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Opinión

Nilda Silva Dic 04, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La paradoja del perdedor porfiado
Estamos ante un perdedor que revierte (a la fuerza, con violencia o valiéndose del poder corrupto la derrota vivida

 

@ajmonagas

“Ser una rémora” adquiere sentido en aquella situación en la que existe algún obstáculo que complica el desarrollo normal de un proceso en particular. Cuestión más común en el ejercicio de la política que en otro contexto.

Siempre el individuo, en su afán de alcanzar un objetivo, choca con algún estorbo que dificulta el logro del propósito anhelado, calculado o esperado. De ahí el adagio que reza “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Aunque en política, el tropiezo es reiterado hasta la saciedad. Cada vez hay más motivos y se tienen más argumentos para repetir el tropezón.

En política es casi propio que su desenvolvimiento se tope con alguna dificultad advertida. Todo pareciera como un denominador cuya representación funja cual múltiplo común, máximo o mínimo, ante lo que esté operando a nivel de numerador. 

Valga esta comparación o paráfrasis a manera de referencia que pueda explicar el problema que atraviesa el ejercicio de la política. Más toda vez que alguna rémora atasca el curso del proceso político. Y en lo particular, cabe aludir la actitud retrógrada y testaruda de un régimen cuya ideología contempla aquella táctica propia del juego manipulado. O de la trampa calculada.

Se trata del axioma lúdico según el cual, “el juego se desarrolla a instancia del poder que sus jugadores se arroguen en aras de lograr el triunfo necesario”. Y en política, esta estratagema adquiere el valor que mejor le asigne quienes dominan la situación que consagra el manejo del poder. O sea, la manipulación de la fuerza.

Quizás esto mejor puede explicarlo el hecho de rememorar el mando del juego cuya pelota es propiedad de alguno de los jugadores. Más si la actitud del jugador se presta a maniobrar con malicia o egoísmo el desarrollo del juego. Para ello, ese mismo jugador advierte que retirará la pelota del campo si pierde el juego.

Y eso, no es otra forma de demostrar el sentido equivocado del equilibrio del jugador que ha perdido. O que esté perdiendo. No entiende que en el juego debe preceder y presidir el concepto de “democracia”. Y demás valores morales y políticos que le sean inmediatos. Es lo que debe signar toda confrontación que se precie de reglas equilibradas. 

Es lo que con frecuencia ocurre en ambientes salpicados o cundidos de subdesarrollo o de incultura política. Particularmente, cuando se organiza un proceso electoral. O donde se pone en relevancia la fuerza política dominante. Es ahí donde el problema se repite. Y adquiere razón el adagio de tropezar reiteradamente “con la misma piedra”. Y todavía, no aprende. Como dice el popular refrán: “vuelve la burra al trigo”.

El actor político tropieza de nuevo con el mismo mogote. Y ello acontece al no discernir o comprender la situación que debe atravesar. Por eso, conforme a la razón y en atención al riesgo en ciernes, vuelve a equivocarse. Eso hace ver, que no ha aprendido a superar las contingencias. Entonces el problema reincide. Y hasta con mayor ímpetu.

Sin duda alguna, no puede esconderse que la torpeza es testaruda. Es ahí cuando la situación en cuestión, consume recursos. Exalta violencia. Agota disposiciones. Infunde confusiones. Es el escenario perfecto para incitar más problemas.

Es característica propia de regímenes testarudos para los cuales es “prioritario” reivindicar la obtusa visión a la que, por conveniencia, se apega sin medir consecuencia alguna. Sus intereses están por encima de las necesidades que verdaderamente hacen cimbrar las realidades.

Es el ejercicio de la política troglodita. La expresión de un concepto de política desfasado de las exigencias que clama el siglo XXI. Es esa política que aplica o sobreviene cada vez que se viven coyunturas infames. O que comete graves errores, pero concebidos presumidamente, como pautas para decidir medidas absurdas y torcidas.

La testarudez del actor político (tozudo) en juego, se arroga la creencia de que está anotándose el triunfo de la ocasión (crasa ignorancia). Es la manifestación de todo un tinglado de ortodoxas consideraciones. Y que, en política, se conoce como aquella incoherencia o incongruencia de la cual se vale un perdedor para revertir (a la fuerza, con violencia o valiéndose del poder corrupto) la derrota vivida. Es la paradoja del perdedor porfiado (cualquier parecido con la realidad política venezolana, es mera ¿casualidad?).

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

El revocatorio desconoce la transición constitucional
Proponer un referendo revocatorio del mandato inexistente de Maduro le forja una legitimidad espuria al régimen usurpador y le quita todo sustento a la transición

 

@asdrubalaguiar

La práctica democrática al detal, propia de estos tiempos y uso reiterado por quienes se dicen opositores a las satrapías instaladas en América Latina, es el nocivo germen que viene acabando con la democracia como forma de vida ciudadana. Bien explica el por qué aquellas se sostienen, a pesar de sus aviesos desprecios por la dignidad humana y las libertades.

La mediocridad democrática

La mediocridad democrática

En Venezuela, sobre todo bajo el impulso de los mesianismos que nutren a su historia y la reescriben cada vez que se instalan en el poder oficial u opositor, la incoherencia ha sido el mayor pecado de las élites. Ella encuentra su origen, justamente, en el desprecio por estas de los valores que forjaran a la nación y le dan su especificidad, y por creer las mismas que no hay precedentes ni instituciones históricas que les exijan ser coherentes, pues privan sus adánicas y arbitrarias voluntades.

¡Soy liberal pues mis contrarios son conservadores, y sería conservador si ellos fuesen liberales!, decía Antonio Guzmán Blanco a mediados del siglo XIX. Llegado el siglo XX, en 1899, Cipriano Castro, el Cabito, proclama “nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”. Y Hugo Chávez, transcurridos 100 años, desde 1999, se hace del gobierno decretando moribunda a la constitucionalidad, predicando la emergencia de un Hombre Nuevo. No por azar, entonces, Venezuela ha sido y es, salvo por breves intersticios, un patio de polaridades, de mandones que se instituyen a sí en medio de francachelas. La historia y la cultura, el patrimonio intelectual que se sucede entre generaciones y les da talante, asegurando la coherencia de los comportamientos políticos y sociales, son estimadas entre nosotros de exquisiteces urbanas.

Fue milagroso en 2019, en otro año que se cierra con el llamado número de la perfección, que los opositores al narcorrégimen de Nicolás Maduro hubiesen adoptado una constitución provisoria, un Estatuto guía para la Transición hacia la Democracia a fin de restablecer la Constitución destruida por este y su predecesor, volviendo a la Constitución desde la Constitución.   

El origen de dicho Estatuto provisorio y de rango constitucional –ajeno a un país cuya tradición cesarista solo ha permitido que dos de sus constituciones gozasen de respetable durabilidad, la de 1830 y la de 1961– tuvo su fundamento, exactamente, en la ausencia de un presidente electo para el 10 de enero de 2019. Maduro ya no lo era, ni para la comunidad internacional y tampoco para la mayoría integrante de la Asamblea Nacional electa en 2015.

Desde antes, esta, el 9 de enero de 2017, declara que “Nicolás Maduro ha abandonado su cargo (al usar de la autoridad civil y militar para socavar la Constitución), abandonando el principio de la supremacía constitucional”.

El Estatuto, de consiguiente, pasó a ordenar los principios y fijar los propósitos constitucionales vinculantes para el restablecimiento, en el marco de una transición e interinidad gubernamentales, la fuerza de la Constitución. Y para que se alcancen elecciones presidenciales y parlamentarias libres, legítimas, justas, competitivas e internacionalmente observadas, una vez como se logre un poder electoral independiente que las administre.

Los plazos y etapas previstos, de suyo subsidiarios en el Estatuto y por responder a la idea de una transición, sirven de norte, pero no de mandato insoslayable. Toda transición, todavía más bajo una dictadura de corte criminal, es por su naturaleza aleatoria y atemporal. Tanto es así que el Estatuto para la Transición surge de la imposibilidad fáctica de dar cumplimiento –dada la usurpación del poder imperante– al término de 30 días que ha de durar en el ejercicio de sus funciones el encargado de la presidencia y cabeza de la Asamblea Nacional, por expresa disposición constitucional.

Ahora bien, el desempeño del interinato –suerte de cábala política– realizado de un modo colegial por los partidos de mayoría en el parlamento, puede y ha de ser objeto de valoraciones políticas distintas e incluso de condenas éticas por sus ejecutorias. Pero si el propósito de quienes aspiran a restablecer la constitucionalidad es, como debería ser, devolverle a Venezuela su institucionalidad y ayudarla a salir de su marasmo histórico, lo primero que han de hacer estos es dar el ejemplo y acatar el Estatuto para la Transición sin destruir su institucionalidad.

Urdir tácticas de circunstancia, como proponer la realización de un referendo revocatorio del mandato inexistente de Maduro, en pocas palabras es pretender revocar constitucionalmente un gobierno inconstitucional. A la par del galimatías, ello le forja una legitimidad espuria al régimen usurpador y le quita todo sustento a la transición. Se le da un golpe por mampuesto y en fraude a la constitucionalidad provisoria al encargado presidencial. Y la política democratizadora pasa a ser, aquí sí y de un modo integral, un teatro de improvisaciones.

De ser así se estará repitiendo con ello la trágica desviación cesarista, muy bolivariana, que arranca entre nosotros desde la caída de nuestra Primera República, como la es acabar con la Constitución para despachar al gobernante o a los gobernantes colegiados por incómodo y en el turno.

Cae el gobernante, cae “su” constitución, seguirá siendo la máxima de nuestra falta de unidad política y de instituciones, de anegamiento de polaridades, sin servidores leales que amen a Venezuela más que a sí mismos.

Chávez argüía razones políticas para cargarse a la Constitución de 1961, y en el empeño encontró el paradójico apoyo de los guardianes del orden constitucional. Esta vez, para colmo, escucho decir, a quienes prometen librar a Venezuela de su larga dictadura y para que alcancemos instituciones democráticas, que la cuestión es política y de conveniencia, no de juristas o de constitucionalistas. Por lo visto, no aprendemos de la experiencia, o repetimos lo que ha sido nuestra mala experiencia de doscientos años en los que la patria ha sido botín para los candidatos al poder. No nos quejemos.

correoaustral@gmail.com

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Lo feo de las megaelecciones del 21-N (3/3)
Para mantener la hegemonía del chavismo, el régimen necesita desacreditar el proceso electoral y para esto la decisión del TSJ sobre Barinas le resulta funcional

 

@victoralvarezr

En este último artículo del tríptico Lo bueno, lo malo y lo feo de las megaelecciones del 21-N nos referiremos a la sentencia de la Sala Electoral del TSJ mediante la cual suspende los procesos de totalización de actas, adjudicación y proclamación del candidato a gobernador en Barinas y ordena al CNE repetir las elecciones. Muy fea esta intromisión del poder judicial que interrumpe el proceso de reconteo de los votos que estaba llevando a cabo la Junta Nacional Electoral. El CNE, que recuperó confianza y credibilidad, ahora queda nuevamente expuesto ante la opinión pública nacional e internacional. ¿Cómo queda entonces la autonomía e independencia del poder electoral frente a los demás poderes públicos?

La Contraloría sigue siendo un instrumento para inhabilitar a los candidatos ganadores de la oposición y pasar por encima de la voluntad de la soberanía nacional expresada a través del voto.

Una vez más la intervención de la Sala Electoral del TSJ desplaza al CNE para dirimir una controversia electoral.

Esta decisión le termina dando la razón a quienes cuestionan que en Venezuela no hay Estado de derecho ni respeto al principio de la separación de poderes.

No hay contrapesos que limiten el abuso de poder a favor de una parcialidad política empeñada en aferrarse al poder a pesar de ser rechazada por la mayoría del país. Y peor aun, una decisión que permite que un estado del país sea tratado como un feudo propiedad de una familia y su partido por el simbolismo que tiene para el gobierno perder las elecciones nada más y nada menos que en la cuna de Chávez. 

El TSJ desconoce el decreto presidencial a través del cual se concedieron 110 indultos a ciudadanos como parte de los acuerdos políticos entre el gobierno y la oposición, entre los que se encontraba precisamente Freddy Superlano, el candidato opositor que resultó ganador. Si bien este estuvo inhabilitado, se le concedió indulto mediante decreto presidencial No 4277, publicado en la Gaceta Oficial No 6559 Extraordinario (31-08-2020).

¿Cuál es la inhabilitación de la Contraloría en la que se basa la Sala Electoral del TSJ para desconocer la voluntad de los electores en Barinas? ¿Por qué la Contraloría no lo hizo antes del 21-N?  ¿Por qué el CNE autorizó la inscripción de una candidatura que supuestamente estaba inhabilitada? Y ¿por qué el TSJ no lo advirtió oportunamente y solo actuó después de conocerse el resultado? ¿Qué explica que esta y otras candidaturas que ahora resultan inhabilitadas no hayan sido objetadas tal y como ocurrió con los 27 candidatos que no pudieron participar, entre ellos 14 del PCV?

¿Por qué solo se repiten las elecciones únicamente en el estado donde un candidato supuestamente inhabilitado resultó ganador y no en los demás estados donde participaron candidatos que a posteriori resultaron inhabilitados? En los estados donde participaron candidatos inhabilitados que restaron votos a la candidatura de la oposición, que pudo haber resultado ganadora, esto se interpreta como una maniobra del gobierno para distorsionar la expresión de la soberanía popular. A raíz de la decisión del TSJ en Barinas, los derrotados plantean repetir los comicios sin candidaturas fraudulentas que dividan el caudal electoral del país descontento.

El gobierno ganó la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, pero la sumatoria de los votos dispersos que obtuvieron las oposiciones a lo largo y ancho del territorio nacional es mayor que la que obtuvo el oficialismo.

Esto quiere decir que el régimen no tiene la mayoría del voto popular y por lo tanto puede derrotarlo una oposición unida que consolide y capitalice electoralmente la mayoritaria votación que obtuvo en torno a una candidatura única y unitaria.

En esas circunstancias, ni el gobierno ni el PSUV están dispuestos a correr el riesgo de que se desate una euforia electoral triunfalista, toda vez que sería barrido en un eventual referendo revocatorio o en la próxima elección presidencial. Tiene que maniobrar y desconocer la voluntad de los electores para seguir dándole fuerza a la idea de que “en Venezuela se vota, pero no se elige”, que “dictadura no cae con votos”, que “participar en las elecciones es convalidar la farsa electoral del régimen”.

Para sobrevivir a la debacle electoral que pone en peligro la hegemonía del chavismo, el régimen necesita desacreditar el proceso electoral y para esto la decisión del TSJ le resulta totalmente funcional, toda vez que remueve en el imaginario electoral la idea de que en Venezuela no hay un poder electoral autónomo e independiente.

En Barinas queda en entredicho la voluntad y compromiso del gobierno en avanzar hacia una solución política y pactada del conflicto venezolano. Con esta arbitrariedad se empaña lo bueno que se había logrado para recuperar la confianza en la institución del voto y retomar la ruta electoral.

Los ánimos están caldeados. El desconocimiento de la voluntad de los electores puede ser el detonante de protestas muy legítimas y esto puede dar lugar a una confrontación violenta entre civiles, cuestión que nos alejaría de una solución democrática, electoral y pacífica del conflicto venezolano y revitalizaría los desvaríos de promover una intervención extranjera que le ponga fin a la crisis.

Se impone recuperar la credibilidad en el proceso político venezolano. Las oposiciones tienen por delante el reto de acordar el mecanismo para elegir a un candidato único y unitario que permita capitalizar electoralmente la mayoría de los electores descontentos con el gobierno en las elecciones convocadas para el 9 de enero en Barinas.

¿Serán las oposiciones capaces de convertir este despojo en una victoria mucho más clara y contundente?

¿Estará el liderazgo opositor a la altura de este desafío histórico o con su división seguirá haciéndole el juego al gobierno? ¿Dejará a un lado sus proyectos particulares, ambiciones personales, egos desmesurados y viejos rencores para presentar una candidatura unitaria con la que se identifique el elector descontento y opositor? Eso está por verse.

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Armando Martini Pietri Dic 02, 2021 | Actualizado hace 1 mes
¡Mi reino por un caballo!
Nuevos tiempos han visto a mujeres imponer sus derechos y hacerlo con empeño y lucimiento

 

@ArmandoMartini

Inmortalizado por William Shakespeare en su obra Ricardo III, rey de Inglaterra y señor de Irlanda, hasta su muerte en la batalla de Bosworth, en el último acto de la guerra de las Dos Rosas, conflicto que, durante tres decenios, enfrentó a los miembros y partidarios de la casa de Lancaster contra los de la de York.

Retrata la tragedia de su majestad, polémico soberano, enterrado 5 siglos después, cargado de odio, cruel verdugo, que no dudó en adueñarse del trono y hacer asesinar a sus dos sobrinos en la Torre de Londres. El que, muerto su caballo en plena batalla, desesperado y acorralado, grita ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo! Grito similar al lanzado por dirigentes que se asumen nacionales en esta Venezuela desolada por la batalla entre la corrupción, ineficiencia, promesas vagas de bienestar, libertad y democracia.

Alarido de varios cuando esperábamos el rugido de una dirigencia unida hacia la conquista de una nación decorosa, digna, admirable, justa, próspera. Y solo escuchamos el llamado de auxilio para rogarle de rodillas al opresor la adjudicación de pequeños cargos, limosnas humillantes que permiten beneficio y privilegio de continuar señalando: no podemos resolver los graves problemas porque el responsable es otro que los traba e impide actuar. Legitimando lo ilegítimo, culpando a las sanciones y encubriendo la responsabilidad del único culpable; socialismo bolivariano del siglo XXI.

Sin embargo, no resultó el engaño y la respuesta a los perjuros fue clara, contundente, obvia. Por encima de palabras huecas, tan habituales y no cumplidas ya sin capacidad de ruido. Lo que ha resonado atronadoramente es la indiferencia ciudadana, el rechazo que deslegitimó a quienes pretendieron de nuevo burlarse. Para el régimen y partidos cooperantes de oposición oficialista lo de los porcentajes es importante; pero en realidad es el mensaje de apatía y desgano el que cuenta y evidenció la ciudadanía.

Un último exhorto

Un último exhorto

Generaciones actuales, que nacieron en plena decadencia por el desgaste y egoísmo de los grandes partidos que forjaron la democracia y después se esforzaron en perderla, han crecido, convertidos en hombres y mujeres que huyen despavoridos para ganarse la existencia y obtener mejor calidad vida para sus familias. El mejor ejemplo del espectacular, doloroso y vergonzoso fracaso tanto de una revolución que alardeó de cambios, ahogándose en corrupción, como de quienes proclamaron oponerse a contubernios jamás cumplidos convertidos en confabulación y errores.

Han fracasado, la Venezuela rodeada de tecnología, adelantos y poderíos enfrascados en sus propios enfrentamientos, es solo un desierto de prosperidad marchita, que jóvenes cruzan a su leal saber y entender convencidos de que solo cuentan con ellos mismos.

No sienten que valga la pena entregar caballos a los que alardean de triunfos futuros mientras chapotean en el charquero de sus fracasos. Esos venezolanos hartos, desilusionados por picardías, ni por equivocación echan un vistazo a dirigentes que se empequeñecen más cada vez que hablan. Solo se miran a sí mismos y al largo camino que les espera cruzando el desierto hacia la tierra prometida, tierra de gracia, que deberán sembrar y cuidar.

Los grandes del mundo lo saben, nos ven desde afuera. No se interesan en venir a un territorio desolado de esperanza y fe, que ni es de ellos ni les concierne, sólo esperan que logre crecer por sí mismo, y nos indican cuál es su Moisés, un muchacho que nada o poco logra convencer, irrelevante, carajeado por un G4 que lo traiciona reconociendo al régimen investigado por la Corte Penal Internacional por crímenes de Lesa humanidad, como legítimo, pero del cual nos dicen “¡es el enviado!” que ha demostrado, desconocer la magnitud de la misión que se le ha encomendado.

Nuevos tiempos han visto a mujeres imponer sus derechos y hacerlo con empeño, lucimiento, éxito. Llegó la hora en que sean los mismos ciudadanos los que, en acción profundamente democrática, decidan quiénes son los dirigentes en los cuales creer. Un reto formidable para la ciudadanía; una idea clara de quien se empeña en ser conciencia con todo lo que ello implica, que no cede a tentaciones, que tiene la honestidad y autoridad de dar la cara.

Ahora, como designio bíblico, aparece quien aplastará la cabeza de la serpiente infame y propone un desafío maravilloso a quienes van a cruzar el desierto; escojan sus guías, porque hace tiempo, los que teníamos, se quedaron sin caballos.

El desierto exige beduinos avezados, valientes, coherentes, de mirada larga para ser confiables y guiar adecuadamente. Los que cayeron de sus caballos deben ser abandonados, que busquen sus propios oasis, si los consiguen, recuerden que el desierto los secará hasta los huesos.

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Lo malo de las megaelecciones del 21-N (2/3)
Balance de los problemas que empañaron la jornada electoral

 

@victoralvarezr

Continuando con el tríptico sobre lo bueno, lo malo y lo feo de las megaelecciones del 21-N, hoy vamos a presentar un balance de los problemas que empañaron la jornada electoral y que plantean una hoja de ruta sobre las condiciones y garantías electorales que hay que mejorar para lograr que en Venezuela los procesos electorales se realicen a la altura de los estándares internacionales. Entre los problemas pendientes se destacan los siguientes:

Inhabilitación de candidatos

La Contraloría General −mediante un procedimiento administrativo−, inhabilitó a opositores con opción de ganar y conculcó así sus derechos políticos. Forzado por este tipo de inhabilitaciones, el CNE rechazó 27 candidaturas; entre ellas, 14 afectaron al Partido Comunista de Venezuela (PCV).

Decisiones sesgadas del Tribunal Supremo de Justicia

La judicialización de los conflictos internos dio lugar a la intervención de los principales partidos de la oposición mediante la sustitución de sus autoridades y la entrega de sus tarjetas electorales a facciones rivales internas que pactan con el gobierno. Esto afectó la igualdad de condiciones, imparcialidad y transparencia de la contienda.

Ausentismo de miembros de juntas y mesas electorales

En pleno proceso electoral hubo que sustituir a muchos miembros que no se presentaron. El 54 % de los miembros de las mesas observadas correspondió a miembros originalmente elegidos por sorteo, mientras que en el otro 46 % fueron suplentes.

Uso de recursos públicos

Circularon audios por las redes sociales en los que candidatos oficialistas reclamaban a los jefes de instituciones movilizar las nóminas y llevarlas a votar. Se observó el uso de vehículos oficiales con estos fines, así como la participación de funcionarios en actos de campaña, distribución de bolsas de alimentos, bombonas de gas, plantas eléctricas, bombas de agua y operativos de vacunación con fines de campaña electoral.

Parcialidad de los medios de comunicación

La cobertura fue favorable a los candidatos del gobierno en la televisión estatal y emisoras de radio. Más de la mitad de todas las menciones y apariciones de candidatos en los medios públicos fue a favor de los candidatos oficialistas.

Pocas actividades de formación electoral

En un país que venía de tres procesos electorales en los que un importante sector de la oposición llamó a la abstención y desacreditó la institución del voto, faltó una campaña informativa y formativa más intensa y eficaz para convencer al elector de que su voto es secreto y no puede ser alterado. La opción del voto cruzado no se explicó bien.

Retraso en instalación y cierre de las mesas

En la apertura se debió principalmente a la falta de miembros de mesa y a una mala organización; la mitad de los miembros de las mesas observadas eran sustitutos. Los retrasos en el cierre son atribuidos a la operación remate que lleva a cabo el oficialismo cuando sus estimaciones lo dan como perdedor y procede a desplegar su poderosa maquinaria electoral para movilizar a última hora a los electores rezagados.

En su gran mayoría, los resultados del escrutinio se transmitieron de forma electrónica. Las auditorías ya habían comprobado previamente que el Sistema Automatizado de Votación funciona de manera segura y correcta y que cuenta bien los votos. En casi totalidad de las mesas observadas se hizo entrega de copia del acta de escrutinio a los testigos presentes.

La jornada transcurrió de manera pacífica, con apenas algunos incidentes aislados. Al cierre de mesas, escrutinio y auditoría final, en la inmensa mayoría de los estados y municipios no se denunciaron irregularidades, reclamos ni impugnaciones por inconsistencias en los resultados ni denuncias de fraude.

Aunque todavía queda mucho por hacer para lograr unas condiciones electorales a tono con los estándares internacionales, los avances logrados no deben subestimarse, toda vez que contribuyen a recuperar la confianza en la institución del voto y a retomar la ruta electoral para alcanzar una solución democrática y pacífica a la crisis venezolana.

En el próximo y último artículo del tríptico Lo bueno, lo malo y lo feo de las megaelecciones del 21-N nos enfocaremos en analizar a qué responde la maniobra del gobierno de desconocer la voluntad de los electores en el estado Barinas para volver a convocar la elección del gobernador. ¿Se unirá la oposición? ¿Le saldrá al gobierno el tiro por la culata? ¿Ante semejante despojo irá la ciudadanía descontenta a votar? ¿Error del gobierno o jugada fríamente calculada? Lo analizaremos en nuestro próximo artículo. Hasta entonces.

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Lo bueno de las megaelecciones del 21-N (1/3)
Con este artículo comenzamos el tríptico Lo bueno, lo malo y lo feo de las megaelecciones del 21-N

 

@victoralvarezr

Estos comicios se llevaron a cabo en condiciones muy difíciles. No solo por la falta de independencia de los poderes públicos, inhabilitaciones políticas, intervenciones judiciales de partidos, ventajismo oficialista y deterioro general de las condiciones electorales, sino también por una larga campaña en la que los partidos más importantes de la oposición repitieron una y otra vez que “en Venezuela se vota pero no se elige”, que “dictadura no cae con votos”, que “participar en las megaelecciones es convalidar la farsa electoral del régimen”, y desacreditaron al voto, al árbitro electoral y a la propia la ruta electoral.

La designación de un nuevo CNE que se propuso llevar a cabo un arbitraje institucional estimuló la participación de la oposición abstencionista que no había concurrido a las elecciones parlamentarias, presidenciales y regionales anteriores.

Para tener una idea más clara de lo logrado y aún queda pendiente, compartiremos un balance de lo bueno y lo malo del proceso electoral en general. Nos apoyaremos en la declaración preliminar de la MOE-UE, en el Informe del Observatorio Electoral Venezolano (OEV) y en la matriz de opinión pública que surgió al calor de los comicios del 21-N.

El nombramiento de un nuevo CNE

Con una representación de rectores más confiables y creíbles para el país descontento y opositor, fue el acuerdo político más importante para estimular la participación electoral de los abstencionistas. Hoy se aprecia un creciente consenso que reconoce al actual CNE como el más equilibrado de los últimos 20 años. Independientemente de la simpatía política de los nuevos rectores, con el fin de recuperar la confianza en la institución del voto y en la ruta electoral, han hecho un gran esfuerzo por llevar a cabo un arbitraje institucional; y la mayoría de las decisiones se han tomado por consenso a través del diálogo interno.

Actualización del Registro Electoral

La participación en las jornadas de actualización del registro electoral fue alta en comparación con elecciones anteriores. El CNE contabilizó 394.242 nuevos votantes y 1.024.367 cambios de dirección. El registro electoral definitivo quedó con 21.267.813 votantes.

Realización de auditorías

La última auditoría integral fue en 2005. El cronograma electoral de la CNE incluyó 16 auditorías de diferentes etapas del proceso electoral, desde el registro electoral y el sistema automatizado de votación, hasta la configuración de las máquinas de votación antes de su traslado a los estados.

Fiabilidad de las máquinas de votación

A contrapelo de las leyendas urbanas que difunden la idea de que el sistema automatizado no protege el secreto del voto y que el oficialismo puede alterar la elección de los votantes, expertos de universidades venezolanas realizaron una auditoría exhaustiva del sistema automatizado de votación que incluyó las máquinas de votación, el sistema de totalización, el hardware y dispositivo de identificación biométrica y la base de datos de huellas dactilares. La evaluación de los expertos fue positiva y su informe final declaró que el sistema presentaba suficientes garantías para proteger la integridad y el secreto del voto.

Capacitación de miembros de mesa

50.756 miembros de mesas seleccionados por sorteo público recibieron formación. Otros 43.516 participaron de forma voluntaria. El CNE formó más de 90.000 miembros de mesa, suficiente para las 30.106 mesas que se instalarían a lo largo y ancho del territorio nacional.

Designación de testigos electorales

Los partidos políticos atendieron al llamado de designar y capacitar sus testigos electorales. En la mayoría de las mesas las corrientes más importantes del gobierno y la oposición tenían representantes para observar el proceso y defender sus votos.

Instalación oportuna de las máquinas de votación

El traslado de las 30.106 máquinas distribuidas a lo largo y ancho del territorio nacional exigió un complejo proceso logístico. Con dos días de anticipación se instaló el 99 % de las máquinas en los centros de votación.

Una campaña electoral cívica y en paz

En cualquier país del mundo, las campañas electorales suelen ser eventos en los que se desatan muchas emociones y pasiones humanas. La campaña electoral fue bastante corta y se desarrolló en un ambiente tranquilo, sin mayores incidentes ni situaciones que lamentar.

Votación y transmisión sin novedad

Las máquinas transmitieron los resultados sin problemas y en las mesas donde no se pudo transmitir, en la mayoría de los casos los miembros de mesa actuaron según el procedimiento establecido. El recuento de los comprobantes de papel también se consideró bueno.

En el próximo artículo haremos un balance de los problemas que empañaron la jornada electoral y que plantean una hoja de ruta sobre los asuntos pendientes que es necesario corregir y mejorar para lograr que en Venezuela se realicen elecciones a tono con los estándares internacionales. Hasta entonces.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Orlando Viera-Blanco Nov 30, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La continuidad somos todos
La continuidad no es una reserva del Gobierno interino. Es la que encarna cada venezolano por nuestro derecho a vivir y morir en Venezuela, libremente, en democracia y en paz

 

@ovierablanco

La continuidad no es un desafío estrictamente jurídico. Que sea un tema fundamentalmente constitucional, es indiscutible. Pero hablar de constitucionalidad sugiere inevitablemente hablar de los derechos y valores que la contienen, entre ellos, nosotros el pueblo de Venezuela, en el pleno ejercicio de sus valores multiétnicos, culturales, soberanos y democráticos.

Los valores democráticos del venezolano 

¿Quiénes somos en esencia? Somos cultura, que es identidad, que es historia. Preservar la Constitución es darle vigencia a nuestro acervo ciudadano que son tanto los forjadores y fundadores de la patria soberana -próceres y aborígenes- como sus hijos, seres pensantes y libres que merecen vivir en sana paz, prosperidad, independencia y justicia. Es la tolerancia comprendida entre lo identitario y local vs. lo homogéneo y universal, donde no tiene espacio el análisis de la explotación y la lucha de clases.   

El preámbulo de la CBV sentencia quiénes somos como República, “una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna”. Ese es el proyecto país, y es esa “la continuidad” que nunca llegó desde la promulgación de la CRBV de 1999, porque, es justo decir, la convirtieron en letra muerta.

Hemos vivido de despojo en despojo y desplazamiento en desplazamiento. Hemos sido forzados a abandonar el territorio, vivir en la anomia y en la miseria. El valor irrenunciable de la cultura (Art 99-C) representado en “la protección, preservación, enriquecimiento, conservación y restauración del patrimonio cultural, tangible e intangible, y la memoria histórica de la nación” ha sido permutado por la entrega de la nación a cubanos, rusos, chinos, iraníes, turcos.

La continuidad del Gobierno interino (GI) no se agota en una visión normativa o política. Es también sensiblemente social, humanitaria, ciudadana, cultural, por lo que la lucha restauradora por la dignidad de un pueblo devastado no corresponde a una dirección de poder sino a una plataforma civilista, que se inicia en el preámbulo de la CBV, sigue en los artículos 5, 7, 13, 19, 25, 99, 138, 233 y culmina en el 333 y 350-C. El pueblo contra la autoridad usurpada, reivindicada por el presidente legítimo encargado, respaldado por cada ciudadano, quien demanda vigencia y desobedece todo mando ilegítimo por írrito y autoritario, que atente contra la constitución. 

El éxito no es definitivo ni el fracaso total

La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en la Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público (Art 5-C). Esto no ocurre en Venezuela. Hoy la soberanía reside en unos pocos que trafican el oro de sangre, oro blanco y negro, y han convertido el territorio en servidumbre de paso…

El vacío que intenta llenar el 233-C son los DD. HH., la vida, el futuro de las nuevas generaciones. No es solo el cese de la usurpación, sino el cese de la maldad, la anomia, la amenaza, el terror, la indigencia ciudadana, la muerte.

La Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico (Art. 7-C) y todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a la Constitución. Entonces quien usurpa el poder, usurpa el Estado. La continuidad entonces es voluntad constitucional de rescatar el Estado, incluyendo sus activos, patrimonio e integridad territorial. 

El Art. 13-C dispone que «El territorio no podrá ser jamás cedido, traspasado, arrendado, ni en forma alguna enajenado, ni aun temporal o parcialmente, a Estados extranjeros…». Todos sabemos quién controla y ocupa hoy Venezuela. La continuidad es sacudirnos la injerencia cubana y de otros, haciendo valer la soberanía e independencia consagrada en la Constitución.

El Artículo 138 dispone «que toda autoridad usurpada es ineficaz y sus actos son nulos». El Título VIII, “De la protección de la Constitución”, en su Capítulo I, “De la garantía de la Constitución”, contemplan los artículos 333 y 350, que ordenan el deber y el derecho de restablecer por una autoridad o por los ciudadanos, la efectiva vigencia de la Constitución que fuere derogada por cualquier medio distinto al previsto en ella. Se trata de un mecanismo de una garantía de restablecimiento de la estabilidad de la Constitución (Román Duque Corredor dixit) para los casos en que fuere derogada de hecho; y “para desconocer la usurpación de autoridad y prever un régimen transitorio hasta que se restablezca la institucionalidad constitucional quebrantada”.

En conclusión, la continuidad no es una reserva del GI. Es sensiblemente ciudadana, grupal, identitaria; es la que encarna cada venezolano por nuestro derecho a vivir y morir en Venezuela, libremente, en democracia y en paz. Por esa continuidad (soberana, libertaria, independiente, pluralista, cultural) lucharon nuestros antepasados. No solo Bolívar. También nuestros padres y abuelos… La continuidad no es de un hombre. La continuidad somos todos. “El éxito no es definitivo. El fracaso no es total. Lo que cuenta es el valor para continuar” (Winston Churchill)

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

No es malo tener crecimiento económico
¿Por qué catalogar de ‘colaboracionistas’, ‘enchufados’ o de ‘agentes del régimen’ a quienes piensen que estamos en crecimiento económico?

 

@luisoliveros13

Venezuela es un sitio muy extraño para hablar de economía. Obviamente, cuando tienes 7 años seguidos con una contracción económica (que ha costado cerca del 75 % de tu PIB) y 49 meses en hiperinflación, hablar o imaginarse una mejora en la economía es complicado. Pero eso podría estar pasando en Venezuela en este cierre del 2021 y también muy posiblemente en el año 2022.

Según Focus Economics en su informe de noviembre de este año, el consenso del mercado apunta a que en 2022 la economía venezolana crecería un 3,8 % y en 2023 un 4,8 %, con una inflación de 591 % y 161 %, respectivamente. En cuanto a 2021, llama la atención cómo, en los últimos cuatro meses, las empresas que encuestan han ido mejorando sus proyecciones sobre Venezuela. De un -4 % de resultado en el PIB hace cuatro meses a -0,3 % en el de noviembre (con varias empresas esperando que el PIB tenga un resultado positivo en este mismo 2021).

¿Por qué hay un sector que se molesta si hay crecimiento económico? ¿por qué catalogar de “colaboracionistas”, “enchufados” o simplemente “de agentes del régimen” a quienes piensen que estamos en crecimiento económico?

Por cierto, tengamos en cuenta que una cosa es crecer y otra cosa muy distinta es afirmar “que ya Venezuela se arregló”. Nadie afirma lo segundo, al menos nadie serio. Igualmente, un crecimiento de 3 %, 4 % o 5 % si bien es una buena noticia, cuando lo comparas con un desplome del 75 %, prácticamente no es nada. Pero mejor es crecer a seguir teniendo disminuciones en la actividad económica.

Para tener idea del desastre, si Venezuela inicia una senda de crecimiento de 6,5 % este año, alcanzaría el nivel (de PIB) del año 2013 (último año de crecimiento económico) en el año 2044 (dentro de 23 años). Eso pasa cuando se evaporan ¾ de tu economía.

Ese crecimiento económico tiene varios problemas, no es simétrico (hay sectores que tendrán un mejor resultado que otros, al igual que regiones en el país); se enfrenta a una infraestructura colapsada (solo recordemos la frágil situación de nuestros servicios públicos). También a problemas en el suministro de combustible, sanciones económicas, problemas en la intermediación financiera, niveles de ingreso muy bajo (recordemos que estamos peleando con Haití y Nicaragua el último lugar en cuanto al PIB per cápita más bajo de la región) y un largo etcétera. La crisis económica y social del país sigue, nadie dice que ha finalizado.

Ojalá, Venezuela pueda crecer y lo haga a tasas elevadas y sostenibles. Sabemos que el actual crecimiento puede tener los pies de barro, pero no podemos molestarnos porque ocurra. Es extraño querer lo mejor para el país, para su gente, y estar ligando a que los problemas continúen y se agraven. No es de personas que realmente les preocupe Venezuela.

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