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J.J. Rendón

María Elena Lavaud comienza prometedora serie biográfica con libro sobre J.J. Rendón
El texto «Quién es J.J» incluye una entrevista y más de 100 testimonios sobre la vida del estratega político

 

Pocos imaginan que un niño miope, de botas ortopédicas y víctima de bullying durante su infancia llegaría a convertirse en uno de los más exitosos y a la vez más temibles estrategas y especialistas en crisis, campañas electorales y resolución de conflictos alrededor del mundo. Lo anterior, que parece el enunciado para una nueva serie de televisión, es sin embargo una manera de resumir en grandes rasgos la vida personal y profesional del polémico J. J. Rendón, tema central del más reciente libro de la periodista y escritora venezolana María Elena Lavaud. 

Se trata de «¿Quién es J. J.?» , texto que recoge más de  100 testimonios y una entrevista al estratega más perseguido del mundo«. El libro presenta una profunda exploración a la vida y la mente de Juan José Rendón, conocido como J. J., el renombrado estratega político cuya habilidad para ganar elecciones es tan notable como la controversia que lo rodea.

En la nota de prensa promocional del texto se destaca que es «un viaje literario que entrelaza la intriga política con el drama humano y promete grandes revelaciones para los ávidos seguidores de los grandes temas del momento y de la complejidad del ser humano».

Durante el proceso de escritura, Lavaud tuvo acceso a documentos, fotografías, notas personales del estratega y fue testigo de reuniones estratégicas en momentos críticos de campañas electorales. También sostuvo conversaciones íntimas con sus familiares, todo lo cual ha dotado al libro de una «minuciosidad y una profundidad remarcables».

La obra ofrece una mirada íntima al entorno profesional y personal de Juan José Rendón, calificado por el diario ABC en español como «uno de los 10 estrategas más influyentes del mundo», una figura emblemática en la resolución de crisis y un enérgico opositor del socialismo del siglo XXI y de regímenes totalitarios, lo que le ha valido tanto enemigos como aliados. 

Testimonios que capturan la complejidad del personaje

«La espina dorsal del libro es una larga conversación que sostuve con el estratega —relata la autora—, una conversación que se pasea por temas candentes, no solo de la política sino de los tiempos complicados que estamos viviendo, de sus vivencias, de sus afectos y sus preocupaciones. ¡Hablamos de todo! Y a esa entrevista se suma el testimonio de más de 100 personas que tuve la oportunidad de entrevistar y que le han conocido a lo largo de su vida. Creo que después de leerlo, cada quien tendrá mejores herramientas para sacar sus propias conclusiones. Honestamente, es un libro revelador, que deja mucho, lleno además de anécdotas sorprendentes. No es solo la historia de un individuo, es el reflejo de un universo particular, de una vida que se vive muy distinto a la mayoría; no peor ni mejor, solo distinto», describe en nota de prensa remitida a este despacho. 

El prólogo del libro ha sido escrito por el prestigioso consultor político y escritor de varios libros y ensayos Liébano Sáenz, condecorado varias veces internacionalmente por sus aportes al gobierno federal mexicano. Entre otros aspectos, Sáenz destaca en su presentación la relevancia de J. J. en la adaptación a la revolución digital, una transformación que va de lo tecnológico a lo social, cambiando paradigmas de comunicación y la relación entre los ciudadanos y el poder. «J. J. es un profesional que a pesar del gran éxito que le ha redituado fama a lo largo de 36 años, es enemigo de la ostentación e incluso en su vida cotidiana, hace alarde de sencillez. El libro nos ubica frente a este estratega al que todos quieren acercarse, atraídos por su halo de misterio y carisma; un hombre castigado por el dolor de estar separado de su país, Venezuela, al que algún día espera regresar sin riesgos».

Por otra parte, a lo largo de cada capítulo, los lectores encontrarán testimonios de primera mano que capturan la complejidad del personaje en distintas etapas de su carrera y de su vida: «A veces es un poco cortante y fuerte. Su manera de trabajar puede resultar chocante para algunos. Siempre dice que no está para perder tiempo y va a lo concreto»… «Cada mañana cuando me iba a la universidad, encontraba una rosa roja en mi carro. Siempre supe que era de él»… «Él dice que me echó de la campaña y yo que renuncié»… «Yo lo he visto mandar a callar a un presidente»… «Es un tipo muy preparado pero me sigue pareciendo un prepotente».

La saga

Este lanzamiento  de Lavaud marca un hito en la literatura de no ficción política.  Con la publicación de ¿Quién es J. J.? Más de 100 testimonios y una entrevista al estratega más perseguido del mundo, la autora no solo revela las facetas de una de las figuras más enigmáticas de la política latinoamericana sino que también anuncia el comienzo de una prometedora serie biográfica: la saga «¿Quién es?», un ambicioso proyecto de varios libros busca explorar las vidas y legados de personajes continentales cuyas acciones han resonado en la vida de millones.

«Me siento honrada y orgullosa de iniciar esta saga con un personaje de la talla de J. J. Rendón», afirma Lavaud.

Acerca de la autora

María Elena Lavaud es periodista, escritora y editora. Por 18 años ininterrumpidos fue productora y conductora de programas de noticias, entrevistas y análisis político en la radio y la televisión de Venezuela (Globovisión, Circuito Unión Radio), desde donde fue además corresponsal para varias cadenas y canales de noticias internacionales (Telvisa/ECO, Visnews, QAP Noticias).

Al emigrar a Miami en el año 2014, fundó su propia agencia de servicios editoriales, MEL Projects Publishing & Entertainment, con la cual promueve la publicación independiente de nuevos y reconocidos autores a través de plataformas de autopublicación y hace adaptaciones teatrales a partir de sus libros.

Al mismo tiempo, ha desarrollado un método de coaching literario que ha servido para que decenas de autores emprendan su sueño de escribir, y lo ha convertido en un libro titulado «Súbete al tren, mi método de coaching de escritura potenciado en 10 pasos por la inteligencia artificial disponible en Amazon», versión inglés y español.

Como autora, ha escrito «Días de rojo«, publicado en Venezuela y Colombia por Ediciones B, Grupo Z de España, un libro de autoficción inspirado en sus propias vivencias al cubrir el intento de golpe de estado de Hugo Chávez (Venezuela,1992); «La Habana sin tacones, crónicas de viaje a Cuba», que ha vendido más de 20 mil ejemplares y resultó ganador del Internacional Latino Book Award en 2017; «Tatuaje de lágrimas», inspirada en un caso real de violencia doméstica

Su causa es Venezuela, por Víctor Maldonado C.

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A veces hay que hacer memoria. Parte de la vorágine que estamos viviendo los venezolanos se nutre de esa amnesia que contradice las esperanzas de Jorge Luis Borges. Es cierto, con un mínimo esfuerzo deberíamos conseguir el escurridizo hilo de Ariadna, esa clave que nos permitiría adentrarnos dentro de los laberintos de los recuerdos que se han perdido, sin obligarnos al recomenzar eterno, el verdadero castigo proporcionado por el cruel minotauro. Es verdad lo que propone Borges, “solo una cosa no hay. Es el olvido”. Eso es cierto, pero también lo es que hay que hacer el esfuerzo de volver a una etapa de nuestra historia que nos provoca el amargo sabor de lo inconcluso. O peor aún, sometidos al escarnio porque terminamos siendo víctimas fatales de las mentiras de otros.

23 de enero de 2013. El estratega J.J. Rendon está siendo entrevistado por Jaime Bayly. En Venezuela se estaban viviendo tiempos cruciales. Había pasado más de un mes desde la última aparición del presidente reelecto, y todo parecía indicar que nunca más volvería a mostrarse. La conversación lleva a lo obvio. Era inminente la convocatoria una segunda elección por vacante absoluta del cargo, cosa que ocurrió ciento ochenta y nueve días después de las que había ganado Hugo Chávez. Como siempre, el régimen administraba convenientemente la información y la desinformación. Ellos sabían perfectamente lo que estaba ocurriendo, mientras el resto del país tenía que lidiar con la propaganda oficial, las medias verdades, y un muro infranqueable de mentiras. Eso solamente les daba ventajas, mientras que la oposición jugaba a una corrección política paralizante. Ninguno quería jugar posición adelantada, ninguno quería parecer el buitre que revoloteaba la agonía del comandante. Por todo eso y más comenzaban a surgir interrogantes sobre cuando, pero sobre todo quién debía ser el abanderado de la oposición.

“Es bastante posible que la gente quiera que Capriles sea el candidato nuevamente” atinó a decir el entrevistado ante las interrogantes del acucioso periodista. Todo un filón informativo del que se deriva una inacabable curiosidad. Por esos recovecos sigue la indagación. La segunda pregunta trata de adentrarse en las turbias aguas de un futuro incierto. Y en ese caso, Capriles contra Maduro, en unas elecciones propuestas para mediados de este año, ¿quién crees que ganaría? La respuesta fue tajante. “Ganará quien tenga la mejor estrategia”. Nadie se lo esperaba. El auditorio, incluido el anfitrión del programa, hubiera preferido una mentira compasiva, una apuesta desde el flanco parcial, un recordatorio a la falacia más popular del mundo político, “porque los malos no pueden ganar. Tienen que ganar los buenos de la película. Deben alcanzar el éxito aquellos que tienen mejores antecedentes, propuestas y capacidades. Pero J.J. Rendón no concedió el más mínimo espacio a la benevolencia. Ganan siempre los que tienen mejor estrategia.

El estratega dejó colar así la esencia de su experticia. El principal problema es “la manera como nosotros pensamos”. Son demasiados años en los que la propaganda ha hecho estragos en el sentido de realidad de los venezolanos. Sin duda, la cercanía con el régimen distorsiona. Mientras más adentro estás, menos ves. Todo luce demasiado sencillo. Esa es la peor de las alucinaciones, la que trae como consecuencia el bajar la guardia, o peor aún, la que conduce a la convicción irrenunciable de que se puede avanzar montados en la agenda propuesta por el gobierno. Por eso mismo hay una tara que luce inextinguible, porque al final, estratégicamente no tenemos diagnóstico, ni tenemos profundidad en el análisis. Obviamos con demasiada facilidad la realidad es un continuo de complejidades, que no se pueden resolver si no se desglosan, para intentar simplificarlas.

Al régimen solo es posible vencerlo si se privilegia el análisis por encima de las ganas y las fantasías proporcionadas por las falsas trochas del realismo mágico. Una campaña política debe partir de una investigación que permita deslindar las aproximaciones parciales y las subjetividades. Hay que estar con la razón, y no con el punto de vista. En términos de aproximación de la realidad, tú tienes que escoger un punto de vista experto. Se necesita “diagnóstico diferencial” basado en la experticia.

El auditorio se percibía nervioso, incómodo, como si se estuvieran interrogando, o pidiéndole al cielo al menos una mínima opción de triunfo, como si eso fuera posible solo por desearlo, o por mantener la mente en positivo. “Pero entonces tú tienes que trabajar con Capriles, para que no ganen los malos en Venezuela. ¿Estás dispuesto a trabajar en Venezuela? ¿Pro bono?”. Las preguntas fueron hechas atropelladamente, reflejando las angustias de quien las hacía. Pero las respuestas no se hicieron esperar. J.J. Rendón contestó afirmativamente, pero quiso dejar claro qué significaba para él “trabajar pro bono”. Dijo “Yo personalmente no tengo ningún interés en ganarme un peso en mi trabajo personal con respecto a la oposición venezolana, pero por supuesto que para hacer una campaña hacen falta recursos. Yo sería feliz en una campaña donde yo pongo mi trabajo, no cobro un peso, pero lo que haya que hacer, encuesta, grupos de enfoque, estudios, hay que pagarlos”. Bayly, asumiéndose como el heraldo de las angustias de todo un país, atajó la oferta y dijo “yo le ruego al señor Henrique Capriles, al señor Aveledo, y a la mesa de la unidad democrática que contraten a este señor”. Un momento incómodo para el invitado, quien seguramente no estaba preparado para esa intervención casi “publicomercial”, y por eso cortó la línea argumental para insistir en las otras condiciones que son indispensables para obtener la victoria. “Otra cosa es la disciplina -dijo- o sea, que hagan efectivamente lo que se convino, porque no soy un consultor alcahueta”. Lo acordado no se cambia. La coyuntura no se puede imponer.  En una campaña corta e intensa no hay otra alternativa que centralizar las decisiones. Es imprescindible recortar los tiempos entre la deliberación y la actuación. Profesionalizar las áreas débiles. Levantar la moral. Hacer el corte entre lo anterior y lo que viene. Eliminar cualquier contradicción. “No se habla de lo que se quiere, sino de lo que se tiene que hablar”. La entrevista concluyó allí, pero el mensaje había sido enviado con claridad, precisión y con suficiente tiempo.

El manual del estratega sigue presente. “Pensar, decidir, actuar. Es un proceso que debe ser articulado, progresivo. Hay que ponerle tiempo a cada uno de los procesos. Si por apuro, se olvida la definición de roles, objetivos y acciones definidas, se pierde el tiempo. Hay que consensuar el plan para que tenga empoderamiento social. No podemos dejar de hacernos preguntas cruciales. Porque nunca comenzamos de cero. Nos insertamos en una trayectoria que a veces hay que reencauzar. ¿Por dónde comenzamos?  ¿Qué estamos haciendo bien? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Qué deberíamos hacer, que no estamos haciendo? ¿Qué deberíamos dejar de hacer? Porque ellos si saben lo que quieren (destruirnos a nosotros), pero a veces nosotros no estamos tan clarso. ¿Nosotros sabemos lo que queremos hacer? Si lo sabemos, de igual manera tenemos que construir una estrategia con más músculo. Y hay que hacer un inventario de recursos, más allá de los económicos.

Para los que vivimos de cerca ese período y pudimos ser espectadores cercanos de todo lo que en esa época ocurrió, ese mensaje era un incentivo para componer una campaña que fuera diferente en términos de procesos y resultados. A la maquinaria perversa del oficialismo, que además manejaba con ventaja información y recursos, no se le podía seguir enfrentando desde el diletantismo. Fue por eso por lo que un grupo de amigos, externos a los partidos, y lejanos de la lógica y procedimientos de la plataforma unitaria, comenzaron a tratar de hilvanar los hilos para que esa oferta, por demás muy generosa, pudiese concretarse. No podía dejar de aprovecharse la incorporación “pro bono” de J.J. Rendon. Por eso se hicieron viajes a países diversos, contactos de varios niveles, precisiones sobre la forma de trabajar, largas sesiones de trabajo, y la difícil, casi imposible construcción de la base mínima de confianza que se necesitaba para que se pudiera impulsar una campaña con alguna probabilidad de éxito.

En el transcurso, mis amigos aprendieron que no hay nadie más prepotente que un diletante. Para comenzar a trabajar con una mínima disciplina, uno de los problemas que se debía superar era que todos se suponían a sí mismos como unos grandes estrategas, a los que, por supuesto, no les hacía falta un J.J. Rendón. No importaba si no habían dirigido una campaña en su vida. Tampoco parecía ser relevante que hubiesen participado y perdido. Ninguno de ellos se preguntaba si había una diferencia relevante entre un político profesional y su gabinete de asistentes y promotores, por una parte, y por la otra un especialista en estrategia, estructura y productos políticos, mercadeo político y campañas electorales. No parecían encontrar el deslinde lógico entre el político profesional, aquel que se lanza a la aventura de una candidatura, y aquel que tiene destreza, experiencia y competencias profesionales como para abordar el desafío como un sistema de acciones consistentes, llevadas a cabo con disciplina, y con un uso eficaz de variables críticas como el tiempo, la información, y la necesidad de organizar lo que no está organizado. Y en el medio, esa masa de partidarios y leales al postulante, que se vendían como los imprescindibles. Sin dudas, habíamos retrocedidos a los tiempos de la artesanía política, previos a la década de los 70´s del siglo XX.

Anécdotas hay muchas. Pero la más inolvidable fue cuando por razones inexplicables, una reunión pautada en Bogotá fue cambiada intempestivamente de un sitio a otro, solo para dejar fuera al grupo de promotores que inicialmente había hecho el esfuerzo de coordinar los encuentros entre J.J. Rendón y el equipo del candidato. El carácter del hombre es su destino, y lo refleja en la falta de grandeza, cuando hace falta empinarse, y también en las cosas pequeñas, cuando hay que cuidarse de ser enanos morales. De esa decisión no hubo ninguna notificación, y por eso mismo terminó siendo uno de esos casos tragicómicos donde unos supuestos anfitriones se quedan con el evento montado, habitaciones y salones de reuniones previstos, todo debidamente organizado, salvo que nadie llegó, nadie comunicó las razones, nadie tuvo un mínimo de consideración. A media noche, luego de ocho horas de espera y de expectativas, cayeron en cuenta de lo que era obvio. Habían sido dejados al margen. Al día siguiente fue el mismo J. J. Rendón el que tuvo la gentileza de hacer control de daños. Sabiéndose parte de un equipo en el que el común denominador era el desinterés, todo quedó saldado en un abundante desayuno.

 No fue una campaña fácil, de hecho, el presidente terminó siendo Nicolás Maduro, aunque el que obviamente ganó las elecciones fue el otro candidato. En el trascurso, obviamente se notaron las diferencias entre una campaña con dirección y las anteriores, artesanales, erráticas y poco integradas. La noche de la elección fue crucial. Había que elegir entre dos cursos de acción: o reconocer unos resultados falseados, o salir a la calle, demostrar vigor democrático, exigir que se respetaran los verdaderos resultados, y comenzar una escalada de desafío político hasta arrebatar el triunfo de las garras de una tiranía en ciernes. Recordemos todos que la diferencia anunciada fue de 234.935 votos, 1,49 puntos porcentuales. Ya sabemos que ocurrió. El candidato exigió primero un reconteo y al día siguiente propuso un cacerolazo. Dicen que esa noche J.J. Rendón se comunicó con el candidato y le preguntó si se decidía por el coraje o, por el contrario, iba a reconocer. Conocida la respuesta, hasta allí llegó la colaboración, “pro-bono”, entre el estratega y la opción política unitaria.

Todo este recuento viene al caso porque recientemente Jorge Rodríguez, en una de sus intervenciones televisivas, se mofaba de Capriles y le recomendaba que pidiera a J.J. Rendón la devolución de esos millones de dólares que había cobrado por la fallida campaña. Hubiese sido muy noble de parte de Capriles, o de cualquiera de su entorno, que respondieran de inmediato con la verdad. Que J.J. Rendon nunca cobró nada, que fue un aporte al país, como el de tantos otros venezolanos, que suman corazón y voluntades a la causa de la libertad. Eso no ocurrió, nadie salió a resolver el entuerto, ninguno invocó la verdad, como si todo diera lo mismo en este diluvio de mentiras, descalificaciones y odios que ha enchiquerado el país y lo ha vuelto un espacio tan hostil a la confianza y tan revulsivo al agradecimiento. Pero la verdad está allí. J.J. Rendón fue el estratega de la campaña del 2013, lo hizo sin pretender honorarios, porque como él dice, la causa es más grande y más importante que cualquier necesidad o expectativa personal. La causa es Venezuela. Y como bien lo dice Jorge Luis Borges, más allá de hacerle honor a la verdad, nada cabe esperar del asunto porque “el olvido es la única venganza y el único perdón”.

@vjmc

El “apátrida” por Víctor Maldonado C.

Exilio_

 

El mal existe. El mal contemporáneo esta necesariamente vinculado a la capacidad inmensa para hacer daño que tienen los poderosos sin probidad. A ese foso se llega de caída, cuando el único fin que parece apreciable es el mantener el poder para disfrutarlo concupiscentemente. Los que así piensan están sometidos al rentismo del poder, que se asume dentro de la perversa lógica de los juegos de «suma cero», y que tarde o temprano termina aniquilando a quien lo practica. Nada se comparte dentro de una lógica depredadora. Se juega en los extremos donde todo es posible porque no hay límites, ni éticas, ni principios morales que puedan darle sentido de proporcionalidad al certamen. Nadie lo pretende equilibrado, equitativo, ceremonial o siguiendo algún protocolo. Todo lo contrario. El duelo consiste en que todo vale a la hora de deshacerse de un adversario o de buscar aniquilar a quien lleve la contraria. La única norma del poder maligno es precisamente que no tiene parámetros. La ventaja del poderoso sin probidad es que resulta inimaginable e increíble hasta dónde puede llegar y las cosas que puede hacer. Pero allí están los testimonios de los que han sufrido cárcel, exilio, tortura, secuestro, extorsión y amenazas. Allí están los montajes realizados a los dirigentes políticos, las trampas psicológicas alevosamente aplicadas a Leopoldo López y a su familia, el proceso y cárcel aplicados al alcalde Antonio Ledezma, el acoso que sufre Teodoro Pettkoff, el exilio de Alberto Ravell, Miguel H. Otero y tantos otros que han tenido que interrumpir sus vidas para resguardarse del peligro inminente. En ninguno de estos casos hay dramas que puedan ser considerados como secundarios. Cada uno de ellos representa un proyecto de vida interrumpido, una expectativa suspendida, una vida maltratada y quién sabe cuántas rupturas imposibles de recomponer.

La práctica de la maldad política se convierte en una inmensa bola de nieve con perspectivas desoladoras. Nadie puede sentirse especialmente inmune. Una muestra es lo ocurrido al ciudadano Miguel Ignacio Mendoza Donatti, mejor conocido como Nacho. Ya sabemos que su discurso ante la Asamblea Nacional el día de la juventud le trajo como consecuencia el hostigamiento del gobierno. Al ciudadano le anularon el pasaporte y lo dejaron por unos días confinado en el país, imposibilitado de cumplir con sus compromisos profesionales,  y sometido al trapiche burocrático de tener que solicitar un nuevo documento. Los que vivimos en Venezuela sabemos que cualquier proceso público es una apuesta condicional. No hay ley aplicada universalmente sino mecanismos institucionalizados de extorsión. Pero el artista no se dejó amedrentar y su respuesta frontal y valiente, apelando al pueblo, tal vez fue su salvación. Al momento de escribir este artículo ya es noticia que obtuvo otro pasaporte. En ocasión de ese ultraje ciudadano, uno más de los que se cometen todos los días, @JJRendon escribió el siguiente tuit: «Toda mi solidaridad a la distancia. La lucha es la misma. La causa es Venezuela».

En ese momento caí en cuenta del verdadero sentido del mensaje. Nacho no es el primero que se ve sometido al maltrato de su ciudadanía. El estratega político venezolano tiene años sufriendo la infeliz circunstancia de tener que vivir como un «apátrida». Y no me refiero al usual insulto con el que el socialismo del siglo XXI intenta estigmatizar a cualquiera que le lleve la contraria. Es algo mucho peor, mucho más oscuro y siniestro. El ciudadano J.J. Rendón sufre una constante y sistemática persecución que ha pasado por el despojo de su nacionalidad legal porque no cuenta con un pasaporte válido y confiable, porque el régimen se niega a proporcionárselo y porque es público y notorio el ensañamiento contra lo que él es, lo que significa su trabajo y lo que tiene que ser visto como su derecho inalienable a disentir y a luchar por lo que él cree valioso. Dejar a un individuo sin ciudadanía, someterlo al exilio, dejarlo “en veremos”, es un castigo antiquísimo. Sócrates prefirió el suicidio antes que someterse al extrañamiento. El filósofo lo hizo como una demostración de pedagogía política. No iba a ir contra las leyes de la ciudad cuando estas lo perjudicaban. Nunca lo había hecho cuando le beneficiaron.

Pero no nos llamemos a engaño. No son las mismas circunstancias. No es la ciudad y su derecho los que deciden ahora, sino la perversidad convertida en régimen que despoja y desarraiga, sin importarle lo que al respecto se ha logrado en el plano de los derechos humanos consagrados internacionalmente, sin  prestar atención a los derechos y garantías establecidos en la constitución supuestamente vigente. En este caso concreto de J.J. Rendón el calificativo de “apátrida” lo coloca en un limbo porque por la vía de los hechos “no está siendo considerado como nacional suyo por Venezuela” y esto se hace al margen de lo establecido en la legislación venezolana. La nacionalidad y los derechos concomitantes a la identidad, al pasaporte, a la libre movilización le fueron confiscados con el interés de castigarlo, de convertirlo en un paria, de ocasionarle perjuicios y de confinarlo a la fragilidad perenne. No importa lo que al respecto digan las convenciones sobre refugiados y la que regula la condición de los apátridas. No importa tampoco que Venezuela sea signataria de la Convención Universal de los Derechos Humanos.  Al margen de todo decoro y sin importar que estemos en el siglo XXI y no en el siglo IV antes de Cristo, lo que es realmente sustancial es que a un ciudadano venezolano se le despoja de su condición y por esa vía se le invalidan todos sus derechos humanos. Sin ciudadanía no hay ejercicio posible de los derechos. Y las expresiones más conspicuas de la ciudadanía son la cédula de identidad y el pasaporte vigente. Y a quienes les niegan cédula y pasaporte los están lanzando al espacio insólito y atípico de los “apátridas”.

Por supuesto nada decente se puede esperar del mal y del poder ejercido maliciosamente. A un estratega político le resulta especialmente costoso el no poder movilizarse y el sufrir un ataque constante a su reputación. Ambos flancos han sido obsecuentemente atacados por los enemigos políticos de J.J. Rendón, cobrándole así sus éxitos y sus incuestionables capacidades para vencer al cartel del socialismo del siglo XXI allí donde ellos han intentado extender su franquicia. En un libro, todavía inédito, el estratega político relata su lucha, en tono pedagógico, positivo y autobiográfico. Su lectura resulta apasionante en la misma medida que la ciencia ficción se transforma en realidad comprobable y en un testimonial de hasta dónde hemos podido sufrir la descomposición activa de cualquier referente republicano. Para el protagonista del libro es el relato «de la más implacable persecución» cuyo afrontamiento «me ha demostrado la gran capacidad que tenemos para fortalecernos en la adversidad». Esa capacidad es la resiliencia y el libro trata sobre eso: luchar sin entregarse. No someterse al imperio del miedo. No resignarse. No conformarse. No guardar silencio. No entregar los principios.

El ser un ganador tiene sus costos. J.J. Rendón ha sido acusado de todo e insultado de todas las maneras posibles. Los que han perdido el poder gracias a sus estrategias y a la disciplina con la que las implemente lo bautizaron como «el rey de la propaganda negra» o el “experto en guerra sucia”. Los políticos por lo general son malos perdedores, y en lugar de asumir su responsabilidad en sus malos resultados prefieren decir que fueron víctimas de alguien. Allí esta Evo Morales como el ejemplo más reciente.  Pero el socialismo del siglo XXI no se ha quedado en ese tipo de calificativos sobre la forma como supuestamente encara las campañas políticas que están a su cargo. Ellos han pasado de los malos adjetivos al insulto. Al de “apátrida” habría que sumarle el de “mal nacido”, “piltrafa humana”, “bandido de siete suelas”, “terrorista”, “miserable”,  “sicario del imperio”, “agente de la CIA”, “enemigo público número uno de la revolución bolivariana”, e incluso el ser un “azote”, porque a juicio de los jerarcas del bolivarianismo del siglo XXI  “el talento a favor de las libertades es un talento  sin probidad, y por eso mismo es un azote”.  Todos hemos sido testigos del dossier de insultos aplicados al ciudadano J.J. Rendón, porque muchas veces han sido proferidos en cadena nacional, o a través del dossier de programas escatológicos divulgados a través de los canales oficiales.

Lo cierto es que programas transmitidos en cadena nacional lo han tenido a él como ejemplo de una degradación supuestamente intolerable. Las amenazas a su integridad y la descalificación son parte del repertorio usual de los medios oficiales que han acumulado más de 189 ataques desde abril de 2013 hasta la fecha. La inquina es pública y comunicacionalmente notoria. J.J. Rendón es el único venezolano al cual la red de TELESUR le ha dedicado varias campañas de infomerciales a nivel mundial, fomentando el descrédito y la explotación del odio  con los recursos que deberían ser dedicados a hospitales y educación. Agencias de relaciones públicas han sido contratadas para fomentar su desprestigio y problematizar aún más su condición de refugiado político que es la consecuencia automática de haber sido tratado como un ciudadano sin patria que lo reconozca como uno de los suyos.

Todo el mundo puede imaginar que quien siembra el odio contra alguien espera pacientemente que algún día esa cizaña de frutos. Basta revisar las redes sociales para hacer un inventario de las numerosas amenazas veladas en la que se ceban los adeptos del régimen que quisieran hacer realidad los deseos de sus líderes. Ese odio así sembrado, pacientemente regado, puede provocar resultados terribles e indeseables. J.J. Rendón lo sabe, sin embargo no se amilana, acostumbrado como está a buscar fuerza en la meditación zen, “sentarse tranquilamente quieto, tratar de deslindarse de la confusión, del descontento, del dolor, del sufrimiento…”

La anulación del pasaporte es solamente un detalle que ha podido salvar gracias a que países amigos –cuyos nombres no pueden hacerse públicos para evitarles las tradicionales arremetidas del régimen- le han concedido salvoconductos humanitarios y algunas facilidades contingentes y provisorias. Al «mal nacido» (y con ese epíteto los del régimen le quieren señalar que para ellos nunca debió haber nacido en Venezuela, porque no lo merece al no haberse plegado al socialismo del siglo XXI) le niegan los beneficios de la nacionalidad y lo persiguen implacablemente por todo el mundo. Las solicitudes de captura intentadas ante la INTERPOL han sido refutadas y rechazadas una tras otra, pero lo siguen intentando. Los esfuerzos de penetración de su personal de confianza, una y otra vez, con el fin de perjudicarlo, han resultado infructuosos, lo que no significa que no haya tenido costos. Estratagemas para entregarlo y venderlo a la guerrilla colombiana y planes de extradición forzada al país para «juzgarlo revolucionariamente» son solo una porción de un dossier de iniciativas aviesas que están relatadas como parte de una vida azaroza que sin embargo, permite a quien la ha vivido sacar lecciones positivas de todas esas experiencias extremas.

Muchos amigos saben de estas peripecias y se preocupan. «Tus enemigos han saboteado tus negocios, tus finanzas, tu vida familiar, atentan contra tu vida, amenazan con meterte preso y con destruir tu honor, y sin embargo aquí estás, como si nada… ¿Cómo haces?» La respuesta de J.J.Rendon deja ver su formación budista. «Todos tenemos nuestra ración de catástrofes personales. Parte del secreto está en no asumir una actitud catastrofista… La única manera que puedo explicar el haber resistido al acoso de un estado poderoso, el haberme levantado varias veces y el haber florecido profesionalmente es el empeño que he puesto en prepararme para fortalecer mi condición de ser humano con resilencia». Para J.J. Rendón la resiliencia es negarse a la indefensión aprendida. Es no entregarse. Es seguir luchando, estudiando y preparándose para la victoria. Amat Victoriam Curam es su lema.

Por esa razón es que al ver lo que le estaban haciendo al ciudadano Miguel Ignacio Mendoza Donatti la reacción fue de plena solidaridad. Le estaba diciendo a Nacho que se podía y se debía encarar con coraje el desplante neototalitario. Que no era el único tratado como «apátrida» y violado en sus derechos esenciales. Pero que todo, incluso las peores catástrofes terminan siendo anécdota y posterior olvido si no caemos presas del miedo, único alimento del poder perverso. «Enfrentar el miedo es fundamental para la resiliencia, aprender a enfrentarlo es esencial para nuestra preparación para la victoria». Y de victorias sabe  J.J. Rendón,  aunque sigue sin pasaporte, negados sus derechos ciudadanos y perseguido implacablemente. Esos son los riesgos que decidió asumir una vez que se percató  que sus principios y valores personales lo iban a terminar enfrentando con el régimen neototalitario establecido en Venezuela. Por eso mismo aún así sigue luchando sin detenerse un instante para que esta época de desmanes y fracasos sea superada de una buena vez, eso sí, como lo sabe hacer, dando la batalla política para lograr el relevo por medios previstos constitucionalmente, democráticos, electorales y pacíficos.

Termino el artículo y me quedo pensando, por ejemplo, en las veces que a Nelson Bocaranda lo han retenido al ingresar al país. En los cientos de obstáculos que cotidianamente tiene que superar María Corina Machado para hacer política. En los desmanes de la lista de Tazcón, en la pesadilla de dirigir una empresa o de soportar todas las infamias que ha tenido que soportar Lorenzo Mendoza y Empresas Polar,  en las difíciles decisiones que han debido tomar todos los que han sentido que no pueden seguir viviendo en Venezuela, en los infinitos cálculos de los que decidimos quedarnos, en fin, en lo que todos tenemos que decir, contar, compartir o relatar sobre esta época en la que la ciudadanía se nos ha rebanado de manera tan infamante. Leer el libro de J.J. Rendón, aun inédito, es pasearse por un compendio de lo peor que nos ha ocurrido a todos, pero que en su caso dramático, le ha ocurrido todo a él, eso sí, sin doblegarlo, sin vencerlo. Por eso a la luz de su experiencia me surgen un conjunto de interrogantes ¿Por qué no nos hemos constituido en un club de víctimas si la verdad es que sumamos 30,6 millones de ciudadanos conculcados en sus derechos esenciales? ¿Cuándo nos vamos a condoler de lo que le ocurre al otro tanto como cuando nos ocurre a nosotros? ¿Cuándo vamos a comenzar a practicar con intensidad la solidaridad activa si todos hemos sido de alguna manera rasgados en nuestra integridad? ¿Cuándo nos vamos a asumir como desplazados internos, replegados de las calles, despojados de las libertades más esenciales, confinadas a vivir el país como castigo? ¿Cuándo vamos a mirar con compasión la tragedia del exilio? ¿Cuándo vamos a comenzar a relatar nuestros sufrimientos para construir esa gran moraleja nacional que tanta falta nos hace para superar esta indefensión, esta indiferencia? Porque no nos quepa ninguna duda: La lucha es la misma. La causa es Venezuela.

@vjmc