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D. Blanco Ene 11, 2019 | Actualizado hace 5 años
El Niconalato por José Domingo Blanco

“EL 10 DE ENERO DE 2019 NO PASARÁ NADA QUE NO HAYA PASADO ANTES”.  Así le respondí a cada una de las personas que querían saber mi opinión sobre lo que ocurriría el día de la juramentación de Nicolás, como “Presidente” de Venezuela, por seis años más. Juramentación que, por cierto, está ocurriendo en este instante, mientras escribo estas líneas. Sé que a muchos no les gustó mi respuesta. Entiendo el entusiasmo de quienes ven en el Grupo de Lima y en los países que han declarado que no reconocerán a Maduro como Presidente, el detonante que nos sacará de este martirio. Sin duda, reconforta saber que no sólo una buena parte de los venezolanos rechaza al régimen. Sin embargo, hace falta mucho más que repudio internacional y nuestra repulsión visceral hacia el chavismo/madurismo para que el escenario sea otro. Por eso, el 10E no pasó nada. Ni los días subsiguientes. Querámoslo o no, esta historia aún no termina porque, insisto, estos delincuentes que tomaron el poder han tenido los recursos y el tiempo para consolidarse e imponerse.

Esta gente, este narcoestado, va seguir gobernando. Se inició “El Nicolanato”. Idearán nuevas estrategias, artimañas y enmiendas para perpetuarse. Negociarán; pero, para seguir mandando como a ellos les dé la gana, con quien a ellos les dé la gana y hasta que a ellos les dé la gana. Continuarán nombrando -a su conveniencia- a los miembros de sus Poderes Públicos con los que gobernarán, no sólo hasta el 2025. Veremos morir de viejos a los ministros de siempre, que seguirán saltando de una cartera ministerial a otra, hasta saquear los presupuestos y redirigirlos hacia sus cuentas bancarias. A estos delincuentes que tienen dos décadas sometiendo a nuestro país a esta neodictadura, les faltarán años para derrochar el dinero que han robado, y serán sus descendientes, las nuevas castas dominantes de una nación devastada, la única elite dominante que disfrutará de una calidad de vida erigida sobre el hambre, la miseria y la muerte prematura de muchos venezolanos.

Ahí está Nicolás. Diciendo que ha cumplido con la Constitución: una carta magna de la que este régimen abusa como pederasta. Allí está Nicolás, ofreciendo y describiendo a un país que solo existe para ellos. Con bonanzas que sólo disfrutan ellos. Inventando amenazas, ataques y conspiraciones a las que les atribuye la responsabilidad del fracaso de sus medidas. Respaldado por todos lo que hacen posible que la pesadilla continúe. Allí está el alto mando militar; ese al que la sociedad civil le hacía un llamado para que reaccionara y despertara. ¿Pero, quién va a despertar si, hoy como nunca, el país bajo esta tiranía les ofrece lo que jamás soñaron tener? Allí están los miembros del TSJ Expres, con sus magistrados de dudosa reputación, tan culpables como los acusados que sentencian, avalando un nuevo mandato de un dictadorzuelo que les conviene solo a ellos. Allí están: las mismas caras de hace veinte años. Con más canas, más lujos, más gordura, más botox, más descaro, más cinismo, más ambición…sentados frente al dictador que habla la misma paja de siempre, mientras ellos sonríen y aplauden, no por las palabras de Nicolás, sino por los beneficios que seis años más significan para sus bolsillos.

El profesor Oscar Valles, el 9 de enero, describía cuatro posibles escenarios para el 10E. Pero, citaré sólo uno, con el que estuve completamente de acuerdo con él: “se realiza la «coronación» de Maduro en total indiferencia y apatía del país. Declaraciones de voceros nacionales y extranjeros sin mayor trascendencia. Respaldo absoluto de las FAN y celebraciones en las filas socialistas”. Me parece que, muy a nuestro pesar, y aun cuando en este instante en la OEA, con diecinueve votos a favor; seis en contra, ocho abstenciones y una ausencia, el Consejo Permanente acuerda «no reconocer la legitimidad del período del régimen de Nicolás Maduro a partir del 10 de enero de 2019», Venezuela seguirá bajo esta tiranía que ha sabido fortalecerse con cada uno de los desaciertos de una oposición, cada vez más disminuida.

Por eso, nada de lo que ocurre hoy, no ha pasado antes. Esto ya lo hemos padecido. ¡Cómo es posible que lo permitiéramos! El perfil de los Presidentes venezolanos se ha devaluado a niveles donde la ignorancia es la que triunfa, la ideología se impone y los estrategas capacitados son desdeñables. ¿Dónde está la intelectualidad que debería estar gobernando a nuestro país? ¡Cómo permitimos esto! Maduro tiene puesta una banda presidencial y no la merece. ¡No le corresponde! Sin embargo, lo logró. Se juramentó y no dejará que nadie le arrebate lo que considera suyo por mandato de un pueblo que adiestró para que sea instintivo –como los animales- y no una sociedad civil pensante.

Se inicia un nuevo capítulo de esta historia de horror sin precedentes, con un régimen que desgobernará hasta 2025. Un capítulo en el que, me pregunto, si por fin veremos a una oposición consolidada, proba y vacunada contra las tentaciones que, sin duda, Nicolás y sus secuaces, les ofrecerán para que sigan sirviéndole a sus planes de perpetuidad en el cargo que hoy, ilegítimamente, asume. Cadena tras cadena, como quien hace de su vida un reality show, seguiremos viendo a Maduro meter la pata, decir brutalidades, inaugurar obras inexistentes, bajar precios, quitarle ceros al bolívar, inventar criptomonedas, negociar con los franceses, con los rusos, con los turcos, decretar lo que la dé la gana… ¡Por lo menos, seis años más: El Nicolanato!

@mingo_1
Loli era rica…y no lo sabía, por José Domingo Blanco

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Yo no sabía que era rica señor Mingo” me dice Loli mientras sigue quitando el polvo del escritorio frente al que estoy sentado. “Antes, yo compraba la harina, la pasta y el arroz por bulto: ahora no puedo comprar ni un paquetico. Perdí 25 kilos. Se ha vuelto normal que me acueste en las noches sin comer… yo antes era rica, señor Mingo, y no lo sabía”.

Loli se gana la vida limpiando casas o apartamentos. Y cada vez que ajusta su tarifa porque el dinero no le alcanza ni para comprar yuca, pierde un día de trabajo o “la patrona” le pide que mejor vaya cada quince días y no semanalmente. Para surfear el Tsunami de la hiperinflación la mayoría de los venezolanos nos hemos visto en la necesidad de hacer ajustes, cambiar hábitos y reducir servicios. Una mayoría que mira con asombro –con rabia, y hasta con odio- cómo sobreviven los parásitos del régimen que siguen chupando lo mucho o poco que pueda quedar en las arcas de la nación.

La canasta alimentaria familiar de diciembre, según el reporte del Cendas, llegó a Bs. 16.501.362,78. No hay salario u honorarios capaces de cubrir esos gastos de comida. Aún no termina enero, y el dólar paralelo pulverizó el último aumento salarial decretado por Nicolás. No sólo Loli es pobre: es que ahora todos los venezolanos estamos entrando en esa categoría. Somos testigos de la desaparición de la clase media, bien sea porque emigró o porque ha perdido aceleradamente su capacidad de compra.

Hacer malabares con los ingresos para cubrir las necesidades básicas, se ha vuelto el oficio común de las familias que intentan no morir sepultadas ante el peso de una hiperinflación que las asfixia con saña. Todo ocurre en cuestión de horas.  Somos testigos, dolientes y víctimas de la pérdida de la calidad de vida. La pobreza está tocando la puerta de cada vez más hogares y hospedándose con ánimos de quedarse para siempre.

El problema es complejo. Muy complejo. Por eso, algunos economistas plantean que la solución tiene que asestarse como quien propina un golpe que noquea al oponente. Y aunque el régimen insista, a través de sus medios gobierneros, que esta situación la provocó la Guerra Económica, lo cierto es que su tesis, desde cualquier punto de vista, refleja el enorme fracaso de sus políticas económicas.

El país está en la ruina, y la recuperación no la provocarán las mentiras del nuevo presidente de PDVSA -quien garantizó que aumentará la producción de barriles de petróleo- o el Noticiario de la Patria anunciando que, para finales de 2018, las bóvedas del Banco Central, rebozarán con las toneladas de oro que están extrayendo del Arco Minero.

Por eso, en estos momentos, sin que sea una medida decretada por la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente, o una sentencia emanada por el Tribunal que preside el sancionado Maikel Moreno, nuestra economía está dolarizada. Se dolarizó sola. Se transa en dólares, aunque la moneda de curso legal sea el Bolívar; uno que, por cierto, hace mucho dejó de ser Fuerte y que hoy luce tan raquítico como los afectados por la desnutrición crónica que diezma a la población de nuestro país.

Quizá, por eso, los comerciantes para no espantar a los clientes, y obligados a realizar sus operaciones en la moneda de curso legal, aplican una versión expres de la reconversión –como la que nos impuso el difunto intergaláctico en el 2008- para quitarle ceros a los precios, en un último intento desesperado por lograr la venta. Porque, para quienes tenemos buena memoria, que hoy los costos de los productos y servicios superen el millón de bolívares, inevitablemente recordamos que esos millones actuales perdieron hace diez años unos ceros y, si no se los hubiesen quitado, estaríamos hablando de millardos. ¡Qué nadie ponga en duda el éxito que ha tenido este régimen al repartir equitativamente la pobreza entre todos los venezolanos!

Ávidos de soluciones, después de los escenarios desoladores y desesperanzadores que plantean los expertos en la materia, la pregunta obligada es ¿qué podemos hacer para salir de este proceso hiperinflacionario, para el que no estábamos preparados y que amenaza con aniquilarnos? ¿Cuánto puede durar este período? ¿Cómo podemos blindarnos para salir lo más ilesos posible?

Las experiencias en otros países que atravesaron por una situación similar varían; la duración de los períodos hiperinflacionarios, también. Algunos lograron vencerla sacando de circulación la moneda devaluada y generando una nueva. En Venezuela, además, tenemos un Control de Cambio que ha sido la génesis de todos los vicios que empoderan a este régimen. ¿El Bolívar tiene sus horas contadas? ¿Qué pasó con las rupias, los yenes y las otras monedas con las que el régimen quería hacerle frente a la dolarización tácita de la que ellos se quejan; pero de las que extraen sus jugosas ganancias? Las respuestas son acertijos. Y, las soluciones, como los medicamentos en etapa experimental: nadie sabe cuáles serán los efectos, si curarán los males o si será “peor el remedio que la enfermedad”.

@mingo_1

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D. Blanco Ago 17, 2017 | Actualizado hace 7 años
Porvenir, por José Domingo Blanco (Mingo)

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Adriana, Vanesa y Abril se sentaron frente a mí con ese encanto, frescura y naturalidad típicas de la juventud. Aplomadas, decididas, seguras y sin poses. Promueven la negociación, como herramienta clave en momentos de crisis, y creen en ella como la opción capaz de producir el cambio. ¡Creen en el cambio! Es lo primero que capto y me entusiasma de sus palabras. Pero, por sobre todas las cosas, están convencidas de que ellas, con sus veinte y pocos años a cuestas, como parte de esta sociedad, no pueden permanecer pasivas, actuando como simples espectadoras de una obra teatral que no les gusta y está en pleno performance. Por eso, proponen debates. Para ellas, son la plataforma ideal de la discusión de ideas. Insisten que, de esos debates, siempre se alcanza el consenso y se promueven soluciones. Saben que las opiniones y puntos de vista pueden ser disímiles –y más hoy, en un país tan polarizado-; pero que, cuando las discusiones se dan buscando alcanzar el mismo objetivo, es posible llegar a acuerdos. Hay demasiados problemas en el país como para quedarse de brazos cruzados. Y ellas lo saben. Por eso, Adriana, Vanesa y Abril –con esa venezolanidad tan nuestra, y tan suya, reflejada en sus rostros- pasaron de la teoría a la acción y como miembros de REED (Red de Egresados de El Diplomado en Liderazgo Social y Político de la Unimet) comenzaron una titánica –e idílica- misión: sentar en una misma mesa, distintas formas de pensar, incluso las más opuestas, para generar soluciones.

El pasado miércoles tuve la refrescante oportunidad de entrevistar a estas tres jóvenes integrantes de REED, una iniciativa que reúne a egresados de las tres cohortes del Diplomado en Liderazgo Social y Político, un programa dirigido a jóvenes dirigentes -líderes políticos o líderes comunales natos-  que nació de la alianza entre la Universidad Metropolitana y la agrupación La Venezuela que Queremos, con la finalidad de brindar formación continua a muchachos con visión transformadora de la institucionalidad del país.

Pero, la formación no podía quedarse solo en las aulas. Unos salones en donde estudiantes de distintas carreras se forman para darle contenido a los debates, diseñar propuestas y definir acciones. De allí, nace REED, del interés de esos egresados del diplomado en poner en marcha las ideas y transformarlas en proyectos concretos y viables.  Proyectos que sirvan para la reconstrucción del país que todos aspiramos y que atraiga a todos los sectores que deseen participar. Por eso, Adriana Narváez, joven abogada; Vanesa Elián, futura licenciada en Estadística de la UCV y Abril Tovar, estudiante de Nutrición, también de la UCV, junto con otros muchachos que integran el REED asumieron el compromiso de realizar un Encuentro Venezolano de Negociación para el Futuro y Desarrollo (EVEN) porque están conscientes del rol que les toca asumir para transformar los pensamientos en planes concretos y posibles.

Tal como explicaron, este primer Encuentro -que se realizará el 21, 22 y 23 de septiembre- pretende convertirse en un espacio donde jóvenes líderes, desde los 18 hasta los 30 años, puedan participar e involucrarse en ejercicios de negociación, extraídos de nuestra realidad, sobre los grandes temas que involucra la transformación de Venezuela. Y defienden la negociación como una herramienta capaz de lograr consensos y articular propuestas enfocadas en convertir en realidad la visión de país que todos compartimos.

Esta primera edición de EVEN pretende enfocarse en el tema de la pobreza y exclusión social porque han identificado que éstas limitan el desarrollo de las capacidades y libertades de los individuos. En tal sentido, es necesario que los liderazgos emergentes -llamados a asumir roles de cambio en un futuro próximo- negocien un pacto que asegure el progreso, la equidad y la paz sostenible, generando oportunidades de desarrollo individuales y globales. Dentro de esta gran temática, se establecerán tres comités de negociación, conformados por bancadas, las cuales representarán a los actores de la sociedad, que discutirán y llegarán a acuerdos en materia de Economía Nacional, Hábitat y Servicios Sociales y Reconstrucción del Tejido Social.

Debo reconocer que conversar con estas jóvenes, y con todos los muchachos que durante los tres últimos meses han desfilado por el programa de radio, me llena de esperanza. Venezuela tiene futuro. Un futuro bueno, grande, brillante y noble. Un futuro que veo, entre conmovido y emocionado, en el rostro de cada uno de los líderes estudiantiles que están dispuestos a no dejarse ganar la batalla.  Que saben que les tocó una prueba dura, pero que están dispuestos a no aplazarla. Estudiaron. Se preparan. Analizan sus estrategias y sus oportunidades de triunfo; pero, por sobre todas las cosas, creen en ese país que no conocen y están dispuestos a construir. Venezuela, mientras existan muchachos como Adriana, Abril y Vanesa; pero también como Daniel, Ayrton, Carlos, Diego, Abzara, Sairam, Hilda, José Ignacio, SAmuel o Guillermo, tiene futuro: ¡un gran futuro!

@mingo_1

D. Blanco Jun 15, 2017 | Actualizado hace 7 años
Marrulleros, por José Domingo Blanco (Mingo)

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– ¡No puedo creer que sean venezolanos! Esos guardias, esos policías, ¡no pueden ser venezolanos! Están actuando con odio. Están actuando con sangre fría; con la misma que, supongo, se necesita para aniquilar al enemigo en el campo de batalla. No, me niego a creer que sean compatriotas. Tienen que ser sicarios y mercenarios contratados que, ocultos tras los uniformes de los cuerpos de seguridad venezolanos, cometen todos estos atropellos, asesinatos y violaciones. Que desconocen nuestra Constitución. Que no les duele nuestro país -como nos duele a nosotros- y mucho menos les duele la situación de miseria que estamos viviendo. Arremeten sin piedad, Mingo. Disfrutan cada patada, cada disparo, cada gota de sangre que ven derramada. Y si son venezolanos, deben ser los hombres nuevos que nos prometió esta Revolución: hombres cargados de resentimiento, maldad y odio. Ese es otro de los legados que tenemos que “agradecerle” al difunto.

Los vecinos de Los Verdes, en El Paraíso, son ahora el nuevo blanco de la ira y el ensañamiento del régimen. Hace poco fueron los habitantes de San Antonio de Los Altos quienes vivieron horas aciagas con los allanamientos e invasiones de las que fueron víctimas, sin que mediaran órdenes emanadas por las instancias correspondientes. Es su modus operandi: simplemente, la GNB, o la PNB, o el Sebin o el Conas llegan con la fiereza acumulada de un depredador sediento de sangre, a destruir propiedades privadas. Destrozan viviendas, desvalijan carros, destruyen ascensores y rejas con la furia, el arrojo y la valentía que deberían utilizar para acabar con el hampa y el crimen organizado que devasta y aterroriza a nuestro país.

Y es, a propósito de esta situación, que comparto con ustedes el comentario que me hiciera una persona muy allegada; pero que, sin duda, debe ser la misma inquietud de muchos otros venezolanos. Las mismas frases que podemos estar diciendo cualquiera de los que no entendemos en qué momento las fuerzas del orden público se transformaron en estos sicarios que reprimen, agreden, amenazan y destruyen, y que actúan más como bandas delictivas que como garantes de la seguridad y reguardo de nosotros, los ciudadanos de la Venezuela a la que se deben.

– ¡No es normal como actúan! He llegado a creer que Iris Varela escogió a unos cuantos pranes y a un millar de malandros-los más recios, los más malos, los peores, a los que nada les duele porque la maldad y la cárcel los curtió- y los disfrazó de GNB y PNB. Y por eso, les resulta tan fácil robar, agredir y destruir con el odio con el que lo hacen. Desquitándose por cada uno de los años tras las rejas. ¡No, Mingo! Esos guardias nacionales robolivarianos, esos policías robolivarianos no son venezolanos… elucubra mi amiga, como para darle explicación al sin sentido en el que se ha transformado la represión de la protesta legítima que hemos emprendido un grueso, cada vez más numeroso, de ciudadanos.

¿Qué les prometió Reverol cuando les encomendó atrapar a los “terroristas”?  ¿Cómo habrá sido esa orden? Me imagino que les dijo: “Vayan, entren en los apartamentos, atrapen a cualquier muchacho que tenga pinta de protestón.  Si se resisten a la detención y tienen que golpearlos, les pueden dar con furia: ah, y sin importar si es un menor de edad, una mujer embarazada o una vieja. Y, como recompensa, pueden hacerse de cualquier vaina que les guste –o no- que se encuentren mal parada. Ese será su botín y su premio por haber cumplido con la Revolución”. Solo así podría entender lo que está pasando. Así, y justificándolo como mi amiga, que está convencida de que algún día a esos policías, que atracan y hieren, se les descubrirá de dónde vinieron porque “venezolanos, no son”.

El pasado miércoles, leí el más reciente artículo de Pedro Carmona Estanga –a quien, sin duda, todos recuerdan. En su escrito se preguntaba “¿en manos de quién estamos?”, y luego enumeraba los nefastos atributos de quienes mal conducen al país. Los califica de distintas maneras; pero, todas convergen en una sola cosa: son –y han sido- los responsables de la destrucción de Venezuela. A los calificativos de Carmona yo le agregaría marrulleros. Los venezolanos estamos en manos de marrulleros: unos astutos oportunistas que han sabido sacarle mucho provecho a sus 18 años de estadía en el poder. Una cuerdita de marrulleros que han ido rotando de ministerio en ministerio; para terminar de desangrar a nuestra nación. Unos camaradas marrulleros que, a pesar de las diferencias –y uno que otro desertor- aparentan cohesión. Sólo así podrán mantener el control. Solo así, podrán tener subyugado al país. Tienen que aparentar que defienden la Revolución, más por salvaguarda de sus fortunas mal habidas que por los beneficios que ésta le puede aportar a Venezuela. Por eso, el ensañamiento y la represión contra los manifestantes que, lejos de amilanarse, se reinventan. Por eso, la sobre marcha al cambio de la Constitución. Por eso, las decisiones del TSJ y las “amenazas” a una fiscal, que no está sola –aunque aún muy blandengue, a mí juicio- con someterla a la evaluación de un psiquiatra porque se (¿atrevió?) a contrariar los caprichos del neodictador… Por eso, los allanamientos y detenciones ilegales: para seguir desgobernando como hasta ahora y VTV continúe transmitiendo las imágenes de un país que sólo existe en la imaginación de los marrulleros y el espurio que ocupa el sillón.

@mingo_1

D. Blanco Abr 13, 2017 | Actualizado hace 7 años
Francesca, por José Domingo Blanco

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Para romper el silencio, y no darle espacio a la tristeza, bajamos al aeropuerto diciéndonos cosas cotidianas: palabras cargadas de esa complicidad tan nuestra, que sólo se logra con la convivencia. Tratamos de que las frases se parecieran más a un “nos vemos pronto”, que a las que se dicen en una despedida sin vuelta atrás: esas que no se pronuncian; pero que, tarde o temprano, aparecen entre los que se van. No es fácil volver a despedir a quien amas. No es fácil tener que decirle a tu hijita: “cuídate mucho, mi amor. Dios siempre te acompaña. Recuerda llamarme, de vez en cuando, por Whatsapp”.

Despedí en Maiquetía a mi otra hija, la pequeña. La que para mí siempre será mi bebita, a pesar de que ya luce la plenitud de sus tempranos 20. La que ama a Venezuela tanto como yo; y, sin embargo, no es capaz de reconocerla porque el miedo se la hizo cada vez más ajena. Un país intransitable, plagado de trampas en sus caminos. Del que se fue reclamando no poder conocerlo con la profundidad con la que lo viví yo. Lo intentó por nosotros: quiso permanecer en Caracas, junto a mí, hasta que la ciudad se le transformó en su verdugo. No es justo para mi Francesca, ni para ninguna de las Francesca del país, que la juventud se les vaya entre el miedo, las amenazas, la muerte, la pobreza o la escasez. Que, no ser víctimas de la violencia, sea lo más parecido a un futuro próspero para ellos. Mi Venezuela está asfixiando las ilusiones de los más jóvenes. Nuestros soñadores imperturbables, invulnerables, que ven tambalear su futuro. Mi hijita se fue del país; al igual que los hijos de quienes, como yo, hoy nos quedamos sin el beso de buenos días o las caras propias del enojo cuando, para el permiso que solicitaban, la respuesta era no.

Nos despedimos, y ella no retrató sus pies en el emblemático piso de Cruz Diez. Quise tomar ese gesto como una señal de esperanza. Quizá su viaje es, de verdad, temporal. Tal vez, su partida –y la de todos los venezolanos que se han ido- es momentánea. Y que el arraigo no desaparece al abordar el avión. Y que, quizá, un día regresen para ayudar a reconstruir esta patria hermosa, pero herida. Legiones de compatriotas que hoy viven en otras naciones que, a lo mejor, regresarán a este suelo cargados de prosperidad para replicar lo que aprendieron y ayudar a resurgir al país.

Un día, hija de mi corazón, espero que regreses para siempre a una Venezuela mejor. A una que sea superior a esa de la que tanto te hablé y la que, con tanto entusiasmo, te describí. Ojalá en ese futuro que ambos desconocemos, finalmente pueda llevarte a recorrer Venezuela con la profundidad que deseabas: desde la Gran Sabana hasta los Médanos de Coro; desde el puente sobre el Lago de Maracaibo hasta la Península de Paria de donde es el chocolate que tanto te gusta. Caminar juntos hasta el Panteón Nacional y la Plaza Bolívar, sin que la cara de un caudillo manche de violencia y politiquería la historia de nuestra nación.

La abracé muy fuerte, antes de que desapareciera detrás de las puertas de inmigración. Las palabras que no nos dijimos, las intercambiamos en cartas que nos entregamos al final. Yo, en la mía, le agradecía por nuestros años juntos. Sus miradas y sus gestos, tan propios de ella. Le di las gracias por su entrega a la naturaleza. Por su corazón amplio y lleno de ideales. Le expresé mi gratitud por su don de gente, rectitud y valores que me enaltecen. Por su forma de quererme, a su manera, tan auténtica y tan llena de ella…

…Muchísimas gracias, Francesca, por comprender y ajustarte, por diversos motivos, a los sacrificios y limitantes de esta Venezuela convulsa que, yo sé, te duele tanto como a mí. Gracias por ser tan venezolana y caraqueña, con tus aires europeos, que te hacen tan especial. Gracias por ser una muchacha buena que, desde muy pequeña, la vida te colmó de retos que supiste muy bien sortear y andas por sus caminos sin detenerte por cicatrices ni por tormentos. Aun cuando los lleves adentro, muy dentro, con tus silencios. Yo estoy muy agradecido, hija de mi alma, y estaré contigo, a tu lado siempre, hasta el final de mis días, en tus alegrías y tus pesares, contigo de la mano juntos, como en un eterno comienzo…

Esperé hasta llegar a la casa que compartimos por años para leer sus líneas. Quise hacerlo en compañía de la soledad que desde ahora habitará conmigo. Te fuiste de Venezuela reclamando lo que era tu derecho, y el derecho de todos esos jóvenes que, como tú, no han tenido libertad: “…yo, y me apena decirlo papi, no conozco la ciudad que me vio nacer. No la viví. Al no tener recuerdos de la Venezuela de antes, la que tú me cuentas, no puedo aferrarme a algo que jamás experimenté, y menos esperar seguir viviendo en un lugar repleto de penumbras. No quiero vivir encerrada entre estas paredes. No quiero crecer y darme cuenta que no disfruté mis años de juventud. No puedo más con la situación que sofoca al venezolano cada día más. No quiero ser prisionera del miedo. Quiero saber lo que es regresar a casa después de la puesta del sol. Me niego a vivir en un país que no permite realizar mis sueños. Esta situación me aleja de mi derecho humano de ser libre. A lo largo de mi vida, he estado muy restringida y si sigo así, no podré formarme ni saber quién soy. Estoy dispuesta a tomar el riesgo de partir, porque parece que las aguas desconocidas y tormentosas del extranjero son más seguras que el muro verde y protector que rodea nuestra ciudad”.

@mingo_1

D. Blanco Mar 04, 2017 | Actualizado hace 7 años
50% de popularidad, por José Domingo Blanco

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Enterarnos de que Chávez tiene, a la fecha, 50% de popularidad no tendría nada de extraño si el personaje que goza de “la preferencia de la audiencia” no estuviera muerto. Que el porcentaje de aceptación del difunto expresidente, luego de cuatro años de su muerte, siga siendo tan alto, debo confesarles, me desconcierta. Y la razón es muy simple: a mi juicio, el padre, el creador, el responsable, ¡el culpable! de la lamentable situación de miseria y muerte que azota en la actualidad a Venezuela es, precisamente, ese que todavía hoy ostenta tanto reconocimiento.

¿Qué es esto?, ¿masoquismo?, ¿sadismo?, ¿ceguera ideológica?, ¿sumisión enfermiza? Porque ese amor al difunto, en las condiciones de pobreza, hambre e inseguridad, que él generó –y Maduro potencia– es como el síndrome de Estocolmo; o como un caso más de violencia doméstica en el que la esposa maltratada sigue venerando al marido, a pesar de que es el autor de los golpes y moretones.

Permítanme ilustrar lo que digo con un ejemplo que encontré leyendo el libro de mi admirada amiga, Isabel Pereira, Por un país de propietarios. Relata la anécdota que transcribe Isabel que la Revolución rusa estaba a punto de sucumbir por el desencanto del pueblo con la dictadura del proletariado, una dictadura que solo les proporcionaba represión y miseria. Los colaboradores de Stalin, preocupados por la situación, decidieron pedirle consejo para evitar una rebelión popular. Stalin les recibió y, sin mediar palabra, los llevó al patio de su casa en una fría mañana de invierno. Agarró una de las gallinas y, cruelmente, le arrancó todas las plumas. Luego puso al animal en el suelo y exclamó: “Ya eres libre”; pero el ave, con la piel amoratada debido al frío siberiano y al dolor causado por el suplicio, no hizo otra cosa que pegarse a los zapatos de su torturador restregándose con la tela de sus pantalones. Los colaboradores creían que la gallinácea saldría huyendo, espantada, después del brutal acto. Sin embargo, Stalin les explicó que el ejemplo representaba la base del socialismo para controlar a la ciudadanía: “Igual que la gallina, el pueblo humillado se postraría ante él suplicando sobrevivir, cuanto más lamentables fueran sus condiciones de vida en un escenario de terror”.

El régimen –con Chávez aún a la cabeza, por lo que demuestran los números– se dio a la tarea de crear una sociedad sumisa, como la gallina desplumada de Stalin, aterrada y completamente dependiente de las dádivas –bolsas CLAP y carnet de la patria–. Un segmento de la población, esperando no caer en desgracia, sigue viendo en el difunto expresidente al salvador, y a Maduro, como el médium a través de quien el difunto se “materializa”. Por eso, ni Nicolás ni el resto de los parásitos que ocupan los cargos gubernamentales lo dejan descansar en “paz”. Por eso, desde el miércoles 1° de marzo, la nueva consigna del PSUV es: “Aquí amamos a Chávez”, porque Chávez sigue gobernando y porque, gracias a él, este régimen sigue aferrado al poder.

Hace cuatro años, cuando anunciaron que Chávez había muerto, escribí un artículo titulado “Idus de marzo”. Quiero compartir con ustedes lo que, en ese momento, expresé:

“Intento escribir mientras, en cadena nacional, transmiten el cortejo fúnebre de Hugo Chávez. ¡Quién diría que seríamos testigos de una noticia como ésta! Chávez, el eterno. El que aseguraba que se quedaría en el poder ‘hasta el 2000 siempre’. Con su muerte, por ahora, hay algunos anuncios, ninguno de ellos más allá de lo que las exequias de un personaje de su investidura exige: siete días de duelo nacional, clases suspendidas, velatorio en la Academia Militar, funerales con honores de jefe de Estado previstos para este viernes, mandatarios de otras naciones que llegaron para rendirle tributo. Ante lo irremediable, Jaua anuncia la falta absoluta, ratifica a Maduro como presidente encargado y menciona que en 30 días tendremos elecciones. ¡Llegaron los idus de marzo a Venezuela!

“La historia de los idus de marzo me viene a la mente y no por casualidad. La popularidad de la fecha –que según el calendario romano correspondía al decimoquinto día del mes de Martius, y eran días de buenos augurios– se debe a que Julio César fue asesinado en el idus de marzo del año 44 a. C. Cuenta Plutarco que César había sido avisado del riesgo, pero había desestimado el vaticinio. Un vidente le dijo del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo. Ese día, cuando Julio César iba al Senado, encontró al adivino y riendo le dijo: ‘Los idus de marzo ya han llegado’; a lo que el vidente contestó compasivamente: ‘Sí, pero aún no han acabado’. Marzo apenas está comenzando.

“Tras el anuncio de la muerte de Chávez, me sorprendo ante las noches de autotoque de queda que se han impuesto los venezolanos, las colas inmensas en las estaciones de servicio para poner gasolina, la cautela con la que están abriendo algunos negocios por temor a ser saqueados. Percibo nerviosismo y miedo. La incertidumbre se posa aún más, como una nube negra, sobre nuestro país. Llegaron los idus de marzo; pero, no creo que estén cargados de buenos augurios. El líder de esta seudorrevolución murió. Desde hace mucho que ya no estaba. Y comienzo a ver lo que en tantas otras oportunidades advertí: el surgimiento del Chávez supraterrenal y omnipresente que seguirá rigiendo los destinos del país, ¡quién sabe por cuánto tiempo más!”.

Hoy, como hace cuatro años, marzo apenas está comenzando… y Chávez aún sigue gobernando.

@mingo_1

El Nacional

D. Blanco Nov 24, 2016 | Actualizado hace 7 años
Narcolandia, por José Domingo Blanco

narcosobrinos

chenos la bendición, mi tía –dicen casi al unísono dos jóvenes que, de no ser por las extravagancias y lujo de las ropas que visten, pasarían como cualquier hijo de vecina de mi querido y recordado Los Jardines del Valle.

-Dios me los bendiga y me los haga unos hombres de bien…responde la tía. Y, volteándose orgullosa hacia su marido, la Primera Combatiente, dice:

– ¡Qué buenos nos salieron estos muchachos Nicolás! Son tan inocentones y nobles que me preocupa que cualquier vivo quiera echarles una vaina. Si hasta andan con un talonario de rifas para recolectar fondos para mi campaña…y deben haber vendido todos los números porque siempre tienen la billetera repleta de plata.

Aunque el diálogo, de nuevo, es producto de mi inquieta imaginación, así supongo que ocurría en la casa de los Maduro-Flores, mientras los “sobrinos”, criados como hijos, vivían bajo el mismo techo de la parejita presidencial. Además, ¡es una costumbre tan venezolana pedir la bendición! que, seguro, Efraín y Franqui Francisco, se despedían así de afectuosos de sus amados tíos antes de salir a hacer sus negocios y aprovechar su condición de miembros de la “familia real” para disfrutar las prebendas que les otorgaba ser, más que sobrinos, los hijos de crianza de quienes por mandato de Chávez desgobiernan al país.

Es más, no dudo que la escena se haya repetido miles de veces en el mismísimo despacho de Miraflores; o incluso antes, en la Casa Amarilla, cuando Nicolás era el canciller; Cilia, diputada y los querubines, unos muchachitos ramplones e imberbes, rodeados de secretarias aduladoras, probando las primeras mieles del poder y el provecho que se le puede sacar.

Pero, como que tía Cilia y tío Nicolás fueron demasiado consentidores y permisivos. Y permisivos en exceso porque no les fijaron límites a esos muchachos, que es lo que los psicólogos nos recomiendan a los papás para que los hijos aprendan a respetar las normas –y después, de grandes, las leyes: para que no se metan en problemas, pues, y terminen pensando que traficar drogas hacia un país tan serio como Estados Unidos es tan fácil como pedirles a los escoltas, cuando estás a dieta estricta, que compren hamburguesas en McDonald, sin que los demás se den cuenta.

Este tema de los narcosobrinos presidenciales no podemos tomárnoslo a la ligera. ¡Es grave! Muy grave porque revela lo que podría ser la condición y esencia de este régimen. ¿Estamos en presencia de un narco Estado? ¿La llamamos Venezuela, o debemos comenzar a decirle Narcolandia? Hay quienes aseguran que eso es así: que somos un narco Estado, donde las cúpulas del poder están involucradas –y embadurnadas hasta el cuello- en este lucrativo y oscuro negocio. Los narcosobrinos no son los primeros que caen en manos de la justicia americana por un asunto de drogas. Personeros que ocuparon –y ocupan- importantes cargos en estas gestiones chavista-madurista, también están siendo señalados por el mismo delito.

¿A cuántos revolucionarios famosos estarán acusando los muchachones de Cilia? ¿A ella y a Nicolás no les habrá parecido raro que esos sobrinos quisieran usar así tan confianzudamente la Rampa 4 de Maiquetía? ¿Portaban o no pasaportes diplomáticos otorgados por Delcy? Todo esto, en un país donde se respeten las leyes, ya habría salido a la luz pública y sería suficiente motivo para exigir la renuncia del Presidente. Es lo que, moralmente, debía haber hecho Nicolás: en un acto de verdadero arrepentimiento y vergüenza, poner su cargo, el de su Primera Combatiente y el del resto de su gabinete a la orden, para que se abran las averiguaciones y poner tras las rejas a los culpables, no solo de narcotráfico, sino también de corrupción. Pero, de pronto recuerdo quiénes son los personeros involucrados en este escándalo y cómo funciona la justicia en Venezuela…y me regresa el sinsabor y desaliento que deja la impunidad.

El asunto es que, a pesar de la gravedad del caso, los narcotíos no han abierto la boca para fijar una posición al respecto. Y prefieren estar “rayados” con la DEA, organismo que –confío y aspiro- debe estar enfilando su arsenal contra los cabecillas de esta mega banda de la droga. Los narcotíos podrían estar en salsa –y no de la que le gusta bailar a Nicolás- con la justicia del Imperio que seguirá escarbando en esta carroña hasta dar con los peces godos que dirigen todas las operaciones. Y en medio de un mutismo absoluto, Nicolás y Cilia dejan la defensa de su honor y de sus narcosobrinos a Diosdado y Pedro Carreño quienes, con su cinismo característico, aseguran que los “hijos de crianza” presidenciales -hallados culpables, unánimente, por tráfico de drogas- son unos “buenos muchachos víctimas de un montaje por parte de la DEA”, casi que unos mártires a quienes el gobierno de los Estados Unidos mantiene secuestrados.

¿Irá Cilia a visitar a Efraín y Franqui Francisco a la prisión donde cumplirán su condena? Tal vez sí, total esas cárceles americanas no son ni remotamente parecidas al infierno que se vive en Tocuyito, Yare, El Rodeo o Tocorón… para pesar del resto de los venezolanos que vemos en esta noticia, una llama de esperanza al final del túnel.

@mingo_1

D. Blanco Abr 14, 2016 | Actualizado hace 8 años
¿Error político?, por José Domingo Blanco

HugoChávez

La primera entrevista política que hice, recién graduado como Comunicador Social, fue al doctor Rafael Caldera. Eran los años de mis inicios en el oficio. Trabajaba en Radio Capital como disc jockey, haciendo el resumen musical, alejado de la política y las noticias. Un día, previo a las elecciones presidenciales, el Jefe del Departamento de Prensa de la emisora, Luis Armando Rueda, convoca a su equipo de periodistas para asignar las pautas y cubrir el evento electoral. Sin haber sido invitado, me colé en esa reunión y pregunté qué pauta me asignarían. No sé si fue por mi insistencia -o para deshacerse de mí- pero, Rueda me pidió que cubriera el momento cuando el doctor Caldera estuviera sufragando.

Entusiasmado con mi primera oportunidad periodística me presenté, grabadorcito en mano, en el colegio donde votaba Rafael Caldera. Por supuesto, por más que intenté aproximarme, era tanta la gente que lo rodeaba que no logré acercarle el grabador para obtener su declaración. Confieso que salí de allí desencantado; pero, no me di por vencido. Decidido, me fui hasta la casa del doctor Caldera, me identifiqué ante el personal que lo asistía y dije que quería entrevistarlo. Si bien, de entrada, no se mostraron muy receptivos, hicieron la gestión de ir a notificarle mi intención. Regresaron con su repuesta: “el Doctor Caldera apenas está comenzando a desayunar; pero dice que, si estás dispuesto a esperarlo, con todo gusto te recibe”. Y me senté –consumido por la impaciencia y el nerviosismo-  a contemplar el tinajero que le daba nombre a su casa, con mis “veintipocos” años a cuestas, y mi batería de preguntas previamente elaboradas.

No sé si fueron cuarenta y cinco minutos o más los que aguardé. Pero, Rafael Caldera apareció y contestó cada uno de los cuestionamientos sin filtro que un muchacho, recién graduado de Periodista, tenía que hacerle… Y el recuerdo vino hoy a mi memoria porque, en el programa del jueves 14 de abril, mi entrevistado fue el menor de sus hijos, Andrés. Lo invitamos para hablar de los cien años del natalicio de su papá. Conversamos sobre el libro “Rafael Caldera, con orgullo de ser venezolano” -que editaron para la ocasión, y que resume en estampas se prolífera vida política. Hablamos de anécdotas, de las actividades que tienen programadas para celebrar el centenario de su nacimiento y de su amor por Venezuela.  Pero, aunque tenía la intención de solo centrarme en este tema, no pude resistirme y le pregunté acerca de lo que muchos consideran el peor error de Caldera durante su segundo mandato.

“Dicen que un error tapa mil aciertos” fue lo primero que le comenté a Andrés antes de lanzarle la inevitable pregunta: “hoy estamos sumidos en el debate de la Ley de Amnistía para los presos políticos, dígale a quienes nos escuchan ¿qué fue lo que hizo Caldera con el sobreseimiento a Chávez?” Supongo que Andrés está acostumbrado a que le hagan siempre la misma pregunta porque respondió con la seguridad de quien sabe que, para aquel momento, la decisión de otorgarle el sobreseimiento a Chávez, era un clamor popular. Era lo que pedían a gritos –según menciona- actores políticos y sociales, muy reconocidos, de esa época. Define al sobreseimiento como la terminación de un juicio por razones de interés nacional. Era, según rememora, la petición unánime del país que rogaba para que liberaran a los que aún permanecían presos por los hechos del 4F y 27N.

Como a veces, los venezolanos somos de memoria corta, nos recordó que sólo quedaban unos veinte golpistas encarcelados, porque CAP y Ramón J. Velásquez ya habían sobreseído unas cuantas causas. Y es verdad, sólo que a veces se nos olvida. Inmediatamente, me vienen a la memoria las caras y los nombres de esos golpistas de 1992 que recibieron el perdón de la pena, de manos de Carlos Andrés Pérez o en el corto mandato de Velásquez. Esos militares que intentaron un golpe de Estado y que son tan culpables como Chávez de lo que ocurre actualmente en el país. Incluso, el presidente de la Conferencia Episcopal de ese momento, Monseñor Mario Moronta, imploraba por la liberación de los asesinos del 4F. Y podríamos estar horas enumerando personeros importantes de aquel entonces, que se sumaron a la petición de soltar a los protagonistas de la asonada.

El menor de los Caldera hace énfasis en que, su padre, era un hombre apegado y muy respetuoso de las leyes; por tanto, era lo que, por ley, correspondía hacer. Alega que, ciertamente, su papá le concedió el sobreseimiento al responsable de toda esta miseria que hoy vivimos; pero, nunca fue quien hizo a Hugo Chávez presidente. Menciona cómo los sondeos de la época, cuando lo sobreseyó, apenas le otorgaban a Hugo Rafael el 3% de la preferencia electoral y cómo Irene Sáez –su exnovia y aspirante a la presidencia- era quien “reinaba” en las encuestas.

Pero, Hugo Rafael remontó en las preferencias de los electores quizá por la cantidad de errores que cometieron los principales actores de las clases políticas dominantes. Y el pueblo fue embelesándose con el discurso del golpista y lo “empoderó” y lo eligió como Presidente en el 98. Y todos fuimos testigos de cómo ese Hugo, frente a su tocayo Rafael, juró colocando su mano sobre “la moribunda Constitución”, que conduciría los destinos del país. Quizá el desatino estuvo en que, para su infortunio, al doctor Caldera el destino le reservó para otorgarle el perdón a -nada más y nada menos- que al causante de las desgracias más horrendas que ha padecido la nación que tanto amó.

mingo.blanco@gmail.com

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