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¿Por qué no termina de avanzar el fútbol profesional venezolano?, por Luis Miguel Colmenares

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La selección Vinotinto cuenta en la actualidad con las mejores figuras de nuestra historia futbolística, jugadores talentosos que han logrado llegar a destacarse en países como: España, Italia, Inglaterra, Francia, Bélgica, Grecia, Suiza, nuestro capitán es el jugador criollo mejor pagado en la historia de nuestro fútbol, actualmente juega en la Juventus de Italia ¿Por qué si tenemos las mejores figuras, seguimos de últimos en la clasificación al mundial?

El Dvo. Táchira con un poderoso y costoso equipo quedo eliminado de la Copa Libertadores por el Capiatá, un equipo paraguayo que apenas debutaba en esta prestigiosa copa. El Zulia F.C. con una de las nóminas más altas del fútbol nacional, teniendo en sus filas nada más y nada menos que a Juan Arango quien viene del Cosmos de Nueva York, cuenta hoy con 13 goles en contra y uno solo a favor, lo cual lo dejaría fuera del octogonal ¿Por qué si hay tanto dinero y talento en los principales equipos del fútbol profesional, no logran avanzar?

Según Jorge Valdano, el fútbol va ligado intrínsecamente con la identidad de cada región y destaca, «la increíble capacidad de enfoque que tiene el juego en apuntar con una mirada telescópica las propias obsesiones de la sociedad». Venezuela no es la excepción a esta regla, y lamentablemente entre nuestras obsesiones se encuentra la inmediatez y el individualismo que tanto daño nos hacen en todos los sectores, es indispensable comenzar a eliminar la lógica inmediatista y trabajar en equipo para poder obtener resultados positivos y superar nuestra crisis.

Un buen futbolista no debe ser un milagro, debe ser el fruto del esfuerzo durante años de diversos elementos que contribuyen a su formación, padres, compañeros, dueños de academias, escuelas, profesores, árbitros, federación, empresa privada, gobierno, por solo destacar los más importantes de la ecuación. Por algunas carencias en la actualidad, nos acostumbramos a ver como algo anormal que un jugador se destaque y como un milagro inalcanzable ir a un mundial, ¿por qué?

Lo indispensable para poder jugar al fútbol debería ser «el campo» sin campo no hay donde jugar. Ninguno de los equipos de fútbol profesional de Venezuela, tiene un estadio propio, todos juegan en estadios prestados, más del 65% de los equipos no tienen una sede propia donde realizar sus entrenamientos, algunos ni siquiera entre sus activos cuentan con una sede administrativa propiedad del club. (Eso es como si alguien quisiera tener un rebaño de ganado, con la mejor raza y espere tenerlo sin invertir en la construcción o compra de una finca.)

«Entender la lógica de una industria o cualquier otra actividad humana es imprescindible para participar en ella con un mínimo de éxito», Fernán Soriano. Los dueños de clubes y academias deben formarse o al menos rodearse de profesionales del área para dejar de manejar el fútbol como aficionados y comenzar a profesionalizar el mismo, el fútbol en nuestros días es un negocio serio, formal, distinto a la ganadería, la avicultura, la industria textil o cualquier otro sector de nuestra economía, no podemos tener un futbol solido sin tener especialistas en la materia, que dominen la gestión y los procesos que forman parte de esta industria.

En algo tan puro como lo es el fútbol, la llegada de los antivalores se presenta como un gran peligro en la actualidad. La proliferación de ¨empresarios¨ que venden a los niños y a la sociedad, que alcanzar el éxito es cuando compran joyas, ropa costosa, viajan en aviones privados y sobre todo lo exhiben en las redes sociales como un gran logro, poniendo en jaque la pérdida de su identidad, es algo que debe combatirse. La formación de los atletas debe basarse en la integridad y el talento, en el desarrollo de jóvenes con valores sólidos para demostrar sus capacidades en otras sociedades y en cualquier equipo que vayan, no en la creación de nuevos ricos que se exhiben en Instagram.

Por cada niño que llega al fútbol profesional, existen miles que ven como se aleja su sueño por no tener canchas, zapatos, ropa, balones, alimento, para poder continuar en la práctica de la disciplina que aman. Es imperativo un compromiso real de los actores involucrados en esta industria para la búsqueda de soluciones tangibles a los problemas existentes, el futbol en esencia es trabajo en equipo, es disciplina, es profesionalismo, es competencia, no podemos continuar resaltando el individualismo, el conformismo y la búsqueda de beneficios personales por encima del bien común que es el desarrollo del futbol nacional.

¡La solución para que los equipos de fútbol nacionales y la Vinotinto ganen, es a mediano-largo plazo, a través de la consolidación de un proyecto que fortalezca nuestro futbol menor, que es la clave para el futuro! Países como Alemania, España, Croacia, Bélgica, son un ejemplo, ya que entendieron que la solución no está en importar jugadores y ¨especialistas¨, está en invertir en instalaciones de calidad, en formar y brindar herramientas a los profesionales del país, para que impartan sus conocimientos de forma correcta y no de forma empírica en la formación de nuestros futuros talentos, para que se puedan innovar soluciones que se adapten a nuestras necesidades, tenemos décadas haciendo lo mismo y por eso seguimos de últimos.

Si bien es cierto que el fútbol es una pasión, que semana a semana nos llena de emociones, también es cierto que ya el fútbol no es un juego y menos un juego de niños. Nos urge comenzar a profesionalizar el fútbol venezolano, es un asunto serio que debe ser abordado con ética y profesionalismo para poder entre los involucrados dar solución a lo que todo un país siente, que es la derrota continua de nuestra selección.

De seguir haciendo lo mismo, en vez de ir al estadio habrá que ir más a misa a ver si se hace el milagro, o conformarnos con que no ganamos en la cancha, pero si ganamos like en las redes…

 

@lmcolmenares

lmcolmenares@gmail.com

Utopías, realidades y decepciones marxistas, por Francisco J. Quevedo

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Si algo hemos visto del Socialismo Bolivariano es que saca lo peor del Pueblo, y de sus gobernantes. Los saqueos, la criminalidad, la corrupción, la escasez, la híper-inflación, la devaluación y el deterioro físico y moral de Venezuela parecen ser «el legado». En pocas palabras, ruina para muchos, fortuna para pocos.

Si bien los marxistas alegan que el individualismo, raiz del capitalismo, es injusto porque lleva a la explotación de los menos favorecidos, quizás por designios del destino pero muchas veces porque retribuye el esfuerzo que muchos no hacen, resulta que ha sido bajo este modelo que las economías del mundo han alcanzado máximo desarrollo, generado máxima riqueza y repartido más beneficio y felicidad. Solo basta comparar los estándares de vida de los países del G-7 original contra la otrora Cortina de Hierro. ¿Dónde estaban el racionamiento, la escasez, la corrupción y la represión, de este o del otro lado del Muro de Berlín? ¿Y de dónde, para dónde se escapaba la gente? ¿Hacia dónde reman los balseros cubanos, hacia Cuba?

Hay una inmensa diferencia entre el pensamiento económico, las utopías marxistas – leninistas, y la conducta económica. El ser humano no nace ni crece para hacer el bien colectivo. En efecto, eso no está a su alcance. Para eso existen los gobiernos que deben hacerse cargo de crear condiciones básicas para el bien comun, para que se haga justicia, para la defensa y para el mejor funcionamiento de la dinámica más natural de las sociedades modernas.

Ciertamente, el individualismo, y la especialización del trabajo, es la base del capitalismo, partiendo del libro de Adam Smith, «La Riqueza de las Naciones», escrito en 1776, justo cuando los EE.UU. se independizaba de la Corona Británica. Smith planteaba que el Estado debía permitir el libre juego de la oferta y la demanda, el esfuerzo individual que persigue el beneficio propio, sin intervenir, y que ello llevaría el máximo esfuerzo y beneficio colectivo.

El colectivismo y la centralización, por su parte, son los postulados de Karl Marx, quien en «Das Kapital: Una crítica a la política económica», publicado en 1867, planteaba que «la plusvalía», léase la utilidad del empresario, sería el veneno del capitalismo (Ojo, todavía estamos esperando que haga efecto, 150 años después), y postuló que la transición de un modelo a otro no podría producirse sino a través de una revolución, en el «Manifiesto Comunista», escrito con Engels en 1848, reconociendo así que ésta transición, esta conducta, no es natural, que tiene que ser forzada y que como dijo el Ché, habría que crear un «hombre nuevo». A confesión de parte, relevo de pruebas.

John Maynard Keynes, en «La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero», escrita en 1936, muy en respuesta a la Gran Depresión de 1929, combinaba ambos criterios, el esfuerzo individual con el rol del Estado como la «mano invisible» que promueve el bien común, que cataliza las fuerzas del mercado y evita sus excesos.
Que el modelo comunista o socialista (el término usado en salones de la sociedad para describir lo mismo, diría Marx´en el prólogo del Manifiesto), no funciona, lo han comprobado no solo Maduro, sino Castro y la otrora Unión Soviética, en la medida que otros como China y Viet Nam han optado por un Capitalismo de Estado, explotador y salvaje, que les ha funcionado.

El problema es que la izquierda trasnochada todavía sueña con una sociedad igualitaria, donde el esfuerzo, la mejor preparación y la excelencia no retribuyan más beneficios que la sumisión, cosa que es fácil cuando quien lo propone se come las mieles del socialismo, o cuando sabe que no tiene con qué, si no es poniéndose una gorra roja. Pero, por las protestas que a diario ocurren en Venezuela contra sus desaciertos, contra la inflación y el desabastecimiento, contra la criminalidad y la corrupción, el pueblo no sueña con eso sino que sufre otra realidad..

@qppasociados

¿Quién es nuestro mayor enemigo? por Carlos Dorado

Tierra

Una loba y su cachorro se encontraban en el monte, y el cachorro le pregunta a su madre: “Mamá, ¿la grama verde y generosa tiene un enemigo?” “Sí hijo, las ovejas, que se alimentan de ella para sobrevivir. ¿Pero las ovejas tienen un enemigo? Sí, nosotros los lobos, que nos alimentamos de ellas, hasta el día de nuestra muerte. ¿Pero nosotros los lobos, tenemos un enemigo? También hijo. Nuestro enemigo es el hombre que quema nuestros bosques, nos ponen dolorosas trampas y nos matan por deporte y por placer. Pero madre, ¿Tiene el hombre un enemigo? Hijo mío el enemigo del hombre es el mismo hombre, hasta su muerte”

Este cuento vino a mi mente, leyendo que esta semana se celebró en Paris, la Vigésimo Primera Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y donde pronosticaron que de no hacer nada entre el 2030 y el 2050, el cambio climático traerá consigo cinco millones de muertes.

Una vez más, la conferencia terminará con la firma de un acuerdo, donde habrá muchas palabras y pocos hechos, y donde los cambios serán mínimos, mientras que económicamente no sea más rentable proteger que destruir. En ese momento, es que las palabras comenzarán a ser hechos, y esas Conferencias tendrán unos resultados tangibles, más allá de la foto en grupo de todos los Presidentes, y unos discursos marcados por frases bonitas.

El individualismo, propio de los integrantes de la sociedad en que vivimos, nos hace olvidar que somos parte de una comunidad mundial, donde los problemas de la misma pareciese que no nos competen, hasta que llegue a afectarnos en primera persona. Supuestamente, tenemos demasiados problemas personales, como para estar preocupándonos del mundo. La suma de todos estos personalismos, lleva a la sociedad a no tomar ninguna decisión. Mi madre solía decirme: “Carlos, la mejor decisión que puedes tomar es la correcta, la segunda mejor es la incorrecta, y la peor de todas es ninguna”

El calentamiento global, según la comunidad científica mundial, podría añadir 600 millones de personas a las filas de los desnutridos para el 2080, 23.000 especies animales están en peligro de desaparecer por la degradación de sus hábitats. Catorce catástrofes del 2014, fueron consecuencia del cambio climático, y se duplicaron en 20 años las inundaciones, tormentas, olas de calor y sequías. ¡Somos nuestro mayor enemigo!

¿Responsables? La generación de energía es responsable del 35% de las emisiones mundiales de gases con efecto invernadero, causante del cambio climático, el uso indiscriminado de tierras es responsable del 25%, y el transporte, junto a los vehículos generan por su parte el 23%. ¿Pero el verdadero responsable? ¡El hombre!

Lo triste de todo esto, es que los países que menos han contribuido al calentamiento global, son los que más sufrirán sus efectos. Siendo la contribución de los países más contaminantes como: Rusia, Estados Unidos, China y la Unión Europea, los que ofrecen una contribución débil, inadecuada y poco ambiciosa; y son además los que están más lejos de cumplir con sus compromisos y con la responsabilidad de lograr que para el año 2015, el calentamiento no suba más de 2 grados centígrados.

¿Tenemos muchos mundos o un solo mundo? Únicamente debería haber una sola guerra en el mundo: Aquella que debemos emprender para garantizar que la especie humana sobreviva, y no terminemos siendo nosotros los hombres, los verdugos de nuestra propia extinción.

¿Tiene el hombre un enemigo? Hijo mío, el enemigo del hombre es el mismo hombre, hasta su muerte. ¡Qué triste!

 

cdoradof@hotmail.com