Tristeza archivos - Runrun

Tristeza

Por qué seguimos en la calle, por Roberto Patiño

loyola12

 

El jueves 11 de mayo fue  un día de luto. Acudí al acto que realizaron amigos y compañeros del colegio San Ignacio de Loyola en homenaje a Miguel Castillo, asesinado la víspera por el impacto de un proyectil. La noche anterior había escuchado las sentidas declaraciones de Henrique Capriles, reflejando el profundo pesar y la tragedia que han significado todas las muertes producidas a consecuencia de la brutal represión que el régimen madurista ha desatado sobre las manifestaciones que se suceden en el país.

Mucha ha sido la tristeza y luto en estos días, como también muchas han sido las incontables demostraciones de coraje, valentía y resolución. Las marchas se han enfrentado a grupos paramilitares y piquetes de la guardia nacional. A pesar de la violencia y el peligro cierto sobre nuestras vidas, hemos continuado la protesta.

¿De dónde proviene esta convicción, que se mantiene a pesar de la muerte y el miedo y que no ha podido ser acallada por la dictadura? Es evidente para los venezolanos que la continuidad del régimen madurista solo nos ofrece una realidad de hambre, sometimiento y miseria. Más allá de las exigencias de recuperación de derechos básicos, existe un clamor popular de salida de un modelo dañino que reconocemos como una amenaza a cualquier posibilidad de convivencia y bienestar en nuestras vidas y futuro. El rechazo al régimen y la exigencia de un futuro de bienestar, opuesto a la violencia, empobrecimiento y el hambre, son las fuerzas que ahora nos impulsan.

A más de un mes de protesta en todo el país se impone una reflexión para  asegurar la continuidad de la presencia en las calles de los venezolanos y el logro de los objetivos de cambio que estamos exigiendo. La protesta debe diversificarse planteando nuevas formas de manifestación pública, que puedan contrarrestar  la violencia represiva y asesina del régimen.

Es importante escuchar las voces de activistas sociales, integrantes de las comunidades, gremios profesionales, artísticos  y educativos, para conocer sus perspectivas al respecto. Debemos generar nuevas formas de participación y expresión que puedan ser materializadas y reproducidas en todo el país, que impidan la proliferación de la violencia que tanto está pidiendo el régimen, y que afecten de forma significativa e inédita al poder.

Con igual importancia debemos reforzar la incorporación de todos los actores sociales a la manifestación. La experiencia de polarización y sectarismo que hemos vivido en los últimos años debe servirnos de constante recordatorio de los profundos males y problemas que nos ha traído a los venezolanos el desconocimiento del otro y la explotación de nuestras diferencias. Los graves problemas que afectan al país, son sufridos por todos los venezolanos en mayor o menor medida y la solución de los mismos debe ser el punto de encuentro para enfrentar al régimen. Esto es particularmente necesario tanto en la formalización de llamados de acompañamiento hacia quienes disienten dentro de los espacios del poder, como en el reconocimiento de voces de desacuerdo dentro del mismo.

Debemos tener en cuenta que son dos los grandes retos que tenemos como sociedad: primero la recuperación de las vías democráticas frente a un régimen impopular que ha decidido atrincherarse en el poder, declarándole la guerra al resto de los venezolanos. Y después, la reconstrucción de un país que ha sido devastado en lo social y lo económico, cuyos habitantes debemos reencontrarnos con respeto, reconocimiento y solidaridad, en medio de la desconfianza, injusticia e impunidad descomunales producto del madurismo.

En el homenaje a Miguel Castillo todos sentimos la profunda tristeza y el gran dolor por su muerte a manos de una régimen criminal. Una muerte que se suma a la infame lista de asesinados, heridos y apresados ilegalmente en esta ola de terror y represión. Pero también sentimos el apoyo al encontrarnos entre muchos para celebra la memoria y vida de Miguel. Se reforzó nuestra convicción de seguir en la calle para generar los cambios y luchar por el futuro al que Miguel aspiraba y que queremos todos los venezolanos.

 

@RobertoPatino

Esa tristeza que somos por Gonzalo Himiob Santomé

venezolanostriste1

 

La frase la escuché de Naomi Tutu, hija del laureado Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz, ante la Asamblea Nacional. Hablaba ella de sus impresiones en estos días en los que visita nuestra nación, y de pronto nos soltó este disparo al alma: “…en Venezuela reconozco una tristeza que nos demuestra que Venezuela no es todo lo que podría llegar a ser…”.

 

Tal cual, y eso que somos, según algún desubicado, el “país más feliz del mundo”.

 

Los venezolanos estamos muy tristes, y se nos nota. Llevamos sobre los hombros cargas muy pesadas: La desazón que nos genera la inseguridad, la ansiedad que nos produce la inclemente escasez de alimentos y de medicinas, el agotamiento que nos causa luchar día a día por la supervivencia en un país en el que la moneda cada día vale menos, y por si fuera poco, también vivimos con miedo. Miedo a que un malandro nos desgracie la vida, miedo a enfermarnos y a morir de mengua y miedo a que un mal día, por alzar nuestra voz y quejarnos, al gobierno le dé por convertirnos en sus “enemigos” y nos haga dar con los huesos en la cárcel sin que tengamos posibilidad alguna de justicia verdadera. Le tenemos miedo al que camina detrás de nosotros, al policía que medio nos mira en cualquier calle y también al motorizado que se detiene a nuestro lado en una cola unos segundos más de lo normal. Le tenemos miedo a las noticias, a abrir cualquier periódico o a navegar por la red solo para recibir sin pausa, especialmente desde el poder, bofetadas e insultos descarados a nuestra inteligencia. Tememos ponerle punto final a la agonía marchándonos de aquí, pero también nos da mucho miedo quedarnos. No la tenemos fácil.

 

No hay peor cosa que asomarse al futuro con la indecisión y la prudencia con la que se atisba por el breve resquicio de una puerta entreabierta cuando no se sabe qué mal o qué ingrata sorpresa puede estar esperándonos al otro lado de ella. La incertidumbre permanente en la que estamos sumidos nos agota, pero también nos entristece.

 

Cada día un rumor distinto, una profecía o un  “dato” de “un amigo de alguien que es primo de alguien” en el poder, que nos pone en guardia, nos infla o nos desinfla de un golpe las esperanzas y nos mantiene en angustiosa alerta. En todo caso no se nos permite el reposo, todo nos roba la paz. Cada día una mala nueva, cada vez más cercana, nos quita el sosiego. Con cada paso el cuidado extremo, con cada palabra, un bozal preparado. Todo ello, es evidente, nos pasa factura. Nos acongoja pero a la vez, por momentos, nos paraliza, y nos confirma, como lo dijo Naomi, que parte del problema, quizás la parte más dolorosa, es que todo lo anterior, en contraste con lo que en nuestra más cruda esencia sabemos propio y luminoso, nos recuerda a cada minuto que estamos enajenados, “en ajeno”, tal como debe leerse, es decir, siendo lo que no somos, pero por encima todo sin ser ni poder ser, al menos por ahora, lo que podríamos llegar a ser. Es la consecuencia de habernos sometido tanto tiempo, más de diecisiete años ya, a la distorsión obligada, por las malas, de nuestra historia, de la imagen que nos devolvía el espejo cuando éramos país.

 

Pero no todo está perdido. Las palabras de Naomi no llegan a ser tan lapidarias. Ella misma nos dice que Venezuela no es, hoy por hoy, lo que todavía “puede llegar a ser”. No nos dice que la Venezuela que añoramos es un imposible, no nos dice que no somos “lo que ya nunca más podremos llegar a ser”. Por el contrario rescata, sobre todo tomando en cuenta los últimos acontecimientos, en los que los venezolanos le hemos plantado la cara a la represión sin miedo, dando pasos contundentes hacia el cambio necesario, nuestro sabor a posibilidad, a libertad y a futuro. Naomi también nos confirmó la esperanza.

 

¿O no es prueba de ello que por primera vez en muchos años en la Asamblea Nacional se escuche su voz, y la de Lech Walesa, y la de Óscar Arias, ambos ganadores del Premio Nobel de la Paz? Venezuela, definitivamente, ya es otra.

@HimiobSantome