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Historia

Alejandro Armas Oct 13, 2017 | Actualizado hace 2 semanas
Antieuropeísmo selectivo

12Oct

 

Otro 12 de octubre, otra disparatada celebración de eso que han llamado “Día de la Resistencia Indígena”. Para mí, es imposible divorciar el nombre y la imagen de un puñado de fanáticos derribando la estatua de Colón que desde hacía décadas marcaba las puertas del centro de Caracas. Fue un adelanto de lo que se nos venía a los venezolanos: la barbarie desatada con patente de corso para hacer lo que se le viniera en gana, siempre y cuando fuera en nombre de la revolución. Supongo que a los autores de esa gracia nunca se les pasó por la cabeza algo así como recolectar firmas que certificaran el apoyo de los caraqueños a su idea de que la escultura constituía una afrenta a la venezolanidad, y con ellas exigir a las autoridades municipales el retiro de la obra. Pero no, eso hubiera sido una gafedad burguesa. Como buenos revolucionarios, asumieron de antemano que la mayoría aplaudiría sus acciones y recurrir al vandalismo violento (o, en caso contrario, despreciar por razones ideológicas la voluntad mayoritaria y proceder igual, cosa muy chavista).

Fue un acto de revanchismo absurdo, el mismo sentimiento que reviste toda la noción oficialista de lo que debe ser la conmemoración del descubrimiento de América.  Por supuesto que negar los padecimientos de la población indígena a manos de los europeos (la ocupación de tierras, la destrucción de culturas, la imposición del cristianismo, el sistema de encomiendas, la marginación en una sociedad de castas) sería una soberana idiotez. Pero también lo es establecer un maniqueísmo por el cual, en el devenir histórico americano, todo lo indígena es positivo, y lo llegado desde el Viejo Mundo, negativo.

Los elementos europeos, específicamente españoles en nuestro caso, son un componente tan esencial de nuestra cultura como el amerindio y el africano. Desde la ultraderecha patriotera y xenofóbica (que, créanlo o no, tiene una versión latina), me pueden llamar “comeflor” y “progre”, pero estoy convencido que la diversidad es un componente que ayuda a las sociedades a florecer. Los latinoamericanos, que tantos fracasos hemos tenido en la búsqueda de la estabilidad política democrática y del desarrollo económico, por otro lado gozamos de una riqueza cultural que se ha nutrido de la herencia mestiza como en ningún otro rincón del planeta. Pretender amputar toda la parte europea de esta identidad, como hace el Gobierno en pequeña escala con su celebración del 12 de octubre, es ridículo, por decir lo menos.

Además, la idea chavista de “resistencia indígena” se fundamenta en mitos a los que la extrema izquierda latinoamericana ha echado mano de forma constante para construir una historia continental afín a sus intereses. El principal es la fantasía según la cual, antes del arribo de los conquistadores, los pueblos indígenas no conocían la dominación ni la explotación extranjeras. Todos, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, vivían en paz y armonía entre ellos. Una mentira del tamaño de una catedral. Los dos grandes imperios precolombinos, el azteca y el inca, se expandieron desde sus ciudades estado originales a costa de sus vecinos, a los que sometieron gracias a su superioridad militar. En el caso andino, desde lo que hoy es el sur del Perú, llegaron a abarcar un territorio desde Colombia hasta Argentina. Los aztecas hicieron lo mismo, aunque dentro de fronteras más pequeñas. La opresión que ejercieron sobre sus súbditos no nahuas era tal, que para los españoles fue más fácil conquistar Tenochtitlán gracias a la ayuda de los tlaxcatelcas, quienes vieron una oportunidad para librarse del yugo.

La Venezuela prehispánica no conoció civilizaciones tan desarrolladas, pero eso no significó que no hubiera luchas entre los grupos étnicos. Los caribes han pasado a la historia por su agresividad contra cualquiera ajeno a su cultura. Su grito de guerra, que ha sido adoptado por la Armada venezolana, prácticamente negaba la humanidad de todo el que no fuera caribe. A los guaiqueríes, nativos de Margarita, los habían diezmado para el momento en que llegó Colón.

Todo esto ha sido olímpicamente omitido por los intelectuales de ultraizquierda en sus comentarios sobre la conquista de América. Yo me pregunto por qué las imposiciones de los aztecas no les merecieron ni una crítica, pero la violencia de Cortés, sí. También por qué Diego de Losada es considerado un asesino, pero los caribes que masacraban a otros pueblos no pueden ser tocados ni con el pétalo de una rosa. Esos intelectuales han escrito textos que hasta el sol de hoy sirven como sustento teórico al chavismo. Es el caso de Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, y Guaicaipuro Cuauhtémoc cobra la deuda a Europa, el artículo en el que Luis Britto García simula que un híbrido entre representantes de los dos grupos étnicos cuyos maltratos a otros acaban de ser descritos, reclama a los europeos, ¡por el maltrato que recibieron!

Con estos argumentos de victimización sempiterna y necesidad de venganza, la izquierda latinoamericana ha buscado fomentar de lucha de clases y llevarla a una escala superior de odio racial. Muchos miembros conservadores de las elites locales, con su racismo idiota, les facilitan el trabajo. También, los cerebros detrás del concepto chavista de “resistencia indígena” lo usan para promover la idea leninista de que el atraso económico y social de quienes poblamos esta región se debe a la usurpación de nuestros recursos por parte de extranjeros con capacidad superior de aplicar la fuerza bruta. Así, los movimientos políticos “redentores” del indigenismo pueden identificar cualquier problema que tengan con los gobiernos de otras naciones como motivados por actitudes imperialistas y coloniales. Ayer mismo vimos a Nicolás Maduro declarar que España, país que encabeza las críticas a la conducta antidemocrática del chavismo al otro lado del Atlántico, no tiene derecho a celebrar el 12 de octubre (que allá es conmemorado como su Fiesta Nacional), como si la fecha no hubiera marcado un antes y un después en la propia evolución del reino.

A ese Maduro rabiosamente antieuorpeo habría que recordarle que su gobierno, así como el de Chávez, han pagado cuantiosas sumas de dinero a españoles vinculados con el partido Podemos para que los asesoren en temas políticos y económicos. Nuestro país ha sido usado por estos trasnochados como laboratorio para experimentos neoestalinistas que en buena parte son responsables de la tragedia que hoy vivimos. El hambre y la escasez de medicamentos han de ser para estos señores sacrificios necesarios en la demostración que se el capitalismo debe ser suprimido en beneficio de la humanidad. Eso sí: en bolívares no cobran por sus favores. Dudo que estén interesados en yuanes, rupias o rublos. Si los Cortés, los Pizarro y los Losada quitaron a los indígenas sus riquezas a cambio de espejitos inútiles pero inocuos, en la Venezuela chavista se paga a extranjeros para que diseñen políticas generadoras de pobreza extrema.

Por las calles de Caracas se multiplican los indigentes. Varios de ellos tienen un fenotipo visiblemente amerindio. Gente muy pobre que vino a la capital creyendo poder mejorar su calidad de vida. Si por casualidad llega a ver uno de estos pidiendo comida en Plaza Venezuela, cerca del lugar donde un Guaicaipuro con esteroides suplantó a Colón, recuerde que, mientras, en Madrid hay unos cuantos euros que salieron de aquí para pagar a quienes piensan que esta situación actual nuestra es “digna”.

@AAAD25

D. Blanco Oct 05, 2017 | Actualizado hace 7 años
Gabymar y Toto Poza, por José Domingo Blanco

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Amanecí con ganas de añadir una subtrama a mi Novela Bolivariana. Esa que escribí en julio de 2014 y fue vetada por El Universal; pero, que fue publicada en otros portales que no temieron las represalias. La verdad es que sigo sin entender por qué la censura: todo lo que escribí en aquella oportunidad, si tenía algún parecido con la realidad, no fue mi culpa. Ciertamente, el país está lleno de cuentos que inspirarían a más de una Delia Fiallo y serían la delicia de cualquier escritor deseoso de ser contratado por Univisión. Venezuela está llena de “historias arrancadas de la vida misma”. Y eso fue, exactamente, lo que me ocurrió a mí. Me inspiré y escribí el primer capítulo de la novela. ¿La recuerdan? Celina de La Rosa y Nicomedes Pintón eran la pareja romántica del momento. Bailaban, se besaban, no sentían pena de mostrar su ardiente amor. Hoy, tres años después, imagino para este nuevo capítulo, que Celina y Nicomedes siguen bailando y apareciendo juntos; pero, ya no con esa chispa de pasión que les encendía las emociones y los ponía a menearse al ritmo de unas congas y un bongó.

También había otros personajes que, para esa fecha, gozaron sus horas de popularidad. Disfrutaban el poder y no le temblaban las manos a la hora de derrochar billetes verdes y lujo. Pero, ¡las vueltas que dan las tramas! El curso de esta ficción, los ha puesto en segundo plano y ahora solo hay unas breves referencias, populares por algunos minutos, porque los compatriotas que viven en cualquier rincón de este amplio globo terráqueo, les hacen escrache en los restaurantes capitalistas donde se presentan a comer. Así pasa: hay personajes que, si comienzan a opacar a los protagonistas, los relegan y les hacen perder fuerza mandándolos de misioneros a otras naciones. ¡Después de ser, incluso, los zares del oro negro!

La vida de Diógenes Pelambre ha sido otra cosa. Es un actor de carácter, en mi novela, que ha tomado fuerza. No podemos ignorarlo porque ha sabido capear las tormentas, los escándalos y las denuncias. A lo bravucón de barrio. Gruñe, amenaza, azuza y censura. Y sigue ahí: defendiendo el legado porque no tiene más opciones. No se atreve a ir más allá de Machurucuto o la Península de Paraguaná; su zona de confort, su arraigo y su pasión por lo nacional, oculta otras verdades que lo aterran y le hacen despertar gritando, en medio de la noche, porque en sus pesadillas, el FBI le pone las esposas y lo obliga a vestir una braga naranja.

Pero hoy estoy inspirado para escribir otro capítulo para mi Novela Bolivariana. Dentro de esta trama, hay una subtrama de amor: la de Gabymar y Toto Poza; una pareja que no pegaba ni con cola loca, pero que de pronto fue trending en las revistas rosas. Aparecían juntos: ella tan morena y tan criolla; y él tan ojos verdes y caucásico. Él, galán y ella, hija del intergaláctico. Se hacían selfies, aparecían acaramelados, viajaban; se amaban ante la mirada recelosa de Celina y Nicomedes quienes envidiaban la juventud y el desparpajo de la alocada pareja. Las candidatas al Miss Venezuela lloraban inconsolables y se preguntaban qué tenía Gabymar, que no tenían ellas; mientras un embelesado Toto, aparecía en mítines, caravanas y campañas electorales luciendo la franela del partido que fundó el papá de su doncella.

Una novela no sería melodramática si las calumnias, las maldades y las vueltas del destino, no pusieran a prueba el amor… Como la espuma del café con leche, las pasiones se fueron transformando. Desvaneciéndose lentamente. Gabymar fue designada a una misión de alto calibre para la que no estaba, ni nunca ha estado preparada. Agarró sus maletas –Louis Vuitton- y sus vestidos CH. Ordenó que le hicieran unas transferencias y dejó al Toto bien conectado para que el despecho no le diera por la bebida y las mujeres, sino por los emprendimientos. Y así incursionara, ya no como galán de telenovelas, sino como un gran empresario de la industria petrolera.

El divorcio geográfico que ocurre cuando las parejas tienen que vivir en países distintos, siempre pone a prueba las promesas de amor. El dolor de las infidelidades, de la distancia y de los desplantes superó con creces la pasión. Los negocios de Toto no resultaron del todo como esperaba. Y comenzó a ocupar titulares, ya no por su influyente novia, ni por el éxito de sus protagónicos, sino por aparecer como el responsable de unas asignaciones especiales de la moneda más codiciada en Venezuela. Algo así como dos millones. Nada comparado con los miles de millones que, dicen algunos, quedaron en las cuentas bancarias americanas -de otros capopersoneros- congeladas por la DEA.

Su detención, la de mi nuevo personaje en la Novela Boliviariana, ocurrió mientras él comía en un lujoso restaurante de Altamira, acompañado de gente vulgar, bulliciosa, mal vestida y con peores modales que, sin miedo a los precios del menú, “ordenaban sopa, seco y güisqui”, ante la cara de “vergüenza ajena” de un mesonero – con maestría en Gerencia de la UCV- que tiene que trabajar atendiendo mesas, y no como gerente de finanzas de una empresa, soportando la ordinariez de estos nuevos ricos que llegan con su dinero mal habido, prestos a “chabacanizar” el lugar.

Fin del segundo capítulo, de una novela que promete continuar…

 

@mingo_1

Instagram: mingoblancotv

El triunfo del Plan Colombia, por Germán Carrera Damas

PlanColombia

 

*** El extraordinario acontecimiento internacional realzado por la presencia-participación del Papa Francisco, actualmente en curso en la República de Colombia, me ha hecho recordar un artículo que publiqué en el diario El Nacional, de Caracas, con ocasión de la firma del denominado Plan Colombia.

         Los especialistas en cuestiones de política internacional y diplomáticas, evaluarán con sus criterios e instrumentos profesionales su contenido. Mi enfoque fue el de un historiador convencido de que la prospectiva histórica permite enfocar la significación del hecho histórico ubicándolo en la plenitud del tiempo histórico, generándose con ello la certidumbre de su contenido probable; en función del cual cabe a la sociedad adoptar medidas que

         Me permito reproducir, sin enmiendas, el original de mi mensaje que intitulé ***

 

Crece la controversia acerca del Plan Colombia. Se le incorporan resabios ideológicos que ya sólo hablan eficazmente a los convencidos. Se intenta dar nuevo lustre a oxidados argumentos que parecían ser excedentes de la llamada Guerra fría. Se afilan a armas retóricas desgastadas en los reiterados fracasos del socialismo. Vuelven a estar de moda desplantes antiimperialistas que poca, si alguna, atingencia conservan respecto de la nueva escena internacional. Vuelven a meter en la palestra, como campeón contra el imperialismo yanqui, a un Simón Bolívar fabricado mediante una interpretación ahistórica de su pensamiento político. En fin, se inflama la retórica política prescindiendo de toda ponderación serena de circunstancias y objetivos.

Por su parte, los analistas políticos disputan sobre la eficacia y el alcance del Plan Colombia, en el supuesto de que éste sobreviva a la campaña electoral presidencial norteamericana, en la cual el Plan ha servido sobre todo para acreditar la voluntad del gobierno demócrata de combatir el narcotráfico, en medio de una puja entre legisladores por participar de esa acreditación al mismo tiempo que se rescatan de la acusación de negligencia respecto de la atención prestada a las fuerzas armadas, y abren el modesto inicio de alguna oportunidad empresarial para sus respectivas circunscripciones electorales.

Pasada la fase de discusión acerca de la conveniencia y utilidad del Plan, se debate sobre sus objetivos, expresos y mal disimulados u ocultos. Admitiéndose que tiene el Plan más de un objetivo político, se hace cuestión de la determinación del principal, para lo cual compiten tres: la determinación de combatir el narcotráfico en su fuente americana, la decisión de fortalecer al gobierno colombiano en la guerra civil que libra con tan escasa fortuna, y el encubrir la acentuación de la presencia norteamericana en la región mediante una intervención política y militar solicitada por el intervenido. Obviamente, este último objetivo es de amplio espectro, puesto que podría asumir formas que irían desde la participación reticente hasta el compromiso mayor, dependiendo estas posibilidades de cuántos “body bags” se requieran.

En otro nivel se ventilan las posibles repercusiones del Plan en los países vecinos de Colombia, y aun en toda Latinoamérica. Es obvio el propósito de volver continental la cuestión, lo que parece muy improbable en ausencia de un México atado por el TLC y sumido en la que será una grave crisis de desarrollo político; de una Argentina que parece alentar la aspiración de ingresar a la OTAN, y de un Brasil ya candidato a miembro permanente del Consejo de Seguridad ampliado, y los tres agobiados por gigantescas deudas externas.

Se debate con absoluto desdén de los declarados propósitos sociales y económicos del Plan, considerados para el efecto como poco más que el glaseado de la gran torta política y militar que colombianos y norteamericanos se empeñan en poner.

Escuché al Presidente Andrés Pastrana reiterar en la televisión, durante su visita de Estado a Ecuador, que los propósitos del Plan son de promoción del desarrollo económico, social e institucional (en esto último más valdría hablar de reconstrucción), si bien en una ocasión, al menos, llegó a decir (¿fue un desliz?) que combatiendo el narcotráfico sería debilitada la guerrilla, pues perdería su primordial fuente de financiamiento y, -esto no lo dijo-, sobre todo de la que ha sido denunciada como su principal fuente de aprovisionamiento de material de guerra.

En medio de tanto debate ha pasado inadvertido el hecho de que el Plan Colombia ya triunfó, y ello independientemente de su perdurabilidad e incluso de su eficacia sobre el terreno, pues el objetivo central para el gobierno colombiano ya ha sido logrado gracias a la diplomacia personal del Presidente Andrés Pastrana, quien ha tenido éxito en la empresa política que vio fracasar al Presidente César Gaviria. Se ha alcanzado el objetivo, por largo tiempo procurado, de internacionalizar el que hasta ahora había sido visto como un conflicto interno colombiano, y, lo que es aun más significativo, el narcotráfico se ha convertido en un problema internacional no ya en su distribución, lo que había sido admitido al menos de manera declamatoria, sino en su origen, allí donde la responsabilidad primaria pesaba sobre Colombia como una culpa irredimible y no compartida.

Al ceder espacio, el Presidente Andrés Pastrana acreditó hasta límite su determinación de negociar la paz. Al lograr la decisión aprobatoria norteamericana en la negociación del Plan Colombia, y la contribución, aunque reticente o indirecta, de la Unión Europea al financiamiento y la legitimación del mismo, el trataåmiento del múltiple conflicto colombiano fue elevado al rango de cuestión internacional.

Al mismo tiempo, al internacionalizar el conflicto por la vía de la lucha contra el narcotráfico en su nueva modalidad, el Presidente Andrés Pastrana ha conseguido situar a la guerrilla en el campo de la delincuencia internacional.

La única forma eficaz de que la guerrilla se despoje de este sambenito sería luchando ella misma contra el narcotráfico, lo que podría resultarle poco menos que suicida.

 

Germán Carrera Damas

 

 

Ago 27, 2017 | Actualizado hace 7 años
Perfil de una soberanía vulnerada, por C. Bivero

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En Venezuela cada comienzo de siglo viene con su carga de desvaríos. Hay que remontarse a 1902 para encontrar la combinación de crisis fiscal e internacional  que se insinúa ominosamente sobre el país en este año 2017. A inicios del Siglo XX, Venezuela se mantenía animosamente en modo “revolucionario”; es decir, sumido en esas continuas disputas políticas, a menudo armadas, que bajo argumentos de constitucionalismo y democracia la dejaban arruinada, endeudada y en manos de demagogos patrioteros y sus cohortes de aves de rapiña dedicadas a corruptelas. Sobre la República llovieron los reclamos por daños causados y por falta de pagos. Por mediación internacional norteamericana, rechazo del recurso compulsivo de la fuerza (Doctrina Drago) hecha por potencias europeas, sentencia de un tribunal arbitral residenciado en Washington y una serie de protocolos, es decir, arreglos diplomáticos ad-hoc, estimulados por la amenaza y efectivo uso de la fuerza mediante el bloqueo de las costas y cañoneo de puertos del país, la república convino en hipotecar sus aduanas principales a potencias extranjeras y poner así término a la crisis. El gobierno revolucionario de Cipriano Castro, sin embargo, quedó listo para el golpe de palacio que a poco entronizó la larga dictadura de Juan Vicente Gómez, a quien las élites y pueblo venezolanos, y lo que hoy llamaríamos “la comunidad internacional”, dieron bienvenida y apoyo por su convencimiento de la necesidad de poner orden en la casa y su éxito en lograrlo…

El mundo ha cambiado en un siglo pero los elementos de la crisis nacional son los mismos de aquél entonces. A cien años de distancia, el caudillismo y el militarismo demostraron una  vez más la irresponsable e insaciable voracidad de la demagogia criolla, experta en promesas sin destino, incompetencia, corrupción y desafueros sin medida. Dejan sus autores y encubridores sembrada y abonada la cosecha de miserias que, una vez más, le toca sufrir al pueblo llano, aturdido por la necesidad, la desesperanza y el desengaño, como nunca pareciera haberlo estado.  El régimen “revolucionario” del “Comandante Eterno”, mitificado por los rastacueros oportunistas que tanto abundan, y el de su actual comitente, dejan al país tras casi dos décadas de desgobierno sometido a sanciones y repudio, en manos de acreedores de toda laña, con el pueblo reducido a condición de pedigüeño, y sus figuras principales en carteles de criminales buscados por la justicia internacional.

Como ayer, acreedores y afectados han puesto la vista y las garras en los activos de la Nación. Hoy ya no se entregan puertos y rentas aduanales sino que, agotado el tesoro, malgastados los ingresos, colapsada la estabilidad de la economía, se hipotecan al por mayor recursos y territorio, la sangre y  entrañas del país, intentado así posponer la quiebra.  Otros, recelan el consecuente e inevitable cambio político hacia algo que nadie sabe muy bien qué sería, aunque no falten los ejercicios de imaginación, pero que la crisis anuncia. Tan desesperada es la urgencia por vender el patrimonio y endeudar más la Nación para salvar el pellejo del régimen que a los “revolucionarios” de turno no les tembló el pulso para, como tantas veces antes en nuestra historia, inventar una fórmula para mandar de paseo la constitución y darse una más acomodaticia. Tan infeliz por igual, aquélla de otros que por ignorar la realidad de su propia incapacidad de liderar el cambio que el país necesita proclaman con estridencia una necesaria normalidad, tan inexistente como utópica. La comunidad internacional, más allá de intereses económicos, ve con espanto la turbulencia y opacidad del mar de leva que amenaza al país. A falta de mejor alternativa, somete al régimen al ostracismo diplomático, desconociendo por buena conciencia la validez de las triquiñuelas constitucionales del régimen.

Sean cuales sean sus causas o razones, lo cierto es que, en esta oportunidad la deshonra a la que se somete la república no tiene la excusa de la herencia caótica de las guerras civiles que al menos tuvo Cipriano Castro. La causa de nuestro actual bochorno es más crasa y deleznable. En espera de lo que el destino le depare a nuestro país, viene al caso el subtítulo de la obra de Manuel Rodríguez Campos, “Venezuela 1902, la crisis fiscal y el bloqueo” (Caracas, UCV, 1977, 453 pp.) que sirve de título a esta nota. Y queda, en esta nueva circunstancia trágica de nuestro devenir, muy claro de quiénes es la responsabilidad histórica. Y la historia es un juez implacable.

Ángel Oropeza Ago 08, 2017 | Actualizado hace 7 años

dictadura

 

Decía Tocqueville que la historia es una galería de cuadros en la que hay pocos originales y muchas copias. Por esto, en días en que para algunos el desánimo y la desesperanza amenaza con castrar su voluntad de lucha, es necesario recordar la historia, para aprender de las copias antecedentes de tragedias que, sin esas enseñanzas y comparaciones, hoy parecieran irremediables y definitivas.

En 1957, la penúltima dictadura que sufrió Venezuela tuvo que inventar un artificio para huir de la voluntad del pueblo. Contrario a la Constitución vigente de 1953, que estipulaba elecciones directas, secretas y universales para escoger al presidente de la República y otros cargos locales para ese año, el régimen –ante el peligro cierto de perderlas– inventó un recurso desesperado e inconstitucional para perpetuarse en el poder. Gracias a su control sobre el Consejo Supremo Electoral, ordenó a este la convocatoria a un plebiscito para que la gente “decidiera” si quería que el dictador continuara o no en el poder. Por supuesto, como toda dictadura, trató de convencer a los incautos de que esa inconstitucional modalidad electoral era realmente una forma superior de consulta democrática, porque se adaptaba a nuevas realidades políticas que no estaban presentes al inicio de su mandato.

El plebiscito se efectuó el 15 de diciembre de 1957. Según el régimen, 87% de los venezolanos habría dicho “Sí” a la continuación de la dictadura, cifra que por supuesto nadie creyó. Los resultados fueron desconocidos por la Junta Patriótica. A pesar de ello, el dictador fue juramentado el 20 de diciembre. Para muchos, el régimen había triunfado y se había salido con la suya. Hubo desánimo y desesperanza en algunos que pensaron, erróneamente, que estaban frente a la consolidación de la dictadura. Sin embargo, las protestas estudiantiles y laborales que habían comenzado el 4 de noviembre cuando fue anunciado el plebiscito, continuaron, y la labor de la dirigencia política no se detuvo. Para perpetuarse en el poder, el régimen había cavado su propia tumba. La presión social y política fue tan intensa y sostenida, que apenas un mes más tarde el todopoderoso Pérez Jiménez huía del país y se derrumbaba la dictadura.

Lea ahora de nuevo los dos párrafos anteriores. Solo cambie 15 de diciembre de 1957 por 30 de julio de 2017, borre 20 de diciembre y escriba 4 de agosto, reemplace Junta Patriótica por Unidad Democrática, quite Pérez Jiménez y ponga Maduro, y finalmente cambie plebiscito y ponga constituyente. Las similitudes no son coincidencias. Las dictaduras se parecen y cuando se trata de aferrarse al poder, terminan cometiendo los mismos errores.

El madurocabellismo se acaba de jugar su última carta. Y para ello tuvo que pagar un precio muy alto: repudio popular, aislamiento internacional y fractura de su base de apoyo fáctico. La lucha democrática logró su objetivo y la constituyente fraudulenta nació muerta. Para el gobierno, ese cadáver es su última esperanza. Cree ganar en tiempo lo que pierde en gobernabilidad. Lo que está haciendo es solo prolongar su agonía.

El cambio es indetenible y el régimen lo sabe. Una evidencia es la decisión de prolongar hasta 2 años el funcionamiento de la falsa asamblea constituyente, como una manera de intentar proteger al régimen y a sus personeros ante la eventualidad probable de un cambio político. Esta ilusión de que la falsa ANC funcione como garantía de supervivencia del régimen es la mejor demostración de la debilidad intrínseca de una dictadura que se cae a pedazos.

Al igual que en 1957, la clave ahora está en no desfallecer, en continuar la lucha inteligente y sostenida, en reforzar más que nunca la unidad de pueblo y dirigencia política. Que no haya ni vuelta a la normalidad ni acostumbramiento. Lancemos el miedo a la espalda, apartemos a los cómplices generadores de frustración y desánimo que no nos dejan ver el horizonte luminoso que se esconde detrás de sus tristes figuras, y levantemos la mirada. Esta historia es nuestra.

@AngelOropeza182

El Nacional 

Presunciones que nuca fueron propensiones, por Antonio José Monagas

Política_

 

La cultura política del venezolano, no ha sido obligación que comprometa la función ciudadana. O más aún, no ha sido el oficio que mejor ha encauzado sus tendencias como ciudadano imbuido en crisis políticas que van y vienen. El venezolano, más que ser protagonista de capítulos de una historia registrada con el esfuerzo propio de quien apuesta a su mejor suerte, ha sido resultado de motivaciones que no siempre han terminado de alcanzar propósitos trazados al calor de conversatorios o de gestiones interrumpidas o sugeridas por decisiones llevadas adelante según la fuerza de las circunstancias o del conciliábulo que más haya podido aproximarse a conciliar posiciones encontradas sin más parecer que el carácter dicharachero de quienes participan en orquestación del asunto correspondiente. Al menos, es lo que el análisis político de las coyunturas acontecidas desde que Venezuela adquirió condición de “república”, a medidos del siglo XIX, permite deducir.

Este prolegómeno busca dar a entender que la situación de crisis que hoy tiene agobiado al sistema político nacional, si bien no es fortuito, es expresión de la improvisación amañada o interesada utilizada en años de aleatoria praxis republicana. No tanto para diligenciar asuntos propios de procesos de gobierno a la usanza criolla, como sí para superar escollos que, según criterios de acusada temporalidad, aparentaron ser de fácil tratamiento. Cuando contrario a ello, la vía de resolución asumida por las instancias de gobierno fue el inmediatismo practicado o seguido a instancia del manual breve de populismo.

Hablar de la crisis política que sumerge al país al fondo de cual fangoso y pestífero barrial, es también aludir a una crisis de ciudadanía que arrastra no sólo una crisis de identidad que degradó valores morales y políticos. También, una crisis objetivos y de orientaciones con la fuerza para haber empujado una crisis de los esquemas de organización y coordinación del desarrollo económico, político y social, a su vez asociada con una crisis de productividad y de eficiencia de los esfuerzos procurados por una gestión gubernamental confusa dado los vicios de procedimientos administrativos tergiversados en términos de una dirección política equivocada. En consecuencia, tanto desorden, condujo el país hacia la peor de las desgracias que la historia contemporánea habrá reconocido en el más corto plazo.

Sin embargo, hay quienes, igualmente preocupados, refieren una crisis de Estado en cuya base se halla enquistado el defectuoso modelo económico pretendido el cual acarreó tanto una crisis del tipo de acumulación, como una crisis del tipo de dominación impuesto.

En fin, la vigente crisis venezolana no es solamente la consumación de yerros cometidos en nombre de una causa política, social o económica en particular. Es también resultante de todo un proceso histórico de acumulaciones y distorsiones cuyas dinámicas han mediatizado la consolidación de una conciencia histórica nacional capaz de dar con un proyecto político que pudo haberse articulado a la idiosincrasia democrática del venezolano.

No obstante, más allá de esta explicación que intenta referir algunas causas de la agravada crisis nacional, es posible aludir a razones explicadas desde la psicología social, tanto como desde la sociología política. Así debe decirse que en el fondo de la susodicha crisis venezolana, está la toxicidad propia de entornos seriamente infectados por la influencia de fenómenos sociales, culturales, políticos y económicos que, desde mediados del siglo XX, comenzaron a trastocar la naturaleza del venezolano provocando serios cambios en su actitud tanto individual, como colectiva.

Esto devino en comportamientos sociales que comenzaron a reñir con patrones de conducta indicados por la ontología, la deontología, la ética pública y hasta por las más elementales normas de urbanidad, de civismo y moralidad. Fue así que empezaron a verse problemas de salud social relacionados con el estrés, lo cual avivó la morbilidad y la mortalidad no sólo por razones de violencia. También, por la pérdida de la serenidad, la paz y el sosiego que dominaba épocas pasadas.

Se depararon cambios importantes en la cultura del venezolano afectándose la unidad de la familia, la calidad de vida y las relaciones interpersonales en el plano de la convivencia comunitaria. Esto incitó la aparición de la polarización como problema de razón política lo cual afectó numerosos hogares y organizaciones toda vez que se transgredieron valores y principios que dieron al traste el desarrollo personal, el respeto a su dignidad, costumbres y tradiciones hasta entonces alcanzadas.

Fue momento para que el venezolano se viera provocado por comportamientos que resultaron atentatorios del peculio social y cultural forjado a través de tantas generaciones. El venezolano tendió a convertirse en otra persona. Distinto a lo que había sido, estas realidades acuciaron la presencia de gente altanera, belicosa, ansiosa de poder, desorganizada. Siempre esperando que el facilismo le brindara mejores oportunidades.

Desgraciadamente, el populismo que había incursionado en la política nacional en los años setenta, inculcó nuevos modos de vida que terminaron reflejándose en el ejercicio de la política. El populismo, permitió la exacerbación de este tipo de conductas que con el tiempo devino en anomia o incapacidad de la estructura social para contener el desafuero de personas esperanzadas ante incumplidos compromisos gubernamentales. Por supuesto, siempre cuestionado por el discurso politiquero. Pero que en el ámbito de las actuales realidades, estas actitudes pudieran anotarse como expresión de dislocaciones políticas que terminan haciendo ver no sólo la historia de una crisis denunciada. También de presunciones que nunca fueron propensiones.

 

@ajmonagas

Historia de una cadena de whatsapp, por Reuben Morales

whatssapp

 

Gladys maneja una fuente de soda dentro de Fuerte Tiuna. Unos soldados van a comprarle unos cafecitos y cuando ven los precios, exclaman: “¡Coño! ¡Ya los subieron!… ¿Tienes punto?”. Gladys les dice que está caído. Los dos soldados se van, molestos. “Ya ni se puede tomar café en esta vaina”.

Como es un día lento, Gladys se pone a chatear por whatsapp con su amiga María Luisa. “Amiga, lo acabo de vivir. Sabes que no hablo por hablar, pues conoces bien dónde trabajo. Dos militares se me acaban de quejar por el precio de dos piches cafés. ¡Imagínate! Si eso dicen unos militares, ¿qué queda para uno? Quisieron pagar con débito, pero hasta el punto de venta está caído en Fuerte Tiuna. ¿Me vas a decir que no tienen efectivo? ¿Ves? Esto lo estamos padeciendo todos”.

Gracias a Gladys, María Luisa siente tener el datazo político en sus manos. El destino la ha puesto de tú a tú con Nelson Bocaranda y CNN. Le sudan las manos, le saliva la boca, tiene EEEEEEL grano de arena para aportar, pero quiere ir más allá. Ella no es cualquier lorito. Ella analiza e interpreta el entorno. Entonces lanza esta joya en el grupo de whatsapp de su gimnasio:

“Me llega directo de alguien que le vende café a un coronel. ¡Ni Fuerte Tiuna se salva de la inflación! El sueldo de los soldados no alcanza ni para una piche merienda. Los precios allá adentro están ALTÍSIMOS. Aparte, los cajeros del Fuerte tienen una semana sin efectivo. ¡Hay descontento en los cuarteles! ¡Falta poco! ¡Ruédalo!”.

En ese grupo del gimnasio está el señor Jacobo, quien es vocero de la Asociación de Vecinos de su urbanización. Por su rol, administra el grupo de whatsapp del vecindario. Toda información que le llegue y además sea útil para sus vecinos, vale oro. El resguardo de la urbanización es su prioridad. Sumado a eso, las elecciones de la Asociación de Vecinos se acercan y él quiere repetir. Llegó el momento de recordarles a todos lo indispensable que resulta para la urbanización. Por eso, suelta esta carta bajo la manga:

“Esto me lo pasa un general que prefiere no ser identificado para evitar represalias, pero asegura que están con nosotros. No son ciegos ante la situación. ¡Los militares están pasando hambre, señores! El gobierno raspó la olla y no tiene ni para pagarles los sueldos a las tropas. Esto está a puntico de caramelo. Lo soldados que están yendo a las concentraciones para reprimir tienen días sin dormir y no les dan ni café para mantenerlos despiertos. El verdadero comunismo lo ensayan primero en Fuerte Tiuna antes de lanzarlo a toda Venezuela. Dentro del Fuerte prohíben el uso de efectivo. Todos los puntos de venta los desconectaron a propósito. Militar que lleve efectivo encima es detenido y llevado a una celda de castigo. Tienen a las tropas viviendo del trueque. Hay ruido de sables. Este general recomienda comprar comida. Que estén preparados para lo peor. El cambio está cerca. Recen mucho. Debemos estar unidos. Ya se ve la luz del tan anhelado amanecer. Que la virgen nos cubra con su manto sagrado y San Miguel Arcángel nos envuelva en sus alas. ¡Gloria al bravo pueblo! ¡Viva Venezuela! Difúndelo a todos tus contactos. SOS.”

Gladys, quien inició todo sin saberlo, vive en dicha urbanización. Ella está metida en el mismo grupo de whatsapp de la Asociación de Vecinos. Le acaba de llegar la cadena. La lee y de inmediato le grita al esposo: “¡Manuel, tírate al piso y no te asomes! ¡Hay golpe de Estado!”.

@reubenmorales

La hora de la conciencia, por Luis Ugalde

lahora

 

La conciencia tiende a domesticarse con la rutina y a adormecerse recostada en la resignación. Los pájaros largamente enjaulados aprenden a no volar, aunque se les abra la jaula. Pero hay momentos en la historia y en las personas en los que la conciencia se enciende e irrumpe con fuerza inesperada, volando alto e indetenible. Donde había fragilidad, rutina y miedo, la conciencia renacida levanta vuelo indomable, como ocurre hoy en millones de venezolanos, jóvenes y viejos. El poder acostumbrado a la servidumbre domesticada trata de frenar esta insurgencia masiva y ahogarla con armas, leyes tramposas, hambre y manipulación, pero no puede, pues su represión enciende nuevas conciencias.

Con la irrupción del Espíritu todo se vuelve nuevo: las establecidas disputas de partidos, de religiones y de parcelas se vuelven ridículas. Como le dijo Jesús a la Samaritana, ha llegado la hora en que no importa el templo o la montaña para el culto religioso, ahora a Dios se le adorará en espíritu y en verdad en cualquier lugar. Al sabio judío Nicodemo que lo visitó a escondidas y de noche, Jesús le dijo: Para caminar los caminos misteriosos del Dios de la vida “hay que nacer de nuevo”; nacer del Espíritu y volar libre como el viento. Nacer de nuevo aunque seamos viejos.

“A Dios nadie lo ha visto nunca, pero si se aman unos a otros ahí está Dios porque Dios es amor” (carta de Juan) que invita a cada conciencia a caminar juntos hacia la vida. Aunque les prohíban hablar, les lleven a la cárcel y ante tribunales militares, no se rinden. El poder creyó que la conciencia democrática era aplastable porque no tenía tanques, ni bombas, ni cascos y escudos y eran débiles sus manos limpias y sin armas. Ahora el poder tiembla y se pregunta: ¿cuántas conciencias ocultas y deseosas de rebelarse hay dentro de esos cascos y chalecos represores o entre los jefes que los ordenan? Es la misma conciencia que derrumbó el Muro de Berlín, derritió el Estado policiaco mejor blindado del comunismo de Alemania Oriental. Los alemanes oprimidos por el comunismo renacieron –sin paredones de fusilamiento– a la reconciliación y a la nueva vida; incluso quienes hasta la víspera eran espías de “la vida del otro”, de todos los otros por el delito de querer la libertad.

Es también la hora de la tentación de la venganza y de la furia que llama a matar. Ellas son el veneno del opresor inoculado en nosotros y que pueden desviarnos hacia el camino de la muerte. Nuestro reto por el contrario es inventar el camino de vida y hacerlo realidad superando las enormes dificultades. No olvidemos que las “guerras santas” en nombre de Dios son tan criminales y destructivas como las no santas. Venezuela estalla en rabia, pero solo tiene futuro si levanta el vuelo para transformar la muerte en vida, el odio en amor y la desesperación en esperanza. Cuanto más alto vuele la conciencia, menos la alcanzan las alambradas, los muros, los escudos y las rastreras bombas lacrimógenas. A esa altura solo vuelan el encuentro, el abrazo, el perdón y el esfuerzo común, imprescindibles para que haya vida para todos. Democracia antes que nada es un espíritu de reconocimiento, de libertad y de gobierno para la vida compartida. El debido y necesario castigo de los crímenes debe marchar por el cauce de la serena acción de la justicia con pruebas en tribunales dignos.

Conciencia y construcción Es la hora de que la conciencia avance a la construcción de lo nuevo, a la sustitución de esta cárcel, a la siembra de campos abandonados. Ahora, cuando el fracaso del régimen actual es evidente e indiscutible, nuestro reto es convertir el mal en bien y hacernos capaces de tejer lo nuevo, combinando conciencia y utopía sin límites con el realismo racional y programático para que lo necesario se haga posible y convertirlo en realidad. Tenemos que llegar al momento constructivo con condiciones de gobernabilidad, de lo contrario el fracaso y la frustración serán inevitables. Las emociones deben ser discernidas y guiadas ante la comprensible tentación de la violencia y convertir la conciencia en nueva política, nueva economía, nueva educación… no como deseos vaporosos e ilusiones, sino como realidad real que florece en una primavera de vida y de creatividad con iniciativas constructivas.

El talento que saca lo mejor de cada uno suplirá la falta de dinero abundante y de la renta que nos enfermó de muerte, y sacará lo mejor de cada uno como ciudadano y como productor. Demostrar que de verdad creemos más en el “talento y la virtud” (como decían nuestros próceres civiles en la aurora de la República) de los millones de venezolanos que en la lotería minera que convierte en fiesta lo que no cuesta. Renta petrolera que, usada para el reparto y sumisión clientelar, corrompió el poder y envileció a los seguidores, sin confiar en su talento, ni educar sus potencialidades. La hora de la conciencia no se acabará con la caída irremediable del régimen, sino que alimentará las virtudes ciudadanas y productivas para el éxito de la nueva democracia.

El Nacional