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La transición ha comenzado: hagan sus apuestas, por Julio Castillo Sagarzazu

@juliocasagar

Efectivamente, la transición ha comenzado en Venezuela. Quizás no es la transición que gusta a muchos; quizás no es la transición que necesariamente nos haga desembocar en el corto plazo en el rescate de la democracia, pero las apuestas han sido hechas y la bola está rodando en la ruleta.

A diferencia de los casinos, aquí no escucharemos al crupier diciendo “rien ne va plus” porque otras apuestas irán corriendo en paralelo pero, insistimos, ya varios jugadores comenzaron a  apostar, tienen sus fichas en las manos y la rueda de la fortuna está en movimiento.

¿Quiénes son los apostadores y cuál es la apuesta?

Las respuestas a estas preguntas las encontraremos en la foto de familia de la reunión de Fedecámaras con Jorge Rodríguez. Como en toda foto que pretende enviar un mensaje, aquí, las presencias, las ausencias y la locación son importantes.

Están cuidadosamente formados, con el “back stage” del letrero del edificio en lo alto. Ninguno se movía. Seguían el consejo de un legendario alcalde de Madrid, don Enrique Tierno Galván: “el que se mueve, no sale en la foto”. Estaban Fedecámaras y Consecomercio, pero no estaban Conindustria y Fedenaga; estaban Jorge Rodríguez y Nicolás Jr. Esos eran los asistentes y la locación. La pregunta importante ahora es ¿cuál es la apuesta? ¿cuál es la oferta de Maduro al empresariado? La respuesta a la pregunta, por ahora, es la que contiene la Ley Antibloqueo.

¿Y que contiene la Ley Antibloqueo? Pues la apuesta de Maduro por hacerse de un sector del empresariado venezolano al que invitara, no a reactivar la economía, porque una economía solo se reactiva con libertades públicas, seguridad jurídica, reglas claras y democracia, sino a participar en una serie de negocios opacos que son la única oferta que, al día de hoy, su régimen puede hacer.

¿Entrará Fedecámaras en esta apuesta? No podemos prejuzgarlo. No podemos satanizar a quien se sienta a conversar sin antes ver los resultados de esas conversaciones. Por lo pronto, lo único que el régimen tiene en la cartera, lo repetimos, es esa Ley Antibloqueo, que muestra como novena panacea para reactivar el aparato económico, arruinado por sus políticas erráticas, por la corrupción y agravado por las sanciones.

Por lo pronto, pareciera ser que el primer objetivo táctico de esta apuesta a largo plazo (que sería la reactivación de la economía) es más político que económico. Paradójicamente, la tesis que se pretender vender es la de que no es posible hacer las dos transiciones a la vez. Que habría que comenzar por la reactivación económica y que luego “por añadidura” vendría la transición política.

Esta tesis, aunque sugerente, es no obstante, un caramelo envenenado: se le ofrece al empresariado “algunas condiciones” para abrir la economía y, en contrapartida, se conviene en posponer, para mejores momentos, la transición política que puede esperar. 

Por supuesto que en ninguna parte aparecerá esta cláusula expresamente, pero es lo que parece desprenderse de todas las declaraciones dadas por Fedecámaras como balance de la gestión hecha con Jorge Rodríguez. “Los empresarios hablaremos con quien tiene el poder”; “los empresarios debemos enseñar a los políticos a volver a la política”. Estas dos sentencias parecieran ser el sustrato de esa nueva relación y de los objetivos políticos que, esta parte del empresariado, estaría dispuesto a asumir.

En este punto regresamos a un tema, para algunos polémico, pero necesario de debatir. Vamos a definirlo, coloquialmente, como “foquismo económico”. El foquismo fue una tesis desarrollada por el Che Guevara y Regis Debray de acuerdo con la cual, aunque no haya condiciones para hacer una revolución, la sola presencia del foco guerrillero puede ayudar a crearlas. Aquí, mutatis mutandi, podríamos preguntarnos: ¿Aun cuando no haya condiciones políticas para un cambio, podría un mejoramiento de las condiciones económicas ayudar a crearlo?

Veamos: hace mucho tiempo la llamada “Revolución bolivariana” dejó de ser un proyecto ideológico y político, para ser el concentrado de una serie de intereses particulares de los grupos que le dan sustento político.

Las medidas que se tomen, en todos los terrenos, incluyendo el económico, serán siempre el reflejo de esta pugna de intereses y servirán de brújula para orientarnos sobre quiénes van teniendo más poder interno para aplicarlas.

La Ley Antibloqueo, más que revisionismos ideológico, es la expresión de la preeminencia de grupos internos vinculados a la necesidad de llevar inversión y reanimación a los sectores de la economía en la que estos tienen intereses. De allí, que las privatizaciones que vienen, los negocios, las importaciones y los incentivos, corresponderán a los intereses de unos en detrimento de otros.

De manera que al entrar en este torrente, los sectores empresariales deben estar conscientes de que lo harán a un sistema circulatorio que irriga tejidos distintos, muchos de los cuales han sido ya tomados por el cáncer de la opacidad provocando metástasis en todo el cuerpo económico y social.

¿Ahora bien, la eventual reactivación de estos sectores es susceptible de que traiga mejoría en las condiciones de vida de los venezolanos? ¿Esa mejoría serviría para apuntalar la lucha por la democracia? Tendríamos que ver y analizarlo con mayor detenimiento y sobre todo por sus efectos. De otra manera, nos quedaríamos en el juicio moral y ético individual de cada empresario de participar o no en los negocios y ese no es el objeto de esta nota. Este debate deberá seguir abierto y asumirlo sin dogmatismos y si prejuicios. Hay elementos que abonan en favor y en contra de la tesis “in comento”.

Lo que verdaderamente importa hoy día es que todas las iniciativas que se puedan tomar estén enmarcadas en una estrategia general de lograr el restablecimiento de la libertad y la democracia plenas en Venezuela.

La negociación eventual con el régimen; las elecciones regionales; las elecciones nacionales; el realineamiento con la comunidad internacional. Todo puede ser discutido, todo debe ser evaluado y reevaluado sin cortapisas y sin más limitaciones que la prudencia y la sindéresis.

Lo que sería criminal, no obstante, es que esto no lo hiciéramos en unidad de propósitos y que el régimen se saliera con la suya de ponernos a hacer dibujo libre y a jugar posición adelantada. Sería triste que pueda rebanarnos jugando a los intereses particulares de cada sector, sean estos políticos o económicos.

La transición está en marcha, el régimen ha movido ficha. Sería imperdonable que jugáramos en su ruleta, con su crupier, y no en la de los demócratas. Sería patético que termináramos aceptando el modelo que tienen para proponernos, que no es otro que el mismo que ha destruido el país.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Aturdidos y desilusionados, por Víctor Maldonado C.

“Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes, como el acero”. Yerma, de Federico García Lorca

@vjmc

Son demasiados años. En algún momento perdimos la inocencia, y nos llenamos de presentimientos. Algunos lo intuyeron más temprano, y tomaron la decisión que más les convino. Otros apostaron y se quedaron tratando de descifrar a favor el acertijo del creciente totalitarismo. En este largo camino nunca nos acompañó la verdad. Los venezolanos hemos sido defraudados una y otra vez, hasta llegar a este aturdimiento que nos evita el pensar con claridad. Vivimos la época de las alucinaciones. Lo que creemos verdad es parte de un sistema de mentiras que nos asfixia.

En tal estado de conmoción es difícil pensar. O, mejor dicho, es difícil fijar la atención en algo que sea más trascendente que la propia supervivencia. Algo más metafísico que no enfermarse aun cuando se viva en condiciones donde todo conspira contra la salud.

¿Quién va a pensar en términos de polis cuando el que está al lado tiene que hacer todo lo posible para no claudicar?

Crecemos al revés, nos disminuimos con el paso del tiempo, a pesar de ser más los que estamos de acuerdo en que la batalla hay que darla alguna vez.

¿Pero quién garantiza que la batalla sea la última, y que de ganarla podamos salir de una trama que va más allá de sus actuales intérpretes? ¿Tenemos alternativa? ¿Son los otros el contraste que necesitamos? Nuestro principal adversario es la confusión y la propensión a las tinieblas. Solo aquí pensamos que los perversos pueden ser objeto de conversión radical. Solo nosotros les damos el beneficio de la duda a esta maraña de acuerdos implícitos que los hace a todos protagonistas de nuestro mal. El mal es estructural porque no tiene centro. Es un sistema de relaciones en donde todos se convalidan. Ellos creen que uno es la absolución del otro, pero no es verdad. Cada uno es la sentencia condenatoria del otro.

La gran consigna de la alcahuetería nacional es que “no todos son iguales”. Nunca hay dos que sean iguales. Están los que son responsables de la mala acción, pero en conjugación perfecta con los que desde la omisión permisiva respaldan la trama. Los que les dan soporte institucional porque se quedan en las instituciones que se han perdido en el camino de las confabulaciones.

A estas alturas, la omisión es tan criminal como quien actúa ominosamente.

No hay espectáculo que no tenga quien aplauda en el auditorio, y sin que detrás del escenario no maneje las tramoyas. Al final, el espectáculo del saqueo de los recursos del país y la servidumbre de los venezolanos es el resultado de una fuerza que se impone al resto. En eso consiste el régimen de facto.

No hemos salido de la opresión porque nuestros líderes, los que hemos tenido, han sido incapaces de tirar por la borda la pesada carga de compromisos que han entretejido con los suyos. Al final todos se han corrompido. Unos han perdido la integridad en el bolsillo. Otros han padecido la irreversible descomposición del carácter. A los efectos, el resultado es el mismo. Si fue ambición desmedida, concupiscencia extrema o el descontrol de la soberbia, da lo mismo, porque todos han caído en la tentación de la complicidad con el abismo. No hay heroísmo en toda esta simulación de la lucha. Solo esa esterilidad de la que todos sufren. Ninguno es capaz de hacer otra cosa que caminar en círculos alrededor de falsas soluciones.

Negar nuestra libertad es trabajar para la mentira. La mentira es una configuración del mal, tal vez la peor de todas. Es una entidad que poco a poco se ha impuesto hasta negarnos cualquier posibilidad de mantener invicta nuestra dignidad humana. Se nos niega la capacidad de esforzarnos en obtener lo que queremos para nosotros mismos. Se nos abate hasta sentir a plenitud la fuerza de los hechos que nos confina y nos limita al dolor cotidiano de no poder ser más que este esfuerzo titánico para mantener la cordura. Los que transan los tiempos de nuestra liberación son los operadores del mal.

La verdad es compleja, y escurridiza. Tratar de reducirla a una versión particularmente conveniente la transforma en un fraude argumental. Esa fue la tentación en la que cayó la directiva de la Conferencia Episcopal Venezolana en su última declaración.

Convocarnos al martirio inútil, pedir nuestra capitulación ante el altar de la idolatría electoralista, es hacer apología al mal. El mal también es futilidad. Es el pecado del falso testimonio. Es el desliz de creer que el hombre y su derecho natural a ser libre puede sobrevivir sin esperanza.

Todos tienen su versión. Ninguna de ellas es una convocatoria para la liberación. Somos un pueblo deslumbrado por las tinieblas, dirigidos por ciegos a ultranza. ¡Hay que esperar! dicen. ¿Esperar qué? ¿Después de veinte años tenemos que seguir esperando? ¿Y si hacemos un corte en este momento y hacemos un balance de responsabilidades? Aun en medio de tantas confusiones inducidas, una cosa deberíamos tener clara: veinte años con los mismos cometiendo los mismos exabruptos. ¿Eso no es acaso una señal de que deberíamos cambiar?

¿No les parece a ustedes que este circo ha tenido la impudicia de mantener el mismo reparto a pesar de la creciente desfachatez que demuestran todos?

Llevamos veinte años sin que haya alguien que tenga capacidad para hacer que las cosas pasen. Veinte años que han visto morir a muchos. Veinte años en los que son muchos los que se han ido, y muchos los que han desertado. Veinte años es mucha experiencia vital tirada a pérdida tratando de salir de este foso que con el tiempo se hace más profundo. Veinte años en los que nos han despojado de todo, y nos hemos acostumbrado a todo. Pero algunos seguimos creyendo que vale la pena ser libres. A algunos solamente nos quedan esos maltrechos jirones de esperanza.

Nuestros líderes están reñidos con la libertad. No la quieren para ellos. No la quieren para nosotros. El catecismo de la Iglesia católica define la libertad como “…el poder radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo. La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad.”

Luego de veinte años hay que hacer saldos. Son ellos los que han sustituido las razones por las conveniencias. Han renunciado a la estrategia para refugiarse en la falsa táctica de mantenernos movilizados para ir a ningún lado. Les falta robustez en la voluntad. Son estériles y baldíos. Sus deseos no empreñan, son “hombres de simiente podrida que encharcan la alegría de los campos” (Lorca). Les falta discernimiento para decidir con coraje lo debido. Prefieren traicionar a todo el país antes que renunciar al compadrazgo. Eso los convierte en crueles cancerberos, trabajando para un dios del que supuestamente abjuran, pero al que le rinden pleitesía. Ninguno de ellos puede mirarnos a los ojos y decir que nos ha cumplido.

No podemos lograr nuestra liberación si estamos conducidos por esclavos que reniegan de su propia condición de hombres libres. Los esclavos solo nos pueden guiar a más servidumbre. Juan Pablo II, papa y santo, en su encíclica El esplendor de la verdad nos da las claves: “…la libertad […] es el orden del espíritu, de la aprehensión inteligente, la reflexión racional y la voluntad orientada moralmente.”

Ninguna de las condiciones está presente. Por eso vivimos el fracaso tan contundente en cualquier intento de “posibilitar la convivencia y el crecimiento de toda una sociedad sana, próspera y en paz”. No son lo suficientemente libres para eso. Las conveniencias pequeñas, y los afanes propios de la soberbia son el ruido y el obstáculo que les impide realizar lo que han ofrecido. Pero, luego de veinte años, ya no quieren. Ellos ya han sido domesticados por el mal. Ellos perdieron su lucha existencial; y ahora quieren que todos la perdamos con ellos.  

El principal desafío de los ciudadanos es superar la oscuridad, cayendo en cuenta de que no podemos ser seguidores de los cómplices del mal. Que hacerlo nos hace incurrir en una falsa compasión con quienes no son de nuestro bando. Comencemos a romper con la red de nutrientes que hace prosperar a la mentira. Menos aplausos. Menos complicidades. Menos endosos automáticos, menos endiosamientos, y más interrogantes. Dudar es la consigna. Desconfiar es el método. Solamente así, sumaremos fuerza.

victormaldonadoc@gmail.com

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Reportan saqueo en un establecimiento de chinos en Maturín
Habitantes de las comunidades cercanas entraron cuando en el establecimiento se atendía a un grupo de compradores. El hecho causó zozobra entre los clientes y los transeúntes que circulaban por las adyacencias

 

Este viernes 24 de abril, un comercio asiático ubicado en la Avenida Raúl Leoni, en sentido sur, en Maturín fue saqueado por un grupo de habitantes de las comunidades cercanas a este. El hecho ocurrió mientras en el establecimiento se atendía a clientes.

Las personas irrumpieron en el negocio, que está adyacente al Pedagógico de Maturín, y causaron zozobra entre los compradores, quienes salieron del sitio a resguardarse por temor a que arremetieran en su contra. A través de un video enviado a El Pitazo puede verse como algunas personas caminan con productos en sus manos y otras corren cargando sacos.

La información fue confirmada por la representante de la Asociación de Comercios Asiáticos, Magloris Alcalá. El hecho ocurre un día después de que en Punta de Mata, municipio Ezequiel Zamora, un grupo de consumidores intentó saquear a los comercios ubicados en la avenida Bolívar y las calles Ayacucho y Sucre.

En Punta de Mata, los habitantes protestaron la mañana del jueves, 23 de abril, por los altos precios de los productos de la cesta básica de alimentación. Se alteraron cuando les negaron bajar el costo de los alimentos, hecho que los llevó a cerrar las calles. Al ver esto, los comerciantes cerraron los negocios y esto causó, a su vez, que la gente intentara entrar.

La situación también se habría registrado en otras zonas. El periodista Javier Mayorca, especializado en la fuente de sucesos, señaló en Twitter que la policía ha impedido la pérdida total en los locales de alimentos y quincallas.

El desastre es mucho más que saqueo, por Armando Martini Pietri

LOS REGÍMENES DICTATORIALES, socialistas, comunistas como el cubano de los Castro, el venezolano de Chávez-Maduro, orientados por rusos y chinos, saquean a Venezuela convirtiéndola en remesa de exportación castrista a Latinoamérica, con la evidente complicidad del acomodaticio silencio y colaboración societaria de contrincantes, que reciben parte del latrocinio. ¡Hay que evitar continúe el atraco despiadado!

Pero el programa de empuje territorial se les va de las manos como el venezolano, que ya forma parte del conflictivo tablero geopolítico internacional. Los intereses de Rusia y China son de provecho comercial, encontraron la oportunidad para hacer negocios, además de proyectar dominio, que ahora le sirve al castrismo venezolano como dispositivo de protección; y Estados Unidos protege la zona de políticas que consideran peligrosa para la estabilidad, seguridad propia y del continente. Sin dejar de lado, la influencia del régimen castrista, que algo dirá, sobre el destino final; mucho dependerá del soporte cubano, cuyos convenios de cooperación, implican una dimisión de la soberanía en el control del sistema de registro civil e identidad ciudadana; reforzando la vigilancia de instituciones básicas. Hoy no se puede entender el funcionamiento de Venezuela sin la autoridad cubana.

La militancia partidista y la ciudadanía en general, quedan eximidas de culpa, las nauseabundas componendas cupulares son responsabilidad de los dirigentes comprometidos con la mugre de la corrupción. Las instituciones han sido salpicadas y corrompidas por el castrismo, que diseña estrategias desde Cuba que mutan y cambian de nombre, para enfrentar cualquier opción que ponga en peligro sus privilegios e intereses. Se transforman en herramientas efectivas de la tiranía para sostenerse en el poder. Una muestra, la perturbadora insistencia en diálogos inútiles, complacientes, de impunidad y participación burocrática, validando elecciones fraudulentas y cuanta falsedad enmascarada de verdad se ha observado en estos años. ¡Un pacto entre partidos políticos no puede sustituir la voluntad ciudadana ni la Constitución!

La situación compleja de adversidad política, social, económica, ética, de principios y valores, continúa deteriorándose a pasos agigantados. El colapso luce inminente y por eso, son cada vez más los que huyen horrorizados. Arriban a otras latitudes con la esperanza de encontrar mejores condiciones de vida y oportunidades. Sin embargo, el incremento desproporcionado e inmensa marea migratoria, alarma a los países receptores, que se ven forzados a exigir nuevos requisitos para restringir y ordenar el incontrolable ingreso.

No son sólo escándalos de corrupción familiar, es todo un mecanismo de podredumbre. Se comenta, sobre parlamentarios, como uno cuyo hermano, con la quiebra/atraco del Banco Industrial de Venezuela. El escándalo de Cúcuta y los camiones de la ayuda humanitaria, documentado e investigado por la fiscalía colombiana. La gravísima presunción sobre la sociedad en una cadena de farmacias en Centroamérica, la fábrica de aceite en Panamá; la inmensa tracalería de los Clap, la sinvergüencería de las compras de medicinas, la adquisición de medios de comunicación con dinero mal habido, el cuatrerismo del oro, los cobros millonarios en comisiones por la colocación de bonos, cobranza de intereses y deuda reestructurada, indagados por agencias federales en USA. La opulencia atrevida, riqueza y abundancia descarada de exiliados chavistas, maduristas y contrarios. La estafa rastrera y usurera de Cadivi, la algarabía Odebrecht que involucra al régimen, pero también a opositores. El blanqueo de capitales de parte y parte. El tráfico ilegal de estupefacientes. Los señalados en la lista OFAC y la extensa, variada cantidad de trajines, casos turbios donde los implicados son tanto de la cúpula oficialista como ciertos desvergonzados de la metamorfosis MUD/FA. La cooperación societaria es un macabro entretenimiento, una diversión de los que no tienen paz con la miseria, que cohabitan con impunidad entre quienes se entienden y alimentan mutuamente. 

Son pecados y razones que obligan a cortar por lo sano, desmontar, eliminar de cuajo la putrefacción del esquema actual, encaminar a Venezuela por la vía del pleno desarrollo honesto, esforzado, de estudio y preparación intelectual, profesional, repleta de posibilidades hacia el bienestar con libertad legítima y plena democracia. Para ello hay que empezar por adecentar la política, reinstitucionalizar la nación.

Cruda realidad que exige, hace urgente la necesidad de coraje, mayor participación, coherencia, concurrencia y coordinación. El panorama es desafiante ante el hecho de que el desenlace político, si bien incierto, previsible. Hay que revisar y revertir el diagnóstico equivocado, rectificando la carencia de resultados en iniciativas poco elaboradas, estrategias mal planteadas y a contravía de la exigencia ciudadana, tales como el estorbo inútil y tramposo del diálogo entre el régimen deslegitimado y dialogantes poco confiables, sin autoridad ni beneplácito ciudadano. De no hacerlo, Venezuela enfrentará conflictos internos inadvertidos e irreflexivos, y muy probablemente irreparables.

La extenuación internacional se siente. Sobre todo, por eventos que generaron expectativas y no se cumplieron, embustes que la comunidad mundial creyó y detectó, por eso hoy desconfía. El gobierno de Donald Trump, hace esfuerzos por mantener el foco en Venezuela, pero, ¿tendrá tiempo? ¿será exitoso? Nadie lo sabe, solo el tiempo lo dirá.

 

@ArmandoMartini

 

Saquearon y quemaron el auditorio de la UDO en Cumaná

El auditorio central Cerro Colorado de la Universidad de Oriente (UDO) en Cumaná, estado Sucre, fue saqueado y quemado este viernes 17 de mayo.

Reportes indican que el comedor y los laboratorios de Ciencias e Informática también fueron asaltados.
El diputado de la Asamblea Nacional (AN), Juan Pablo García, catalogó de «malandros» a los «grupos chavistas que destruyeron el auditorio central de la UDO». «Por eso la UDO y el país entero se les rebela. No podrán callar con violencia el sentimiento nacional de hastío. Se van, quieran o no, y lo lograremos con fuerza!», expresó a través de su cuenta de Twitter.
Asimismo, Robert Alcalá, diputado de la AN, denunció que «los robos, la toma del rectorado y la destrucción forman parte de un Plan de la Dictadura para quedarse con la planta física y montar allí la “Universidad de la Seguridad”.
El pasado jueves, la comunidad que hace vida en la Universidad de Oriente Núcleo Nueva Esparta protestaron en las inmediaciones de esa casa de estudios, en rechazo a la anarquía en el rectorado del estado Sucre y en apoyo a la autonomía universitaria.
#EstoNoEsNormal | El fuego y Dostoyevski

RESIDENCIAS LAS DANIELAS, LAS MINAS DE BARUTA. Estos son algunos de los eventos ocurridos entre la noche del lunes 11 y la madrugada del martes 12 de marzo:

9 pm. Atrapan a un hombre que intentaba saquear un carro.
10 pm. Un grupo de ladrones trata de forzar la entrada de la urbanización.
11 pm. La misma pandilla intenta saquear un kiosko que está al lado de la misma entrada.
11:30 pm. Estalla dos veces el transformador de una red eléctrica cercana.
12:30 am. Se oye una persecución de motos justo en la entrada y una serie de disparos.
1:30 am. En un apartamento empieza una pelea doméstica salvaje.
2:00 am. Unos adolescentes le prenden fuego al jardín del estacionamiento.
2:30 am. Algunos vecinos tratamos de apagar el incendio antes de que alcance los carros, utilizando la poca agua que tenemos, pues el servicio ya estaba suspendido dos semanas antes del apagón.
Hasta entonces solo habíamos tenido 4 horas de electricidad en la noche del domingo. El servicio no se restableció sino hasta el miércoles en la tarde.

Ante esta serie de eventos, en plena madrugada de insomnio y preocupación, recordé que en «Demonios», una novela sobre los inicios del terrorismo en Rusia, Dostoyevski escribe una escena en la que gran parte de un pueblo de provincia se incendia. Un espectador, el gobernador Von Lembke, llevado a la locura por la crisis desatada, mira anonadado las llamas y dice: «El incendio no está en los tejados, sino en las almas de las personas».

Pero cómo ardían esas llamas aquí en la tierra.

@marcoalexj

Relatos hipócritas de una tragedia, por Alejandro Armas

 

ESTE AÑO FINALIZADO EN NUEVE HA DEBIDO SER DE ESPECIAL significación celebratoria para el chavismo, puesto que los eventos conmemorados en fechas prominentes de su calendario litúrgico cumplen varias décadas. Específicamente, la primera toma de juramentación del “mesías” cumplió dos, mientras que los hechos traumáticos que sacudieron la capital venezolana de forma no vista desde el sismo de 1967, cumplieron tres. Empero, las festividades de rigor fueron bastante alicaídas, por decir lo menos, lo cual no evitó el despliegue propagandístico en medios controlados por la elite gobernante y redes sociales (cortesía de bots en este caso). Y así, a primera hora de la mañana nos encontramos con la fea y falaz etiqueta de Twitter #27FebRebeliónAntiimperialista. Parte de los intentos por tergiversar la historia con mitos instrumentales que justifiquen la estadía eterna de la autoproclamada revolución bolivariana en el poder.

El 27 de febrero hubo un estallido de descontento social que se salió de control y devino en conductas delictivas. No hay justificación para el saqueo. Punto. Tampoco la hay para la respuesta desmedida y brutal de las autoridades, cuya trágica consecuencia todos conocemos. Fueron en verdad unas jornadas terribles, un parteluz en la historia que anunció el fin de una era caracterizada por una estabilidad atípica en las repúblicas suramericanas, así como el inicio de tiempos turbulentos que desde entonces no han cesado. Muchos no podían creer las dantescas escenas que desfilaban ante sus ojos. Los planes de mis progenitores, novios entonces, de bajar a la playa con amigos para celebrar el cumpleaños de mi padre fueron cancelados en un zarpazo de autoridad maternal (es decir, de mi abuela) en atención a “las cosas raras que estaban pasando en la calle”. Hijos de la democracia puntofijista, su primera reacción fue de protesta resignada. Solo cuando vieron en el televisor los robos masivos se dieron cuenta de que algo verdaderamente grave estaba pasando.

Sin embargo, las cosas como son. No hubo escenas propias de Teherán en 1979, con gritos de consignas contra Estados Unidos y la quema de la bandera de barras y estrellas. La furia desatada ni siquiera se dirigió hacia el núcleo del poder político nacional, ni contra sospechosos habituales en las narraciones de la extrema izquierda, como las asociaciones patronales. En otras palabras, los gritos iracundos no fueron dirigidos hacia la embajada norteamericana, ni Miraflores ni la sede de Fedecámaras. La trinidad satánica (marxismo-leninismo dixit) de los representantes de Washington, los lacayos políticos criollos del Tío Sam y los capitalistas explotadores locales no fueron el blanco de la supuesta “rebelión antiimperialista”. Más bien, los afectados fueron en su mayoría los propietarios y trabajadores de comercios pequeños asaltados por las turbas. Aunque la pérdida de propiedad y empleos no pueda equipararse con la de vidas (“no matarás” está antes de “no robarás” en el Decálogo por una razón que hoy persiste en la moral secular), aquellos mercaderes también fueron víctimas del Caracazo.

La leyenda de aquellos días que se pretende imponer desde el poder sostiene que una cábala de malvados tecnócratas arrodillados ante esa meretriz babilónica que es el FMI aplicó un “paquetazo” de herejía neoliberal, lo cual produjo el iracundo rechazo del pueblo humilde, el despertar de su conciencia de clase. Esta burda manipulación omite mucho contexto. Es cierto que el aumento en el precio de la gasolina y el resultante alza en el costo del pasaje urbano de autobús fue la chispa que encendió la pradera, por tomar prestada la expresión de Mao. Sin embargo, las chispas no producen explosiones si no hay pólvora acumulada alrededor. En este caso, la pólvora fue la inconformidad acumulada ante la situación económica y social del país a lo largo de buena parte de los años 80, no durante los pocos días transcurridos entre la “coronación” de Carlos Andrés Pérez y el pandemónium del 27 y el 28 de febrero.

Como en la mayoría de los otros países latinoamericanos, si no es que todos, la década de los 80 fue bastante desfavorable económicamente en Venezuela. La caída de los precios del crudo y otros problemas pasaron factura al populismo petrolero. Todos quienes lo vivieron recuerdan al “Búfalo” Díaz Bruzual, la devaluación y la imposición de los primeros controles de cambio. También Recadi y sus escándalos, el chivo expiatorio Ho Fuk Wing y Tomás Henríquez enfrentando la corrupción cambiaria en el filme de Olegario Barrera “Operación Billete”. Otro tipo de regulaciones, el que mantuvo los precios de bienes y servicios represados, no ocupa tanto espacio en la memoria colectiva. Estos controles no eran ninguna novedad para Venezuela en aquel entonces. Desde los años 40 han sido la reacción más frecuente de la clase política al flagelo inflacionario. “Los comerciantes avaros son culpables”.

Pero las regulaciones no cumplieron su cometido. Por el contrario, la década de los 80 incluye varios años de inflación récord en Venezuela. En cambio, sí produjeron escasez de bienes controlados (aunque ni cercana a la actual). Mientras, el ascenso social de las dos décadas anteriores se revirtió, con aumento progresivo de la pobreza. Este fue el caldo de cultivo de las pasiones que encendieron el Caracazo. Las satanizadas medidas “neoliberales” implementadas por el gobierno de Pérez eran necesarias para ponerle fin. Desafortunadamente, no se supo entonces compensar su impacto con algún tipo de ayuda social que aliviara el golpe al ya aporreado bolsillo del venezolano común.  Tampoco hubo una explicación eficaz sobre los errores pasados y la urgencia de las reformas. En cambio, el “paquetazo neoliberal” de 1996 no produjo otra “rebelión antiimperialista”, quizá en parte por la forma en que el ministro a cargo, Teodoro Petkoff, puso en práctica sus dotes de comunicador.

Los gobiernos chavistas llevaron a extremos sobrecogedores el mismo ambiente precursor del Caracazo. Los controles de precios devastaron el aparato productivo nacional, llevando a una escasez calamitosa. La hiperinflación hace que los incrementos de precios en los 80 luzcan ínfimos. La pobreza se ha vuelto tan intolerable que ha impulsado el mayor éxodo en la historia suramericana. Desde hace varios años Venezuela está sumida en una anomia caracterizada por el brote de protestas contra la pésima calidad de vida y que a menudo degeneran en disturbios y saqueos. Sin embargo, incluso cuando estos episodios son pacíficos, la respuesta de las autoridades frecuentemente es la represión dura, sobre todo cuando las manifestaciones adquieren un carácter político y exigen un cambio en la conducción del país. El testimonio de los habitantes de los barrios de Caracas sobre las arremetidas policiales antes, durante y después del 23 de enero pasado es espeluznante. El reclamo contra la miseria y a favor de un cambio gubernamental (algo que, insisto, no hubo en el Caracazo) es tratado como el más horrendo de los delitos. Todo esto mientras el aparato de propaganda celebra la “rebeldía heroica del pueblo”… En febrero de 1989, claro está.

Como nota de cierre me permito recordar que los hechos trágicos del Caracazo siguen en esencia impunes. Tras una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado venezolano, ya con Hugo Chávez al frente, aceptó su responsabilidad. Pero nadie ha sido condenado por una corte venezolana, como tiene que recordarnos el Comité de Familiares de las Víctimas aniversario tras aniversario. Solo queda la retórica como intento de suplantar una realidad desterrada por “contrarrevolucionaria”.

 

@AAAD25

El saqueo del siglo XXI, por Antonio José Monagas

Saqueos-1

El socialismo del siglo XXI, no ha descansado en sus ataques contra procesos políticos de inspiración democrática. Fue directo a su objetivo cardinal. Además, pérfidamente calculado y sigilosamente trazado. Hizo que Venezuela demostrara al mundo el desvergonzado talante de sus gobernantes. Paradójicamente, después de posicionarse como referente de transparencia, democracia y desarrollo, la llevaron a abdicar del Estado de Bienestar para nivelarse entre los países más pauperizados y rezagados no sólo del ámbito latinoamericano. También, del resto del mundo. Las políticas públicas diseñadas bajo influencia de la “revolución”, consiguieron degradar a Venezuela luego de haber alcanzado un notable sitial que la situó entre los países cuyos niveles de desarrollo humano eran envidiados por naciones aledañas y otras menos cercanas.

Por supuesto, ello no fue de gratis. Significó una onerosa inversión que se tradujo en resultados concretos. La “revolución” se vanaglorió de su fortaleza doctrinal, cuando fue declarada y reconocida la peor crisis de la historia nacional o la más fehaciente expresión de la inoperancia del esquema de desarrollo económico pretendido. Crisis ésta que a su vez arrastró dos crisis más: una crisis del tipo de acumulación cuyo efecto hizo colapsar el modelo reproductivo y de distribución del capital. Y otra del tipo de autoridad ejercida, cuyas consecuencias exaltaron el modelo militarista impulsado.

Ya a mediados del primer decenio del siglo XXI, dicha crisis, había comenzado a manifestarse a través de medidas gubernamentales que afectaron profundamente la funcionalidad del país a consecuencia de la intransigencia de sus gobernantes quienes, en desconocimiento de las implicaciones que sus imposiciones fueron generando, actuaron desdeñosamente sin atender ni entender demandas para las cuales no bastaba la oferta populista.

Por estas razones, fundamentalmente, el papel del Estado se desbordó al extremo que su relación con la economía y la sociedad nacional, se vio transgredida por la soberbia con la cual el actor gubernamental llevó adelante sus inconsultas decisiones. La corrupción se magnificó tanto que, según el Índice de Percepción de la Corrupción, elaborado por la organización no-gubernamental Transparencia Internacional, Venezuela ocupó el lugar 158, entre 167 naciones evaluadas a nivel mundial. Tan nocivo problema, resume lo que hubo detrás de acciones de sustracción, chantajes, comisiones y de sobornos. Justamente, fue lo que desangró la economía combinado con decisiones tomadas por el alto gobierno dirigidas a expropiar y confiscar bienes del sector privado: propiedades agrícolas, industriales, inmobiliarias, sin más razones que las determinadas por el odio, el resentimiento y la revancha. Todo en el arco de un autoritarismo desbordado.

En el fragor de tanto desafuero, en un contexto dominado por la arbitrariedad de órdenes dictadas al margen del Debido Proceso y del Estado de Derecho, se desataron tal número de complicaciones que en medio de tanto desorden, la corrupción cabalgó sobre su mejor monta. Fue oportunidad para que militares, funcionarios, colaboradores ad hoc, allegados, y politiqueros, entre otros oficios proclives a asumir posiciones de inmoral usurpación, se aprovecharan de crasas debilidades asomadas ante el desbarajuste administrativo gubernamental para abusar todo lo posible y beneficiarse pecuniariamente de cuanto podían. De esa forma, personas con cargos de autoridad o de jerarquía, se dieron a la oprobiosa labor de desfalcar cuentas nacionales, regionales o municipales. Aunque siempre procediendo con el presunto desvelo por no verse acusados de delitos de corrupción.

En medio de tan patético proceder, sumado al hecho causado por un mercado petrolero menguado en sus precios internacionales, Venezuela comienza a sucumbir sin que el Ejecutivo Nacional se sensibilice ante ese caos. De ingresos petroleros boyantes, el país se hundió en un marasmo donde ni papel para fotocopias en instituciones públicas se consigue. Esta coyuntura, en la concepción revolucionaria, sirvió de excusa para derrumbar lo que quedaba de institucionalidad democrática. De ello se valió el gobierno central para arremeter contra el único actor político, de factura democrática, que el 6-D-2015, vino a poner en su exacto lugar al resto de los poderes públicos. Aunque su esfuerzo fue derruido por el poder asentido por el temible presidencialismo en complicidad con un Tribunal Supremo de “Justicia” que solamente se ha prestado para jugar al papel de “bufete” del alto gobierno.

Por mediación de la Sala Constitucional, el TSJ ha manipulado causas justas convirtiéndolas en sentencias retorcidas cuyos resultados han tendido al desarreglo necesario sobre el cual podrían depararse las mayores posibilidades para invertir el sistema democrático. Y así, transformarlo en corriente ideológica donde tengan cabida las arbitrariedades propias de la dictadura que está asomándose en el plano de las realidades políticas venezolanas.

Y precisamente sobre estas mismas realidades, trastocadas por fuerza de los hechos y de un proscrito Derecho, maniobrado a conveniencia de los intereses del gobierno central, logró darse con la mejor excusa bajo la cual supo encontrar el mejor escondrijo para ocultar y darle nueva cara a los delitos cometidos en nombre del socialismo del siglo XXI. Fue: la “guerra económica”, un término envuelto en un convencionalismo usurero, propio de la más terrible y temible podredumbre política.

Con el cuento de la “guerra económica”, el alto gobierno quiso desaparecer toda evidencia de cuanto gazapo, guiso, robo, castigo, corrupción, o cualquier delito solapado cometido por afectos al proceso, funcionarios o adláteres. Encapuchado con tan engañoso mascarón, el gobierno central pretendió cubrir con mentiras piadosas el hueco que tanta expoliación oficialista ha dejado a lo largo 18 años de revolucionaria rapacería. Ni siquiera, tanta sustracción es comparable con la que el ejército nazi saqueó los tesoros más cuantiosos de Europa en época del Tercer Reich. Por eso no hay duda al afirmar que lo que ha pretendido esconderse bajo el ampuloso término de “guerra económica”, no ha sido otra cosa distinta de lo vivido en Venezuela en estos últimos tres quinquenios y algo más. Es decir, el saqueo del Siglo XXI.