Foto en presidenciave.com
Según cifras ofrecidas por el Foro Penal el pasado 4 de agosto de 2020, en las cárceles de la dictadura chavista permanecen en cautiverio al menos 382 personas, de las cuales 126 son militares.
Hombres y mujeres cuyo único delito fue oponerse a la destrucción y el saqueo del país, haciendo lo que podían desde sus posiciones para tratar de evitarlo.
Me niego a que sus familias carguen solas con el peso que significa tener a un ser querido secuestrado sin posibilidad de rescate. Es más que sabido que la mayor condena que puede recibir un preso político es el olvido; de allí que, hoy más que nunca, nuestra obligación sea hacerles saber, por todos los medios posibles, que NO se encuentran solos.
No están solos porque pese a la persecución, las muertes y el exilio de millones de venezolanos, la dictadura no ha podido atemorizar a la inmensa mayoría que se le sigue oponiendo. Y que los desprecia por haberles destruido sus vidas, sus sueños y su país.
Imaginen lo que significa para una banda de matones con poder que la gente les deje de temer. Pierden todo aunque parezcan controlar el más mínimo reducto de la sociedad. La dictadura se equivoca cuando interpreta el cálculo de supervivencia de los venezolanos como una simple rendición.
Prudencia no significa miedo. Los venezolanos han entendido que para enfrentar a un régimen asesino se necesita de inteligencia y táctica, en una carrera contra el tiempo donde lo más importante es mantenerse vivos. Estoy seguro de que en el momento que sea necesario los venezolanos saldrán de nuevo, pero ese momento deberá ser determinante y no una nueva oportunidad para marchar en masa camino al exterminio. Eso sería facilitarles el trabajo de deshacerse de nosotros.
Por eso los mantiene tras las rejas bajo tortura; por eso los chantajea con el dolor de sus familias. En algunos escenarios la dictadura hace un análisis de costo político, fundamentalmente del costo político internacional. Aunque suene paradójico, en ocasiones para el régimen es menos costoso comprar conciencias con millones de dólares, que tener las cárceles repletas de disidentes. En otros escenarios el costo político no es lo que importa, sino la necesidad de tener monedas de canje para poder negociar con la comunidad internacional. Nada extraño si consideramos que el chavismo es un grupo criminal cuyas prácticas no tienen nada que envidiarle a las que aplicaría un grupo de secuestradores.
Hoy, cuando sus vidas corren más peligro que nunca, pienso en todos los presos políticos; pienso en particular en nuestro hermano Juan Requesens, quien la semana pasada cumplió dos años secuestrado por ser parte de una nueva generación cuyo mensaje principal fue y sigue siendo no rendirse.
La integridad de Juan nos inspira a todos a seguir luchando desde donde estemos hasta acabar con esta tragedia, que mantiene también en cautiverio de país por cárcel a millones de venezolanos. No han podido ni podrán, hagan lo que hagan, detener el curso de los tiempos. Que lejos de favorecerlos como ellos piensan, agota la paciencia de quienes nos negamos a vivir para siempre bajo esta desgracia disfrazada de ideología.
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