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Penurias

Salvoconducto no libra de penurias a trabajadores durante la cuarentena
El personal que no está en cuarentena social debe lidiar con la inseguridad, maltratos, indiferencia de los cuerpos de seguridad y una alta posibilidad de contagiarse de COVID-19

 

El pasado 15 de marzo, en cadena nacional, Nicolás Maduro informó que solo el personal autorizado podía circular por todo el territorio con un salvoconducto, ante la medida de cuarentena por la propagación del coronavirus. Sin embargo, trabajadores del sector salud, alimentación, seguridad y servicios públicos, enfrentan a diario a muchos problemas para ejercer sus labores y asegurar el funcionamiento de los servicios más esenciales. 

Pero la pandemia del coronavirus llega a Venezuela en el peor momento. Desde el año 2016 diversas organizaciones como la ONU y la Cruz Roja Internacional han denunciado que el país se encuentra sumido en una emergencia sanitaria y en hiperinflación, a eso se le suma el colapso de los servicios públicos que, según cifras Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), en 2019 se produjeron 5375 protestas asociadas al sector, también la caída de los precios del petróleo y la escasez de combustible complican el panorama para todos aquellos que en tiempos de cuarentena deben salvar vidas, distribuir alimentos, velar por el funcionamiento de las telecomunicaciones y brindar seguridad en las calles. 

Verónica Araujo es bioanalista, trabaja para dos laboratorios y aunque es personal de salud con salvoconducto para surtir gasolina, manifestó que ha tenido problemas porque en las pocas estaciones que están trabajando no respetan las prioridades. “Llegué a la bomba de gasolina que está en Petare, -única cercana que estaba despachando combustible- hice la cola durante una hora y media y faltando tres carros nos dicen que se acabó la gasolina y que no nos pueden ayudar porque solo queda la reserva. Nos bajamos varias personas del área de la salud incluida una doctora con carnet del hospital Domingo Luciani, ella le informa al bombero que no puede llegar a trabajar porque se le encendió la luz de la gasolina y el que despacha le respondió que no pueden dar más gasolina porque la reserva es para los policías”, dijo Araujo.

Un estudio publicado el pasado 26 de marzo por la Presidencia interina de la República sobre el impacto de la COVID-19 puntualizó que hasta dicha fecha en Venezuela había una escasez de gasolina de 80,47%, mientras que solo 0,58% tuvo acceso al servicio con normalidad.

La comida, otro problema

El suministro de combustible no solo afecta al personal médico, Francisco Pérez trabaja en San Antonio de los Altos, estado Miranda en la distribución de frutas. Pérez afirma que pese a trabajar en una de las zonas más privilegiadas como lo es Caracas y los Altos Mirandinos donde nunca escaseaba la gasolina, le ha afectado considerablemente porque antes salían a despachar la mercancía todos los días y ahora solo pueden hacerlo tres veces por semana. “Los días de descanso los pasamos en Tazón o en San Antonio haciendo la cola para poder abastecer los camiones con combustible y poder trabajar”, dijo Pérez. 

Otro de los problemas que se le suma a la pandemia del coronavirus y que preocupa más o igual que la enfermedad, es el tema de la comida. Elizabeth Lancz, comerciante y distribuidora de alimentos en el municipio Sucre, aseguró que mientras los distribuidores le despachen seguirá vendiendo alimentos. “Cuando no puedan despacharnos comenzarán otros problemas mayores. Hay cosas que ya están escaseando como el arroz, azúcar, harina de trigo y aceite, y de los pedidos que se hacen, llega un cuarto de lo que se pide”, afirmó.

Lancz, aseguró que el precio de los productos así como el del dólar paralelo ha aumentado en la última semana y que eso es consecuencia de las maromas que hay que hacer para garantizar la reposición de la mercancía en todos los lugares donde se expenden alimentos. 

Según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), un sondeo socioeconómico anual de tres universidades privadas, 89% de la población venezolana que no tiene suficientes ingresos para garantizar sus necesidades básicas. 

Cifras de la Encuesta de la Presidencia interina afirman que 86,20% de los comercios que venden alimentos presentan fallas en los servicios y en el suministro de los mismos y que solo el 7,95% de los establecimientos están operativos y con una oferta completa de productos.

Como en los primeros días de marzo de 2019 cuando ocurrió el mega apagón que dejó a oscuras a todo el país, las calles de Venezuela se encuentran desoladas, pocas personas salen a tempranas horas para abastecerse de comida y medicinas. Sin embargo, esto no es impedimento para que el hampa común se aproveche de la situación. 

Martín David Ruíz es gerente general en el restaurante Shaka poke, ubicado en Altamira. Ruíz asegura que trabajar en estos momentos no solo los hace vulnerables a contagiarse de coronavirus, también la inseguridad está cada vez más acentuada en la zona de Altamira y Los Palo Grandes. Comentó que a dos de sus empleados los robaron subiendo por la Plaza Francia. “Un antisocial en moto los apuntó con un arma y les quitó los teléfonos y sus pertenencias”, dijo. 

Quienes andan en transporte público y deben seguir trabajando también la pasan mal. “En el Metro de Caracas debemos mostrar carnet, salvoconducto, carta de trabajo y tapabocas sino no nos dejan montarnos. Camionetas por puesto, no hay, y las que se encuentran cobran el pasaje como mejor les parece”, afirmó Yesenia Hidalgo, cajera en un supermercado de La Trinidad. 

Falta de insumos no ayuda al virus

Una enfermera del Hospital Universitario de Caracas quien prefirió ocultar su identidad por temor a represalias, afirmó a RunRun.es que las personas que llegan al centro con síntomas de COVID-19 les hacen la prueba y los mandan para sus casas, no los hospitalizan. “En la mayoría de los casos los mandan a los CDI y le dan la fulana pastilla que cura el virus, pero aquí no hacemos eso, de hecho no tenemos ninguna persona con coronavirus en el hospital”, dijo. La enfermera aseguró que la entrega de guantes y mascarillas en la institución es nula, lo que la expone altamente a contagiarse con la enfermedad. Expresó también que sufren por la falta de agua y la escasez de medicinas. 

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Hospitales, el desabastecimiento de insumos médicos en las emergencias rondó el 49% en 2019.

“Desde 2016, cuando llegamos a la Asamblea Nacional venimos alertando de la crisis en los hospitales. El país más vulnerable para perder vidas producto del Coronavirus es Venezuela”, dijo el médico diputado en el exilio José Manuel Olivares.

Un reportaje realizado por RunRun.es sobre los hospitales centinelas para atender la emergencia por COVID-19 en Venezuela, determinó que la situación de los hospitales venezolanos ya era bastante precaria antes de que llegara el virus. “El Hospital Periférico de Coche tiene un año cerrado. En el Hospital del Algodonal el personal médico protestó recientemente porque no están dadas las condiciones para atender a este tipo de pacientes allí, en el Hospital Pérez Carreño no tienen agua y al Clínico Universitario llegó recientemente agua a los pisos superiores después de ocho meses”, informó Mabel Castillo, miembro del Colegio de Enfermeras del Distrito Capital.

 

Desde la solidaridad, por Roberto Patiño

 

El modelo del régimen, más allá de lo ideológico, plantea que los intereses del grupo en el poder se sobreponen por encima de los del país y sus habitantes. Las privaciones y penurias que sufre la población están ligadas a esta visión de las cosas. Una visión de relaciones que se establecen desde lo clientelar, la imposición violenta, la dependencia y el sometimiento. Los padecimientos de la mayoría pueden incluso aprovecharse inescrupulosamente, a través de planes como los CLAP y el Carnet de la Patria.

Los derechos humanos y constitucionales son violentados y se supeditan a las necesidades y designios del régimen. El Estado no puede prestar servicios básicos, ni las instituciones públicas cumplir con sus funciones, coaptados por un régimen que prioriza su sostenimiento por encima de todo lo demás.  

Esto se expresa a todo nivel: en las emergencias alimentarias y de medicamentos, en el colapso de servicios básicos de agua, electricidad o gas, en la crisis de educación o de seguridad, en las condiciones fraudulentas en las que se encuentra el sistema electoral.

Se genera así un país fragmentado, de sectores enfrentados entre sí, violento, y hostil, en el que se imposibilita la coexistencia en un marco de equilibrio y bienestar. Por el contrario, se establece un régimen de opresión injusto, en el que el otro debe ser sometido o anulado desde el poder.

Un país de víctimas y victimarios.

Esto se ha vuelto evidente para Venezuela y el mundo. La VIII Cumbre de las Américas que acaba de realizarse, ha finalizado con un contundente pronunciamiento de los países convocados, que alerta acerca de las enormes dimensiones de nuestra crisis y hace un llamado al régimen de Nicolás Maduro a reconocer la emergencia humanitaria y atenderla.

Para liderazgo político y social venezolano romper con este modelo y contrarrestar el proceso de colapso y caos que produce, es nuestra tarea fundamental. Es también el reto más importante de nuestra sociedad, en orden de poder generar condiciones que permitan su desarrollo y bienestar.

La base para este cambio reside en las personas, en la gente. Las personas son el capital político y social más importante. Son, a la vez, la fuente y el destinatario de las energías del cambio.  

La articulación conjunta de los diferentes actores sociales y el encuentro de los diversos sectores del país alrededor de necesidades y aspiraciones comunes, son los primeros objetivos que deben alcanzarse para enfrentar, no solo al régimen y su modelo, sino para también acometer el proceso urgente de rescate del país.

Contraponerse al modelo de miseria, sometimiento y violencia del grupo en el poder, significa pensar y ejecutar lo político y social desde la solidaridad, el reconocimiento y la convivencia.

En Alimenta la Solidaridad, estos valores se materializan en un promedio mensual de 20.60 almuerzos que alimentan a 1.030 niños en 10 comedores distribuidos en el municipio Libertador y comunidades en Caracas.  Pero, tan importante como lograr un esfuerzo de alivio a la terrible emergencia del hambre, es también el producir el encuentro de comunidades, voluntarios, grupos particulares y benefactores.

Encontrarnos, reconocernos y superar las más grandes dificultades desde la solidaridad.

Avanzamos en un momento crucial de nuestra vida como país. Debemos enfrentar a un régimen antidemocrático y los embates de la mayor crisis de nuestra historia. Vivimos y viviremos, momentos dolorosos, complejos y difíciles.

Es nuestra creencia que la guía y el motor que deben impulsarnos en esos momentos está en la gente. No como objeto de caridad o de oportunismo egoísta, sino como apoyo, como vínculo, como fuente de fuerza y aliento.

No importarán la escala de los problemas que encontremos o los golpes que podamos sufrir en el camino, porque por sobre ellos podremos imponernos desde el encuentro y la solidaridad. Allí están las bases reales de nuestra esperanza de cambio.

 

@RobertoPatino

Estudiantes en el Extranjero: Miles de venezolanos sufren penurias y viven en míseras condiciones

estudiantesextranjero

 

Carlos Moreno, coordinador mundial de la ONG Estudiantes en el Extranjero, explicó que el problema de la adjudicación de divisas a los estudiantes venezolanos en el exterior, que comenzó hace tres años, se ha convertido en una crisis migratoria. “Miles de estudiantes tuvieron que quedarse en los países donde estaban haciendo carreras universitarias porque el Centro de Comercio Exterior –Cencoex- nunca aprobó sus divisas, no tuvieron dinero ni para regresar ni para alimentarse, entonces decidieron quedarse y ahora el rollo es migratorio porque, al no cumplir con los requerimientos del pago de la matricula, inmediatamente cancelan la visa y se convierten en indocumentados y esto está pasando en diferentes países del mundo”.

En el espacio En Sintonía de Unión Radio, rechazó que los estudiantes tengan que mendigar las divisas al gobierno. “Ha sido una retaliación contra nosotros, nos hacen sentir como si no fuéramos venezolanos, como si estuviéramos abusando de un sistema que ellos mismos crearon (…) Esto es un derecho que nosotros tenemos, pero este sistema es de mendicidad”.

Moreno cuestiona que los estudiantes venezolanos en el exterior hayan sido obligados a vivir en una condición de apátridas, es decir carentes de una nacionalidad legal. “Apátrida no es alguien que vende a su país, apátrida son personas que no tienen un estatus migratorio o jurídico determinado. Aquí hay muchachos que están indocumentados y además no tienen pasaporte porque ni siquiera para eso dan divisas”.

Destacó que legisladores de Estados Unidos nos están llamando los nuevos refugiados modernos.

Moreno describió que muchos jóvenes venezolanos están viviendo en míseras condiciones, muchos viven en refugios. “Hemos tratado de conciencia en el gobierno para buscar salidas a corto plazo para ayudar a los estudiantes”.

Explicó que en la capital española, Madrid, la ONG Estudiantes en el Extranjero está trabajando con la oficina de refugiados de la ONU para darles a los estudiantes un estatus migratorio especial dentro del Reino de España y en EEUU, se está tratando de conseguir trabajos temporales a los jóvenes así sean indocumentados. “La AN de Venezuela el pasado septiembre declaró en emergencia migratoria a los estudiantes y jubilados y pensionados en el exterior y ese documento ha sido un instrumento jurídico determinante en las diligencias en el exterior”.

 

Mar 04, 2016 | Actualizado hace 8 años
Simpatía por el diablo por Jean Maninat
 GobiernoCuba
«Pleased to meet you, hope you guess my name. But what’s puzzling you is the nature of my game». Bien le podría decir el presidente cubano, Raúl Castro, a Mick Jagger, si llegara a saludarlo, y al resto de los Stones, durante la anunciada visita/concierto a Cuba de la mejor banda de rock que el universo ha parido. Con un poco más de entusiasmo, uno se podría imaginar a la gerontocracia partidista del PCC y sus lobeznos, vestidos de verde olivo, o con sus impolutas guayaberas blancas, marcando el ritmo con unos recatados «uh, uh», mientras se bambolean de lado a lado como un coro de evangélicos suecos. Si por milagro, tiene usted un paquetico de café, o de arroz, apuéstelos a que el día del concierto una cámara traviesa poncha al presidente Maduro en medio de la nomenclatura, tocando un bajo Fender imaginario y celebrando el concierto. Tiene usted todas las de ganar.

Según relata el diario El País, de España, del 1 de marzo, ya en la isla y en la diáspora se desató una tormenta tropical alrededor del evento musical: su significación política y lo que representa como muestra de la profundidad del actual proceso de apertura está en duda. ¿Simple maquillaje, o fractura de la máscara totalitaria? Es una discusión sin fin, de la cual está ausente una mayoría de los «condenados del condado» en la isla, alegres por las cosas que se cuelan por la rendija recién abierta que hace apenas unos años eran la materia de un sueño descalabrado, por hambriento y fumado. Un teléfono celular, o el acceso regulado al Internet, no anuncian la entrada a una democracia plena, pero son pitillos que succionan oxígeno para respirar bajo el agua de la opresión política. Amortiguan el rigor del otro embargo: el de las libertades públicas internas.

El escritor cubano Leonardo Padura -quien vive en la isla- citado en el trabajo de El País al que hicimos referencia advierte: «Si alguien me hubiese dicho cuando era un adolescente que algún día el grupo británico pudiese actuar en mi país le hubiese dicho que era un enfermo mental sin causa posible de reparación». Pero no fueron sólo los Stones, o los Beatles, quienes tuvieron que esperar décadas para ser escuchados. Los míticos soneros cubanos, los músicos de la noche habanera que tan bien retratara Cabrera Infante cuando «ella cantaba boleros», también fueron prohibidos -en otro embargo interior, este musical- de ser oídos en su propio país. Los que no tuvieron la suerte, o las ganas de salir, sobrevivieron haciendo labores menores, malgastando su inmenso talento, mientras unos funcionarios con guitarra paseaban por el mundo una fraudulenta Nueva Trova Cubana de la que hoy sólo queda desencanto y resentimiento. Sin embargo, aquellos luminosos ancianos del Buenavista Social Club, nos siguen haciendo tan felices como cuando los escuchamos por primera vez.

Es todavía temprano -o tarde, o lo que usted decida- para tener un juicio responsable sobre lo que se lleva a cabo en Cuba. A todas luces, las cosas están cambiando; no a la velocidad y la profundidad que muchos desean con razón. Más bien, marchan al ritmo que el reconocimiento tardío del despropósito histórico en el que se embarcaron sus hoy octogenarios dirigentes lo permite. ¿Se puede pensar que pronto se desarrollará una sociedad abierta en la isla? Es poco probable. Pero seguramente irá amainando la penuria y el atraso que el experimento comunista ortodoxo repartió a manos llenas entre sus habitantes. Y ya eso es un alivio, sobre todo para ellos.

Una vez más, la música sirve para subrayar la necesidad de diálogo y apertura. Más sabe el diablo por músico que por viejo: Pleased to meet you, hope you guess my name…uh.uh.uh.uh.