún procedimiento ordenado para el nombramiento o sustitución; no conoce ninguna carrera, ningún ascenso, ningún sueldo, ninguna formación profesional del líder o de sus ayudantes, ninguna autoridad diferente, ninguna jurisdicción, competencia, institución independiente o magistratura que pueda ejercer autonomía. El único principio ordenador es el gesto del líder, el dedo que señala, la palabra que designa y ordena. Y por eso mismo, ningún régimen de ese signo sobrevive al silencio de su progenitor. Lo que queda después es este desorden sin resultados, esta estética tan burda de una alianza entre civiles radicales y militares que se desprecian mutuamente pero que trágicamente no pueden desentenderse unos de los otros. Ocurre que el poder está fragmentado entre ellos, y como vimos recientemente, ni Padrino ni Nicolás pueden desembarazarse el uno del otro. Allí están, en esa cordialidad del incordio, suspicaces e intentando una convivencia inviable. ¿Saben por qué? Porque no hay instancias de apelación ni reglas del juego estables. ¿Es esto sostenible?

El régimen carismático está malogrado porque sus resultados son malos. El éxito es el gran decisor de la suerte de este tipo de regímenes. No hay milagros redistributivos, si se agota el caudal para mantener vigente la oferta populista, si ya no es posible ni repartir ni divertir, lo que antes era éxtasis rápidamente se convierte en decepción creciente. ¿No es esto lo que está ocurriendo con irreversibilidad taxativa? ¿Alguien cree que Nicolás puede remontar la cuesta de impopularidad e invalidación? ¿No es esta una cueva de cuarenta ladrones sin Aladino, sin Abracadra y sin lámpara mágica?

Max Weber continua su anatomía patológica del carisma. Todos los “héroes carismáticos” -dice el sociólogo alemán- van en busca de su botín, pero siempre rechazando como indigna toda economía racional. Es siempre lo contrario a toda gestión económica ordenada. Son siempre el poder antieconómico. Lo de ellos es al arrebato y el arrebatón.  Ellos dicen que renuncian a cualquier estipendio a la vez que promueven y aprovechan el cheque en blanco, el nepotismo, el clientelismo, el compadrazgo que ejercen sin rendir cuentas al país. Ellos dicen inmolarse, pero la verdad es que acumulan y despojan. No hay post-carisma que no desengañe cuando se comienzan a descubrir sinvergüenzas y sus sinvergüenzuras, fortunas mal habidas y modos de vida que son injustificables. ¿Alguien duda que este va a ser el resultado?

La autoridad carismática es, de suyo, inestable. Eso es lo que estamos viviendo con un marinero raso ascendido a almirante cuyo barco se está hundiendo sin tener ni la más remota idea de cómo sortear la tragedia, y sin querer inmolarse con el naufragio. Max Weber escribió la sentencia a muerte del carisma. “Es inestable -dijo- porque su autoridad solo la alcanza y la mantiene por la prueba de sus propias energías en la vida. Si quiere ser un profeta, debe hacer milagros.  Si quiere ser un caudillo guerrero debe realizar acciones heroicas”. Lo que no es concebible es el fracaso sistemático.

Al régimen hay que abatirlo en el campo de batalla de la realidad. No hay carisma que aguante una confrontación racional. De lo que se trata es de desalmar la oferta del socialismo del siglo XXI. Hay que mostrar sus consecuencias, la pobreza, el hambre, la represión, la destrucción del bolívar, el saqueo de las reservas, el envilecimiento de la política, la anulación de las esperanzas, el maltrato de lo popular, el desprecio por la vida, la indiferencia por el dolor ajeno, la corrupción indebida, la impunidad que ofrecen al delito y la escasez de inteligencia que aplican al intentar resolver el problema.

Max Weber sostiene que la ruptura del carisma-incluso en los despojos en que la han convertido sus herederos- necesita la implosión de la vivencia psíquica del régimen de dominación. Los que tenemos que entender que esto se acabó somos nosotros, porque somos nosotros los que interiormente hemos adquirido, apropiado y vivido la situación de opresión. Somos nosotros los que tenemos que creer que esto es inviable, y por lo tanto, ni comprar ni vender que esto es una lacra que nos va a acompañar por muchos años más.

Intentar con éxito la ruptura requiere una alternativa racional, un nuevo canto de batalla, otra realidad que podamos construir, una vivencia diferente. Por eso mismo no podemos cambiar este liderazgo carismático por otro de igual signo. Ni podemos ofrecer un socialismo como alternativa a este fracaso socialista. Debemos contrastar, tanto en la forma de presentar el liderazgo, como en el contenido de la oferta. Si lo más importante es cambiar el comportamiento, debemos apelar a nuevos sentimientos, nuevas metas, nuevos procederes, nuevas formas de ver los viejos problemas, y nuevas soluciones y formas que entren por las emociones y se asienten en las mentes de los venezolanos. Ese es el desafío de la alternativa democrática. Ese es nuestro desafío. Los funerales están preparados. El entierro está acordado. Hagamos el velorio, enterremos al muerto y salgamos a encarar el futuro, porque “el muerto al hoyo y el vivo al meollo”.

@vjmc

Roberto Patiño Jun 20, 2016 | Actualizado hace 8 años
Pequeñas victorias por Roberto Patiño

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La crisis de convivencia que sufre el país ha alcanzado cuotas desbordadas de violencia. En el momento de escribir estas líneas sus dos expresiones más contundentes tienen que ver con la crisis alimentaria y el proceso para la activación del revocatorio.

Por un lado la figura de los CLAPS ha añadido un nuevo factor de tensión a la ya crítica situación de racionamiento y escasez de estos últimos meses. A ello se suma a una brutal represión gubernamental, amparada por la nefasta resolución 8610 (que autoriza el “uso de la fuerza potencialmente mortal”), de las expresiones de descontento y protesta popular que se están produciendo en toda Venezuela.

No podemos sino lamentar las muertes de madres y jóvenes como Elizabeth Ortiz Gómez y Luis Josmel Fuentes, a manos de las fuerzas policiales, en los terribles sucesos que se produjeron en Mérida, Cariaco y Petare en las primeras semanas de junio.

La respuesta del Estado ante la desesperación por el hambre y la imposibilidad de alimentar a nuestras familias ha sido la violencia.

Esta misma replica es la que se le ha dado a las manifestaciones pacíficas para la activación del referéndum revocatorio. Las marchas convocadas por Henrique Capriles fueron interceptadas por fuerzas del ejército, en episodios de represión donde se emplearon tácticas penalizadas en varios países del mundo, como la aplicación de gas pimienta directamente en el rostro de las manifestantes.

Esta estrategia de violencia e intimidación se mostró en toda su crudeza el 9 de junio cuando el asambleísta Julio Borges fue impedido a la fuerza, por efectivos del ejército nacional, de acceder a la sede del CNE, para luego ser golpeado, con cabillas, por un grupo de personas relacionadas a la alcaldía de Libertador, actuando impunemente y sin ser detenidas.

La imposición de un perverso discurso que busca hacer ver a las víctimas como victimarios es la otra arista de esta estrategia. Voceros del gobierno como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez constantemente culpabilizan y demonizan a individuos y grupos de afectados y víctimas. El mismo presidente Maduro acusó a Borges de ser el generador de los hechos de violencia en los que fue atacado.

Todo esto señala una clara intención del gobierno de utilizar las instituciones y mecanismos del Estado, no para producir soluciones a la gravísima crisis que atravesamos y establecer vías de entendimiento, sino para generar violencia, más conflictividad y desunión entre los venezolanos y desintegrar los pocos lazos de convivencia que aún resisten en nuestro país.

Este momento nos exige templanza, inteligencia y la necesidad de apelar a lo mejor de nosotros para no sucumbir, e incluso contribuir, a la espiral de violencia que sacude nuestra realidad.

La esperanza en que podamos lograrlo está sustentada en la experiencia que, en estos mismos días, hemos vivido en dos comunidades de Caracas, donde la solidaridad y el encuentro entre nosotros, conjuran a la violencia y la desintegración.

Asistimos a la Marcha por la Vida, en el barrio Kennedy. En este lugar, tristemente conocido por la masacre de los estudiantes en 2005, la comunidad se reunió para manifestarse contundentemente en contra de la violencia y la muerte. También estuvimos en Catuche organizando con el Movimiento Mi Convive un nuevo sancocho comunal, donde el barrio buscó un momento y un espacio para compartir en grupo y aliviar el drama alimenticio sin preferencias partidistas ni egoísmos.

En ambos casos la gente se reunió, tendió la mano a la familia y al vecino y respondió al hambre y a la violencia con solidaridad y convicción.

Creemos que en estas muestras de fortaleza y humanidad, en estas pequeñas victorias, están las señales para enfrentar la desesperación y la intimidación que busca someternos.

Las jornadas que se inician hoy lunes 20 para la validación de firmas, serán un nuevo desafío en ese sentido.

Son claros los intentos gubernamentales de interrumpir la activación del revocatorio, y cerrar una clara vía pacífica para la resolución de esta crisis. La parcialidad de los principales rectores del CNE se ha evidenciado en una serie de irregularidades en el proceso y los resultados de la aprobación de las firmas.

Pero no podemos permitir que el gobierno cercene la manifestación a través del voto. Esta es una de las expresiones más profundas de convivencia en nuestro país y ha ayudado, en los momentos más complejos de nuestra historia democrática, a expresarnos, entendernos y llegar a unos acuerdos mínimos de concertación. El 6D, sin ir más lejos, fue una muestra de esa convicción.

Hoy se inicia otra etapa en un largo y complejo camino. Solo con participar y ayudar a otros a hacerlo, habremos logrado ya una victoria.

@RobertoPatino

¿Quién ganó y quién perdió? por Carlos Dorado

Elecciones6

Carlos, trata de ser humilde en la victoria, y grande en la derrota”. Sabias palabras de mi madre, que me vienen a la mente, después de la contundente victoria lograda por la oposición, en las recientes elecciones para Diputados a la Asamblea Nacional, del pasado domingo. Después de 17 años sin haber conseguido una victoria de esta naturaleza; es lógico, que la oposición se sienta eufórica; y por otro lado, es normal que el “Chavismo” y todos los oficialistas, se encuentren deprimidos, después de tanto tiempo sin haber conocido las hieles de la derrota.

Sin embargo, más allá de la alegría de unos y la depresión de otros, hay un País que necesita de los ganadores, pero también de los perdedores; y pensar que en la fiesta de la victoria sólo deben estar los vencedores, podría ser un grave error por parte de ellos, para lograr lo más importante: ¡Un futuro digno para Venezuela!

“Dos veces vence, el que en la victoria se vence a sí mismo, nunca pierde el que acepta la victoria con dignidad”, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén. ¿Cuántas veces en nuestro continente hemos visto la euforia general hacia el ganador, y unos cuántos años más tarde, el desprecio de todos hacia ese mismo ganador?

El “peón” es el más importante instrumento de la victoria, y el pueblo está constituido por millones de “peones”, cuya ideología está condicionada por las ansias de un futuro mejor. Muchos de los que ayer fueron adecos o copeyanos, después fueron chavistas, y quizás ahora estén pensando en ser de la oposición. Si los ganadores, es decir; la oposición, está pensando en vengarse, y ese es su objetivo, significaría que ya se sienten de algún modo derrotados. Si los perdedores, es decir; el gobierno, está pensando en vengarse, y ese es su objetivo, significa que la derrota no les enseñó nada.

La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio la victoria, tiene algo negativo: jamás es definitiva. Quizás hoy, todos se sientan padres de esa victoria, mientras que la derrota es huérfana y se le esté atribuyendo a una, o a pocas personas. ¡La vida me ha dado motivos suficientes para saber que ninguna derrota era la última!

La mayoría de la gente, y por consiguiente los países; tendrían éxito si se centrasen en las pequeñas cosas, y no estuvieran tan preocupados por grandes ambiciones. Es tiempo de unión, trabajo constructivo y de expectativas racionales, sólo así podemos esperar una victoria; pero del país, o sea de todos; donde no haya vencidos, ni vencedores, sino la seguridad de un buen futuro, que es donde precisamente, vamos a vivir todos los venezolanos por el resto de nuestras vidas.

El futuro es como un cisne; mientras todo el mundo se centra en admirar lo visible del cisne en la superficie del agua, que es la parte bonita y glamurosa; debajo del agua las patas no deben parar de patalear. El único lugar donde se encuentra la palabra futuro, antes que la del trabajo, es en el diccionario. Ese futuro y ese trabajo, tienen y deben construirse con la ayuda de todos sin excepción, ya que los países se enfrentan al futuro con el pasado. ¡En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de hoy se incubará el mañana!

¿Quién ganó y quién perdió? No hay ganadores, ni perdedores; sólo hay un país que pide a gritos un futuro digno; y en ese sublime objetivo cabemos todos; siempre y cuando haya humildad para hacerlo, y mucho trabajo de buena voluntad para construirlo.

cdoradof@hotmail.com

EFE Nov 23, 2015 | Actualizado hace 8 años
MUD considera inspiradora la victoria de Macri

JesusCTorrealba

 

El secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática, Jesús «Chúo» Torrealba, felicitó a Mauricio Macri, presidente electo de Argentina, y calificó su victoria de «inspiradora» de cara a las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre en Venezuela.

Torrealba aseguró que la campaña electoral de Macri, que el domingo se midió en una segunda vuelta con el oficialista Daniel Scioli, sufrió lo que, según él, enfrentan los candidatos opositores en Venezuela: un discurso violento por parte del oficialismo, uso de los recursos del Estado para las campañas y «chantaje».

«Fue una campaña sucia, Scioli llegó a decir que si ganaba Macri iban a cerrar los hospitales y se iban a poner en peligro los avances sociales logrados en 12 años, pero por encima de esos chantajes se impuso la voluntad de cambio del pueblo argentino», señaló en una rueda de prensa.

Además, el representante de la MUD manifestó tener puesta su atención sobre las próximas acciones de Macri en la cumbre del Mercosur que tendrá lugar en Paraguay el 21 de diciembre.

«Lo que recorre América Latina no es una chequera comprando lealtades y sobornando, lo que recorre América Latina es la decisión de cambio de nuestros pueblos», aseguró.

Recalcó que Venezuela «está muy feliz» porque «si hay un político en la región que ha estado velando por la democracia en el país ha sido Macri».