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Venezolanos lamentan el fallecimiento de Sofía Ímber

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Foto: Patrick Dolande @patrickdolande

La madrugada de este 20 de febrero murió a los 92 años la periodista Sofía Ímber, quien fue una importante figura del mundo cultural venezolano.

Tras conocerse su fallecimiento, su nombre fue tendencia en la red social Twitter, donde usuarios manifestaron su pesar por la pérdida de quien describen como una venezolana ejemplar y expresaron sus condolencias a los familiares.

A continuación, algunos de estos mensajes:

Panorama.com.ve Feb 20, 2017 | Actualizado hace 7 años
Falleció a los 92 años Sofía Ímber

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La periodista Sofía Ímber, fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, falleció la madrugada de este lunes 20 de febrero.

Ímber nació el 8 de mayo de 1924 , en Soroca, Moldavia, pero vivió durante décadas en Venezuela.

Llegó a Venezuela en 1930, junto a sus padres en busca de mejorar su situación.

Su hermana Lya fue la primera mujer en graduarse como médico en Venezuela.

“Venezuela volverá a ser un país digno de Sofía Ímber”

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Maria Alesia Sosa C.

@MariaAlesiaSosa

Después de tres años, cientos de encuentros y 200 horas de conversaciones guardadas en un grabador, Diego Arroyo Gil, el biógrafo de Sofía Ímber, llegó a la casa de ella con el manuscrito prácticamente listo.

“Eran 170 páginas, y ella me pidió que se las leyera. Al terminar de leer, me dijo: ‘Yo estoy horrorizada’. Solté unas risas, porque ya la conocía demasiado, y le pregunté por qué. ‘Porque esa soy yo”.

Así lo relató el autor en la presentación en Miami de aquel resultado final de las 170 páginas que se convirtieron en La Señora Ímber: Genio y Figura, publicado por Editorial Planeta.

El Centro Koubek del Miami Dade College en La Pequeña Habana, sirvió de espacio para un acto íntimo y emotivo, en donde homenajearon a promotora de arte más importante de la historia de Venezuela, a propósito de la presentación de su biografía. La obra es la bitácora de una vida dedicada a dos pasiones: el periodismo y el mundo de las artes.

El periodista y escritor Carlos Alberto Montaner dirigió un panel en el que participaron Arroyo Gil, Rina Carvajal, quien trabajó en el Museo de Arte Contemporáneo (MACSI) y el periodista Alejandro Marcano.

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Montaner consideró que el autor acertó en escribir el libro en primera persona, y que la obra refleja a la perfección la personalidad e impacto de Sofía Ímber en su país, así como para otras latitudes. Reveló que siempre la había admirado, pero se sorprendió luego de leer su biografía: “Yo creía que la conocía bien y la admiraba mucho, pero ahora la conozco mejor y la admiro más todavía”.

El periodista cubano apuntó que la historia de Ímber demuestra que Venezuela era un país con una movilidad social admirable. “Era una tierra donde podía llegar una rusita a los 6 años, sin un centavo y que ni siquiera hablaba el español, y podía convertirse en una de las figuras clave de la intelectualidad venezolana, y una persona central en el debate de ideas políticas”.

El panel destacó también la enorme influencia que tuvieron los dos esposos de Sofía Ímber: Guillermo Meneses, quien la introdujo en los círculos diplomáticos, y Carlos Rangel, con quien compartió la pasión por la política y el periodismo.

Precisamente una de las grandes revelaciones del libro es la publicación de la carta que le dejó Rangel a su esposa, antes de suicidarse.

Boris Izaguirre escribió el prólogo de la obra, y por su cercanía con Ímber confesó que él siempre pensó que sería él, el encargado de hacer la biografía de la icónica venezolana. “Pero yo escribo ficción, la vida de esta mujer es mucho más interesante y maravillosa que la de los personajes de mis novelas”, dijo al público.

El escritor venezolano dijo que la agasajada “siempre ha apostado con amor y desapego por un país que no le ha respondido igual”. Sin embargo, dio un mensaje alentador: “Sofía representa una Venezuela que va a existir. Algún día seremos ese país digno de Sofía Imber”.

Montaner calificó el prólogo de “muy inteligente y muy bien pensado”. Además, Arroyo Gil contó que recibir el prólogo y las observaciones de Izaguirre fue muy útil y determinante. “Se fijó en detalles e hizo precisiones que pueden hacer que un libro sea excelente o sea un desastre”, declaró el autor.

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Premio a una ciudadana mundial

Además, en la ceremonia, el Instituto Interamericano de la Democracia aprovechó la ocasión para otorgarle a Ímber, el Premio a la Ciudadanía Mundial, distinción que recibió de manos de Carlos Alberto Montaner, presidente del instituto y Beatrice Rangel, su directora.

“Es una mujer excepcional, no solo en Venezuela sino en toda América Latina. Merece este reconocimiento, y merece cien reconocimientos más”, dijo Montaner, quien además, le manifestó su amor y admiración.

Por su parte, Rangel dijo que este homenaje pretende resaltar la generosidad que tuvo Ímber con las mujeres de una generación al apoyarlas en el sueño de ser profesionales excelentes. “Otra virtud que este premio quiere destacar es su tolerancia: La casa de Sofía siempre estuvo abierta para personas de distintos pensamientos e ideas, y eso la acercaba más a la realidad venezolana. Ojalá que, algún día, Venezuela recupere la sindéresis de Sofía, para que pueda restituir su democracia”.

Al momento de cerrar su ponencia, Diego Arroyo Gil, dijo que mantener el legado de Ímber es un guía para la reconstrucción de Venezuela: “En medio del oscurantismo que vive nuestro país , Sofía y su historia, son una luz, si somos capaces como venezolanos de mantener esa llama ardiendo, habremos hecho el trabajo, y podremos estar satisfechos”.

El cierre del evento fue un espectacular recital de la cantautora venezolana, Soledad Bravo, también amiga de Ímber, desde hace más de 50 años. Bravo le dedicó a su amiga todas las canciones que interpretó: Palabras de Amor, Ojos Malignos, Pajarillo Verde y Alfonsina y El Mar.

Fotos: María Alesia Sosa

Sofía Ímber: Yo no soy pesimista, yo soy venezolana

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Esta vez a Nelson en #ElShowDeBocaranda lo acompañaron la periodista, promotora del arte venezolano y fundadora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Sofía Ímber, y el periodista y escritor de su nuevo libro «La Señora Ímber: Genio y Figura», Diego Arroyo Gil.

Comenzaron la entrevista conversando sobre la vida de Ímber, sobre los gratos momentos que han compartido ella y Bocaranda, en donde en medio de risas dijeron: “nos han botado de muchas partes”; posteriormente, la periodista explicó que eso pasó por “no doblegarme”. Luego conversaron, con la ayuda de Diego, de todos sus años viviendo en París, sus amigos artistas allá y aquí, de todos sus programas hechos junto a su compañero Carlos Rangel. Hablaron de sus vivencias y de su “intransigencia” , dónde ella agregó “no ser intransigente, sino exigente” y Arroyo también expuso que ella no sólo es exigente con los demás sino, con ella también.

 

 

Procedieron a platicar sobre su trabajo en el MAC de Caracas, todas su experiencias y exigencias en el mismo y comentó que “las instituciones en Venezuela sólo dejan sino deudas, yo dejé dinero en el Museo”. Para finalizar, Nelson le pide un mensaje para Venezuela en el que su silencio se hizo presente en la sala y Diego agrega que ella siempre dice que “yo no soy pesimista, yo soy venezolana”.

Como es de costumbre, Bocaranda finalizó el programa con su clásica ronda de “Runrunes” y chistes con la musicalización de Los Hermanos Naturales. Si quieres ver este episodio y mucho más de nuestra programación, suscríbete a VIVOplay.net y búscalo #onDemand por: http://goo.gl/VIWOxm

Pérez Art Museum en Miami rinde homenaje a Sofía Imber

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Sofía Imber, una de las personalidades más importantes de la cultura venezolana, será homenajeada este miércoles 20 de abril de 2016 por el Pérez Art Museum Miami.

 

La periodista y promotora cultural fundó el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en 1973 y fue su directora por 27 años. Durante su liderazgo, esta institución consolidó una colección de arte contemporáneo que llegó a ser reconocida como la mejor de América Latina.

 

El homenaje del PAMM cuenta con el patrocinio de la Fundación Arts Connection y se realizará en el marco de la inauguración de la exhibición retrospectiva de la destacada artista colombiana Doris Salcedo.

 

Imber ha dejado un profundo legado en el mundo del periodismo y las artes de Venezuela. Fue conductora por muchos años de los programas televisivos de entrevistas y opinión de gran impacto en la opinión pública: “Buenos Días” y “Sólo con Sofía”. También trabajó para los diarios venezolanos El Nacional, El Universal y Últimas Noticias y colaboró con otros impresos internacionales.

 

Su gestión de tres décadas en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas fue notable. Imber logró conformar una colección de casi 4 mil obras, en las que se incluyen valiosas piezas de Miró, Picasso y Botero, entre otras. El museo fue además innovador en su oferta de servicios: ofrecía un departamento de educación especial para ciegos que incluía la exploración de obras como Las Meninas, de Velásquez, en tres dimensiones; fue el primero en ofrecer un servicio de biblioteca especializada en arte, un espacio de formación artística para niños y adultos y un centro multimedia para las artes.

 

 

Sofía Imber ha recibido numerosos reconocimientos: el Premio Nacional de Periodismo de Venezuela; el Premio Nacional de Artes Plásticas de Venezuela; la Medalla Picasso (otorgada por la Unesco); la Legión de Honor, en grado de chevalier, del gobierno francés; el Águila Azteca (México); la Cruz de Boyacá (Colombia); la Orden al Mérito (Italia); la Orden de Mayo (Argentina); la Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral (Chile); la Orden de Río Branco (Brasil); la Orden del Mérito Civil (España) y la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica del gobierno español, entre otros.

 

En 2014 recibió en Nueva York la Medalla Páez de las Artes por el Fondo Venezolano Americano para las Artes, VAEA (Venezuelan American Endowment for the Arts), reconocimiento que se entrega a personas que hayan contribuido a la excelencia, el crecimiento, y la proliferación de las artes en Venezuela y Estados Unidos. En otras ediciones, esta medalla se ha entregado a Annie Leibovitz, Carlos Cruz-Diez y Robert Wilson.

 

La Universidad Católica Andrés Bello de Caracas abrió la Sala de Investigación Sofía Imber y Carlos Rangel, y posteriormente instauró la cátedra de periodismo Sofía Imber. La sala de investigación digitalizó todas las entrevistas que la pareja hizo durante su programa Buenos Días. Esta universidad además recibió la donación de la biblioteca personal de Imber, conformada por 14.000 libros y catálogos.

Sofía Imber: “Lo que estamos viviendo no tiene nombre, pero sí culpables”

@diegoarroyogil

PARECES IMPLACABLE, Y QUIZÁ LO SEA, pero en el fondo lo que hay en ella, de veras, es la necesidad de no quebrarse, de mantenerse en pie. Lo dijo ya una vez y nadie le creyó: “Yo no soy fuerte. Yo soy débil”. Es Sofía Imber, y esta semana recibe un homenaje en Miami a cargo del Pérez Art Museum, asentado en esa ciudad. A propósito de ello, en Runrun.es decidimos hacerle una entrevista, pero una entrevista del tipo que ha cultivado con merecido éxito nuestro colega Jolger Rodríguez, en el diario El Nacional: una entrevista ping-pong, un toma y dame de preguntas y respuestas rápidas, breves, inmediatas. A quemarropa. Además incluimos, al final, un fragmento de La señora Imber. Genio y figura, un libro que está por aparecer con el sello de la editorial Planeta y en el cual Sofía cuenta, como nunca antes, toda su vida. ¡Habrá sorpresas!

–Lo primero que quiero aclarar –dice– es que estoy harta de hablar de mí. No entiendo a qué se debe que me busquen tanto.

–El personaje despierta mucha curiosidad.

–No me explico por qué, si soy de lo más normal.

–Tanto como “de lo más normal” no será. De usted se dicen grandes cosas.

–Es verdad. Buenas y malas.

–¿Qué es lo mejor que se ha dicho sobre Sofía Imber?

–Que soy una gran trabajadora, lo cual es enteramente cierto.

–¿Y lo peor?

–No tengo memoria para esas cosas. Como no soy de guardar rencores, me olvido con rapidez de frases que pudieron haber sido dichas con la intención de herir.

–¿Ningún rencor, ni hacia Chávez?

–¿Vas a empavar la entrevista mencionando a ese sujeto?

–Y usted, ¿no ha herido?

–Desde luego que sí, y también he sabido disculparme.

–Tenía fama de agresiva como entrevistadora.

–No era tanto agresividad como exigencia de precisión. Si hacía una pregunta, esperaba que el entrevistado me la respondiera. Siempre me ha chocado mucho que la gente se vaya por las ramas. Me gustan las personas directas y que van al grano.

–En otras oportunidades ha contado que se levantaba a un cuarto para las 5:00 de la mañana y se iba a la cama a medianoche. Trabajaba como una fiera: en la televisión, en el Museo de Arte Contemporáneo, en El Universal, en la radio. Todo eso el mismo día. ¿Qué la motivaba?

–La necesidad de hacer bien las cosas, el deseo de perfección, aunque la perfección es inalcanzable.

–¿Nunca nada le quedó perfecto?

–Siempre todo puede quedar mejor que como quedó.

–Pero eso es una tortura. ¿Quién puede vivir así?

–No es una tortura. Es un pensamiento que obliga a ser eficiente, cosa que por cierto necesita Venezuela. Este es el único país del mundo que está arruinado en el que se le ordena a la gente que no trabaje. A mí me dan esa orden y me sublevo. Tal como están las cosas, aquí deberían ser laborables incluso los domingos. Yo jamás falté al trabajo y no me hacían ninguna gracia los días feriados.

–¿No faltó ni por una gripe?

–La manera más efectiva de cortar una gripe es ponerse en marcha.

–Vive usted diciendo que está desempleada.

–Porque es verdad, pero por lo visto creen que lo digo por decirlo y no para que me den algo que hacer. Quiero que sepan que estoy buscando empleo.

–¿Alguna vez pensó que Venezuela se destruiría de esta manera?

–¿Por quién me tomas? Soy pesimista, pero no obscena. Y te advierto que la crisis va para peor. Hoy tú y yo todavía podemos darnos el lujo de comer. Llegará el día en que no podremos. Y de la escasez de medicinas ni me hables. Todo eso es adrede. Parece un proyecto de exterminio.

–Hay que darle un espacio a la esperanza.

–¿A cuenta de qué? ¿Es que acaso se lo merece?

–Está usted brava.

–¡Por supuesto que lo estoy, como todo el país! Hace años yo me di cuenta de que tengo en el cuerpo un órgano que se llama Venezuela y cada día me duele más. Lo que estamos viviendo no tiene nombre, pero sí culpables. Ningún error que hayamos cometido en el pasado justifica este horror. Ninguno.

–¿En qué fallaron los de su generación?

–En no haber actuado a tiempo por estar hablando tanto.

–¿Y usted?

–Probablemente en no haber defendido mi puesto las veces que me lo quitaron.

–¿No cree que la gente reconoce su labor?

–Sí. Me abruma salir a la calle y que se me acerquen jóvenes a darme besos y abrazos. No me importa si aún hay quienes me odian. Me bastan los que me quieren.

–¿Cuántos homenajes se merece usted?

–Todos los que me han dado y los que me darán. No por mí, yo no importo nada, sino por el trabajo realizado.

–¿Por qué es tan polémica?

–Supongo que porque no sé llevar la corriente. Nado en sentido contrario.

–¿Y el ego? ¿Se considera egocéntrica?

–Yo no me propuse tener un ego, pero está claro que lo tenía. Sin embargo, nunca me he sentido una mujer importante.

–Me huele a que eso no es verdad. Usted siempre ha sabido muy bien quién es.

–Puede que en mi vida no lo haya dicho todo, ni siquiera a mí misma, pero no practico la mentira como profesión. Además del periodismo, la profesión que mejor me define es la mendicidad.

–¿La mendicidad?

–Sí, la mendicidad. Yo todo el tiempo estaba pidiendo plata, sobre todo durante mis años como directora del museo. Para comprar las obras que compré tuve muchas veces que convertirme en mendiga.

–Y conseguía el dinero.

–¡Cómo no, si yo era un pelito ‘e tuna! Cuando me parece que algo vale la pena, lucho hasta alcanzarlo. No soy persona de rendirse con facilidad.

 

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–Trabajar con Sofía Imber debió haber sido el paraíso y el infierno.

–No creo ni en el paraíso ni en el infierno sino en la tierra.

–¿Es que tiene usted una respuesta para todo?

–No, pero si me preguntas es porque quieres que te conteste. Yo valoro el tiempo de los demás. No tendría sentido aceptar que me entrevistes para quedarme callada.

–¿Qué rescataría de su vida?

–Nada. No la he perdido.

–Pero del pasado…

–No, no. Yo no vivo del pasado. Para mí no existe el pasado. La vida es ahora.

–¿Y sus recuerdos, los años transcurridos, los momentos clausurados?

–Los que me conocen saben que hablo siempre en presente, incluso de mis muertos. Y no es una pose. Yo soy así, me sale naturalmente.

–¿Por qué no ha podido ser usted una persona dulce?

–Mis hijas dicen que me he ablandado con la edad. Yo no soy de hacer mimos no porque no quiera, sino porque mi manera de expresar cariño es diferente. No hay nada más valioso que ayudar a la gente a que dé lo mejor de sí misma.

–A veces se logra lo contrario: que la gente dé lo peor de sí misma.

–Y aun lo pésimo. Pero queda el intento.

–¿Un sueño?

–No tener ninguno y cumplirlos todos.

–¿Un libro de cabecera?

–Son dos: la autobiografía de Bertrand Russell y Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. El de Bertrand Russell porque allí hay una frase que es mi lema de vida: “No temas nunca pertenecer a una minoría”, lo que yo entiendo como no tener miedo a ser diferente. Y Memorias de Adriano porque es el libro de un emperador que sabe que va a morir. Un día quiso subirse a su caballo, no pudo y entendió que era el fin.

–¿Se siente usted como Adriano?

–Me gustaría, pero es difícil. No soy una emperatriz.

–Bueno, casi. De milagro Carlos Andrés Pérez no llamó al museo “Reina Sofía”.

–Se discute mucho sobre ese asunto, que Pérez haya decidido ponerle mi nombre al museo. Yo estuve de acuerdo porque me parece que los homenajes tienen que hacerse en vida. ¿Para qué dejar las glorias y las lágrimas para después de la muerte?

–Pero es bien sabido que usted no llora.

–Sí, tengo un problema en los lagrimales. No me llegan las lágrimas a los ojos.

–Cómo va a ser, Sofía, por favor.

–No llorar no significa que no haya llanto. Los sufrimientos más bravos van siempre por dentro, dignamente.

–Pero algo necesita salir, ¿no?

–No lo sé. En la interioridad se está muy bien. O muy mal.

–¿Y cómo está usted ahora?

–Lo he dicho ya mil veces. ¿Cómo puede estar una persona que tiene 91 años?

–¿No es un consuelo haber hecho tanto y que se lo celebren?

–No, qué va. El mayor de todos los consuelos es vivir.

–De verdad, sus respuestas no dejan salida.

–¿Hacia dónde?

–No sé, una ilusión, un horizonte.

–Me parece un poco cursi eso, y yo evito la cursilería.

–Todas sus hijas viven en el extranjero. ¿Se iría usted de Venezuela?

–No podría decirlo, pero lo veo poco probable. No soy una mujer de dos días en ninguna parte. Yo necesito acostumbrarme. Y además no hay cielos como los de Caracas.

–¿Es posible que su secreto sea su fortaleza?

–Mi secreto, si hay tal, es mi debilidad. Siempre he sido una muchacha que tiembla.

–¿Y a qué responde, entonces, su aparente dureza?

–A una fama muy mal comprendida. Es cierto que soy intransigente, pero solo con lo que me parece falso e injusto. De resto, soy un amor.

–¿A estas alturas cree en el amor?

–¿A cuáles alturas? ¿Te refieres a mi edad? Que sepas que ni el amor ni el deseo se van nunca de uno. El que nos deja solos sobre el terreno es el cuerpo.

–Y usted cuida mucho el suyo. Anda siempre pulcra y perfumada.

–Siempre, es verdad. No debe uno permitirse la decadencia aunque esté viejo.

–Finalmente, ¿para cuándo sus memorias?

–Eso es trampa. Las memorias estarán listas cuando tú por fin termines de escribirlas. Ya todo el mundo sabe que estás haciendo un libro sobre mí, y si no, que se enteren.

–Y allí sí habrá risas y llanto.

–Más te vale, porque te lo he dicho todo y espero no haber echado mi vida en saco roto.

 

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El libro

Un fragmento de La señora Imber. Genio y figura, libro que muy pronto publicará la editorial Planeta. Está todo escrito en primera persona: Sofía habla sobre sí misma.

«Seamos sinceros. El Women’s Lib, es decir, el movimiento de liberación de la mujer, a quien liberó fue al hombre, que pasó de ser telúrico a ser lunático. Lo liberó de ser galante, de ser cortés, de ser protector, de hacer dentro de la división del trabajo conyugal ciertas tareas pesadas como clavar un clavo, cambiar un caucho, cargar una maleta. En lo económico, además, comenzó a asumir, sin vergüenza alguna, el papel del manganzón, o sea, del mantenido, el rol pasivo. De manera que podía quedarse en el hogar mientras la mujer estaba en el trabajo pero a la vuelta quien cocinaba, ponía la mesa, lavaba los platos y acostaba a los niños era ella. A mí nunca me gustaron esas “revoluciones”. En mi casa, hombre y mujer hacían cada uno lo suyo y ninguno de los dos jamás sintió la necesidad, la urgencia inaplazable de “liberarse”. Conmigo, ni feministas ni hippies. Me molestan los melenudos y esa pose de rechazar la sociedad de consumo para vivir de sus migajas y hacerse un vago.

Claro que decir todo esto ahora no tiene mucho sentido porque vivimos otros tiempos, pero no está de más, por si acaso. Antes era muy polémico porque había una cierta sensiblería romanticona en torno a los hippies y toda mujer disfrazada de varón era una “guerrera”. Está bien, pero yo no. Clásica y actual, andaba siempre en falda y con vestidos. Porque como me la pasaba con Carlos Rangel, mi marido, para arriba y para abajo, me lucía que dos pantalones era un exceso. ¡Tan guapa que se ve una pareja cuando los dos combinan! Carlos iba en general de flux, fino y sin colorines, con unos lentes negros de pasta, y yo cada día más me decantaba por los tailleurs de Chanel. No todos los que usaba eran originales, por cierto. Cada vez que viajaba a París pasaba a comprar telas y botones por la rue de Vigny y de regreso en Caracas se los llevaba a un sastre que tenía su taller muy cerca de la Iglesia San Pedro, en Los Chaguaramos. Además le dejaba revistas de moda de las cuales él podría copiar los diseños que más me gustaban. Eso sí, una mujer puede usar un vestido que no sea original, pero tanto la cartera como los zapatos tienen que ser de firma. Los míos eran un bolso de Gucci o una “Kelly” de Hermès y unos taconcitos bajos también de Chanel.

Porque yo no era rica, pero trabajaba tanto que podía darme mis gustos. Y como Carlos tenía un sentido muy claro del uso del dinero, aprendí a sacar provecho de los realitos que me ganaba e invertir en la fortuna de ser femenina. Y resultó. No en vano alguien que me contó que Carmen Helena de Las Casas, según las lenguas el animal más bello que tuvo Caracas en los años treinta y cuarenta, un día dijo de mí, en francés: “Elle a du chien”, una expresión que si se traduce al pelo significa “Ella tiene perro”, pero que es un alto elogio parisino, porque quiere decir que una mujer es algo más, o menos, que bella. Es también “coquin”, pícara, y que tiene un no-sé-qué. No creo que eso sea muy cierto en mi caso, pero algunas tardes lo recuerdo y me gusta.

¡Si el feminismo fuese darse su lugar en vez de ponerse en guerra contra el varón, otro gallo cantaría! ¿Una mujer respetuosa de la mujer? Yo, y por eso nunca he aspirado ni aspiraré a indulgencia alguna. Y por eso también, cuando a finales de 1969, el dueño del Bloque de Armas, el empresario Armando de Armas, me llamó para ofrecerme la dirección de Variedades, una revista de contenido “para el público femenino”, acepté con gusto. La primera edición salió en enero del 70 y allí estuve hasta diciembre de ese mismo año, publicando reportajes sobre temas de todo tipo, desde las últimas propuestas del modista y activista gay Rudi Gernreich, hasta los celos como patología y el uso de la píldora anticonceptiva. Yo feliz hubiera seguido al frente de Variedades, si el señor De Armas no me hubiese llamado un día para reclamarme que a lo largo de todo 1970 nunca había llevado a la portada una gran foto de Raúl Amundaray, “el actor por el que todas suspiran”. Le respondí que yo no conocía al susodicho y que, aunque lo conociera, no le daría jamás un titular porque mis intereses periodísticos eran otros. Me miró mal y renuncié. Allá él.

En ese entonces, además de ser presentadora, todas las mañanas, junto con Carlos y Reinaldito Herrera, de Buenos Días, hacía otro programa, que se transmitía los martes, a las once de la noche, por la Cadena Venezolana de Televisión, el canal 8. Se llamaba Sólo para adultos, y desde su estreno tuvo todo el éxito que uno desearía para una producción de su tipo. Estaba inspirado en un programa francés conducido por la animadora Annik Beauchamps, que no vacilaba en hablarles a las mujeres de los misterios de la bolsa de valores lo mismo que de la frigidez en la cama. Sólo para adultos seguía ese patrón, pero dejaba de lado el tratamiento de asuntos políticos, sobre los cuales discutíamos, en otro horario, “los tres del desayuno”. ¿Algunos temas? El matrimonio y el divorcio, las madres solteras, la vigencia de la religión en la sociedad actual, la inversión del presupuesto familiar en el uso del tiempo libre de la mujer, el concubinato, las relaciones sexuales prematrimoniales, la fidelidad, la delincuencia infantil, el costo de la atención médica, el piropo como fenómeno social, el machismo, la relación de los padres con la escuela de sus hijos, etcétera.

La receptividad de la audiencia fue descomunal. Con producción de Carlos y mía, dirección de Daniel Farías, escenografía diseñada por Mateo Manaure, música de Bach durante la introducción y mi aparición como anfitriona en compañía de varios invitados, así como de público asistente en el estudio, Sólo para adultos cosechó el mismo rating que las telenovelas y fue calificado por la prensa como uno de los programas más atractivos de la televisión. En 1971, me dieron el Premio Nacional de Periodismo. Recibí la noticia una mañana, a finales de junio, en la peluquería».