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Alejandro Armas Feb 23, 2018 | Actualizado hace 2 semanas
La lenta y dolorosa debacle de una moneda

Bolívares

“¡Bolívar! ¡Bolívar! ¡Bolívar!” ¡Cómo invocan al amo de los valles de Aragua! Siempre he creído que apelar a una emoción como el nacionalismo para movilizar a las masas es mucho más sencillo que hacerlas leer Misère de la philosophie. Por ello, la ultraizquierda descubrió los beneficios del orgullo patriótico, muy a pesar de que el barbudo de Tréveris pregonó la unión del proletariado mundial contra los Estados y de que Lenin clamó con furia que “los trabajadores no tienen patria”. Los símbolos y mitos de la nación tienen que ser por ello no solamente incorporados, sino reclamados con criterio de exclusividad por la revolución. En este caso, hasta el apellido del Libertador fue plegado al nombre del proceso. El chavismo se autoproclama heredero único de Bolívar, con la misión de completar su legado y reestablecer su recuerdo en el sitio de gloria que le corresponde. ¡Y vaya que ha tenido éxito! Solo juzguen a partir del hecho de que los venezolanos huyen despavoridos de la moneda bautizada en honor a Bolívar y de los billetes que tienen su rostro impreso. Nadie los quiere porque nadie desea portar un bien de cambio que pierde valor de forma aceleradísima. Cualquier otro activo sirve como mejor refugio, pero sobre todo los ciudadanos buscan con desespero la divisa del detestado “imperio”. La gente prefiere infinitamente más los papeles con la cara de Washington. Vaya prodigio bolivariano y antiimperialista.

En un sistema de dinero fiduciario en el que la gente pierde la confianza de las autoridades a cargo de la estabilidad monetaria, no surge una mejor idea que la de emitir bolívares sin descanso y, sobre todo, sin respaldo, lo que les quita aun más valor. Cada vez más dinero persiguiendo cada vez menos bienes. Ley de oferta y demanda que algunos devotos de Das Kapital se niegan con fanatismo a aceptar. Para muchos economistas, el bolívar ya es irrecuperable y tendría que ser reemplazado por otra moneda, nacional o extranjera. Sin embargo, los acontecimientos recientes serían tan solo el inicio de la etapa terminal de una enfermedad que se originó en los años 70 y tuvo su primer síntoma se pudo ver en 1983.

El domingo pasado se cumplieron exactamente 35 años del llamado Viernes Negro. Los venezolanos entonces venían de una verdadera “petroborrachera” que, como todo estado de embriaguez, implicó alegría desmedida sin considerar las consecuencias. ¡Ah, los “ta’ barato, dame dos” gastando dólares a mansalva en parques temáticos de Orlando o en tiendas de ropa de Miami Beach! Con unos niveles de inflación sin precedentes a finales de los años 70 (pero bien, bien lejos de la locura actual), lo que siguió fue una caída en los precios del crudo, un descenso en las reservas internacionales y una fuga de capitales. Entonces los venezolanos escucharon de las autoridades dos expresiones ajenas a sus oídos: devaluación y control de cambio. ¡Oh, el “Búfalo” Díaz Bruzual en su oficina de Carmelitas!

No solamente desde aquel 18 de febrero el dólar empezó a costar más de los Bs 4,30 a los que todo el mundo estaba acostumbrado, sino que ya no sería tan sencillo como ir a la casa de cambio más cercana y comprar verdes. Nació Recadi y durante el sexenio que duró pasaron esas cosas que las regulaciones cambiarias suelen traer. A saber, el bolívar siguió devaluándose, los desequilibrios macroeconómicos siguieron y la corrupción hizo fiesta. El mecanismo de control de cambio prestó su nombre para uno de los casos de mal manejo de recursos públicos más infames de la mal llamada “cuarta república”. ¡Ay, memoria que nos traes la imagen de Ho Fuk Wing tras las rejas!

Por correrse tanto la arruga, la década siguiente fue aun peor. Hubo intentos accidentados de tomar el rumbo correcto, pero con otro control (la menos recordada OTAC) clavado en el medio. Dos años más de supuesta medicina que termina complicando al paciente. Además, los logros obtenidos por las decisiones acertadas se vieron totalmente opacados por la falta de medidas que mitigaran los efectos secundarios dolorosos para los más pobres, lo que permitió que la demagogia fuera favorecida por las masas (así como por buena parte de las elites).

Como puede verse, una parte no despreciable de la responsabilidad en la debacle del bolívar la cargan los gobiernos del período democrático, con sus políticas económicas erradas. No obstante, resulta trágicamente irónico que quienes llegaron al poder sobre la base de romper con todas las taras de dicha fase histórica replicaron algunas de sus malas prácticas y las elevaron a la enésima potencia. Es así como en 2003 empieza el tercer y más prolongado de los controles de cambio en Venezuela, que ya cuenta con más del doble de la duración que tuvo Recadi. Para colmo, un año después inició otra petroborrachera, una que dejaría en pañales a la de los años 70. Tantos dólares entraron al país que por un buen tiempo fue posible disimular el carácter artificial de la paridad entre el bolívar y la moneda norteamericana. Había que pasar por el fastidio de la carpeta, claro, pero todos tenían su cupo asegurado. Como en una segunda etapa de “ta’ barato, dames dos”, los venezolanos volvieron a viajar a destinos lujosos, con divisas subsidiadas por el Estado. No importaron las advertencias de economistas sobre el daño que más temprano que tarde golpearía a todos. No importaron las lecciones del pasado sobre pobres resultados y corrupción. El Gobierno y, hay que reconocerlo, la sociedad en general consintieron que el control se mantuviera.

Pero así como esta nueva petroborrachera superó con creces la anterior en cuanto a ingresos y excesos, igualmente lo hizo en cuanto al tamaño del ratón que eventualmente vendría a roernos la felicidad a todos. La inflación siguió imbatible, al punto de que en 2008 las autoridades intentaron un truco de prestidigitación monetaria al quitarle tres ceros al bolívar, como si ello abaratara las cosas por arte de magia. Un aparato empresarial cada vez más limitado por regulaciones bajó drásticamente la producción nacional, mientras que la caída en la renta petrolera significó menos divisas para llenar el vacío con importaciones. Escasez. Una reducción en el ingreso por ventas de crudo significó igualmente menos divisas para repartir y el desarrollo de un mercado paralelo y especulativo cada vez más influyente en la economía. Entonces, el control mutó. A la original Cadivi se le agregó el Sitme. No sirvió. Ambos fueron reemplazados por el Cencoex y el Sicad. Luego vinieron el Sicad II, el Simadi, el Dipro, el Dicom y el “nuevo” Dicom. Todos fueron fundados bajo la premisa de quebrarle el brazo al dólar innombrable. Los resultados están a la vista.

Así pues, tras 35 años de regulaciones y otros entuertos económicos, hagamos un balance sobre la evolución del bolívar. Aunque su peso hoy es indiscutible, omitamos a Dólar Today para limitarnos a lo que el propio Gobierno reconoce. El Dicom ya no entrega dólares, sino euros, pero es posible establecer un tipo de cambio oficial indirecto con la moneda estadounidense. Según el BCV, en la última subasta cada euro tuvo un valor de Bs 31.131,10. Eso significa que cada dólar cuesta un poco más de Bs 29.000 Léase bien: sin considerar la reconversión monetaria de 2008, en 35 años el dólar pasó de Bs 4,30 a más de 29.000.000. ¡Perdió 99,99% de su valor! Esto, dicho en términos prácticos, es una desaparición total.

Lo único peor que todo este examen es el hecho de que no hay ninguna señal de correctivos en el horizonte. Sin aumentos en el ingreso petrolero ni en la redaudación fiscal real, el Gobierno inunda el país de subsidios en bonos que, según advierten los especialistas, no tienen ningún soporte y generarán más distorsiones que perjudiquen al bolívar. Mientras, el Ejecutivo presenta una supuesta criptomoneda como salvación … En un país donde la conexión a Internet es un dolor de cabeza para los ciudadanos y los apagones se suceden sin parar. ¡Viento en popa! ¡Viva Bolívar!

@AAAD25

Papa preocupado por “retorno de los nacionalismos” en Europa

PapaFrancisco_Vaticano

El secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, ha afirmado que el papa Francisco está preocupado por «el retorno de los nacionalismos» y las «presiones disgregadoras» que afectan a Europa.

Según informó hoy la Santa Sede, Parolin afirmó que «el resultado del referéndum británico del año pasado y las presiones disgregadoras que atraviesa el continente han llevado al papa a considerar la urgencia de favorecer una reflexión aún más amplia y cuidadosa sobre toda Europa y sobre la dirección que esta -incluso más allá de las fronteras de la UE- tiene intención de emprender».

Parolin, en declaraciones realizadas el viernes a puerta cerrada en el Vaticano, también explicó que el papa está preocupado por otras cuestiones como «el avance del populismo y el retorno de los nacionalismos, el paro o los problemas medioambientales».

El secretario de Estado vaticano también subrayó que «la Santa Sede ha mirado desde el principio con interés y respeto el proyecto de integración europea» y apostó por una UE en la que «la unidad prevalezca sobre el conflicto».

El papa Francisco ofreció hoy un discurso en el Vaticano a los participantes de un foro de diálogo sobre el futuro de la Unión en el que cargó contra «las lógicas particulares y nacionales» en Europa y defendió el diálogo en la política para impedir que «formaciones extremistas y populistas» hagan «de la protesta el corazón de su mensaje».

También apostó por el diálogo en la política y afirmó que en su ausencia «encuentran terreno fértil» las formaciones «extremistas y populistas que hacen de la protesta el corazón de su mensaje político, sin ofrecer un proyecto político como alternativa constructiva».

El evento, denominado «(Re)thinking Europe» («Repensando Europa»), estuvo organizado por la Santa Sede y la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (Comece) y contó con la presencia de figuras como el presidente del Parlamento Europeo (PE), Antonio Tajani; el vicepresidente primero de la Comisión Europea, Frans Timmermans; o Mairead McGuinness, una de las vicepresidentas del PE.

Trump podría ser nuestro mejor aliado, por Orlando Viera-Blanco

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“Cuidado si la actitud desenfadada y frontal de Trump, no se traga los insultos y desplantes propagandísticos de nuestros guapetones.”

 

Es una inevitable tentación disentir del Sr. Trump. En apenas una semana, casi una docena de órdenes ejecutivas han agobiado la opinión pública nacional e internacional.  Desde el anuncio del mentado muro, la suspensión de visas para musulmanes, deportaciones de prisioneros, hasta anulación del Tratado del Pacífico Norte, sin dejar de lado la revisión del NAFTA con Canadá y México. Toda una apología de progresismo nacionalista y patriotero, que anuncia tempestades. Pero escampará y veremos.

No me califico pro Republicano. Si tengo que atreverme a fijar alguna inclinación política en un país que no nací, ni resido, puedo revelar que tengo mayores identidades con el pensamiento liberal de tendencia demócrata (justicia social, control de costos de tuitions universitarios, masificación de la educación superior, aceptación de las minorías, apertura migratoria, reducción de barreras arancelarias y culturales, protección del medio ambiente, apertura religiosa), que la directriz liberal republicana, ganada a una suerte de “desregulación selectiva y protestante”, que por la dinámica económica de los EEUU, habilita monopolios y carteles corporativos y favorece blue colors, banca, energía o finca-raíz, creando un conservadurismo rancio que adolece de elementos raciales. Para un observador político de cultura latina, entrar en debate sobre nacionalismo, soberanía o paternalismo de Estado, dista mucho de lo que tales políticas puedan significar del Rio Grande a la Patagonia.  No es lo mismo el nacionalismo patriota, populista y guerrerista norteamericano-primera economía del mundo y primera potencia militar-que los conceptos patoteros en Venezuela, manipulados por una revolución pasquín para desmantelar el Estado democrático y de derecho.  Establecer comparaciones de Chávez con Trump, con Hitler u otros paretos, no es menos que una temeridad ociosa e irresponsable, donde los resultados del comparable, son absolutamente inconsistentes en términos psico-sociales, antropológicos y culturales. Trump no es Chávez y mucho menos Maduro, como tampoco sus políticas conducirán a un país anarquizado, caótico, criminalizado, sin autonomía de poderes, sin justicia, sin institucionalidad militar y sin sentido de la ley y la ciudadanía, como Venezuela. Mucho menos un país saqueado y profanado en sus costumbres más nobles. El problema de Trump es que tendrá que lidiar precisamente con su constitución e instituciones.

¿Que Trump ha sido ligero e irrespetuoso con algunas féminas? Sí. ¿Eso lo convierte en un misógino? Vamos…¿Que levantar un muro entre México y EEUU ponga en remojo las bardas de ambas culturas? Sin duda. Pero que ello sea peor que la migración desbordada y el tráfico de drogas de esa frontera? No lo es. El problema ciertamente no es levantar barricadas. Es la tesis de “vender el sofá”. El problema de fondo, al decir de Samuel Huntington en su Choque de civilizaciones y su libro, ¿Quiénes somos?, no es ideológico sino profundamente cultural, por lo que el desafío de la intensa presencia latina en EEUU, no se resuelve con cemento, “sino pensando en inglés”. Entonces “el arma” es la educación, no el barrote.  Las amenazas de fondo para EEUU y el mundo, son superiores. Son Corea del Norte, el neonazismo, la crisis de energía o la desbordada globalización, sin olvidar la centrífuga  financiera mundial. Que musulmanes no vayan a EEUU o viceversa, no hará a Irán o Siria demócratas. Que Canadá o China reduzcan su balanza comercial con EEUU, no será más grave que el impacto de la crisis financiera 2008. Cuando una nación cuenta con check and balance institucional, cualquier executive order en exceso tendrá sus días contados … La CSJ de EEUU no se la pasará anulando Bills o decisiones de Estado a lo “lavandería criolla”. Por ello pensamos que la historia de Trump con Venezuela, será otra. Cuidado si esa actitud desenfadada y frontal de Trump, no se traga los insultos y desplantes propagandísticos de nuestros guapetones. Cuidado si Trump no tolera que le quiten la pajita del hombro o que le estén diciendo en su patio, “aquí huele azufre, Yanquis go home o váyanse pal’ carajo. Yo le sugeriría al Sr. Maduro que cuide sus palabrotas porque quien preside el coloso del norte, no es un protestante insulso de ignorancia deliberada hacia Venezuela, cómo lo fue Obama. Con Trump se acabó el “lirismo discursivo,  el voluntarismo libertario impregnado de Che y el trato “de nación bananera de alto riesgo” al son del guantanamera de Barack y los Castro.

Trump representará muchos dolores de cabeza para el mundo. Pero también será un fuerte dolor en la nuca para el gobierno de Caracas, a quien [Trump] no le temblará el pulso para firmar una orden ejecutiva, que traiga a los estrados americanos a aquellos que emplace el Departamento de Estado. Poco le importará lo que diga la ONU o la OEA, como poco ha pesado lo que esos organismos han hecho o dejado de hacer por Venezuela. Tampoco la CSJ del Tío Sam censurará cualquier expatriación ocurrente. Amanecerá y veremos. No exageremos la nota con Trump. De pronto “el aprendiz”, se convierte en nuestro mejor aliado …! En un mundo donde ni el papa lo ha sido!

 

@ovierablanco

Alejandro Armas Jun 17, 2016 | Actualizado hace 2 semanas
Patriotismo no es patriotería

Patrioterismo

 

A Oscar Wilde se le atribuye una frase que, entre otras variantes, podría traducirse como “El patriotismo es la virtud de los depravados” o “El nacionalismo es la virtud de los canallas”. Así como hay diferentes transcripciones en castellano de la cita del escritor irlandés, existen diversas interpretaciones. ¿Grito de cosmopolitismo contra el culto exclusivo de las tradiciones propias? ¿Crítica ácida a algunos que reclaman la superioridad para sus respectivos terruños? Puede ser.

No soy de los que creen que el desiderátum del ser humano a estas alturas del siglo XXI debe dar al traste con cualquier apego a la identidad nacional, con el aprecio hacia las costumbres de la sociedad en la que uno nace y crece y con la preocupación primordial por el bienestar de los demás individuos en dicha sociedad. Tampoco veo razonables los argumentos a favor de todo esto esgrimidos por el anarcocapitalismo, en nombre de la libertad. Después de todo, la nación es solo uno de los componentes del Estado que tanto detestan, y no precisamente aquel sobre el que su disgusto se fundamenta. Pero, mientras no se pase del debate a la ofensa, cada loco (uno mismo incluido) con su cuento.

Hay, no obstante, una exégesis de la sentencia de Wilde con la que sí concuerdo. Es aquella por la cual el nacionalismo puede convertirse en una excusa para cometer atrocidades. Rara vez quienes desde el poder perpetran crímenes tan monstruosos que han hecho que sus nombres sean sinónimos de perversión han reconocido sus delitos. Ellos insisten hasta el final, en una argumentación que haría enrojecer a Maquiavelo, que todo lo hicieron por el bien de su pueblo, por defender a esa patria que aman más que nadie.

En este mismo espacio, hace una semana, se expuso el caso de los nazis. Hitler llegó al poder explotando el sentimiento nacionalista alemán, herido desde la derrota en la Primera Guerra Mundial, de la forma más aberrante. Convenció a millones de que el revés en el campo de batalla no fue por errores propios, sino por una puñalada trasera propinada por descendientes de Jacob que trataban de seducir con la bandera roja y las ideas puestas en el papel por uno de los suyos, ocultado por el muy teutón nombre Karl. Asimismo les prometió un destino, no de grandeza, sino de supremacía sobre toda Europa, y quizá el resto del globo. Tenía que ser así, porque los humanos más evolucionados en todos los sentidos eran los de la raza aria (una curiosa terminología para el racismo germano, por demás, dadas sus raíces en lo que hoy es Irán).

Pero la cuestión no era únicamente racial. Para el nazismo, los alemanes también estaban por encima de sus parientes más cercanos, ingleses, holandeses, daneses y noruegos. Aunque ellos también eran “humanos”, algo les faltaba, y Alemania debía velar por su conducción. Por eso todos sus países fueron invadidos, más allá de razones estrictamente militares. Británicos aparte, ninguno suponía una amenaza bélica para el Reich. Más territorio y más víctimas para los campos de concentración.

Otro ejemplo: el Japón militarizado. El Imperio del Sol Naciente fue la única nación del Lejano Oriente que se modernizó en el siglo XIX, lo que le permitió esquivar la dominación europea en la que cayeron China, India y las naciones del sureste asiático. Esos fueron los años del auge del imperialismo occidental no ibérico. Para las grandes potencias, tener colonias era un símbolo de estatus, algo así como una competencia por cuál de los miembros de un club social llegaba manejando el carro más lujoso. Japón, en su nuevo papel, no iba a quedarse atrás. Comenzaron arrebatando a Formosa (hoy Taiwán) y otras islas a China. Luego se apoderaron de Corea. Todo esto entre 1895 y 1910.

Pero la más fuerte oleada de imperialismo japonés llegó en la década de 1930. Los militares asumieron la conducción del país y fomentaron una idea según la cual los nipones, por su rápido desarrollo en el continente, estaban encaminados a ser amos y señores de Asia. Rápidamente conquistaron todo el este de China, donde se concentra la enorme mayoría de la población. Su alianza con la Alemania nazi, ni más ni menos, le permitió arrebatar a los europeos Birmania, Indochina e Indonesia. Pero para los habitantes de estos pueblos, el opresor asiático resultó igual o peor que el blanco. Los japoneses las más de las veces los trataron como basura, como seres inferiores. Llegaban a extremos como ejecutarlos si no les hacían la reverencia correcta. Todo esto bajo la premisa de que estaban actuando según los intereses de la madre patria y la iluminación de esos supuestos bárbaros con su ilustrada cultura. Vaya forma siniestra de ser “altruista”, ¿no?

Estos son solo dos ejemplos de un nacionalismo exagerado que generó monstruosidades. Pero, como notarán, los desagravios fueron contra pueblos ajenos. Ahora veremos un caso en el que este fenómeno ha actuado en perjuicio para el propio pueblo exaltado desde el poder, y no porque, como en los dos ejemplos anteriores, lo haya llevado a una guerra de la que salió derrotado. Ese caso es Venezuela hoy.

Nuestro país está sufriendo como nunca antes en su historia contemporánea. La falta de comida ha cobrado protagonismo por los terribles saqueos que ha provocado, pero no es en ella en la que me voy a detener, sino en la escasez de medicamentos. El gremio farmacéutico advirtió años atrás sobre este problema, pero el Gobierno lo desoyó con soberbia. La pesadilla llegó, peor incluso que lo imaginado por quienes escuchamos con consternación el llamado de atención. Ahora se ha vuelto noticia común que venezolanos mueran, no por enfermedades cuya cura se desconoce, sino porque no hay los medicamentos o insumos para que reciban un tratamiento eficaz. El episodio más dramático ha sido el de Oliver Sánchez, niño fallecido por un cáncer que pudo haber sido mantenido a raya en otras circunstancias. Pero al suyo se han sumado muchos más.

Hay personas a las que se les avisa sobre un desastre próximo, y que solo luchan contra él cuando ha comenzado a hacer estragos. La dirigencia chavista ni eso hace. Para justificarse recurre, justamente, al nacionalismo. “No creo que haga falta aceptar ayuda humanitaria. Venezuela tiene cómo abastecerse sola de medicamentos”, dijo hace unos meses el diputado Héctor Rodríguez. “¡Venezuela no necesita pedirle limosna a nadie!”, vociferó, encolerizada, la canciller Delcy Rodríguez ante la OEA esta semana, a propósito del mismo asunto.

En otras palabras, suponiendo que se tomen las medidas necesarias para la autarquía medicinal (y nada indica que se estén tomando), hasta que esa meta no se cumpla, no habrá respuesta a las necesidades urgentes de venezolanos enfermos. Sus vidas son secundarias frente a la imagen de que, gracias a la “revolución”, somos un pueblo libre y soberano.

La cúspide de este razonamiento nacionalista es la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que declaró inconstitucional la Ley Especial para Atender la Crisis de Salud, texto que habría obligado al Ejecutivo a aceptar la ayuda humanitaria. El fallo considera que esta mano tendida en realidad es un garfio de pirata para desgarrar la patria, al condicionar la política económica y social de las naciones a los intereses de empresas y gobiernos extranjeros.

Para los que piensan así, quienes piden la asistencia allende nuestras fronteras son unos desalmados que no quieren a Venezuela. Falso. El patriotismo no es patriotería. Reconocer que el país tiene dificultades que no puede resolver solo es una genuina preocupación por él y por su gente, la que sufre. Por el contrario, pretender que todo está perfecto y rechazar cualquier crítica constructiva, recomendación o gesto de apoyo no solicitado por el Gobierno con un furioso “¡A nosotros nadie nos dice qué hacer!”, aun a sabiendas de que ello implica más penas para los ciudadanos, revela una inclinación hacia otros intereses por encima del bienestar de la nación.

Podrían rectificar, pero ya es muy tarde para hacerlo intactos. La mancha que la jerarquía oficialista, con el pretexto patriotero, ha puesto sobre sí misma, no se quitaría ni con todo el jabón que alguna vez hubo aquí.

@AAAD25

Acosado por la impopularidad, Maduro juega a la guerra

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Habla de paz, pero el gobernante venezolano Nicolás Maduro está decididamente en pie de guerra, y no habían pasado dos días de que se comprometiera a aminorar las tensiones con Bogotá, cuando ya amenazaba con cerrar nuevos puntos fronterizos con Colombia e invocaba el espectro de un enfrentamiento armado con Guyana.

Y es que el colapso de la economía venezolana solo le ha dejado a Maduro el tambor del nacionalismo para tratar de reavivar de las cenizas de la ahora impopular revolución bolivariana, de cara a unas cruciales elecciones parlamentarias donde la oposición le aventaja por cerca de 30 puntos porcentuales, dijeron los ex presidentes de Bolivia y de Colombia, Jorge Quiroga y Andrés Pastrana, respectivamente.

Es una crisis creada por Maduro con dos claros objetivos: distraer a la opinión pública y torpedear el libre ejercicio de las elecciones de los municipios de la frontera, donde suspendió los derechos constitucionales.

“Maduro está buscando un enemigo externo, y el enemigo externo en este momento para el gobierno de Venezuela es Colombia”, comentó Pastrana, quien junto a Quiroga y otros 29 ex presidentes latinoamericanos y de España firmaron el miércoles un pronunciamiento denunciando las violaciones a los derechos humanos en la frontera y exigiendo la observación internacional en las elecciones.

“El sufrimiento de las familias [que viven en ambos lados de la frontera] está siendo usado para distraer a la opinión publica y para crear un estado de excepción en departamentos fronterizos de Venezuela con Colombia y para suspender las libertades necesarias para llevar adelante un proceso electoral”, agregó Quiroga.

Las pretensiones de Maduro de mantener con vida la crisis fronteriza pueden verse en las últimas actuaciones del gobernante venezolano, resaltó Pastrana.

“Maduro se reúne con el presidente Santos hace poco más de un día, y la respuesta es que cerró la totalidad de la frontera en el día de hoy”, dijo Pastrana en referencia al anunció realizado por Maduro el martes de que agregaría al también fronterizo estado Amazonas al estado de excepción, como parte de sus esfuerzos por construir “una nueva frontera de paz”.

El régimen venezolano comenzó a cerrar la frontera el mes pasado argumentando que estaba luchando contra el contrabando y el paramilitarismo, y procedió a deportar masivamente a ciudadanos colombianos que habitaban en la zona fronteriza, en una acción que ha sido criticada por distintas instancias internacionales.

Según informes de prensa, más de 20,000 colombianos se han visto forzado a salir de Venezuela, cientos de ellos obligados a cruzar la frontera sin sus pertenencias y a punta de pistola.

 

Puede leer la nota completa de El Nuevo Herald AQUÍ

 

¿Cómo terminará el Gobierno luego del impasse con Colombia? por Reyes Theis

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Estamos claros que la intención del Gobierno con estos cierres de la frontera es el impacto electoral. La jugada política convertida en tragedia humanitaria, ha tratado de despertar a la aletargada militancia chavista, al suministrarle la excusa de la terrible situación de desabastecimiento, escasez y del alto costo de la vida.

Ya previamente habían intentado prender, sin éxito, la mecha nacionalista incorporando en la agenda el tema del Esequibo. Asunto, que al no dar resultado político esperado, fue abandonado por el Gobierno, aunque Guyana sigue adelante con sus planes de explotación del territorio que Venezuela reclama.

Esta realidad no pasa desapercibida en el plano internacional. Brasil, un tradicional aliado de Venezuela en los últimos años, se puso de lado de Guyana a través de una declaración reciente de su embajador en Georgetown, mientras en el seno de la OEA no respaldó la moción venezolana que rechazaba la discusión del tema fronterizo con Colombia en su seno, y más bien decidió abstenerse.

La posición de Itamaraty evidencia lo que todos saben en los corrillos diplomáticos. Venezuela se ha convertido en el gran dolor de cabeza del continente, incluso para los aliados del proyecto mal llamado Bolivariano, a quienes se les hace cada vez más difícil defender su respaldo en el ámbito interno y externo, porque ninguno quiere respaldar un Gobierno que viola derechos humanos de inmigrantes pobres o que busca pelea con vecinos por interés electoral.

La diplomacia venezolana perdió completamente su efectividad y se hundió en la medida que lo hizo el precio del petróleo. El Gobierno luce en la cima del desprestigio internacional, mientras Brasil, Perú, Uruguay y Chile,  y no se extrañen si hay que agregar a Ecuador y Argentina a la lista, todos con gobiernos de izquierda, comienzan a pensar que el continente estaría mejor sin este vecino molesto.

Esto no significa que la salida de los problemas del país esté fuera de nuestras fronteras. La solución para bien o para mal estará en la decisión y voluntad de cada venezolano, sobre todo en la cita electoral del 6D. Pero desde afuera presionan intensamente y a la callada por observación electoral transparente, en el entendido que unas elecciones limpias las arrasa la oposición. La diplomacia tiene sus formas y esta es una de ellas.

 

@reyestheis

Jose A. Guerra Mar 12, 2015 | Actualizado hace 9 años
El Psuv por José Guerra

 PSUV

 

El PSUV fue concebido como una especie de mezcolanza, entre ideas marxistas leninistas estalinistas y nacionalismo bolivariano, ambas irreconciliables por definición. El PSUV pareciera ser una fotocopia maltrecha de lo que fueron los ya olvidados partidos comunistas que giraban bajo la órbita soviética, que en lugar de partidos eran consulados moscovitas. Su declaración de principios comienza con un ritornelo sobre la crisis del capitalismo global en su etapa terminal, la fase imperialista del capitalismo, entre otros lugares comunes que signaron el discurso de los partidos comunistas de la Tercera Internacional. No hay nada original sino una recreación anticuada de lo mismo que han dicho todas las formaciones partidistas de orientación comunistas en todos los tiempos para todos los países. Su relato parece haber consistido en copiar y pegar otros programas de otras épocas.

Hacer coincidir el Árbol de las Tres Raíces con el marxismo leninismo, en su versión estalinista es una absoluta temeridad. Ese sincretismo crea en el PSUV una especie de menestrón ideológico donde el liberalismo de Simón Bolívar trata de fundirse con el antiliberalismo de Carlos Marx. Procurar fusionar en una sola doctrina el ateísmo marxista con el cristianismo es por lo menos una osadía. Uno de los aspectos que llama poderosamente la atención en la conformación del PSUV es la quincallería que lo conforma. Así, fue recogiendo ese partido los residuos que fueron quedando de lo más atrasado de la izquierda en sus múltiples divisiones y subdivisiones.

Los que provienen del MAS, que había roto con el marxismo leninismo y el estalinismo se volvieron a reencontrar como por arte de magia con esa ideología. Quienes llegaron de la Causa R, que también se apartó oportunamente del dogmatismo, se hicieron nuevamente dogmáticos. Los procedentes de la Liga Socialista, esos si están más cómodos por cuanto esa organización jamás cuestionó ni un ápice la práctica del socialismo real. Es más, durante un tiempo la Liga Socialista además de marxista leninista estalinista, se declaró maoísta. Algo similar sucede con quienes desde Bandera Roja ingresaron al PUSV.

Junte todos estos elementos y mézclelos con el militarismo y el resultado no puede ser sino una especie de figura ideológica, que no tiene pie ni cabeza. Por esa razón es que su práctica de gobierno repite una y otra vez la de los experimentos socialistas del pasado. Su modelo económico es la estatización de la economía y ahora se tiene un conglomerado de empresas públicas quebradas. Su forma política es el autoritarismo, el control por parte del Estado de todas las instituciones y la fusión del partido, el gobierno y el Estado en un solo ente. Y para rematar algo que no podía faltar: el culto a la persona, hecha religión.

Pero es que tampoco hay luces en el PSUV. No hay un dirigente, muerto Chávez, que pueda hilvanar una idea completa sobre lo que somos y podemos ser como nación, que vaya más allá de la retórica de la transición al socialismo. El pensamiento fue sustituido por el cliché y la razón por las frases hechas. Todo esto tal vez explique por qué, agotada la chequera petrolera y fallecido inoportunamente Hugo Chávez, el PSUV ande a la deriva y con un apoyo popular menguante, que de representar 40% hace dos años, ronda 15%.

 

@JoseAGuerra

El Nacional