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Fundaredes denuncia 37 homicidios en seis estados fronterizos de Venezuela
El estado Bolívar fue el que registró más casos de violencia con 12 asesinatos

 

La ONG Fundaredes informó que durante el mes octubre registró 37 homicidios, 45 desapariciones o secuestros y nueve enfrentamientos armados en seis de los ocho estados fronterizos de Venezuela.

De igual manera, Fundaredes indicó en su más reciente informe que el estado Bolívar (sur, limítrofe con Brasil), fue el que registró más casos de violencia con 12 homicidios, 35 desaparecidos y cuatro enfrentamientos.

Asimismo, sostuvo que la zona más violenta de esta región, el municipio Sifontes, reporta la mayor cantidad de minas de oro, por lo que se ha convertido en una zona estratégica para la extracción minera.

Por otro lado, la ONG precisó que el estado Zulia (oeste, limítrofe con Colombia), registró 14 homicidios, dos desaparecidos y tres enfrentamientos armados.

«Aunado a esto, bandas de crimen organizado dedicadas a la extorsión mantienen amenazadas a sus víctimas por medio de ataques con explosivos a establecimientos comerciales», agregó en su reporte.

Igualmente, en el estado Táchira, que limita con Colombia, Fundaredes reportó seis homicidios y desapariciones, y dos enfrentamientos armados.

Acotó que el estado costero de Falcón se convirtió en un «territorio estratégico» para el tráfico de drogas hacia Aruba, Bonaire y Curazao, y también se registraron cuatro homicidios y dos desapariciones.

De igual manera, la ONG denunció que 26 personas han desaparecido en las minas del estado de Bolívar, al sur de Venezuela, donde se registran continuamente sucesos violentos propiciados por los grupos armados irregulares que operan en la zona.

FundaRedes publicó en sus redes sociales su informe titulado «Venezolanos víctimas de desaparición forzada en minas del estado Bolívar son invisibles para el Estado venezolano», en el que documentó las desapariciones de personas en esa zona del país sudamericano afectada por la acción de grupos armados, guerrilla colombiana, bandas criminales y en algunos casos funcionarios del Estado, con la complicidad del régimen de Nicolás Maduro.

Desde el año 2019 hasta la fecha , FundaRedes ha registrado un total de 26 personas desaparecidas en las distintas minas del estado Bolívar, aunque aclara que se trata de un subregistro debido a la falta de denuncias por temor a represalias o desconfianza en las instituciones y a la inexistencia de cifras oficiales. De ese total, 18 personas desaparecieron en el municipio Sifontes, que abarca 24.383 kilómetros cuadrados y gran cantidad de minas.

Asimismo, en el documento, FundaRedes afirma que estos grupos armados irregulares han promovido la creación de un «territorio sin ley» en el que además funcionarios del Estado «actúan como cómplices silentes y activos».

Gobierno olvidó las promesas que hizo a familiares de fallecidos en masacre de Tumeremo

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“Me encerré seis meses, me tiré al olvido por tanto dolor… Hasta que yo misma me di cuenta que tenía que volver a salir adelante, por mis nietos que quedaron sin padre”.

Anaís Montilla rompió el silencio del duelo que le dejó la “masacre de Tumeremo”, suceso que este 4 de marzo cumple un año de haber manchado de sangre (una vez más) al sur del estado Bolívar. Sus tres hijos, Néstor (30), José Armando (27) y José Ángel (26) Ruíz Montilla, murieron en la matanza que contabilizó 17 cadáveres, tras un enfrentamiento por el control de la mina El Miamo.

Recuerda la incertidumbre de esos días de marzo, en los que pedían a gritos que aparecieran sus familiares desaparecidos en el suceso y que el gobernador Francisco Rangel Gómez daba por falso. Protestaron durante tres días seguidos hasta que el Gobierno nacional decidió investigar. “En ese momento había demasiado dolor, demasiada rabia, yo no podía hablar con nadie. No podía más”.

La Fiscal General de la República, Luisa Ortega Díaz, anunció el hallazgo de los cadáveres el 14 de marzo, y ya para el 16 los cuerpos habían sido entregados a las familias. La masacre fue confirmada.

Todo Tumeremo conoce a Montilla, una mujer de 53 años con temple de hierro que se ha levantado de la depresión para continuar con su vida y mantener contacto con las 10 familias que perdieron a un ser querido en esa matanza, hecho que el Gobierno no ha sabido reivindicar.

Tras entregar a los fallecidos, la Defensoría del Pueblo, Gobernación de Bolívar y Ministerio Público prometieron casa, comida, protección, educación y asistencia médica… Pero a un año de la tragedia, ninguna ayuda social del Estado se hizo realidad para las madres, esposas e hijos de los fallecidos.

“Me reuní con (Francisco) Rangel Gómez personalmente y nos prometió 10 casas, una para cada familia. Nos prometió la bolsa de comida semanal… Pero yo no he visto nada”, denunció Montilla, quien accedió a declarar a El Pitazo en un café discreto de Tumeremo, “donde no nos vea mucha gente, porque ahorita uno no sabe quién está oyendo”.

Mientras el Instituto de Viviendas, Obras y Servicios (Inviobras) del estado Bolívar, reporta que la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) construyó 21.576 viviendas en 2016; en Tumeremo ni siquiera se seleccionó el terreno para las casas que se ofrecieron para que estas personas dejaran de protestar.

La bolsa de comida semanal tampoco llegó. Durante 2016 solo recibieron una, alrededor de la fecha de la masacre. La segunda bolsa llegó un año después, este febrero… bolsas que no suficientes para ninguna de los cuatro deudos entrevistados para este trabajo.

 

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Tras la masacre, el miedo reina en el municipio Sifontes, tanto que ni el alcalde, Carlos Chancellor, quiere referirse sobre el tema. Pero Montilla sí. Quiere recordarle al país que el terrible suceso no murió cuando la Operación de Liberación del Pueblo (OLP) mató a Jamilton Andrés Ulloa Suárez, alias El Topo, líder de la banda criminal que efectuó la masacre.

Montilla tiene 18 nietos en total. Tuvo que comenzar a “pasar trabajo e  irme pa’ las minas como cocinera”, hacia los lados de El Dorado y el Kilómetro 88, para ayudar a las dos nueras y los niños que viven con ella. “En mi casa, un mercado de 200.000 ó 300.000 bolívares no da sino para tres días”.

Para el momento de la masacre, cuando todo el pueblo exigía en las calles que aparecieran los fallecidos, ella también se reunió con el defensor del Pueblo, Tarek William Saab, quien les prometió asistencia médica para todos los niños que quedaron huérfanos.

“Yo le llevé todos los informes y documentos de mi nieto, que es autista, porque nosotros lo atendemos es en Puerto Ordaz, pero no vimos respuesta. Con todos hablé y nos engañaron. Se olvidaron de todo (…) yo perdí mis tres hijos en un solo momento, ¿Sabes qué es no tener a quién pedirle nada, más nunca?”, dijo la mujer que no tiene más lágrimas para llorar a su descendencia.

“Nos engañaron y bien engañados, sin derecho a reclamo, porque ¿A quién más le vamos a reclamar nosotros? ¿A ellos mismos para que nos sigan mintiendo?”, dijo Anaís Montilla, expresando desconfianza con cualquier funcionario del Gobierno actual.

Puede continuar leyendo a Oriana Faoro en El Pitazo

 

Tumeremo sigue siendo un ‘pueblo sin ley’ a un año de la masacre

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– Este es un pueblo sin ley… aquí ya no manda ni Guardia (Nacional), ni Policía…

– ¿Y quién manda, entonces?

– … Los malandros.

El miedo aún se respira en el aire de Tumeremo, municipio Sifontes. Pocas personas se quieren referir a la masacre de 17 mineros que volvió noticia a este pequeño poblado al sur del estado Bolívar desde el 4 de marzo de 2016. Evelyn Muñoz, una joven vecina del pueblo, asegura que desde hace un año para acá la inseguridad es todavía peor.

“Todo el mundo está en su casa a las 6:00 de la tarde. Aquí no hay sindicato como en Las Claritas”, poblado minero donde el control y la seguridad va por cuenta de grupos parapoliciales.

Una fuente vinculada al área de seguridad en Sifontes, que prefirió resguardar su identidad para protegerse, aseveró que “hablar de la masacre es muy delicado. Amenazan a los funcionarios, a sus familias… Es un tema muy delicado de tratar porque, al final, no hay nadie que haga nada”, por parte del Estado.

En cada esquina de Tumeremo se repite la frase de Evelyn. “Pueblo sin ley”, “hay que ver para todos lados”, “estar con un ojo aquí y otro allá”, son las expresiones de los pobladores que hablan temerosos.

El presidente de la Cámara de Comercio de Sifontes, Erick Leiva, lo confirma. Detalló que “desde la masacre, el comercio no se ha levantado.

“Aquí nosotros tenemos un promedio de cinco comercios robados al día, sin contar los atracos que hay en la calle, que le arrancan las carteras a las mujeres… De verdad se ha puesto muy fuerte”, dijo, y aseguró que, por la misma razón, los negocios cierran a las 5:00 pm cuando antes lo hacían a las 8:00 pm.

Más información en Correo del Caroní.

 

Balance | 42 comercios chinos fueron saqueados en El Callao y Sifontes

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Reportes policiales del municipio Sifontes y El Callao del estado Bolívar indican que un gran número de comercios, inmuebles y bienes fueron victimas de los saqueos y protestas de este viernes 16, desencadenados por la falta de efectivo que provocó el retiro de la circulación del billete de 100 bolívares.

En El Callao, donde se originó el primer reporte de saqueo del día a las 8:45 de la mañana y hasta la 01 de la madrugada, al menos 11 comercios asiáticos resultaron saqueados, al igual que otros 13 comercios de diferentes ventas, entre ellos licorerías. Además, los reportes señalan que cinco vehículos, propiedad de los chinos cuyos negocios fueron saqueados, presentaban daños importantes.

Por otro lado, reportan que un joven menor de edad murió por un impacto de bala cuando se encontraba saqueando con una multitud de personas. El reporte del diputado Angel Medina señala que tres personas, un comerciante asiático, un hombre y una mujer, fallecieron a causa de los disturbios. Otras 27 personas presentaron heridas leves, causadas al ingresar a los comercios.

Se contabilizan que aproximadamente 3.000 personas -casi el 80 % de la población- participó en los actos de saqueos, vandalismo y destrozos.

En el municipio Sifontes de Bolívar, los residentes de la parroquia Tumeremo saquearon aproximadamente 31 comercios asiáticos. El reporte también señala que 14 personas se encuentran privadas de libertad a la orden de los distintos tribunales.

Asesinaron a periodista de Radio Minera en Tumeremo

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La violencia en las minas del estado Bolívar sigue a pesar de todas las medidas y la madrugada de este jueves cobró una nueva víctima.

El caso no está del todo esclarecido, pero versiones preliminares señalan que al parecer la periodista Lucía Suanez estaba en su casa ubicada en un sector conocido como la Frontera en el municipio Sifontes.

La mujer ya estaba durmiendo cuando sintió olor a humo. Presuntamente, por el techo de la casa habían varias piezas de cartón encendidas para causar el incendio, lo que la obligó a salir de su casa.

La víctima falta, que se desempeñaba como locutora en la emisora local Radio Minera, recibió un tiro en la cabeza al salir de la propiedad. Su cuerpo fue encontrado por los vecinos.

Ni la militarización por parte de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y el Ejército en las minas, así como el desalojo y destrucción de los campamentos han evitado que la violencia cese al sur del estado Bolívar; más aún en Tumeremo, municipio Sifontes.

A eso se le suma el cambio de personal tanto en la Policía del Estado Bolívar (PEB) y del Cuerpo de Investigaciones, Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), tras la masacre ocurrida en marzo en un sector minero de dicha población.

El Ministerio Público ya comisionó a los fiscales 36° nacional y 5ª auxiliar del segundo circuito del estado Bolívar, Miguel Hernández y Jennifer Durán, respectivamente, a fin de que dirijan la investigación por la muerte de la locutora.

Los fiscales del caso coordinan las diligencias de investigación que ejecutan los funcionarios del CICPC.

El Amparo, Ayotzinapa y Tumeremo: sangre e hipocresía

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“Tumeremo” es una palabra que quizás no expresaba nada para los caraqueños hasta hace dos semanas, excepto para los habitantes de la urbanización El Cafetal, donde una calle lleva ese nombre. Es una verdadera pena que de la noche a la mañana, hace dos semanas, el término se haya integrado al habla coloquial capitalina, y a la de toda Venezuela, con semejante carga negativa. Hay tantas, tantas cosas malas sobre Tumeremo que nos estremece hasta el fondo del alma a nosotros, los habitantes de la ciudad más sórdida del mundo.

Capital del municipio Sifontes, estado Bolívar, es una localidad de 50.000 personas, y un porcentaje alarmante de ellas vive de una actividad ilegal: la extracción irregular de minerales, sobre todo oro, en las minas cercanas. Este oficio daña el ambiente y perjudica la salud de quienes se dedican a él, debido al uso de mercurio para separar de impurezas el metal precioso.

¿Se les puede considerar por eso maleantes de la peor calaña? Antes de emitir un juicio al respecto cabe considerar que en Tumeremo hay pocas formas de ganarse la vida que permitan ingresos superiores al salario mínimo, a la vez que prácticamente todo es más caro que en Caracas. Pero apenas un gramo de oro se cotiza en Bs 30 mil, y en un buen día los mineros pueden obtener hasta cinco gramos.

Los que sí aparecen fácilmente retratados en el anuario del malandraje criollo son los que están al mando de estas operaciones. La falta de autoridades del Estado ha permitido que la extracción aurífera ilegal no solo se desarrolle, sino que además lo haga bajo el control de verdaderas mafias armadas que imponen su voluntad con un régimen de violencia y terror. No se limitan de dominar el comercio del metal y someter a los mineros a condiciones laborales de esclavo cuando les viene en gana. Tras copiar las prácticas de los “sindicatos” de Ciudad Guayana, su abanico de operaciones incluye extorsión, homicidios y, probablemente, la explotación de las mujeres que se prostituyen en las minas.

Todas estas desgracias salen a la luz por una todavía mayor: la masacre de un grupo de mineros como resultado del pleito entre dos de las bandas criminales. Hasta ahora el Ministerio Público ha hallado 17 cadáveres, pero persisten las denuncias de que los asesinados fueron 21, o hasta 28. La fiscal general no se explica que todavía haya personas que aseguren tener familiares entre las víctimas, sin formalizar el reclamo ante su despacho, a pesar de que el mismo mantiene un récord de más de 90% de homicidios impunes. La impotencia se combina con el terror, el pánico a recibir represalias por parte de los maleantes… o los cuerpos de seguridad. Algunos señalan a agentes del Cicpc de estar involucrados en la hecatombe. La desconfianza hacia este organismo es tal que los pobladores han exigido su retiro de la zona.

Al momento de encontrarse los primeros restos, si las expresiones de repudio al gobernador de Bolívar hubieran sido lluvia, la represa de Guri se habría rellenado en unos instantes y hundido el riesgo de colapso eléctrico. Esto se debe a que la primera reacción del mandatario regional, Francisco Rangel Gómez, al conocerse la tragedia más de una semana antes, fue negar de plano que hubiera habido cualquier masacre. En vez de jugar posición adelantada, pudo haber hecho un llamado a la calma y pedir a las autoridades nacionales de inmediato su colaboración en el esclarecimiento del suceso. Pero, no. Como la denuncia se canalizó primero por boca de un diputado a la Asamblea Nacional opositor, Rangel Gómez de inmediato la desestimó como “politiquería para generar zozobra”.

En los medios del Estado se hizo eco de inmediato a la versión del gobernador, y hablaron de una “masacre virtual”. Una cobertura curiosa, sobre todo si se la compara con la que hicieron de la desaparición de los 43 normalistas en la localidad mexicana de Ayotzinapa. En esa ocasión se hizo una furibunda crítica por el fracaso de las autoridades locales en garantizar los Derechos Humanos de sus ciudadanos. Cabe recordar que por este caso, el gobernador del estado de Guerrero, donde ocurrió el horror, renunció al cabo de un mes. ¿Pudiera esperarse lo mismo de Rangel Gómez?

Sus correligionarios en el hemiciclo no ayudaron a enmendar las cosas. Cuando la MUD llevó al asunto al debate parlamentario, los diputados rojos se mostraron sobre todo irritados por lo que, a su juicio, fueron los intentos de la otra bancada por usar la desaparición de unas personas como campaña para acabar con los planes del Gobierno de explotar junto con empresas extranjeras las riquezas del llamado “arco minero”. Al parecer al oficialismo, que se proclama defensor a ultranza de los humildes y patriota frente a intereses foráneos, en realidad le importa más cómo piensen de él unas trasnacionales que el destino de unos empobrecidos trabajadores venezolanos.

Como el problema persistió, se hizo un cambio de estrategia. La periodista Laura Helena Castillo, de quien tengo el gusto de haber sido alumno, observó que si el Gobierno reconoció las muertes, es porque ya había decidido a quién culpar, de manera que su imagen se viera afectada lo menos posible. En vez de admitir el dominio hamponil en la zona, Maduro y el ministro González López apuntan a “paramilitares” colombianos que operan con fines políticos.

Tal vez sea cierto que el cabecilla de la banda responsable de la masacre es un ecuatoriano que en su juventud ingresó a las filas de irregulares de derecha en Colombia. Pero sus actividades en Venezuela sugieren un interés único en el lucro con oro, en vez de conspirar contra Maduro. Y si fuera cierto que comanda un grupo armado neogranadino con fines políticos, pues peor aún. Porque no estamos hablando de Guasdualito, ni de Machiques. Hablamos de la parte más oriental del estado Bolívar y del país, casi llegando al Esequibo. ¿Cómo permitió la FANB que estos “paracos” penetraran territorio venezolano hasta llegar al área más alejada de la frontera con la hermana República?

El pretexto oficial, si quita responsabilidades de acción, establece otras de omisión. Hay que insistir en el hecho de que van al menos 17 muertos. Obviando al “Carazazo”, ya es la segunda masacre más sanguinaria de nuestra historia contemporánea, y si se confirman al menos siete cadáveres más, superará a Cantaura (1982).

Sobrepasó por tres caídos la matanza de El Amparo, ocurrida en 1988 en el Alto Apure. Si su memoria está un poco cansada o perezosa hoy, le recuerdo que en aquella ocasión, un componente militar y policial, el infame Componente Específico José Antonio Páez (Cejap), asesinó a 14 pescadores. Los perpetradores quisieron hacer ver que atacaron a un grupo de guerrilleros colombianos, mentira grosera. Bien haya sido un error garrafal o algo mucho más siniestro (se ha hablado de la simulación de un combate para justificar la adquisición sobrefacturada de armas por los propios militares), el hecho llevó a una condena al Estado venezolano por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Los gobiernos de Caldera y Chávez tuvieron que pagar indemnizaciones a los sobrevivientes y familiares de las víctimas.

No obstante, la acción redentora de ahí no pasó, porque los responsables han permanecido en libertad. Una vez en el poder, el chavismo se comprometió a terminar de hacer justicia con una “Comisión de la Verdad” que investigue las violaciones de Derechos Humanos entre 1959 y 1999. Hasta ahora eso se ha quedado sobre todo en propaganda, y llama la atención la selectividad con la que las autoridades han procedido a señalar culpables. En el caso de El Amparo, las acusaciones contra el entonces jefe de operaciones de la Disip, Henry López Sisco, han estado a la orden del día. No ha sido igual con otro supuesto  involucrado, Ramón Rodríguez Chacín, hoy gobernador de Guárico. Y ojo, no se trata de defender a uno y acusar al otro, sino de llamar la atención sobre el peculiar criterio con el que se ha manejado el caso.

De todas formas, el chavismo se ha presentado siempre como la garantía de que masacres como aquella no se repetirán jamás. Pero siguen ocurriendo, y el empeño por no reconocer la negligencia del Estado es insólito. Pocas horas después de que se anunciara el descubrimiento de los cadáveres, Maduro se encadenó. Si uno no lo conociera, esperaría un breve y solemne mensaje de condolencia a los familiares de las víctimas y compromiso por aprehender a los culpables. En vez de eso, el mandatario rio y bailó al ritmo de una jota oriental, nos dibujó un fantasioso presente de felicidad y abundancia (que, según él, solo los locos o los apátridas no divisan) y aseguró que Obama estaba “derrotado y fuera de Latinoamérica” (a pocos días de la histórica visita del estadounidense a Cuba, mientras Nicaragua redobla su compra de petróleo gringo ante una alicaída exportación venezolana). Como si no acabara de confirmarse una horripilante matazón que enlutó a todo el país. No, esas cosas no pueden afear la imagen de la patria en “revolución”.

Tumeremo da tantas razones para protestar, para exigir rectificación, para corregir errores. Los vecinos de esa calle en El Cafetal, terruño de la estereotípica doña opositora, podrían elevar el mismo grito que los del pueblito que le da nombre a su pavimento. Justificación no falta ante esta historia manchada de sangre e hipocresía.

@AAAD25