socialismo del siglo xxi archivos - Runrun

socialismo del siglo xxi

CLAVES |  El socialismo del siglo XXI sobrevive solo en murales
Nicolás Maduro casi no menciona el proyecto de su antecesor Hugo Chávez y cada vez da más pasos hacia la dirección contraria 
Expertos en materia política consideran que el gobierno se vio obligado a abrir el compás económico por un tema de supervivencia 
Aseguran que el único objetivo de Maduro es mantenerse en el poder a toda costa y para ello no dudará en ignorar o incluso contrariar el supuesto legado chavista

@franzambranor

El socialismo del siglo XXI se ha esfumado cada día en las alocuciones de Nicolás Maduro. Cada vez son menos las veces que el mandatario se refiere a esta etapa promovida por su antecesor y mentor, el fallecido presidente Hugo Chávez. 

Y no es solo es en la forma que el socialismo se ha vuelto sal y agua, también en la práctica con la dolarización de facto, la leve apertura económica, el cobro de la gasolina en dólares, el aumento de algunos servicios públicos, impuestos, devolución de empresas expropiadas, la separación de militares de cargos estratégicos en el gobierno y de gobernaciones y alcaldías y los recientes acercamientos con la administración del presidente estadounidense, Joe Biden

¿Los mayores de 25 años vieron nacer y casi de forma imperceptible están asistiendo a la muerte del socialismo del siglo XII o acaso ya falleció y no se dieron cuenta?

Analistas consideran que Maduro se vio obligado a girar su política, especialmente en materia económica, en función de mantenerse en el poder. 

“La narrativa del socialismo del siglo XXI se ha abandonado, prácticamente lo que queda es una añoranza en parte de la población, sobre todo en la adulta, pero la realidad es que la gente está más enfocada en lo que concierne a pragmatismo económico”, sostuvo el consultor y analista político, Oswaldo Ramírez. 

A diferencia de épocas anteriores, Ramírez señaló que el discurso de Chávez dejó de ser el principal elemento de motivación para aquellos que se consideran oficialistas.

“Si bien Chávez todavía sale en el top 3 de liderazgo en el país, pese a tener casi 10 años muerto, Maduro sabe que tiene que amoldarse a otras estrategias para mantener esa base de apoyo que está calculada en 30% según datos de frecuency58 y eso lo tiene que hacer generando ajustes necesarios en materia económica para tratar de estabilizar a un país que por efectos de malas decisiones en cuanto a políticas públicas empezó un proceso de hiperinflación”, argumenta. 

Andres Cañizalez, director de la asociación civil Medianalisis dijo que tanto ha sido el desmarcaje de Maduro del “legado” de Chávez que Maduro tiene hoy en día entre sus principales adversarios al Partido Comunista de Venezuela (PCV)

“Para conservar el poder, Maduro ha matado esa herencia del siglo XXI. Ha ido construyendo su propio espacio político empleando todo el aparato del Estado», opinó.

 

Algunas claves para entender este proceso son resumidas en las siguientes líneas

Mutación obra de la necesidad: Para el analista político John Magdaleno, el giro en la política de Maduro es producto de la necesidad. “Desde 2018 las principales decisiones del gobierno parecen que pasan por la necesidad de una fuente de ingreso más perdurable en el tiempo, en un contexto en que los daños sobre la industria petrolera son serios y tomará tiempo subsanar. El gobierno está buscando ingresos vía impuestos al sector privado”.

El consultor y analista Oswaldo Ramírez indicó que específicamente a partir del apagón de marzo de 2019, el gobierno de Maduro comenzó con la puesta en marcha de una generación de políticas públicas más pragmática, especialmente en el terreno económico.    

“Desde que Maduro llegó al poder en 2013 siempre ha habido una pugna entre el sector de los pragmáticos y los dogmáticos, estos últimos apoyaban esos viejos modelos soviéticos de centralismo en materia económica y política. Chávez logró mantener a flote a esos sectores dogmáticos amparado en su hiper mesianismo, pero Maduro por supuesto no cuenta con esa característica de Chávez y tampoco con la renta petrolera”. 

Señales a inversionistas: Para Oswaldo Ramírez, la devolución de algunas empresas expropiadas a manos de sus legítimos dueños responde al deseo del actual gobierno venezolano de venderse como una tierra fértil que necesita ser abonada, especialmente por empresas extranjeras. “Yo diría que hasta 2016, esta política de expropiaciones que aplicó Chávez entre 1999 y 2012, tuvo algo de aceptación entre los venezolanos. Las expropiaciones todavía hacen bastante daño y lo que están buscando es obtener la confianza de empresarios fuera y dentro de Venezuela, pero más que todo transmitir ese mensaje a la comunidad internacional”.

Cañizalez dijo que es simbólico que la primera propiedad expropiada devuelta por Maduro sea el centro comercial Sambil La Candelaria. “Chavez dijo que él salía primero de Miraflores antes de que ese edificio fuese un centro comercial, eso es la negación del sistema y un giro de 180 grados”.

No le torcieron el brazo: Para Cañizalez, en el imaginario colectivo del chavismo era imposible ver a una Venezuela, donde el dólar fuera la moneda de principal circulación en la calle. “Después de tener a la moneda estadounidense como el gran enemigo, ahora vivimos una dolarización de facto. Maduro lo que ha demostrado ser es una persona capaz de hacer todo por mantenerse en el poder sin tener un proyecto político. Chávez al menos tenía uno que se desvió en el camino”. El periodista y profesor universitario sostuvo que Maduro va a transformarse en lo que le convenga más para atornillarse en Miraflores. “Si necesita ser estatista lo va a ser, si requiere abrir la economía lo hará, lo que sea por quedarse en Miraflores”. 

Producto de la guerra Rusia-Ucrania: Cañizalez sentenció que la invasión de Rusia a Ucrania, le dio al gobierno de Joe Biden la excusa perfecta para sacudirse la herencia de Trump y su política de máxima presión sobre Venezuela para sentarse con Maduro a negociar ciertos aspectos que le convienen, entre ellos el tema energético y de presos políticos. “Además se aprovechan de una oposición venezolana atomizada, dividida y sin liderazgo. Maduro es una especie de boxeador solo en el ring en este momento y eso también lo saben en los Estados Unidos”. 

Puede ser que sea tarde: Para Magdaleno, el supuesto viraje en el modelo se está dando, en todo caso, de manera tardía y con lamentables consecuencias para el país. “Lo que estamos presenciando es un cambio forzado por las circunstancias. El llamado socialismo del siglo XXI es un experimento desastroso en el plano de las realizaciones materiales y espirituales que condujo a una crisis económica de envergadura que dejó al Estado con inmensas necesidades y demandas sociales desatendidas por un lado y escasos recursos disponibles por otro”. 

Posible estrategia de cara a elecciones de 2024: A juicio de Magdaleno, el costo de no hacer ciertos cambios en materia económica podría pasarle factura a Maduro y a sus colaboradores en las futuras elecciones presidenciales. “Fueron ocho años de crisis económico-financiera severa y una promesa irremediablemente incumplida, el combate contra la pobreza y la corrupción. Ellos saben que si no se esfuerzan por mejorar la situación socioeconómica de los venezolanos no tendrán manera de recuperar los apoyos perdidos”.

Para Cañizalez, Maduro está apostando a 2024 y por ello en Venezuela habrá ciertas transformaciones. “Vamos a ver un modelo distinto, no me atrevo a decir que sea una libertad económica, pero sí burbujas, especie de islas que el gobierno va a permitir que funcionen con determinada libertad”

Es un paso en un camino largo: A juicio de Magdaleno los venezolanos no están en medio de una liberación económica formal e integral. “Sino más bien en una desregulación parcial y desordenada que está contribuyendo a aumentar los niveles de pobreza y desigualdad socioeconómica”. Cañizalez opinó que las concesiones serán puntuales. “No vamos a ver el otorgamiento de mayores libertades, los empresarios tendrán que reconocer que hay un solo presidente y probablemente prepararse para cohabitar con este gobierno hasta 2030”. 

#NotasSobreLaIzquierdaVenezolana | ¿Cuándo los venezolanos nos volvimos socialistas? (IX)
En el libro Experiencias de un candidato (1978), Héctor Mujica recuenta al país que vio. Un país que sigue siendo y explica mucho del tiempo actual

 

@YsaacLpez

«Cuanto más precisamente describas y comprendas el pasado, menos probable es que malinterpretes, vulgarices y tergiverses el presente. El narcisismo del presente es que quiere que el pasado se ajuste a sus demandas actuales. No puedes aprender las lecciones del pasado si lo reescribes a conveniencia.» Zadie Smith. (Entrevista con Andrés Seoane. El Cultural, 26 de enero 2021)

Históricamente el comunismo no tuvo gran acogida entre los venezolanos. El Partido Comunista fundado en el país en 1931 participó en sus dos primeras elecciones en 1947 y 1958.

Señala Ricardo Robledo Limón que en la primera su candidato Gustavo Machado obtuvo 40.000 votos, siendo derrotado por Rómulo Gallegos. Logró colocar a un senador y dos diputados en el Congreso. Para 1958, apoyando la candidatura no comunista de Wolfgan Larrazábal, llevó a la legislatura a 7 diputados y 2 senadores. El prestigio del exmilitar haría mayor peso que un trabajo destacado en las masas (Ricardo Robledo Limón. El movimiento estudiantil de Venezuela. De su integración a la vida política a la lucha armada, El Colegio de México, 1970).

En un destacado trabajo de investigación reciente, Gustavo Salcedo Ávila señala que el Partido Comunista emergió en 1958 como una de las organizaciones de su signo más fuertes de América Latina, con alrededor de diez a veinte mil afiliados. Sin embargo, su influencia era marginal y no tenía la presencia en los sectores populares de AD, URD o COPEI (Venezuela, campo de batalla de la Guerra Fría, Academia Nacional de la Historia-Fundación Bancaribe, 2017). 

Luego, en 1968 −después de la apuesta por la lucha armada− se daría la fachada de la Unión para Avanzar (UPA), sumando escasos votos a la propuesta del Movimiento Electoral del Pueblo y su candidato, Luis Beltrán Prieto, quien arribó cuarto en los escrutinios de aquel año. Parecería entonces una historia de minorías.

Parto de varias preguntas para entender. ¿Cuándo los venezolanos asumimos, con el mismo fervor de ser adecos y de ser copeyanos, el ser marxistas o socialistas para votar abrumadoramente por su propuesta el 6 de diciembre de 1998? ¿Cuándo se arraigaron en nosotros tales doctrinas como remedio a los males del país y mediante qué mecanismos? ¿La consecuente prédica de la izquierda nacional, el trabajo en las masas de los partidos de esa tendencia, las canciones de Alí Primera?

Para responder reviso dos libros: La izquierda venezolana y las elecciones del 73 (Un análisis político y polémico) (Caracas, Síntesis 2000, 1974), compilación de trabajos de Federico Álvarez, Manuel Caballero, Américo Martín, Demetrio Boersner, Domingo Alberto Rangel y Miguel Acosta Saignes. Un elenco destacado, diría don Elías Pino. Y El país, la izquierda y las elecciones de 1978 (Caracas, Miguel Ángel García e hijo, 1977), de Guillermo García Ponce; el “jefe de la Guerra», «Paladín de la lucha armada», «El comandante» (Agustín Blanco Muñoz, 1980, 311), quien con el tiempo trocaría en exitoso empresario de medios en la Revolución bolivariana.

Constato entonces que todas mis preguntas están erradas, pues parten de un mal supuesto: nunca hubo tal fervor por las propuestas de la izquierda vernácula en los sectores populares del país, en las masas nacionales. Nunca antes del 2002, cuando comenzó «el romance» del nuevo régimen con Cuba. Y desde 2006, cuando la dirigencia chavista se proclama ferviente creyente del socialismo del siglo XXI  .

La propuesta de 1998 de los exmilitares que habían encabezado el golpe de Estado de 1992 no era socialista.

Eso fue un revestimiento posterior. Y el país se enfundó de rojito y comenzó a tenerle cierto aprecio a los afiches del Che Guevara a partir de una hábil estrategia de engaño y autoengaño, de banalización de ideas y símbolos, desarrollada desde el nuevo poder instituido. Todo a través de la «hegemonía comunicacional». 

Así, ante la arrolladora presencia de los nuevos discursos, hasta los que fueron amamantados por sus madres con el himno de AD, o los que crecieron en una casa donde en la sala había una foto del joven Rafael Caldera, de pronto comenzaron a idolatrar a Fidel Castro, entonar las canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, en fin, a proclamar el socialismo como la vía para una vida mejor. ¡Vivan las misiones, y abajo las élites!! ¡Viva la revolución, que todos somos iguales!!!

Valga tal introducción para comentar un libro simpático: Experiencias de un candidato, del periodista y narrador Héctor Mujica (Caracas, Industrias Sorocaima, 1980). Testimonio de un político perdedor, de un candidato que ha recorrido el país para patentizar sus problemas y proclamar un cambio. Pero que no fue atendido, que sus formulaciones no llegaron al pueblo elector. Es el cuento de un derrotado de siempre.

Libro de tres presentaciones, firmadas por los otros tres candidatos a las mismas elecciones, los hombres de una izquierda eternamente desunida: José Vicente Rangel, Américo Martín y Luis Beltrán Prieto Figueroa.

Rangel señala: «Héctor Mujica exalta dos cuestiones esenciales; la actividad en el seno de las masas, el diálogo permanente con los trabajadores, con los campesinos, con las amas de casa, un diálogo sostenido, de promoción del socialismo.»

Américo Martín expresa: «Y es que no es tarea fácil el socialismo. Pero Héctor, buen competidor añade: el socialismo mío es el comunista, la sociedad sin autoridades, sin burocracia, la libertad en el sentido más pleno.» Seguro. Como en la URSS, en China y en Cuba.

Por su parte, el maestro Prieto indica a Mujica: «Tus observaciones sobre los discursos de los candidatos que todo el mundo aplaude, pero no siguen, es acertada, pero conduce a serias reflexiones sobre la oratoria política: mucho programa, cifras, ejemplos que la gente no tiene interés en oír o por el contrario mucha palabra vacía que no mueve interés de nadie. Estamos en una época de eslóganes de 30 segundos en radio y en televisión, pero ni tú ni yo, que creemos en el valor educativo de la palabra, podemos renunciar a ella… Mientras los medios de comunicación sean empleados por la clase dominante para embrutecer y corromper al pueblo, verás a los marginados votando por los responsables de su situación… Por otra parte, aportamos un comportamiento y dejamos un mensaje que debe trabajar en el subconsciente del pueblo. Hay que insistir.»

La siembra del socialismo era entonces un idealismo, tarea de quijotes. 

Nadie me va a convencer de que el régimen que se hace llamar socialismo en Venezuela tiene algo que ver con gente honesta como Héctor Mujica, Gustavo Machado, Jesús Faría, Luis Beltrán Prieto Figueroa… Me dirán de Guillermo García Ponce, José Vicente Rangel, Aristóbulo Istúriz, Alí Rodríguez Araque… También pudiera nombrar yo a muchos adecos y copeyanos que han formado parte del negocio. Lo de socialismo es aquí simple retórica, adorno.  

En este libro, Experiencias de un candidato, Héctor Mujica cuenta su prueba recorriendo el país, postulado por el Partido Comunista de Venezuela a las elecciones presidenciales de 1978. Relación de concentraciones y mítines, conversaciones con gentes disimiles −del campesino del páramo merideño a la muchacha de los barrios de Caracas; de los trabajadores del campo en los llanos a los obreros de Guayana−, encuentro con el hondo pueblo venezolano.

Mujica cuenta los pormenores de su campaña. Él es un intelectual −poeta, articulista, narrador− que sabe debe recorrer el país siguiendo una fórmula consagrada que no comparte, pero que es el mecanismo para captar los votos requeridos. Sabe de antemano que su prédica va hacía un país que no puede escucharla. Mujica es un candidato anormal. Un hombre que puede verse con ironía, pero no con amargura. Aquí no hay un político resentido ante una derrota que siempre supo. Este hombre recuenta al país que vio. Entorno que quiere comprender. Un país que sigue siendo y explica mucho del tiempo actual.

Ese pueblo que en 1978 votaba por AD o COPEI es el mismo que votó en 1998 por Chávez, y lo siguió apoyando mucho más allá. El mismo ahogado en un mar de calamidades en este oscuro hoy, el que se conforma con las menudas dádivas e inventa mil resuelves.

De las muchas anécdotas que componen el libro y que vale la pena leer escojo una.

«Después de un largo recorrido por el barrio José Félix Ribas, en Petare, nos despedíamos de los vecinos en la colina más alta. Se congregaron a la puerta de un rancho de 3 por 4 metros unas treinta personas. Miré hacia el interior de la vivienda. Estaba la madre, 28 años con apariencia de medio siglo, prácticamente sin dentadura. Estaban los hijos, ocho en total, desnudos y descalzos. Y el padre y concubino, impertérrito en la lectura de una revista. Cuando hablábamos del déficit de un millón de viviendas, de 850.000 casas sin agua potable y de las 900.000 sin cloacas, el hombre −padre y concubino− se incorporó sobre el camastro, y me espetó:

–Todo eso que usted propone es muy bonito, pero a mí no me gusta el comunismo.

Y yo: ¿y por qué no te gusta el comunismo?

Y él: porque me quitan lo mío.

Yo: ¿y qué es lo tuyo? ¿Tu mujer? ¿Los muchachos? ¿El rancho y ese camastro?

Y él: bueno, ahora no tengo nada, pero ¿y si le pego a este? Y me mostró el caballo número 2 de la segunda válida del 5 y 6 de la semana siguiente.»

* Historiador. Profesor. Universidad de Los Andes. Mérida

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Brian Fincheltub Feb 01, 2022 | Actualizado hace 1 mes
El socialismo salvaje
No podemos permitir que algunos quieran cambiarle de nombre a nuestro desastre, esto sigue siendo socialismo, puro socialismo salvaje. Que nadie se equivoque

 

@BrianFincheltub

No sé si lo recuerdan, pero hubo un tiempo donde el chavismo despotricaba del sistema económico mundial tildándolo de “neoliberalismo salvaje”. Entre las críticas que se lanzaban contra el capitalismo figuraban que se trataba de un modelo que perpetuaba las desigualdades de clases y donde la rentabilidad se imponía sobre los derechos de los trabajadores. Así fue como le vendieron a una inmensa mayoría de los venezolanos que era necesaria una transformación radical del país que pusiera por encima al ser humano, inventándose el denominado “socialismo del siglo XXI” cuyo resultado fue la peor crisis humanitaria de nuestra historia.

Las consecuencias del experimento socialista en Venezuela aún no han sido totalmente contabilizadas. Eso solo será posible cuando, recuperada la democracia, se pueda investigar de manera independiente el impacto real sobre la vida de la gente del modelo de ruina que impera en Venezuela desde hace más de veintidós años.

Algunas marcas son más visibles que otras, por ejemplo, para una gran parte de los venezolanos y sobre todo para las nuevas generaciones que sufrirán secuelas permanentes, la hambruna del 2016-2017 será algo imposible de olvidar. De acuerdo con cifras de organizaciones no gubernamentales, tan solo en 2017 seis de cada diez venezolanos perdió un promedio 11 kilos. Fue lo que popularmente se conoció como “la dieta de Maduro”, pero que no tiene nada que envidiarles a las hambrunas que también causadas por el comunismo en Ucrania y Camboya. La sola diferencia es que nosotros aún no conocemos con exactitud el número de víctimas.

El llamado socialismo del siglo XXI también llevó al desmembramiento de la familia venezolana. Más de seis millones de venezolanos tuvieron que huir del país buscando no solo un futuro mejor, sino la supervivencia. Así fue cómo las carreteras de América Latina se llenaron de caminantes, mujeres y hombres con suelas desgastadas cuya sola pertenencia era muchas veces un bolso tricolor que le mostraba a quienes los veían recorrer miles de kilómetros de dónde venían. 

Hoy, cuando algunos afirman que el chavismo ha abandonado el dogmatismo propio de los años de expropiaciones y controles en la economía, todo aquello que una vez se criticó y que los llevó al poder se ha multiplicado.

La desigualdad entre ricos y pobres hoy se expresa entre quienes ganan en dólares y quienes no logran transformar su salario en alguna moneda que tenga valor. En ese gran segmento de la población se encuentran los jubilados y pensionados, quienes tras dedicar años de vida productiva a la nación tienen que sobrevivir con menos de dos dólares al mes. Pero también están médicos, enfermeras, maestros y profesores universitarios.

No es que no les provoque expropiar, sencillamente no les hace falta, se encargaron de quebrar a sus competidores para comprarlos a precios de gallina flaca. Ellos integran la nueva y muy “pujante” casta económica capaz de abrir comercios en todo el país en medio de una economía arrasada y una pandemia que va para tres años. Una prosperidad que contrasta con el salario de hambre de sus trabajadores, incapaces de defender sus derechos y de organizarse, puesto que el sindicalismo también desapareció con el dictador “obrero”.

Mientras instalan el discurso que Venezuela “mejoró”, mucha gente sigue sufriendo, muriendo de mengua y escapando a la miseria chavista. Lo que no podemos permitir es que algunos quieran cambiarle de nombre a nuestro desastre; esto sigue siendo socialismo, puro socialismo salvaje. Que nadie se equivoque.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Ilusos, fracasados o zánganos
Quienes hoy aún creen que el socialismo es la solución, o son unos ilusos, o son unos fracasados que quieren que los demás fracasen o son unos zánganos

 

@cjaimesb

Escribo este artículo sin conocer los resultados de las elecciones de ayer. Espero que la sensatez haya privado y que la gente haya ido a votar para expresar su descontento. Porque no me queda duda de que el régimen continuará con el acelerador del Estado comunal a fondo y nos llevará, cual carro sin frenos, a estrellarnos estrepitosamente contra un muro de contención. Y sabemos que las probabilidades de sobrevivir en un choque de esos son bastante bajas.

Es cierto que en América Latina ha habido terribles injusticias sociales, en muchos países peor que en la Venezuela prechavista. Ahora somos uno de los países no solo con una gran injusticia social, sino con las mayores violaciones a los derechos humanos del mundo. Pero las injusticias no se resuelven cometiendo otras injusticias. Y de allí el fracaso de todos los regímenes de corte autoritario y totalitario del mundo.

Un fantasma que no descansa

Un fantasma que no descansa

Hace tiempo me llegó un correo electrónico que guardé, por considerarlo muy ilustrativo: los muchachos de un salón de clases se enfrentaron con vehemencia a un profesor que fustigaba el sistema socialista. Decían los muchachos que el socialismo sí funcionaba porque era el “gran igualador”. “En el socialismo no hay ricos y no hay pobres, todos son iguales”, alegaban.

En el siguiente examen, sin advertirles previamente, el profesor tomó todas las notas, las promedió y les puso la misma a todos, el equivalente a un trece nuestro. Los que no habían estudiado estaban felices, pero los que se habían preparado estaban furiosos. En el siguiente examen sucedió lo mismo, pero esta vez la nota promedio fue menor, porque los que antes habían estudiado, esta vez no se esforzaron. El promedio fue diez. Para el tercer examen nadie estudió y el promedio cayó dramáticamente a cinco.

“Cuando la recompensa es grande” les dijo el profesor “el esfuerzo es grande. Cuando el gobierno elimina la posibilidad de que haya recompensas, nadie se esfuerza, lo acaban de experimentar… Ustedes decidan”. Por supuesto, decidieron que el socialismo no les servía.

Churchill tenía razón: el socialismo es el reparto equitativo de la miseria.

Quienes hoy aún creen que el socialismo es la solución, o son unos ilusos que esperan por lo que no va a suceder, o son unos fracasados que quieren que los demás fracasen, o son unos zánganos que se aprovechan del sistema… en ningún caso, algo bueno o deseable.

Esperemos a ver qué decidimos los venezolanos ayer…

El mal se llama socialismo

El mal se llama socialismo

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Julio Castillo Sagarzazu Jun 08, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Venezuela y el renacimiento
Un renacimiento de Venezuela deberá tener en cuenta no solo la necesidad de vencer el oscurantismo medieval que nos arropa, sino también, como lo hicieron los sabios de aquel despertar de la humanidad, el regreso a los cánones de una moral y de servicio público, tan vapuleados en estos años

 

@juliocasagar

No se haga ilusiones, amigo lector. Esta nota no trata de ningún análisis comparativo entre nuestro país y lo que ocurría en otros lares en la época del Renacimiento. Que por aquellas fechas, la mitad de nosotros andábamos en guayuco y la otra mitad andaba buscando El Dorado e ingeniándoselas para llevarse lo poquito que esta Tierra de Gracia daba por entonces.

Pero de lo que sí trataremos es de un tema que nos parece pertinente sobre la naturaleza del nuevo liderazgo que debe surgir para la reconstrucción de Venezuela, después de esta lúgubre edad media en la que el Socialismo del Siglo XXI (¡vaya paradoja!) nos ha metido inmisericordemente.

Para entrar en el tema valdría la pena antes señalar un asunto al que prestamos poca atención cuando hablamos del Renacimiento. La sola palabra nos induce a pensar en aquella explosión del arte y de la ciencia que produjo los portentos monumentales que aún hoy admiramos como las más bellas creaciones del género humano.

El Renacimiento fue, ciertamente, la competencia entre soberanos del oriente y occidente por rodearse de los mejores artistas y arquitectos e incluso matemáticos y pensadores para construir las catedrales, los palacios y las mezquitas más extraordinarias; también para hacer de sus cortes las más notables y eruditas de la época.

Pocos recordamos, sin embargo, que el estallido espiritual de aquellas sociedades, en su intento por dejar atrás a la Edad Media, con todos sus prejuicios, supercherías y su oscuridad, planteaba también, desde el punto de vista estético y del pensamiento, un regreso a los cánones clásicos de belleza y libertad que los griegos habían legado a la humanidad en el culmen de sus artes, su filosofía y su democracia.

Cierto que el geocentrismo de Ptolomeo también fue cuestionado por nuevos científicos como Galileo, pero la piedra en la que se asentaron los nuevos pensadores para hacerlo fue en Aristóteles y su mensaje eterno de acercar la filosofía a la ciencia, a las matemáticas y a la observación sin prejuicios.

Este es un ejemplo claro de que la evolución humana, y los cambios revolucionarios que producen las sociedades, nunca se han hecho sin tener un punto de apoyo en lo que se ha vivido anteriormente.

Cuando nos dispongamos reconstruir a Venezuela, obviamente que habrá que barrer (y no debajo de la alfombra precisamente) los vicios, los modos y conductas de quienes, durante los últimos 20 años, han desgarrado al país.

Pero bien nos valdría la pena tomar impulso en algunas de las piedras fundacionales de nuestra democracia y nuestro progreso que nos hicieron, alguna vez, el país de mayor crecimiento en el mundo y el faro democrático de la América Latina.

En efecto, sin nostalgias y sin guayabos, debemos volver a examinar, como lo hicieron aquellos inimitables genios del Renacimiento, cuáles son las cosas a las que debemos regresar; evaluar con cuáles piedras tropezamos para no volver a hacerlo; ver dónde nos equivocamos para no transitar el mismo camino. Pero también dónde acertamos y cuándo hicimos las cosas bien.

En esta tarea la vista y la atención deben detenerse no solo en el Pacto de Puntofijo, que fue el acuerdo de las fuerzas democráticas para hacer frente  a las vicisitudes que vendrían en los años siguientes, sino en algo más trascendente: en el documento que reflejó el acuerdo de país que se forjó y que duró más de 40 años como marco de convivencia, que fue la Constitución de 1961. Un texto suscrito por todo el abanico político del país. Y el que nos permitió, además de la convivencia que hemos señalado, llegar a las cotas de desarrollo social, humano y económico que nos colocaron por décadas a la cabeza de la América Latina.

Al salir de esta pesadilla, es hacia allá donde debemos apuntar los esfuerzos. Es necesario producir un marco de convivencia sólido de proyecto político, histórico y ético que nos reconcilie y nos ponga  a remar a todos en la misma dirección.

Ese proyecto debe prefigurarse desde ahora. Las fuerzas políticas y sociales que promueven el cambio en Venezuela deben parecerse a lo que se quiere estructurar para el futuro.

Debe combinar no solo puntos de vista políticos y gremiales, sino integrar a distintas generaciones de ciudadanos, miradas diferentes y la diversidad en todas sus facetas, para que el pacto que logremos sea duradero y nos permita avanzar juntos por décadas.

La única uniformidad que sería aceptable es la de la ética y la moral; así como la necesaria vocación de servir al país y no servirse de él. Esas reservas éticas y morales habrá que buscarlas en el interior de los corazones, espíritus y voluntades de los hombres y mujeres de buena voluntad que han estado en primera fila en la lucha contra la dictadura. Con ellos se deberán vencer el inmediatismo, la corrupción y la primacía de intereses individuales que, digámoslo también, se han infiltrado en nuestras filas, confirmando aquello de que “de todo hay en la viña del Señor”.

Un renacimiento de Venezuela, entonces, para que sea progresivo y eche hacia adelante la rueda de la historia, deberá tener en cuenta no solo la necesidad de vencer el oscurantismo medieval que nos arropa, sino también, como lo hicieron los sabios de aquel despertar de la humanidad, el regreso a los cánones de una moral y de servicio público, tan vapuleados en estos años. Y que una vez nos hicieron un país grande, hacia el que el mundo entero volteaba sus miradas.

¡Sí se puede!

La lección del fémur roto

La lección del fémur roto

Aliados para el cambio

Aliados para el cambio

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Comparación aventurada con el siglo XIX

Gráficas izq.: fachada del Palacio de las Academias (antigua sede de la UCV), reformada en 1873 (f. en IAM Venezuela); retrato de Antonio Leocadio Guzmán (M. Tovar y Tovar) y estampa caraqueña del siglo XIX. Gráficas der.: obra La educación (Medicina Experimental-UCV); escuela de Biología (f. @VivaLaUCV) y techo de un pasillo de la UCV, patrimonio mundial, desplomado en 2020.

 

@eliaspino

Generalmente nos avergonzamos del siglo XIX, porque pensamos que en su seno reinaron la vulgaridad y la mediocridad para que Venezuela renegara de las altas metas que había propuesto Bolívar. Absurda y lampiña pretensión. Hoy debemos valorar lo que sucedió entonces para que ocupe el lugar que merece en nuestra memoria, especialmente ante las peripecias bochornosas que hemos presenciado desde la llegada del chavismo. Jamás nada tan rudimentario, vulgar y desfachatado en el terreno de los negocios públicos sucedió después de la Independencia, entre los años 1830 y 1899, pese a la mala prensa que los ha zarandeado.

Veamos algunos asuntos relativos a ese lapso fundacional, con el ánimo de sugerir analogías con la oscuridad a la que hemos llegado en el siglo XXI dominado por la barbarie.

Tal vez todo parezca demasiado subjetivo, pero se trata de una propuesta de escribidor sin las ataduras estrictas del oficio de historiar, que puede ser de utilidad. Para lo cual es preciso detenerse en la lucidez de los venezolanos que provocaron el desmantelamiento de Colombia y el desconocimiento de la autoridad del Libertador.

La brocha gorda del patrioterismo, usada por los oradores de turno y por los cagatintas de la oficialidad, que llegaron a la más alta tribuna en el siglo XX cuando el pueblo tuvo la ocurrencia de votar por Hugo Chávez, consideran que entonces floreció una traición debido a la cual el país torció su ascendente rumbo. Han llegado al disparate de hablar de un parricidio colectivo, es decir, de un pecado cometido contra el padre por toda la sociedad que solo se puede lavar después de cruenta penitencia, o gracias al ejemplo y a la doctrina de un iluminado como el “comandante eterno”.

Pero, por fortuna, los pasos de la fundación de la autonomía fueron guiados por la primera generación crítica que pensaba con cabeza propia en Venezuela, hasta el extremo de diagnosticar los males producidos por la guerra contra España y de plantearse una urgente rectificación que obligaba al alejamiento del autoritarismo militar y de quien lo representaba desde Bogotá. De tal atrevimiento nace un dinámico movimiento intelectual, pocas veces repetido en el porvenir, y la siembra de un civismo de cuño liberal que no solo se convierte en la guía del momento, sino también en desafío del futuro.

Un inicio que se baña en esas aguas lustrales para hacer un país, no puede rodar hacia el precipicio de las oscuranas que ven quienes lo miran desde la altura del hombro, o desde el vacío de un desconocimiento generalizado.

Bolívar pronosticó la llegada de una serie de tiranuelos, de lamentables caporales ignorantes, pero la profecía no cristalizó. Ciertamente desfilaron por la casa de gobierno unos mandones en cuyo desempeño resulta difícil encontrar cualidades dignas de encomio, como los hermanos Monagas, Julián Castro y Joaquín Crespo; pero nadie puede descubrir un oprobio como el anunciado por el mayor de nuestros profetas.

Tal vez solo en el predicamento de Crespo, un campesino temeroso ante la letra de imprenta, manipulador del sufragio, respetuoso de las supersticiones, aficionado a la brujería y al derramamiento de sangre, puedan descubrirse pasos sombríos del todo; anécdotas que conviene esconder para que no alienten a quienes nos juzgan como bárbaros antes de la llegada de la barbarie, pero una sola golondrina no hace verano. Gobernaron entonces los que podían gobernar, nacidos de las circunstancias, con pocas letras y muchas aventuras bélicas, sin pupitre elemental ni tradiciones académicas, pero no pudieron liquidar las esperanzas de la sociedad por un futuro mejor.

En los pasos destacables de Páez como estadista, en la sobria prudencia de Soublette, en la afición del mariscal Falcón por las letras, aún en la petulancia de Guzmán y en las administraciones sin eco de Rojas Paúl y Andueza Palacio, pueden encontrarse actos de gobierno y conductas que no solo impiden el naufragio de la república, sino que también conducen a procesos de modernización debido a los cuales Venezuela no es entonces segunda de nadie en el ámbito continental.

La época está dominada por la violencia, ciertamente; las diferencias se resuelven en una cadena de guerras civiles que causan gran mortandad, pero no existe entonces otra manera de buscar el poder, o de mantenerlo. Sin universidades después de la sangría de la Independencia, sin comunicación entre las regiones, desaparecidos o en franco menoscabo los entendimientos de la época colonial, sin partidos realmente establecidos en toda la geografía, sin una pedagogía de republicanismo con raíz asentada, sin recursos materiales para la administración del territorio desde un centro indiscutible, o para la divulgación de la legalidad, las espadas y una clientela de desarrapados son herramientas familiares y accesibles.

Se ha hecho este vistazo para que dejemos de mirar el siglo fundacional con miopía e ignorancia. En realidad se ha redactado para que lo comparen con el tiempo venezolano que presiden Chávez y su opaco heredero, a ver cómo pueden quedar de maltrechos en la analogía.

Les sugiero, amigos lectores, que partan de cualquiera de las conductas inciviles del chavismo, escogida al azar, para ver si es posible que topen con unas peripecias tan bajas en la centuria injustamente subestimada; con actos tan viles y bárbaros como los que desfilan en la actualidad frente a nuestros ojos, con un basurero semejante, con algo tan alejado de la civilización que se fue formando cuando nos convertimos en estado autónomo.

Pueden escoger cualquier pormenor que salte a la vista, cualquiera de las declaraciones de la dirigencia roja-rojita, cualquier evidencia de corrupción o de ineficacia, y terminarán admirando las peripecias de una época desconocida e injustamente despreciada. Es probable que la ignorancia en torno a lo que hicimos después de separarnos de Colombia, en torno al edificio levantado con descomunal esfuerzo en tiempos de modestia que no nos encandilan, haya conducido a los horrores que ahora nos avergüenzan.

¿De peores hemos salido?

¿De peores hemos salido?

Debe recordarse que no había petróleo en el siglo XIX, ni se habían construido eficientes tramos de carreteras, ni era frecuentes los vínculos con el exterior, ni existía una prensa de alcance masivo, ni estudios a los que tenía acceso la mayoría de la sociedad. Son elementos que conspiran contra una analogía como la que ahora se intenta, pero, a la vez, con una buena dosis de atrevimiento, dan idea del vergonzoso retroceso de la actualidad.

¿Por qué se propone este viaje a un universo casi desconocido, hacia una época ignorada y subestimada? ¿Por qué la necesidad de unos parangones atrevidos? ¿Por qué una incitación al anacronismo? Debido a que pocas veces se hacen, pese a su utilidad, y a que nadie puede manejarse con propiedad y con seguridad si no ubica el espejo retrovisor en el lugar adecuado para correr con intrepidez el sendero. Se trata ahora de usarlo un rato, con las prevenciones del caso.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Brian Fincheltub Feb 17, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Socialismo en remate

@BrianFincheltub

La historia del chavismo es una historia de contradicciones. Hugo Chávez Frías, quien venía de una familia de clase media, se fabricó una historia con el fin de vendérsela al votante promedio venezolano, cuya mentalidad conocía y supo interpretar como nadie. Chávez no solo sabía que el venezolano tenía un cierto fetiche por el uniforme militar, sino que también le encantaba las telenovelas rosas donde el pobre siempre era el bueno y el rico el villano.

Así fue como le dijo al país que él, hijo de dos educadores, era un “pata en el suelo” que había crecido en una casa de baharaque vendiendo arañitas para ganarse su pan diario y el de su abuela.

Una historia llena de clichés, drama y victimización, que mucha gente le compró a pesar de representar el primer gran fraude de quien poco tiempo después se convertiría en presidente. Digo fraude porque todo aquel que vive o ha vivido en un pueblo sabe que un hijo de un maestro en la mal llamada “cuarta república”, era todo menos un “pata en el suelo”. Las mejores cosas del pueblo eran la de los maestros. No era nada extraño, al menos para los educadores antes de 1998, quienes históricamente habían tenido buenos sueldos, acceso a créditos, seguro médico y otro gran número de beneficios que hoy quedaron en el pasado.

Pese a alimentar sus arengas políticas con un discurso clasista contra los ricos, fueron precisamente los grandes grupos económicos y particularmente la clase media quienes llevaron a Chávez al poder. Empresarios con apellidos de renombre y los principales medios de comunicación arroparon al candidato antisistema que venía para poner fin a 40 años de gobiernos de AD y COPEI.

Era la venganza del poder económico contra el poder político. Pero como bien dijo Confucio “antes de empezar un viaje de venganza cava dos tumbas”.

Con la democracia, también fueron sepultadas miles de empresas, cuyos años de esfuerzo y tradición hoy forman parte del recuerdo.

Con el transcurrir de los años el chavismo asumió un discurso mucho más radical frente a lo privado, adoptando al pie de la letra el modelo castrista, donde el Estado pasó a ser dueño de todo. Se confiscaron cientos de empresas, otras tantas, sobre todo las de capital extranjero, fueron expropiadas. El Estado pagó millones para compensar a sus dueños, bajo la promesa que una vez nacionalizadas, estas empresas pasarían a ser de servicio público y tener una vocación social. Los ejemplos más conocidos son la CANTV, Agroisleña o las redes de cadenas Éxito y Cada. Aunque durante cierto tiempo estas empresas siguieron generando dividendos, la desinversión y manejo ineficiente las destruyeron al punto en el que están hoy.

Pero las contradicciones no han dejado de aparecer. Aunque mucha gente pensó que el chavismo jamás abandonaría sus dogmas, hoy vemos cómo el madurismo, que en principio parecía muy débil como para atreverse a traicionar el “legado de Chávez”, ha sacrificado los dogmas en nombre de la supervivencia.

La demonización de lo privado, el Estado dueño de todo, la gratuidad de todo y la filosofía del “ser rico es malo” han quedado en el pasado. En la Venezuela de hoy donde hubo abastos Bicentenarios, aparecen bodegones, donde hubo una empresa estatizada salen unos misteriosos inversionistas interesados en comprar, las empresas recientemente nacionalizadas son vendidas a precios de gallina flaca, en la oscuridad, sin ningún tipo de licitación.

Mientras tanto, una nueva oligarquía toma más y más poder en lo que se ha convertido la economía venezolana, una nueva clase económica encargada de guindar en la corroída fachada de lo que nos queda como país un cartelito con la frase: SOCIALISMO EN REMATE.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Antonio José Monagas Feb 13, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
¿Cómo evitar el Estado comunal?

@ajmonagas

El análisis al que ha de corresponder la siguiente disertación partirá del escenario en el que la democracia haya comenzado a debilitarse como sistema político. Y tiene entre sus causales el acaecimiento de otro régimen político. Este, montado con la vehemencia y desespero de un poder amparado en el miedo infundado en la población a través de amenazas de riesgosas incidencias.

El régimen, por donde se vea, está forzando el cambio de la institucionalidad sobre la cual descansa el “Estado democrático y social de Justicia y de Derecho” que manifiesta la Constitución de la república en su segundo artículo.

Esa desavenencia hace notar una seria depresión en la lógica política a la cual se apegó la redacción del texto constitucional venezolano. Y en lo específico, configura el intersticio que deja ver la absurda creación del patético “Estado comunal”. Y que no es otra, entre distintas razones, que la gruesa pero a la vez delicada divergencia entre las acepciones politológicas de “democracia” y “república”.

Sin embargo, ahí no queda lo cuestionado. Se tienen otras causas que ponen al descubierto problemas diferentes. En consecuencia, es posible conseguir vacíos y exabruptos de naturaleza jurídica y de índole cívico-moral, rayando con problemas de ciudadanía. Estos, a su vez, rozan con problemas de ética pública y de conciencia. Incluso, con razones que comprometen los significados de libertad y derechos.

La explicación que daría con algunas pautas capaces de atajar la imposición de un Estado Comunal, tal como se presume a instancia del régimen, no es fácil.

Así que al momento de buscar por dónde o cómo atajar las ínfulas de un Estado autoritario, azuzado por un totalitarismo tan peligroso como el proyecto ideológico-político que anima sus ejecutorias y proceso de elaboración y toma de decisiones, hace que su respuesta no sea de fácil delineación o discernimiento. Algunas de sus vías conceptuales y operativas lucen bastante complicadas.

Un “Estado” inconstitucional

La Constitución ofrece importantes vías que aluden al propósito de cómo atajar el Estado comunal. De ahí que el ordenamiento jurídico determina valores, principios y mandamientos que no permitirían otro sistema político que no se corresponda con una sociedad en comunión con “la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo” (Art. 3). Así como tampoco accedería la imposición de otro gobierno que no se atenga a condiciones distintas de las que caracteriza un gobierno “(…) participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables” (Art. 6).

La Ley Orgánica de Comunas (D-2010) y su cuerpo de leyes, todas subversivas y sancionadas en medio de un proceso fosilizado y con vida fantasmagórica, destaca el objetivo de “desarrollar y consolidar el Estado comunal (…) para la construcción de la sociedad socialista” (Artículo 7-Parágrafo 1). Ninguna de tan obtusas leyes concuerda con la distribución funcional del poder. Tampoco, con el carácter federativo y descentralizado del Estado venezolano, concebido constitucionalmente.

Cualquiera de las repudiadas estructuras normativas (comunales) inspiradas en la presunción de retorcer la institucionalidad democrática del país, se hallan infectadas de sectarismo, resentimiento y revanchismo.

El desespero funcional que traduce el cuerpo de leyes que pretenden dar vida al poder popular, vehículo furtivo del Estado comunal, se muestra sin ambages en toda su exposición. De hecho, cualquier estamento de la administración pública, aparte de que algunos surgen por elección popular, quedan sometidos a las decisiones del “autogobierno”. Habida cuenta de que el aludido “autogobierno” tiene la potestad para asumir “(…) la formulación, ejecución y control de la gestión pública” (Ob. cit.-parágrafo 2).

Es decir, todo pasa por el control inquisidor y contralor del Poder Popular en sus distintas representaciones. Tanto así, que el llamado Parlamento comunal, a través de su Consejo Ejecutivo, entre sus abusivas atribuciones tiene la de decidir sobre “(…) la regulación de la vida social y comunitaria” (Art. 21).

La falacia del «poder popular»

El Poder Popular, tal como está diseñado, es el mayor tamiz o filtro de todo cuanto busca movilidad y funcionamiento bajo el sol de la revolución socialista. Sus instancias de contraloría, planificación, legislativa, ejecutiva, administrativa contemplan la injerencia política, económica y social. Son ellas el brazo fiscalizador, distribuidor, regulador, acusador y exterminador que busca emplear el régimen tiránico para acometer sus trapisondas.

Ello implica el pleno ejercicio de la soberanía popular a través de sistemas de agregación o anexión comunal, sin que otra instancia tenga alguna posibilidad de detener su rapacidad. Así como el manejo autónomo, usurero y arbitrario de los recursos, capacidades y potencialidades que mueven al Estado venezolano en su rango de actividades.

Todo esto funciona en provecho del presidencialismo, estatismo, centralismo, y clientelismo como funciones implícitas del poder despótico.

Este es la vehemente representación del autoritarismo hegemónico que padece Venezuela. Es como una suerte (mal ganada) de minimalismo político o de escepticismo de la vida nacional. Y la única forma de restarle malignidad a la fuerza que mueve tan horrendo monstruo de mil tentáculos, es atajando la coacción que plantea la existencia de un Estado comunal.

Y atajar sus amenazas significa evitar su presencia e incidencia en los planos de la vida nacional. Deberá entenderse que cualquier intención en este sentido parte del significativo hecho de sembrar educación política en la población. Y para lograrlo, debe elevarse el nivel de información política en el venezolano. De esta manera, será posible que haya la participación ciudadana y movilización política. Y comprometer toda acción que despeje cualquier duda frente al firme propósito de ¿cómo evitar el estado comunal?

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es