Otro 12 de octubre, otra disparatada celebración de eso que han llamado “Día de la Resistencia Indígena”. Para mí, es imposible divorciar el nombre y la imagen de un puñado de fanáticos derribando la estatua de Colón que desde hacía décadas marcaba las puertas del centro de Caracas. Fue un adelanto de lo que se nos venía a los venezolanos: la barbarie desatada con patente de corso para hacer lo que se le viniera en gana, siempre y cuando fuera en nombre de la revolución. Supongo que a los autores de esa gracia nunca se les pasó por la cabeza algo así como recolectar firmas que certificaran el apoyo de los caraqueños a su idea de que la escultura constituía una afrenta a la venezolanidad, y con ellas exigir a las autoridades municipales el retiro de la obra. Pero no, eso hubiera sido una gafedad burguesa. Como buenos revolucionarios, asumieron de antemano que la mayoría aplaudiría sus acciones y recurrir al vandalismo violento (o, en caso contrario, despreciar por razones ideológicas la voluntad mayoritaria y proceder igual, cosa muy chavista).
Fue un acto de revanchismo absurdo, el mismo sentimiento que reviste toda la noción oficialista de lo que debe ser la conmemoración del descubrimiento de América. Por supuesto que negar los padecimientos de la población indígena a manos de los europeos (la ocupación de tierras, la destrucción de culturas, la imposición del cristianismo, el sistema de encomiendas, la marginación en una sociedad de castas) sería una soberana idiotez. Pero también lo es establecer un maniqueísmo por el cual, en el devenir histórico americano, todo lo indígena es positivo, y lo llegado desde el Viejo Mundo, negativo.
Los elementos europeos, específicamente españoles en nuestro caso, son un componente tan esencial de nuestra cultura como el amerindio y el africano. Desde la ultraderecha patriotera y xenofóbica (que, créanlo o no, tiene una versión latina), me pueden llamar “comeflor” y “progre”, pero estoy convencido que la diversidad es un componente que ayuda a las sociedades a florecer. Los latinoamericanos, que tantos fracasos hemos tenido en la búsqueda de la estabilidad política democrática y del desarrollo económico, por otro lado gozamos de una riqueza cultural que se ha nutrido de la herencia mestiza como en ningún otro rincón del planeta. Pretender amputar toda la parte europea de esta identidad, como hace el Gobierno en pequeña escala con su celebración del 12 de octubre, es ridículo, por decir lo menos.
Además, la idea chavista de “resistencia indígena” se fundamenta en mitos a los que la extrema izquierda latinoamericana ha echado mano de forma constante para construir una historia continental afín a sus intereses. El principal es la fantasía según la cual, antes del arribo de los conquistadores, los pueblos indígenas no conocían la dominación ni la explotación extranjeras. Todos, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, vivían en paz y armonía entre ellos. Una mentira del tamaño de una catedral. Los dos grandes imperios precolombinos, el azteca y el inca, se expandieron desde sus ciudades estado originales a costa de sus vecinos, a los que sometieron gracias a su superioridad militar. En el caso andino, desde lo que hoy es el sur del Perú, llegaron a abarcar un territorio desde Colombia hasta Argentina. Los aztecas hicieron lo mismo, aunque dentro de fronteras más pequeñas. La opresión que ejercieron sobre sus súbditos no nahuas era tal, que para los españoles fue más fácil conquistar Tenochtitlán gracias a la ayuda de los tlaxcatelcas, quienes vieron una oportunidad para librarse del yugo.
La Venezuela prehispánica no conoció civilizaciones tan desarrolladas, pero eso no significó que no hubiera luchas entre los grupos étnicos. Los caribes han pasado a la historia por su agresividad contra cualquiera ajeno a su cultura. Su grito de guerra, que ha sido adoptado por la Armada venezolana, prácticamente negaba la humanidad de todo el que no fuera caribe. A los guaiqueríes, nativos de Margarita, los habían diezmado para el momento en que llegó Colón.
Todo esto ha sido olímpicamente omitido por los intelectuales de ultraizquierda en sus comentarios sobre la conquista de América. Yo me pregunto por qué las imposiciones de los aztecas no les merecieron ni una crítica, pero la violencia de Cortés, sí. También por qué Diego de Losada es considerado un asesino, pero los caribes que masacraban a otros pueblos no pueden ser tocados ni con el pétalo de una rosa. Esos intelectuales han escrito textos que hasta el sol de hoy sirven como sustento teórico al chavismo. Es el caso de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, y Guaicaipuro Cuauhtémoc cobra la deuda a Europa, el artículo en el que Luis Britto García simula que un híbrido entre representantes de los dos grupos étnicos cuyos maltratos a otros acaban de ser descritos, reclama a los europeos, ¡por el maltrato que recibieron!
Con estos argumentos de victimización sempiterna y necesidad de venganza, la izquierda latinoamericana ha buscado fomentar de lucha de clases y llevarla a una escala superior de odio racial. Muchos miembros conservadores de las elites locales, con su racismo idiota, les facilitan el trabajo. También, los cerebros detrás del concepto chavista de “resistencia indígena” lo usan para promover la idea leninista de que el atraso económico y social de quienes poblamos esta región se debe a la usurpación de nuestros recursos por parte de extranjeros con capacidad superior de aplicar la fuerza bruta. Así, los movimientos políticos “redentores” del indigenismo pueden identificar cualquier problema que tengan con los gobiernos de otras naciones como motivados por actitudes imperialistas y coloniales. Ayer mismo vimos a Nicolás Maduro declarar que España, país que encabeza las críticas a la conducta antidemocrática del chavismo al otro lado del Atlántico, no tiene derecho a celebrar el 12 de octubre (que allá es conmemorado como su Fiesta Nacional), como si la fecha no hubiera marcado un antes y un después en la propia evolución del reino.
A ese Maduro rabiosamente antieuorpeo habría que recordarle que su gobierno, así como el de Chávez, han pagado cuantiosas sumas de dinero a españoles vinculados con el partido Podemos para que los asesoren en temas políticos y económicos. Nuestro país ha sido usado por estos trasnochados como laboratorio para experimentos neoestalinistas que en buena parte son responsables de la tragedia que hoy vivimos. El hambre y la escasez de medicamentos han de ser para estos señores sacrificios necesarios en la demostración que se el capitalismo debe ser suprimido en beneficio de la humanidad. Eso sí: en bolívares no cobran por sus favores. Dudo que estén interesados en yuanes, rupias o rublos. Si los Cortés, los Pizarro y los Losada quitaron a los indígenas sus riquezas a cambio de espejitos inútiles pero inocuos, en la Venezuela chavista se paga a extranjeros para que diseñen políticas generadoras de pobreza extrema.
Por las calles de Caracas se multiplican los indigentes. Varios de ellos tienen un fenotipo visiblemente amerindio. Gente muy pobre que vino a la capital creyendo poder mejorar su calidad de vida. Si por casualidad llega a ver uno de estos pidiendo comida en Plaza Venezuela, cerca del lugar donde un Guaicaipuro con esteroides suplantó a Colón, recuerde que, mientras, en Madrid hay unos cuantos euros que salieron de aquí para pagar a quienes piensan que esta situación actual nuestra es “digna”.