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Unión Soviética

Julio Castillo Sagarzazu Ene 18, 2022 | Actualizado hace 2 semanas
Los Sudetes, Ucrania y Venezuela
A los venezolanos nos interesa evaluar hasta dónde nos pueden servir estos juegos de tronos de la geopolítica mundial

 

@juliocasagar

Venezuela es un problema geopolítico mundial, por eso, en el título de esta nota aparece junto con Ucrania y los Sudetes checoeslovacos, en lo que aparentemente pareciera un batiburrillo o una sopa de letras sin relación alguna.

Síganos a los párrafos siguientes donde trataremos de explicar el por qué. Veamos:

La entrega a Hitler de los Sudetes checoeslovacos en el Tratado de Múnich, por parte de Chamberlain y Daladier, es la operación geopolítica más vergonzosa y terrible de la que se pueda dar cuenta en la historia moderna. Creyeron que, con ese “gesto” de humillación, calmarían al Führer y disiparían el horror de la guerra. Como les dijo Churchill, al final tuvieron “la humillación y la guerra”.

Ese territorio de la entonces Checoeslovaquia fue cedido sin siquiera participar a Benes, su presidente; o sin invitarlo a la conferencia donde se repartieron su territorio como los soldados romanos, la túnica de Cristo al pie de la cruz. Ese acto bochornoso fue, no obstante, la demostración de cómo un pequeño territorio, que formaba parte del tablero de los intereses geopolíticos de la época, podía llegar a jugar un papel determinante en el curso de los acontecimientos y de cómo, al final del día, “los países no tienen amigos sino intereses”.

Lo propio ocurrió en la crisis del 62 que se saldó con el quid pro quo del retiro de los misiles soviéticos de Cuba, a cambio del retiro de los norteamericanos de Turquía. Las grandes potencias siempre se despachan y se dan el vuelto cuando eso es lo que les conviene.

Hoy, en el marco de la resurrección del espíritu Gran Ruso, el Bonaparte del Kremlin, emulando a Catalina La Grande, se apresta a lanzar una apuesta y parece que pone casi toda la carne en ese asador. Luego de haberse anexado a Crimea, ante la mirada complaciente de Occidente, que pensaba que hasta allí llegaría (remember Sudetes) ahora lanza su baza concentrando en la frontera oriental de Ucrania una fuerza militar con capacidades de invadir el territorio.

Ya allí, alienta una sublevación de separatistas prorrusos (remember Sudetes). Y no es descartable una operación de “falsa bandera” (remember Polonia 38) que le diera excusas para aumentar la tensión.

Ya Putin ha logrado con todo esto (como Hitler) llamar la atención del mundo. Luego de ningunear a la Unión Europea (recordemos que hace meses ridiculizó a Borrel en vivo y directo) ha logrado que, en conversaciones directas, Biden se haga cargo del asunto.

Es en esta etapa que ha entrado en juego Venezuela en el tablero geopolítico del que hablamos. Una portavoz del Kremlin ha dicho que, si la OTAN mantiene su idea de incorporar a Ucrania, Rusia podría incrementar su presencia militar en Cuba y Venezuela. Y para muestra de lo que pueda hacer envía una fuerza especial a Kazajistán para ayudar a la dictadura de ese país a reprimir un levantamiento popular de gran amplitud.

¿Hasta dónde llegara todo esto? Nadie lo puede saber. En realidad, lo que nos interesa a los venezolanos es evaluar hasta dónde nos pueden servir estos juegos de tronos de la geopolítica mundial.

Veamos:

Es cierto que Venezuela interesa a Rusia por la capacidad de latirle en la cueva a los Estados Unidos, en su patio trasero. De allí, que el acuerdo de defensa firmado con Maduro contemple la provisión de armamento y asesores. Hace poco, por cierto, un oficial retirado hacía una larga relación de cuántos sistemas de armas ha provisto Putin a Maduro; y sacaba la conclusión de que le menospreciábamos al no tener tal dato en cuenta.

Hay que decir que, efectivamente, se trata de un dato relevante, pero que está muy lejos de convertirse en decisorio sobre el destino de nuestra democracia. Si los ejércitos armados hasta los dientes y la superioridad militar cancelaran la lucha por la libertad, no habría habido pueblos libres en el mundo. A este argumento habría que recordarle cómo, en el año 89, el ejército del mundo comunista mejor armado por Moscú y la mejor policía política del mundo (la STASI, métodos rusos con disciplina alemana) no pudieron hacer nada ante la caída del muro de Berlín.

Allí no fue que los rusos le regalaron Alemania del este a Occidente, como algunos dicen que Maduro regaló Barinas a la oposición. No. Allí ocurrió que una acción inesperada (cisnes negros, los llaman ahora) en medio de una situación geopolítica de extrema debilidad del mundo comunista, impidió que los tanques del Pacto de Varsovia entraran en Berlín como lo hicieron en Hungría en el 56 y en Praga en el 68.

¿Y todo esto, por qué nos interesa? Por muchas razones. Pero la más importante es que hoy las fuerzas democráticas venezolanas debaten entre varias opciones o vías estratégicas para continuar la lucha por recuperar la democracia y la libertad para el país.

Estas opciones más visibles son las del referendo revocatorio, las elecciones libres para presidente y la relegitimación del liderazgo. Un menú interesante para un banquete de comienzo de año.

Sin embargo, sin ánimo de aguar la fiesta, tenemos que decir que, independientemente de que abracemos cualquiera de las iniciativas, la realidad es que tenemos muy pocas posibilidades de cristalizar las dos primeras a partir de nuestras propias fuerzas.

Es así que, desde esta ventanita, se nos ocurre sugerir que las fuerzas democráticas del país se enfoquen en volver a presionar para que se reanuden las negociaciones en México.

No es realista, lo repetimos, creer que podremos imponer un RR o unas elecciones, si ello no forma parte de una negociación CON GARANTES (mayúsculas exprofeso). La presión, el debate, las iniciativas de calle son importantes, pero, como ha ocurrido en otras ocasiones, son limitadas si no convertimos la lucha en un issue de la geopolítica mundial.

De manera que allí pensamos que está la primera tarea. Y allí se deberían centrar nuestros mejores esfuerzos.

Queda pendiente, no obstante, un tema. A nuestro juico el más importante, aunque no sea el más visible y el que en realidad no depende de la realidad geopolítica del mundo: se trata de la legitimación de la dirección política opositora. Para esto no necesitamos ninguna crisis internacional. Solo es necesario ponernos de acuerdo entre nosotros. Sin una dirección política con autoridad ante el pueblo y legitimada por él, no será fácil adelantar exitosamente ninguna de las otras iniciativas.

Al final, al final, la segunda guerra mundial, la entrega de los Sudetes, el “Anschluss” austríaco y la invasión a Polonia ocurrieron porque a la cabeza de las democracias que debían evitarlo estaban Daladier y Chamberlain. Otro gallo habría cantado si en lugar de estos dos inefables sujetos, hubieran estado Churchill o De Gaulle.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El avance de las ideas, ha dado con cuestiones fundamentales que han puesto al descubierto causas y efectos de situaciones cuya movilidad se ha dado al borde de susceptibles y perceptivas realidades. Sus análisis han derivado en crudas sacudidas económicas, sociales y políticas que, en buena forma, han captado la atención de estudiosos y fisgones de las sociedades actuales. 

En consecuencia, ha habido más que un cambio de las metodologías que indagan la dinámica de los movimientos toda vez que buscan encauzar al mundo por nuevos caminos. Que si rupturas o reacomodaciones de civilizaciones que devinieron en rigurosas modificaciones o readecuaciones de valores que terminaron animando la deserción de la moral, la ética. Asimismo, de la ideología como fundamento de razones que apuestan a la convivencia humana.

La desesperación, sumada a la angustia propia de problemas fluctuantes o irresueltos, ha sido factor de desarreglo económico, social y político en el fragor de realidades sumidas en conflictos generados por la ingobernabilidad creada como resultado de graves imprecisiones al momento de elaborar y tomar decisiones de fuerte impacto. Muchas fueron desavenencias de consideraciones, producto éstas de ideales que no cuajaron ni tampoco terminaron en buena lid.

Una de las ideas que resultaron en craso fracaso, fue la de “socialismo” cuyo terreno de experimentación, la extinta Unión de República Socialistas Soviéticas, URSS, terminó desapareciendo bruscamente de la ecuación política internacional. En contraste con la idea de “desarrollo”, la de “socialismo”, no tuvo el realce que su ductor Carlos Marx, había imaginado. Particularmente, luego de que el gobierno de cual nación servida a manera de “caldo de cultivo” dispusiera del poder en manos de individuos para quienes la condición de “obrero” fuera argumento suficiente para asumir el papel de estadista. 

La idea de “socialismo” quiso forzarse a congraciarse con realidades –muchas de las cuales, no fueron consideradas como variables de la relación estimada entre la idea de “progreso” inconsistentemente argumentada en la perspectiva política, y la de “desarrollo”. Ésta tampoco finalizada en cuanto su estructuración sociopolítica. 

 

Peor aún fue la idea de “socialismo del siglo XXI”, cuya delineación fue pautada a la sombra de elementos cualitativos que comprometen la determinación del hombre (latinoamericano) en su medio de producción y en la óptica que configura su capacidad de consumo, de ingreso, formación. Y sobre todo, su motivación al logro. vista la misma como palanca de empuje a su vida económica, política y social.

Es decir, el esbozo del mentado y manoseado “socialismo del siglo XXI”, no consideró la naturaleza humana en medio de lo que las necesidades e intereses del hombre -supuestamente considerado como sujeto plural de dicha doctrina- proyectarían de cara a las realidades por las que debía transitar quien habría de habitar el entorno y contorno socialista. 

Por tan mayúscula razón, el “socialismo del siglo XXI” no pudo articularse con fuentes que le habrían permitido la construcción del mundo que, teoréticamente, se planteó. Así quedó relegado y luciendo como meras palabras o frases de invitación, todo lo que debía exaltarse desde el enfoque de lo que refiere la organización productiva y las relaciones sociales entre instancias de toda naturaleza.

De manera que la arrogancia estructurada en forma de preceptos que responden al usurero “socialismo del siglo XXI”, no pudo ni siquiera convenir con la creencia de la continua perfectibilidad del hombre en los mayores y mejores ámbitos de la vida económica, social y política. Más aún, siguió errando cuando trató de exhortar su criterios como práctica cotidiana del hombre y vincularlos a la política, la moralidad, el pensamiento, las libertades y una continua refinación de sus gustos y costumbres. Tanto como con su cultura y su sentido de afirmación familiar.  

Evidentemente, no es posible conseguir razones que tiendan a hacer consistente y firme la idea de “socialismo del siglo XXI”. Menos si tal idea, busca exportarse como sistema político-económico que a juicio de sus proyectistas, podría “soportar la responsabilidad del desarrollo económico y social” de cuantas naciones se adhirieran (bobaliconamente) a su causa de estupidez ilustrada. 

 

Ni hablar de los costos que su implantación contrajera, con el cuento manido de “(…) darle poder a los pobres”,. Por donde se esto vea, compromete peligrosamente todo imaginario que juegue a la idea de implantar tan rapaz ideario político. Más, cuando por delante  está el hecho de evitar su enfermizo contagio. Aunque ello no sería un problema de teoría económica, ni tampoco de sensibilidad o carencia de motivaciones. Sería un problema de sobrevivencia.

Particularmente, sólo al imaginar que la civilización de esta parte del mundo, pueda caer en la fauces de lo que suena a “socialismo del siglo XXI”. Y es precisamente, lo que caracterizaría situarse, aunque por escasos segundos, más allá del “socialismo del siglo XXI”.

Cuentas que siempre se pagan, por Ramón Hernández

Cuentas-

 

La historia no perdona ni absuelve, tampoco olvida. No importa cuán hondo se entierren los cadáveres ni qué minúsculas sean las cenizas siempre aparecen sobre la mesa de un historiador o de un juez. Nunca un Estado se esforzó tanto como el soviético para tapar sus crímenes, sus fracasos y sus farsas; nunca antes había existido un sistema propagandístico tan eficiente y cautivador ni nunca se había derramado tanta sangre en la consecución de una utopía. Creyeron que las crueldades, los robos, las violaciones, las torturas quedarían sepultadas, ocultas, bajo la nueva civilización y el resplandeciente nuevo amanecer. Se equivocaron.

A pesar de la actitud triunfadora de Vladimir Putin, Rusia y lo que queda de la antigua Unión Soviética es una gran cleptocracia que cada vez se aleja más de ser un Estado moderno, con menos posibilidades de convertirse en ejemplo de crecimiento, de progreso y más en la víctima de una predatoria burocracia que ha llenado su territorio de parches feudales, unos aparentemente tecnológicos y otras auténticas zonas sin ley ni justicia. No ha desaparecido el hambre ni ninguna de las consabidas humillaciones de la dictadura del proletariado, aunque ya no se hable de socialismo ni se repita aquello de a cada quien según sus necesidades y de cada quien según sus posibilidades.

Los muertos que quedaron atrás en la construcción de ese presunto paraíso terrenal que sería el socialismo de los bolcheviques se cuentan por decenas de millones, sin incluir los 20 millones que fueron sacrificados en la Segunda Guerra Mundial, más por la incapacidad militar de Iosif Stalin que por la superlativa crueldad de los nazis. Los costos en vida de cada batalla que ganaba indican que pocos han sido más incompetentes que el Koba ni sus resultados más pírricos. Nunca hubo socialismo; mucho menos comunismo, su fase “superior”. Todavía sus promotores y ejecutores –tantas veces trasmutados en verdugos– tienen cuentas pendientes con la humanidad. El tiempo histórico tiene su propio paso.

La impiedad no desaparece en los huecos negros ni bajo toneladas de concreto, siempre hay una frágil hoja, una nota extraviada, un verso, una foto o un cargo de conciencia que deja al descubierto robos, tropelías, abusos e iniquidades, delitos de lesa humanidad –torturas y sucedáneos– con nombres y apellidos. Los esbirros de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez siguen en la memoria, también los verdugos que declarados comisarios políticos “ajusticiaban” por contrarrevolucionarios a los muchachos que habiendo jurado hacer la patria libre o morir por Venezuela se habían apropiado de un paquete de galletas, de una lata de sardinas o enamorado a la soldadera del jefe. Ay, comandante Fausto, cuántas historias ocultas, pero habrá tiempo.

Al contrario de lo que imaginamos por la experiencia de cada uno en la estratósfera digital, los bites son resistentes a los errores ex profesos, sean de mala fe o de los otros. Nunca se borran y andan dando vueltas en los huecos negros, surfeando en los saltos magnéticos y pescando en el caos de los protones, neutrones y similares. Los clusters son 99% resucitables, lo saben los forenses digitales, los hackers rusos y los ex becados por Ernesto Villegas. No valen rezos, ofrendas ni sacrificios, tampoco que muestre sonriente, muy sonriente, el nunca leído ni respetado ejemplar de la Constitución. Siempre queda un caché, una huella.

Mientras estuvo confinado en el gulag, Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn construía las oraciones entre un maltrato y otro. Las corregía y las anotaba en papelitos diminutos, que en las requisas más fuertes guardaba en la boca y en cualquier otro orificio disponible; si faltaba papel memorizaba los párrafos y los recitaba mentalmente día tras día para hacerlos resistentes al olvido. En lo que pudo los organizó y logró que los publicaran. Fue tan demoledor como el accidente atómico de Chernóbil. Uno y otro mostraron al mundo la gran mentira soviética. Ni civilizados ni científicos, simples hampones en el poder. El saqueo en Rusia no ha terminado, en otros países apenas empieza. Vendo retrato de espejismo al borde del precipicio del Arco Minero.

@ramonhernandezg

El Nacional

Los Runrunes de Bocaranda de hoy 14.09.2017: BAJO: laboratorio venezolano
BAJO
¿LA NUEVA U.R.S.S.?: 

Cada día se notan más las “costuras” de la ilegal asamblea constituyente. Críticas como las de los rojos Earle Herrera y Eleazar Díaz Rangel quienes han discrepado abiertamente del sectarismo existente demuestran el entubamiento de las decisiones aprobadas. No se ha hecho caso a las voces discrepantes que miran con escepticismo y estupor la repetición de los cientos de errores en materia económica que al caletre repitió el presidente Maduro, en cadena entre gallos y medianoche, para ahondar en las políticas del español de Podemos, Serrano Mancilla, y del viejo guerrillero cubano graduado luego de economista y quien fungiera de asistente del Ché Guevara, Orlando Borrego. Ambos anclados en los tiempos de la Unión Soviética a la que siguen queriendo reproducir en su “laboratorio venezolano” como pregona Serrano a sus alumnos en Ecuador. Con la nueva cesta de monedas para “ajustar” el ¿dólar Dicom? siguen empeñados en no escuchar la realidad no solo de Venezuela sino del mundo 

runrunesalto

runrunesmedio

U.R.C.S.B., por Carolina Jaimes Branger

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¿Quieres vivir en un país donde un grupito de personas decide cómo, cuándo y dónde vas a ser y hacer? ¿En un país donde disentir sea razón para que te persigan, criticar sea un crimen y militar en un partido político distinto al del status quo una traición a la patria?

¿Quieres vivir en un país donde sea una hazaña conseguir alimentos que aún en los países más pobres es algo normal? ¿Quieres vivir dejando tu sueldo de miseria en manos de bachaqueros y funcionarios corruptos o dependiendo de los CLAPS? ¿Quieres vivir en un país como la extinta Unión Soviética, donde te decían que las papas costaban sólo un rublo, pero el problema era que no había papas? ¿Quieres vivir en un país donde cada día hay más personas hurgando los basureros para comer las sobras de otros?

¿Quieres vivir en un país donde en los hospitales no hay ni alcohol, donde en las farmacias no hay remedios y donde enfermarse es una vía segura a una gravedad o la muerte? ¿En un país donde el régimen no ha querido declarar la emergencia humanitaria, a pesar de los miles de muertos que ha habido? ¿Quieres vivir en un país donde los médicos que atienden a los más pobres estudiaron tres años en vez de nueve, como deben estudiar todos los médicos?

¿Quieres vivir en un país donde la educación cada día es peor porque nadie quiere ser maestro, porque ser maestro es un pasaporte a la ruina? ¿Donde los muchachos que se gradúan de bachilleres lo hacen sin haber cursado las materias científicas porque no hay profesores? ¿Donde unos programas llamados misiones te preparan para ser burócrata, pero no profesional? ¿Quieres vivir en un país donde quienes te obligan a creer en ellos tienen a sus hijos viviendo en países capitalistas del primer mundo, estudiando en los mejores colegios y universidades y gastando a manos llenas el dinero que sus padres le robaron al país?

¿Quieres vivir en un país donde la posibilidad de que te maten es una probabilidad cierta? ¿Quieres vivir en un país donde todos tenemos muy cerca alguien que ha sido asesinado y el gobierno no ha hecho nada por remediarlo? ¿En un país donde hay fuerzas paramilitares que hacen lo que les da la gana bajo la mirada complaciente y cómplice de las autoridades que deberían arrestarlos? ¿En un país donde los presos salen de vacaciones y la gente honesta vive encerrada?

¿Quieres vivir en un país cuyo gobierno es cómplice de la escoria del mundo, donde se exalta a los asesinos y a los déspotas y se denigra de los demócratas? ¿Quieres vivir en un país donde el mismísimo poder electoral es el que te roba las elecciones, pero que está presto y diligente para montar elecciones que no existen en la Constitución?

¿Quieres vivir en un país donde esas fuerzas de seguridad te atacan con armas mortales sólo por protestar, no importa si vas desarmado? ¿En un país donde los jóvenes se quieren ir porque no ven futuro porque no hay trabajo, ni retos, ni oportunidades?…

¿Quieres vivir en un país donde los gobernantes se burlan a diario de sus habitantes, donde los ciudadanos son vistos como instrumentos para lograr sus fines?

Ese país lo conoces, se llama Venezuela. Y cuando Venezuela se convierta en la U.R.C.S.B., la Unión Revolucionaria de Comunas Socialistas Bolivarianas esto se va a poner peor, mucho peor… ¿Te imaginas la monstruosidad? ¿Es que crees que no mereces algo distinto? ¡Por ese país que podemos llegar a ser es que estamos en la calle! Por ti, por mí, por todos. Por los que vendrán. Por los que se han ido. Actívate antes de que sea demasiado tarde.

@cjaimesb

Yacer en el fondo, por Víctor Maldonado C.

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“Ha sucedido, y por consiguiente, puede volver a suceder”. Con esta frase, sin adornos y sin rebusques, Primo Levi, una víctima del fascismo, advirtió sobre el fuste torcido de la humanidad. La historia es la vitrina de la crueldad humana. El hombre es capaz de todo, incluso de organizar e imponer un sistema feroz y brutal, sin ninguna otra excusa que la prevalencia de la fuerza y la falsa convicción de que unos hombres y sus ideas son más importantes que el resto. Ha sucedido, y lamentablemente sigue sucediendo. Peor aún, nos está sucediendo.

Somos víctimas de un experimento fallido. La colectivización forzada y la destrucción de la economía privada es la causa de la hambruna que se cierne sobre el país. Pero no es un invento inédito. Es la misma ruta equivocada que intentan todos los socialismos. En 1928 Stalin la impuso en la Unión Soviética apostando a un incremento de la productividad que nunca ocurrió. Por el contrario, la muerte fue el signo de un error que cobró a millones de víctimas lo que era responsabilidad de unos cuantos criminales ignorantes que sin mayor problema eran capaces de subordinar la dignidad humana a la primacía de una ideología imposible de llevar a la realidad. Solamente en Ucrania murieron millones por hambre en lo que se conoce como Holomodor. Los mataron de hambre en un afán de demostrar la supuesta superioridad de las granjas colectivas a las que se gestionaban privadamente. Al arrasar con la propiedad privada abrieron el camino a la hambruna.

En China problemas similares comenzaron con el arribo del partido comunista al poder. A Mao no se le ocurrió otra cosa que imponer el “gran salto adelante” para modernizar el sistema agrícola del país. De nuevo la colectivización y la persecución de cualquier opinión disidente se cebaron en la población, logrando niveles de mortandad que todavía hoy se discuten. Mao Yushi, economista chino y premio Milton Friedman a la Libertad del Cato Institute en 2014, sostiene que en algunas poblaciones llegó a matar a 1 de cada 8 personas. Un error humano llamado socialismo real, expresado en un inmenso aparato de represión que servía a los caprichos de un dirigente desvariado, inmoló a más de 20 millones de personas, sin arrepentimiento alguno. Yushi termina calculando que “si sustraemos los bebés que hubieran nacido, utilizando las tasas promedio de mortalidad y fertilidad del periodo, el número de muertes anormales durante la Gran Hambruna fue de 36 millones. Si esta cifra es la correcta, la Gran Hambruna mató aproximadamente la misma cantidad de personas que la Segunda Guerra Mundial”.

En Camboya el guión lo quisieron desempeñar Pol Pot y sus Jémeres Rojos. Él también creía en el hombre nuevo y en una utopía rural que suponía la transformación absoluta del país. En 1975 su régimen abolió el dinero, la propiedad privada y la religión. En todo el país se impusieron sociedades agrarias colectivas donde sobraban el conocimiento y la división del trabajo. Cualquier profesional era sospechoso y habitualmente aniquilado. En el camino murieron 1 de cada 3 hombres, que llegaron a sumar 1.7 millones de víctimas de la colectivización.

Cuba no hace sino encubrir todavía las razones y consecuencias de su “período económico especial”.  Pero basta con leer las novelas de Padura para tener una versión de las terribles consecuencias que significó vivir un régimen que prefirió mantenerse firme en su comunismo colectivista antes que hacer cualquier concesión a la realidad. Pero los cubanos son expertos en las medias verdades. La realidad es que hubo una caída abrupta de la ingesta calórica, en promedio un 26%, pero llegó a ser de un 50% en niños y ancianos. Pérdida de un promedio de 5,5 kilos de peso, “epidemias” de neuritis óptica por bajo consumo de vitamina B y polineuropatía periférica carencial, precisamente porque la gente no podía comer lo suficiente. Es difícil saber cuántos fueron los afectados, pero la impronta quedó en el corazón de los que debieron sufrir tales penurias. El cinismo oficial no tiene límites. La mentira siempre está al acecho. Al período especial lo han transformado en una demostración de que comer menos y hacer más ejercicio elimina el peligro de la diabetes y enfermedades cardiovasculares. Expertos en las medias verdades no dicen, por ejemplo, que el que se muere de hambre no tiene la opción de morirse de un infarto. Cambiaron la diabetes por la ceguera y daños en el sistema nervioso periférico. El hambre no espera.

Pero es poco probable que nosotros tengamos una mínima capacidad de comprensión de los que están siendo barridos por el hambre. La pobreza tiene su propia narrativa del despojo. Primo Levi pedía a sus lectores que “imaginaran ahora a un hombre a quien, además de sus personas amadas, se le quiten la casa, las costumbres, las ropas, todo lo que literalmente posee: Será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque al que lo ha perdido todo, fácilmente le sucede perderse a sí mismo…”. En eso consiste yacer en el fondo.

Colocar a sectores completos de la población en ese yacer en el fondo es una decisión política que busca como resultado el apaciguamiento de la ciudadanía. Es una operación sofisticada que se vale de la represión para imponer un estado de cosas que se torna en condición fatal. Los socialismos no tienen empacho en colocarse en situación de poder procesar, sin remordimiento alguno, la vida o la muerte de cualquier ciudadano prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana. Ellos manejan estadísticas y calculan cuánto más puede la gente soportar sin rebelarse. Es una operación política en la que no se toman en consideración los costos.

La segunda característica de esta operación política es que cuenta con la cooperación de otros sectores de la población que intentan salvarse de lo peor. Primo Levi lo describió como la zona gris de cualquier sistema de represión y exterminio: el espacio ambiguo entre los verdugos indudables y las víctimas del todo inocentes. Son todos aquellos que, siendo víctimas reales o potenciales, se prestan a la colaboración con un sistema que tarde o temprano se los va a engullir, a cambio de algún pequeño privilegio. El régimen siempre va a estar dispuesto a exacerbar las ganas de sobrevivir, de evitar lo peor, de intentar no caer hasta donde no es posible más abismo, generando división, desconcierto y confusión tales que no es posible ni siquiera pensar en alguna alternativa de desafío a un status quo que tarde o temprano los va a volver polvo.

El hambre calculada, el peso que se pierde, las colas que se organizan, la escasez, la penuria, la enfermedad que aterra, el dinero que no alcanza, el empleo que se pierde, la inseguridad que embosca, las dudas y el odio que no encuentra cauce productivo, son parte del cálculo del régimen socialista y su esfuerzo de inmolar toda lógica productiva para instaurar el servilismo más atroz. Ha sucedido, y por consiguiente, puede volver a suceder.

Hayek, en su Camino de Servidumbre, alerta contra “los planificadores de la libertad”. Nunca la palabra libertad es tan engañosa como en boca de los líderes totalitarios. En ellos no hay intención de garantizarnos libertad sino de garantizarse a sí mismos libertad ilimitada para hacer con la sociedad lo que se les antoje, porque confunden libertad con poder. En eso coinciden todas variaciones del mismo guión socialista.

Los venezolanos vivimos la última edición del mismo error que conduce a los mismos resultados en términos de hambre y penurias. Mientras escribo estas líneas puedo imaginar al que hurga la basura, al que ha perdido peso porque no come completo, a la que no puede amamantar a su niño porque se le han secado las mamas, al que ha perdido el empleo sabiendo que no va a conseguir otro, al que se despierta en la mañana, sin comida, sin dinero y sin plan, al que todo este torbellino de imposibilidades le da vueltas en la cabeza, al que se inclina frente al carnet de la patria, al que pone su última esperanza en el bono que no termina de llegar. Y pienso que lo único que nos queda, aun yaciendo en el fondo es nuestra facultad de negar nuestro consentimiento. Primo Levi, víctima de un campo de concentración, sabiéndose condenado a una muerte segura, habiendo sido despojado de todo, sabía que solo le quedaba esa cualidad que consistía en no dejarse vencer: “Debemos, por consiguiente, lavarnos la cara sin jabón, en el agua sucia, y secarnos con la chaqueta. Debemos dar betún a los zapatos, no porque lo diga el reglamento, sino por dignidad y por limpieza. Debemos andar derechos, sin arrastrar los zapatos, no ya en acatamiento de la disciplina, sino para seguir vivos, para no empezar a morir”.

@vjmc

La URSS y Venezuela por José Toro Hardy

URSS

 

En 1984 tuve la oportunidad de visitar la URSS. Aunque cuando llegué ya era de noche, no pude resistir la tentación de ir a conocer la imponente Plaza Roja. ¡Me quedé asombrado! Era el símbolo del poderío soviético. A uno de sus lados la muralla del Kremlin desde donde los jerarcas comunistas presidían desfiles militares para alardear del poderío de las armas rusas. En aquella muralla están enterradas varias de las figuras más importantes de Rusia. Además la tumba de Lenin, el Museo de Historia, la catedral de San Basilio, todo profusamente iluminado y, como presidiendo, una inmensa bandera roja de la URSS con la hoz y el martillo coronando el Kremlin.

Admirado por el esplendor que me rodeaba, estuve horas observando y meditando. Finalmente me dispuse a partir. No eran las 10 de la noche pero no había ni un alma en las calles, ni pude conseguir nada abierto donde calmar la sed. Escondida en una esquina de la plaza finalmente conseguí una peculiar máquina expendedora de Pepsi. Digo que era peculiar porque no había vasos de plástico, ni latas, ni botellas. El líquido caía en un único vaso de vidrio que usaba todo el mundo y que, después, había que colocar otra vez en su lugar. Era tanta la sed que limpié el borde y bebí. Al abandonar la Plaza Roja las calles estaban oscuras. Faroles había muchos, con un bello diseño, pero todos apagados.

Al día siguiente quise ver cómo vivían los moscovitas. Mi impresión fue terrible. Las colas para comprar alimentos eran larguísimas. Todo escaseaba. Todo estaba racionado. Vi por primera vez en mi vida aparatos de radio sin dial. Una sola emisora que transmitía solo lo que el gobierno quería que la gente oyera.

Fui a una inmensa tienda -los almacenes GUM- a un lado de la Plaza Roja. Había largos mesones donde las prendas estaban amontonadas en desorden. Me causó mucha impresión el mesón de los zapatos. Montañas de ellos, de distintas tallas, pero todos marrones e iguales. No estaban presentados en cajas ni en pares. Uno metía la mano en el pilón, hasta conseguir digamos uno talla 40 para el pie izquierdo y después tenía que seguir jurungando hasta conseguir el otro.

Eso es el comunismo. En la URSS el sistema era capaz de producir bombas atómicas y de hidrógeno, aviones de guerra, helicópteros, satélites artificiales y disponer del ejército más numeroso del mundo, dotado del mayor número de tanques de guerra que existía y de armas ultra modernas.

La URSS era la segunda nación más poderosa del planeta pero sus ciudadanos estaban sometidos a privaciones increíbles. Aquel gobierno era capaz de subsidiarle el petróleo a todos los países de la órbita soviética para conservarlos fieles al comunismo. Era capaz de mantener a Cuba y de financiar o respaldar aventuras políticas y militares en África o en Centro América; pero de lo que no era capaz el comunismo era de producir vasitos de cartón, ni alimentos suficientes para su población que padecía grandes carencias, ni zapatos de distinto modelo, ni cajas para que los zapatos se pudieran vender por pares, ni de satisfacer necesidades que para cualquier ciudadano de Occidente se hubieran considerado elementales. No era capaz de iluminar las calles, ni de producir autos suficientes, pero era capaz de dedicar cualquier esfuerzo para extender su sistema. Podía mantener a su nomenclatura satisfecha y en la abundancia a costa de privar al ruso común -cuya opinión no contaba- de las cosas más sencillas. Sobre todo los privaba de libertad.

El comunismo tenía que acabarse y eso fue lo que ocurrió cuando la gente se hartó, al igual que pasó en los países de Europa Oriental. Uno a uno se rebelaron. Se desmoronó la Cortina de Hierro, se derrumbó el Muro de Berlín y hasta la propia URSS se desintegró en 16 naciones diferentes en 1991. El comunismo, firmemente apoyado por el inmenso ejército rojo, se vino a pique sin que se disparara ni un solo tiro. Murió por ineficiente.

Años después Chávez pretendió resucitarlo y emularlo con un modelo al cual llamó Socialismo del Siglo XXI. Usó el petróleo tal como lo hacía Brezhnev, para comprar voluntades. El desenlace parecía inevitable. El comunismo y la URSS comenzaron a desplomarse cuando muere Brezhnev en 1982 y los precios del petróleo soviético caen de 42 a 9 dólares el barril y su economía colapsa. El Socialismo del Siglo XXI se vino a pique cuando muere Chávez, los precios del petróleo venezolano se derrumban de $ 116 el barril a un nivel inferior a los 30 y la economía colapsa.

Venezuela ha entrado en su propio «período especial». La escasez de alimentos y de medicinas es dramática. Las colas en los automercados y en las farmacias así lo evidencian. Nada se consigue. Eso ya se había vivido en la URSS. Con las diferencias del caso, la historia se repite.

 

@josetorohardy

petoha@gmail.com

Dos visiones: Mao vs Deng Xiaoping por José Toro Hardy

LaHabana2

 

“El modelo cubano ya no funciona ni siquiera para nosotros”, dijo Fidel Castro respondiendo a una pregunta de Julia Sweig, especialista en temas cubanos en entrevista publicada en la revista  The Atlantic Monthly.  “Bajo el modelo cubano el Estado tiene un papel demasiado grande en la vida económica del país”. “El modelo cubano no se puede exportar porque no funciona ni en la isla”.

Se trata de un curioso reconocimiento, porque  la revolución es precisamente lo que ha intentado exportar Cuba (además de tabacos) durante once lustros.

Los señalamientos del viejo Castro -después de haber impuesto con mano de hierro ese modelo- deberían servir de advertencia a otras naciones que tratan de imitarlo.

Desde el surgimiento de la revolución, Cuba se transformó básicamente en un país vividor. Durante muchísimos años vivió a la URSS. Sin embargo, pocos años después de la caída de los precios del petróleo en 1982,  Gorbachov se tuvo que enfrentar al fracaso  rotundo del comunismo. Seguramente pensó: “ya no funciona ni en la Unión Soviética”.  En un esfuerzo por salvar al moribundo sistema recurre a dos políticas: el “glasnot” y la “perestroika”. La primera intentaba darle transparencia a los medios de comunicación y  liberalizar el sistema político y la segunda procuraba la restructuración económica de la Unión Soviética cuya economía se había hundido bajo el peso de un sistema incapaz de solucionar los problemas de la sociedad. Ya era muy tarde, el herrumbroso aparataje comunista ya estaba carcomido y no se mantenía en pie. Comprendió que ya no podía seguir sosteniendo a los países de la órbita soviética, ni tampoco a Cuba. En los años siguientes  se desmorona la Cortina de Hierro, cae el Muro de Berlín en 1989 y la propia URSS se desintegra en 1992.

Y eso nos trae nuevamente a Cuba, que al perder la ayuda soviética entra en lo que se denominó el “periodo especial” durante el cual los cubano sufrieron graves privaciones. Pero el ingenio de Fidel era proverbial.  Encontró la oportunidad de resolver sus problemas conquistando a un solo hombre con lo cual se apoderó de un país entero. En los años siguientes, la ayuda de todo tipo proveniente de Venezuela superó con creces la que venía recibiendo de la URSS.

Pero si algo tienen los hermanos Castro es su capacidad de anticipar situaciones. Comprendieron que la manguanga está llegando a su fin, porque el modelo que se ha tratado de imponer a los venezolanos “ya no funciona ni en Venezuela”.

Raúl revisa lo que hicieron otros países comunistas ante el inevitable fracaso del sistema.  Salta a la vista el caso de China. A la muerte de Mao el país asiático enfrentaba una situación parecida. El legendario líder marxista-leninista lo había ensayado todo:  “el gran salto adelante” que desembocó en una gran hambruna y provocó la muerte de no menos de treinta millones de personas, el “movimiento de las cien flores”, el “movimiento antiderechista”, la “revolución cultural”  y otras políticas… Nada, nada funcionaba, porque, parafraseando a Marx, el  sistema “contiene el germen de su propia destrucción”.

Eso fue lo que comprendió Deng Xiaoping el sucesor de Mao.  Llegó a una conclusión:  “qué importa que un gato sea blanco o negro mientras cace ratones”. Impone en China su teoría de “un país dos sistemas”. Del comunismo toma el estado policial y el control absoluto del partido. No le importan las violaciones de los derechos humanos como lo demostró en la Plaza Tianamén en 1989.  Pero del capitalismo toma las ideas de mercado que aplica en las zonas económicas especiales que se crean en China. Estas zonas, donde se emplea la versión más neo liberal del capitalismo, se transforman en asientos de grandes inversiones extranjeras y son las responsables del espectacular crecimiento económico que ha experimentado China desde entonces.

Ese es precisamente el modelo al cual quiere recurrir Raúl Castro. Para ello busca un acercamiento con Europa y EEUU, así como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el último y la reincorporación de Cuba a la OEA. Está construyendo el puerto de Mariel –con inversión brasileña- que será el puerto más grande del Caribe.  Allí se le ofrece a los inversionistas extranjeros la más exhaustiva seguridad jurídica. El éxito de ese programa llevará a una apertura en materia de DDHH que es lo que aspira lograr el Papa Francisco con su visita a Cuba. Por supuesto, sabe Raúl que esto demorará algún tiempo hasta que comience a dar frutos. Por ahora, sigue necesitando el maná de Venezuela.

Y mientras en la isla se apresta a dar un gran salto hacia la modernidad, en Venezuela la revolución sigue aferrándose a las viejas ideas de Mao Zedong. Sus mentores cubanos en cambio están claramente optando por las visiones de Deng Xiaoping.

 

@josetorohardy

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