URSS archivos - Runrun

URSS

¿Vendrá Rusia al rescate?, por José Toro Hardy

 

En 1961 tuvo lugar la “crisis de los cohetes” en Cuba. Fidel Castro se había declarado socialista: “Lo que más le molesta a los EEUU es que hayamos hecho una revolución socialista bajo sus propias narices”.

Procedió Castro a una alianza con la URSS. Nikita Jrushchov ordenó instalar cohetes nucleares R-12 y R-14 en Cuba capaces de alcanzar casi todo del territorio de los EEUU.

Detectados a mediados de 1963 por un avión espía U2, el gobierno estadounidense exigió su retiro y el de los buques cargados con misiles que se dirigían a Cuba. El 22 de octubre de 1962, Kennedy anunció por televisión un»cerco naval» alrededor de Cuba. «Si los barcos soviéticos avanzan, serán hundidos».

El 24 de octubre Jrushchov respondió: «La URSS ve el bloqueo como una agresión y no instruirá a los barcos que se desvíen».  El mundo estuvo a punto de un holocausto nuclear.

Aquello ocurrió en el momento más álgido de la guerra fría cuando la URSS había alcanzado la cúspide de su poderío militar y económico. Para los comunistas Cuba, ubicada a 150 kilómetros de los EEUU, tenía un valor estratégico vital. Lo que estaba en juego era la primacía entre las dos superpotencias triunfantes de la II Guerra Mundial y entre los dos sistemas rivales que ellas representaban: el comunismo y el capitalismo.

Cuando el holocausto lucía inevitable, las cámaras ubicadas en helicópteros mostraron el momento en que los buques soviéticos cargados de misiles se desviaron -casi en el límite establecido- frente a las naves de guerra de los EEUU. El mundo lanzó un suspiro de alivio.

Kennedy y Jrushchov habían llegado a un acuerdo. El 27 de octubre, Jrushchov propuso a Kennedy el desmantelamiento de las bases soviéticas de misiles nucleares en Cuba a cambio de la garantía formal y pública de que Estados Unidos no realizaría ni apoyaría una invasión al territorio cubano. Además, pidió el eliminar los misiles atómicos emplazados en Turquía.

Castro fue la alternativa a un holocausto nuclear, pero de allí en adelante la URSS tuvo que echarse a cuestas a Cuba proporcionándole una ayuda a un costo de unos 8.000 millones de dólares por año que se prolongó hasta el colapso del comunismo y la desintegración de la URSS en 15 naciones diferentes en 1991.

Muchos pretenden comparar el caso de Cuba en 1961 con lo que ocurre hoy en Venezuela. Cuando ya resulta evidente el hundimiento económico y el deterioro político del régimen,  siempre surge alguien que alega: “Pero ahí está Cuba después de seis décadas”.

La diferencia entre los dos casos es abismal. La URSS ya no existe. Lo que sí existe es una Rusia que después de varios años de crisis económica apenas empieza a levantar cabeza pero que no está en condiciones de repetir aquellas aventuras. Tiene prioridades geopolíticas en sus fronteras con los países que se separaron de la URSS, particularmente en Ucrania y en Sebastopol -donde está su única base naval en el Mar Negro- y en Tartús, Siria, donde está su base en el Mediterráneo. Enfrenta  severas sanciones económicas de la Unión Europea, además de una grave problemática interna con el islam en Chechenia.

Por su parte el régimen venezolano luce cada vez más arrinconado y los casos de corrupción que salen a la luz pública asombran al mundo. Una suerte de implosión luce probable. La producción petrolera se viene a pique. La hiperinflación campea por sus fueros y la escasez de alimentos es brutal (en menos de tres años la producción ha caído en más de un 50%). El déficit fiscal y el déficit en el flujo de caja de PDVSA resultan inmanejables ante el cierre del financiamiento externo. El default, por ahora selectivo, bloquea cualquier salida de la crisis. El Petro luce como el sueño de una mente acalorada y la reconversión monetaria un maquillaje.

El aislamiento internacional se profundiza. Las sanciones se extienden y agudizan y la Cumbre de las Américas en Lima amenaza con cerrar el cerco. Después viene la OEA.

No creo que el caso venezolano guarde ninguna semejanza con la crisis cubana de 1961. La guerra fría ya no existe. ¿Quién va a desempeñar aquí el rol que tuvo la URSS? ¿Quién se va a echar a cuestas al país? ¿Acaso una isla en el Caribe más arruinada que nosotros?

@josetorohardy

José Toro Hardy Abr 11, 2016 | Actualizado hace 8 años
Va de salida por José Toro Hardy

Salida

No es raro encontrar escépticos que argumentan que la Asamblea Nacional pierde su tiempo al aprobar leyes que no se aplicarán porque al controlar al Tribunal Supremo y a los demás Poderes Públicos, el gobierno las desconocerá.

Pero hay otra cara de la moneda. Quizá lo que está ocurriendo es todo lo contrario. Quizá la Asamblea Nacional le está poniendo «trampas» al gobierno y este último cae sistemáticamente en ellas, acercándose peligrosamente a una situación de ilegitimidad  y aislamiento que terminará por hacerlo inviable. Pregúntele a Fujimori.

Los escépticos siempre recurren al ejemplo de Cuba. Los Castro -dicen- llevan 57 años gobernando. Yo los invito a revisar un poco la historia. Un Castro sólo pudo surgir en la cúspide de la guerra fría, cuando capitalismo y comunismo libraban una feroz batalla ideológica por imponer su sistema. En tales circunstancias ofreció Fidel el territorio de Cuba para que la URSS instalase allí cohetes nucleares capaces de amenazar a los EEUU. Kruschev no podía resistir esa tentación. Era la lógica de aquel conflicto en el cual las superpotencias se amenazaban mutuamente sin que ninguna de las dos se atreviese a dar un paso definitivo que hubiese llevado a una destrucción mutua asegurada.

Nikita Kruschev pensaba que Kennedy era un hombre débil. Lo había visto flaquear en el caso de Bahía de los Cochinos. Cuba era irrelevante para los EEUU pero era invaluable para la URSS como plataforma de lanzamiento de sus armas atómicas.

Kruschev necesitaba  alardear de su poderío bélico ya que la inferioridad económica del comunismo era evidente. Los habitantes de Alemania Oriental huían en tropel hacia Berlín Occidental. Para enfrentar la situación el Premier soviético había ordenado construir, en 1961, el Muro de Berlín. Por otra parte, sabía Kruschev que en Turquía los EEUU había emplazado cohetes atómicos con los cuales podían abarcar todo el territorio soviético.

Bajo esas circunstancias surge la oferta de Fidel cuya revolución dependía del apoyo comunista. Con el mayor sigilo comienzan a llegar las armas nucleares a la isla camufladas como equipos agrícolas.

Los aviones espía U2 de los EEUU descubren los cohetes. Uno de esos aviones piloteado por  Rudolph Anderson fue derribado el 27 de octubre de 1962 y estalla la mayor crisis de la guerra fría. Kennedy le da un ultimátum a la URSS para que retire el armamento nuclear  y tiende alrededor de la isla un cerco naval para impedir que lleguen nuevos cohetes. Kruschev al principio se resiste. Los barcos rusos se acercan peligrosamente al punto donde los buques de guerra americanos tenían órdenes de hundirlos. El mundo entero aguardaba aterrorizado. Nunca el planeta estuvo tan cerca de un holocausto nuclear. Los ejércitos de ambas potencias estaban en alerta máxima.  Los bombarderos se aprestaban a despegar.

Finalmente, cuando todo lucía perdido, las naves rusas reciben la orden de detenerse y regresar. En el último instante se había logrado evitar lo que ha podido ser la mayor tragedia de la historia. Kennedy y Kruschev llegan a un acuerdo. La URSS retiraría los cohetes de Cuba y unos meses después EEUU los retiraría de Turquía. Por su parte EEUU se comprometía a no derrocar a Fidel Castro y Kruschev a no intentar nunca más emplazar cohetes en la isla.

Fidel Castro fue pues la alternativa a una III Guerra Mundial que hubiera podido acabar con la raza humana. La URSS cargó a cuestas con le economía de Cuba, a cambio de lo cual Castro enviaba tropas cubanas, como carne de cañón, a librar las guerras rusas en Angola, Etiopía y otros países africanos. Esa situación se mantuvo hasta que durante el gobierno de Gorbachov se desmoronó el Telón de Acero, cayó el Muro de Berlín en 1989, fracasó el Pacto de Varsovia, se retiraron las tropas rusas de Checoslovaquia, triunfó Solidaridad en Polonia, se desplomó el comunismo y  finalmente se desintegró la URSS en 1991. Uno de los dos sistemas había colapsado. Es «el fin de la historia» dictaminó Fukuyama.

Las cosas en Venezuela fueron bien diferentes. A partir del año 2000 comenzaron a subir los precios de las materias primas. Montado en el lomo de unos ingresos petroleros nunca antes imaginados, se instaló en el poder una revolución populista que dilapidó la mayor oportunidad histórica que tuvo Venezuela. Se trató de un episodio sin gloria, sin épica, ni ética, cargado de corrupción, que después de haber destruido nuestra economía se está viniendo a pique dejando una estela de escasez, inflación, crisis y pobreza. Venezuela está sumida en su propio «período especial»  y el gobierno ya no cuenta con la ayuda de nadie, ni siquiera de China.

Quienes quieren comparar  los casos de ambas revoluciones se equivocan. La caída del petróleo y de las demás materias primas se está llevando en los cachos a todos los gobernantes populistas surgidos de un ciclo de precios altos de los commodities.

Cuba, aunque quiere ganar tiempo, sabe que sin el maná petrolero venezolano, sin Chávez, Lula, ni Kirshner, su revolución ya no puede sobrevivir. Hoy busca un acercamiento con el odiado imperio y no se puede permitir el lujo de ponerlo en riesgo.

 

@josetorohardy
petoha@gmail.com

La URSS y Venezuela por José Toro Hardy

URSS

 

En 1984 tuve la oportunidad de visitar la URSS. Aunque cuando llegué ya era de noche, no pude resistir la tentación de ir a conocer la imponente Plaza Roja. ¡Me quedé asombrado! Era el símbolo del poderío soviético. A uno de sus lados la muralla del Kremlin desde donde los jerarcas comunistas presidían desfiles militares para alardear del poderío de las armas rusas. En aquella muralla están enterradas varias de las figuras más importantes de Rusia. Además la tumba de Lenin, el Museo de Historia, la catedral de San Basilio, todo profusamente iluminado y, como presidiendo, una inmensa bandera roja de la URSS con la hoz y el martillo coronando el Kremlin.

Admirado por el esplendor que me rodeaba, estuve horas observando y meditando. Finalmente me dispuse a partir. No eran las 10 de la noche pero no había ni un alma en las calles, ni pude conseguir nada abierto donde calmar la sed. Escondida en una esquina de la plaza finalmente conseguí una peculiar máquina expendedora de Pepsi. Digo que era peculiar porque no había vasos de plástico, ni latas, ni botellas. El líquido caía en un único vaso de vidrio que usaba todo el mundo y que, después, había que colocar otra vez en su lugar. Era tanta la sed que limpié el borde y bebí. Al abandonar la Plaza Roja las calles estaban oscuras. Faroles había muchos, con un bello diseño, pero todos apagados.

Al día siguiente quise ver cómo vivían los moscovitas. Mi impresión fue terrible. Las colas para comprar alimentos eran larguísimas. Todo escaseaba. Todo estaba racionado. Vi por primera vez en mi vida aparatos de radio sin dial. Una sola emisora que transmitía solo lo que el gobierno quería que la gente oyera.

Fui a una inmensa tienda -los almacenes GUM- a un lado de la Plaza Roja. Había largos mesones donde las prendas estaban amontonadas en desorden. Me causó mucha impresión el mesón de los zapatos. Montañas de ellos, de distintas tallas, pero todos marrones e iguales. No estaban presentados en cajas ni en pares. Uno metía la mano en el pilón, hasta conseguir digamos uno talla 40 para el pie izquierdo y después tenía que seguir jurungando hasta conseguir el otro.

Eso es el comunismo. En la URSS el sistema era capaz de producir bombas atómicas y de hidrógeno, aviones de guerra, helicópteros, satélites artificiales y disponer del ejército más numeroso del mundo, dotado del mayor número de tanques de guerra que existía y de armas ultra modernas.

La URSS era la segunda nación más poderosa del planeta pero sus ciudadanos estaban sometidos a privaciones increíbles. Aquel gobierno era capaz de subsidiarle el petróleo a todos los países de la órbita soviética para conservarlos fieles al comunismo. Era capaz de mantener a Cuba y de financiar o respaldar aventuras políticas y militares en África o en Centro América; pero de lo que no era capaz el comunismo era de producir vasitos de cartón, ni alimentos suficientes para su población que padecía grandes carencias, ni zapatos de distinto modelo, ni cajas para que los zapatos se pudieran vender por pares, ni de satisfacer necesidades que para cualquier ciudadano de Occidente se hubieran considerado elementales. No era capaz de iluminar las calles, ni de producir autos suficientes, pero era capaz de dedicar cualquier esfuerzo para extender su sistema. Podía mantener a su nomenclatura satisfecha y en la abundancia a costa de privar al ruso común -cuya opinión no contaba- de las cosas más sencillas. Sobre todo los privaba de libertad.

El comunismo tenía que acabarse y eso fue lo que ocurrió cuando la gente se hartó, al igual que pasó en los países de Europa Oriental. Uno a uno se rebelaron. Se desmoronó la Cortina de Hierro, se derrumbó el Muro de Berlín y hasta la propia URSS se desintegró en 16 naciones diferentes en 1991. El comunismo, firmemente apoyado por el inmenso ejército rojo, se vino a pique sin que se disparara ni un solo tiro. Murió por ineficiente.

Años después Chávez pretendió resucitarlo y emularlo con un modelo al cual llamó Socialismo del Siglo XXI. Usó el petróleo tal como lo hacía Brezhnev, para comprar voluntades. El desenlace parecía inevitable. El comunismo y la URSS comenzaron a desplomarse cuando muere Brezhnev en 1982 y los precios del petróleo soviético caen de 42 a 9 dólares el barril y su economía colapsa. El Socialismo del Siglo XXI se vino a pique cuando muere Chávez, los precios del petróleo venezolano se derrumban de $ 116 el barril a un nivel inferior a los 30 y la economía colapsa.

Venezuela ha entrado en su propio «período especial». La escasez de alimentos y de medicinas es dramática. Las colas en los automercados y en las farmacias así lo evidencian. Nada se consigue. Eso ya se había vivido en la URSS. Con las diferencias del caso, la historia se repite.

 

@josetorohardy

petoha@gmail.com

Los estertores de un modelo por José Toro Hardy

chavez4

Al observar lo que está ocurriendo actualmente en Venezuela uno cae en la tentación de revisar las páginas de la historia para analizar lo que ocurrió en otros países que enfrentaron situaciones similares. Surge el caso de lo que ocurrió en la URSS. Veamos:

Después de la Guerra de Yom Kippur y el Embargo Petrolero Árabe en 1974,  la Unión Soviética atravesó -al igual que Venezuela- por una etapa de gran afluencia económica debido al impresionante aumento que experimentaron los precios del petróleo. El líder de la nación comunista era Leonid Brezhnev, que lucía como un Zar más de Rusia. Poco le interesaban al Premier  soviético los temas económicos; en cambio, tenía una verdadera obsesión por extender el comunismo y por mantener el poderío del imperio que encabezaba. Sus propios ciudadanos no eran su prioridad.

La  URSS no era una nación industrializada. Su economía se basaba en la venta de materias  primas y en su creciente ingreso petrolero. La atención de Brezhnev se centraba en tres estrategias: el gasto militar, el control de los países de la órbita soviética y la expansión del comunismo en otras área como fue el caso de Cuba, Angola y la intervención soviética en Afganistán.  A toda costa quería sobrepasar militarmente a los EEUU. Le  proporcionaba  petróleo subsidiado a los países del Pacto de Varsovia para mantenerlos atados al comunismo y sumisos a Moscú.  El petróleo que estos países recibían lo pagaban mediante trueque. El mecanismo parecía funcionar, al menos hasta que en 1982 se derrumbaron los precios del petróleo soviético que cayó de 40 a 9 dólares el barril.

Brezhnev tuvo la prudencia de morir ese mismo año antes de que estallara el caos que había contribuido a provocar con su dogmatismo marxista, su expansionismo y su imprevisión económica. Le suceden por un corto período Andropov y Chernenko.

Finalmente le toca el turno a Gorbachov.  Cuando llega al poder en 1985 recibe la herencia de Brezhnev:  Una economía soviética en ruinas. Los niveles de escasez obligaban a los ciudadanos a largas colas para conseguir cualquier cosa. Desesperadamente busca financiamientos que no logra obtener. Tratando de salvar a su país, recurre a dos políticas:  «Glassnot»  en favor de la libertad de prensa y la “Perestroika” para reformar la deprimida la economía. Ya era muy tarde.

Se ve obligado a eliminar los subsidios petroleros a la órbita soviética y a Cuba. Sin ese petróleo ya no podía mantener atados a estos países. Como resultado de ello, a partir de 1989 se desmorona la Cortina de Hierro  que había erigido Stalin y cae el Muro de Berlín que había sido obra de Kruschev. Finalmente, en 1991 se desintegra la propia Unión Soviética en 16 países. Todo aquel andamiaje  se viene estrepitosamente abajo sin disparar un tiro. A pesar de contar con un poderoso ejército absolutamente apegado al comunismo el sistema fenece y la URSS pierde la Guerra Fría. Cuando una sociedad está lista para un cambio, nada la detiene. «Es el fin de la historia”, dictamina Fukuyama.

Guardando las distancias, muchas de las cosas que pasaron en la URSS están ocurriendo hoy en día en Venezuela.  Al presidente Chávez le tocaron años de afluencia petrolera tal como a Brezhnev. Como este último, no se preocupó por construir una economía sustentable sino que se centró en algunos objetivos: Crear una inmensa base política, extender su Socialismo del Siglo XXI,  estimular el gasto militar y construir una zona de influencia a base de subsidios petroleros. Diseñó Alba y UNASUR con el recóndito deseo de emular una suerte de Pacto de Varsovia que orbitara en torno a Caracas.

Pero todo era un castillo de naipes que se basaba en una etapa de precios petroleros excepcionalmente altos que Chávez creyó iban a durar para siempre. Finalmente, al igual que Brezhnev, tuvo la prudencia de partir antes de que estallara en caos. El primero gobernó durante 18 años, el segundo durante 14 años.

Veamos lo que ocurre ahora en Venezuela. Nos encontramos con una economía severamente dañada por tres lustros de dogmatismo socialista que se tradujeron en expropiaciones, controles de precio, destrucción y estatización del aparato productivo, control de cambio, inflexibilidad laboral, limitaciones a la libertad de expresión, caída de las inversiones y pérdida del equilibrio entre los poderes públicos. Se profundizó la extrema dependencia con respecto al petróleo, que aporta cerca del 96% de la totalidad de los ingresos en dólares que percibe el país.

Pero, súbitamente, se desmoronaron los precios del petróleo y estalla una escasez brutal de los productos más elementales. La economía se paraliza progresivamente. La producción nacional de bienes no alcanza y tampoco los dólares para poder importarlos. Las colas y la escasez abruman a los ciudadanos mientras las empresas del Estado, empezando por PDVSA, están sumidas en una ineficiencia pasmosa. La inflación es la más alta del mundo, el déficit fiscal inmanejable  y ya nadie tiene confianza en el signo monetario. También aquí la sociedad está lista para un cambio.

Yo me pregunto: si la segunda nación más poderosa del mundo cayó de rodillas ante fenómenos similares y el sistema en el cual se sustentaba se vino a pique, ¿qué no podrá pasar en una pequeña nación como la nuestra que pretende resucitar un modelo ya fallecido?

Ciertamente yo no me atrevo a responder. Le pido a cada quien que saque sus propios conclusiones. La historia tiene una terca tendencia a repetirse, pero no siempre lo hace en iguales términos. Ojalá que lo que nos depare el futuro no sea a un Putin.

@josetorohardy