serpientes archivos - Runrun

serpientes

Riesgo de sufrir mordeduras de serpientes aumenta con la temporada de lluvias
Otros factores como la presencia de bosques semideciduos y la deficiencia en la recolección de basura contribuyen a la presencia de serpientes en áreas urbanas. 

Rafael Betancourt, de 17 años de edad, fue mordido por una serpiente mientras buscaba maíz para alimentarse en el terreno de sus padres, en el sector Las Colinas, municipio Montes del estado Sucre. El joven falleció mientras era trasladado desde el Hospital Dr. Luis Daniel Beauperthuy, de Cumanacoa hasta el Antonio Patricio de Alcalá, de Cumaná. 

El hospital ubicado en Cumanacoa no contaba con el suero antiofídico para atender a Betancourt, por lo que sus familiares debieron movilizarlo en la parte trasera de un camión de gas -ante la carencia de ambulancias- hacia la capital del estado Sucre. En el trayecto, en el que les llovió e hizo más delicado el estado de salud del joven, falleció. 

La suerte que corrió Betancourt antes de su fallecimiento no es aislada, especialmente en esta temporada del año.  Hildebrando Arangú, MSc. en Ciencias Ambientales y profesor del área socioambiental en la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA) aseguró que hay tres factores que contribuyen al aumento de la incidencia de mordeduras de serpientes en el país: la temporada de lluvias, la presencia de bosques semideciduos y el deterioro en los servicios de recolección de basura. 

“Las serpientes son animales poiquilotermos, a diferencia de nosotros los humanos, no tienen mecanismos de regulación de la temperatura, por lo tanto el sol las mata rápido. Cuando viene la temporada de lluvias eso les favorece y se vuelven mucho más activas; salen a reproducirse y a buscar alimento”, aseguró. Esto, explica Arangú, favorece los encuentros de las serpientes con los humanos. 

Sobre las áreas con bosques semideciduos, Arangú explica que se trata de  bosques que pierden las hojas cuando viene el periodo de sequía. “Entonces cuando ocurre este tránsito entre la sequía y la lluvia, en el que la vegetación pierde sus hojas, las culebras se mueven a áreas habitadas por humanos para no estar expuestas al sol”, indicó. 

Asimismo, indicó que hay zonas del país que están tan solas que los animales están saliendo a explorar nuevos territorios, y se topan con humanos en los patios y porches de sus casas. 

Como tercer elemento Arangú detalló que el deterioro de los servicios de recolección de basura influye en la presencia de serpientes. “El aumento de basura atrae a las ratas y a las serpientes les gusta comer a los roedores”, dijo. 

Sin cifras oficiales 

Luis Contreras, miembro del cuerpo de Bomberos Marinos del INEA (Instituto Nacional de Espacios Acuáticos), quien se dedica a distribuir suero antiofídico -necesario para tratar las mordeduras- en algunas regiones del país, coincide con que entre junio y septiembre la incidencia de accidentes con serpientes incrementa. 

Contreras explica que históricamente los estados con el mayor registro suelen ser Barinas, Zulia, Miranda, Táchira, Monagas y Bolívar. Sin embargo, tanto Arangú como Contreras coincidieron en que no hay estadísticas oficiales recientes que permitan determinar cuántas mordeduras se registran al año, ni la mortalidad. 

Un estudio sobre epidemiología del ofidismo en Venezuela entre 1996 y 2004, detalla que en este periodo se registraron 53.792 mordeduras de serpientes (5.976 casos, en promedio, por año); con mayor incidencia en 2004 (7.486 incidentes). 

De todos los estados, Zulia reportó la mayor frecuencia (5.975 casos); mientras que la región Centro-Occidental, constituida por los estados Lara, Portuguesa, Falcón y Yaracuy, tuvo mayor morbilidad por mordeduras con 13.426. 

Asimismo, otro estudio indica que las  cifras exactas de los accidentes ofídicos para Venezuela, la morbilidad y mortalidad conocida se encuentra en el informe del Ministerio de Salud y Desarrollo Social (MSDS) en el período 1997 al año 2001, con 33.508 casos de mordedura de serpiente; de los cuales se presentaron 183 defunciones. 

Arangú y Contreras coincidieron en que en el marco de la pandemia generada por el coronavirus conseguir el suero antiofídico para tratar a los pacientes se ha vuelto una tarea cuesta arriba. A eso le suman el problema de movilidad que genera la escasez de gasolina en el país.

No hay suero antiofídico para atender mordeduras de serpientes y escorpiones

Suero antiofídico

@mabelsarmiento

De diciembre 2015 a enero de este año los bomberos marinos del Instituto Nacional de los Espacios Acuáticos, INEA, han atendido en diferentes estados del país cerca de 35 casos de mordeduras de serpiente y escorpiones.

Solo en lo que va del mes de enero se han reportado dos personas fallecidas, una en Maracay y la otra en el Táchira.

Uno de los decesos ocurrió en La Grita, estado Táchira.  Se trató de Bernardo Mareno, de 48 años, quien ingresó el pasado viernes 8 al ambulatorio de Seboruco por presentar mordedura de serpiente Terciopelo (Botrhops asper nombre científico).

Los venenos de esta especie destruyen los tejidos del cuerpo, alteran el sistema de la coagulación sanguínea, producen insuficiencia renal y la muerte si no se colocan los sueros por lo menos en las primeras 6 horas después de la mordedura.

Según contaron sus familiares a los medios de la región, en ese centro no había suero. Tampoco en el hospital Dr. Carlos Roa Moreno tenían el antídoto y, por tanto, lo remitieron al hospital Universitario de San Cristóbal.

El día sábado fue que se comunicaron con el teniente Luis Contreras, de los bomberos marinos, quien se ofreció a facilitarle la ampolla. Pero al llegar con la medicina ya no daba chance.

El teniente Contreras, el único que recorre el país auxiliando a las víctimas de las culebras, cuando fue localizado se encontraba en Maracay, estado Aragua, atendiendo un caso similar que, desafortunadamente, también terminó con la muerte.

El evento se registró el pasado jueves 7. Esta vez fue Marcelo Hernández, a quien una serpiente cascabel lo atacó en el pie derecho.

Según reportes de la prensa local, los médicos le informaron a los familiares que no contaban con el suero antiofídico. Su hermana Argelina Hernández narró que recorrió varias farmacias y tampoco lo consiguió, hasta que los bomberos de Maracay le dieron el número de contacto de Contreras. Cuando se presentó en el hospital con las dosis el señor estaba muerto.

Lea reportaje completo en Crónica.Uno 

Sea época de vacaciones o en el mismo hogar habitual, sobre todo si está rodeado de mucha vegetación hay que estar pendientes de la posible presencia de alguna culebra. Esta alerta es propicia también para centros escolares que, aunque funcionan en plena ciudad, no están exentos de una de estas visitantes. Los adultos saben reconocer dichos reptiles, pero en los niños  es vital centrar la atención y educarles al respecto.

Asegura el pediatra Tony Manrique Guzmán, del Centro Médico Docente La Trinidad que “las picaduras o mordidas de culebra pueden ser mortales”. Debemos distinguir entre cuales son venenosas y las que no lo son .Las culebras venenosas, también  llamadas víboras, tienen una cabeza de forma triangular. La marca de su mordedura es de dos puntos grandes que son los que se corresponden con los colmillos por donde se inyecta el veneno, y dos más pequeños atrás .Las culebras no venenosas tienen la cabeza redondeada y la marca de sus mordeduras son apenas dos puntos grandes de sus colmillos o dos hileras de varios puntos pequeños del mismo tamaño. Los ojos de las venenosas son alargados mientras que las de los que no lo son tienen el ojo redondeado. Las escamas alrededor de los ojos de las culebras venenosas son más grandes que las del resto del cuerpo, no así la de las inofensivas que son del mismo tamaño. En Venezuela, considerado  un país tropical por su ubicación geográfica, existe una morbilidad para el 2005 de 4.230 casos de accidentes ofídicos y una mortalidad cercana al 2% datos obtenidos del Centro de Nacional de Estadísticas del Ministerio de Salud en su Anuario del 2005.

Picadas diferentes

Los síntomas de una mordedura de serpiente varían de acuerdo al género de la misma, pero en la mayoría se observarán en la picada los dos puntos sangrantes, inflamación, dolor como una quemadura, enrojecimiento. Con el tiempo puede haber fiebre, náuseas, vómitos, hormigueo en la extremidad afectada. En algunos casos se presentan hemorragias locales o generalizadas de acuerdo al tipo de veneno. En otras se produce coagulación en diferentes vasos sanguíneos que llevan a la gangrena y a falla de múltiples órganos con falla cardíaca  y de otros sistemas que conducen a la victima al shock y la muerte en cuestión de horas .El tema es complejo y no es el objeto de este artículo desarrollarlo en profundidad, pues los síntomas son muy variados y complejos dependiendo del tipo de culebra en cuestión .Basta con decirles que la picada de .cascabel, coral, mapanare o de una cuaima son diferentes.

En caso de una emergencia ofídica, recomienda Manrique, “mantener la calma, no trate de matar a la culebra  o atraparla para su identificación a menos que se tenga experiencia en hacerlo”. Inmovilice el miembro afectado, limpie la herida con abundante agua y jabón,  coloque compresas frías que enlentezcan la circulación del veneno, trasladen cargada a la persona picada a una emergencia u hospital para que los músculos no se contraigan y aumente la irrigación del veneno a otras partes del cuerpo.

No  usar torniquetes ni tratar de hacer una herida en el sitio de la picada para succionar el veneno. Una vez en la emergencia se utilizará el suero antiofídico polivalente elaborado en la facultad de farmacia de la Universidad  Central de Venezuela. Se usa de forma intravenosa y deben tener en cuenta posibles reacciones alérgicas al suero que ameriten el uso de esteroides en ciertos casos.

Como siempre, la mejor medicina es la preventiva, cuidado al caminar en el monte, piedras o palos caídos. Usar botas altas y tomar todas las medidas de protección que tengan sentido común. La mayoría de las serpientes no atacan y somos  nosotros los que las agredimos al pisarlas o invadir sus espacios naturales.

Blanca García Bocaranda