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¿Saldremos de esto?, por Mario Guillermo Massone

ProtestaVenezuela2017

 

 

“Tanto los optimistas como los pesimistas contribuyen a la sociedad.

El optimista inventa el avión, el pesimista el paracaídas”.

                                                                                      B. Shaw

 

Casi dos décadas es largo tiempo pasado y espacio caminado. Es existencia vivida casi veinte años. En mis primeros veinte años, fue mucho lo que hice, cosas muy buenas y muy malas. Pero las hice en libertad. Porque mis primeros casi veinte años los viví en democracia.

Hoy comparto comunidad de vida con mis alumnos en Filosofía Social y Política de la UCAB. Enlazado con chamos que están viviendo sus casi veinte años. Y en sus casi veinte años, han vivido bajo el yugo de la opresión, la escasez, la inseguridad, el control indebido, el conflicto … La incertidumbre es su normal. Ellos no conocen ni la libertad ni la democracia que yo conocí. Aún así, sin haber vivido ellos ni en libertad ni en democracia, luchan, como luchamos otros, por conquistarlas.

Y es que hay algo en nuestra naturaleza humana, un motor invisible, que nos mueve y nos llama, ¡a gritos!, a ser libres, incluso, cuando no lo hemos sido. La historia de la civilización nos muestra esta verdad derivada de la experiencia de los pueblos antiguos y modernos.

En Venezuela y desde el extranjero muchos venezolanos me preguntan: “¿saldremos de esto?”, y yo, con claridad de propósito, les respondo: “dependerá de nosotros”.

La dictadura tiene las armas, nosotros tenemos los votos. No hay elecciones, pero no somos sólo votos. Porque antes que votos, somos voluntades. Tenemos la voluntad de libertad y es la voluntad la que nos mueve a la acción. Estamos en desventaja y en ventaja a la vez, ellos tienen la fuerza de las armas, nosotros somos millones, ellos miles, y estamos determinados a ser libres.

Esta determinación ha llevado a que altos jerarcas y grupos con poder real dentro del chavismo se hayan venido volteando contra la dictadura. Hoy son nuestros aliados circunstanciales. Vendrán otros. Algo similar ha venido ocurriendo en la comunidad internacional. Es lento, sí, estamos impacientes, también,  pero avanza. Lo vemos en las votaciones en la OEA, en el hecho de que el caso Venezuela ya entró en la agenda de las Naciones Unidas.

Frente a la despótica somos políticos. Porque el tuétano de la autoridad política es la resistencia, como bien destacó hace 2.400 años Aristóteles. La autoridad política ahora está en nuestras manos. Esto es el significado del artículo 333 de la Constitución. Porque al habernos, la dictadura, secuestrado la soberanía popular, se invierten la autoridad y la obediencia. Ahora, es el déspota quien ha de obedecer.

Veo en protesta y resistencia a venezolanos de todas las edades y clases sociales. Veo a los vamos que han vivido sus casi veinte años, y a los no tan chamos, dando sus vidas, en resistencia, por la libertad. Venciendo el miedo con valentía. Es con esta actitud vital, optimistas o pesimistas, que habremos de ser libres. “¿Saldremos de esto?; dependerá de nosotros”.

 

 @massone59

Tribunal priva de libertad a secuestradores de comerciante en Guárico

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El Tribunal Primero de Control de la Circunscripción Judicial Penal del estado Guárico extensión San Juan de los Morros, dictó medida privativa de libertad contra Yusnardy Bravo, Jhoalex Arthaona López, Carlos Liconte, Aquiles Rojas y José Gregorio Machado, por el secuestro de Néstor José López Buyon, comerciante de la población de Memo.

A los privados se les imputados se les dictó la privativa por la presunta comisión del delito de secuestro agravado estipulado en el artículo 3, concatenado en el artículo 10, numerales 2 y 16, así como el delito de extorsión agravada estipulado en los artículos 16 y 19, numeral 2, tipificados en la Ley contra el Secuestro y Extorsión.

Asimismo fueron privados de libertad por la presunta comisión de los delitos de  agavillamiento, estipulado en el artículo 286 del Código Penal; posesión de porte ilícito de arma, previsto en el artículo 111 de la Ley de Desarme y Control de Arma y Municiones, además del delito de porte ilícito de arma de fuego.

El juzgado decretó la aplicación del procedimiento ordinario y con lugar la aprehensión en flagrancia, así mismo fijó como sitio de reclusión el Centro de Procesados 26 de Julio de San Juan de los Morros.

 

*Con información de Prensa TSJ

 

A contrapelo de la historia, por José Toro Hardy

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Al terminar la Segunda Guerra Mundial, dos sistemas se enfrentaron tratando cada uno de ellos de prevalecer sobre el otro: el capitalismo y el comunismo.

«Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído en el continente un telón de acero», dijo Winston Churchill en 1946 para referirse a la frontera, no solo física sino ideológica, que separaba en Europa a los países comunistas de los capitalistas.

En las décadas siguientes las dos ideologías midieron sus fuerzas. Ya a finales de los 80 se hizo obvio el resultado de aquel enfrentamiento.

El comunismo -que defendía la URSS- había demostrado ser capaz de construir gobiernos y ejércitos poderosos, pero a costa de sacrificar a los ciudadanos. La única forma como se podía mantener el sistema era mediante Estados policiales para contener la insatisfacción de sus pobladores, violando los DDHH y coartando libertades básicas como la de expresión y también la de movimiento para impedir que la gente emigrase masivamente.

Mientras tanto el capitalismo que preconizaba EEUU permitía un crecimiento acelerado de las economías basado en un mecanismo que partiendo de la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de los consumidores -basado en su propio esfuerzo- desencadenaba un proceso de creación de riqueza que redundaba en un mejoramiento general en el nivel de vida de la sociedad.

¿Era justo este último sistema? Ciertamente había inequidades. Unos, gracias a su capacidad, se hacían más ricos que otros; pero en su conjunto la colectividad se beneficiaba del esfuerzo creativo de todos. En los países que abrazaron el sistema capitalista las mayorías vivían mejor que en los países comunistas.

¿Era alguno de los dos sistemas moralmente superior al otro? Teóricamente el comunismo pregonaba su superioridad moral al repetir lemas que sin duda lucían gratos a oídos de los incautos. En la práctica no resultó ser así. El simple hecho de que la primera víctima del sistema fuese la libertad, indica que algo fallaba. No puede ser moralmente superior un sistema que tiene que ser impuesto policialmente.

De hecho la superioridad moral del capitalismo se pone en evidencia al constatar que donde mejor funciona es donde más se respetan la democracia y la libertad.

A finales de la década de los ochenta -durante el episodio conocido como «el otoño de las naciones»- el comunismo se vino a pique en todos los países de la órbita soviética. Cayó el Muro de Berlín y se desmoronó el Telón de Acero. En 1991 se derrumbó también en la Unión Soviética que incluso desapareció y se desintegró en 15 naciones diferentes.

Es el «fin de la historia» dictaminó Fukuyama. Uno de los dos sistemas había demostrado su evidente supremacía y el otro se evaporaba sin que ni siquiera se disparase un tiro.

Pero la historia tiene sus vericuetos. Tuvo la desgracia Venezuela de que surgiese un líder populista que pudo contar con recursos inesperados como consecuencia de una circunstancia con la cual ni el mismo contaba: se dispararon los precios del petróleo.

Gracias a ese maná caído del cielo creyó poder revivir al moribundo sistema que sufría ya sus últimos estertores. Tuvo éxito mientras el petróleo se mantuvo alto. Pero cuando sus precios cayeron se puso en evidencia que lo único que había logrado era destruir la economía del país sumiendo a su población en una pobreza inimaginable.

Su sucesor, que no cuenta con el mismo carisma, pretende ahora lo imposible. Imponerle al país, vía una Constituyente fraudulenta, el mismo proyecto que ya rechazó en el 2007 y cuyo fracaso el pueblo experimentó en carne propia. Pretende aplicarlo además a una sociedad que ha sido depauperada y que padece hoy la inflación más alta del mundo y una escasez generalizada que la tiene sumida en una crisis humanitaria de severas proporciones. Una población que ha comprendido que ya no se trata solo de un problema ideológico, sino que se enfrenta a una suerte de nueva oligarquía corrupta, conjunto de poderosos negociantes, que pretende acaparar indefinidamente el poder económico y el poder político.

Lo cierto es que por la fuerza no podrán lograrlo porque inevitablemente esa misma fuerza se volvería en su contra. Una Constituyente ilegítima que la sociedad repudia, sumada a la violencia con la cual se intenta contener la protesta masiva de centenares de miles de ciudadanos que llevan casi 70 días volcados en las calles, son quizá la puntilla a la viabilidad del régimen. Desde luego los gobernantes no dan su brazo a torcer pero como bien dice el refrán: una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea.

Lo que pretende el régimen va a contrapelo de la historia.

@josetorohardy

Cuando el dolor nace de la libertad, por Antonio José Monagas

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No siempre la angustia es funesta consejera. Muchas veces, se convierte en razón que motiva determinaciones drásticas, pero que en el fondo saben responder con la lucidez que el momento demanda. De hecho, la vida humana está plagada de capítulos que refieren crisis cuyas formas de superación obedecen a la angustia toda vez que oportunamente traduce la disposición que incita la decisión correcta en el momento exacto.  Sobre todo, cuando la angustia obliga a actuar sin desprenderse del valor de la justicia. O cuando debe aceptarse, tanto como el miedo, por cuanto es lo que, de primera mano, provoca la actitud necesaria para sobreponerse a las circunstancias. No hay duda de que muchas determinaciones asociadas con la valentía, el coraje y la osadía, tienen la misma fuente que la que tiene la angustia. Y es que en verdad, en la irradiación de las virtudes del ser humano, hay un brillo que ennoblece la angustia pues al brotar como sentimiento, estimula la temeridad sin constreñir la hidalguía y gallardía que pueden acompañar a la acción.

Vale este exordio a manera de plantear un contexto que mejor pudiera corresponderse con el crudo momento que padecen quienes en medio de las continuas jornadas de protestas que están dándose en Venezuela, a consecuencia del recrudecimiento de la represión ordenada por la tiranía gubernamental, viven una penetrante angustia, una dura contrariedad, una excesiva impotencia y un hondo dolor. Aunque no por ello, tales vivencias impulsan en cada venezolano, atrozmente tratado por las hordas de tarifados esbirros del régimen, un raudal de pensamientos a partir de los cuales se afianzan reflexiones que terminan transformándose en actitudes capaces de concienciar la ingente necesidad que clama el país en nombre  de una democracia envuelta en las más sagradas libertades y derechos humanos.

Son momentos en que relucen sentimientos de iracundia confundidos con la rabia canalizada en cada palabra clamada, en cada gesticulación articulada, en cada idea surgida al furioso sonido de disparos, explosiones y gritos de apoyo al hecho contestatario refrendado en la premura de la que se dispone para sortear la embestida opresora.

Y aun cuando en el fragor de estas luchas que están dándose en las calles, avenidas, autopistas y comunidades de Venezuela el tiempo corre casi sin la posibilidad de advertir su urgencia, hay sentimientos que también hacen saltar emociones. Emociones que no sólo se pasean por la incertidumbre, sino también porque se pliegan al triunfo político por cuanto están inspirados en la labor institucional-política conducida por la unidad democrática. Pero indudablemente, la angustia sigue acompañando cada instante del desarrollo de tan serios acontecimientos. Es ahí cuando se valora la fuerza de cada venezolano entregado a desconocer al gobernante por su atrevimiento en desarreglar política, económica, social y moralmente a Venezuela valiéndose de cuanta ilegalidad y desafuero pueda cometer. Desde luego, con el amparo de poderes públicos embadurnados de la impudicia más recalcitrante.

Cuando la democracia se reduce a fuerza de perdigones, o de gases lacrimógenos disparados a quemarropa, es porque se ha oscurecido la visión de quienes ya habían comenzado a mirar la vida con la reticencia del pesimista. O del cansado de vivir. Pero no es así cuando en el horizonte de la democracia se inventan excusas con la depravada intención de opacar derechos y libertades a quienes la vida le brinda oportunidades que sólo la juventud puede disfrutar a plenitud y a sabiendas que el futuro es todo suyo. Esa misma juventud es la que viste su pecho de escudo, y sus brazos los convierte en catapultas para así justificar que la razón está en los hechos que encauzan, indistintamente de las angustias que suelen vivenciar en el curso de las legítimas defensas que hoy caracterizan el discurrir político nacional.

En la aflicción, el pesar, la tristeza, la preocupación, la inquietud, pudiera resumirse lo que significa vivir la angustia que cada jornada de valentía y de honor, traduce. Pero que también, revela el dolor que se tiene cuando se vive sometido por la represión implantada como método de gobierno. Se infiere entonces que cuando el dolor es más grande que la angustia, surge el valor necesario para acosar y enfrentar la represión. Sin embargo, todo resulta más crudo pues en la esencia de la angustia, en tanto que compañera del miedo, se fija el dolor que puede incitar al país a despertar de un mundo entumecido y desavenido. Ese dolor, que pudiera ser “dolor de patria”, aunque tiene la capacidad para enlutar corazones, también puede estimular a transitar la senda de la democracia. Más, en estos tiempos cuando del dolor nace la libertad.

antoniomonagas@gmail.com

El último kilómetro, por Gonzalo Himiob Santomé

Libertad

Vas avanzando, tienes un destino y una meta definidos. Ya lo has hecho antes, aunque quizás no con la persistencia debida, pero recientemente, obligado por las circunstancias, has logrado convertirlo en tu rutina, en algo regular, casi diario, que ves como absolutamente indispensable para alcanzar los objetivos que te has trazado. Por eso sabes que los primeros pasos son difíciles, duelen, y que no fue en balde que alguien dijo alguna vez que una de las partes más duras de iniciar una carrera es levantarse y ponerse los zapatos.

Tus primeras zancadas las das con calma, a tu ritmo. Es lo que la prudencia te exige, pues ya antes te han hecho zancadillas o has dado traspiés que te han dejado herido y tumbado en el piso. Estás midiendo el terreno, vas analizando los eventuales baches y desniveles, y estás preparando tu cuerpo y tu mente para los que, tú lo anticipas, serán los tramos más exigentes. La ruta es parecida a otras que ya has recorrido, pero no es exactamente igual, es nueva y presenta retos y aprendizajes diferentes, mucho más difíciles. De todos modos, sabes que ahora, como antes, la batalla no es contra los demás, mucho menos contra los que corren a tu lado, sino contra ti mismo, contra tu propia apatía, contra tu propia indolencia, contra tu propia apatía, y también que, si eres sincero, más que lo que hagan o dejen de hacer los otros, lo importante es lo que hagas tú. Afuera hay obstáculos, pero no enemigos. Tu único y principal adversario eres tú mismo, y la diferencia entre el éxito o el fracaso no depende de lo que te digan o impongan los demás, no depende de discursos ni de proclamas ajenas, pues no puedes colgar tus anhelos de los hombros de nadie, así que la línea la trazas tú, y tu victoria o tu derrota se deberán únicamente a tu propia voluntad y al empeño que tú pongas en llegar a tu destino.

Continúas. El cuerpo, la mente y el corazón se adaptan a una cadencia que te permite moverte de manera mucho más efectiva, con más energía y rapidez. Mientras avanzas, ves que algunos se retiran, se desilusionan o no pueden más, también que a otros los sacan de la carrera por la fuerza y que otros, demasiados, caen al suelo para no levantarse más. No quieres que te ocurra lo mismo, y ponderas tus opciones. En tus manos está la decisión: Seguir o renunciar, perseguir tu sueño o dejarte vencer por el miedo, pero como no hay juez más implacable que la propia conciencia, y tú lo sabes, decides continuar. Se lo debes a los que no tienen tu fuerza o tus posibilidades, se lo debes a los que se perdieron en la ruta, se lo debes a los que cayeron, pero por encima de todo te lo debes a ti mismo, y no quieres pasar tus noches en vela reprochándote que cuando más era necesario, renunciaste a la posibilidad de la victoria.

Sigues. No lo parece, pero pasa el tiempo y, aunque la meta aún no está a la vista, cuando miras hacia atrás te das cuenta de que has recorrido mucho más de lo que creías. Has superado obstáculos que antes te parecía imposible superar, has logrado lo que nunca antes habías logrado y, lo que es mejor, te das cuenta de que todavía tienes la energía necesaria para seguir adelante. El mundo tiene los ojos puestos sobre ti, y el futuro te demanda persistencia. Fluye en ti la adrenalina y sabes que ya no importa lo escarpada o lo difícil que se vuelva la ruta, tú puedes terminarla, tú puedes lograr el objetivo, tú puedes vencer cualquier adversidad.

Pero no todo son buenas noticias. La carrera se prolonga más de lo que esperabas. Cada segundo parece un día y cada minuto un siglo. Cuando ya crees que la línea final está cerca, un giro en el camino te revela que la última parte de tu recorrido, ese último y difícil kilómetro restante, está compuesto por marcadas curvas y pendientes, por oscuros recovecos llenos de ocultos peligros y por subidas pronunciadas y traicioneras que parecen diseñadas, y en efecto es así, para desanimarte. Todo el que ha librado estas batallas de largo aliento sabe que ese último kilómetro, esos últimos metros, son los más complicados, los más duros, y que es durante su recorrido cuando más fácil es dejarse llevar por el desaliento y la desesperanza.

De nuevo, la decisión está en tus manos. Desde las gradas, muchos te gritan que continúes, pues saben tu victoria será a la vez la victoria de todos; otros te ruegan y hasta te exigen que te detengas, porque les interesa que te dejes vencer y también que dejes que sean otros los que decidan tu destino. Pero ya nada importa. A estas alturas lo único que escuchas son tus pensamientos y el rítmico y pesado latido de tu corazón acelerado. Empiezas a sentir que te faltan las fuerzas, y las heridas y marcas que en ti ha dejado la larga brega empiezan a cobrarte sus cuotas. Todo indica que vas a ceder, que te vas a rendir, pues la derrota te muestra sus galas más seductoras y la victoria se te antoja escurridiza y evasiva. Tu avance se hace más lento y más torpe, y el dolor y la frustración que sientes comienzan a parecerte insoportables. Te cuestionas tus motivos, te reclamas a ti mismo, e incluso te insultas, por haberte dejado seducir por el sueño, que ahora te parece absurdo, de alcanzar esa meta que, incluso estando tan próxima, en este momento te parece inalcanzable. Tu mente te tortura, te hace fantasear con la falsa paz del perezoso, del ajeno, del indolente, y de pronto te das cuenta de que has llegado a ese umbral en el que un simple “sí”, o un simple “no”, pueden significar todo un universo de diferencia.

Ya a punto de rendirte, vencido y avergonzado, tu mirada, que hasta ese momento se había mantenido baja y cansada, se levanta. Allá, un poco más adelante, claramente visible bajo la luz del sol y a muy poca distancia, ves el estandarte que corona tu recorrido. En este se lee, justo sobre la línea de llegada, la palabra “Libertad”.

¿O ustedes pensaban que les hablaba de un maratón o de algo así?

Respiras profundo, llenas tus pulmones con el oxígeno que sentías perdido y redoblas con entereza y valentía tu paso. El cansancio, el miedo y el dolor desaparecen y avanzas veloz y orgulloso, como si apenas estuvieses empezando el recorrido.

Ya nada puede detenerte. Ya nada puede detenernos. Sigamos. El precio es alto, pero el premio, que es la libertad de toda una nación, lo vale.

@HimiobSantome

La lentitud de la OEA, por Carlos Nieto Palma

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Finalmente, después de mucho esperar, el pasado miércoles 31 de mayo, se efectuó en la sede de la Organización de Estados Americanos la reunión de consulta de cancilleres de los países miembros para discutir la grave situación que vivimos en Venezuela.

La reunión de consulta de ministros de Relaciones Exteriores se celebra con el fin de considerar problemas de carácter urgente y de interés común para los Estados americanos, y para servir de órgano de consulta.

En el lugar estuvieron 34 delegaciones, incluyendo la de Venezuela, que a pesar de haber iniciado el proceso para retirarse de la OEA y aseverar que no participaría en ningún encuentro al final asistió. 18 cancilleres estuvieron en el encuentro, junto a ellos 9 representantes permanentes de la organización, 2 representantes alternativos, 2 viceministros y 2 subsecretarios de relaciones exteriores.

Lamentablemente, no se llegó a un consenso para obtener los 23 votos necesarios para una resolución definitiva y la reunión fue suspendida; pienso que a pesar de que no se obtuvieran los resultados esperados, por ahora, ya el que la misma se haya realizado es un gran avance y revelador de la grave crisis que vivimos en Venezuela.

Tal vez muchos nos habíamos creado grandes expectativas con esta reunión y hoy nos vemos algo frustrados al no ver aún resultados tangibles que le den salida a la dictadura que hoy vivimos, creo que es importante tener en cuenta que la OEA es solo un escenario más de lucha para sacar al régimen, no es la salida definitiva, esa está en manos de todos nosotros.

La reunión fue pospuesta para dentro de 3 semanas antes de la 47° Asamblea General de la OEA, que se celebrará entre el 19 y 21 de junio, en Cancún, México, cuando aspiran a que exista un consenso entre los países miembros de la OEA para emitir una resolución sobre la crisis que se vive en Venezuela.

Con excepción de Nicaragua y Bolivia, las 26 intervenciones que se efectuaron mostraron una clara preocupación por la grave crisis que se vive en Venezuela, la ausencia de democracia, crisis humanitaria, rechazo a la convocatoria de una asamblea nacional constituyente, liberación de los presos políticos y abogaron por una pronta salida a la situación que vivimos.

De manera especial quiero resaltar la intervención de Manuel González Sanz, ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica quien expresó: “Han transcurrido 35 días desde que fue propuesto este encuentro. Nuestra lentitud es evidente y hasta vergonzosa, especialmente ante las situaciones que hemos visto”, e hizo referencia a las 60 muertes que se han contabilizado en los últimos 60 días de protestas.

Los organismos internacionales, tanto de la Organización de Estados Americanos como de la Organización de Naciones Unidas, no se caracterizan precisamente por ser los más rápidos del mundo, es una crítica en la que creo que coincidimos todos los que acudimos a estos sistemas, su lentitud al accionar es evidentemente una de las grandes debilidades de estos sistemas de protección de los derechos humanos.

Coincido totalmente con la intervención del ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica al reclamar la demora en tomar decisiones por la crisis de Venezuela, que para el momento en que se efectúe la próxima reunión serán más de 50 días, donde seguro tendremos más muertos por protestas, por falta de medicinas o simplemente por hambre.

El apoyo internacional sin dudas es muy importante y bien recibido, pero somos los venezolanos los que tenemos la última palabra y en la medida que continúe nuestra lucha para salir de esta dictadura más pronto lo lograremos, nadie ha dicho que va a ser fácil, pero nuestra constancia en la lucha pacífica y la aplicación de la no violencia activa, nos hará ver los resultados en un futuro muy cercano.

El dictador y su camarilla no quieren dejar el poder, tienen un gran temor a lo que les viene después de que esto se termine, están claros en que las violaciones de los derechos humanos no prescriben y esto los aterra, les tocará pagar por los delitos y las violaciones de los derechos humanos que cometieron.

La lentitud de la OEA en tomar una resolución sobre la crisis venezolana no debe frenarnos en la lucha por la libertad y el retorno a la democracia, está en nuestras manos salir de esta dictadura que cada día se vuelve más asesina y sanguinaria, los venezolanos queremos paz y pronto la encontraremos.

 

@cnietopalma

El Nacional 

 

 

El 350, ya está en la calle, por Armando Martini Pietri

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Venezuela está agobiada en un berenjenal que significa pleno y activo conflicto social, político y económico. Predecir lo que está sucediendo era de Perogrullo, tenía que pasar y lastimosamente no sólo ocurrió, sino que, por desgracia, sigue ocurriendo, falta más y peor.

 

El castro-madurismo dejará como legado la autoría del milagro económico a la inversa, jamás realizado. Convertir a Venezuela de ser el país más rico de América en el más miserable, epopeya difícil de superar, al menos desde aquél Congo que el Rey Leopoldo transformó de vergel en bestialidad, de libertad en esclavitud.

 

Hay pobreza en el mundo, pero pocas cuyas poblaciones tengan que hacer colas indignantes, pelear a golpes y someterse a la delincuencia, para adquirir productos de la canasta básica. En la Venezuela asolada por una revolución exógena, injerencista, sólo empeñada en trasladar su fracaso a otros para robarlos, el mercado negro no es una clandestinidad, lo clandestino llegó a ser lo poco que quedaba de bueno. La inmanejable inflación económica sólo es superada por la inflación del abuso, la represión y la torpeza.

 

Saqueadas nuestras riquezas a tierras cubanas donde manejadores encadenados en sí mismos, tampoco las han convertido en mejor vida, a los venezolanos sólo nos queda una salida, y la estamos construyendo en la calle a costa de sangre, asfixia, sudor, sufrimiento, y sin parar, un día sí y otro también, con noches que no son para muchos de descanso sino de estar pendientes de lo que pueda pasar.

 

A pesar de ser en su origen protestas por motivaciones políticas, las demandas sociales y económicas son esenciales en las manifestaciones, es el principal combustible. Amor con hambre no dura, pero el amor hambriento puede alimentarse con nuevas ilusiones; la revolución famélica sí persiste, por eso hay que cortarla y si resiste, serrucharla. El serrucho popular es la protesta, la marcha, el coraje, ese que nace del corazón y por encima de los gases respira libertad.

 

A los Castro la revolución se les está deshaciendo de vieja e inútil, muere, es ley natural y no tienen fuerza para convencer ni vencer, el asilo de ancianos que sigue con las armas en la mano lo sabe, ha comprendido que no tienen mañana y sólo tratan de dejar lo mejor ubicados a sus hijos y nietos. Que serán ricos, quizás -el pueblo cubano decidirá- pero no revolucionarios.

 

En Venezuela ya no son los longevos ni los jóvenes de mentes domadas los que planean, son los ciudadanos que están impulsando los cambios, renovación, y libertad de ser como queremos y no como convenga a revolucionarios marchitos.

 

Venezuela ha sido siempre un pueblo joven, respondón y con coraje. Bolívar no fue un burócrata que salió a dirigir, sino un muchacho que se hartó de esclavitudes, lo dijo a gritos y cientos lo acompañaron. Había unos cuantos adultos, y hasta un respetable como Miranda.

 

La independencia, sus batallas, rudeza, valentía sin límites, fue acción de jóvenes que no lo pensaron para jugarse la vida, la salud, tranquilidad hogareña y oficios. No se fueron detrás de Bolívar, salieron con él y no pararon hasta las cumbres de los Andes. La libertad y democracia suramericanas subieron en hombros jóvenes, y eso está pasando ahora en esta Venezuela que los ignorantes arruinaron, que también eran juventudes cuando comenzaron, y han envejecido en el error, que es la peor vejez porque lleva a ceguera, terquedad y miedo.

 

La dirigencia estudiantil universitaria lleva en sus espaldas y corazones la independencia, el rescate de la patria destruida, y tienen, por ser jóvenes, su propia agenda, su pasión por encima de todas las represiones, sin abandonar ni dejar de apoyar las concentraciones programadas por la oposición. Porque estos jóvenes y trabajadores nuestros no son generaciones espontáneas, ni súbitos milagros. Son la cara fresca, vigorosa y sana, del pueblo del cual nacen.

 

Vejestorios mentales del régimen miran hacia los uniformados decrépitos de la isla esclavizada y buscan guías, sin comprender que no puede ser guía quien sólo piensa en su cárcel que no le permite ver ni oír ni oler los vientos que soplan.

 

Calcularon en detalle, la estrategia funcionó y se ha cumplido implacable lo que programaron los inspiradores de este desastre, Fidel y Raúl Castro, mientras tuvieron un portavoz capaz de encantar serpientes y una cuenta corriente llena de dólares. Esa caja chica se secó y las culebras muerden cuando se quedan sin comida, los encantadores, para encantarlas, olvidan escrúpulos, tocan sus flautas mientras sus víboras puedan escuchar hasta que la melodía ya no las encanta más y atacan.

 

Pero los jóvenes no son serpientes, son los mismos que nunca han temido luchar por sus ideas y que son capaces de romper cadenas con la fuerza inmanejable de esas ideas.

 

No importa cuántos gases derrochen, ni a cuántos muchachos agredan o se lleven en sus motos, ni cuántos saqueadores y asesinos lancen para meter miedo. Los cubanos de hace medio siglo, nuestros mentirosos de ahora, con toda y su carga ideológica desgastada que les inyectaron en La Habana, se equivocaron de pueblo.

 

Entrampados, esgrimieron sus pecados y otros ni siquiera los supieron cometer, ahora tienen al país por cárcel y eso convierte su preocupación e inmoralidad en supervivencia. Odiar al capitalismo y correr a sus placeres para disfrutarlos, es imprudente y necio, ahora se dan cuenta. El diablo, que no es capitalista sino un ser superior, seduce pero al final no entrega cielos sino infiernos. Por eso los que vendieron sus almas pensando en nubes maravillosas y en paraísos fiscales, son fieras acorraladas.

 

Un edificio hecho de mal concreto y bases débiles que se está derrumbando, a pesar de complicidades serviciales, amigos y protegidos a mazazos, compañeros de estudios y fanáticos islamistas, viejos amigos de sucesivas talanqueras, todos se dan cuenta que polvo han sido y en polvo se convertirán. La viveza criolla financiadora de ambos, que de vivos pasan a ser hampones criminales, fisuras internas, cínicas negociaciones lóbregas y subterráneas, no serán suficientes para subsistir.

 

Ni siquiera se trata del temor de que les abran investigaciones nacionales e internacionales por lo que han mentido, robado, torturado y destruido, vidas incluídas, esos expedientes ya acumulan ordenados montones de información, y ellos lo saben.

 

Con carnets de la patria, bolsas y cajas de comida, limosnas de mala distribución y siempre sospechoso origen, con armas para fanáticos, gases vencidos y órdenes gritadas a uniformados, cada día son más seguros candidatos al Tribunal Penal Internacional de la Haya y otras cortes por violaciones a los Derechos Humanos y crímenes de lesa humanidad con pruebas de sobra. El mundo los conoce y los espera.

 

Los ciudadanos están en calles, dispuestos a morir y están muriendo, los están matando. La rebelión se contagia, se esparce con rapidez como el fuego en la llanura seca, ya no se trata de invocar el artículo 350 de la Constitución: el pueblo lo está aplicando en las calles del país. Los dirigentes hablan, platican, discursean pero deberían oír y escuchar ese ruido atronador y formalizar el llamado que el país reclama.

 

 

@ArmandoMartini 

El totalitarismo no tolera transiciones, por Orlando Viera-Blanco

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“En el mundo han existido Estados parias, pero corsarios como el nuestro no los recuerdo. Quizás la Panamá de Noriega…”

 

El concepto de transición política remite a un proceso de radical transformación de las reglas y de los mecanismos de participación y competencia política. En sentido estricto el concepto aplica en torno al paso desde un régimen autoritario hacia uno poliárquico (Dahl:1961). La transición comporta tres elementos concurrentes: 1.- Un proceso radical de transformación de reglas y de competencia política; 2.- El agotamiento de una etapa no permanente entre dos regímenes y 3.- Sustitución de valores e instituciones por otras diferentes. En  sentido de temporalidad, legitimidad, solapamiento de regímenes (viejo y nuevo) y sustitución de valores, Venezuela no va a un proceso de transición política.  Vamos a la ruptura abrupta, rigorosa y absoluta con Estado criminal, ilegitimo, y ausente, que no califica de tránsitos…

No es un tema semántico o académico. Es un asunto muy importante y sensible de comunicación política. Decir que vamos a un proceso de transición transaccional, es dejar la percepción que ante la salida del gobierno, éstos participaran del “tránsito a la democracia”. La gente no lucha por restaurar una democracia como la vivida en la cuarta o en la quinta. Modelos pactados, partidistas, de camarillas, mesas y cogollos. O cuartelarios, milicianos y de mafias  La gente da la vida por el relanzamiento de una republica de libertad colectiva, participante por vigilante y cuentadante de sus factores de representación. Ello demanda un nuevo movimiento de apertura liberal y ciudadana, por lo que hablar de transición (aun de buena fe), es anticipar un melange de puntofijismo, entre boinas, botas y verdes, ya expirado.

La gente hoy da la vida en la calle no por la instalación de un gobierno colegiado, transicional, cenáculo, de integración gatoparda, sino por un Estado moderno. Esto demanda la activación inmediata de elecciones generales, tanto de una nueva AN como del PDR, acompañado de un riguroso proceso de justicia. Es la refundación de un nuevo Estado con dos poderes elementales: El Legislativo (votado distritalmente, originariamente, no por lista), y el Ejecutivo, asistidos de un TSJ independiente y vigilante de la Republica. Otros funcionarios: el FGR, CGR y el Defensor del Pueblo, también serían elegidos popularmente … Desde una perspectiva general podemos transitar de la dictadura a la democracia (Santamaria:1982); del comunismo a la libertad. Pero del nazismo o del fascismo –totalitarismo- no se va sino a la guerra o una nueva era, por lo que al totalitarismo no aplica tránsito de nada.

Cuando un régimen imperante ni siquiera tiene el mérito de vestirse de Estado por transgresor confeso de los DDHH, del derecho de gentes o del derecho consuetudinario, convirtiéndose en un Estado criminal, además de fallido, es forajido. No se es Estado si la institucionalidad es cero y la legalidad, la justicia, la ciudadanía, la seguridad, las políticas públicas y los propósitos de republicanos básicos, son nulos. Es el Estado ausente (dixit José Vicente Carrasquero), por lo que ante la ausencia total del Estado (nación, territorio y poderes secuestrados) no hay transitoriedad de “reglas o valores”, sino de relevación plena –ipso facto– del poder ilegítimamente ejercido.

No existe en nuestra historia republicana una situación como la que vive Venezuela. Tampoco algo similar en toda Latinoamérica. En el mundo han existido Estados parias, pero corsarios como el nuestro no los recuerdo. Quizás la Panamá de Noriega…Salir de un modelo de poder criminoso que ha secuestrado al Estado, esto es, sus ciudadanos, sus recursos, instituciones y territorios, no se reduce a un simple cambio de modelo político. No es salir de un régimen socialista autoritario. No es librar una lucha contra una dictadura. Es la recuperación de la libertad y de la democracia, si.  Pero mucho más serio y complicado: ¡es la restauración del Estado mismo! Aquí no es pertinente hablar de transición, sino de un profundo quiebre histórico con un pasado que trasciende al chavismo mismo.

Varios politólogos han diferenciado las fases en los procesos de transición política: 1) Crisis del régimen autoritario, 2) Superación del régimen existente e instauración del nuevo y 3) Consolidación y persistencia (habituación) del nuevo modelo (Morlino, 1985; Alcántara, 1994; Shaim/Linz, 1995). Pero en Venezuela: 1.- Pasamos de crisis a caos total. 2.- No sustituimos un viejo régimen, sino vamos a la refundación de la república y restitución del Estado; y 3.- No estamos en un PROCESO DE PERSISTENCIA de nuevas reglas, sino de DESOBEDIENICA E INSURGENCIA CIVIL. En América Latina tuvimos pocos “tránsitos de Dictaduras a democracias, salvo el caso Brasileño, Argentino o Chileno. En  Europa es clásica la transición transaccional de Polonia con Walesa y el movimiento obrero a la cabeza.  No es nuestro caso…

Hasta hace días era posible hablar de una transición política si el gobierno hubiese activado los mecanismos constitucionales de elección popular que demandó la gente. Ya esta tarde …. El totalitarismo no sabe de transiciones: sólo se extirpa cómo el cáncer.  Y en esa cirugía-por cierto-la comunidad internacional tiene su cita.

 

@ovierablanco