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Saqueos a servicios del Hospital Clínico Universitario lo dejan en “terapia intensiva”

 

Autoridades y trabajadores del Hospital Clínico Universitario (HUC) denunciaron este lunes el robo de equipos de la sección de Cardiopatías Congénitas y Cardiología Infantil del Servicio de Cardiología.

El jefe del servicio de cardiología, el doctor Iván Machado, denunció que durante el fin de semana fueron robados al menos seis computadores con todos sus accesorios, reguladores y demás dispositivos electrónicos que contenían información vital tanto para los médicos como para los pacientes.

El robo de los equipos significa la pérdida de las historias clínicas de los pacientes, la correspondencia con demás servicios médicos, resultados de exámenes, estadísticas e incluso el listado de pacientes que presentan cardiopatías congénitas de nacimiento y deben ir a consulta regularmente, por lo que Machado concluye que los robos “redujeron en cero la capacidad operativa” del servicio.

El médico presume que el delito fue cometido en complicidad con personal del HUC, pues las entradas no fueron forzadas ni dañadas, y los criminales sabían donde se encontraban todos los dispositivos, pues hasta el pendrive con el respaldo de la información de los pacientes que estaba escondido fue robado, detalló.

«Si antes me quejaba de que los pacientes se estaban muriendo de mengua, ahora me dejaron sin la posibilidad de denunciar que se están muriendo, porque no tengo la lista de los pacientes», comentó el doctor.

El servicio, que a causa del reciente robo se encuentra clausurado, atendía entre 20 y 30 pacientes diarios, y la consulta manejaba hasta 1500 pacientes al año.

Machado destacó la importancia del servicio de Cardiología, que es el centro de apoyo más importante del Hospital Cardiológico Infantil, y tiene la responsabilidad de atender los bebés que nacen con problemas cardíacos. Además, es la única sección estructurada del país que maneja una consulta de los adultos que nacieron con cardiopatías congénitas, aunque con la pérdida de data y equipos, el servicio ya no posee la capacidad de atenderlos.

Saqueo y vandalismo continuado

Este es uno de los múltiples robos que ha sufrido el servicio en las últimas tres semanas, comentó a runrun.es el sindicalista del HUC, Denis Guedez.

Durante Semana Santa, fueron robadas las tuberías de cobre originales del HUC, diseñadas especialmente para el edificio, que proveían de agua los pisos altos.

También las tuberías y partes de los aires acondicionados del servicio los han desvalijado, lo que impide al personal usar equipos médicos. Por esta razón el laboratorio de hemodinamia está cerrado.

De los ocho equipos originales del servicio de cardiología para realizar ultrasonidos, solo quedaba uno que no había sido robado ni dañado, pero en un intento reciente de robo los criminales partieron el monitor.

Las plantas eléctricas que posee el hospital tampoco pasaron desapercibidas para los ladrones, quienes robaron las baterías y dejaron a los pacientes que dependen de máquinas para respirar, propensos a la muerte en caso de que haya un apagón.

Los trabajadores del hospital también denunciaron el robo de comida para los pacientes, el robo de medicinas y la inseguridad tanto en el hospital como en los alrededores de la ciudad universitaria, donde han sido atracadas varias personas.

La muerte de un ser querido por violencia se repitió para 142 familias en Caracas en diez meses

Ana Guerra despidió a su segundo hijo, Carlos Luis Castro Guerra, de 16 años, el sábado previo al día de la madre, tras haber sido asesinado en el barrio 19 de abril por un vecino que no quería pagar una deuda. A su primogénito, Jesús Castro Guerra, de 23 años, lo había despedido un año antes, cerca de la misma celebración, cuando fue asesinado en una riña con un contrincante, después de un juego deportivo.

Como los jóvenes de la familia Guerra, otras 141 personas en Caracas han dejado a sus familias incompletas tras sus muertes a manos de la delincuencia, en barrios y zonas de bajos recursos azotadas por los altos índices de violencia, de acuerdo con los casos registrados por Monitor de Víctimas de mayo del año pasado a febrero de 2018 en la capital venezolana.

Las víctimas son en su mayoría hombres jóvenes de entre 18 y 30 años de edad, que viven en zonas de bajos recursos y que no terminaron sus estudios. De las 142 víctimas que ya contaban con la pérdida de algún familiar por violencia, 58 % se ubican entre ese rango de edad. Del total, 38 % contaba con educación primaria, 35 % con educación media, 9 % con educación universitaria y el 1% no estudió.

Los rasgos configuran un perfil que coincide con un patrón de violencia en barrios que abarca toda Latinoamérica, explica la experta Verónica Zubillaga. “El patrón perfila a jóvenes varones de zonas expuestas a contextos de extrema dificultad económica en las que las oportunidades de obtener un trabajo debidamente remunerado escasean, por lo que recurren a actividades ilícitas para suplir sus necesidades monetarias”.

Gloria Perdomo, coordinadora nacional del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), se refiere al mismo patrón para darle una explicación a estas muertes. “Las zonas en que viven las víctimas los hacen particularmente vulnerables. Hay mayor presencia de bandas delictivas -que suelen invitar a jóvenes a unirse- y situaciones de riesgo de muerte, como robos y enfrentamientos”.

El robo y la ejecución son los móviles más comunes de los asesinatos de personas que ya habían perdido a familiares de forma violenta. 26, el 18 % de los casos, personas fallecieron durante robos, y otro 18% fue asesinado en ejecuciones por parte de funcionarios de cuerpos de seguridad del Estado. El siguiente móvil es el ajuste de cuentas o venganza, por los cuales murieron 15 víctimas. Por resistencia a la autoridad se reportaron 10 asesinatos. Otros moviles son balas perdidas y peleas. En 26 % de los casos se desconoce el móvil del asesinato.

Bandas delictivas imponen la violencia

Las cifras recogidas también evidencian que 35 personas, de las 142 víctimas en cuestión, fueron asesinadas por bandas delictivas. Entre ellas están Carlos y Hernán De Hoyo Berrios, dos hermanos de 25 y 32 años, respectivamente. Sus homicidios ocurrieron en el barrio San Blas, de Petare, en julio de 2017.

José De Hoyo ya no recuerda el nombre de la banda que asesinó a sus dos hijos, pero afirma que no fue a ellos a los primeros que mataron en la zona. El padre nunca supo con exactitud qué fue lo que ocurrió el 23 de julio, cuando perdió a sus hijos. “Los estaban esperando cerca del Parque Bolívar, les montaron un complot y les dispararon”, fueron los únicos detalles que dio.

Algunos miembros del grupo delictivo eran amigos de Carlos y Hernán, aunque ellos no estaban metidos en problemas, afirma De Hoyo, pues trabajaban con él como ayudantes de albañilería. Cuando no estaban trabajando, estaban en casa. “Ellos nunca habían tenido problemas, nosotros somos gente tranquila, no festejamos ni los cumpleaños”, explica con pesar.

La familia llevó el caso de las muertes ante las autoridades, sin miedo a represalias por parte de la banda, pero dice que la denuncia no fue propiamente atendida. Sin embargo, la policía no olvidó el asunto. De Hoyo cuenta que, semanas después del doble asesinato, un oficial llamó a su hija, quien presentó la denuncia, para informarle que tenían ubicado al autor del delito y emprenderían un operativo en su contra. Nadie se volvió a comunicar con ella, pero al día siguiente se supo que el jefe de la banda había caído en un enfrentamiento. Lo que quedó del grupo delictivo, asegura De Hoyo, atravesó la frontera hacia Colombia para escapar de las autoridades.

Aunque los De Hoyo sienten que una especie de justicia fue hecha, admiten que nada les va a devolver a sus seres queridos asesinados, quienes ayudaban a sostener económicamente el hogar en que vivían con sus padres, tres hermanas y dos hermanos menores. Ahora, a la familia le quedan además las deudas por los gastos fúnebres.

No muy lejos de allí, en el sector de Boleíta Norte, Bladimir Zambrano fue el segundo de su familia en fallecer a causa de la violencia. El comerciante de 41 años había llevado a su esposa al trabajo la mañana del 15 de junio. Regresaba a casa a buscar algo y en el camino un grupo de hombres lo abordó para robar su carro y sus pertenencias. Se resistió y le dispararon en el abdomen.

Jorge Zambrano recuerda que la zona de Boleíta Norte donde vivió su hermano por muchos años solía ser segura, la clase de comunidad donde se podía estacionar el carro afuera de la casa sin que algo malo le pasara. Pero en los últimos años la inseguridad aumentó y el desvalijamiento de vehículos y robos a mano armada son ahora una cosa del día a día, dice el familiar de esta víctima.

Los Zambrano habían perdido a un sobrino de 19 años en 2015, asesinado durante una riña en La Vega. Su muerte no fue denunciada, pero la de Bladimir sí. “Ellos lograron ubicarlos por los pagos de los ladrones con las tarjetas de crédito y pudimos recuperar todo. Pero no a mi hermano”, cuenta Jorge.

De estos 142 fallecidos en hechos violentos en Caracas que ya habían sufrido pérdidas familiares en circunstancias similares, 26 murieron durante robos en zonas de bajos recursos, caracterizadas por altos niveles de criminalidad.

Criminalidad en familias

La familia de Joneiker Lugo ha perdido a tres personas por violencia y criminalidad en el barrio 19 de abril, en Petare. Allí vivían su abuela, su tío Alexánder y sus dos primos, los hijos de este. Los tres últimos fueron asesinados en los pasados años.

Joneiker recuerda que sus dos primos fueron abandonados por su madre de pequeños y el padre de ellos era adicto a las drogas y el alcohol, por lo que fueron criados por su abuela. Crecieron en las calles del barrio, sin haber estudiado debido a la precaria condición económica de la familia.

La primer muerte violenta que sufrió su familia fue la de su tío, quien tenía 45 años cuando fue asesinado en 2014 en una fiesta familiar de cumpleaños por miembros de una banda. Lo mataron de  madrugada. “Él estaba en la mala vida, pero ya se había retirado”, reconoce Joneiker. Presume que su tío tuvo problemas con familiares de loa miembros de la banda.

Dos años después murió el hijo menor de su tío, Jorge Luis Lugo, de 24 años. Él también estaba “en los malos pasos”, cuenta su primo, pues colaboraba en robos con delincuentes de Petare, a pesar de que trabajaba como jockey en el hipódromo de La Rinconada. Una noche de junio de 2016 salía del hipódromo con amigos cuando fue abordado por un grupo de hombres que le dispararon y le quitaron sus pertenencias.

Francisco Javier, el mayor de los hermanos Lugo que murieron en medio de hechos violentos, estuvo en prisión por robo, pero cuando en enero de 2017 sufrió una enfermedad y fue llevado al Hospital Domingo Luciani para ser atendido, decidió escaparse. “La cárcel es un lugar que nadie debería conocer”, repetía a su primo, advirtiéndole a Joneiker de los peligros de verse envuelto en actividades criminales.

Pocos meses después un carro de color negro pasó frente al porche donde estaba sentado Francisco. Le dispararon en la pierna. Una comisión del CICPC acudió a los pocos  minutos y lo llevaron supuestamente a ser atendido en un hospital. Cuando los familiares lo encontraron en un centro asistencial distinto al que los oficiales dijeron que lo llevarían, Francisco tenía tres impactos de bala. Había fallecido.

La noticia de la ejecución extrajudicial no sorprendió a los familiares de la víctima y de acuerdo a Joneiker, el mismo Francisco sabía que eso ocurriría tarde o temprano. “Cuando mataron a su hermano un policía le dijo a la tía de ellos que faltaba el otro. Ellos sabían que tenían que ir por él”, admite el joven estudiante.

El miedo inhibe las denuncias

La escasez de denuncias sobre actividades delictivas en Venezuela es común para los cuerpos de seguridad. En los casos en los que las víctimas son personas que residen en zonas pobres, que se ven expuestas a conflictividad con bandas, el problema es el miedo a las consecuencias que se pueden generar si denuncian, ese es el principal obstáculo, indica la coordinadora del OVV, Gloria Perdomo.

Varios familiares de víctimas que fueron contactados para la realización de este trabajo evitaron dar declaraciones por miedo a retaliación de banda o de autoridades policiales que estuvieron involucradas en los sucesos.

 

@mpaolams

EFE Dic 25, 2017 | Actualizado hace 6 años
17 presos se fugaron del Cicpc en Ocumare del Tuy

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Un total de 17 presos de “alta peligrosidad” se fugaron la madrugada del domingo de una prisión de la Policía Científica en la localidad de Ocumare del Tuy, a 45 minutos de Caracas en coche, informó hoy la prensa local citando reportes de este cuerpo de seguridad.

Los detenidos, según la información facilitada, abrieron un agujero en el techo y escaparon de los calabozos sobre las 05.00 AM (09.00 GMT) de ayer.

Solo uno de los 17 evadidos, siempre según los medios locales, no estaba preso por delitos de robo y hurto, sino por “violencia sexual”.

Tras el escape, los cuerpos de seguridad activaron un operativo policial en las zonas cercanas para capturar a los fugados.

Venezuela registró en 2016 28.479 asesinatos, según el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), lo que arroja una tasa de 91,8 homicidios por cada 100.000 habitantes.

Murió taxista por falta de asistencia médica luego de que le dispararan

DOS HORAS Y MEDIA DESPUÉS DE HABER SIDO TIROTEADO, Elía Kassabgi fue atendido en el hospital Pérez Carreño. Había que esperar que llegara el cirujano para extraerle el proyectil que se alojó en un costado. No sobrevivió al ataque perpetrado por un grupo de asaltantes que intentaron despojarlo de su vehículo la madrugada de este viernes.

Un familiar que acudió a la morgue de Bello Monte a retirar el cuerpo relató que el homre de 31 años de edad trabajaba de día en una tienda de ropa y de objetos de quincallería en Catia. El negocio era de su cuñado. En las noches trabajaba como taxista. Aunque no estaba afiliado a la línea del Centro Comercial El Recreo, tenía amigos allí y recogía pasajeros. A las 12:40 a.m. del viernes se dirigió a una estación de servicio de Plaza Venezuela a llenar el tanque combustible y de allí partió a cargar pasajeros a las afueras del centro comercial.

A los pocos minutos de haberse estacionado a esperar clientes, dos parejas se acercaron a la ventanilla del automóvil, un Fiat Palio, de color azul oscuro y le pidieron que les hiciera una carrera a Caricuao. En el trayecto, antes de ingresar a los bloques, uno de los hombres sacó un arma, le pidió que se detuviera y se bajara del vehículo. Elía se negó y forcejeó con uno de ellos. Las dos mujeres que acompañaban a los asaltantes se pusieron nerviosas y les dijeron: “mátenlo”, “mátenlo”. Le dispararon y huyeron.

El taxista como pudo manejó hasta el hospital Miguel Pérez Carreño. La atención no fue oportuna. Tuvo que esperar en la emergencia, mientras llegaba el médico. No hubo tiempo de intervenirlo. Murió.

El hombre tenía planeado irse del país. “Estaba reuniendo dinero para viajar a Panamá con su pareja y sus dos hijos. Por eso trabajaba en las noches. Le aconsejábamos que era peligroso, que evitara prestar servicio en la madrugada, pero él decía que era la única forma de ahorrar para brindarle un mejor porvenir a su familia. La vida no vale nada. No hay autoridad que le ponga freno al hampa, ni que asista a los hospitales. Él pudo haberse salvado si lo hubiesen intervenido a tiempo. Pero qué podemos pedirle a un país que no tiene nada que ofrecer, excepto pobreza, inseguridad y desidia”, expresó el pariente.

Acosados por el hampa

En la última semana se han cometido cinco robos contra los taxistas de línea y piratas que operan cerca del Centro Comercial El Recreo. “Presumimos que se trata de una banda”, dice un conductor.

La semana pasada, relata el hombre, a uno de los choferes lo sometieron y se llevaron su carro. Su única fuente de sustento familiar. Se le acercaron dos hombres y una mujer. Le pidieron que los llevara a la entrada del barrio 5 de Julio de Petare. El conductor no estaba convencido de hacer la carrera. No le gustaba transitar por esa zona, pero en virtud de que el día estaba pesado por la falta de clientes, aceptó llevarlos y antes de llegar a su destino. El hombre lo apuntó con el arma en la cabeza, le dijo que se desviara hacia una zona boscosa, poco transitada del municipio Sucre. Le ordenó que se bajara, lo golpeó con la cacha de la pistola y se llevaron el carro.

Cuando despertó, un poco desorientado luego del fuerte golpe, caminó a pedir ayuda. Denunció el robo ante el Cicpc, pero aún no tiene respuesta sobre el paradero del carro. No tiene esperanzas de comprar otro. Lo que ganaba, apenas le alcanzaba para alimentar a su esposa y dos hijos. “Casos como este son cotidianos. Lo único que podemos hacer como medida de prevención es evitar que se monten grupos de personas. Limitar el servicio solo a clientes exclusivos”, manifiesta el taxista.

@nmatamoros

 

Alejandro Armas Jun 09, 2017 | Actualizado hace 3 semanas
Esperanza difícil de robar

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¿Son las protestas que ha llevado a cabo la oposición durante más de dos meses suficiente para frenar las intenciones autoritarias del chavismo? Desconozco la respuesta a esa pregunta, pero es válido presumir a estas alturas que, si bien son necesarias, no bastan. Sin embargo, es muy obvio que el Gobierno las quiere sacar de las calles. Por eso las han venido reprimiendo de forma cada vez más salvaje. El miedo por la integridad personal, y la de los seres queridos, debía ser el mecanismo para que todo el mundo se quedara en su casa.

En los primeros días de manifestaciones, que ya parecen remotos, lo visto era una imagen conocida: uso indiscriminado de gas lacrimógeno y perdigones. Pero la gente no se fue del asfalto. Luego vinieron los reportes de bombas disparadas para impactar a las personas, una práctica cuyas consecuencias pueden ser fatales, como evidencian las investigaciones del Ministerio Público sobre el caso de Juan Pernalete. Ah, pero la gente siguió en el pavimento. El siguiente peldaño en la escalera de la brutalidad fue la escopeta de perdigones “aliñada” con metras, tuercas y otros objetos. Hay una montaña de evidencias sobre las heridas que producen estas peculiares municiones, olímpicamente ignoradas por las autoridades del Ejecutivo. Pero la gente no dejó el asfalto. Entonces se multiplicaron las denuncias de tiros con armas de fuego, varias de ellas con el resultado de imputaciones hechas por la Fiscalía General. Y, sin embargo, la calle no se enfría.

Todo ese horror no cumplió su objetivo. Pero el lunes de esta semana la gente fue testigo de algo más. Robos. Guardias nacionales que arrinconaban a manifestantes y a otras personas que casualmente pasaban por allí, y que les quitaban sus pertenencias a sus víctimas. Se llevaron los zapatos de un joven. A varias mujeres les arrancaron sus carteras. Motorizados perdieron sus vehículos a manos de los uniformados. Varios colegas periodistas fueron desprovistos de sus equipos de trabajo, desde cámaras hasta celulares.

Varios de estos atracos quedaron registrados en video. Los testimonios de los agredidos son espeluznantes. La gente, que solo quería protestar en paz, se refugió en un centro comercial y vivió un verdadero asedio, con tiros disparados por efectivos militares y todo, sin poder salir por temor a ser asaltada.

La práctica criminal no solo engorda el expediente de violaciones de Derechos Humanos con el que cargan los organismos de seguridad, sino que además evidencia una degradación impresionante de los servidores públicos. Los agentes del Estado, que según Hobbes tiene como razón de ser prevenir que la humanidad degenere en una ley del más fuerte, imponen dicha ley. Advertía esta semana el periodista Javier Ignacio Mayorca en una entrevista radiofónica sobre un lavado de cerebro aplicado a efectivos castrenses y policiales para convencerlos de que todo quien protesta contra el Gobierno es un enemigo y debe ser tratado como tal. Sin embargo, aún con esta enferma visión, cabe acotar que hoy hasta el proceder bélico está regulado por nociones de Derecho. Si los militares de un país robaran en masa a los civiles de un territorio que ocupan, no pudieran escudarse detrás de razonamientos de guerra.

El robo como parte de los conflictos es cosa propia del pasado primitivo. Ha existido desde la Edad Antigua. Cuando la República tenía poco más de un siglo establecida, Roma fue saqueada por Breno y sus galos. Ya sumergida en la decadencia, a la urbe le hicieron lo mismo los visigodos en el año 410 d.C.  Hubo un tercer saqueo en el año 1527, en pleno Renacimiento, a manos de las tropas del emperador Carlos V. Iglesias, monasterios y palacios obispales fueron asaltados. Abusos de este tipo fueron comunes a lo largo de las guerras que sacudieron Europa incluso durante la Edad Moderna.

Pero no hay necesidad de irse al otro lado del Atlántico para explorar casos de esta barrabasada. En nuestra guerra de independencia, probablemente la segunda más sanguinaria de todo el continente americano (solo superada por la haitiana), hubo múltiples incidentes de este tipo. Particularmente en la etapa más sanguinaria, durante el ascenso y caída de la Segunda República. Las huestes de Boves, compuestas mayormente por los estratos más bajos de la sociedad de castas colonial y responsables de algunos de los peores horrores de ese tiempo, practicaban el saqueo de pueblos y haciendas.

Medio siglo después pasó algo parecido con la Guerra Federal. Las tropas de Ezequiel Zamora ejercieron algunas de las peores aberraciones vistas en esta tierra, que durante casi todo el siglo XIX estuvo manchada de sangre. La promesa de un botín siempre fue uno de los estimulantes para que peones de hacienda se alzaran y siguieran en armas al caudillo. La justificación moral era que se estaba saqueando al explotador. Había un resentimiento por una situación social terriblemente injusta, cómo no, pero ese resentimiento fue explotado para convertirlo en una ira ciega y capaz de cometer monstruosidades. Después de todo, estamos hablando de la misma fuerza militar que pasó a la historia, entre otras cosas, por el grito de muerte a todo el que supiera leer y escribir, proferido por Martín Espinosa, uno de los lugartenientes de Zamora. Lo burdo de estas acciones y proclamas muestra que no se trataba de un prototipo de revolución marxista. La guerra era sencillamente vista por los pobres como una oportunidad para el ascenso social. Si su bando salía victorioso, era posible un reparto de las tierras de los perdedores que permitiría a los más destacados en combate quedarse con algo. Incluso si no era así, había la oportunidad de no volver con las manos vacías gracias al pillaje en los territorios capturados.

Ello no impidió que Chávez asumiera a Zamora como una de las “raíces” de su proyecto político. Ahora, cuando se cumplen 200 años del nacimiento del caudillo, al Gobierno le dio por ponerle su nombre a un montón de cosas, incluyendo el plan de orden público para suprimir las protestas en su contra, cuyas consecuencias han sido palpables. Guardias nacionales roban mientras defienden los intereses de un gobierno que se autoproclama zamorano.

Y ahora volvemos a los “peros” del principio. Porque ni siquiera después de los espantos con que comenzó esta semana la gente ha salido de las calles. Robar la esperanza es mucho más difícil que un celular. Si se tiene la fortaleza suficiente, ella termina siendo imposible de arrebatar.

@AAAD25

Padrino López: No quiero ver a un GNB cometiendo atrocidades en la calle

vladimirpadrinolopez

El ministro de Defensa, General Vladimir Padrino López realizó un llamado a los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana a actuar dentro del marco de la Ley. “No quiero ver un guardia más cometiendo una atrocidad en la calle”, advirtió.

Asimismo dijo a las fuerzas del Estado que aquellos funcionarios que se aparten de la línea de Estado, que no se comporte como un profesional y que irrespeten los derechos humanos, “tendrán que asumir su responsabilidad”.

Esto sucede un día después de que al menos 15 trabajadores de la prensa, múltiples manifestantes, transeúntes e incluso vendedores ambulantes resultaran agredidos y robados durante el cubrimiento del Plantón Nacional por efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

 

VIDEOS GNB y PNB además de reprimir hirieron y robaron a manifestantes

 

El día de ayer, 5 de junio la oposición venezolana convocó al Gran Plantón Nacional en contra de la Constituyente, actividad que no se cumplió porque efectivos militares y la Policía Nacional Bolivariana reprimieron con bombas lacrimógenas y hasta robaron a algunos manifestantes.

A través de las redes sociales, se filtraron varios videos donde claramente se ve que Policías estaban robando a tres mujeres que estaban participando en la protesta. Una de ellas se ve muy afectada por los gases lacrimógenos.

 

Los periodistas y trabajadores de la prensa tampoco se salvaron de ser robados por los efectivos de seguridad. Reporteros de Globovisión, Runrunes, El Pitazo, TV Venezuela, El Nacional, El Cooperante, Vivoplay y Crónica Uno fueron víctimas de funcionarios de la GNB y la PNB.

  Un hombre que estaba en la protesta vendiendo agua denunció que también fue robado por los militares en la Francisco Fajardo.    

VIDEO | 15 trabajadores de prensa y manifestantes fueron robados durante plantón nacional del #5Jun

 

Reporteros de al menos ocho medios de comunicación fueron agredidos y robados por efectivos de cuerpos de seguridad del Estado durante la jornada de protesta de este lunes 5, en que transcurre el plantón nacional convocado por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

Reporteros de Globovisión, Runrunes, El Pitazo, TV Venezuela, El Nacional, El Cooperante, Vivoplay y Crónica Uno fueron víctimas de crímenes cometidos por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) a pesar de que tanto la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público y tribunales hayan ordenado la protección a los trabajadores de la prensa, el respeto al derecho a la información y el derecho al trabajo.

El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa documentó los robos y agresiones que vivieron los periodistas este lunes.

Robo a periodista de Runrun.es

Disparos a periodista de Crónica Uno

Destrucción de equipos de Globovisión

Robo, destrozo y agresión a equipo de TV Venezuela

Disparos contra periodistas de El Nacional

Robo a equipo de El Cooperante

Agresión contra equipo de VivoPlay

Disparos de perdigón contra fotógrafo de El Pitazo