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Juan E. Fernández Nov 22, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
¡La comedia salva!

Ilustración de Alexander Almarza, @almarzaale

@SoyJuanette

Esta es una columna muy especial para mí. No es que las otras no lo hayan sido, pero es que justo el 17 de noviembre estoy celebrando 5 años de mi primera presentación en este hermoso camino que es la comedia.

Sé que Reuben Morales un día me dirá: “Ya deja de agradecerme tanto que te metiera en esto. Por favor no lo hagas más porque estoy cansado… la próxima vez que lo hagas te bloqueo de WhatsApp, Instagram, Facebook y hasta de Tinder (aclaro que Reu no es mi match jajaja). Pero aquí voy: gracias Reuben por meterme en este maravilloso mundo que me cambió la vida para bien.

Recuerdo perfectamente cuando tomé la decisión de meterme de lleno en la comedia. Yo venía escribiendo tímidamente algunos artículos satirizando noticias para no volverme loco, pues en esa época trabajaba en un periódico y veía todo lo terrible que pasaba no solo en el mundo, sino en mi país, por lo que necesitaba, sin duda, algo de humor para hacer catarsis.

Todo ocurrió un martes, cuando en la extinta Cadena Capriles organizaron un evento en el auditorio para celebrar el Día del Periodista. Se trataba de un show de stand op donde tres comediantes nos harían reír por casi una hora. El espectáculo se llamaba “Lo demás es monte y culebra”, y estaban bajo la producción de Greisis. Y los artistas eran Franchutte, Jairo “Guitarreao” y Reuben Morales. La verdad no paré de reír. Pero además del show, lo que más disfruté fue la manera en la que se conectaron mis hoy colegas con el público.

En ese entonces, en ese espacio maravilloso que fue la Redacción Única o “La RU”, se vivían tiempos de polarización extrema; ya se conocía que la empresa sería vendida a un empresario ligado al gobierno y eso nos tenía a muchos algo preocupados; mientras que otros estaban muy felices (no tenían idea de lo que vendría después).

Durante los 45 minutos de show, todos nosotros, chavistas, opositores, magallaneros, caraquistas y hasta los de los Tiburones no reímos juntos. Gracias a ese show comprendí que hay dos cosas que pueden unir a una sociedad resquebrajada: el deporte y el humor. Y como no me gusta hacer ejercicios, opté por la segunda.

Después de la presentación me acerqué a saludar a Reuben, a quien conocía porque una vez fui a entrevistar a Laureano Márquez. Y él, que era su productor y guionista, me recibió. También felicité a Jairo y a Fran por sus actuaciones; y hasta les pedí una foto. Luego de eso Reuben me invitó a participar de su taller Aprendo Stand Up. Con ello me cambió la vida.

Me inscribí sin pensarlo y comencé mis clases en la sede del Hogar Croata, ubicado en Chacao, en el este caraqueño. Ahí conocí a grandes personas que, como yo, estaban buscando darle un giro a su vida o tal vez simplemente expresarse mejor y perder el miedo escénico.

Cuando llegué a la primera clase estaba muy nervioso, hasta me cuestioné si hacía lo correcto. Estando en la puerta del Hogar Croata vi un letrero que decía “Clases de Stand Up”, así que me armé de valor y traspasé esa reja que dictó un antes y un después.

Con el taller de Reuben estuve varios meses. Conocí a Judy Carter, Lenny Bruce, Pryor, Chacovachi, y a Guillermo Selci (quien después se convertiría en mi amigo). Aprendimos de todo, desde cuál es el mejor micrófono para hacer stand up, cómo sacar el mic del pie, hasta a escribir una rutina cómica. Por primera vez en años estaba volando, me sentía invencible.

Podría decir que la comedia es mi lugar seguro, ese espacio ideal donde soy feliz y de donde no me quiero ir jamás.

No puedo dejar de recordar que tenía mucho miedo la primera vez que me subí al escenario; pero sin embargo eran más las ganas que el miedo. Lo más cumbre es, que después de 5 años, me sigue dando terror cada vez que subo.

Finalmente se vino la graduación, que era nada más y nada menos que en Teatrex El Bosque, un gran teatro en Caracas. Se trataba de una muestra donde personas desconocidas pagarían una entrada para vernos. Estaba temblando, pero cuando escuché la primera risa lo dejé fluir y descubrí que jamás podré dejar de hacer comedia.

Tengo recuerdos hermosos no solo del show, sino del ambiente que se respiraba detrás del escenario, donde todos nos dábamos ánimo, y reinaba la camaradería. Y una de las cosas que le agradezco a la vida fue que tanto papá como mamá estuvieron ahí y se rieron mucho.

Luego de la muestra hicimos otra función al día siguiente, 18 de noviembre 2015, y fue un llenazo total. De ahí nos fuimos a una arepera en Las Mercedes donde todos los comediantes que nos presentamos agarramos el producto de nuestra presentación e hicimos una gran fiesta. Ahí me puse triste, porque había terminado ¿Qué haría ahora?

Afortunadamente Reuben me llamó y me reclutó para su grupo de guionistas de humor, al que finalmente terminamos llamando “Comedy Factory”, aunque todos sabemos que en realidad debió llamarse “Pan y Nestea”. ¿Por qué? Pues porque escribíamos en El Real Past de Las Mercedes y siempre pedíamos varias cestas de un pan de sémola delicioso que vendían y varias jarras de Nestea.

De Pan y Nestea les cuento otro día. Solo quería usar este espacio para festejar mi llegada a este maravilloso mundo, que ciertamente está lleno de sacrificios, horas de soledad, de escribir y borrar, de probar chistes y que nadie se ría; pero también de grandes triunfos. Tal vez no se gane mucha plata, pero saber que todo lo malo que te pasó a ti, luego de ser pasado por el tamiz del humor, le alegró el día a una persona, y capaz hasta evitó que se suicidara, es el mejor pago del mundo.

Así que feliz aniversario Juanette, y deseo que vuelvan pronto las presentaciones para que disfrutes de lo que más te gusta.

¡Gracias a la comedia por salvarme!

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Elecciones en Estados Unidos: la democracia como problema

@wurbina

Han pasado ya más de dos semanas del 3 de noviembre, el día de las elecciones generales; y varios días desde que Joe Biden fue declarado ganador por haber pasado el umbral de los 270 delegados en el Colegio Electoral; hoy en día ya son 306.

Sin embargo, Donald Trump y muchos de sus seguidores se niegan a reconocer el resultado. Y, peor aun, lo han denunciado como un masivo fraude electoral, a pesar de que la agencia de ciberseguridad e infraestructura de seguridad, un brazo de su propio Departamento de Seguridad Nacional, conjuntamente con la Asociación Nacional de Secretarios de Estado, ha declarado de manera taxativa que no existe ninguna evidencia de irregularidades electorales de alguna importancia . Más aun, han declarado que estas han sido las elecciones «más seguras en la historia» del país.

Guerra avisada

Lamentablemente esta situación estaba anunciada. Como recordamos, en una actitud claramente antidemocrática, Trump había dicho de manera reiterada, a lo largo de la campaña electoral, que la única forma de que él pudiera perder las elecciones sería por un fraude masivo. Por ello sus escandalosas e infundadas acusaciones de fraude y su autoproclamación en la madrugada del miércoles 4 de noviembre no sorprendieron a nadie. Aunque no dejan de ser terriblemente preocupantes.

Por otra parte, en verdad Trump tiene más de 4 años, desde la campaña electoral de 2016, hablando del fraude electoral en los Estados Unidos. Como está plenamente documentado, él no esperaba ganar las elecciones. Y por ello comenzó a denunciarlas. Desde antes proclamó el fraude que supuestamente le iban a hacer, pero gracias a que logró ganar Michigan, Wisconsin y Pensilvania por la mínima diferencia, ganó el colegio electoral. Ello, pese a perder el voto popular por más de 2.8 millones de sufragios. Pero eso nunca lo aceptó. Su explicación fue que ¡más de 3 millones de indocumentados habían votado por Hillary Clinton!

De hecho, luego de encargarse de la presidencia, nombró una comisión para investigar el supuesto fraude. Por supuesto, dicha comisión se disolvió al poco tiempo sin hallar absolutamente nada. Así pues, su actitud hoy en día es la continuidad de su campaña de desprestigio del sistema electoral norteamericano, expresando así su completo desprecio por la voluntad popular.

Porque en definitiva Trump, como buen populista, no cree ni en la democracia, ni en sus instituciones.

El acto de reconocer la derrota electoral es una regla no escrita del sistema electoral norteamericano, pero una pieza fundamental de todo lo que viene posterior a las elecciones. En primer lugar, porque con ese discurso el candidato no solo desmonta todo su aparato de campaña, sino también, y mucho más importante, desmoviliza al electorado que lo respaldó en las elecciones y lo obliga a reconocer al ganador.

El ejemplo de McCain

Las elecciones siempre desatan pasiones, por lo que el reconocimiento de la derrota es fundamental para pasar la página y restañar las heridas. El video del discurso de John McCain reconociendo la victoria de Obama, que ha circulado de nuevo en las redes últimamente, es una lección de valentía y gallardía política.

Video de la agencia AFP Español

Nada de esto ha pasado en este caso. Todo lo contrario. Tanto en la ya mencionada declaración en la madrugada del miércoles 4 de noviembre, como su todavía más incendiarias declaraciones en la noche del 5 de noviembre, Trump profundiza sus infundadas denuncias de fraude y su temeraria afirmación no solo de que él ganó, sino de manera arrolladora si únicamente se cuentan los votos válidos (¡¿?!). Esto es todavía más preocupante por el porcentaje de personas armadas y de milicias de todo tipo que existen en Estados Unidos.

La fiesta de las teorías conspirativas

Con su actitud, Trump ha alimentado una inmensa cantidad de teorías conspirativas. 

Si uno se pasea por Twitterlandia, la cantidad de teorías conspirativas es impresionante. Entre otras tenemos: que el triunfo de Biden fue una conspiración de los iluminatis; otra dice que está en marcha un golpe de Estado de los “patriotas que respaldan a Trump” para derrotar al comunismo, a propósito de los cambios de última hora que hizo en el departamento de Defensa; una más aventurada jura que hay un software que cambió más de dos millones de votos de Trump a Biden, o que una computadora confiscada por el Ejército de Estados Unidos en Frankfurt probaría ese cambio; otra más: que el cambio o extravío de votos a favor de Trump se debió a una compañía llamada Dominion (contratada por varios condados de varios Estados), que responde a intereses ligados a Nicolás Maduro.

Pero quizás la teoría conspirativa que se lleva el premio es la alimentada por ese fenómeno extraño llamado QAnon, según la cual esta elección no es más que la cruzada de una supuesta secta pederasta y satánica dirigida por Hilary Clinton, Barack Obama, Joe Biden y algunas estrellas de Hollywood. Y que además ese grupo confabula con George Soros y Bill Gates para intentar imponer un nuevo orden mundial y un gobierno universal. Por supuesto, sus difusores alzan a Trump como el defensor de la cultura occidental y cristiana. Uno se pregunta dónde quedan China y Rusia en esta delirante teoría. 

Mala fe republicana

En todo caso, lo cierto es que las estrategias de Trump han sido extremadamente erráticas. En la noche de las elecciones, cuando él lideraba en algunos Estados (aunque nunca estuvo por encima de Biden en el número de delegados al Colegio Electoral), exigía que se detuviera el conteo de votos en Estados como Pensilvania, donde hasta ese momento iba adelante; pero en Estados como Arizona, donde su votación estaba por debajo de la de Biden, entonces exigía que se contaran todos los votos.

Siendo un Estado federal, las elecciones acá son en verdad 50 elecciones distintas, con regulaciones y procedimientos diferentes y no una elección nacional. Por ello no existe un organismo central que administre el proceso y mucho menos que proclame a los ganadores a la presidencia.

Históricamente son los medios de comunicación (primero los periódicos, luego la radio y desde fines de la década de los 40 la televisión) los que han anunciado los resultados de las elecciones; aunque la oficialización de los mismos se hace una vez que las juntas electorales estatales certifican los resultados (que debe ocurrir antes del 8 de diciembre este año). Los delegados electos se reúnen entonces el 14 de diciembre en sus respectivos capitolios estatales para depositar su voto en el colegio electoral; y finalmente los resultados se comunican al vicepresidente en su calidad de presidente del Senado.

Sin embargo, tradicionalmente una vez que queda claro cuál candidato ha obtenido al menos 270 (=538/2+1) delegados, el resto del proceso es un mero formalismo. Esta vez, algunos por ignorancia pero otros por mala intención (por ejemplo, Trump mismo y su enloquecido abogado Rudy Gulianni) quieren hacer ver esto como una “conspiración de los medios” para imponer un candidato. ¡Señores, esto se viene haciendo desde 1848!

La gente siempre tiende a identificarse con la víctima. Por ello, muchos respaldan de buena fe los reclamos de Trump. O por lo menos su derecho a ventilarlos legalmente.

Pero lo imperdonable son los dirigentes republicanos que, de bastante mala fe y sabiéndolo perdido, lo apoyan en sus desvaríos por fines muchas veces inconfesables.

Las denuncias de Trump de fraude masivo no han conseguido ningún asidero en la realidad. Hasta la fecha, más de 19 demandas legales hechas por sus abogados han sido declaradas sin lugar, muchas de ellas de manera sumaria dada su total falta de fundamentación.

La tentación de torcer la voluntad popular

Existe en la Constitución norteamericana una arcaica posibilidad, que Trump pareciera estar acariciando, de que los órganos legislativos de cada Estado nombren los delegados del Colegio Electoral independientemente de la decisión de los votantes. Creando caos y dudas sobre la limpieza de las elecciones, él esperaría que en los Estados controlados por los republicanos se nombraran delegados a conveniencia, desestimando el voto popular.

Ello sería una operación terriblemente riesgosa, antidemocrática e impopular. De hecho, ya algunos estados, como Pensilvania, han dicho categóricamente que ellos no están dispuestos a pasar por encima de la voluntad popular.

La situación actual es inédita. Una cosa como esta no había pasado nunca. Si bien en 1876 la presidencia se decidió a un par de días de la toma de posesión, por cierto tras una infame negociación que implicó el retiro de las tropas federales del sur dejando a la población afroamericana recién liberada a merced de los racistas sureños, ella no implicaba a un presidente en ejercicio. Y además ocurría en un país de escasa importancia en la política internacional.

Golpe a la democracia

Esta vez, sin embargo, ocurre en la primera potencia mundial y líder del mundo libre.Por ello el daño que le ha hecho Trump a la democracia norteamericana, y en especial a su sistema electoral, es inconmensurable.

Los dictadores como Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Alexandr Lukashenko, entre otros, se deleitan con el espectáculo de Trump y sus destempladas denuncias. La autoridad moral de los Estados Unidos en el mundo ha sido dañada quizás permanentemente.

En todo caso, el equipo de transición del presidente electo, J. Biden, comenzó a organizarse y a trabajar a pesar de la negativa de Trump de brindarle de ayuda de ningún tipo. Esto tiene muchos riesgos tanto en política internacional, como en política nacional. Y, en particular, respecto a una pandemia de covid-19 totalmente fuera de control, con más de 150.000 casos nuevos diarios en la útima semana.

El 20 de enero, a las 12 del mediodía, se juramentará el nuevo presidente. Y aunque mucho puede pasar en los días que faltan para llegar a esa fecha, a menos que ocurriera un improbable cataclismo político, será Joe Biden el que lo haga ese día como el presidente número 46 de los Estados Unidos.

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La paradoja del “sándwich social”

@ajmonagas

Desde que el hombre comprendió la necesidad de proveerse una alimentación que advirtiera la relación entre los recursos culinarios que dispone, el entorno del cual los obtiene y los aspectos socioculturales que le confieren sentido a dicha relación, surgió la gastronomía. Es así que se estima como el arte de la preparación de una buena comida.

Hablar de gastronomía no es solo referir la relación entre el ser humano y su alimentación. Es también reseñar las tendencias que cada sociedad establece a objeto de exaltar sus tradiciones y de disfrutarlas. Siempre, exhortando su historia. Aunque las mismas se hayan visto vapuleadas por las realidades políticas, económicas y sociales.

En su devenir, el desarrollo de la sociedad luce de por medio. Además no es exagerado afirmar que cada proceso de desarrollo presenta su cuota de obstinación. Por haber vivido algo así como el naufragio de su propia identidad.

Así como la política o la economía han sido objeto de consecutivos reacomodos conceptuales y prácticos, el resto de las realidades también. Por ejemplo, la gastronomía ha adquirido distintas manifestaciones. Así es propio hablar de cómo la química u otras ciencias han incidido en su avance.

Si bien se habla de gastronomía molecular, es posible hablar de gastronomía política.

No solo para explicar cómo los gobiernos son capaces de incidir en la alimentación de una población. Tanto como para motivar buenos hábitos alimenticios, como para manipular el respaldo al proyecto político en boga. O para idiotizar el discurrir de la sociedad. Solo así, podría explicarse la paradoja del “sándwich social”.

Todos saben que un sándwich es una reunión de pan, queso y jamón. O sea el sándwich habitual cuya demanda invade hogares y cafés de medio mundo. Ese sándwich bien porta el calificativo de “social” dado que su consumo le merece tan fiel adjetivo.

Justamente, la presente disertación busca comparar su esencia y consistencia con lo que las características del “sándwich usual” permite interpretar. De ahí que se acude a prescribir la paradoja del “sándwich social” para desnudar el concepto de “mediocracia” desde sus acepciones más significativas.

La primera, tiene el sentido que proviene de la mediocridad (primera mitad del pan del sándwich). De la mediocridad entendida como recurso engañador sirviéndose de argumentos falaces para alcanzar sus propósitos.

La segunda acepción surge de la injerencia y manipulación de los medios de comunicación y las redes sociales. Así buscan enmarañar la información y sesgarla según los intereses que convienen a juicio de los poderosos (segunda mitad del pan del sándwich).

Mientras que el papel del queso y del jamón, lo asume la población maltratada. Siempre, a consecuencia de la locuacidad proferida desde la perversidad de la “mediocracia”. Indistintamente del juego político en que incursiona.

Cualquiera de las acepciones de “mediocracia”, deja ver la fragilidad democrática que se padece. Ya sea de este lado del globo o en cualquier otro lado. Mas, toda vez que, como recurrentes crisis, son el resultado de la acumulación de problemas políticos. Casi siempre causados por la desnaturalización de mecanismos políticos relacionados con la excesiva concentración de poder. Así como por la desconfianza entre poderes públicos y la reducción de capacidades del sistema político.

Desde cualquier banda o borde que corresponda en alguna de las mitades del “sándwich social”, siempre será la ciudadanía la aporreada.

No solo por estar en la mitad. Sino también, por ser el objeto de ataques de la “mediocracia”. Además que sobre la sociedad recaen los efectos que los discursos, informaciones, decisiones elaboradas o políticas mal formuladas por los apremios de la “mediocracia” generan.

Y es la razón por la que se habla de “paradoja”. Toda vez que por ella se entiende “una idea de aparente contradicción lógica”. Y aunque encarna algún sentido y cierta coherencia, implica una forma de verdad que tiene lugar en una parte de la realidad.

Lo que refiere el titular de esta disertación, quizás pudiera sonar extraño. Pero en lógica política, las circunstancias adquieren el sentido que resulta propio de cuando las realidades demuestran que en “política”, todo vale. Por eso las paradojas son habituales. Particularmente, cuando las realidades se implican entre sí.

De manera que la existencia de una, bien evidencia e involucra la coexistencia del resto. Es una situación propia del zarandeo que produce el discurrir de la política. Especialmente, cuando se tienen realidades que pueden contener diferentes acepciones. Como la “mediocracia”. Y es porque sus interpretaciones se prestan para jugar a las oportunidades aprovechándose de coyunturas y argucias posibles.

Es así como la política se convierte en un acto de equilibrio entre conjeturas, inferencias o conceptos análogos o solapados. Y la razón para hablar del efecto producido al superponerse o sobreponerse significados o acepciones distintas de una misma palabra. Típico caso de “polisemia”, según la gramática castellana. Y en el ámbito de la política, adquiere sentido la paradoja del “sándwich social”.

La música y la política

La música y la política

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¿Cuál es la siniestra triple corona que Venezuela se puede ganar?

En el fondo, familia en un precario asentamiento de emigrantes venezolanos en Cúcuta, Colombia. Foto AFP en ABC.es

@victoralvarezr

Según la AN, la inflación de octubre fue de 23,8 %, la interanual entre octubre de 2019 y 2020 fue de 3332 %, y la inflación acumulada en lo que va de año llegó a 1798,57 %.

¿Cuál es la siniestra triple corona que Venezuela puede ganar?, por Víctor Álvarez R.

En los países vecinos y principales economías exportadoras la inflación está lejos del 10 % anual. Por eso allá los productos son más baratos que Venezuela. Como el gobierno se empeña en frenar artificialmente el precio del dólar a través de una política monetaria restrictiva que deja sin liquidez a la banca, esto estimula toda clase de importaciones baratas que compiten ventajosamente con la producción nacional. El auge de los bodegones es la ruina para la agricultura y la industria del país.

El impacto de la covid-19 agrava el colapso económico originado por la inseguridad jurídica y las malas políticas del gobierno. La contracción global afectó la demanda de petróleo y materias primas que Venezuela exporta para generar divisas. Y el bloqueo fue el golpe de gracia a una economía moribunda.

Según datos del Banco Mundial, en 2013 el PIB venezolano era de $ 438.384 millones y para 2020 se habrá reducido a $ solo 48.610 millones, para una contracción acumulada del 81,2 % en siete años.

Esto también golpea los ingresos fiscales de un gobierno que se sigue financiando con emisiones de dinero sin respaldo para poder sostener empresas públicas deficitarias que no facturan ni para pagar la nómina.

A medida que se contrae el tamaño de la economía, la relación deuda/PBI aumenta. Venezuela debe mucho pero cada vez produce menos. No tiene capacidad de pago y por eso los bonos venezolanos se rematan a menos del 20 % de su valor nominal. Nadie en su sano juicio quiere tener deuda venezolana en su portafolio.

A lo largo de 2020 la actividad económica cayó incesantemente mientras que la liquidez monetaria siguió subiendo. Esto significa que hay mucho dinero sin valor persiguiendo pocos bienes y esto dispara aún más los precios.

Para el momento de hacer este análisis, según la tasa de cambio oficial del BCV, un dólar cuesta 681.155,94 bolívares. Si tomamos en cuenta el impacto que tiene sobre la tasa de cambio el pago de utilidades y bonos navideños, así como a proveedores y contratistas que inmediatamente convierten en dólares esos pagos en bolívares, el precio de la divisa en diciembre puede superar el umbral de 1.000.000 Bs/$. La moneda nacional perdió su poder de compra.  Y nadie quiere que le paguen en bolívares.

Cambio oficial BCV al 17 de noviembre de 2010

En su informe Perspectivas de la economía mundial, el FMI calcula que el PIB de Venezuela acumulará una nueva caída de 25 % en 2020; la inflación llegará a 6500 % y el desempleo a 54,4 %. En 2020 Venezuela puede alcanzar la siniestra triple corona de ser el país con mayor caída del PIB, mayor hiperinflación y mayor tasa de desempleo del mundo.

¿Cuál es la siniestra triple corona que Venezuela puede ganar?, por Víctor Álvarez R.

Este cóctel de caída del PIB, inflación y desempleo ha empobrecido aceleradamente a la población. Según la encuesta ENCOVI, el 79,3 % de las familias venezolanas vive en condición de pobreza y sus ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades básicas y esenciales.

La crisis económica venezolana es la mayor de Latinoamérica en toda su historia y una de las diez mayores del mundo. Pero por muy espeluznantes que luzcan estas cifras, ninguna logra expresar con toda su crudeza la terrible tragedia humana que representan más de cinco millones de venezolanos que han migrado huyendo del desempleo, el hambre, la persecución política y la inseguridad.

¡Venezuela tiene que cambiar!

La triple corona de la desgracia. Ver video Youtube 

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El peligro para la democracia estadounidense

@AAAD25

Cuando decidí cursar una maestría en Ciencias Políticas, una de las razones fue la búsqueda de conocimiento para entender cómo Venezuela perdió su democracia, cómo la puede recuperar y cómo ha de preservarla una vez restituida. A partir de entonces, el interés incipiente en la defensa de la democracia se volvió una verdadera pasión. Dado que la negación de la democracia, el autoritarismo, es una enfermedad tan contagiosa como la covid-19, me preocupo por la salud de la democracia en todo el mundo. Siento admiración profunda por las democracias robustas y pienso que son modelos que hasta cierto punto debemos seguir en el resto del globo, siempre teniendo en cuenta las peculiaridades de cada país. Por eso me consterna sobremanera que la democracia en Estados Unidos (nación que además me ha alojado por más de dos años y por la que siento mucho afecto) esté atravesando un momento crítico.

Donald Trump está disputando, de forma sin precedentes en la historia norteamericana moderna, el resultado de unas elecciones presidenciales en las que a todas luces fue derrotado por el exvicepresidente Joe Biden, su contrincante demócrata. El presidente ha solicitado recuentos y la intervención de tribunales en varios estados clave, donde alega que hubo irregularidades. Todo esto es perfectamente legítimo. El problema no es ese, sino las denuncias incendiarias de “fraude” y de “elecciones amañadas” con las que Trump ha aderezado sus señalamientos, y que han sido convalidadas o ignoradas por buena parte de sus correligionarios en el Partido Republicano.

Hasta el momento de escribir estas líneas, ninguna evidencia del supuesto fraude ha sido presentada. Las “pruebas” que circulan en redes sociales no son más que un montón de desinformación, la cual engañará a millones, pero no a los jueces norteamericanos. En efecto, la campaña de Trump no ha tenido ni una sola victoria judicial relevante (repito: al menos hasta la redacción de este artículo). Nada que se acerque siquiera al objetivo de revertir el resultado en alguno de los estados donde Trump tendría que imponerse para ganar la elección.

Uno tendría que ver enfocar el retrovisor en el siglo XIX para encontrar algo parecido en términos de comicios presidenciales cuyos resultados fueron tan amarga y peligrosamente disputados por al menos un bando. La elección de 1800, verbigracia, en la que se enfrentaron John Adams y Thomas Jefferson, dos padres fundadores de un experimento republicano cuya consolidación para la posteridad de siglos aun no era nada segura. O la de 1876, saldada con un “pacto de caballeros” que supuso el retiro de tropas federales del sur, poniendo así fin al esfuerzo por dar ciudadanía plena a los esclavos liberados tras la Guerra Civil.

Si cree que es posible trazar una analogía entre la actualidad y los comicios de 2000, entre George W. Bush y Al Gore, piénselo dos veces. Dado que el resultado de la elección dependía de quién ganara Florida, donde Bush emergió con una ventaja microscópica (menos de 2000 votos), Gore solo tenía que revertir el margen en ese estado para ingresar a la Casa Blanca. Hubo un recuento exigido por ley para casos así de reñidos, y al final la brecha se contrajo a poco más de 500 votos. Los desacuerdos entre las campañas sobre cómo contar los votos llegaron hasta la Corte Suprema, que zanjó la cuestión de manera tal que a Gore se le hizo imposible ganar, lo cual admitió de inmediato.

Trump, en cambio, tendría que voltear el resultado, no en uno, sino en varios estados clave, donde de paso la brecha entre él y Biden es de decenas de miles o cientos de miles de votos.

Solo en Georgia el margen es tan estrecho como para activar un recuento automáticamente, pero al mismo tiempo es lo suficientemente amplio como para hacer que un cambio sea improbable. Es por eso que el presidente ha apelado a las cortes, exigiendo la anulación de miles de votos denunciados como ilegítimos, con argumentos, en el mejor de los casos, espurios.

No conforme con esto, hubo una diferencia importante en cuanto a las formas y el discurso. Gore elevó el tono para cuestionar varios aspectos técnicos en la manera en que Florida diseñó sus papeletas y contó los votos. Pero no llegó al extremo de cantar fraude y denunciar a un supuesto grupo de poderosos malignos confabulados para subvertir la voluntad ciudadana. Cuando la Corte Suprema falló en su contra, Gore se manifestó en desacuerdo, pero acató la sentencia y reconoció el triunfo de su rival. “Por el bien de nuestra unidad como pueblo y de la fortaleza de nuestra democracia”, justificó.

¿Podemos esperar que palabras así salgan de la boca de Donald Trump? Si algo hay que reconocerle al presidente es que no está haciendo nada de lo que no haya advertido.

Cual caudillo narcisista y con complejo mesiánico, durante la campaña electoral adelantó que solo podía perder por alguna trampa. Fiel a su palabra, ahora pretende hacer creer a sus conciudadanos y al resto del mundo que un sistema democrático imperfecto (¿hay alguno que no lo sea?), pero de muy buena reputación, de pronto se corrompió hasta la médula, como si Estados Unidos fuera una pobre república bananera.

Esto no es nuevo en Trump, cuyo historial de denuncias de fraude por cada derrota electoral o victoria insuficiente para satisfacer su ego desmedido es público y notorio. Lo hizo en 2016 cuando perdió los caucuses de Iowa, primer paso para definir al candidato de su propio partido, y de nuevo cuando ganó la elección general a Hillary Clinton pero perdió el voto popular. Han pasado cuatro años y las pruebas de ambas supuestas artimañas siguen brillando por su ausencia. Hay un patrón muy claro en la manera en que Trump lidia con las derrotas.

Pero a ver. Si las querellas judiciales de Trump siguen estrellándose con una pared, ¿cuál es el problema? Más temprano que tarde, Trump tendrá que desistir, y sus seguidores verán que en realidad nunca hubo un fraude, ¿no?

El detalle es que Trump pudiera salir de la Casa Blanca a regañadientes, sin admitir nunca que Biden le ganó en buena lid, y buena parte de su audiencia le creería. Ese es el problema de las disonancias cognitivas.

El psicólogo Leon Festinger planteó que, cuando alguien cree fanáticamente en algo que termina no sucediendo, en vez de sentirse desengañado, se busca un argumento para mantener la creencia, aunque sea irracional. Así que entre más tiempo pase Trump alegando fraude sin pruebas, más fuerte será la creencia en sus seguidores de que en efecto hubo trampa. Pudieran llegar al extremo de afirmar que los tribunales son parte de la conspiración, tal como ya han hecho con los medios. Esto es grave porque, según varias encuestas, entre 70 % y 90 % de los votantes de Trump cree que la elección estuvo amañada o fue injusta. El daño a la confianza en las instituciones puede ser gigantesco. Y cuando la gente desprecia el sistema, se radicaliza. Por eso creo que no es exagerado hablar de una crisis en la democracia estadounidense.

James Kloppenberg, historiador de la Universidad de Harvard consultado para un artículo reciente en The New York Times, lo explicó de manera sucinta: «Si bien los politólogos a menudo se enfocan en las instituciones y prácticas políticas, la democracia, donde existe, se basa en predisposiciones culturales más profundas y más difíciles de ver. A menos que una cultura haya abrazado las normas de la deliberación, el pluralismo y, sobre todo, la reciprocidad, no hay razón para ceder ante tu peor enemigo cuando gana una elección, ni hay razón para reconocer la legitimidad de los adversarios». Exacto. Esto es congruente con lo que indican los legendarios politólogos Juan Linz y Alfred Stepan: la democracia solo está consolidada donde es vista como «el único juego en el pueblo». Es decir, donde todos los actores clave están sujetos a sus normas. De lo contrario, la democracia peligra.

Aunque las instituciones democráticas tengan un historial de fortaleza, pueden verse debilitadas cuando un caudillo populista y/o autoritario logra traspasar su desprecio por el sistema (e.g. “es fraudulento”) a una parte sustancial de la población. Añadan a eso la satanización sistemática y permanente de los adversarios (e.g. “los tramposos nos robaron la elección”) descrita por otro gran dúo de politólogos, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Volviendo a Kloppenberg, el resultado es un debilitamiento grave de la cultura democrática.

Creo que el daño ya está hecho, pero Estados Unidos es un gran país que ha pasado por crisis mucho peores, como la invasión británica de 1812 o la Guerra Civil. Pero, si el tratamiento ha de ser eficaz, el diagnóstico no puede venir edulcorado. Si, como es muy probable, Joe Biden termina en la Casa Blanca, tendrá que navegar con mucho tino estas aguas tormentosas para evitar un naufragio. Su misión más urgente será reducir la polarización y dar a entender a las decenas de millones de personas que votaron por Trump que, aunque el país ha cambiado y seguirá cambiando, habrá un lugar para ellas y su voz no será despreciada. Por el bien de una de las democracias más formidables del planeta, todos deberíamos desearle éxito.

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Brian Fincheltub Nov 19, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
¿Qué está pasando con las FAES?

@BrianFincheltub

Lo que pasa en las FAES todo el mundo lo sabe. Las llamadas Fuerzas de Acciones Especiales son el grupo de exterminio que el régimen de Nicolás Maduro creó en 2016 para llenar de muerte, dolor y terror a miles de familias venezolanas con la excusa de “combatir la inseguridad”.

Todo el mundo lo sabía, menos el fiscal ilegítimo, Tarek William Saab, quien apenas parece haber despertado de un coma de varios años hace algunas horas para darse cuenta de que la policía de la dictadura roba, secuestra, extorsiona, desaparece, siembra y mata con total impunidad. Quizás ese abrir de ojos tenga explicación: Corte Penal Internacional.

Cuesta creer que Saab esté viviendo momentos de lucidez al señalar por primera vez y de manera directa el modus operandi de las FAES. Sobre todo cuando uno analiza con pinzas las frases utilizadas en su declaración. Saab, quien se presenta a sí mismo como nada más y nada menos que la cabeza de la institución que tiene el monopolio de la investigación penal y la protección de las víctimas en Venezuela, dice que no entiende lo que pasa las FAES.

Cuando el fiscal de Maduro se hace el desentendido del origen de estas acciones criminales y violatorias de los DD. HH., busca que la conducta del FAES sea entendida internacionalmente como hechos aislados que en nada tienen que ver con una política de Estado.

Lamentablemente para Saab y la dictadura que él representa, esto no es precisamente lo que han recopilado las organizaciones de defensa de las víctimas en Venezuela. Tampoco lo que han revelado los sendos informes presentados por las Naciones Unidas y la Organización de Estados Americanos.

Las violaciones a los DD. HH. constituyen una política de Estado y califican como crímenes de lesa humanidad. Pero lo que tiene más nervioso a Saab y sus jefes es lo que le dijo la fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, en su visita reciente a La Haya, precisamente que existen  “fundamentos razonables” para creer que esos crímenes son competencia de la Corte.

Las FAES son la obra más tangible del chavismo en 20 años. Del 2015 a la fecha más de diecinueve mil venezolanos murieron violentamente a manos de las fuerzas policiales.

El móvil favorito de los cuerpos de extermino para justificar sus muertes es la llamada “resistencia a la autoridad”. Han sido aplaudidos y apoyados en cadena nacional por el propio Nicolás Maduro, quien ha ordenado en varias ovaciones dar “todo el apoyo” a las FAES.

Con tamaño expediente, es más que difícil la tarea del fiscal de la dictadura limpiar la imagen del régimen que representa y hace parte. Lo único seguro es que les llegará la hora de la justicia, esa que les negaron durante años a sus víctimas y que hoy les pide cuentas.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Armando Martini Pietri Nov 19, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Mancomunidad de la sinvergüenzura

@ArmandoMartini

Nadie cometa la infamia o atrevimiento de calumniar que existe predilección en la mancomunidad de la sinvergüenzura. Ni osen mencionar o insinúen imaginarios e inexistentes tráfico de influencias, negocios turbios, asociaciones sombrías, conversaciones ilícitas; menos aun, pensar en vilipendio sobre bigamia y adulterio político, para mancillar el nombre de cualquiera de los integrantes de la benemérita sociedad. Cuidado -so pena de cárcel, exilio y persecución- con afirmar que allí pulula un pensionadero de vagos obedientes, bribones redomados y vagabundos ladinos.

Los traidores

Los traidores

Mucho menos razón asiste a quienes sospechan que las decisiones se toman -desinteresadamente- a la medida de haberes pícaros, beneficios alcahuetes y bribones, en libertinajes promiscuos de exuberancias.

¿Recuerdan el patético manifiesto de bienvenida a Fidel Castro en 1989? ¿Conocen si alguno de quienes lo suscribieron ha hecho acto de contrición por realizar alabanzas al sinvergüenza que tiranizaba a los cubanos, y que luego, gracias a sus aduladores fieles, parasita y tiene invadida a Venezuela?

Cuando pierdes la vergüenza y pundonor, todo es posible. En el instante en que dejas de ruborizarte por las pendejadas que realizas, y con impúdica desfachatez niegas tus errores afirmándote en ellos; cuando la sangre no quema la cara, es señal que tu ser está descompuesto, pútrido. Alcanzando el punto en el cual la sinvergüenzura ya no tiene término ni límite.

La ciudadanía no debe dejarse seducir por el martirio electoral impuesto y obligado, basado en negociaciones clandestinas, falsas, engañosas enfocadas en dispersar, dividir, confrontar, creando una sociedad sin voluntad, dejadez de responsabilidad cívica, servil y aterrorizada; parapléjica sin posibilidad para defender los derechos humanos.

Inducida para fomentar anarquía económica, social permitiéndole al continuismo ridiculizar, manipular para mantenerse mediante el clientelismo, ofertas engañosas, compra de conciencias, corrupción, chantaje a los participacioncitas, colaboracionistas y cohabitantes.

Prácticas que propician para quedarse hasta que a la silla le salgan callosidades. Son una estupidez que solo en tiempos de este cambio hacia atrás podía darse. Lo insólito es que pretenden movilizar voluntaria u obligada a los ciudadanos para que los apoyemos en su prevaricación. Un insulto y despropósito.

Los llamados a reverenciar la Constitución han resuelto violarla -ladrones libres, honestos en prisiones-, y buscan desesperados que la venezolanidad digna sea su cómplice cuando convocan elecciones fraudulentas, sin reconocimiento ni legitimidad; y una consulta irrelevante, de mentira, que finalmente irrespetarán, burlándose inmisericordes. Y cuando el sentido común solicita acatamiento, cumplimiento de lo prometido, lo califican de apátridas, traidores, vende patrias y, algunos idiotas, de racistas porque no se quiere continúe la afrenta y el oprobio.

La mancomunidad de la sinvergüenzura pareciera constituir la forma de presentarse en la sociedad y servir a los peores intereses egoístas.

Capaz de acusar y condenar un inocente por el delito de revelar sus objetivos de negociar beneficios ilegítimos, planificar atracos al erario público, arruinando a quien obstaculice sus indignos propósitos. Criminales, que junto al ejercicio del poder sirve como brazo ilegal, que se adhiere para ejecutar depravados quehaceres en nombre del Estado, pero para beneficio de quienes de él se sirven. Contrario a la transparencia y equidad que pretende justicia hasta para los sinvergüenzas, a quienes no les conviene un sistema imparcial, probo, ecuánime. Y que en su avaricia lo ignoran o abanican como utopía.

Muchos son los criaderos de esta forma inmoral de ser y permanecer. Miserables que anteponen intereses del partido o personales a cualquier provecho social o de justicia; ha sido la peor forma de tornarse sinvergüenza, manchar el alma por la insaciable ambición y codicia.

El intento para defenestrar la ignominia fracasó, pero es fuente de enriquecimiento para algunos de sus integrantes. Perdió apoyo, credibilidad y confianza. No cumplió con lo ofrecido, y se encuentra en los estertores de un histórico fracaso.

La sandez de los cogollos que pensaron, peor aun, se convencieron de que los ciudadanos con hambre, sin empleo seguirían creyendo sus embustes y componendas. Pero no. Se perdió un tiempo valioso, lastimosamente no se recuperará. Sin embargo, libertad y cambio son anhelos del alma, esta vez el agravio cogollérico y su ofensa de tramposa mutación no tienen fuerza ni respaldo para volver a desviarlos. Nada hicieron por un país que solicitó, rogó llorando a gritos democracia y libertad. Lo traicionaron y su sordera la pagan con desprecio ciudadano. Quieren engañarnos, otra vez, pero son muy pocos quienes los acompañarán. Será un fracaso el intento legitimador. Como el circo al que se le cayó la carpa y sus payasos ya no entretienen.

¡Se acabó la era vil de la mancomunidad de la sinvergüenzura! La ciudadanía no se rinde y continuará luchando para recuperar dignidad, libertad y democracia!

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#Top10Humor | Ideas rechazadas para resolver el problema de gasolina en Venezuela

@Victor_8a

10. Nombrar gerente del El Palito a una empanadera de la zona.

9. Refinar los polvos del Sahara.

8. Exigir a los emigrantes que retornan una cantimplora de combustible.

7. Convertir los carritos de chichas en gasolineras móviles.

6. La Villa del Cine rueda el largometraje Conductores en la búsqueda de la gasolina perdida.

5. Evo nos envía… no, disculpen, Evo ya no cuenta.

4. Daniel Ortega nos… no, ese tampoco cuenta.

3. Importamos desde Irán vehículos con motores de un camello de fuerza.

2. Nuevo combustible ecológico “Cafenoil”.

1. Ya que no sale agua por los chorros, que Hidrocapital mande gasolina mientras tanto.

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