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Repitan conmigo: No es un “paquetazo neoliberal”

 

Si los fines de semana, por disposiciones originalmente bíblicas, son para el descanso y el esparcimiento, el pandemonium económico anunciado en cadena nacional el viernes pasado consiguió un efecto exactamente contrario. Debido a la culminación del accidentado proceso de reconversión monetaria, ya estaba previsto que serían unos días con opciones limitadas para quienes salen de casa con fines no laborales. Pero el conjunto de medidas presentadas por el Gobierno hicieron que el pronóstico se cumpliera con creces. Las calles de la capital lucieron desoladas, con pocos establecimientos abiertos. Entre los expendios de víveres, los que sí recibieron clientes estuvieron abarrotados de consumidores, ansiosos por comprar prodcutos de primera necesidad. Una nueva oleada de compras nerviosas, clásico síntoma de desconfianza masiva en quienes llevan las riendas de la economía nacional.  Al otro lado del mostrador, dueños y gerentes ponían su materia gris a trabajar a paso frenético para concebir cómo evitar la quiebra en el mediano plazo. Me tocó ver a un familiar, administrador de una empresa pequeña, llorar de angustia e impotencia.

 

¿Temores infundados? Lo que muy probablemente vendrá tras del plan para “alcanzar (ahora sí) la prosperidad económica” ha sido harto discutido por economistas de renombre. Yo, por supuesto, no puedo de ninguna manera aspirar a hacerlo mejor. Sin embargo, sí me atrevo a exponer consideraciones sobre un efecto de los anuncios presidenciales que salió a relucir de inmediato y cuya naturaleza problemática de hecho radica en los adversarios de la autoproclamada Revolución Bolivariana. Me refiero al hecho de que muchos opositores, algunos de ellos dirigentes, hayan tildado de “paquetazo neoliberal” el conjunto de medidas económicas. Una vez más quedó clara la antipatía que muchos en Venezuela profesan hacia el liberalismo y, lo que es peor, una profunda ignorancia sobre esta corriente de pensamiento.

 

Antes de proceder, me gustaría aclarar que no me considero liberal, pero veo al liberalismo como parte importante del debate de ideas en cualquier democracia sana. A veces el fortalecimiento de ese debate exige una defensa de posiciones con las que no siempre se está de acuerdo, para que no sean satanizadas o criminalizadas.

 

El presente caso hace necesario comenzar con un poco de pedagogía. El liberalismo es un ideario que pone la libertad de los individuos como máximo norte axiológico, como supremo valor. Es decir, la facultad de cada quien para decidir cómo conducir su vida y relacionarse con sus semejantes, sin que ningún ente en nombre de un supuesto bienestar colectivo le imponga restricciones. Aunque esa libertad no está restringida a la esfera económica, es en ella que el liberalismo suele hacer énfasis. Su ideal consiste en una red de relaciones transaccionales fundamentadas solo en las decisiones de las partes involucradas, siempre con un férreo respeto a la propiedad privada. Las intervenciones del Estado por lo general son percibidas como amenazas a la libertad, generadoras de corrupción o, incluso con las mejores intenciones, de ineficiencia y pobreza.

 

En cuanto al “neoliberalismo”, es un término hoy prácticamente vacío de significado. Tuvo sus orígenes en 1938, durante el llamado Coloquio Walter Lippmann, celebrado en una París que en poco tiempo conocería los horrores de la ocupación nazi. Se dieron cita entonces intelectuales de la talla de Raymond Aron, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y el periodista norteamericano epónimo. La palabra “neoliberalismo” fue propuesta para designar una alternativa ideológica que se distanciara del liberalismo clásico y el completo laissez-faire, pero que también rechazara tanto un fascismo en auge como la amenaza del comunismo soviético. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, del término se fue poco a poco apropiando la izquierda, que comenzó a usarlo de forma peyorativa contra liberales. En realidad, hoy cuesta conseguir a alguien que se considere a sí mismo “neoliberal”. Casi todos los simpatizantes de esta ideología se identifican como liberales a secas.

 

En Venezuela, “paquetazo neoliberal” es una expresión asociada sobre todo con las medidas económicas emprendidas por Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno. Sin duda, este conjunto de decisiones gubernamentales significaron un empeño liberalizador sin precedentes en la Venezuela petrolera, ya que fueron desmontados los controles de precios y de cambio y un pequeño número de empresas públicas fue privatizado. Algunos liberales acérrimos no consideran que esta haya sido una política plenamente liberal, debido a que, por ejemplo, la mayor industria del país (la petrolera) haya seguido en manos del Estado.

 

La más recordada de todas las medidas de CAP fue el aumento en el precio de la gasolina. Imagino que, por falta de visión panorámica y de entendimiento sobre ambos casos, varios opositores han hecho la asociación con la “internacionalización” del monto del combustible ordenada por Maduro y empezado a hablar de un nuevo “paquetazo neoliberal”. Insto al lector a que considere el concepto de liberalismo expuesto arriba y que reflexione si las medidas actuales tienen aunque sea un ápice de ese ideario.

 

Comencemos por lo obvio. Las regulaciones se mantienen. Que se haya despenalizado las actividades contempladas en la Ley de Ilícitos Cambiarios y asumido un tipo de cambio flotante no implica el fin del control de cambio. El Estado sigue estableciendo límites a la compra y venta de moneda extranjera y reservándose el uso del grueso de las divisas que entran al país mediante las alicaídas exportaciones petroleras. El control de precios más bien se ha fortalecido, con otra reedición del llamado Plan 50, acompañado de una nueva oleada de fiscalizaciones y sanciones para obligar a comercios a vender sus productos con montos impuestos por el Gobierno. Esta vez el foco ha estado en supermercados y farmacias. Se insiste en culparlos por la hiperinflación, a pesar de que el propio Maduro reconoció el financiamiento monetario al gasto público, principal causa del aumento desbocado de precios.

 

Además, luego de un gigantesco aumento de sueldo, el Ejecutivo se ha comprometido a pagar la nómina del sector privado. Ello supone que todos los trabajadores contemplados pasan a depender el Estado ni más ni menos que para contar con la remuneración a su actividad laboral. Más intervención pública que, de paso, choca de frente con el supuesto objetivo de acabar con el déficit fiscal.

 

¿Saben qué indigna a los liberales como pocas otras cosas? Los impuestos, en tanto que parten de la idea de que el Estado es mejor que los individuos manejando riqueza para el bienestar social. Pues bien, el plan de Maduro contempla elevar los gravámenes. El argumento es que con el dinero recaudado se podrá financiar el gasto público. Pero ya varios especialistas han apuntado que eso sería insuficiente para cubrir el elevadísimo desembolso en las llamadas misiones, más sueldos, bonos y pensiones. Además, con una contracción brutal de la actividad económica y del consumo es poco lo que puede esperarse en recaudación tributaria. A lo que se agrega una rápida devaluación de lo recolectado debido a la inflación acelerada (Efecto Olivera-Tanzi). Por último hay que considerar que en vez de reconocer la raíz del problema en decisiones propias y hacer sacrificios (como pedir ayuda a entes multilaterales a cambio de enmiendas en la política económica), el Gobierno ha optado por encargar a los ciudadanos sacar de su bolsillo el dinero que hace falta para corregir el déficit.

 

En fin, es un verdadero absurdo llamar “liberal” el nuevo paquete de medidas económicas. Todo lo contrario, es propio del socialismo revolucionario que gobierna el país. Ya va siendo hora de que los venezolanos entendamos que el liberalismo no es una suerte de filosofía satánica basada en el amor inescrupuloso por el dinero y que aspira a la explotación de una mayoría empobrecida en beneficio de unos pocos ricos. Por desgracia, el liberalismo ha sido históricamente marginado por nuestras elites políticas y culturales, lo cual ha hecho tabú debates que hoy son muy pertinentes. Urge cambiar eso. ¿Le interesa contribuir? No tiene que hacerse liberal. Basta con entender el liberalismo y abrirse a la discusión respetuosa con quienes lo abrazan. Un buen primer paso es dejar de llamar “neoliberal” cualquier medida económica que a usted no le gusta.

 

@AAAD25 

Elegía al enemigo imaginario, por Gonzalo Himiob Santomé

Sombras

 

No concibo un trance peor que el de tener que batallar con fantasmas. Luchar contra lo que se conoce, contra lo corpóreo, contra lo que se ve, es sencillo. Cuando el enemigo es real, los límites de la contienda están definidos de antemano, no hay espacio para tergiversaciones, trucos bajo la manga ni confusiones. De lo que existe, se puede adivinar con facilidad si busca nuestro daño o no, de lo que no existe sino en nuestra imaginación, se puede decir cualquier cosa. Si algo real nos vence, no será porque le hayamos atribuido fuerzas que no tiene o porque nos hayamos dejado acorralar por temores auto inducidos, esos que elevamos a la enésima potencia desde nuestras propias limitaciones, sino porque en efecto tenía lo que necesitaba para superarnos; pero cuando el enemigo es imaginario, producto de nuestra propia paranoia o creación indefinida de nuestra locura particular, no hay victoria posible.

Algún día, desde la distancia que impondrá el tiempo inexorable, la historia recordará cómo el gobierno bolivariano, incluso desde los iniciales momentos de la campaña electoral que llevó a Chávez al poder, se dio sistemáticamente a la tarea de crearse enemigos donde nunca los hubo. Gracias a Chávez, desde hace casi 20 años Venezuela es un largo y agotador cuento, literal y metafórico, de fantasmas. Pese a estar lleno de derrotas inocultables, ese ha sido el método, no ha cambiado y, lo que es peor, no va a cambiar, porque detrás de cada narrativa oficial dirigida a la creación de nuevos enemigos “de la patria”, “de la revolución”, “del pueblo” y así,  contra los que cabe hacer la “guerra” y contra los que todo vale, no existe en realidad ni siquiera el ánimo de vencerlos, sino un marcado carácter utilitario dirigido a cumplir tres objetivos muy bien definidos: El primero, poner sobre los hombros de los demás, de los “otros”, culpas y cargas que solo pueden atribuirse al mismo gobierno, preso de su ineficiencia, de su corrupción, de su desprecio hacia el saber y de las evidentes carencias, morales o intelectuales, de muchos de sus más destacados representantes. El segundo, servirse de ello para reforzar, a través de injustas investigaciones, persecuciones, detenciones y hasta condenas, la espiral del miedo, esa que nos mantiene paralizados y ha hecho que, a los ojos del mundo, los venezolanos seamos vistos con una lógica suspicacia nacida de la constatación de que, si mucho de lo que aquí ha pasado ocurriera en otros países, la respuesta de la ciudadanía en esas latitudes hace rato que hubiera sacado a sus gobernantes del poder. Por último, esta creación de enemigos imaginarios a diestra, pero especialmente a siniestra, también cumple un objetivo “legitimador”, pues todo se hace, supuestamente, “por el pueblo” (entelequia que en el diccionario chavista/madurista solo se refiere a quienes les apoyen) de manera que, en un inacabable discurso maniqueo, se perciba siempre que en esta realidad siempre hay un “malo maluco”, que se opone perversamente al “pueblo” para, supuestamente, dañarlo siempre.

Hoy son los panaderos, pero hace nada los “malos” de la película eran los jugueteros. Antes ya habían pasado por la misma ordalía los constructores, los agentes inmobiliarios, los farmaceutas, los médicos, los vendedores de electrodomésticos o de cualquier bien necesario, los dueños de bodegas o automercados, los agentes de casas de bolsa, los ganaderos, los agricultores, los cafetaleros, los banqueros, los comunicadores sociales, los dueños de los medios de comunicación privados, los activistas y defensores de DDHH y hasta los vendedores de vehículos. Ni hablar de los políticos opositores, de los representantes de otros países o de los organismos internacionales que no le rían las gracias a la “revolución”, ni de los jóvenes, profesionales o estudiantes, que se hayan atrevido a alzar la voz en defensa de su futuro.  Todos hemos sido, o lo que es peor, en algún momento vamos a ser, estigmatizados como “enemigos del pueblo”. Todos somos, o en algún momento vamos a ser, “traidores” o “lacayos del imperio”. Todos somos o vamos a ser, a los ojos del “proceso” que nos han pintado por todo el país, “criminales”. De esa lógica revolucionaria perversa, aunque algunos aún se nieguen a creerlo, no se escapa nadie.

Y esto es así porque lo importante es cumplir con los objetivos antes planteados. La culpa siempre es de la vaca. Si no hay pan, porque en el país no se produce harina de trigo y tampoco se importa la necesaria, la culpa no es del gobierno, es de los panaderos; si no hay juguetes, o están muy caros, la culpa no es del gobierno, sino de los jugueteros; si no hay alimentos, la culpa no es del gobierno, es de los bodegueros, de los dueños de los automercados, de los ganaderos y de los agricultores; si no hay medicinas y la gente se muere por ello, la culpa es de los médicos y de la industria farmacéutica, jamás del gobierno “revolucionario” y “humanista”; si de Venezuela hay poco o nada bueno que contar, la culpa no es del gobierno sino de los medios de comunicación al servicio, supuestamente, de oscuros intereses; si no hay liquidez, o si nuestras reservas internacionales bajan a límites insostenibles, la culpa no es del gobierno ni de los boliburgueses que dilapidan nuestras arcas impunemente y a placer, sino de “Dólar Today”, de los banqueros y de los que manejan el mercado bursátil; si no hay vehículos ni repuestos, si las ensambladoras están paradas por falta de insumos o de las divisas para la importación que controla y reparte el gobierno, la culpa no es de Maduro ni de sus ministros, es de los concesionarios y de los fabricantes; si no hay vivienda, la culpa no es del gobierno, es de los constructores “capitalistas” y de los agentes inmobiliarios “especuladores” y “usureros”.

Todo es poner la paja en el ojo ajeno, para ocultar la viga que a los oficialistas les atraviesa no solo los ojos, sino la cabeza, para después con ello “justificar” la persecución y hasta la encarcelación de “los otros”, de los díscolos, de los críticos, con la mira puesta en sacarlos del juego para que sean los “leales” los que se ocupen de lo que, no hay prueba favorable en contrario, no saben hacer. Si le quitan sus panaderías a los panaderos, para ponerlas en manos del “pueblo”, nos vamos a quedar sin pan. Así pasó con las centrales azucareras, con las cementeras, con las cafetaleras, con Agroisleña, con las casas de bolsa, y no pare usted de contar. Con ello el mensaje que se envía es claro: “O te retratas conmigo o te saco del juego”. Y funciona. El miedo cunde y muchos, como la barbarie no ha tumbado aún a patadas sus puertas, creen ilusos que “si no se meten con el gobierno” el gobierno no se va a meter con ellos. Se equivocan.

Además, con todo esto, de la mano de los idiotas “progres” del mundo, de esos que son muy “humanistas” y “solidarios” pero ni de vaina dejan París o Madrid para venirse a vivir sus euforias en La Peste o en Ciudad Caribia, el gobierno revolucionario se lava la cara y pregona a los cuatro vientos falsedades populacheras que muchos le compran demasiado baratas y que a nosotros nos salen demasiado caras. No es en balde ni queda al azar el uso del término “guerra” (“económica”, “del pan”, “contra el acaparamiento”) contra los enemigos imaginarios, pues las reglas de la guerra son distintas a las de la civilidad, y si en situación de paz hay que respetar el estado de derecho, contra un “enemigo” en una “guerra” se puede hacer casi cualquier cosa. Esa es la idea escondida tras el uso de este vocabulario bélico e intransigente.

Pero pocos se atreven a verlo. Cuando uno escucha las declaraciones oficialistas en los foros mundiales, lo que escucha es populismo tosco y ramplón, lo que se oye es una ilusoria cruzada cervantina en la que estos supuestos Quijotes, inútiles, corruptos y flojos, no son más que víctimas llorosas y eternas de imaginarios molinos, para ellos en sus delirios todos “gigantes” conspiradores, que según ellos les salen hasta de debajo de la mesa. Lo peor es que, acá y afuera, todavía hay gente que se lo cree, y mientras tanto, entre los palos de ciego, los abusos y los manotazos a incorpóreos e inexistentes fantasmas, la realidad nos va devorando, esa sí, “a paso de vencedores”.

@HimiobSantome

Ángel Oropeza Jun 28, 2016 | Actualizado hace 8 años
Los dos relojes por Ángel Oropeza

largascolas1

 

Si uno clasificara a Venezuela en tres esferas de su realidad –la económica, la social y la política– el diagnóstico no es igual para todas. Lo económico marcha mal, y amenaza con ponerse peor. Lo social involuciona a un ritmo de deterioro tan vertiginoso como inédito. Solo en el campo político están ocurriendo cosas en dirección contraria. La clave, sin embargo, está en que estos tres mundos se mueven a velocidades diferentes.

Esta inevitable diferencia de ritmos ha venido a convertirse hoy en una severa amenaza. Porque existe el riesgo de que la tragedia social avance a un paso tan acelerado de pauperización que no dé chance a que las soluciones que se están construyendo desde la esfera política arrojen los frutos deseados. De hecho, no existe hoy en el país un peligro mayor y más temible que el riesgo de que lo social pueda desbordarse y no espere las respuestas que afanosamente se trabajan desde el campo de batalla político.

Frente a esta peligrosa amenaza, se le presentan tanto a la Mesa de la Unidad Democrática como al resto de los venezolanos algunos retos cruciales. En el caso de la alianza, lo primordial –aunque es más fácil escribirlo que hacerlo– es intentar darle norte claro y cauce inteligente al inmenso sentimiento nacional de cambio. Al mismo tiempo, hacer lo posible para que esa demanda de cambio no se frustre o se desvíe contra la propia gente, bien sea por desesperación o por caer involuntariamente en las trampas de un gobierno agónico necesitado de errores contrarios que le den oxígeno.

Hoy por hoy, el partido político más grande del país es el partido de los descontentos. Y la principal fortaleza de la MUD es actuar como cara política del país en demanda de cambio, como vanguardia política del descontento. Desde esa posición de vanguardia, su preocupación prioritaria es cómo conectar con su base de apoyo, que es precisamente la inmensa legión de descontentos y sufrientes.

No se trata de la ingenua conseja de intentar dirigir la conflictividad social, que es precisamente la expresión conductual del descontento. Ello no solo es políticamente inconveniente sino además inútil, pues la conflictividad tiene su propia y autónoma dinámica. Se trata de concebir y hacer funcionar la Unidad como el instrumento político de la lucha social de los descontentos. Y eso pasa, entre otras cosas, por evitar que algunos sectores de la población perciban, equivocadamente, que hay dos luchas distintas: la política y la del descontento callejero. La lucha es una sola, y es lograr la canalización política del descontento, tanto para lograr el cambio de régimen como para generar las condiciones políticas que permitan la gobernabilidad y estabilidad de la transición.

El resto de los venezolanos tenemos también varias tareas frente a la asincronía de los relojes político y social. La primera es perseverar, que es muy distinto a simplemente tener paciencia. La segunda es confiar en sus propias capacidades, fortalecidas en el duro crisol de las adversidades. Y la tercera es no caer en las trampas del gobierno, interesado en exacerbar a la población buscando reacciones que justifiquen reprimir con un mínimo de justificación y legitimidad. A este respecto, lo sucedido hace pocos días en Cumaná levanta toda clase de suspicacia.

Los cumaneses hablan de cómo sujetos identificados con el oficialismo iniciaron y dirigieron los saqueos, lo que provocó la inmediata militarización de la ciudad. El resultado de ambas tragedias –saqueos y represión militar– ha sido la aparición de un manto de temor colectivo que intenta arropar las expresiones de legítima indignación y protesta. Si esta jugada no fue ideada en los oscuros laboratorios del fascismo gobernante, lo cierto es que le ha caído de perlas.

Esto es precisamente lo que hay que evitar: que la presión social sea utilizada para voltearla contra la propia gente, y servir así a los propósitos de un gobierno desesperado por cualquier excusa que le permita escapar de lo que el pueblo le tiene preparado.

 

@AngelOropeza182

El Nacional 

¿Por qué nadie te teme?, por Brian Fincheltub

Temores

 

Deberías preguntarte por qué nadie te teme. Por qué pese a tus esfuerzos por generar miedo nadie te para. Es más, tú situación es tan triste que cada vez que te lanzas una amenaza logras el efecto contrario: impulsar a la gente a que haga eso que buscas evitar. El venezolano te reta diariamente, se te para de frente y te habla de tú a tú. No te tiene ni respeto ni miedo. Algo bastante lamentable para una persona que ocupa un cargo tan importante.

Una vez Maquiavelo, un filósofo italiano que me imagino debes conocer al menos por referencias, dijo que era mejor ser temido que amado. Tú nunca pudiste llenar ni el vacío sentimental de tu propia gente y menos lograr que quienes se oponían a ti te tuvieran temor. No es difícil saber cuál será tu futuro. Tú que siempre condenas a todo el mundo al “basurero de la historia”, no debes tener un lugar privilegiado en las líneas que se tendrán que escribir en los próximos años sobre esta oscura etapa del país… Escribir, pero sobretodo, recordar mucho, para que jamás se repita.

Tenlo claro, no puedes exigir respeto porque el respeto se gana, menos puedes pedir que te teman, porque el miedo desaparece cuando se ha perdido todo. A lo único que los venezolanos le tenemos terror es a la idea de que tú continúes en el cargo, porque has demostrado que tienes una capacidad destructiva sin límites.

Millones no caben en El Helicoide o en la penitenciaría de San Juan de Los Morros, la cárcel no puede ser un castigo para alguien que tiene a su propio país como celda. Tampoco la muerte, esta nos ronda a todos los que nos atrevemos a salir a la calle diariamente. Por eso cuando tus armas nos apuntan, ya nadie retrocede. Estamos claros que puedes causar mucho daño, que puedes seguir destruyendo vidas y familias, pero eso no nos atemoriza, nos impulsa a buscar tú salida del poder por la vía a la que más le temes: La constitucional, electoral y pacífica.

Tu dominio de terror se tambalea, ni gritando logras espantar, el venezolano no se va a paralizar ante tus amenazas, todo lo contrario, te seguirá retando. Cada vez son más quienes te identifican como el responsable de la crisis. 

En otras condiciones quizás hubiésemos visto a miles de arrepentidos por haber firmado, yendo en masa a excluir su firma por miedo a represalias o perder su trabajo. La mayor prueba de que el miedo se acabó, es lo que vimos esta semana en las oficinas del CNE, nadie cayó en tus presiones. Si alguien está arrepentido hoy, es sin duda aquel que votó por ti.

 

@Brianfincheltub

Encontacto@brianfincheltub.com

Toque de queda en Margarita por funeral de pran El Conejo

ESTE MARTES SE VIVIÓ en la isla de Margarita una especie de “toque de queda” por el sepelio del ex pran del internado judicial de San Antonio, Teófilo Rodríguez Cazorla, conocido como “El Conejo”.

Desde la madrugada del domingo cuando se conoció que «El Conejo» había resultado herido junto con sus acompañantes a la salida de la discoteca Yards, en Porlamar, la situación se tornó tensa en esta región, y se complicó aún más con el anuncio de su muerte en la clínica Costa Azul.

Desde ese momento, la rutina de los habitantes de la isla cambió, y el temor se apoderó de los margariteños, producto de los constantes rumores y versiones sobre el asesinato del pran que inundaron las redes sociales.

VIDEOS: Con tiroteo, reos del internado de Margarita protestan por muerte de «El Conejo»

El lunes, cuando se traslado del cuerpo del ex líder quienes residen en las urbanizaciones y los poblados aledaños al recinto carcelario, así como quienes transitaban en vehículos o a pie por la avenida Juan Bautista Arismendi, vivieron momentos de terror por los prolongados tiroteos  de armas largas que salían de los patios del penal, pese a que la Guardia Nacional Bolivariana con equipos especiales, estaba presente bloqueando el ingreso del féretro.

Los presos se subieron a los techos para expresar solidaridad con quien por más de una década fue su líder disparando ráfagas con sus armas.

 

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En horas de la tarde, el sonido de los disparos cambió por la fuerza del vallenato que se dejó escuchar hasta parte de la noche, al parecer, celebrando el cambio de mando en el penal margariteño.

Estaba previsto que este martes saliera el cortejo fúnebre desde la calle Charaima de Porlamar, hasta el cementerio Camposanto, con resguardo de efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, Grupo de Acciones Especiales (GAE) de la Policía regional y de la Policía Municipal de Mariño, para evitar alteraciones.

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Isla paralizada

El ambiente este martes seguía siendo tenso, pues estaba previsto que se llevara a cabo el sepelio de Rodríguez Cazorla en el cementerio Camposanto, ubicado a pocas cuadras del internado judicial.

Comentarios sobre la instalación de una tarima al frente de la residencia de los padres de “el conejo” para que cantara el hijo de Diómedes Díaz, como la asistencia de la ministra para Asuntos Penitenciarios, Yris Varela, fueron imposibles confirmar.

VIDEO Así se vivía en el Internado de Margarita bajo el pranato de «El Conejo»

Lo que sí se concretó fue la paralización casi total de las actividades escolares y comerciales en Porlamar, por temor a que pudieran desbordarse las pasiones de las personas armadas que acudieron al sepelio.

Desde el lunes, los planteles educativos tanto privados como públicos, ubicados en el sector Llano Adentro y otros sectores de Porlamar, como los ubicados en las urbanizaciones cercanas al cementerio donde seria sepultado «El Conejo», en el municipio García, suspendieron actividades como medidas de prevención.

Para el mediodía del martes, más de 90% de las tiendas y centros comerciales de Porlamar, habían cerrado sus puertas para dar oportunidad a los trabajadores a llegar a sus casas, pues estaba cerrada a avenida Juan Bautista Arismendi que da acceso a al menos tres municipios del sur de la Isla.

 

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Máxima alerta en el Vaticano tras ataques terroristas en París

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Ante las informaciones publicadas en Italia sobre un posible atentado terrorista en el Vaticano, Parente aseguró que esa alarma «todavía no se ha confirmado»

La alerta terrorista sobre el Vaticano es «máxima» aunque «no ha habido ninguna novedad sobre amenazas» precisas tras los atentados de París, dijo hoy el jefe de la unidad de Policía de operaciones especiales (Digos) de Roma, Diego Parente.

Ante las informaciones publicadas en Italia sobre un posible atentado terrorista en el Vaticano, Parente aseguró que esa alarma «todavía no se ha confirmado» pero que se mantiene la alerta.

Tras los ataques terroristas sufridos en París, el jefe de operaciones especiales de la capital italiana subrayó que Roma «ha revisado y potenciado todas las medidas de seguridad» aunque explicó que las precauciones ya «habían aumentado» antes de que se produjeran.

Subrayó que se han considerado «todos los objetivos sensibles», lugares de los que Roma «está llena», y lo han hecho sin privilegiar uno respecto a los otros», sino de una forma global.

Explicó que la capital ha reforzado el dispositivo de seguridad en el Ghetto y la escuela judía, al igual que en «embajadas, monumentos, lugares de culto y redacciones de periódico y televisión».