La sentencia del TSJ demuestra que el chavismo se va a trancar en torno al único instrumento que le queda para detener la ilusión del cambio democrático. Con el tiempo, ante el estancamiento, una parte de las corrientes opositoras hará lo posible por fomentar alguna opción alterna que puede dividir de nuevo las aguas en el mediano plazo
El arrase electoral de María Corina Machado y el éxito político de la elección primaria están destinados a producir una fuerte recomposición en las estructuras internas y la orientación estratégica de la oposición venezolana. Eventualmente, podrían precipitar de nuevo, como reacción, los demonios de la conflictividad.
El efecto expansivo de estas dos circunstancias, que se concreta con la paradoja de unos medios de comunicación censurados, ha puesto en sobreaviso a la clase dirigente del chavismo, que inmediatamente despliega sus amenazas de judicialización y criminaliza este ejercicio cívico para darle un claro mensaje a la sociedad de hasta dónde estaría dispuesto a llegar si las cosas se precipitan.
La sentencia de la Sala Electoral del TSJ, en contubernio con los intereses más sórdidos de Miraflores, además de desconocer la existencia de derechos políticos de los ciudadanos, buscar colocar un cerrojo para restarle validez a una consulta popular inobjetable.
María Corina Machado, la dirigente política más intransigente del campo democrático frente a las maniobras del chavismo, la que tradicionalmente nunca ha querido negociar, se ha convertido en un fenómeno de masas luego de pasarse varios años entre las sombras, criticando –ahora vemos que con fundamento- algunos vicios remanentes de los años de la caída de la democracia que han quedado vivos en algunos partidos y alianzas.
Queda claro que la población endurece su diagnóstico sobre la crisis nacional, sus causantes y sus soluciones, y que castiga con inusual al liderazgo tradicional del campo antichavista, expresado en el famoso g-4.
Por lo demás, sale también duramente sentenciado por el veredicto popular cierto espíritu sobreviviente y oportunista que ha florecido en una franja de la sociedad democrática, ese sesgo adulterado y corrompido, de espaldas al interés nacional, que ha colocado a políticos, periodistas, empresarios, sociólogos y directores de firmas de opinión a operar políticamente a favor de los intereses de la hegemonía actual para seguir teniendo pertinencia y figuración.
La fundadora de Vente alcanza unos dígitos francamente inverosímiles de respaldo, sobrepasando el 90 por ciento de los votos, sin poder dirigirse al país a través de medios masivos para fundamentar su mensaje, sin recursos para desplegar una verdadera campaña electoral y sin poder convocar actos masivos urbanos.
La amenaza que plantea la aplastante victoria de Machado, junto al envión de la consulta primaria, dejan al gobierno de Nicolás Maduro con pocos instrumentos para organizar una operación político-electoral para contrarrestarla. Con Machado en la calle, la ilusión de un cambio político incruento podría tomar vuelo con una unanimidad muy peligrosa para los intereses continuistas del chavismo.
Y aunque se especula con alguna frecuencia en torno a la irrupción de una carta nueva, -un liderazgo alterno, distinto al de Nicolás Maduro, formado en las granjas chavistas, capaz de reconducir el sentimiento revolucionario para darle un nuevo vuelo a sus alicaídas opciones electorales actuales, la verdad es que ninguna de ellas es particularmente intimidante frente a Machado. Las cosas ciertamente han cambiado en Venezuela.
Además, sucede que el cambio de liderazgo, el relevo político, la alternancia de mandos, incluso puertas adentro, conspira contra los intereses creados en los entornos de la izquierda clásica, y forma parte de una cultura completamente ajena a la dinámica revolucionaria, acostumbrada, como lo están Diaz Canel o Daniel Ortega, o como antes con Hugo Chávez y Fidel Castro, a considerar naturales, y hasta deseables, los liderazgos vitalicios.
Difícilmente Nicolás Maduro, que es quien manda en el PSUV, acepte ser relevado de la presidencia. Y si esto llegara a suceder, concretaría, puestas adentro, un terremoto político que en este momento no parece factible, ni se divisa en el radar, más allá de la clara anemia existente en materia de arrastre popular.
El estado chavista se va a trancar en torno a la inhabilitación de Machado mientras procura hacer uso de algunos beneficios de los acuerdos de Barbados, que ahora le permitan explotar libremente gas y petróleo, a cambio de aceptar la observación internacional y la ofrecer la garantía de unas presidenciales en el segundo semestre de 2024.
Ambas tendencias necesitan estos meses para recuperar calorías y bastimento. Es bastante probable que el chavismo mantenga el tono amenazante y hostil, y que lo endurezca con el paso de los meses si las cosas se le salen de control.
El discurso totalizador de Machado, la amenaza que su sola presencia plantea, su renuencia a encontrar espacios flexibles y subordinados en el marco de una conversación política, colocan en veremos cualquier evaluación sobre la factibilidad de escenarios pactados de transición a la democracia.
El chavismo se va a trancar en torno al único instrumento legal que le queda para detener la ilusión del cambio democrático, y, con el tiempo, ante la tranca, una parte de las corrientes opositoras hará lo posible por fomentar alguna opción alterna que puede dividir de nuevo las aguas en el mediano plazo