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Marco Hurtado

Liberan al excomisario Marco Hurtado tras casi 17 años preso por sucesos de Puente Llaguno
El exfuncionario de la Policía Metropolitana lo condenaron a 16 años y 8 meses de prisión por los sucesos de abril de 2002

 

El comisario de la Policía Metropolitana (PM) Marco Hurtado fue liberado este jueves 23 de enero, informó la abogada Theresly Malavé en su cuenta de Twitter. Hurtado estuvo casi 17 años preso tras la controvertida sentencia que lo responsabilizó de los hechos del 11 de abril de 2002 en Puente Llaguno.

Sus familiares y abogados aguardaban este jueves por la salida de Hurtado del Centro Nacional de Procesados Militares (Cenapromil) en Ramo Verde. Hurtado debió salir en libertad desde el 19 de diciembre de 2019. El comisario fue condenado a 16 años y 8 meses de prisión por dos de las 19 muertes ocurridas el 11 de abril de 2002 en Puente Llaguno. Ni a Hurtado, ni a sus compañeros, se les dio el beneficio de los derechos procesales contemplados en la ley, como medidas alternativas al cumplimiento de la pena o redención de la pena por estudio y trabajo.

Hace una semana, la abogada Theresly Malavé denunció que la jueza Ada Marina Armas se había negado a emitir la boleta de excarcelación del comisario de la Policía Metropolitana Marco Hurtado, quien terminó de cumplir su pena de 16 años y 8 ocho meses, el pasado mes de diciembre. Malavé señaló entonces que los detenidos han cumplido con todo lo solicitado para obtener su libertad, pero que la magistrada “ni siquiera la ha tramitado”.

Pasado el mediodía, de este jueves 23 de enero, Hurtado vio la luz al salir de Ramo Verde.

El juicio contra los policías metropolitanos por estos asesinatos duró 7 años. En ese tiempo se realizaron 230 audiencias, presentaron 265 experticias, 5.700 fotografías, más de 20 videos; también declararon 198 testigos y participaron 48 expertos, puntualizó Crónica Uno.

16 años después…, por Gonzalo Himiob Santomé

 

Lo lamentable no es repetirme, sino que me vea obligado a hacerlo…

Hoy se cumplen dieciséis años del 11 de abril de 2002, y la justicia sigue ausente. No aparece, no está. Diecinueve personas fueron asesinadas ese día en Venezuela, en un patrón que luego y lamentablemente se repetiría muchas veces, por razones políticas. La intolerancia armada y asesina, amparada por el poder, destruyó en ese entonces diecinueve familias, diecinueve hogares,  que siguen esperando silentes y tristes por una justicia que no ha llegado y que no parece tener intenciones ni ganas de llegar. Lo mismo ha pasado con los que resultaron heridos, que tampoco han encontrado respuesta en la dama ciega. La impunidad sigue siendo, tras dieciséis años, reina y señora.

Revisando mis notas, encuentro que esto lo escribí hace años, y hoy no encuentro forma distinta o mejor de decirlo: “En aquel momento, en 2002, fueron 79 las investigaciones penales que se abrieron por las muertes y lesiones de ciudadanos venezolanos durante el 11A. En ninguna afloró la verdad. A los que dispararon contra policías y pueblo, o los absolvieron, concediéndoles además el dudoso mérito de ser “Héroes de la Revolución”, o ni siquiera los investigaron. A los que salvaron las vidas de muchos, poniendo su pecho entre las balas del oprobio y la ciudadanía, los condenaron a la pena máxima, sin tener, como pasa ahora con los que son investigados por “conspiradores” o “terroristas”, ni una prueba en la mano que lo justificara. Solo el mandato del ausente, una voz envalentonada en cadena nacional buscando consolidar mentiras, bastó y sobró para que la justicia fuera desterrada del estrado y fuera sacada de los tribunales por la puerta trasera. Ese día se fue, y aún no regresa”.

Seguimos igual. El Comisario Simonovis sigue preso, en su casa pero preso, y cinco policías metropolitanos, Erasmo Bolívar, Luis Molina, Arube Pérez, Héctor Rovaín y Marco Hurtado siguen encarcelados pese a que hace ya muchos años que no deberían estar en prisión. Son todos inocentes, de eso no hay duda, un simple vistazo a sus expedientes lo demuestra, no son más que los que pagaron los platos que rompieron otros y los que le están sirviendo a unos pocos para mantener una “verdad oficial” sobre lo que ocurrió en abril de 2002 que al final no es más que una inmensa mentira. Incluso tomando en cuenta las injustas y altísimas penas que a todos les impusieron, ya hace rato que deberían estar libres, o que tienen derecho a fórmulas alternativas al cumplimiento de lo que quede de sus penas que los deberían haber sacado ya de la cárcel. Pero no, el gobierno no los libera. Hacerlo significaría, así sea por una única vez en ese caso (paradigma de persecución judicial artera e injusta) respetar las leyes, y eso no cabe en la cabeza de estos carceleros, a los que lo único que les interesa, en relación a los sucesos del 11A, es que la verdad y la ley permanezcan amordazadas y ausentes.

La CIDH, instancia ante la que se denunciaron, en su momento, las terribles violaciones a los DDHH que ocurrieron en esos días también ha permanecido callada. Del “Caso 11A”, allá en la sede del organismo internacional, no se habla. Aún esperamos que se decida la causa iniciada contra el Estado venezolano por al menos nueve de los asesinatos del 11 de abril de 2002. El procedimiento se admitió y se cumplieron todas sus fases, pero la decisión final jamás llegó.

Sé que tenemos hoy mucho en nuestras cabezas, entre nuestras manos y en nuestros corazones. Mucha ha agua ha corrido debajo de los puentes, especialmente debajo del Llaguno, y son muchos los temas que ahora nos ahogan y nos agobian, pero no podemos dejar que el olvido le haga el juego a la impunidad y a la injusticia. Al menos hoy, que se cumplen dieciséis años del aquel nefasto 11 de abril de 2002, recordemos no solo a los que fueron injustamente encarcelados solo para apuntalar la “versión oficial” de los hechos (ese cuento truculento que cada vez que se cuenta choca de nariz contra la verdad), sino también los nombres de los que ese día fueron asesinados: Erasmo Sánchez, Rudy Urbano Duque, Josefina Rengifo, César Matías Ochoa, Pedro Linares, Nelson Zambrano, Luis Alfonso Monsalve, Luis Alberto Caro, Jesús Espinoza Capote, Jesús Orlando Arellano, Orlando Rojas, Alexis Bordones, José Antonio Gamallo, Jhonnie Palencia, Víctor Reinoso, Juan David Querales, Jorge Tortoza, Ángel Figueroa y José Alexis González Revette.

Que sus nombres nos sigan doliendo hoy como nos dolieron ayer, que nos recuerden dónde, cuándo y cómo comenzó la pesadilla, y que en su memoria, así como en la de tantos que han sido arrancados de la vida en estos años por la intolerancia y por el odio, encontremos la fuerza que necesitamos para cambiar el rumbo y el destino de nuestra Venezuela. El olvido no es opción.

 

@HimiobSantome

El 11A: la verdad que Chávez ocultó, por José Vicente Carrasquero A

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El 11 de Abril de 2002 fue una gran derrota para Hugo Chávez y su afán de mantenerse en el poder a como diera lugar. Esa derrota duró poco gracias a factores que no vamos a analizar en este escrito. Estamos interesados en las víctimas de Chávez que hoy en día pagan prisión por crímenes que no cometieron.

El jefe de seguridad ciudadana de la Alcaldía Mayor en ese momento Iván Simonovis, los comisarios Lazaro Forero y Henry Díaz junto a los funcionarios de la Policía Metropolitana Marco Hurtado (comisario), Héctor Rovain (inspector jefe), Arube Pérez Salazar (cabo Primero), Luis Enrique Molina (distinguido), Erasmo Bolívar (agente) se convirtieron en los chivos expiatorios que Hugo Rafael Chávez Frías necesitaba para intentar lavar su imagen ante la historia después de haber ordenado la activación del Plan Ávila contra quienes marchaban al Palacio de Miraflores.

Convencido de su importancia para la historia y de la grandeza de su imagen, además de lo supremo de proyecto político, Chávez no escatimó rociar de sangre su ascenso al poder y mantenerse en él. Como si fuese poco, dispuso de la vida de personas cuya culpabilidad no fue comprobada para crear un cuento que difícilmente se correspondía con la realidad de aquel duro momento en la historia venezolana

Para un individuo como Chávez la vida de las personas no tiene importancia. Se toman como objetos para avanzar en el proyecto político. Así lo demuestran los más de 300 muertos de las intentonas golpistas de 1992. Durante su gobierno fueron muchas las personas que debieron huir del país o pagar prisión simplemente porque a él le convenía.

Después de los sucesos del 11 de Abril, Chávez se ve en la necesidad de crear e imponer su propia versión de los hechos. Es así como personalmente decide, entre otras cosas, que se encarcelen a los funcionarios antes mencionados y se les responsabilice de los hecho acaecidos aquel nefasto día.

No había intención alguna de rendirle culto a la verdad. No había intención de reparar a las víctimas. Solo se quería crear una trama que dejara en claro que la oposición había cometido unos crímenes y que por lo tanto debía ser execrada y perseguida como efectivamente sucedió.

Recuerdo que una reconocida periodista me preguntó en una entrevista radial sobre lo que pensaba pasaría con los pistoleros de Puente Llaguno. No dude en decirle que los iban a soltar. Que Chávez no se podía dar el lujo de encarcelar a sus defensores. Que para eso los había armado. Para que fuesen una especie de fuerza de choque en caso que le fallara, como efectivamente pasó, la acción represora de las fuerzas armadas.

Vimos un evento que la historia todavía no evalúa en su justa dimensión. Chávez, en persona y en cadena nacional asumió la defensa de los pistoleros de Puente Llaguno. Súbitamente, estas personas que todo el mundo pudo ver disparando desde lo alto de la estructura quedaron liberados de toda culpa. En su lugar, Chávez decidió que serían los jefes policiales y algunos agentes de la Policía Metropolitana los que pagarían las culpas de la irresponsabilidad con la que manejo el movimiento de rechazo más grande que hasta ese momento había enfrentado cualquier presidente en nuestra historia.

Sociópata como era, prometió conformar una comisión de la verdad que nunca se instaló. Contó a diestras y siniestras sus propias historias sobre los acontecimientos. Financió trabajos “independientes” que sin la rigurosidad que implica una investigación histórica contaba una versión de los hechos muy reñida con los acontecimientos.

Es así como Iván Simonovis cumple este 22 de Noviembre 12 años de prisión por crímenes que no cometió. Y esta no es una opinión mía. Son las declaraciones de un corruptísimo ex juez del Tribunal Supremo de Justicia que huyendo de la saña chavista confiesa haber dilatado el juicio a los funcionarios hasta el hastío y haber ordenado producir una sentencia condenatoria de 30 años a petición de Hugo Rafael Chávez Frías.

Le importó a Chávez la vida de estos funcionarios. Lo que pasaría con su familia. No! Además actuó con pérfida maldad. Un juicio viciado, de familiares vejados a la saciedad, lleno de fallas procesales de traslados sin audiencias, de experticias que no fueron tomadas en cuenta por la juez que actuaba como perruna subalterna de Aponte Aponte.

Aún diciendo el corrupto ex juez, hoy protegido por el gobierno norteamericano, que el juicio fue viciado y que obedeció a satisfacer los deseos del sociópata Chávez, la justicia venezolana ha hecho poco o nada en reparar un daño de muy difícil resarcimiento. La concesión de casa por cárcel no es suficiente. Lo que corresponde para Simonovis y todos los otros funcionarios culpados por el gobierno es la libertad plena. Además de mecanismos que les ayuden a tener una vida más llevadera después de años de injusticia.

Esto es parte del legado de Hugo Chávez, un megalómano que no tuvo empacho alguno en disponer de la vida de la gente como si fuesen soldaditos de plomo. Todo para salvaguardar su supuesto lugar triunfal en la historia. Los eventos que estamos viviendo tiran al trasto de la basura un legado que parece más bien un castigo. El chavismo será tristemente recordado como uno que persiguió y encarceló gente inocente. Como si esto fuese poco la inmensa mayoría de las muertes del 11 de Abril no fueron investigadas. Los supuestos francotiradores no eran tales. La violencia estaba claramente del lado de un chavismo temeroso de perder el poder y dispuesto a usar cualquier tipo de violencia o crimen para permanecer en él.

La ruindad contra estos funcionarios ha sido tal que muchos de ellos aplican desde hace años para beneficios procesales que no se les ha concedido. El rancio y putrefacto chavismo no quiere ceder en esta historieta que ni siquiera maquilla el horrible comportamiento de un Chávez que estuvo dispuesto a hacer que el pueblo fuese sometido por la boca de los fusiles activando el Plan Ávila. Gracias a Dios no fue obedecido. Caso contrario la historia sería mucho peor.

Es el momento de que el chavismo remiende sus errores, la liberación plena de estos presos políticos es un mandato ético inevitable. Pero, lamentablemente, en lo ético parece estar el principal escollo. Después de todo chavismo y ética son polos opuestos.

 

@botellazo