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Valores

¡Y esa descomposición social!, por Carolina Jaimes Branger

Siempre recuerdo a mi querido amigo el Rabino Pynchas Brener. Lo tengo presente por su inteligencia, su valentía, sus enseñanzas. Lo pienso a menudo por su clarísima visión de la situación venezolana. En el año 2002 el Rabino me dijo “mi querida Carolina, aquí la situación económica puede resolverse en un lapso relativamente rápido, lo mismo que la política. La social tomará más tiempo, pero también se resolverá. La que tomará mucho más tiempo –y no sé si se resolverá- es la crisis de valores. La crisis venezolana es fundamentalmente una de valores”.

Y esa crisis de valores cada día escala alturas inusitadas. El viernes pasado una joven que conozco bien salió con su pareja a comprar los útiles escolares de su hijita de 12 años. Iban en moto, cuando una comisión de la Policía Nacional Bolivariana los detuvo. Constataron que los papeles estaban todos en regla, y a pesar de ello les dijeron que la moto quedaba detenida. Ellos, atónitos, preguntaron por qué. “Porque tenemos hambre… Si no nos traen comida, la moto “se va para la v…” y no se pongan cómicos”. Como corolario, un montón de groserías más. La pareja tuvo que ir a una panadería cercana a comprarles dos panes de guayaba que les costaron 120 bolívares, que tuvieron que restar de lo que llevaban para comprar los útiles de la niña.

El abuso de autoridad en Venezuela es insoportable. Y quien se queje, va detenido. Los policías tienen hambre y quienes tienen que comprarles comida son unos pobres transeúntes que corren con la mala suerte de caer en sus redes. Y así en todo. Cada día conocemos más historias de robos, matracas, amenazas, desfalcos y abusos de poder. ¿Y cómo no va a ser así si de la supuesta clase “alta” -ésa que recibió educación en los mejores colegios- salieron los bolichicos, unos ladronazos responsables de muchas de las muertes que hoy llora el país?…

La descomposición social es apabullante. Difícil pensar cómo se va a resolver semejante situación. Aquí no hay paz con la miseria, como reza el dicho. La falta de empatía, aunada al cinismo y en muchos casos a la ignorancia y la necesidad, son unas bombas de tiempo. Parafraseo al poeta Andrés Mata: “un valor que se va… ¡cuántos se han ido!”… ¿Será que alguna vez van “a volver más duraderos y menos dolorosos que el suplicio” que hoy vivimos?

@cjaimesb

Timoneando la tormenta, por Antonio José Monagas

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Antonio José Monagas

 

La historia universal, es fiel testigo de los avatares vividos por el Catolicismo en aras de su lucha por reivindicar derechos exaltados por la doctrina de la Iglesia en el mundo. Aunque a decir verdad, no siempre el Vaticano estuvo apegado a una justicia que exhortara la igualdad como fundamento religioso de solidaridad y libertad. Sin embargo, desde la publicación de la encíclica Rerum Novarum, invocada por el Papa León XIII, en 1891, conmovido por los conflictos político-sociales que surgieron en la segunda mitad del siglo XVIII, particularmente en Europa, es cuando la Iglesia Católica comienza realmente a considerar la inminente necesidad de ocuparse de problemas que respondían al carácter egoísta, revanchista y sectario de sociedades que venían fracturándose cultural, ética y moralmente. Y por supuesto, de gobiernos cuyas maneras de administrar sus procesos económicos, incitaron efectos profundamente desgarradores.

También, la historia política contemporánea ha sido apasionada exponente de todo cuanto ha contrariado los dictámenes del Catolicismo. Así ha podido comprobarse que los conflictos suscitados en cualquier parte de la geografía mundial, lejos de cesar o haberse reducido en cantidad e intensidad, se pronunciaron. Incluso, con más vigorosidad lo cual no significa que se agravaran en términos de sus fuerzas. Pero sí de sus alcances. Y el poder del Catolicismo, se vio minimizado como resultado de las alianzas de intereses que se han organizado para impugnar su representación y consideraciones. Sobre todo, porque se trata de un actor que, como el Vaticano, debe jugársela todo en el campo de la política por cuanto es la expresión de un Estado establecido hace dos mil años. Y eso le ha valido haber adquirido la experiencia necesaria para enfrentar dificultades mediante la disuasión o negociación de problemas que inciden en la paz, el bienestar y calidad de vida de importantes grupos poblacionales situados lo largo y ancho del planeta.

Lo sucedido en Venezuela como parte del presunto proceso de diálogo incitado por la situación de aguda crisis política vivida a consecuencia de la ingobernabilidad que en los últimos años ha venido recrudeciéndose, evidencia con suma exactitud lo arriba expuesto. Es decir, la tensión política causada por la suspensión de los trámites del referendo revocatorio que la oposición democrática, aupada desde el Poder Legislativo, dio cuenta de agudas contradicciones que desdibujaron el perfil de Venezuela como país democrático. Las actitudes y decisiones del presidente de la República, revelaron que sus actos han sido en contrasentido con la Constitución de la República.

Fue entonces como a solicitud de la oposición organizada desde la MUD, el Santo Padre decidió enviar a dos delegados, monseñor Claudio María Celli, y el nuncio apostólico en Caracas, Aldo Giordani, quienes actuando en su nombre, intentarían facilitar la comunicación necesaria entre los factores en pugna. O sea, oposición democrática y alto gobierno. De manera tal que atendiendo como principio rector el bien común de los venezolanos, procedieron a llevarse a efecto los susodichos encuentros. Aunque con mucha dilación y desazón por parte del actor gubernamental, Y como siempre, el Ejecutivo Nacional incumpliendo los acuerdos alcanzados con abierta desfachatez y absoluta desvergüenza.

El hecho de quebrantar los puntos centrales de entendimiento que habrían de allanar los caminos de solución al difícil momento por el que, incluso, sigue atravesando el país, llevó a la Iglesia Católica venezolana, avalada por el Vaticano, a pedir a sus feligreses que se rebelen “pacífica y democráticamente” contra el régimen. El cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo de Caracas, exhortó a los sacerdotes a leer en todas las misas una homilía de su autoría a fin de animar a los venezolanos a “no dejarse intimidar”. Ahí podría estar el camino expedito para “erradicar la dictadura” por la vía “pacífica y democrática” aducida por la misma Constitución Nacional.

La homilía del cardenal Urosa elaborada para primer ser divulgada el primer domingo de Enero del nuevo año, fue contundente en el sentido de acusar al gobierno de una “situación real de dictadura en Venezuela”. El texto del Arzobispo de Caracas, leído en las iglesias del país, delató el “sufrimiento de millones de venezolanos que reclaman al Gobierno de Maduro la necesidad de resolver la gravísima crisis alimentaria y de medicamentos”. La causa de tan atroz situación, según la interesante y acertada homilía, se encuentra en la “aplicación de un sistema económico errado”. Por eso, culpa al “totalitarismo socialista que adscribe al Estado el control total de la economía”.

Es indudable de que el fallido diálogo entre el Gobierno y la oposición, fue motivo de esperanza para vastos sectores del país. Ante tan controvertido hecho, la Iglesia Católica venezolana, con la indulgencia del Vaticano, elevó su protesta pues tristemente “¡nunca antes tantos venezolanos habían tenido que buscar comida en la basura!”. Sin embargo, quedan múltiples preguntas en el tintero de la confundida política nacional. Sobre todo, ante lo que debió haberse dado y que no pudo lograrse en términos de los problemas que atentan contra la paz, la seguridad personal, la convivencia social, y muchas condiciones que garanticen trabajo y una vida en orden.

¿Pero luego de tan abortado propósito, qué respuesta puede dársele al país político-democrático?. No se alcanzaron las exigencias de la oposición. O sea, la liberación de todos los presos políticos. Tampoco, el regreso de los exilados políticos. No se tiene todavía un canal humanitario para el ingreso de medicamentos y alimentos. Mucho menos logró concretarse la idea de fijar una fecha para el Revocatorio Presidencial. Quizás, la Iglesia fue utilizada con la malicia de quienes se aprovechan de las circunstancias para manipular alevosamente condiciones que favorecieran intereses parciales. Y aunque el alto gobierno busque reivindicarse con prácticas que lucen improcedentes e ilegítimas o sea, inconstitucionales e ilegales, apoyándose en el totalitarismo del cual se ufana ejercer, no ha advertido la fuerza que sabe desplegar la Iglesia Católica cuando se ve atacada por manobras de insolencia, chantaje y falsedad.

El régimen debe entender que a quien por estupidez, ignorancia o soberbia pueda creerse Dios, se les destruye de una sola forma. Demostrándosele que no hace milagros. Sobre todo, en tiempos en que la Iglesia Católica venezolana vuelve a sentirse comprometida con su innumerable feligresía y así verse timoneando la tormenta.

El obstáculo más grande, por Ángel Oropeza

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2506aday un fenómeno pernicioso, una especie de “efecto halo” negativo muy común en estos días, que consiste en concluir que como el gobierno es pésimo, y en el país –su economía, infraestructura, salud, servicios– todo es malo, entonces el venezolano también lo es. Y este, como todo sesgo, no solo es simplista, sino además falso.

Empecemos por una distinción obvia pero que alguna gente, por descuido o manipulación, olvida con excesiva frecuencia, y es que una cosa es el gobierno y otra muy distinta el país. La confusión de ambos por descuido es consecuencia de un proceso de generalización indebida de rasgos negativos ampliamente estudiada por la psicología del aprendizaje y la percepción. Según este proceso de simplificación perceptiva, las personas suelen atribuir de manera inadecuada características negativas o desfavorables a todo el conjunto de elementos de una serie aunque solo una parte de ella objetivamente las posea.

Pero también existe la confusión por manipulación, que ocurre cuando aquellos que son responsables de las penurias colectivas necesitan desviar la atención sobre sus culpas propias y tratar de adjudicarlas a terceros. Tanto el discurso del decadente establishment como el imperio mediático oficialista suelen repetir los mismos clichés de esa conocida estrategia: si no hay agua es porque los venezolanos se bañan en demasía; si no hay comida es porque los venezolanos inconscientes comen mucho; si no hay papel higiénico es porque los venezolanos desobedientes defecan más de lo que el gobierno les ordena. Lo único común a todos estos mensajes es que –al final de cuentas– el problema no es el gobierno ni su fracasado modelo, sino el venezolano.

Una modalidad de esta estrategia es afirmar que el venezolano “ha perdido los valores”, lo cual es una forma “light” de sumarse al discurso oficialista y cargar las culpas sobre quien no es responsable sino víctima. Quienes así opinan confunden valores con conductas. Una cosa es que el venezolano haya tenido que desarrollar conductas de supervivencia y adaptación a un entorno hostil y cambiante, y otra que ya no sepa qué es lo bueno y qué lo malo, definición última de lo que es un “valor”.

Universalmente, las crisis disparan ambos tipos de respuesta: las de ensimismamiento y las de apertura, las de egoísmo y las de solidaridad. Lo que pasa es que las conductas negativas e inadecuadas, dado que nos afectan, son más visibles y les prestamos mayor atención. Se genera así un fenómeno de “correlación ilusoria” y se les percibe más numerosas de lo que en realidad son. Pero lo cierto es que las conductas de generosidad, de compromiso con otros y con el país, y hasta de heroísmo frente a una situación de crueldad sistemática y de sufrimiento, son no solo más numerosas, sino que caracterizan a la mayoría de los venezolanos de este tiempo.

Hoy por hoy, y a pesar de la insoportable incertidumbre y confusión, nuestra esperanza mayor es el venezolano, este de hoy, con sus valores, con su espíritu libertario, con su talante solidario. Ese venezolano que la llamada revolución quiso destruir pero no pudo y hoy es su mayor enemigo y su mayor obstáculo de permanencia.

Lo quisieron cambiar por un conveniente “hombre nuevo”, mucho más dócil y arrodillado, y hoy se le planta al gobierno desde su dignidad intacta. Engañados durante un tiempo, a punta de dádivas y promesas, ya es difícil conseguir –más allá de algunos ingenuos y de los corruptos que viven de la dominación– algún venezolano que no haya renunciado ya a esos afectos pasajeros y clame por un cambio en la conducción del país.

Por eso, porque el venezolano se ha convertido en la mayor amenaza a los corruptos que nos gobiernan, es que no se les deja que voten y se expresen. Por eso el pánico al pueblo, el terror cobarde a la gente.

Ciertamente, en Venezuela hoy se puede decir que nada funciona y que todo es malo. Menos el venezolano. El mayor obstáculo para la putrefacta oligarquía roja, y nuestra mayor esperanza para 2017.

@AngelOropeza182

El Nacional

Diálogo en Sodoma y Gomorra, por Orlando Viera Blanco

Diálogo

 

«Creo en el diálogo de los justos. Con el hombre normal, culto y de buenos modales. Con quien tolera tanto al forastero, al lugareño o al que piensa diferente…»

 

La historia de Sodoma y Gomorra tradicionalmente ha estado vinculada a la perversión sexual. Como herencia de la cultura judeo-cristiana, en varios idiomas occidentales se utiliza el gentilicio «sodomita», para designar parafilias como sadomasoquismo, necrofilia, vampirismo, etc. Asimismo se ha utilizado el término para la homosexualidad. Pero Sodoma y Gomorra comportan otros antivalores de la pentápolis bíblica situada a orillas del Mar Muerto,  por lo que Dios decidió que sobre ellas lloviera azufre y fuego. Esa perversidad que rebosa todos los límites tolerables es la soberbia.

En la antigüedad las prácticas de aberraciones tenían otra connotación; con la falta de amor al prójimo. Un pasaje del profeta Ezequiel deja entrever l’etat de la question: «He aquí que ésta fue la maldad de Sodoma, ciudad hermana de Gomorra: La soberbia, la saciedad de pan [comer hasta vomitar], y la abundancia de ociosidad. Jactancia desde la cual no se tendió la mano al afligido y al mendigo. Y se llenaron de soberbia y abominaron mi Ley.» Prácticas alejadas de valores convencionales, que no se reducen a una desviación carnal o mundana, sino a un profundo desmembramiento ético, espiritual y humano, inoculado de arrogancia e insolencia y desprecio al cautiverio. No por casualidad sadama (origen hebreo del término) significa tristeza, angustia, arrepentimiento, agotamiento. Al estudiar los versículos de la Biblia, se deduce que los habitantes de Sodoma y Gomorra, violentaron la cultura israelita en materia de relaciones humanas. Y por ello Yahvé mantenía a Lot-sobrino de Abraham-en ese lugar, con la misión de revertir esas conductas con exhortaciones, dado que Lot no pertenecía a esa legión. Su prédica no tuvo éxito…

Según el Génesis 19:1-38, dos ángeles entraron en Sodoma a rescatar a Lot. Los ángeles eran de hermosa apariencia y llamaron la atención de los habitantes. Al verlos, Lot les insistió que pasaran la noche en su casa. Pero antes de que se acostasen, los sodomitas cercaron la casa y exigieron que les entregase a sus invitados para abusar de ellos. Lot salió de la casa y se dirigió a los intrusos cerrando la puerta detrás de sí, y les dijo: «Les ruego, hermanos míos, que no cometan semejante maldad. Miren, tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las voy a traer… pero dejen tranquilos a estos hombres que han confiado en mí hospitalidad.” Aquellos le respondieron: “¡Quítate de en medio! ¡Eres un forastero y ya quieres actuar como juez! Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.” Lo empujaron violentamente y fueron por los «huéspedes». De nada sirvió la persuasión de Lot. La predisposición de penca y azote atrapaba el alma de los impíos. La vanidad en sus corazones, engañaba lo que decían albergaban en él. Y la altanería era de tal elevancia, que dudaban alguien fuese capaz de derribarles a tierra, por remontar como águilas su nido entre las estrellas. Y Jehová les dijo: «yo les derribaré».

Cuando los pueblos son conducidos abominando leyes sagradas y terrenales de convivencia, por estar sus pretores embriagados de poder y altivez, los valores superiores de justicia, perdón, diálogo, bondad o nobleza, no son correspondidos. Cuando las pestes, el hambre y el desasosiego no cesan por «la rapacidad del águila anidada», las penurias llevan al colapso, del cual ni las aves de rapiña se salvan. Con la misma inmisericordia, los pueblos confinados por sus verdugos rescatan a sus humildes y desplazan a sus celestinos.

Dialogar es práctica típica de los padres que hablan con sus hijos. Dialoga aquél que como Lot, comprende «la hospitalidad hacia el hombre bueno y de confianza.» Yo creo en el diálogo de los justos. Con el hombre normal, culto y de buenos modales. Con quien tolera tanto al forastero, como al lugareño y al que piensa diferente. Creo en el diálogo con quien se deja exhortar, no con quien se hace rogar. La lógica del diálogo demanda un sentido amistoso y fraternal. Pero un diálogo con soberbios-como en Sodoma y Gomorra-es un diálogo anodino y violento, por trivial e insubstancial. Ante la lógica del ser supremo dueño de la verdad, Bertrand Russel, matemático, positivista lógico, predijo en su octogésimo cumpleaños: «He vivido en busca de una visión, tanto personal como social. Personal: cuidar lo que es noble, lo que es bello, lo que es amable; permitir momentos de intuición para entregar sabiduría en los tiempos más mundanos. Social: un imaginario de una sociedad donde los individuos crezcan libremente y donde el odio, la codicia y la envidia mueren porque no hay nada que los sustente…»

Pues nada, ante la soberbia, intuición y sabiduría. Ellos no buscan diálogo, sino tiempo y acomodo. Y ni los tiempos ni el diálogo redimirán el hambre (dixit Maria Corina). La intuición sugiere no mendigar derechos. El diálogo no es un fin en sí mismo. Lo sabio, cómo el Sermón de la Montaña, es ser como la sal de la tierra, forzando el cambio desde la llanura y la prudencia. Así los hambrientos y sedientos de justicia fueron saciados, las águilas como los imperios cayeron, y como Sodoma y Gomorra, que creían serlo [águila e imperio], terminaron bajo lluvia de azufre y fuego …

 

@ovierablanco

vierablanco@gmail.com

Bloque Constitucional Venezolano considera “una inmoralidad”   la Sentencia del Tribunal Supremo de Justicia

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El Bloque Constitucional Venezolano calificó como “una inmoralidad” la Sentencia Nº 09-2016, del 1º de marzo de 2016, de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. El comunicado ha sido respaldado por la Federación de Colegios de Abogados de Venezuela, así como por los presidentes de 20 Colegios de Abogados de Venezuela.

En dicha sentencia, la mencionada Sala “abusando de su facultad para interpretar la Constitución, pretende modificar normas constitucionales relativas a las funciones de control político y de investigación de la Asamblea Nacional”, para reducirla a un poder meramente decorativo, “lo que violenta el sistema democrático del Estado de Derecho, siempre según las consideraciones del referido Bloque”.

La agrupación considera que, por tanto, esta actuación del TSJ contraría los valores, principios, garantías del Estado democrático de Derecho; y, además, los principios éticos que deben regir el ejercicio de la función jurisdiccional “de probidad, rectitud, transparencia, decoro, imparcialidad, que son determinantes de la conducta moral de jueces y magistrados, de cuyo cumplimiento depende la confianza de la sociedad en su integridad e independencia”.

Consideran los juristas integrantes del Bloque, que “lo sucedido justifica que tanto la Asamblea Nacional, como la ciudadanía, desconozcan le validez y eficacia de la referida sentencia”. Recuerdan así mismo, que la imparcialidad de la función jurisdiccional es el supuesto indispensable para la correcta administración de justicia.

Otra irregularidad señalada, es que según la Nota de Secretaría estampada al final de la Sentencia referida, los magistrados Calixto Ortega Ríos, Luis Fernando Damiani Bustillos y Lourdes Benicia Suárez Anderson, no firmaron la mencionada sentencia, alegando no haber asistido por motivos justificados.

Estos magistrados, al informarse en la Sala Constitucional de la demanda que dio lugar a la sentencia, supieron que uno de sus planteamientos fue el de la supuesta invalidez de la Comisión Especial creada por la misma Asamblea Nacional para revisar la elección de Magistrados Principales del Tribunal Supremo de Justicia, por parte de la Asamblea Nacional cuyo período legislativo finalizó en diciembre del año pasado; dentro de los cuales se encontraban sus propios nombramientos.

Estos debieron inhibirse por tener interés directo en la resolución de la demanda en cuestión, que les era aplicable por mandato del artículo 54, de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, y que así los obligaba la ley.

Es de destacar que la propia Sala mencionada ha considerado como “violación al deber de la ética judicial la no inhibición por parte de los jueces que conociendo que están incursos en una de sus causales; sin embargo, estos magistrados no cumplieron con esa obligación moral”.

En consecuencia, es de resaltar que los otros magistrados contribuyeron a convalidar el fraude a la ley mencionado, ya que, “como administradores de justicia, tenían la obligación de garantizar la imparcialidad de la función jurisdiccional por parte de la referida Sala”, porque al admitir la violación del deber moral señalado, contribuyeron con la infracción a los principios de la imparcialidad, idoneidad, transparencia, autonomía, independencia y responsabilidad, que según el artículo 26, de la Constitución, han de orientar la Justicia, y de cuya integridad dichos magistrados son sus guardianes.

Para el Bloque Constitucional de Venezuela, “la Sentencia en cuestión además de ser una violación de los valores, principios, garantías democráticas constitucionales es una inmoralidad desde el punto de vista de la ética judicial y de los estándares de comportamiento ético para jueces a que se contraen los Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura de 1985, y los Principios de Bangalore sobre la Conducta Judicial, de 2002, ambos instrumentos aprobados por la ONU; violaciones que jurídicamente justifican que la Asamblea Nacional y la ciudadanía desconozcan la validez y eficacia de la pretendida sentencia”.

Mercantil anuncia la emisión  de 2,5 millones de nuevas acciones

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Mercantil Servicios Financieros emitirá hasta 2,5 millones de nuevas acciones, destinadas a aumentar el capital suscrito y pagado de la compañía, informó la Gerencia de Comunicaciones Corporativas. La oferta pública de acciones, que comenzará el día 10 de marzo del presente año, estará dirigida inicialmente a los accionistas de la empresa, en ejercicio de su derecho de preferencia estatutaria. En caso de existir acciones remanentes una vez finalizado el plazo de colocación entre los accionistas, se ofrecerán al público en general.

 

La emisión cuenta con la aprobación de la Superintendencia Nacional de Valores (Sunaval). Contempla colocar hasta 1.479.586 nuevas acciones comunes clase “A” y hasta 1.066.414 nuevas acciones comunes clase “B” de Mercantil Servicios Financieros. Estas acciones son de carácter nominativas, no convertibles al portador. El capital suscrito y pagado aumentará así de Bs 664,4.millones a Bs 680,9 millones.

 

Mercantil Merinvest, Casa de bolsa, será el agente líder de la colocación, en la cual también participarán como agentes Mercantil Banco Universal, Activalores Casa de Bolsa, Valores Vencred Casa de Bolsa e Intersec Casa de Bolsa.

 

¿Hijos sin padres o padres sin hijos? por Carlos Dorado

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El otro día, tenía una cita con el Comisionado Bancario de Puerto Rico, y  mientras me anunciaban, vi un afiche que me llamó la atención por su título: “Peligros a la virtud humana”. Me puse a leerlos, y quedaron grabados en mi memoria:

1.- Riqueza sin trabajo.

2.- Placer sin conciencia.

3.- Conocimiento sin carácter

4.- Negocios sin ética

5.- Ciencia sin humanidad.

6.- Religión sin sacrificios

7.- Política sin principios

8.- Casas sin hogar.

9.- Hijos sin padres

Me quedé pensando en toda la sabiduría  que contenía. Me imagino que serán muchos los que lo leen, ya que el Comisionado después de un saludo y un estrechón de manos, me preguntó: ¿Cuál le parece a Usted que es el mayor de los peligros? Claramente se refería al contenido del afiche.

La respuesta es difícil, porque todos atentan contra la virtud humana, pero si tuviese que nombrar uno, quizás me inclinaría por el de: ¡Hijos sin padres!, condicionado por la frase que tantas veces le escuché a mi padre, quien  siempre solía decirme: “Para que los hijos tengan los pies sobre la tierra, hay que ponerles responsabilidades sobres sus hombros”

Pero los que tenemos que poner esas responsabilidades sobre los hombros de nuestros hijos, somos los padres a través del ejemplo y de nuestra obligación como padres. No es que tenemos que dar ejemplo; ¡Estamos en la obligación de dar ejemplo!, ya que no es sólo la principal manera de influir sobre nuestros hijos; ¡Es la única manera! Ser un padre no significa tener un hijo, al igual que tener un piano, no significa que uno sea pianista. ¡Ser Padre, es adquirir una obligación, y tener una responsabilidad!

Sin embargo; en muchas oportunidades, confundimos nuestro rol, y les damos cosas, pero no les damos principios; y en nuestro afán de darles aquello que nosotros no tuvimos, terminamos sacándole la oportunidad de tener todo lo que podrían tener; sin darnos cuenta de que cuando hacemos demasiado por ellos, terminan ellos no haciendo nada por ellos mismos. Olvidamos que mucho de lo que nosotros tenemos, quizás haya sido producto de carencias, no de excesos.

Es difícil; por no decir imposible, sembrar tomates y recoger zanahorias. Es imposible recoger respeto, amor, confianza y responsabilidad, sin haber sembrado el ejemplo y esa responsabilidad. ¡Recogemos lo que sembramos!, y  no son las malas hierbas lo que arruina a las buenas semillas, sino la negligencia del campesino por no saber arrancar esas hierbas.

Muchos de los problemas que vive actualmente nuestra sociedad tienen su origen en el hogar, al abandonar nuestro rol  y nuestras obligaciones como padres, como orientadores, formadores y educadores de nuestros hijos; preocupándonos si acaso (y no en todos los casos), por ser unos proveedores de ingresos. Todo esto bajo un ambiente social que conspira contra los valores y principios, que acaba premiando al más vivo, al más atrevido, al más sinvergüenza.

Una publicidad constante y despiadada, basada en los antivalores, y donde terminan sabiendo el precio de todo y el valor de nada, confundiendo las necesidades con los deseos; y perdiendo así los padres todo tipo de control y guía sobre sus hijos. También se pierde la autoridad para establecer normas, y para hacerlas cumplir.

Las consecuencias terminan pagándolas, esos  que nos jactamos al decir que son el gran amor de nuestras vidas: ¡Nuestros Hijos!

¿Hijos sin padres, o padres sin hijos? ¡Obviamente, Hijos sin Padres!

 

cdoradof@hotmail.com

“En mi casa me inculcaron valores” por Carolina Jaimes Branger

Marco Coello CNN

 

Para el gobierno es un prófugo. Para muchísimos venezolanos, una víctima del gobierno. Para la enorme mayoría del país, un héroe.

Las horas que transcurrieron desde que se corrió la voz de que Marco Coello había abandonado el país hasta que se supo que estaba a salvo en los Estados Unidos, mantuvieron al país en vilo. Los mensajes en Twitter deseándole éxito en su huida, llenándolo de bendiciones y buenos deseos, convirtieron su nombre en tendencia nacional.

Es contradictoria, por decir lo menos, la actitud de los “revolucionarios” frente a las torturas, abusos y desmanes de los cuerpos de seguridad del estado cuando ellos mismos -o sus familiares cercanos- han denunciado haberlas sufrido en la época de la república civil. ¿Es que dejan de ser malas si son otros quienes las padecen?

El relato del joven Coello es tan auténtico, su dolor es tan conmovedor, su dignidad es tan imponente, que si usted no vio la entrevista que le hizo Fernando del Rincón en CNN búsquela en la web. Vale la pena que la vea, porque rescata lo mejor de la venezolanidad: la hidalguía, el valor, la decencia.

En un país donde la mayor crisis es la moral, resulta reconfortante escuchar a un joven que lejos de convertirse en un cínico –cosa que ha podido sucederle, con todos los horrores que padeció- está convencido de que quiere luchar por el país.

Su relato es un espejo de la Venezuela de hoy, donde los abusos pasan impunes, los derechos humanos son pisoteados y la disidencia es castigada con una violencia inaudita. Fue arrestado mientras se recuperaba de una bomba lacrimógena que le había golpeado el cuerpo durante una marcha. En un primer momento pensó que lo estaban asaltando.  Ocho hombres lo rodearon, uno lo golpeó en la espalda con un extinguidor de incendio. Ese fue solo el comienzo. Los funcionarios no estaban uniformados, ni portaban identificación. Se enteró de que estaba preso cuando al final de un pasillo por donde pasó leyó en la pared “CICPC”.

De ahí en adelante, fue de peor para pésimo. Lo esposaron y lo arrodillaron por aproximadamente cinco horas. Le golpearon la cabeza contra la pared. Vio entrar muchos estudiantes detenidos. Pero a él lo llevaron a un cuarto aparte. Ahí le dieron un papel con una declaración que querían que firmara. Decía que él se declaraba culpable de los sucesos de ese día y que actuaba por órdenes de Leopoldo López. Le pusieron una pistola en la cabeza: “te vamos a matar si no firmas. Sabemos tu nombre, dónde vives”. Le dieron los nombres de sus padres, de sus hermanos. Él respondió: “no voy a firmar, porque no voy a culpar a alguien de algo que no ha hecho y no voy a admitir algo que tampoco he hecho”.

“¿No vas a firmar?” le preguntó uno de los funcionarios, mientras cargaba el arma y le apuntaba la cabeza. Otro funcionario lo detuvo: “no lo mates aquí, porque hay cámaras. Si quieres llévatelo para afuera y lo matas allá”. Lo siguiente fue trasladarlo a un sótano oscuro. Diez minutos más tarde llegaron de nuevo, lo envolvieron en una colchoneta y le pegaron con bates, palos de golf, le dieron patadas, lo rociaron con gasolina, le acercaban un yesquero y lo amenazaban con prenderlo fuego. Luego vinieron las descargas eléctricas. Pasó tres días incomunicado. Suficiente para quebrar a cualquiera.

Ante la pregunta de Fernando Del Rincón de por qué no había firmado para salvarse, la respuesta de Marco fue demoledora: “porque en mi casa me inculcaron valores”.

¡Marco, gracias, gracias, gracias! ¡Gracias por devolverme la fe en el país! ¡Gracias por hacerme ver que todavía hay una reserva moral importante! Porque aquí los valores se han ido de todas partes, como en desbandada. Nos hemos convertido en una sociedad cínica e insensible, permisiva e hipócrita y apareces tú con tu frescura y dices, con esa certeza, con esa fuerza y con esa autenticidad, que en tu casa te inculcaron valores. Me acosté a dormir feliz. Aunque tarde un tiempo, tenemos remedio.

 

@cjaimesb