socialismo archivos - Página 5 de 22 - Runrun

socialismo

El dominó venezolano, por Joaquín Villalobos

 

La tragedia venezolana no tiene precedentes en Latinoamérica. Algunos consideran que Venezuela puede convertirse en otra Cuba, pero lo más probable es que Cuba acabe pronto convertida en otra Venezuela. Estamos frente a la repetición del efecto dominó que derrumbó a los regímenes del campo socialista en Europa Oriental, cuando hizo implosión la economía soviética. Las relaciones económicas entre estos Gobiernos funcionaban bajo lo que se conocía como Consejo Económico de Ayuda Mutua (CAME). Fidel Castro copió el CAME y se inventó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) para salvar su régimen con el petróleo venezolano. La implosión económica de Venezuela ha desatado un efecto dominó que pone en jaque a los regímenes de Nicaragua y Cuba y a toda la extrema izquierda continental.

Las economías de los ocho regímenes de Europa del Este y Cuba sobrevivían por el subsidio petrolero y económico soviético. Cuando este terminó, los países comunistas europeos colapsaron a pesar de contar con poderosas fuerzas armadas, policías y servicios de inteligencia. Cuba perdió el 85% de su intercambio comercial, su PIB cayó un 36%, la producción agrícola se redujo a la mitad y los cubanos debieron sobrevivir con la mitad del petróleo que consumían. Castro decidió “resistir” con lo que llamó “periodo especial” para evitar que la hambruna terminara en estallido social. En esas circunstancias apareció el subsidio petrolero venezolano que salvó al socialismo cubano del colapso. El dinero venezolano, a través de ALBA, construyó una extensa defensa geopolítica, financió a Unasur, a los países del Caribe y a Gobiernos y grupos de izquierda en Nicaragua, Ecuador, El Salvador, Honduras, Chile, Argentina, Bolivia y España.

Pero, como era previsible, la economía venezolana terminó en un desastre, resultado de haber expropiado más de 700 empresas y cerrado otras 500.000 por efecto de los controles que impuso al mercado. El chavismo destruyó la planta productiva y perdió a la clase empresarial, gerencial y tecnocrática del país. Este desastre terminó alcanzando al petróleo, con la paradoja de que ahora que los precios subieron, la producción se ha derrumbado porque Pdvsa quebró al quedarse sin gerentes y técnicos. El chavismo asesinó a la gallina de los huevos de oro, los subsidios al izquierdismo se acabaron y lo que estamos viendo ahora son los efectos. Más de 3.000 millones de dólares venezolanos parieron la autocracia nicaragüense, pero, cuando el subsidio terminó, el Gobierno intentó un ajuste estructural y estalló el actual conflicto. En mayo de este año Venezuela ¡compró petróleo extranjero! para seguir sosteniendo al régimen cubano.

La economía global está totalmente regida por relaciones capitalistas. La idea de que Rusia y China pueden ser la salvación es un sueño. Rusia es un país pobre con una economía del tamaño de la de España, pero con tres veces más población, y China es un país rico, pero, como todo rico, mide riesgos, invierte para sacar ganancias y si presta cobra con intereses. En la economía mundial, ahora nadie regala nada; Hugo Chávez fue el último Santa Claus y eso se acabó. No hay quien subsidie ni a Venezuela, ni a Cuba ni a Nicaragua. Quizás encuentren apoyos diplomáticos, pero lo que necesitan para no derrumbarse es dinero regalado no diplomacia compasiva.

La consigna para la economía cubana no es socialismo o muerte, sino capitalismo o muerte

Nada va a cambiar a favor, la única esperanza sería que se recuperara la economía venezolana y eso es imposible. El despilfarro y la corrupción hicieron quebrar a Pdvsa, ALBA y Unasur. Hay miles de millones de dólares perdidos y robados. Venezuela está en bancarrota y vive en un caos. Maduro se ha enfrentado a más de 5.000 protestas en lo que va de 2018, los venezolanos sufren hiperinflación, una criminalidad feroz, escases de comida, medicinas, gasolina y dinero circulante; los servicios de transporte, energía y agua están colapsados. En medio de un severo aislamiento internacional la cohesión del bloque de poder se acabó, Maduro está reprimiendo al propio chavismo, a los funcionarios de Pdvsa y a los militares, los tres pilares fundamentales de su poder. Este conflicto está dejando despidos, capturas, torturas, muertos y hasta un confuso atentado contra Maduro.

La brutal represión en Nicaragua acabó la confianza que había generado en el mercado y abrió un camino sin retorno que está arrasando con la débil economía del país. El Gobierno ha regresado a las expropiaciones poniendo terror al mercado y se estima que 215.000 empleos se han perdido; ya no habrá crecimiento, sino más pobreza, más crisis social, más emigración, más descontento, y un irreversible y creciente rechazo al régimen. En Cuba apenas empiezan a hablar de propiedad privada con cambios lentos y torpes hacia una economía de mercado. El régimen teme que el surgimiento de una clase empresarial rompa el balance de poder y tiene razón. En la Unión Soviética las primeras reformas obligaron a más reformas que terminaron derrumbando el sistema. La lección fue que no se podía reformar lo que es irreformable. Paradójicamente ahora la consigna para la economía cubana no es socialismo o muerte, sino capitalismo o muerte, los jóvenes cubanos no resistirán otra hambruna. Sin el subsidio venezolano, la crisis cubana está a las puertas y la débil autocracia nicaragüense flotará sin recuperarse hasta quedarse sin reservas para pagar la represión.

El mayor beneficio del fin de las dictaduras de izquierda será para la izquierda democrática

La defensa estratégica de Cuba ha sido alentar conflictos en su periferia para evitar presión directa sobre su régimen. Por eso apoyó siempre revueltas en todo el continente. Los conflictos en Venezuela y Nicaragua son ahora la defensa de Cuba, ha puesto a otros a matar y destruir mientras su régimen intenta reformarse. La salvaje represión que sufren y la compleja lucha que libran los opositores venezolanos y nicaragüenses no es casual. No se enfrentan a un Gobierno, sino a tres, y con ellos a toda la extrema izquierda. El destino de la dictadura cubana y de toda la mitología revolucionaria izquierdista está en juego. Los opositores sufren dificultades en el presente, pero los Gobiernos a los que enfrentan no tienen futuro. Son regímenes históricamente agotados, luchando por sobrevivir, pueden matar, apresar, torturar y ser en extremo cínicos, pero eso no resuelve los problemas económicos, sociales y políticos que padecen ni los libera del aislamiento internacional.

No hay una lucha entre izquierda y derecha, sino entre democracia y dictadura, en la que el mayor beneficio del fin de las dictaduras de izquierda será para la izquierda democrática que durante décadas ha pagado los costos del miedo y sufrido el chantaje de ser llamados traidores si se atrevían a cuestionar a Cuba. La izquierda democrática debe luchar con los pies en la tierra y asumir sin pena y sin miedo la democracia, el mercado y el deseo de superación individual que mueve a todos los seres humanos. No tiene sentido luchar por ideales y terminar defendiendo a muerte privilegios personales. No hay razones ni morales ni políticas, ni prácticas para defender algo que, además de no funcionar, genera matanzas, hambrunas y dictaduras.

 

 

* Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.

AMLO sobre el tapete, por Elías Pino Iturrieta

 

Para saber de López Obrador solo tenemos lo que ha sido. Las predicciones sobre la conducta del hombre que será presidente de México a partir del primero de diciembre dependen de pensar en cómo ha actuado hasta el momento en su papel de hombre público, y dejar que haga el futuro el examen de su trabajo en el capítulo estelar de su carrera. El desarrollo de la reciente campaña electoral, en especial el tono de sus discursos, ofrece indicaciones útiles sobre lo que puede ser como mandatario, pero ahora solo sabemos cómo ha hecho para llegar a la cúspide. El viento se lleva los discursos, que son provocados por las coyunturas habituales de una pelea por la jefatura suprema en un país que elige un jefe supremo cada seis años. De allí que lo más conveniente sea mirar hacia atrás, a ver si nos dice algo sobre lo que todavía no ha sucedido.

Una primera observación permite ubicarlo en las entrañas del monstruo, debido a que hizo su carrera en el seno del partido que hoy ha reducido casi a cenizas después de jornadas demoledoras. Los primeros pasos del joven Andrés Manuel se dan en el seno del PRI tabasqueño, en el cual comienza a destacar por su ímpetu de dirigente novato. Pero no fue una de las piezas dóciles que tanto gustaban a la dirigencia del partido tricolor, sino un muchacho dispuesto a labrarse el destino sin aparecer como un subalterno de confianza. Así hace una carrera fulgurante que lo conduce a cargos de importancia en el ejecutivo regional, pero después a dirigir el departamento nacional de formación política de lo que todavía parece un acorazado imbatible.

Algunos elementos lo comienzan a hacer singular en el rebaño priista: su estudio del liberalismo del siglo XIX, su preocupación por la suerte de los indígenas chontales, su trabajo como profesor universitario y su amistad con el poeta Carlos Pellicer. El estudio de las reformas que terminarán en la victoria de Benito Juárez, el interés por la suerte de los pobres de su región y la posibilidad de que lo relacionen con una figura sobresaliente de la cultura comienzan a distinguirlo, hasta el punto de convertirlo en candidato del partido a la gobernación de Tabasco. No es un priista del montón, sino una presencia cada vez más destacada, celebridad que llega hasta el techo cuando se opone a la nominación de Salinas de Gortari a la Presidencia de la República para retirarse después a otra bandería, el PRD, o a fundar las que mejor le acomoden.

La carrera en el PRD y la posterior ruptura para convertirse en la única referencia de oposición al PRI, pero también al PAN, partido suplente en la hegemonía política, lo convierten en referencia ineludible. En especial por la nueva celebridad que lo adorna debido a su gestión como jefe de Gobierno del Distrito Federal entre 2000 y 2005, distinguida por la pulcritud. Hizo entonces que la ciudadanía se habituara a las consultas públicas, y que la prensa se enterara casi a diario de sus pasos porque la invitaba a preguntar. Deja el cargo para intentar dos fracasadas nominaciones como candidato presidencial, después de las cuales se anuncia como víctima de unos fraudes que pretende superar mediante un ensayo de gobierno popular y como animador de asambleas multitudinarias en cuya cabeza exhibe un atrevido populismo que conmueve a la sociedad. La acerada voluntad del derrotado y las escandalosas denuncias que hace sobre la putrefacción de la clase política adquieren proporciones legendarias frente a la gestión cruenta y opaca de Felipe Calderón y ante el fatuo y oscuro desempeño de Peña Nieto, que le abren, por fin, el camino de la victoria.

Para triunfar hace alianzas inverosímiles en cuya fragua no se detiene a pensar sobre las ideas de las nuevas compañías, ni a elaborar un plan cabal como fundamento del cambio de una sociedad cada vez más agobiada por la violencia y la injusticia social. Él está primero que los pensamientos políticos y que los planes de transformación, o tales aspectos solo dependen de lo que resuelva a título personal. Por eso funda Morena a su imagen y semejanza. De lo cual se deduce que López Obrador es hechura de sí mismo, de su aprendizaje en los parapetos hegemónicos del México contemporáneo y de cómo los quiere hacer distintos partiendo de las ideas que trae en la cabeza, viejas y nuevas, conservadoras y progresistas, conocidas o inéditas, sin que nadie pueda vaticinar cómo las concretará a partir de diciembre. De momento, cuenta con el PRI arrinconado en una sala de terapia intensiva y con el PAN vuelto una nadería.

@eliaspino

El Nacional

Diosdado Cabello espera un acercamiento a México con victoria de López Obrador

El presidente de la asamblea nacional constituyente (anc), Diosdado Cabello, consideró que Venezuela podría tener un acercamiento a México tras la victoria de López Obrador en las elecciones presidenciales.

«Es tiempo de acercamiento [con el gobierno de López Obrador]», señaló Cabello durante una rueda de prensa del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y aprovecho la oportunidad para felicitar al nuevo presidente electo mexicano.

«Fíjense, una victoria en medio de una gira del vicepresidente de EEUU, que se reunió en Brasil con el dictador Temer y en Ecuador (…) así trataba de intimidar a los pueblos, pero no pudo. Mike Pence salió derrotado de aquí de Latinoamérica», dijo el oficialista sobre la gira internacional que el vicepresidente de Estados Unidos realizó la pasada semana, y en la que Venezuela fue un tema central.

Cabello también habló sobre las sanciones que Estados Unidos ha aplicado a Venezuela. «Ellos han venido sancionado supuestamente a funcionarios, pero han sancionado es al pueblo, porque ellos quieren darle el poder de Venezuela a sus amigos; y que sus amigos les entreguen los recursos energéticos que poseemos (…) Nosotros pedimos respeto al imperialismo, si no se meten con nosotros, no nos metemos con nadie».

Silencio pensado e impúdico, por Ramón Hernández

A los “pensadores”, sean poetas, letrados o intelectuales de postín, les fascina la buena vida y el poder, sentirse dueños de la voluntad y el destino de los otros, aunque no lo admiten. Si se les pregunta o se les increpa eluden dar una respuesta sincera o medianamente cierta. Acudirán a la cita de algún personaje o a la praxis de un amigo, nunca lo admitirán y siempre marcarán un distanciamiento teórico con los ejecutantes de hambrunas, limpiezas étnicas y demás iniquidades. Su éxtasis es secreto, como si se tratara de una vergüenza, lo es.

Quizás el caso más emblemático y cercano en cuanto a esa enfermiza simpatía por los tiranos sea la “amistad” entre Gabriel García Márquez y Fidel Castro, algo que ni el propio Gabo supo explicar. Decía que Fidel era un buen contertulio sobre temas literarios y un lector enfebrecido con quien era placentero conversar; claro, y pescar aguja, tomar whisky, comprar arte del siglo XVIII cubano y conocer de los acontecimientos mundiales con fuentes ahítas de información privilegiada. Quizás fuese verdad, pero ese tipo de lector es frecuente en los alrededores de los vendedores de libros en el pasillo de Ingeniería de la UCV y ahí nunca lo vimos participando en las discusiones sobre el realismo mágico o el nuevo periodismo. Su identificación era con el poder, estar al lado del hombre que decidía sobre vidas y haciendas, libertades o servidumbres.

El enamoramiento de García Márquez con el totalitarismo siempre fue perdonado, invisibilizado. Sea por haber escrito Cien años de soledad, por montar una academia de “nuevo” periodismo en Cartagena o por ser tan simpático como era le dispensaron su papel como agente de la felonía cubana. Si alguien señalaba la obvia contradicción entre lo que escribía y lo que hacía, le recomendaban no mezclar el arte con la realidad, dos naturalezas “distintas”.

Rotos los vínculos vivientes, el poder de sus muchos amigos y protectores, aparecen cuestionamientos y preguntas sobre su papel como promotor del modelo cubano, no en balde fue uno de los primeros agente de Prensa Latina, la agencia cubana de noticias que requería un ejercicio militante de la noticia. Por mampuesto y obvia consecuencia, son señalados también los catedráticos e intelectuales que han ensalzado el régimen que, modelado en Cuba, mira tú, ha traído hambre, destrucción y muerte al pueblo venezolano. Y no solo nos referimos al poeta Edmundo Aray o al buceador Luis Britto García, que ahora anda de embajada en embajada de Venezuela en el mundo dictando cursillos elementales, obvio, de marxismo, sino a todos los que guardan silencio ante asesinatos, torturas, desapariciones, detenciones arbitrarias y demás crímenes.

En democracia, el poeta Víctor Valera Mora, igual que Pablo Neruda, por ingenuo, ignorante o pendejo, estaba en su derecho de cantarle a Stalin, era un cadáver y no podía seguir asesinando inocentes. Sin embargo, el público municipal y espeso también tiene todo el derecho de cuestionar el proceder de sus “intelectuales”, en especial cuando lo abandonan en los momentos de mayor peligro.

El silencio de los intelectuales nacionales es escandaloso e impúdico. El país no les exige que se inmolen, sino un elemental acto de entereza moral y cívica: alzar la voz ante lo que cada día ven sus ojos y querella su espíritu: militarismo de sobra, ausencia de libertad y falta de insumos para vivir: comida, medicinas y seguridad. ¿Acaso necesitan que le escriban el texto en Cuba, como ocurrió en 1988 cuando 911 firmas mediáticas le dieron la bienvenida a Fidel Castro?

En otros momentos históricos algunos admitieron su equivocación, como haber apoyado el plan guerrillero cubano para destruir el proyecto democrático venezolano, pero fueron muchos los que prefirieron mantenerse solapados a la espera de mejores tiempos y resurgieron avispados con el proyecto militarista de Chávez y de destrucción de la economía de Jorge Giordani. Vistos los estropicios perpetrados resulta imposible perdonarlos. Serán enjuiciados y condenados. Los espera el basurero de la historia. Vendo mapa de tesoro perdido y despalillado.

D. Blanco Jun 14, 2018 | Actualizado hace 6 años
Títeres de Fidel, por José Domingo Blanco

 

Mi papá era un ávido lector y coleccionista de las Selecciones: las famosas revistas de Reader′s Digest que en sus páginas presentaban una gran variedad de temas. Algo así como el internet de la época; pero, de tinta y papel. Las adquiría religiosamente. Lo hizo desde que salió a la venta la primera. Las leía completicas sentado en su estudio y luego guardaba el ejemplar en su biblioteca, en el estante destinado a esa publicación, donde todavía hoy reposan intactas, y se acumulan años de la colección. Posiblemente, de él heredé el hábito de ojear las páginas de Selecciones. Incluso en estos tiempos de web, portales de noticia online y redes sociales, subo a su estudio, reviso su biblioteca y escojo cualquiera de las revistas para contrastar las realidades de ayer con las de hoy.

 

Así fue como me topé con una cuya portada atrapó mi atención. “El Último Comunista”, resaltaba en letras amarillas el título. Mi instinto –o quizá la ilusión de que fuera un ejemplar reciente, que vaticinaba con gran acierto el futuro cercano de Venezuela-  me hizo buscar rápidamente la fecha de la publicación: agosto de 1991. Por supuesto, como era de esperarse, el trabajo se centraba en Fidel y Cuba. En los años en los que Chávez, imagino, se sentaba debajo del Samán de Güere, con otros militarcitos como él, a planificar su Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, ese grupo clandestino que en el 92 se alzó en armas y pretendió -fallidamente- derrocar a CAP.

 

El redactor del trabajo ahondaba en la vida de Fidel antes de que su nombre y apellido generaran rechazo o adoración. El retrato del Fidel obsesionado por el poder, su verdadero amor, que le obligó a ocultar su pasado para poder lograr sus objetivos. El de las múltiples personalidades en sus años de juventud. El contestatario, el arrogante, el belicoso, el trasgresor, el rencoroso, el mentiroso, el astuto, el embaucador, el timador…el que supo calar en la esperanza de un pueblo para, luego de cautivarlo, fusilarlo con sus propias manos de ser necesario. El que, para la fecha de publicación del reportaje, celebraba tan sólo treinta años de su revolución. Tres décadas, a las que hoy –en pleno siglo XXI- se le suman tres décadas más de autoritarismo, miseria e ideologización.

 

Independientemente de cuál de los Castro se encargó de gobernar, o de si Miguel Díaz-Canel –su actual presidente, salido de las bases del Partido Comunista- le dará algún viraje al país; el asunto es que el comunismo en Cuba no murió con Fidel. Ni tampoco murió cuando, a finales de los ochenta y principios de los noventa, Castro y su ideología se quedaban solos. El modelo comunista cubano no desapareció a pesar de ser cada vez más aborrecido por esas masas que, al principio de la revolución, lo aceptaban.

 

A finales de los ochenta, principios de los noventa, Cuba radicalizó su comunismo a pesar de que Fidel ya no contaba con países aliados: Fidel, sin el apoyo de Panamá, la de Noriega, esa que los americanos invadieron, impidiendo, entre otras cosas, que Castro siguiera recibiendo, vía contrabando, tecnología, medicinas y otros bienes de consumo. El Fidel que se quedaba sin las armas que le enviaba la extinta Checoslovaquia, la que se transformó en República Checa y Eslovequia. El Fidel que ya no podría enviar a sus esbirros a Alemania Oriental a recibir adiestramiento militar. Fidel, uno que quiero imaginar iracundo y abatido al mismo tiempo, frente a un Gorbachov que, con su glasnot y la perestroika, iniciaba una serie de reformas que marcarían el fin de la Unión Soviética.

 

Y a pesar de todo, del aislamiento y los bloqueos, el comunismo de Cuba no pereció. Es más, me atrevo a asegurar que recibió un nuevo impulso vital. Uno que le llegó, quizá, cuando en el año 92 soplaron vientos favorables a su causa. El año cuando las noticias provenían de su botín más apetecido: Venezuela. Un año en el que, muy probablemente, comenzó a preguntar quién era ese, el que se llamaba Chávez, el militar alzadito y con bríos, que se rindió y dijo “por ahora”; pero que, sin duda, pretendió emular su gesta.

 

No, Fidel no fue el último comunista. Ni Cuba la única nación que por culpa del modelo estalinista se hundió en la miseria. Fidel pudo clavarle sus afilados colmillos, impregnados con el mortal veneno comunistoide, al fantoche que, después de la mordida, le entregó el control y las riquezas de Venezuela. No, Fidel Castro no fue el último comunista de esta era. Tuvo un segundo aire que le proporcionó los recursos que necesitaba para seguir haciendo de su modelo opresor una escuela. Por la que desfilaron los artífices -pichones de dictadores, los títeres de Fidel- que hoy devastan nuestra tierra.

 

@mingo_1

Instagram: mingoblancotv

 

Uno lo cuenta ahora y sigue sin creérselo del todo, como si formara parte de una leyenda que ha engordado con exageraciones y tergiversaciones al correr del tiempo.

Y resulta que no, no hay exageración ni tergiversación alguna.

Uno cuenta la historia a su manera, que es una mezcolanza arbitraria de lo que ha escuchado de otros —incluso de boca de alguno de sus protagonistas— más lo que deduce por propia cuenta, pero insistiendo en lo esencial, o sea, su condición de gesta inconducente, fútil, utópica, romántica y suicida. Ocho individuos queriendo invadir el país. Claro que esa no era la idea de Fidel Castro Ruz, él nunca habló de invasión, pero ese fue el nombre que le puso Rómulo Betancourt  o quien estuviera a su lado: una invasión por todo el cañón; una invasión cubana a Venezuela en mayo de 1967, en plena Guerra Fría.

Hace tres sábados aparecieron unas palabras del filósofo y sociólogo Jean-Pierre Le Goff en el suplemento Babelia que bien podrían servir para ilustrar aquel mayo anterior al Mayo Francés del 68: «El fenómeno fue positivo, pero no su legado.» Las dijo en una entrevista hecha para el suplemento sabatino de El País por Alex Vicente, y habló también del carácter del levantamiento como una gran puesta en escena, un psicodrama: una tremenda explosión simbólica. Se produjo paralelamente a la revuelta estudiantil una huelga general a la que se sumó el sector obrero y todo ello llevó a una crisis política que hizo tambalear a De Gaulle. De eso, durante este mes, se celebran o se conmemoran cincuenta años, pues además, como es sabido, el estallido no solo fue en Francia sino en otros países a uno y otro lado del Atlántico. Poco después incluso las voces de Mick Jagger —Los Rolling Stones— y John Lennon —Los Beatles— resonarían en alusión a las manifestaciones callejeras aquí y allá.

Esa lectura del sociólogo Le Goff, quien una vez —casi no podía ser de otro modo perteneciendo a esa generación, siendo un intelectual y simpatizando con la revuelta— fue maoísta, es la clave para entender el mayo anterior al del 68. Ese otro mayo, el del 67, lleva un nombre vernáculo, Machurucuto, y un apellido arbitrario pero apropiado: Revolución sin Pollo.

Machurucuto, para quien no lo sepa, es una larga franja de playa en la costa barloventeña, sitio ideal para tender un chinchorro entre dos cocoteros y echarse a ver pasar la vida. Norberto Fuentes cuenta en Dulces guerreros cubanos un ligero episodio, casi de pasada, relacionado con este otro mayo. Cuenta Fuentes que en 1967 llega a Cuba el grupo del venezolano Baltasar Ojeda (un experto en asaltar bancos, dicho sea de paso) y él es designado, junto con otros compañeros revolucionarios, como su instructor. Pero después los mueven (a los venezolanos) para pasar a ser instruidos por Tommasevich, «el cual se infiltra el 8 de mayo de 1967 por Machurucuto, siendo la operación un fracaso debido a la falta de preparación de la balsa (que debía dar apoyo de fuego al grupo de desembarco) de Briones. Debido a este fracaso y al escándalo que se creó se suspenden las operaciones del grupo de Baltasar Ojeda, y es entonces que nos llega el grupo de guatemaltecos de Rolando Morán.»

En fin, si la pradera latinoamericana no se podía incendiar por ese lado, ahí estaban los guatemaltecos para intentarlo por otro. Pero de que incendiarían Latinoamérica por algún sitio no cabía duda. El Che ya planeaba irse a la sierra de Bolivia. Acuérdense: todo foco guerrillero se crea para convertirse después en un ejército.

Sin saberlo a ciencia cierta, los guerrilleros venezolanos fueron peones de la estrategia de Fidel Castro en esa época: incendiar América Latina de subversiones. Hay una carta enviada por el Che a la reunión tricontinental en la que participaban movimientos revolucionarios de Asia, África y América Latina. Enero de 1966 en La Habana. El Che decía que había que crear tres, cuatro o cinco Vietnam en América Latina. Venezuela era la joya de la corona pues, dentro de la lucha subversiva en esta parte del mundo, contenía el cofre de las reservas petroleras. Y el líder cubano ya pensaba en la utilización del petróleo como un arma política.

Héctor Pérez Marcano, fastidiado por los achaques hoy debido a su provecta edad, recuerda cada detalle de aquella operación de la cual formó parte, que inicialmente contaba con 35 cubanos y quince militantes del MIR. Ojeda, el que menciona Fuentes, andaba en realidad por otro lado. También figura Luben Petkoff, quien ya había protagonizado un desembarco fracasado en 1966 por Falcón, junto con Arnaldo Ochoa, el hombre que sería fusilado el 13 de julio de 1987 por orden de Fidel Castro luego de haberle servido en Angola. Hubo incidentes en La Habana durante los preparativos para el desembarco por Machurucuto. La expedición se retrasó y se redujo el número de hombres que la integrarían, quedando finalmente en ocho, cuatro cubanos y cuatro venezolanos. Los cuatro cubanos eran oficiales del ejército revolucionario, con experiencia guerrillera y cargos importantes dentro del régimen. Uno de ellos, Raúl Menéndez Tomassevich, citado por Fuentes, era el segundo dentro del Ministerio de la Defensa, nada menos que el viceministro. Dice Héctor que las intrigas de Luben Petkoff estropearon los planes. Había rivalidad y estar con Fidel, cerca de él, era estar en la pomada. También se disputaban recursos. No se hablaba de invasión sino, antes bien, de infiltración para reforzar el cerro El Bachiller y el núcleo mirista en el oriente del país. Los del MIR, en principio, solo habían buscado entrenamiento para volver por tierra, vía Colombia, pero fue el mismo Fidel quien habló de desembarco: «Vamos a armar una operación similar a la que yo hice desde México, ¡un desembarco! Una cosa más efectiva y segura». Claro, todos estuvieron de acuerdo.

Pero ya fuera por culpa de Luben o por lo que fuera, terminaron yéndose estos ocho.

Y la operación fue un desastre.

¿Por qué? Porque en el grupo de los instructores se había infiltrado un agente de la CIA. Y la CIA había alertado al Ejército venezolano, aunque este se quedó esperando en vano pues la cosa había sido pautada para noviembre de 1966 pero no se dio en esa fecha. El Ejército venezolano estuvo aguardando, como caimán en boca de caño, en vano. Y siguió esperando después, emboscado, en enero, febrero y marzo de 1967, pero no fue sino el 8 de mayo cuando se produjo el arribo de la embarcación cubana, a las dos de la madrugada. De los cubanos, uno cayó al mar y se ahogó (y eso que era un hombre rana) mientras que dos fueron capturados vivos. Uno se ahorcó en el Sifa y otro fue ajusticiado, o asesinado, en el campamento antiguerrillero de Cúpira. El comandante Izarra atestiguó esto último. El cuarto cubano era Ulises Rosales, general de División, por entonces capitán. Sobrevive. Había cuatro cubanos más, tripulantes del barco que los trajo, pero ya eso es entrar en pormenores y lo explica mejor el propio Pérez Marcano en su libro de ganchoso título La invasión de Cuba a Venezuela: de Machurucuto a la revolución bolivariana. Lo interesante, a los efectos de este artículo, está en la dimensión simbólica de lo que viene después del desembarco, cuando Héctor Pérez Marcano, Moisés Moleiro y los otros dos miristas deambulan durante cien días por los montes de los estados Miranda y Guárico tratando de encontrar a sus compañeros de El Bachiller, quienes habían huido rumbo a Guatopo bajo el supuesto de que, siendo parque nacional, no se le ocurriría al Ejército buscarlos allá. Tuvieron razón. Se habían convertido en una banda macilenta y disminuida: los que se habían salvado de la metralla o de ser lanzados al vacío desde helicópteros, andaban enfermos y desmoralizados, o medio majaretas por los sustos y sufrimientos padecidos. Cien días buscando a ese grupo de 21 fugitivos desahuciados. Veintiún hombres en busca de su propio tiempo perdido a los que pudieron unirse finalmente los cuatro invasores luego de deambular durante cien días.

 

 

No, no hay exageración alguna: hay una épica de los perdedores que merece un sitio en la Historia. ¿Acaso ningún estudiante de la Sorbona jamás leyó aunque fuera una breve nota sobre esta gesta en alguno de esos periódicos tipo Le Matin o L´Humanité? ¿No habrá sido tocado por esa locura algún joven más allá del mar Caribe, no la habrá almacenado en su alma, esta descabellada y patética aventura, para desenfundarla un año más tarde como un sable en las calles de Francia?  A lo mejor, ese intento de invasión de ocho intrépidos latinoamericanos, en particular, animó a unos cuantos algunas de esas mañanas de Mayo 68 a montar una barricada en pleno Barrio Latino de París. Si ocho tipos torpes se las había jugado contra el imperio dentro de su propio continente, el Ejército local, la OEA, el TIAR y todo lo demás, ¿cómo uno, burgués estudiante parisino, no lo podía intentar contra el viejo De Gaulle?

Antes que Mayo 68 hubo un Mayo 67, alguna huella ha debido dejar. En Francia, lo ha dicho al menos la izquierda, Mayo 68 abrió las puertas de la modernización, haciendo posible un país más tolerante y democrático. ¿No puede uno imaginar que de algún modo —hasta cierto punto misterioso, desde luego— esta invasión de mayo 67 en Venezuela, y las demás acciones revolucionarias en suelo criollo, cruentas o no, fracasadas siempre, hicieron a su vez más tolerante al pueblo llano? Quizás el venezolano de a pie se hiciera de tal modo condescendiente que 31 años después dio a perdedores de oficio y resentidos por heredad todo el poder posible, toda la impunidad apetecida desde aquella época (o desde antes).

Ocho individuos desembarcando en una costa a las 2:00 am, simbolizando la batalla de David contra Goliat. De ellos quedarán cuatro que iniciarán una caminata a ciegas durante cien días con sus noches para reunirse con sus 21 compañeros en fuga. Hay una épica conmovedora, un petardazo simbólico  como aquel del cual habla Le Goff, una tragicomedia —mejor que un psicodrama, incluso— digna de encender la imaginación romántica en tiernas mentes estudiantiles. Los símbolos mueven y hacen que cambie el mundo.

Moisés Moleiro y Héctor Pérez Marcano recorriendo Miranda y Guárico con diez mil dólares en el bolsillo más diez mil bolívares de la época, dinero para apoyar la causa. Pero no podían comprar comida con eso ni con nada pues a su paso encontraron pura tierra arrasada. El Ejército venezolano aplicaba una táctica antiguerrillera, y esa táctica significaba, en la práctica, ranchos deshabitados, cero comida. Encontraban, los cuatro del MIR, papeles pegados en las puertas de las casitas de tablas y zinc donde el Ejército invitaba a sus moradores a defender la democracia.

Héctor y Moisés le recomendamos al partido la eliminación del frente guerrillero del cerro El Bachiller, y fusionarlo con el de oriente. El Bachiller llegó a tener hasta cien combatientes entusiasmados, entre los cuales estaban los legendarios hermanos Soto Rojas.

 

 

Todo formó parte de los graves errores que cometió la izquierda venezolana, en especial el MIR y el PCV. La lucha armada no tenía ninguna posibilidad en Venezuela. Quien lo tuvo claro desde el principio fue Rómulo Betancourt. Cuando le dijeron que se habían abierto unos frentes guerrilleros en Falcón y Lara comentó que aquello no tendría ninguna posibilidad: «Eso será como un arroz con pollo sin pollo», dijo. Se refería al hecho de que en aquella época el campesinado venezolano era netamente adeco, y toda lucha guerrillera partía de la incorporación de ese sector para ir construyendo un ejército revolucionario. Y, en efecto, el escenario que se les presentó fue limitado. No tendrían sino focos guerrilleros, pero todo foco se crea para convertirse después en un ejército. No sucedió nada de eso.

 

 

Y uno vuelve a contar la historia de este mayo que precedió al Mayo Francés, así que algo de antecedente tuvo y así puede considerarse en buena ley. Se cuenta esta vez desde una mirada actual, es decir, desde la perspectiva de la relación de los hechos referidos —y de su resonancia en el tiempo— con el ingrato presente. Hay algo en el desembarco de Machurucuto eternamente amarrado a este presente que ya tiene veinte años clavado en el alma del venezolano. Esa explosión que solo brindó tragicomedia y simbología, la del levantamiento o insurgencia al estilo castrista, todavía lleva potencia en sus maldecidas, aunque insumergibles, alas de plomo. Se revela en este duelo que no cesa. Uno, periodista, insiste, cuenta la aventura como hito y épica, contribuyendo así al disparate. Uno lo recuerda, el episodio, y se despierta un tufo a lo Joseph Conrad contando una saga en alta mar a finales del siglo XIX. A Jack London. A Emilio Salgari. Porque lo ha oído desde siempre y lo vuelve a escuchar de la propia voz de uno de sus protagonistas y suena como una triste canción repetida. Pero así es la gente, así es el periodismo: a uno le gustan las viejas canciones de amor no correspondido, tan melancólicas, tan trasnochadas.

 

@sdelanuez

 

Cada vez que leo el nombre del expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, Zapatero a secas, mi atención no se desvía. Pero vuelvo a 1998, cuando advierto al Departamento de Estado – ya bajo influencias de Thomas Shannon – sobre la colusión que cocina Fidel Castro entre Hugo Chávez, candidato, y los entonces gobernantes árabes fundamentalistas de Libia e Irak. El propósito ya era claro: Usar el petróleo venezolano para confrontar al Imperio y provocar un cambio en el régimen democrático de partidos instalado desde 1958.  Chávez calzaba como anillo al dedo para el experimento.

No contaban y subestimaban mis interlocutores la otra variable: El acuerdo en marcha entre el candidato-soldado a la presidencia de Venezuela y la narco-guerrilla colombiana, que se sella en agosto de 1999; lo que define el nacimiento de algo inédito en la región, a saber, la decisión combinada y compartida entre Cuba, el narcotráfico y el terrorismo islámico de asumir el control de la maquinaria de un Estado latinoamericano y sus poderes disponiéndolos para fines criminales globalizados.

No por azar, llegado el 2001, son derrumbadas las Torres Gemelas de Nueva York y la reacción de Chávez es tibia. Es el último de los mandatarios en presentar sus condolencias. Pide a los venezolanos orar por las víctimas, pero también por sus victimarios, los terroristas. Se produce así la primera ruptura entre el mundo militar y la neo-izquierda castrista nuestra, de factura narco-mercaderil, que concluye en la deriva del “golpe de micrófonos” de 2002. José Vicente Rangel, titular de la Defensa, hace correr acusaciones de irregularidades administrativas en contra el general Lucas Rincón, quien se le adelanta a Chávez para expresar su respaldo a USA luego de la citada acción terrorista del año anterior. Pero eso es historia, que refiero en mi libro El problema de Venezuela (2016).

Lo que importa destacar, a propósito de Zapatero, es que, casualmente, otra acción terrorista similar – las explosiones en la estación ferrocarrilera de Atocha, en Madrid, con más de un centenar de muertos – ocurre a tres días de las elecciones y lo catapultan como gobernante, en 2004. Casualmente, los analistas de su victoria – ¿criminalmente fraguada? – afirman que fue el precio que paga José María Aznar por haber apoyado a George Bush y la guerra contra Irak, uno de los financistas de la primera elección del golpista venezolano.

Miguel Ángel Moratinos, canciller de Zapatero, al instante se ocupa de restablecer las congeladas relaciones con Cuba y de mejorar su mala imagen ante la Unión Europea, debida a la protesta que hace Aznar contra Fidel por encarcelar a 75 disidentes y condenar a otros 3 a la muerte. Oswaldo Payá, asesinado por los Castro, bien decía que “la actuación del gobierno español se ha adaptado ahora a las condiciones de exclusión que impone el régimen cubano a la disidencia”.

Lo que es más importante recordar, es que Zapatero desafía a Bush apoyado por su ministro de defensa, José Bono, cerrando una cuestionada operación de venta de equipo militar con el establecido narco-estado mafioso venezolano y socio de las FARC, siendo la mayor pactada por España: Doce aviones y ocho fragatas, entre otros pertrechos.

Razones tiene, pues, el líder opositor de Primero Justicia, Julio Borges, al responderle a Zapatero, quien dice haberle hecho favores: “No es verdad, él los cobra”. Y es que esa es, al término, la esencia del perverso bodrio del “socialismo progresista” de factura cubana en el presente siglo: Todo tiene precio, como en el capitalismo, donde ceden las fronteras ideológicas. Tanto que éste, luego, también le sirve a la derechista Fundación Bordaberry, del hijo del presidente de facto uruguayo de los años ‘70, José María Bordaberry.

Los venezolanos tendremos este 20 de mayo unas elecciones tranquilas. Eso predice quien con sus acciones de gobernante y ahora como expresidente, Zapatero, ha sumido a Venezuela – por acción y omisión deliberada – en un pozo de sangre y narcoviolencia, de miseria y migraciones. Alguno de sus amigotes en Caracas pudo leerle la crónica de nuestra primera elección en 1830: Hay “la más completa calma. No había controversia pública porque no existían partidos antagónicos en actividad”. Así de simple, como hoy.  

Lo que cabe preguntarle a este Zapatero de risueña faz demoníaca y melifluos ademanes, es si ha declarado ante el fisco español – como se lo exigen a sus tácitos copartidarios de PODEMOS – el monto de sus ingresos por esas mediaciones suyas que reportan estabilidad al terrorismo y la narco-criminalidad de Estado instaladas en Venezuela; beneficios que alcanzan al “dependiente” Maradona, con quien el anterior, ya en 2005, celebra junto a Chávez y Lula Da Silva, preso por corrupción, haber encontrado El Dorado en América. Lo importante es que, al menos, pague los impuestos.

@asdrubalaguiar

correoaustral@gmail.com  

Los Runrunes de Bocaranda de hoy 15.05.2018: ALTO: El chuleta principal del régimen
ALTO
¿EL JESUCRISTO ECONÓMICO?: 
Así lo tildó Hugo Chávez. Así lo llama Maduro quien sigue a pie juntillas sus recomendaciones económicas. Cada día que pasa creo entenderlo: hoy todos los venezolanos estamos crucificados por este andaluz, Pilato de nuevo cuño. Del partido marxista Podemos, recomendado por Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias a Chávez y Maduro ha disfrutado de las mieles del poder rojo mientras se esfuerza en retroceder a Venezuela al menos dos siglos atrás. Admirador incondicional de la fracasada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas este sujeto ha pregonado en estas décadas el experimento que hace con los venezolanos para imponer ese sistema de atraso, controles, hambre, miedo, militarismo y destrucción. Pues bien, para este caballerito una cosa es la que recomienda para empobrecernos y otra la que practica a costa de todos los venezolanos. El chuleta principal del régimen vive desde hace años en uno de los apartamentos del lujoso y cinco estrellas Hotel Melía Caracas. El costo por noche de ese apartamento es hoy de Bs.35.000.000. Además, dispone de Bs. 7.500.000 para sus tres comidas. Tasado en Euros serían unos 10.000 diarios según las cuentas europeas. Es decir que cada mes el rojo régimen “millonario” debe pagar BsF. 1.050.000.000 por el alojamiento y BsF. 225.000.000 en comidas. Todo esto sin contar con los gastos de lavandería, lobby-bar e invitaciones a los restoranes del recinto hotelero a quienes él quiera convidar. A su disposición tiene automóvil tipo “europeo”, chofer, asistente, guardaespaldas, Spa y gimnasio. Sin contar su sueldo en Euros o Dólares, dependiendo de lo que esté mas fácil. Cuando le hablan de sus gastos dice que son similares, en cuanto a alojamiento, a los del constituyentista Escarrá. Una invitada con frecuencia es la exsenadora Piedad Córdoba y los funcionarios del área financiera del gobierno. Cercanas como están las elecciones presidenciales en Colombia y México ya ha salido por allí su nombre. El candidato Petro ha dicho claramente que no está de acuerdo con el deterioro económico venezolano. Mientras en México apareció este reporte que aquí publico La Patilla: “En medio de la peor crisis económica que ha vivido jamás Venezuela y a 53 días de las elecciones generales de México, en donde se vive una álgida campaña electoral tras la fuerte posibilidad de que el populismo también arrase con ese país, Alfredo Serrano Mancilla, asesor de la desastrosa política económica del gobierno de Nicolás Maduro, fue visto en el salón ejecutivo del terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México el pasado martes 8 de mayo. Serrano Mancilla es el director ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) del cual también se tienen evidencias de sus fuertes nexos con el gobierno venezolano y el partido oficialista, PSUV. Existe una conexión directa entre el partido Morena de López Obrador y Serrano Mancilla a través de Héctor Díaz Polanco, parte del círculo cercano del candidato de izquierda a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador, y miembro del partido de éste. Díaz Polanco, quien públicamente ha expresado su deseo de que México, bajo López Obrador, forme parte del llamado “Eje bolivariano”, es también miembro del Consejo Consultivo del CELAG. ¡Alertas mis cuates!