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Tiranía

Una democracia con más de dos siglos de historia
La democracia y libertad son historia humana, la tiranía solo pequeños párrafos

 

@ArmandoMartini

Lo que estamos exigiendo los ciudadanos ahora no es una novedad en Venezuela. No la inventaron importantes dirigentes políticos ni intelectuales del siglo pasado, aunque sobre ella son demasiados dirigentes los que han mentido.

Para darle una fecha de inicio, podemos recurrir al 19 de abril de 1810, cuando los hombres principales primero, y la masa seguidamente, dijeron no al mandato del ordenado por la lejana monarquía absoluta española. Realeza en crisis, siendo un poder absoluto había caído en manos de dos imbéciles: el rey Carlos IV y su hijo heredero Fernando de Borbón. Y ambos, a su vez, en manos de un usurpador poderoso para entonces, Napoleón Bonaparte. Este, con un pasado de cónsul electo por la Asamblea General, a emperador absoluto por la gracia de sus armas.

Pero mientras los degenerados doblaban la cerviz ante el tirano invasor, el pueblo español defendía al mismo tiempo dos dignidades: la soberanía de España, y las nuevas normas de Cádiz. Estas exigían normas constitucionales de apertura y derechos para los españoles.

Eso fue lo que defendieron aquel Jueves Santo los nativos de la Gobernación de Caracas y un sacerdote chileno mezclado con ellos. No fue una rebelión contra España; fue defensa del país del cual formábamos parte, de los derechos ciudadanos que habían sido previamente impuesto en sus naciones los estadounidenses y franceses.

Lo que comenzó cuando echaron a los ingleses, y cortaron las cabezas a su monarquía y nobleza expoliadoras y perezosas, fue un movimiento mundial que en unos cuantos años estremeció a los poderes colonialistas y convirtió en repúblicas a sus países coloniales.

No contra el rey, sino a favor de la dignidad

Las mujeres y hombres de Venezuela, de todos los rincones, no se rebelaron contra sino a favor de su propio derecho a gobernarse a sí mismos, a ser soberanos. Y por defender ese derecho, ante la incomprensión de un rey torpe, que confundió defensa popular de la nación española con sumisión, los venezolanos fueron a la guerra. No contra España, sino en defensa de Venezuela.

Aquellos no eran simples rebeldes. Estaban formados, leídos, pendientes de un mundo que se rebelaba contra sumisiones de un pasado demasiado largo. Se erguían exigiendo los derechos del ciudadano, a ser responsables de su país, de darse sus leyes. Y de ejercer su democracia.

En Venezuela hemos caído en el error de estudiar y ver solo al Simón Bolívar militar. Y desconocemos que incluso en sus momentos de mayor mando, lo tenía y lo ejercía por designio del poder popular; no hay grados ni ascensos ni gestas del Libertador que no hubiesen sido previamente consultados u ordenados por un Congreso. Cuando era ya libertador de Venezuela y Colombia, cuando se lanzó al Perú para garantizar su gesta del norte de Sudamérica, triunfador en Junín y jefe militar más poderoso de Latinoamérica, exigió el mando del Congreso peruano. Y cuando, al frente de un ejército victorioso bajo su mando, el Congreso peruano lo relevó del mando sin explicación, Simón Bolívar de inmediato obedeció. Entonces entregó el mando a Antonio José de Sucre, quien comanda las tropas libertadoras y derrota al poderoso ejército colonialista español en Ayacucho.

La voluntad democrática venezolana

No es nueva la democracia venezolana. Sobreviviente por más de dos siglos a los avatares y errores cometidos por caudillos codiciosos que por tener las armas se sintieron dueños del país.

El país no cambió solo por petróleo y porque Gómez, en aras de tener el verdadero control de la nación, había acabado militar o políticamente con los caudillos grandes y pequeños. La Venezuela de la primera mitad del siglo XX giró hacia la democracia por encima de obstáculos y ambiciones, con la guía de una generación de jóvenes pensadores que pusieron al frente sus vidas e integridades para imponer la democracia.

El final de una época fue una dictadura militar con un extraordinario gabinete civil, que marcó un rumbo nuevo sobre dos rieles paralelos: el dinero petrolero destinado a transformar a Venezuela en un país moderno; y la feroz represión para que la democracia no profundizara en los pensamientos.

Pero no lo consiguió. Cuando el dictador huyó, había un entramado democrático que había soportado cárceles, torturas, exilios y salía fresco e innovador a reconducir al país no hacia el lejano pasado campesino y caudillista, sino hacia una democracia constitucional que, así como defendió los derechos de los ciudadanos, también defendió a la democracia contra la insurgencia militar de derechas e izquierdas.

La democracia envejeció, dejó desgastar su fuerza popular. Y dio apertura a un nuevo dictador que, es necesario señalarlo, accedió al poder con los votos de quienes creyeron que restablecería la democracia, derechos y bienestar.

Tiranía con fecha de caducidad

Hizo todo lo contrario. Engañó, restableció el control policial y militar, se murió y dejó a cargo a quien, sin prestigio militar, trajo la experticia cubana para irse adueñando de la seguridad del poder hablando de democracia, mientras encarcelaba a quienes reclamaban la auténtica.

La dictadura de Pérez Jiménez reprimió y transformó mientras hacía de la soberanía nacional una bandera; la nueva dictadura ha sostenido mentiras y la represión más feroz sin piedad. Pero fracasa diariamente en el desarrollo y sacrifica la soberanía en beneficio de la corrupción e intereses extranjeros que, por tener a esta Venezuela empobrecida como base contra la democracia y el poder estadounidenses, apoyan a la dictadura que les ha abierto las puertas arrugando señorío.

Así como Simón Bolívar y quienes le acompañaron en su gesta grandiosa fueron siempre respetuosos del poder civil y de las leyes, la democracia actual está estrujada contra la pared, convertida en embuste activo y en complicidad cívico-militar.

Pero el pensamiento no puede ser encarcelado. Las convicciones pueden ser temporalmente frenadas, pero la libertad, el respeto a los derechos es una convicción históricamente enraizada en la conciencia de los pueblos. Y regresará, más temprano que tarde.

Porque cada día está presente, fuerte, convincente, por encima de bayonetas, corrupción, malos gobernantes y deficientes opositores.

La democracia y libertad son historia humana, la tiranía solo pequeños párrafos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Democracia, un derecho que compromete
La democracia obliga a que de manera enérgica se ejercite la deliberación, el respeto a la dignidad humana, la transparencia 

 

@ArmandoMartini

La democracia no es nueva, tiene su origen con la humanidad. Dios no le puso condiciones a Adán y Eva, los instaló en el Edén para que disfrutasen de lo que había puesto allí. Y solo dio una orden: no comer del fruto prohibido. “Creced y multiplicaos” no fue un mandato tiránico, sino la apertura del camino a seguir.

Fue el ser humano quien menoscabó las reglas. Desobediencia a una restricción sencilla y homicidio. La reserva del árbol a la voluntad de Dios fue, en realidad, la primera muestra de propiedad privada. Había tres pertenencias en el jardín celestial. Todo, para Adán, Eva y sus descendientes; respeto a la vida, que violó Caín, y no comer del árbol que era solo de Dios, porque de hacerlo sería el comienzo de la elección del bien y el mal. El pecado original.

Nació la democracia. Dios no hizo a Adán dueño ni jefe de Eva, los concibió equivalentes, creó en ellos la primera sociedad porque dos iguales compartían lo mismo, se complementaban. Su derecho era vivir y multiplicarse, su deber no matar ni comer del árbol prohibido.

A lo largo de la narración de los sucesos de la humanidad, los seres humanos han luchado por sus derechos, y solo han sido sometidos por la fuerza -o mentiras- de otros. La historia está llena de ejemplos de imposiciones de unos pocos fuertes a muchos más frágiles. Por eso las monarquías y mandatos absolutos, a lo largo del tiempo, fueron invento de recios para poner a su servicio a los débiles.

El primer requisito del endeble para servir y no ser servido, es la ignorancia, desconocimiento de sus derechos, ablandamiento del grupo social ante la imposición del tirano. Hubo democracia en Grecia, específicamente en Atenas, cuando otros pueblos eran sometidos por sus gobernantes. Por eso Roma comenzó como una monarquía hasta que se convirtió en república. Y solo derivó nuevamente hacia la tiranía de uno cuando se enredaron entre la astucia de Octavio, quien nunca se llamó a sí mismo emperador y hasta su muerte se mantuvo al menos teóricamente sometido al Senado que representaba al pueblo, y su heredero -por descarte tras la muerte de familiares y decisión del Senado- el feroz Tiberio, siempre teniendo el mando único, sometió sus decisiones.

Fue la corrupción la que llevó a los romanos a convertirse en súbditos de emperadores por herencia, decisión popular -que también las hubo- o cuestión de riqueza, se hicieron monarcas quienes garantizaron mejor el estatus de sus militares.

Cuando estalló la Revolución Francesa fue un alzamiento de frustración de necesitados famélicos que se cansaron de pagar con impuestos y hambre los caprichos de sus reyes. Fue un levantamiento por reacción contra el absolutismo que llevó a excesos antisociales y a un Napoleón, inicialmente nombrado cónsul por la Asamblea General para restablecer el orden y, armas en mano, terminó convirtiéndose en el emperador que llenó de cadáveres franceses los campos de Europa.

Ya existían ideas y pensamientos de democracia, ¿qué otra cosa sino democracia es aquel compromiso revolucionario de Liberté, égalité, fraternité (Libertad, igualdad y fraternidad)? No demasiados años después los europeos fueron siguiendo el ejemplo estadounidense que libró su guerra de independencia convirtiéndose en la primera república democrática del mundo.

Las decisiones de los estadounidenses para la defensa interna, ir a la guerra, crecer como nación, fueron discutidas, rechazadas, aprobadas -¡hasta las injusticias, como la segregación racial!- por el poder popular. Es decir, por el Congreso de Estados Unidos, que cometió errores y fue corrigiendo, que lleva a la ciudadanía, través de representantes y senadores, a compartir decisiones del país. De una nación basada en su propia democracia y una Constitución que nadie ha tocado en más de dos siglos. Se hacen ajustes, enmiendas, que se agregan a la carta magna. Pero no se la cambia de acuerdo a intereses y percepciones de cada nuevo presidente.

Los europeos, con excepciones, decidieron mantener sus monarquías convertidas en tradiciones unificadoras, protegieron y conservaron los honores a los reyes, pero los gobiernos terminaron en manos del poder popular, congresos y parlamentos.

Por todo, que tanto ha costado, la superación del pensamiento sobre costumbres deformadas que llevaron a jefaturas absolutas, la democracia se impone en el mundo. Y las excepciones son eso, distorsiones extendidas en el tiempo. Y los países que continúan siendo tiranías, desde gigantes hasta pequeños, están condenados a terminar con el poder en manos de sus ciudadanos, de la ciudadanía.

Los arbitrarios opresores quizás no se den cuenta. Creen que tienen el control, pero se equivocan. El pensamiento puede refrenarse un período, pero no para siempre. Los seres humanos, en sociedad, así lo sienten. Pueden equivocarse al seleccionar a sus líderes, ser engañados, pero más temprano que tarde lo advertirán. La libertad como derecho, y compromiso, termina imponiéndose.

La democracia ética obliga a que de manera enérgica y vigorosa se ejercite la deliberación, el respeto a la dignidad humana, transparencia e información confiable. Un sistema político que defiende la soberanía del pueblo, su derecho a elegir y controlar a sus gobernantes. Es un derecho con el cual se nace, y un deber de compromiso para hacernos más dignos de ser humanos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Antonio José Monagas Dic 25, 2021 | Actualizado hace 1 mes
El imperio de la vileza
Venezuela padece por olvidar que todo gobierno militar ha traído tormento, hambre, opresión y terror. La vileza impera hoy

 

@ajmonagas

La vileza es propia de quien tiene por alma un acelerador de mala fe. Bajo la vileza se esconde todo lo que es despreciable y bajo. Por eso se vincula con la maldad y la traición. Quien sigue esos caminos de bajeza y villanía termina urdiendo canalladas y engaños, pues se convierte en un producto de la ociosidad social e incorrección política.

El novelista francés Víctor Hugo advertía: “cosa en verdad extraña es la facilidad con que los malvados creen que todo les saldrá bien”. Y tanto lo procuran quienes así se mueven, que hacen de la insolencia una virtud. Incluso, esos personajes llegan a caracterizar el oficio de político. Sobre todo, quienes como políticos cometen el error de creer que su práctica no requiere preparación alguna, salvo la que implica asegurar el poder para su usufructo desmedido.

Este exordio vale para explicar lo que sucede en el caso de quienes llegan a gobernar sin el más mínimo sentido de ética, moralidad y civilidad. La historia política contemporánea es testigo de gobiernos (militares) obtusos y mediocres, como el que padece Venezuela.

Un padecimiento por olvidar que todo gobierno (militar) ha traído tormento, hambre, opresión y terror. Cualquier experiencia pasada es reveladora de la incapacidad del militar para comprender la complejidad de gobernar. Más aun en democracia.

Negar la magnificencia de la educación como pivote del desarrollo económico y social es condenar toda posibilidad de construir la nación sobre un fortalecido cimiento de valores y principios de justicia social y responsabilidad política. Obstruir la institucionalidad y la educación, en cualquiera de sus niveles, es simplemente un ejercicio de vil conspiración contra la dinámica social y la movilidad política en el marco de la pluralidad y del respeto ciudadano.

Es confabularse con las fuerzas de la demagogia para contener las fuerzas de las libertades mediante la transferencia de migajas de un sector de la sociedad a otro. Pero también, a través de la villanía contenida en cada decisión disfrazada de magnánima. Particularmente, aquellas envueltas por la maraña del mal denominado “socialismo del siglo XXI”.

¿Y Venezuela por dentro?

Resistirse a seguir la pauta del desarrollo integral con el auxilio de represalias bajo la forma de amenaza, forjamiento de información pública, inclusive expoliaciones encubiertas a través de expropiaciones o confiscaciones, constituye un delito de lesa humanidad. Una fechoría que bien merece la reprobación del mundo entero. Y es lo que, de modo apesadumbrado, vive Venezuela.

Esa es, precisamente, la razón por la cual el gobierno (militar-cívico) busca contener y someter toda acción concebida bajo el concepto de libertad y autonomía. Pues es atentatoria del autoritarismo que sirve de criterio funcional al hecho de gobernar apoyándose en criterios de crasa perversidad.

En medio de esas situaciones, el país está conduciéndose. Pero por la senda equivocada. Poco o nada ha servido una normativa constitucional cuyos postulados exaltan procesos administrativos que podrían coadyuvar una justa y eficiente labor de gobierno.

Sin embargo, el afán de lucro, que incita al poder mal comprendido, ha sido la causa de los problemas que agravan las realidades que confronta el país.

Cuando lo que domina es la intención y acción de estos gobernantes “militaristas” llega la ruina de la nación. Concretamente, desde que Venezuela comenzó a verse impedida de actuar conforme al concepto y praxis de libertad y derechos humanos a consecuencia del autoritarismo hegemónico que domina su vida. Así ha venido sucediendo, toda vez que el país, sin duda alguna, vive política, económica y socialmente bajo el imperio de la vileza.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Armando Martini Pietri Dic 23, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La vida sigue
Las tiranías se desgastan por el esfuerzo constante de controlar y mantener el poder. Lo que sigue sin parar es la vida, ese es el problema de los dictadores

 

@ArmandoMartini

Tomando conceptos del poeta Jorge Manrique, un año que se va, ¡cuántos se han ido! La vida no depende de navidades ni años nuevos, estriba de sí misma. Nadie muere en la víspera, sino cuando se va a morir, ni un día antes ni uno después.

De nada valen los propósitos sin la voluntad de luchar por ellos y cumplirlos. No sirve recordar errores y triunfos pasados si no se está dispuesto a corregirlos y evitar repetirlos.

Muchos se han ido, no volverán, otros se nos vienen encima, dependen de nosotros para que sean mejores o peores. El destino no es cuestión de intenciones y sueños, sino de voluntad. Se es bueno porque se quiere serlo, se es malo porque se acepta serlo.

Desear feliz Navidad, más que buena educación y costumbre, es de solidaridad con rebote: deseamos a los demás lo que anhelamos para nosotros, y eso no depende del año que se va ni del que viene, sino de lo que estemos dispuestos a hacer por voluntad propia.

Decía alguien: el pueblo tiene el gobierno que se merece. Significa que se constituyen y permanecen porque los ciudadanos creyeron en los compatriotas que los plantaron en el poder.

Si disfrutamos democracia es porque estamos dispuestos a defenderla, si tenemos dictadura es porque la toleramos y soportamos.

No importa por quién votó cuando los partidos se agrietaron y la contienda quedó entre las promesas de un mediocre embustero y las expectativas de un presumido, soberbio pero instruido, competente profesional. A una mayoría de venezolanos, pobres y ricos, empleados y empresarios, les pareció que con un anodino podría hacer lo que el otro no les ofrecía.

Se equivocaron. Pudientes favorecidos, creídos dueños de verdades e intelectuales apasionados, interpretaron que un muchachón simpático e ignorante haría en el Gobierno lo que ellos le dijeran. Los menos favorecidos y excluidos pensaron que era un enviado de Dios para gobernar según a ellos les conviniera. Y juntos insistieron en creer que los militares, por serlo, hubiesen ganado o perdido batallas, tenían lo que había que tener para regir.

Pero aquel de Barinas nunca manifestó lo que realmente pensaba. Ofreció lo que cada oído quería escuchar y mantuvo oculto lo que verdaderamente eran sus intenciones. Incluso para sus compañeros de insurgencia inventándose la argucia del juramento alrededor de un árbol muerto, el Samán de Güere.

A empresarios les quitó -los robó, como le expresara en su presencia la valiente señora en la sede de la Asamblea Nacional ante la mirada incrédula de los parlamentarios- sus empresas con la excusa de darlas al pueblo soberano, para luego negárselas y manejarlas o dejarlas morir con sus indoctos leales y obedientes sumisos.

A los pobres les ofreció lo que casi todo político ofrece y pocas veces cumple, bienestar. Y la venganza de quitar la riqueza ajena para repartirla entre los indigentes. Lo que cumplió en parte, solo que los favorecidos menesterosos eran sus propios que ahora son millonarios como corresponde a la corrupción en un país abarrotado de riqueza y secuestrado por el comunismo socialista castrista.

Han pasado muchos años, y el comandante ahora es “eterno” sin voz ni voto pero sus pensamientos recónditos continúan. Mientras el hambre, frustración, falta de prosperidad y real justicia social han ido sacando, de las profundidades de todos, el pensamiento de que se equivocaron y es hora de cambiar.

Tarea cada vez más ardua y espinosa, porque mientras las masas se dedicaban a esperar nuevos desagravios, esta vez de dirigentes vacíos de conciencia, usurpadores e incoherentes pero rebosantes de palabras, el sistema que desarrolló el socialismo bolivariano del siglo XXI, sus cómplices y asociados se fortalecen.

Sin embargo, la vida no se suspende ni paraliza. Las tiranías se desgastan, y en consecuencia se debilitan por el esfuerzo constante de controlar y mantener el poder. Es más difícil, exige más brío fiscalizar que incentivar. Lo que sigue sin parar es la vida, y el control se aminora. Pasan los años, uno tras otro, y esa represión debe gastar más energía mientras la existencia continúa y el cansancio crece abonado por la reprimenda y el fracaso en otorgar algo tan simple en la vida moderna, a la vez complicada, como es la dicha, felicidad y bienandanza para los ciudadanos.

La vida sigue, ese es el problema de las tiranías.

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Nilda Silva Dic 04, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La paradoja del perdedor porfiado
Estamos ante un perdedor que revierte (a la fuerza, con violencia o valiéndose del poder corrupto la derrota vivida

 

@ajmonagas

“Ser una rémora” adquiere sentido en aquella situación en la que existe algún obstáculo que complica el desarrollo normal de un proceso en particular. Cuestión más común en el ejercicio de la política que en otro contexto.

Siempre el individuo, en su afán de alcanzar un objetivo, choca con algún estorbo que dificulta el logro del propósito anhelado, calculado o esperado. De ahí el adagio que reza “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Aunque en política, el tropiezo es reiterado hasta la saciedad. Cada vez hay más motivos y se tienen más argumentos para repetir el tropezón.

En política es casi propio que su desenvolvimiento se tope con alguna dificultad advertida. Todo pareciera como un denominador cuya representación funja cual múltiplo común, máximo o mínimo, ante lo que esté operando a nivel de numerador. 

Valga esta comparación o paráfrasis a manera de referencia que pueda explicar el problema que atraviesa el ejercicio de la política. Más toda vez que alguna rémora atasca el curso del proceso político. Y en lo particular, cabe aludir la actitud retrógrada y testaruda de un régimen cuya ideología contempla aquella táctica propia del juego manipulado. O de la trampa calculada.

Se trata del axioma lúdico según el cual, “el juego se desarrolla a instancia del poder que sus jugadores se arroguen en aras de lograr el triunfo necesario”. Y en política, esta estratagema adquiere el valor que mejor le asigne quienes dominan la situación que consagra el manejo del poder. O sea, la manipulación de la fuerza.

Quizás esto mejor puede explicarlo el hecho de rememorar el mando del juego cuya pelota es propiedad de alguno de los jugadores. Más si la actitud del jugador se presta a maniobrar con malicia o egoísmo el desarrollo del juego. Para ello, ese mismo jugador advierte que retirará la pelota del campo si pierde el juego.

Y eso, no es otra forma de demostrar el sentido equivocado del equilibrio del jugador que ha perdido. O que esté perdiendo. No entiende que en el juego debe preceder y presidir el concepto de “democracia”. Y demás valores morales y políticos que le sean inmediatos. Es lo que debe signar toda confrontación que se precie de reglas equilibradas. 

Es lo que con frecuencia ocurre en ambientes salpicados o cundidos de subdesarrollo o de incultura política. Particularmente, cuando se organiza un proceso electoral. O donde se pone en relevancia la fuerza política dominante. Es ahí donde el problema se repite. Y adquiere razón el adagio de tropezar reiteradamente “con la misma piedra”. Y todavía, no aprende. Como dice el popular refrán: “vuelve la burra al trigo”.

El actor político tropieza de nuevo con el mismo mogote. Y ello acontece al no discernir o comprender la situación que debe atravesar. Por eso, conforme a la razón y en atención al riesgo en ciernes, vuelve a equivocarse. Eso hace ver, que no ha aprendido a superar las contingencias. Entonces el problema reincide. Y hasta con mayor ímpetu.

Sin duda alguna, no puede esconderse que la torpeza es testaruda. Es ahí cuando la situación en cuestión, consume recursos. Exalta violencia. Agota disposiciones. Infunde confusiones. Es el escenario perfecto para incitar más problemas.

Es característica propia de regímenes testarudos para los cuales es “prioritario” reivindicar la obtusa visión a la que, por conveniencia, se apega sin medir consecuencia alguna. Sus intereses están por encima de las necesidades que verdaderamente hacen cimbrar las realidades.

Es el ejercicio de la política troglodita. La expresión de un concepto de política desfasado de las exigencias que clama el siglo XXI. Es esa política que aplica o sobreviene cada vez que se viven coyunturas infames. O que comete graves errores, pero concebidos presumidamente, como pautas para decidir medidas absurdas y torcidas.

La testarudez del actor político (tozudo) en juego, se arroga la creencia de que está anotándose el triunfo de la ocasión (crasa ignorancia). Es la manifestación de todo un tinglado de ortodoxas consideraciones. Y que, en política, se conoce como aquella incoherencia o incongruencia de la cual se vale un perdedor para revertir (a la fuerza, con violencia o valiéndose del poder corrupto) la derrota vivida. Es la paradoja del perdedor porfiado (cualquier parecido con la realidad política venezolana, es mera ¿casualidad?).

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Víctor Maldonado C. Ago 22, 2021 | Actualizado hace 1 mes
Levántate, no temas
Ese país que extrañamos y al que aspiramos comienza con nosotros y se funda desde nuestro ser y nuestro actuar. Somos nosotros el país que podemos ser, sobre la base de lo que hemos sido

 

@vjmc

A mi amigo Mingo

Al final nos corresponde “agarrar el toro por los cachos” y enfrentar con toda la serenidad que nos sea posible el balance de nuestras vidas. Nos hemos equivocado muchas veces. Hemos perdido tres décadas de lo mejor de nuestras vidas en el intento de corregir un error de aproximación a la política, somos el país latinoamericano con la migración forzada de consecuencias más atroces en lo que va de siglo, y hemos visto deshacerse una tras otra todas y cada una de nuestras ilusiones.

Los venezolanos somos un país de tristezas, aunque sonriamos. El peso es terrible. Hemos experimentado la despedida, la soledad, el abandono, la enfermedad, la muerte y la traición. Tragamos grueso, pero hemos comido basura. Y para colmo, en medio de esta pandemia, ni siquiera nos hemos podido despedir de nuestros seres queridos, que son despachados como si fueran paquetes de intocables. Estamos encerrados, el miedo se nos ha impuesto como mecanismo de dominación, sin que tengamos el consuelo de una política de vacunas para todos, incluso los más pobres, los más alejados, los que no tienen contacto con la modernidad.

Nuestras poetas comparten con nosotros versos de desgarre y la experiencia de una vida cotidiana consistente en la ardiente incertidumbre del pasar los días atentos al próximo apagón, los efectos de la lluvia siguiente, el calor sofocante, y el tratar de no pensar en nada, que nada nuevo ocurra, una enfermedad, una devaluación adicional, que no se dañe la nevera, que aguante el gas hasta la próxima bombona, que no suban la matrícula de las escuelas. Estamos en un remolino, aferrados a un tronco, tratando de bracear, intentando no ahogarnos.

Vamos a estar claros. Nosotros vivimos una realidad que provoca arrechera. Una vida que transcurre en dos raseros bipolares.

Un país que quiere pagar salario mínimo pero que cobra bienes y servicios en dólares. El país de las apariencias que pretende “hacerte una oferta de servicios” en bolívares, mientras eres testigo y cómplice obligado de cómo se cobra. ¿Ese es el país con dos sistemas que auspician los voceros empresariales? Y esto es solo un ejemplo de la bipolaridad enloquecedora que con la que nos torturan a diario. ¿Se hacen los locos? ¡Sí! Y eso da más arrechera.

Y al frente, en la orilla, bien a salvo, la política se burla. Se burlan porque no reconocen la tragedia del país, ni la inmensa inversión que todos hemos hecho en sobrevivir y mantener la cordura. Se burlan porque ellos son una dimensión discordante de nuestra realidad, sin vínculo con lo que nos está ocurriendo e ingeniando falsas soluciones a problemas que son de ellos, pero no de nosotros. Ellos viven la apariencia, por cierto, mal maquillada, y nosotros vivimos en carne viva. Ellos hablan un idioma de diálogos, negociaciones y ruta electoral. Son ellos los que juegan ese juego de bailar alrededor de las sillas, son ellos los que se paran, se sientan, se turnan y vuelven a jugar, mientras nosotros, aferrados al tronco, tratando de superar la turbulencia, los vemos, los oímos y los odiamos. Ellos son la traición venezolana, la práctica arquetipal del vivo, el individualismo prepotente y sobrado que igual piensa “que los demás se jodan, bien hecho” y trata de hacer negocio con eso. ¿Más jodidos? ¡Mejor para mí! Los bolichicos solo fueron la primera versión de la perversidad que se ha ensañado en nosotros.

Pero no perdamos el sentido original. Estamos hartos, nos sentimos defraudados, nos han violado con oprobio, estamos de muchas maneras constreñidos por las difíciles circunstancias, pero si volteamos a nuestro fragor histórico, no es la primera vez que nos toca respirar profundo y decidirnos a barajar la mano, comenzar de nuevo y seguir viviendo.

La cadena de las crisis

La cadena de las crisis

Estamos como las tardes que amenazan con el chaparrón inminente, en los dolores de parto, deseosos ya de comenzar una nueva etapa. Y deplorando el tiempo invertido en tanta piratería maliciosa interpretada por élites perversas y desconectadas de la suerte del país. Esas élites que se creen los únicos habitantes con derechos y que practican una narrativa tan refractaria a los otros, que somos nosotros.

¿Cómo hacerlo? El problema es que duele tanto como provoca un inmenso hastío. ¿Hasta cuándo, Señor, vamos a vivir el castigo del eterno comenzar? Duele, porque además nos humilla. Aburre, porque nos queda menos vida para desgastar. De allí que esta nueva oportunidad no la gastemos en espejismos. ¡Enseriemos nuestra vida!

Lo primero es procesar el duelo que llevamos entre pecho y espalda. Asumir el doloroso esfuerzo del “darnos cuenta” qué ha pasado con nuestra heredad.

Hacer contacto con la realidad y elaborar un inventario de pasivos y de activos vitales. ¿Qué ha pasado con nuestra vida? Busquemos datos e hitos referenciales.

a) Esto comenzó en 1992 con los golpes de Estado. Se consolida como proceso en 1998 y va agotando todas las reservas republicanas y democráticas hasta constituirse en un ecosistema criminal que reparte los roles a favor del totalitarismo.

b) Llevamos 29 años de turbulencia destructiva. Una generación completa se ha desgastado y descompuesto en el intento de cambiar la situación.

c) Estos 29 años han sido el escenario para calibrar a las élites políticas y económicas, que nos han resultado fallas en su compromiso con el país. Y más que fallas, erráticas, corruptas y traidoras.

d) Nos hemos quedado solos. Nadie va a venir a salvarnos, ni podemos contar con el liderazgo político nacional. No hay pudor alguno, porque cuando ellos se sientan en la mesa con la tiranía es para reforzarla y nunca para reivindicar nuestro derecho a la libertad. Son serviles y pusilánimes. Rastreros a cambio de una participación en el saqueo, único propósito transformado en el proyecto más consistente de nuestras élites.

e) En 29 años descubrimos una violencia creciente y experimentamos “la traición de Leviathan”. El sobrio monopolio de la violencia legítima se ha convertido en un bazar nacional de la violencia ejercida por los que no tienen empacho en disparar y matar. Mientras eso ocurre, se justifica cualquier cosa en aras de la revolución y de una igualdad mal digerida. Ahora sabemos que el Estado socialista no es garantía sino la causa raíz de nuestra servidumbre.

f) Ahora tenemos como residuo de tanta barbarie una economía mutada a un sistema sofisticado de lavado de dinero, mientras que la economía real agoniza o se reconfigura. Sin asegurar los factores de producción, en medio de la arbitrariedad, con leyes confiscatorias y el ojo del gobierno esperando cualquier caída para devorar lo productivo es poco probable que tengamos algo diferente a “buenos negocios conjuntos entre mafias y testaferros serviles”. Es una economía sin horizonte para invertir, y por lo tanto es una economía envilecida. Sin moneda, con el dólar como moneda default, y un sistema financiero que en modo condicional se atreve a innovar en servicios, pero que ha dejado al país de clases medias y bajas al margen. Aquí no hay crédito. Es una economía premoderna en pleno siglo XXI.

g) No hay servicios públicos, y no vale la pena abundar lo que ya sabemos, porque lo sufrimos.

h) Se ha desguazado la familia.

i) Se ha tirado a pérdida la educación y se ha pervertido el contenido educativo.

j) No hay instituciones autónomas sin una predisposición servil a hincarse ante el altar de la revolución.

k) No hay garantías judiciales, no hay justicia y no hay sistema judicial. Pero sí tenemos centenares de presos políticos, anónimos, cuyas familias están arruinadas psicológica y económicamente.

Y para colmo, como lo hemos dicho sin cansarnos de repetirlo, padecemos una dirigencia política que se entregó y exige de nosotros total complicidad en una trama que por donde se vea, solo les conviene a ellos. Por eso, y no por capricho, debemos transitar todas las fases de la ruptura. Porque o nos atrevemos a romper, o no nos salvamos. No habrá ninguna posibilidad mientras esas sean las condiciones de marco.

Como todo proceso de ruptura a la venezolana, en estos 29 años han sido muchas las veces en que hemos vuelto a confiar. Pero se acabó el tiempo de las oportunidades de remisión.

Debemos asumir con humildad y realismo que hemos sido víctimas de una gran estafa.

Una estafa alucinante. Con operaciones psicológicas sofisticadas, que nos aturden y no nos permiten saber quiénes son aliados de verdad y quiénes son parte del aparato del régimen. Es en esa zona gris donde nosotros dudamos. Por eso, no nos queda más que apelar al sentido de realidad y recordar la sentencia evangélica que, ante la duda, el único criterio razonable es insistir en que “por sus obras los conoceréis”, porque el discurso es engañoso en un ecosistema donde nadie juega a la integridad. Aquí se ha legitimado la mentira.

Pero romper no es suficiente. Quedan pendientes dos preguntas cruciales: ¿Cómo reconstituir la política? ¿Cómo reconstituir la república?

Debemos asumir nuestra responsabilidad. En el M2 de nuestro ejercicio ciudadano debemos hacer la diferencia, entendiendo que nos jugamos nuestra existencia y la vigencia de un país llamado Venezuela. Ese país que extrañamos y al que aspiramos comienza con nosotros y se funda desde nuestro ser y nuestro actuar. Somos nosotros el país que podemos ser, sobre la base de lo que hemos sido. Sin pretensiones epopéyicas. Sin ese heroísmo almibarado que nos legaron nuestros apologistas románticos. Me refiero a la batalla de nuestros abuelos y bisabuelos. De nuestros padres y de nosotros mismos. De nuestros vecinos, nuestro barrio o ciudad. Porque este país se ha hecho y mantenido por la fuerza demoledora de las pequeñas cosas, que han llegado a sumar grandezas.

No estamos peor, ni ha sido mayor el desastre por nuestra casi infinita capacidad de adaptación, porque una vez decididos no hay marcha atrás. No estamos peor porque nuestra fortaleza está asentada en algunos valores que no se mezclan con nuestros peores defectos. Somos trabajadores, aunque no lo creamos, no hemos abandonado metas que nos parecen valiosas, como la educación de nuestros hijos, o los emprendimientos indebidamente calificados como rebusques. No lo queremos reconocer, pero somos gente que anda y desanda caminos, desde la huida hacia Oriente, queriendo evitar los desmanes de Boves, el trajinar de los ejércitos libertadores, las migraciones internas del siglo XX, y más recientemente el doloroso proceso de migración y desplazamiento forzados, de nuevo por hambre, violencia y muerte. No nos quedamos esperando nuestra suerte. Nos movemos, así sea al alto costo de la separación.

Pero no estamos mejor porque nos embelesamos con la personalidad carismática, nos enamoramos del líder y les entregamos todas nuestras banderas y consignas. No estamos mejor porque la mala cara de la adaptación es la tolerancia, más allá de cualquier límite razonable, porque creemos que el país es bueno para la renta, y porque nunca nos ha importado demasiado cuál es el origen de la riqueza que exhiben con impudicia todos los que se encaraman en el ecosistema criminal. No estamos mejor porque no hay sanción moral contra los chanchullos. Y porque nos cuesta mucho la exigencia de normas y valores aplicados universalmente, sin la excepción del carnet, sin el privilegio del compadrazgo, sin las excepciones presumidas por la familia extensa, sin el afán de particularizarlo todo. No estamos mejor porque preferimos la impunidad de las logias propias (eso que yo llamo la “costra nostra”) al interés del país. No estamos mejor porque esos obstáculos lucen todavía infranqueables, porque tienen que ver con nosotros, con nuestra forma de pensar, nuestros modelos culturales, y porque todo esto tiene actores intencionales e interesados que juegan a nuestra confusión. Y desde la confusión a nuestra fatal servidumbre.

Esta “costra nostra” no requiere de ciudadanos sino de masa. Ni los del régimen, ni su oposición complaciente (opolaboracionista) pueden lidiar con la inquisición propia de los que actúan con libertad. Ellos quieren que seamos la misma montonera de nuestro largo y tortuoso siglo XIX y los “Juan Bimba” del siglo XX. Ellos quisieran que nosotros nos comportáramos como “buenos compañeritos” que se conforman con gorra y franela con los colores del partido, sin vocación de impugnación. Ellos nos tienen previstos como “carne de cañón” que paga represión, muerte, cárcel y violencia, para exhibir y apropiarse del martirio de nuestro pueblo.

Al pretendernos masa informe (de eso se trata el trapiche destruccionista llamado socialismo del siglo XXI, pero también tiene que ver con el populismo irredento) están confiando en algo que estamos dejando de ser. Por hartazgo y trauma, tal vez no por convicción, ya no queremos ser tan dóciles y confiados. Y ese precisamente es el foco de una nueva oportunidad, cueste lo que nos cueste.

Es muy duro, nos saca de la cancha que siempre hemos jugado, pero debemos recordar la esencia de nuestra vida en común. Solamente podemos salir del mal si transitamos este desierto aferrados a lo que sabemos que somos, rebelándonos ante nuestro presente, y teniendo claro el futuro que queremos para nosotros. Y comenzar esta reacción en cadena contra lo que nos está matando.

No busquemos más allá de nosotros mismos. El cambio de actitud comienza con nosotros. Teniendo presente que va a doler y costar el dejar atrás y el renunciar conscientemente a la causa raíz de nuestros males. Cada uno puede hacer el inventario propio. Pero que no falte un repudio explícito a dos dimensiones del mismo problema:

a) Hay que repudiar definitivamente al caudillismo y por lo tanto, debemos decidir, de una vez por todas, no ser nunca más parte de una montonera.

b) Hay que renunciar y prevenirse contra el compadrazgo, amiguismo y el compinchismo. Eso va a doler. Pero mientras no seamos capaces de diferenciar espacios, tiempos y contextos, mientras no seamos exigentes en las condiciones morales e institucionales de las relaciones entre nosotros, en tanto que ciudadanos, seguiremos abriendo la fosa donde terminará enterrado nuestro país.

Este gran desafío comienza con nosotros. No busquemos en el cielo una señal. Nosotros somos señal y advertencia. Y hay cosas que debemos hacer en el marco de nuestros pequeños confines. Y este esfuerzo tiene también indicadores de precisión. Yo los invito a completar el inventario. Pero que no quede fuera de la reflexión estas necesidades:

a) La necesidad de construir el país desde nuestra exigente mirada. Nosotros sabemos lo que queremos: decencia, oportunidades dignas, salud y educación, modernidad, libertad, seguridad y justicia. Sabemos lo que no deseamos más: destrucción, ruina, mentira, prepotencia, impunidad y servidumbre. Nosotros queremos congregar a nuestras familias y no la tragedia de la dispersión. No queremos un país donde el privilegio sea para los saqueadores. Queremos un país con una economía productiva y pujante. No queremos un país de mafias. Queremos un gobierno eficaz, pequeño, concentrado en hacer lo suyo, sin desbordes ni excesos. No queremos líderes eternos que abusan del poder encomendado para quedarse eternamente. Queremos alternancia en el poder, ejercido con límites y pudor republicano. ¿Lo podemos lograr? ¡Depende de si podemos romper con todo lo hecho para comenzar de nuevo!

b) Queremos una nueva clase de líderes, definidos bajo nuevos conceptos. Líder es aquel que comparte nuestras convicciones y dirige el camino. Que ni se vende, ni se prostituye, ni es adicto al poder para su propio lucro. El líder que queremos debe ser capaz de construir relaciones valiosas fundadas en la verdad. El líder que necesitamos tiene un proyecto de poder elaborado con integridad. No queremos líderes infatuados, con guardaespaldas y camionetas blindadas, que suben cerros para tomarse fotos, y que lo único que dan es la mano, pero no su compromiso.

c) Queremos una red de ciudadanos empoderados, con líderes que sepan trabajar coordinadamente. Porque no puede ser uno solo, providencialista y mandón, sino constructor de proyectos en común, con una hoja de ruta en el que todos comparten con equidad costos, ganancias y riesgos. No necesitamos “hombres fuertes”. Necesitamos líderes con fortaleza. No necesitamos conductores chabacanos, que transmiten una imagen sesgada del venezolano. Necesitamos líderes que modelen sobriedad y talante republicano. Tenemos que reencontrarnos con el país trabajador, frugal y esperanzado que hemos sido y que podemos volver a ser.

Aliados para el cambio

Aliados para el cambio

Pero el marco de aspiraciones luce incompleto si no proponemos un sentido. La gente pide afanosamente un qué hacer. Necesitan un encuadre y un contexto que les permita comenzar a construir oportunidades para un país que muchos quieren tirar a pérdida. Y eso supone superar dos caminos que nos regresan al abismo. El inmediatismo, y tratar de afectar lo que solamente son apariencias. El tiempo perdido es imputable a esa clase política falla y carente de sentido de la responsabilidad social. Que nos conformemos con ellos, porque son los que existen, nos condenan a perdernos de nuevo en el laberinto de la inefectividad.

El plano de las apariencias solo nos enreda en batallas espurias. Pretender que el problema es el pasaporte que no nos otorgan, los apagones o la usurpación masiva de todos los poderes públicos, nos pone a pelear con las representaciones de un ecosistema criminal que es mucho más complejo y que se ha encajado en nuestra vida precisamente porque estamos constantemente aturdidos por sus efectos. Pero ¡cuidado! esa es la propuesta de los voceros de los gremios empresariales. Algo así como encalar una pared podrida en sus cimientos. Quisieran ellos una “normalización de lo que hay”, para tener ellos más oportunidades. Quisieran ser parte de una gran burbuja, no tener que pensar, evitar el discernimiento, y tener acceso a lo que ellos consideran parte integrante de su prosperidad, sin importar el tamaño de la exclusión que con eso provocan. Todos ellos quieren su “Hotel Humboldt” o su archipiélago de islas exclusivas donde la cordialidad entre los que dicen ser adversarios públicos desmiente cualquier discurso aparentemente confrontador.

Ellos son tentadores y tentación del apaciguamiento, la resignación y la capitulación.

Por eso aplauden las mejorías infinitesimales, dicen que ahora llega el agua cada tres semanas, o que el documento de identidad lo entregan solo después de seis meses. La lucha para ellos es en el detalle reivindicador, sin impugnar la esencia. Lo de ellos es el gasoil, los aranceles, la voracidad fiscal, y la administración de la pandemia. ¿Y el fondo? Ellos se entregaron y ahora son mandarines informales del régimen ante el cual se hincaron.

Entonces, ¿qué hacer? La política que podemos y debemos hacer comienza por nosotros. En el libro de Jeremías hay un llamado que bien podría ser a nosotros: “Ciñe tus lomos, levántate y háblales. No temas, porque yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro y como muro de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo para librarte”. Por eso debemos centrarnos en la verdad y recuperar siete dimensiones de la lucha y la resistencia política.

La FE

Este conflicto es existencial. El mal se engríe y cree que puede desplazar al bien hasta dejarnos en tierra baldía. Por eso, esta nueva etapa política nos debe reconciliar con nuestra FE y desde nuestras convicciones comenzar a combatir la oscuridad. Por la fuerza de las convicciones debemos entender, asumir y confiar que Dios está con nosotros y puede con nosotros dirigirnos hacia la liberación. Dios con nosotros debería volver a ser nuestro estandarte. Y nosotros poder definir con mayor precisión las líneas divisorias entre lo bueno y lo malo, lo aceptable y lo inaceptable. Sin convicciones estamos perdidos en el remolino donde todo vale lo mismo. El mal nos quiere desencajados y desmoralizados. Nuestro deber es revitalizar nuestra FE, levantarnos y comenzar a recorrer el camino hacia la liberación.

LA FAMILIA

La familia es el último reducto que quieren destruir. No han podido, pero sus embestidas la han fracturado. Nos han hecho creer que nuestras familias ni funcionan ni son motivo de orgullo. Han relativizado la vida, expoliado la responsabilidad en la educación de nuestros hijos, sometido al hambre y obligados a la dispersión. Pero hay que reconstituir las familias como centro de la vida, los valores, la responsabilidad por los otros y la esperanza. El espacio de la infancia, la ternura y la protección de los que todavía son frágiles. El espacio de nuestros abuelos, que merecen esa vida en conjunto y el honrar el mandamiento que manda a velar por los padres. Me refiero a la de cada uno, sin filosofar sobre la de los demás. Es un llamado a tomar posesión de nuestros bastiones de resistencia, no dejarnos allanar ni vencer, y desde allí, levantarnos y comenzar a recorrer el camino de la liberación.

LA COMUNIDAD

La calle, el condominio, la urbanización, la escuela, la iglesia, las cercanías requieren de nuestra activa preocupación y ocupación. El país que queremos cambiar comienza en nuestra casa y se despliega por nuestras calles. Velar por lo común, practicar el respeto, ser constructivos y severos en la responsabilidad compartida, aportar lo acordado y celebrar la cotidianidad del orden que nosotros mismos nos proveemos forman parte de esa comunidad vida que nos hace participar de la luz que entre todos nos procuramos. Solo cuando la calle deje de ser ajena, estaremos preparados para fundar el país que queremos. Nadie más que nosotros va a protagonizar el cambio. Y en ese sentido la política nueva debe ser de abajo hacia arriba.

LA COMPASIÓN

El sufrimiento de los demás no nos puede ser ajeno. La militancia en la indiferencia nos ha resquebrajado las ligazones que todavía nos significan como comunidad política. La familia y la comunidad se deben realizar en la compasión que nos aúna y que da paso a la lealtad de proyectos colectivos. Es tener el coraje de mirar al otro que sufre para intentar atenuar las razones de su pesar. En un país asolado por un régimen que nos quiere destruir, dispersar y dañar en nuestra esencia, solo la práctica militante de la compasión nos puede devolver el propósito común que tenemos como nación.

LA EXPERIENCIA COMO PEDAGOGÍA POLÍTICA

Familia y comunidad deben ser los centros donde insistamos en la cultura de la explicación. Insistir en el valor de la verdad como el arma que nos protege de la farsa. Desentrañar las causas de nuestra servidumbre y conseguir caminos en común para resistir y vencer. Contrariar las mitologías socialistas y las promesas falsas y viles del populismo. Entender lo que nos ha ocurrido, asumir responsabilidades y costos, encarar la mentira, y soñar con todas las posibilidades de un país diferente, son parte del quehacer político que se nos impone. Asumir esta experiencia como aprendizaje y promesa de cambio. La política es comunicar para convencer y prepararnos para vencer. 

FOCO EN SALIR DE LA BANCARROTA MORAL

No se trata de quedarnos en la mera contemplación de nuestra fatal condición. Es una época de preparación y acondicionamiento para rescatar el país que nos han arrebatado. Por eso mismo debemos tener el coraje de romper y dejar atrás todos los que nos han traído hasta aquí. Y el compromiso de no volver a cometer los mismos errores. El país nuevo tiene que ser diferente al partidismo clientelar, a las macoyas de las élites pervertidas, al rentismo irresponsable, la violencia del “guapo y apoyado”, las infinitas tramas que se ingenian “los más vivos”. Por eso mismo, superar la quiebra requiere primero un repliegue para volver a la fe originaria, recuperar la familia, hacernos parte activa de la comunidad, practicar la compasión y comenzar a narrar esta época para comprenderla y tratar de salir de ella. Es nuestra bancarrota la que debemos superar.

ACCIÓN Y CAMBIO

Llegado el momento, actuar para institucionalizar los cambios. No antes, ni después. Y no ceder al cansancio, el facilismo y la displicencia. La política comienza hoy, contigo y entre los tuyos. Exponte a la experiencia del ser líder, estar con los tuyos para ser sal y luz, y con los demás siendo sal y luz. Luz en tu casa, luz en la calle. Porque todo tiene su momento, y la paciencia todo lo alcanza. Recuerda que más allá del temor y la turbación, ¡Solo Dios basta!

victormaldonadoc@gmail.com

El silencio de Dios

El silencio de Dios

TALITA CUMI

TALITA CUMI

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Las “primarias” del régimen o dictadura del proletariado
En las primarias del PSUV solo se disputa el acceso a los dineros públicos mediante las trompadas y el plomo, como es usual el reparto del botín entre bandas criminales

 

@froilanbarriosf

Las grotescas escenas del pasado domingo son el fiel reflejo del tipo de partido que ha conformado la camarilla gobernante a lo largo del siglo XXI, donde solo se disputa el acceso a los dineros públicos mediante las trompadas y el plomo, como es usual el reparto del botín entre bandas criminales.

Si bien es cierto durante el puntofijismo hubo tropelías en la vida interna de los partidos, estas al menos tenían algún trasfondo estatutario o ideológico. En esta oportunidad, aun cuando todos se califiquen de marxistas y revolucionarios, lo que priva absolutamente es el control de los presupuestos regionales y locales, adicionales a la discrecional participación en todo género de negocios ilícitos señalados y sancionados por tribunales internacionales.

Chávez, el mentor del PSUV desde sus inicios en 2007, solía adornarlo con frases de Rosa Luxemburgo y Antonio Gramsci. Por cierto, muchas de ellas manipuladas para justificar su talante dictatorial, en el nivel de ignorancia característico de los tiranos. Como es típico en estos personajes, nunca llegó a leer integralmente la obra del renombrado revolucionario italiano, específicamente donde se identifica la vida interna de los partidos, a la que señalaba ser el vivo reflejo del proyecto de sociedad que desea construir. 

Esta sentencia del sardo Gramsci es lapidaria ante lo sucedido el domingo en diversas ciudades en Venezuela. Como resultado de secuestrar a un país a la sombra de la dictadura, el PSUV es una rama más del régimen; como lo son los poderes públicos y las empresas estatales, convirtiendo en enemigos al que rechace pertenecer a todo ese contubernio que mostró sus desvergüenzas en esa jornada mal llamada “primarias”.

Entre tanto la procesión va por dentro en la población sometida a la más cruel política económica, al imponerle implacables devaluaciones que la han precarizado; al extremo de registrar 96 % de pobreza general en el país, ya que el resto disfruta de las ventajas del erario nacional. A decir del poeta Walt Whitman, los pobres pagan la música y otros la disfrutan.

La respuesta a esta tragedia nacional es el bochornoso espectáculo dominical de marras. Con el mismo se pretende presentar como solución las elecciones del próximo 21 de noviembre, que en nada resolverán la terrible situación de una población diezmada que reclama alimentos, trabajo y atención sanitaria.

En definitiva, los efectos devastadores de la condición de vida impuestos por el régimen, al quebrar decenas de miles de empresas privadas y públicas mediante la corrupción, lo conllevan a crear espejismos como el caso del bolívar digital y, en este contexto, ilusionar a quienes participaron en esa farsa electoral de creer se les prolongará la subsistencia detrás de un candidato oficialista. 

El domingo 8 de agosto no fue una jornada democrática del oficialismo, ni nada que se le parezca.Tan solo el remedo de un partido que es un saco de gatos donde conviven civiles, militares y bandas criminales, como lo demostraron los lamentables sucesos acaecidos el pasado domingo. Estos fueron corroborados por voceros del oficialismo, quienes indican que “ganar las primarias no garantiza ser candidato del PSUV”.

Como vemos, los venezolanos vivimos en tiranía. Y los militantes del PSUV están sometidos a otra: la dictadura del «proletariado». Que no es otra cosa que la dictadura de la dirección nacional del PSUV y del régimen sobre la caricaturesca militancia del partido. Es la imagen lamentable que se transmite y no debiera repetirse en ninguna parte del mundo.

*Movimiento Laborista.

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La enciclopedia de la libertad: Helvétius
Pero como el amor o el dolor eterno no existen, la libertad no puede tener como fin una fricción infinita entre lo deseado o lo no deseado

 

@ovierablanco

Según Isaiah Berlín, CLAUDE-ADRIEN HELVÉTIUS “no tenía una opinión muy elevada de la naturaleza humana”. No lo considera benévolo ni malévolo, sino infinitamente flexible y plegable; una especie de materia natural que la naturaleza y las circunstancias, pero ante todo la educación, forman a capricho. Por tanto, cree que “de nada sirve tratar simplemente de mejorar a la humanidad discutiendo con ella”.

El hombre obedece porque le gusta, ama lo que hace y no amándolo, acata órdenes porque de lo contrario sufriría las consecuencias de un castigo, una pena, un despojo. Entonces no soy libre. Soy producto del imperio de quienes son capaces de infligir esos «motivos de vivir».

La conjura de los pocos…

Apunta Berlín citando a Helvétius: ¿Cuáles son los fines propios del hombre? “Pues si los hombres son capaces de desear tan solo el placer y evitar el dolor, absurdo resulta sugerir que deban desear algo distinto de lo que pueden desear. Si resulta ridículo pedirle a un árbol que se convierta en una mesa, o pedir a una roca que se vuelva un río, no menos ridículo es invitar a los hombres buscar algo que son psicológicamente incapaces de perseguir…”. Pero como el amor o el dolor eterno no existen, la libertad no puede tener como fin una fricción infinita entre lo deseado o lo no deseado. Berlín nos motiva a ser felices sin importar placer o dolor. Existir existiendo con el otro. Es el sentido racional del hombre que no solo es feliz en su propio yo, sino en su entorno ¡en su capacidad de convivir! Coexistir no es sufrimiento ni placer. ¡Es libertad, que es respetar la propia y la ajena!

Helvétius se pregunta: “¿Por qué no son felices los hombres? ¿Por qué hay en la tierra tanta miseria, injusticia, incompetencia, ineficacia, brutalidad, tiranía, etc.?” La respuesta –según lo sentencia– es que los hombres no son buenos ni sabios por naturaleza, y sus gobernantes, en el pasado, han tenido buen cuidado que el numeroso rebaño a quienes gobernaban se mantuviera en la ignorancia”. Es esta la esencia del antiliberalismo que desconoce al hombre inteligente y familiar, “como cerdos en la granja” (Orwell).

Berlín en un tono incómodo, molesto, denuncia esta posición antiliberal “como un caso deliberado de trapacería de los gobernantes, de los reyes, soldados y sacerdotes y otras autoridades a quienes las personas ilustradas del siglo XVIII tan enérgicamente condenaron (…). Los gobernantes tienen un interés en mantener a sus súbditos en tinieblas, porque de otra manera sería sumamente fácil exponer la injusticia, la arbitrariedad, la inmoralidad y la irracionalidad de su propio gobierno”.

Así, desde los comienzos del hombre, se organizó y ha seguido adelante una antiquísima conspiración de los pocos contra los muchos, porque si los pocos no fabricaran tinieblas, no podrían conservar sometidos a los muchos.

La libertad es el arte de buscar la felicidad

CLAUDE-ADRIEN HELVÉTIUS creía que “los hombres son esclavos de sus pasiones, son esclavos de sus propias costumbres, son esclavos de lealtades absurdas e irracionales”. Habrá progreso si un número suficiente de hombres ilustrados, con voluntades resueltas y con una pasión desinteresada por mejorar a la humanidad se dedican a promoverlo… y les enseñan el arte de gobernar, pues el gobierno es indudablemente un arte: es el arte de buscar la felicidad.

Nace la noción del hombre estadista conductor de una sociedad feliz. Así como un buen ingeniero debe tener buen conocimiento de las matemáticas, la mecánica, la física para construir puentes y ciudades, un hombre de Estado “debe tener conocimiento considerable de antropología, sociología, y, en realidad, moral”, para construir los puentes de la libertad, de una feliz y próspera coexistencia. 

Algunos “historiadores” (ideócratas) glorifican una pérfida educación, demonizando la colonización, hurtando unos de los elementos más ricos y espléndidos de nuestra identidad: el mestizaje. La lengua, la estructura cultural de la colonia que se mezcla con la cultura originaria indígena, con sus creencias comunales, produciendo una inmensa potencia humana de elevadísimo respeto por la integración, la inclusión y la belleza ancestral; belleza ancestral que produce una sociedad más tolerante y libre. Que acepta más la diversidad.

Sin duda fue la Venezuela del siglo XX. Un hombre bien educado, un buen estadista, no solo lo demuestra por su respeto a la ley, sino a sus tradiciones y esencia cultural. Quien destruye la historia por satanizar el pasado desde una perspectiva actual o ideológica, no es más que un hechicero de la verdad, de la libertad y de la identidad de los pueblos.

Berlín alertó que esta posición de relativizar la historia y la identidad, es relativizar la libertad. “Es como un trozo de barro en manos del alfarero, que puede moldearlo a su gusto.” Es una irresponsabilidad criminal concluir que el hombre es un ignorante, manipular la historia y ser engañado por malévolos. Aquí apunta Berlín: “Nos vemos como animales, entrenados para buscar solo lo que nos es útil”. Bajo esa noción la destrucción de unos contra otros es inevitable.

El hombre debe elegir su historia porque la historia no elige a nadie. La historia solo se hace… Para Helvétius con el tiempo desaparece la noción misma de felicidad. Y desaparece porque también desaparece la libertad de hacer historia… Así, no hay espacio para moverse porque una libertad donde el único valor es el miedo y no es felicidad, no es libertad, es dictadura…

* Embajador de Venezuela en Canadá

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