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Historia

#CrónicasDeMilitares | Amenazas y demandas del ejército en 1828
En el Memorial de 1828 ante la Convención de Ocaña, donde se explayan las demandas del ejército, estamos ante lo que se puede considerar como una intimidación digna de tratamiento especial

 

@eliaspino

La Convención de Ocaña está reunida en medio de graves tensiones de la dirigencia. La división de los políticos entre partidarios de Bolívar y del general Santander hace temer una explosión de grandes consecuencias. Es de tal magnitud el enfrentamiento de las banderías que el Libertador no se presenta ante los diputados. Envía su mensaje de rigor desde Bucaramanga y prefiere que la reunión se disuelva en su ausencia sin resultados concretos, porque teme que no vote los planes que propone para la reforma de las instituciones.

En medio de la crisis, los convencionales se conmueven con la lectura de un extenso Memorial enviado por la División del Magdalena del Ejército de Colombia, cuyos fragmentos de mayor interés se verán de seguidas.

El Memorial fue suscrito el 25 de febrero de 1828, debido a las noticias que han circulado sobre la revisión de las normas militares vigentes a la cual se dedicarán los miembros de la Convención, que contempla la modificación de los salarios de oficiales y tropa para llegar a economías necesarias para un erario exhausto. También la supresión de algunos contingentes, debido a que no persiste la amenaza de los relistas. El documento de la División del Magdalena es extenso y necesita tratamiento sin prisas, pero ahora solo se verán los fragmentos a través de los cuales se advierte la amenaza que trasmiten a los políticos sobre las reacciones de los hombres de armas.

A través de esos fragmentos se observarán las maneras que tienen los voceros del ejército de mostrar los colmillos para mantener su influencia en la sociedad, o para hacerla mayor.

Maneras que pueden chocar como un severo llamado de atención en la cara de los diputados, al referir la magnitud de las hazañas que señalan en el comienzo del texto. Por ejemplo:

Fijad bien vuestra atención en aquel paseo militar que honró al funeral del dominio español en Boyacá: recordad a Carabobo, a Puerto Cabello, al lago de Maracaibo en Venezuela, a Bomboná y a Pichincha en el Sur; y, si queréis sobrecogeros más de admiración, recordad la rendición de esta plaza (Cartagena) y la ocupación de su bahía el año de 21, sin elementos, sin dinero, sin los medios siquiera de que podía disponer el enemigo, y veréis el último rasgo del brillante cuadro que os presenta la marina y el ejército, ese ejército menos afortunado en la paz que en la guerra.

No para aquí, señores, la relación de nuestros triunfos; más generosos que los Americanos del Norte, no nos contentamos con nuestra propia emancipación; también la llevamos a nuestros hermanos más allá del Ecuador; en trece años de guerra aprendimos a ser bastante libres para dar una lección brillante de generosidad, y de odio a la tiranía; era necesario que en el continente americano no hubiese un solo pabellón español enarbolado, y el último se abatió en Ayacucho.

La modestia no es el rasgo del Memorial, como se ha visto. El alegato militar parte de una ostentación de excelencias, pero también de un anuncio de poderío que no puede pasar inadvertido en las sesiones de los convencionales. Los remitentes del documento son hombres de poder porque hicieron las hazañas que dieron vida a la república y proveyeron de trabajo a los representantes del pueblo, puede entender ahora el más tonto de sus destinatarios.

Pero la exhibición de proezas se vuelve más desafiante cuando los militares hacen un contraste con los padecimientos que han experimentado después de su epopeya. Veamos:

No hay lugar, no hay sitio por pequeño que sea en que haya existido parte del ejército, que no esté atestiguando nuestra miseria y nuestro sufrimiento; nuestra miseria, porque hemos carecido siempre de paga, casi siempre de vestuario, e infinitas veces hasta de la simple ración; y nuestro sufrimiento, porque jamás ha habido un oficial que haya desanimado la tropa, ni tropa que haya opuesto resistencia a las órdenes de sus jefes a pretexto de necesidades comunes entre todos.

El documento se detiene en otros testimonios sobre los sacrificios de los soldados y en la legislación sobre el ámbito castrense, que merecen estudio detenido, pero los vistos parecen suficientes para que nos enteremos del conflicto que plantea a los políticos. Mas también de la peliaguda advertencia que puede significar, porque también afirma:

No, señores, no permita el cielo que llegue a agotarse el cáliz de nuestra paciencia; para evitar las consecuencias de un momento de desesperación es que nos dirigimos a vosotros, como a los padres de la patria, como a los árbitros de sus destinos; tened presente que somos colombianos, y que como tales, pertenecemos a la masa de la sociedad, cuyos goces son el objeto de nuestra asociación. Somos miembros de la gran familia colombiana, y tenemos por esto derechos imprescriptibles que no podemos enajenar sin exponer la garantía más preciosa, que es nuestra propia conservación; atended bien a este argumento para fallar sobre nuestra suerte; y prestad la atención debida a la relación de nuestros agravios.

Como los redactores se han ocupado de señalar antes que no se trata de una queja de ciudadanos comunes, sino de  la representación de una fuerza de la que dependió el nacimiento de la república y su posterior conservación. Estamos ante lo que se puede considerar como una intimidación digna de tratamiento especial

Los interesados en el análisis de la influencia del militarismo mientras se funda y cambia el estado nacional, toparán con material precioso en este Memorial de 1828 dirigido a la agónica Convención de Ocaña por la División del Magdalena del Ejército de Colombia.

#DiezPensadoresIneludibles | ¿Venezuela ha tenido pensadores de importancia?

@eliaspino

¿Venezuela ha tenido pensadores de importancia? Parece una pregunta absurda, pero tiene sentido. Si las personas de la actualidad, especialmente los jóvenes, apenas han vivido la experiencia del chavismo, pueden sentir que no ha sido distinto en el pasado.

Una sociedad como la nuestra, dominada por sujetos divorciados de entendimientos de la vida que provengan de estudios humanísticos y científicos, hechos con la debida seriedad y con el requisito necesario de la pausa, puede suponer que todo está en orden; o que, por añadidura, no vale la pena detenerse a averiguar sobre la existencia de un conjunto de personas del pasado dedicadas al oficio de pensar. Y a poner el pensamiento en la solución de los problemas de su sociedad.

¿No pueden imaginar que es habitual la oscuridad que les rodea, la penumbra o la medianía que descienden del régimen para envolver el paisaje? Pueden suponer que esos pensadores jamás existieron o, asunto peligroso, que son como los locutores del chavismo.

Viendo a gentes como Nicolás Maduro y como muchos de los miembros de su equipo, a quienes difícilmente puede relacionarse con la lectura, o con la escritura, mucho menos con el trabajo de anotar dudas y copiar referencias en las bibliotecas que les ayuden en el entendimiento del pueblo que pretenden gobernar, no se plantea aquí un asunto irrelevante. Más todavía si recordamos a su antecedente y guía, el teniente coronel Hugo Chávez, producto de un batiburrillo de estereotipos y del atropello de algunas bibliografías que hicieron pensar que realmente tenía ideas en la cabeza; que había llegado a una reflexión capaz de orientar la vida de la república hacia metas de interés.

Como la pluma se le resistió, como es probable que jamás pudiera hilvanar una docena de cuartillas coherentes sobre lo que entendía de la sociedad y de su futuro, cambió la propuesta de lo que supuestamente barruntó en horas de soledad, como las de los filósofos, por una borrachera de palabras que los destinatarios pudieron o pueden confundir con pensamiento.

De lo cual se desprende que mucha gente pueda jurar que Chávez pensó de veras sobre Venezuela, o sobre cualquier otro tema de interés general, y que un equipo de sus herederos bajo la guía de Nicolás Maduro ha continuado el trabajo. Por lo menos algunos de sus representantes de la alta burocracia y de la educación “revolucionaria”, debido a que han fundado cátedras de altos estudios del pensamiento del comandante Chávez, y tribunas del mismo género que producen, no solo el desafío de suponer que tuvieron ellos alguna relación con el pensamiento propiamente dicho, sino también la posibilidad de imaginar que hubo en el pasado gente parecida a ellos, dedicada a las faenas del pensamiento.

Cartas de amor

Cartas de amor

La influencia de este encumbramiento, de esta deplorable confusión, no se debe desdeñar: tiene veinte años de presencia en las alturas del poder, susceptibles de conducir a la pregunta del principio. Debido al peso de dos décadas y a lo que han propuesto sobre la sociedad sus corifeos estelares, es probable que la mayoría asegure que jamás se ha pensado con seriedad en Venezuela; o que quizá existió una remota empresa de gentes parecidas a los marcianos que tuvieron la ocurrencia de ponerse a pensar con seriedad sobre el rumbo de la colectividad. O que la mayoría cumplió el cometido de la reflexión según lo hizo Chávez y lo hacen sus acólitos. Pero no es así, por fortuna.

Desde su fundación como república, o tal vez desde las últimas décadas del período colonial, la sociedad ha contado con el servicio de un lúcido conjunto de pensadores que han reflexionado con solvencia, y en no pocos casos con profundidad, sobre los temas cruciales de su tiempo y sobre los retos del futuro.

Muchos dejaron huella entre los miembros de su generación e influyeron en lo adelante; otros carecieron de influencia en su presente y la posteridad tuvo la misión de descubrirlos. Pero forman parte de un empeño de iluminación al cual debe acudirse, no solo para poner a los fantoches del chavismo en su lugar, sino especialmente para mirarnos hoy en la hondura de su espejo. Gracias a su aporte, Venezuela fue una república hecha y derecha, como quizá pueda ser otra vez  en los días venideros.

Serán el objeto de una serie de artículos que iniciaremos a partir de la próxima semana en Runrunes, en los cuales describiremos la obra de los que consideramos como fundamentales. Debido a que no se trata de hacer una enciclopedia, Diez pensadores ineludibles será el título del conjunto de los escritos.

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

De las crisis a las reconstrucciones

@eliaspino

Se ha tratado en la anterior serie de artículos de llamar la atención sobre las crisis que ha experimentado la sociedad venezolana. Como sentimos que solo existe la conmoción de la actualidad, que es la que de veras nos pesa y a la cual consideramos como fundamental por razones obvias, porque es la que nos ha tocado, se quiso llamar la atención sobre los fenómenos de destrucción y dolor que han retado a la colectividad desde su nacimiento como república.

Así apreciaríamos de manera distinta las penas que nos agobian, pensamos, debido a que seríamos capaces de relacionarlas con vivencias anteriores que nos permitirían juicios más equilibrados. De allí los escritos consecutivos sobre la Independencia, la Guerra Federal, el Gomecismo y el Chavismo, que circularon hasta la semana pasada. Pero tal serie puede llevar a un juicio unilateral.

Puede provocar la sensación de que todo ha sido terrible en el pasado y en nuestros días. Que hemos ido de mal en peor desde los primeros pasos que dimos en el sendero de la república en el cual todavía nos movemos, y que no parece dispuesto a ofrecernos una tregua.

Nadie puede dudar de la existencia de las crisis anteriores, porque se concretaron y llevaron a nuestros antepasados, como nos ha llevado la actual a nosotros, a un teatro de calamidades. Pero salimos de ellas, en muchos casos con notable éxito.

La lección de las crisis consiste en que deben llamar la atención sobre el hecho de que no fueron permanentes, sino etapas que tuvieron fin para permitir la entrada de situaciones diversas y auspiciosas.

Pero, ¿por qué terminaron esas crisis que se pintan con los colores más oscuros, con tonos fúnebres? No fue por obra del milagro, o por el auxilio de factores procedentes del exterior, ni por los caprichos del azar, sino por la voluntad de sobrevivencia y superación de los venezolanos de tres épocas fundamentales.

De la cuarta, la del Chavismo, no se puede decir lo mismo porque no ha tenido conclusión, aunque la deseemos con vehemencia, pero las otras ofrecen lecciones de optimismo y sabiduría que no se pueden echar en saco roto.

Del baño de sangre de la Independencia se pasó a la arquitectura de una república liberal que fue modelo de equidad y circunspección durante casi tres décadas. La depredación de la Guerra Federal condujo a un lapso de concertación que redujo los erizamientos y condujo a situaciones de progreso material y de armonía afectiva en las cuales nadie creía cuando se suscribieron los tratados de paz. La sociedad se fue alejando paulatinamente del horror del Gomecismo, mediante una transición que condujo a las primeras manifestaciones realmente democráticas de nuestra historia, y a una cohabitación respetuosa o civilizada.

Ninguna de tales crisis detuvo el movimiento de la historia, ninguna condujo a la decisión de apagar la luz y cerrar para siempre la casa, ninguna impidió que los venezolanos de cada tiempo levantaran cabeza, sino todo lo contrario.

De allí la necesidad de llamar la atención sobre los esfuerzos de fábrica que siguieron a los capítulos de devastación, que trataremos de realizar en próximos textos.

Cada época produce su salvación en fecha oportuna. En cada conjunto de protagonistas circunscritos a una época determinada, en este caso a la crisis de esa época, tienen asiento la idea de la reforma y el anhelo de tiempos mejores. Los que se han dedicado a la matanza deben dejar que la gente viva, los responsables de las tinieblas se rinden ante la luz y los ocupados en la destrucción deben parar para que se levanten flamantes edificios. Quizá no porque quedaran satisfechos con sus actos, sino debido a que sus semejantes, los que también están en ese allí y en ese ahora, les aconsejan un cambio de conducta, o los obligan a llevarlo a cabo. O simplemente por debilidad, por agotamiento, porque les llegó la hora.

Los hombres no esperan a la descendencia para que les remiende la vida, sino que buscan la aguja y el dedal para que sus hijos la encuentren mejorada, más hospitalaria o habitable cuando ellos abandonen el centro de la escena. Veremos lo que parece esencial de esas reconstrucciones en los textos de las semanas venideras. Ojalá nos aleccionen sobre cómo salir de la penuria actual.

A la historia de La Casona le faltan los presidentes

 

La Casona, la residencia  de los presidentes de Venezuela, ha vuelto a abrir al público luego de dos décadas privatizadas por una familia. Ahora tiene horarios de visitas y guías, cual museo. Y es ese el espíritu del recinto que le imprime el ministro Ernesto Villegas: una casa museo que honra a Aquiles Nazoa, nadie sabe bien por qué. Tanto, que el recorrido obvia lo más importante del lugar: haber albergado en sus muros el poder presidencial, la historia contemporánea de la democracia y, también, los miedos de aquel asalto golpista de 1992

 

Por Gabriela Rojas y Victor Amaya

No hacía falta tres recorridos para aprenderse el resumen histórico que acompaña las visitas guiadas en La Casona presidencial, ahora rebautizada como Casona Cultural Aquiles Nazoa. Sin embargo, tres veces pudimos caminar de nuevo por esos recién aireados pasillos, luego de cruzar los jardines que «las infantas» habían convertido en patio de juegos y jolgorios, según relatos de los vecinos del lugar que aún recuerdan la música a todo dar.

La primera vez fue a pocos días de su reapertura al público el 13 de diciembre de 2019, una inauguración que fue presentada como un logro de la «revolución» ante la misma gestión que cerró sus puertas y la sumió en un largo hermetismo de casi 20 años. No olvidemos que en tiempos de «la cuarta», la residencia oficial de la Presidencia de la República permitía visitas guiadas en días específicos de la semana para que grupos organizados pudieran conocer el recinto.

La segunda visita de TalCual fue en pleno asueto navideño para ver si los jóvenes guías habían tomado confianza y aprendían mejor el brevísimo guión que acompaña cada estación. Y la tercera vez, durante los primeros días de enero, para ver si con el nuevo año había una identidad más clara de este espacio.

Pero en las tres oportunidades, la historia se repitió. Un recuento oficial lleno de baches, imprecisiones, caletres juveniles, pero en especial de omisiones. La más obvia es que en los relatos que son narrados a los visitantes se borraron los nombres de los presidentes que habitaron esta casa, básicamente la historia clave y diferenciadora de la residencia oficial de los Jefes de Estado venezolanos desde su decreto oficial en 1964 y que tuvo como primeros inquilinos a la familia Leoni desde la noche del 19 de marzo de 1966.

En cualquier parte del mundo, una visita a un edificio similar pasa por entender que allí se asienta la historia política y del poder de esa nación. Lugar donde ocurren recepciones, encuentros internacionales, registro de momentos históricos, acuerdos fundamentales. Pero en Caracas nada de eso es reflejado en el recorrido. Después de todo, la visión que está imprimiendo la gestión del Ministerio de Cultura encabezado por Ernesto Villegas es una meramente museística, si acaso.

Cualquier visitante con más de 30 años o algo de cultura general es capaz de corregir los errores y completar las confusiones en las fechas, nombres y detalles históricos que tratan de hilar los guías desde que dan la bienvenida.

Lee más sobre esta nota en TalCual 

“A la libertad por la Universidad”, por Antonio José Monagas

LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA, ha inspirado no sólo momentos de lucha académica, política y social. Ha sido el blasón que ha exaltado actitudes, tanto como ha prescritos episodios y guiado decisiones volcadas en palabras escritas o pronunciadas.

América Latina, ha sido escenario de importantes acontecimientos en defensa del espíritu de libertad que aviva la conciencia de quienes fundamentan la gestión universitaria en la comprensión y ejercicio de la autonomía universitaria.

Por ejemplo, Córdova, en 1918, lideró la reivindicación de la autonomía universitaria como la razón (política y social) de ser de la academia universitaria. Fue el espacio donde se conjugó la disposición necesaria para que de su esencia, se radiara y comprendiera todo lo que diera forma, sentido y dirección al lema que en América Latina cobijó la lucha por la autonomía universitaria. Así se vivió, entrada la década de los sesenta del siglo XX. Fue como bajo el expresión “a la libertad por la Universidad”, distintas comunidades académicas se volcaron a la calle para exhortar todo lo que cabía bajo tan connotada frase.

Así continuó animándose el quehacer universitario. De ese modo, se proyectaba lo que significaban los derechos académicos que infunden movilidad propia al libre desempeño sobre el cual se apoya la docencia, la investigación, la extensión y la gerencia universitaria. Los hechos que para entonces se dieron, enaltecieron el concepto de universalidad del pensamiento. Particularmente, en quienes sentían la vibración de la funcionalidad universitaria, Aquellos eventos prendían esperanzas de cambio. Así se abrían ventanas al futuro y puertas al estudio.

Es conveniente que se conozca el problema que, históricamente, ha significado la labor de una universidad en un contexto de libertades políticas, sociales y académicas. El hecho que ha representado ir tras la verdad, tanto como destacar los valores fundamentales del hombre desde el compromiso que su naturaleza académica determina, le ha ganado el desdeño de gobiernos que pretenden controlar al ciudadano. O que busca someterlo a través de forzados aprendizajes que colisionan con las libertades que respira la Universidad toda vez que enseña a pensar con criterio autonómico y crítico. Distinto de lo que significa enclaustrar el pensamiento en un ámbito de cerrada condición cultural, política y económica. O que es lo mismo, entubar el pensamiento por una brecha atascada de ignorancia.

La autonomía universitaria es un símbolo tan especial que, en su necesidad de fundamentar el conocimiento asido a la libertad de pensamiento, motiva un derecho político cuya soberanía sólo puede comprenderse y ejercerse mediante formas de articulación que vinculen necesidades e ideales con propuestas y realidades. Pero eso no es ni fácil de entender, ni tampoco sencillo de aplicar. Un marasmo de complicaciones inducidas por rivalidades, egoísmos y envidias, suelen trabar y tramar cualquier vía o canal que posibilite el acceso del hombre libre, cultivado bajo el amparo que puede permitir el sentido autonómico de del conocimiento, a posicionar sus valores en alguna situación donde su juicio tenga el debido arraigo y provecho colectivo.

De ahí que apostar a la autonomía universitaria, es impulsar el libre desarrollo de la individualidad, el legítimo derecho a inventarse formas que den sentido a las expresiones del ser humano, la participación sin temor a importunar el espacio de la palabra. Asimismo, darle vuelo al ejercicio de la política como acertada razón de vida fortalecida y productiva.

La autonomía universitaria es un proceso continuo que, al concienciar al universitario en su papel de actor político tras la defensa del honor, la dignidad y la majestad de la educación libertaria, adquiere la fortaleza necesaria para consolidar la identidad institucional. Eso, sólo puede alcanzarlo el universitario consciente al demostrar -ante el entorno político, económico, cultural, científico, humanístico y social que cobija su vida- su disposición de apoyar la construcción de una sociedad más igualitaria, libre, solidaria, democrática y de propia determinación.

Por eso, el autoritarismo en subversiva complicidad con el totalitarismo que encubre la ofuscación y estupidez de gobernantes de indolente actitud, siempre reta la intelectualidad académica universitaria a enfrentar a la sórdida condición de las bayonetas. Aún así, y a pesar de la desigualdad de tan absurda confrontación, siempre se elevará por encima de cualquier circunstancia, crisis o desafío, el histórico grito que alcanzó a tramontarse sobre los cuatro vientos y enarbolarse sobre los cuatro puntos cardinales: “a la libertad por la Universidad”.

La caída del muro venezolano, por Carlos Valero

LA VENEZUELA DE HOY NOS HACE RECORDAR la historia de otros países. Nos remonta al año 89 del siglo pasado, vivir aquella Alemania dividida por una pared durante tres décadas. Similar nos sucede hoy: un muro -imaginario- de miseria, corrupción y apatía que nos ha mantenido bloqueando durante 20 años los avances del primer mundo y elementos tan básicos como los servicios públicos.

En aquella época, nadie imaginaba que los 155 kilómetros de concreto que los dividían iban a ser derrumbados una de esas madrugadas. Todos estos procesos de cambio frente a un régimen totalitario tienen esos bajones emociones, momentos de desesperanza inducidas por regímenes inhumanos y crueles.

Pero lo que viene sucediendo y lo que sentimos la mayoría de venezolanos este año me hace pensar que fue el mismo sentimiento que tuvieron los alemanes aquella madrugada del 10 de noviembre cuando derrumbaron las primeras piedras del muro de Berlín. Allí se abrieron las puertas a la libertad y a la unión entre sus ciudadanos.

¿No creen que nos pasa igual? O acaso, ¿qué siente usted cuando lee todo lo que hemos esquivado y atravesado los diputados de la Asamblea Nacional en los últimos 4 años? En 2015 comenzamos a derrumbar ese muro junto al pueblo que nos eligió, allí se abrió el camino a la libertad que hoy vemos más cerca que nunca.

20 años después de aquel 1999 cuando llegó Chávez al poder, hay una generación que no conoce la democracia, que lucha por un país libre y ¿como no acompañarlos y quedarnos de brazos cruzados? Venezuela vale la pena.

Por eso nos hemos arriesgado, hay compañeros que han perdido su libertad y hasta su vida, como Fernando Albán y nuestros héroes jóvenes que asesinaron en las manifestaciones.

Este año nos sorprendió una tarea que no estaba en agenda: liberar a Venezuela. De la mano de nuestro presidente Juan Guaidó hemos agarrado la faena. Calle, calle y más calle a pesar de las amenazas, el cerco comunicacional, la censura y la intimidación.

No van a poder con las ganas de libertad que tenemos y mucho menos cuando visitamos esos sectores populares y vemos cómo el hambre y la miseria han consumido y divididos a esos hogares. Ni hablar cuando escuchamos un testimonio de algún familiar pidiendo ayuda para conseguir un medicamento o cuando vivimos el llanto de unos padres deseando que sus hijos regresen. Eso nos duele y nos mantiene firmes.

Nos propusimos devolver la esperanza. Estas semanas nos ha tocado abrir las fronteras de la libertad. Así le llamo a la ayuda humanitaria que, para mí, representa esa caída del muro de Berlín. Pues en estos días hemos vivido lo que somos los venezolanos: cooperación, unión y trabajo.

Visitamos los estados fronterizos y es increíble como la gente entra y sale hacia Colombia o Brasil buscando satisfacer sus necesidades básicas que aquí no consiguen. Son incontables los testimonios de personas buscando medicamentos, hay quienes venden ¡todo! para poder viajar y salvarle la vida a su ser querido.

Mientras tanto, el régimen y los usurpadores que se mantienen en el poder niegan que hay una crisis humanitaria y nos acusan de traidores a la patria. Traicionar la patria es chantajear al pueblo con una caja de comida o con beneficios dentro del sistema de salud pública.

Pero estamos en dolores de parto. Esto que estamos viviendo es lo último que viviremos antes de la libertad. Estamos derrumbando esa especie de Muro de la vergüenza que ha levantado el régimen y usado para reprimir a unas Fuerzas Armadas que deberían estar protegiendo el ingreso y la distribución de alimentos y medicinas que tanto necesita nuestra gente.

Sin duda alguna habrá un cambio político este año, seguramente vendrá un nuevo gobierno, pero debemos garantizar que el modelo de inclusión y democracia que se construya, permita niveles de gobernabilidad y estabilidad en el futuro, para que no ocurran regresiones autoritarias como en Rusia. La Venezuela que construiremos será un crisol de ideas progresistas, modernas. Nuestro modelo de desarrollo será ejemplo al mundo. Atrás quedará la barbarie y el uso del poder para servir obscenamente a unos pocos. Se puede y vamos muy bien.

@carlosvalero08

¡Venezuela despierta! Falta que Europa no se quede dormida, por Orlando Viera-Blanco

La situación que está viviendo el país en los últimos días no tiene precedentes ni en tiempos de dictadura o democracia, ni en los gobiernos de Chávez y Maduro. Las circunstancias políticas, económicas y sociales de entorno son diametralmente diferentes, y la forma de enfrentar y contener el desmontaje republicano del Estado (protesta, cabildos, dimensión de las manifestaciones), también es inédita. Para colmo de complejidad, hoy tenemos nuevo presidente encargado y juramentado: El Ingeniero Juan Guiadó Márquez.

BREVE HISTORIA

Cuando Hugo Chávez se mandó hacer su traje a la medida, la Asamblea Constituyente de 1998 [no prevista en la Constitución de 1961], hizo parir la Constitución Bolivariana de 1999, llevando a Venezuela a un dramático retroceso histórico. Calcó las constituciones militaristas del siglo XIX y mediados del siglo XX, conductoras de una autonomía voraz en las FFAA, que propició la militarización de la función pública. Chávez se proclamó entonces como el gran Caudillo-Comandante (taita) de una nueva República Bolivariana, que dejaba de ser ciudadana y comenzaba a ser una granja…

Rápidamente la sociedad civil-con imborrable ADN democrático-comenzó a movilizarse en protestas abiertas contra las intenciones absolutistas y autoritarias de Hugo Chávez. “Con mis hijos no te metas” fue una de las primeras protestas en contra del Decreto 1011, promulgado por Chávez, para modificar el reglamento de práctica docente, creador de supervisores itinerantes con obvias intenciones de adoctrinamiento. Vinieron otras manifestaciones de la Industria Petrolera, sindicatos y gremios corporativos. Cuarenta leyes dictadas por Chávez en el marco de una ley habilitante-sic-enervaron la paciencia de los ciudadanos. Este movimiento desbordó los afanes confiscatorios de Hugo Chávez, originando los sucesos del 11 de Abril/2002, cuando lo obligaron a dejar el poder. Sin embargo la falta de planificación, agregación, consolidación y coherencia política y militar, permitió su regreso dos días después.

El país continuó resistiendo valiente y fervientemente. Salió masivamente a votar el Referéndum Revocatorio contra Chávez (2005), quien apoyado de un andamiaje plebiscitario defraudatorio (Smarmatic & Corp), pilló una evidente mayoría popular en contra. La gente volvió a la calle a defender la propiedad privada y la alternancia en el poder [2007], cuando que Chávez intentó modificar la constitución para eternizarse. La oposición ganó pero jamás se supieron los resultados. En 2009 Chávez pasó la reforma de reelección, apoyado de Smartmatic y una manifiesta parcialidad ventajista del Poder Electoral.

Las protestas más elocuentes fueron 2014 y 2017, ambas bajo la arenga de la salida, que condujeron a más de 5.000 detenciones arbitrarias, 3.000 juicios incriminatorios y más de 200 muertos en ambos períodos. Un sinnúmero de torturas y abusos represivos. Sin duda, estas protestas conocidas como marchas, enfrentaron un careo muy desigual contra un gobierno salvajemente represor donde los más jóvenes pagaron con sus vidas y su libertad. Muchachos ataviados de cartón y hojalata-que lucharon contra tanquetas de balines de vidrio, perdigones y balas- murieron o fueron gravemente heridos, diezmando los ímpetus de la gente y elevando sus miedos. Lo que nunca se vio en estas protestas-al menos de forma significativa-fue la presencia de los desposeídos, los miserables. Se quedaban en casa o salían a la calle pero buscando qué comer.

AHORA LA HISTORIA ES OTRA

Las movilizaciones que se están produciendo en Venezuela-decíamos-ahora van de abajo hacia arriba. De los pobres a los sectores medios. Tienen un entorno político, social, económico, táctico y militar distinto. Políticamente Maduro ha quedado desnudo, desconocido a lo interno y a lo externo del país. Su mandato expiró. No fue elegido de forma justa y transparente. Las elecciones fueron convocadas por una Asamblea Constituyente ilegítima y portátil. Su autoritas es casi cero…Al tiempo de escribir estas líneas, una cascada de países liderada por EEUU han reconocido a Juan Guiadó como Presidente Interino de Venezuela. Bendición previamente declarada por Donald Trump que facilitó la decisión de Guiadó de juramentarse. Ahora ir por él tendrá otras consecuencias internacionales.

Socialmente tenemos a un pueblo hambreado y moribundo que llegó a un punto donde la alternativa antes de morir o irse, es salir a la calle a dar la vida por sobrevivir…Económicamente somos un país en ruinas sin que Maduro tenga margen de maniobra para sacarlo a flote…En lo táctico por primera vez la protesta no va de autopista en autopistade plaza en plaza, correteada por colectivos, guardias o policías bolivarianos. Los Cabildos Abiertos han desarmado al gobierno. Por primera vez el pueblo de a pie se pliega a estas concentraciones. Y las FFAA no tienen disposición de reprimir a una masa crítica con la cual se identifican por verla con la misma piel, languidez y tristeza con la que ven a sus propios vecinos y familiares. Hoy oficiales, policías y soldados acumulan sus propios miedos y quieren saltar de bando, parar, desobedecer o irse.

Hoy es otra historia. Las concentraciones, cabildos y protestas no se reducen a centros urbanos y capitales entre Caracas, Táchira, Puerto La Cruz o Maracaibo. Al tiempo de escribir estas líneas sólo en un día se activaron-espontáneamente-más de 100 manifestaciones en 80 ciudades y poblados del país. El 23 de Enero es sólo el comienzo. Un movimiento de movimientos, horizontal, masivo, incontenible, popular, crítico y profundamente humano, que desbordará las maledicencias del régimen. ¿Resistirá Venezuela?

LA COMUNIDAD INTERNACIONAL VS. RESPONSABILIDAD DE PROTEGER

¡Venezuela: ahora sí! Es quizás la última gran oportunidad de oro. Si el país se desborda, Guaidó asume como Presidente Interino y el gobierno opta por una represión desmedida, la comunidad internacional, el euro centrismo representado en el Parlamento y la Comisión Europea, deberán permutar la diplomacia de micrófono por la diplomacia preventiva y restitutiva prevista en el Capítulo 7 de la Carta de las Naciones Unidas sobre Injerencia Legítima. Los venezolanos no sólo han luchado por su libertad. La han madurado, por lo que el costo en vidas, torturas y barbaries, no debería repetirse bajo la mirada impávida de Europa. Si Guaidó es detenido, perseguido o de algún modo agredido, Europa y el mundo deben responder con una coalición de países, comprometida a exigir la libertad y cese de hostigamiento de Guaidó y al pueblo venezolano, al punto de activar la justicia internacional, seriamente.

En dos oportunidades [2014 y 2017] Europa fue testigo de primera fila de las atrocidades impunes, espantosas y crueles perpetuadas por el régimen de Caracas. Si el pueblo venezolano hace lo suyo por desencadenarse, esperamos que Europa también haga lo propio por rescatarlo. Europa y el Mundo serían corresponsables de un holocausto en Latinoamérica, si ante un despertar de un pueblo indefenso sin armas, se quedan de brazos cruzados viendo masacres y detenciones por internet…

Kofi Annan S/G ONU a propósito del genocidio de Ruanda escribió en su discurso sobre La Responsabilidad de Proteger en la Cumbre NNUU/ 2004: “¿Por qué nadie intervino?. No deberíamos dirigir esa pregunta sólo a las Naciones Unidas, o siquiera a sus Estados Miembros. Nadie puede aducir ignorancia. Todos los que desempeñaban algún papel en los asuntos mundiales deberían preguntarse: ¿Qué más pude haber hecho? ¿Cómo reaccionaría yo la próxima vez, y qué estoy haciendo ahora para que sea menos probable que haya una próxima vez?«

Espero Europa se lo cuestiones: ¿Por qué nadie interviene? ¿Por qué no intervenimos? ¿Qué haremos para evitar lo que sabemos sucederá? Ojalá Europa teniendo algo que evitar, lo evite y se lo premie, o por el contrario, evitando poco o nada: ¡se lo demande!

Venezuela despierta. Está encendida. Sólo falta que Europa y el mundo, no se queden en la cama…

 

@ovierablanco

Un triste intento de dilema hamletiano, por Alejandro Armas

 

EN ESTA COLUMNA, QUE ACABA DE CUMPLIR TRES AÑOS DESDE SU PRIMERA PUBLICACIÓN, se discuten los hechos del pasado en un esfuerzo por entender mejor los del presente. Aunque por lo general el retrovisor es enfocado para tener perspectiva de lo que ha ocurrido en tiempos relativamente distantes, aquello que arbitrariamente llamamos “historia”, en realidad no hay ninguna limitación fija sobre qué tan cerca podemos dirigir la mirada, aunque por otro lado comentar hechos acaecidos ayer haría que la columna perdiera su particularidad. En esta ocasión la marcha atrás no será muy larga. Nos atañen hechos que se remontan al año pasado, a propósito de la proximidad de una elección, votación o como lo quiera llamar, para designar concejales en todos los municipios del país.

Es verdaderamente lamentable ver que a estas alturas del partido los sectores en que se ha fragmentado la dirigencia opositora, junto con sus respectivos adláteres intelectuales, siguen peleando de manera encarnizada en torno a la pertinencia de la participación en el “proceso”, término empleado a falta de uno mejor para designar lo que sea que se llevará a cabo el domingo 9 de diciembre. Este patético enfrentamiento es quizás la manifestación más sobresaliente de un problema mayúsculo que embarga a todo el liderazgo disidente. A saber, la falta de una estrategia que coordine diferentes acciones orientadas a conseguir el cambio político que urge a un país hecho trizas.

La oposición venezolana jamás ha sido homogénea. En su seno conviven diferentes ideologías que van desde la socialdemocracia hasta el liberalismo, pasando por algunas organizaciones de tendencia democristiana, socialcristiana o conservadora. Lo que amalgama a todas es su repudio al chavismo y su aspiración a desalojarlo del poder. Pero es en este punto que surgen otras divergencias, puesto que cada partido político tiene más o menos una idea vaga de cómo lograr el objetivo. Las primeras aproximaciones al problema fueron bastante irregulares, pero a partir de 2006 y durante una década existió el consenso entre los partidos relevantes en torno a una estrategia con el voto como punto de partida. Así pues, la oposición participó en todas las elecciones durante ese lapso, esperando en algún momento acumular suficiente apoyo ciudadano para arrebatar el poder al chavismo. La Mesa de la Unidad Democrática fue la coalición creada para impulsar tal estrategia.

El detalle es que la MUD nunca se planteó, al menos de forma acertada, qué hacer con el poder conferido por el voto mayoritario, como quedó demostrado luego de la conquista de la Asamblea Nacional.  Dicho poder, como todos sabemos, fue confiscado por los poderes públicos subordinados a los intereses de la elite oficialista. Entonces, poco a poco, la coalición hizo implosión debido a diferencias irreconciliables sobre qué hacer más allá del voto. Las protestas del año pasado cohesionaron por un tiempo a los diferentes sectores, pero una vez que estas terminaron, la ruptura se volvió irremediable. Consciente de ello, el Gobierno permitió la convocatoria al proceso para designar gobernadores, tras un año de retraso flagrantemente inconstitucional.

Un grupo en la oposición, que a partir de ese momento integró el movimiento Soy Venezuela, estableció como punto de honor no participar más en ningún tipo de proceso, convencido de que de ninguna manera se lograría avanzar hacia la meta por ese camino y de que, peor aún, tal participación serviría para legitimar el régimen ante la comunidad internacional democrática. En cambio, los partidos que permanecieron en la MUD decidieron tomar parte, asegurando a los ciudadanos que serían capaces de propinar otra derrota al chavismo, contrarrestar cualquier fraude e incluso acercar la causa opositora a su objetivo final. Esta divergencia polarizó a ambos sectores opositores y desató un alto nivel de agresividad entre ellos que hasta hoy se mantiene.

En teoría, es incorrecto afirmar que el fin de los autoritarismos y las transiciones democráticas no pueden empezar con elecciones. De hecho, el siglo XX brindó varias ilustraciones de tales procesos. Para los latinoamericanos, la más conocida es el Chile de Pinochet. Incluso si el régimen no reconoce el triunfo opositor, la participación electoral puede ser el catalizador de un conjunto de hechos (normalmente protestas masivas, presión internacional o un conjunto de ambas) que precipiten una crisis en la cúpula gobernante y la obliguen a entregar el poder. Esa es la tesis tantas veces esgrimida por admirados especialistas, como el profesor John Magdaleno. No obstante, estos procesos requieren de una estrategia diseñada meticulosamente por el liderazgo opositor. Es indispensable estar preparado ante cualquier escenario luego de que todas las urnas hayan sido revisadas, da manera que los elementos de poder favorables se movilicen al instante.

Como todos ya sabemos, la MUD no contaba con esa estrategia cuando decidió participar en el proceso regional del año pasado. Grandísimo error. Aunque hubo factores alentadores, como el visto bueno de la comunidad internacional democrática, no se planificó qué hacer tras el día del sufragio. Como consecuencia, la coalición fue incapaz de hacer valer su reclamo contra los vicios de la jornada con el respaldo activo de los ciudadanos, quienes cayeron naturalmente en profunda decepción y frustración. Solo el veterano dirigente Andrés Velásquez pudo mostrar pruebas de fraude electoral, sin que eso bastara para desatar un evento importante.

Desde Soy Venezuela la reacción fue un “Se los dije”. Alegría de tísico, puesto que este movimiento adolece del mismo problema al no tener una estrategia que trascienda la abstención.

Luego de aquel día fatídico, la MUD terminó de resquebrajarse por nuevas diferencias entre sus integrantes sobre la participación en procesos. Pese a todas las advertencias de déjà vu, Henri Falcón y sus aliados se fueron por el mismo camino de las regionales buscando llegar a Miraflores y el fiasco fue aun mayor. A pesar de ello, hoy siguen llamando a votar sin más, esperando inexplicablemente un resultado distinto. Recientemente, el triunfo opositor en las elecciones de la Universidad de Carabobo fue presentado de forma abusiva por este sector opositor como prueba de que todavía es posible derrotar al chavismo en elecciones, sin tener en cuenta la obvia diferencia entre los costos para la elite oficialista de no controlar una organización estudiantil y los costos de no controlar el país. El símil, ya débil, recibió una estocada final con la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que obliga a la universidad a proclamar como ganadora a la abanderada del chavismo.

Finalmente, estamos de vuelta ante la perspectiva del proceso para las legislaturas municipales. La situación no ha cambiado ni un ápice con respecto a las regionales de 2017. Ergo, cualquier participación electoral sin una estrategia para el día después del voto está condenada a repetir la experiencia. Y de todas formas, si la dirigencia opositora hubiera contado con tal estrategia, el momento indicado para aplicarla habría sido el proceso presidencial de mayo, dado que hubiera estado el centro de todo el poder en juego. Por otro lado, la abstención en solitario tampoco supone ningún avance. En conclusión, el debate sobre votar o no, que tanta animosidad produce entre los bloques opositores, es fútil, un triste intento de dilema hamletiano. Solo una estrategia amplia puede hacer del voto o la abstención herramientas útiles para la causa opositora. Los sectores de la dirigencia deberían estar trabajando en construir esa estrategia. En vez de eso, se concentran en tratar de desplazarse los unos a los otros, mientras la nación se hunde en la miseria más atroz. Una vez más, me permito instarlos a evaluar prioridades.

Si usted, estimado lector, esperaba encontrar en estas líneas una respuesta a la pregunta sobre la conveniencia del voto el 9 de diciembre, no la encontrará. Esa es una decisión de cada ciudadano. Me limito a señalar que antes de decidir hay que entender la naturaleza del proceso. En primer lugar, por todo lo anterior, nada de hacerse ilusiones sobre el mismo como acelerador de un cambio nacional. A lo único que puede aspirar es a preservar aunque sea un poco la calidad de vida en su municipio, teniendo en cuenta que la elite oficialista puede quitar cuando quiera y de un zarpazo las atribuciones de los funcionarios electos, si es que los reconoce como ganadores en primer lugar. También tiene que considerar que muy probablemente, si su candidato gana, lo obligarán a juramentarse ante la “Asamblea Nacional Constituyente”. Si usted tiene todo esto en cuenta y quiere votar, hágalo.

Posdata: Como dije más arriba, esta columna está en su tercera semana de aniversario. De nuevo, quiero agradecer al maravilloso equipo de Runrunes por esta pequeña ventana que se da por satisfecha si contribuye dentro de sus modestas posibilidades al debate por una Venezuela mejor. En más de cien artículos publicados, jamás me han modificado una coma, lo cual vale mucho en tiempos de censura brutal. Por supuesto, también expreso mi gratitud a quienes me honran con su lectura, sobre todo si dejan comentarios. Elogios y críticas son bienvenidos por igual. En tres años me han brindado sonrisas y aprendizaje. A todos: ¡Mil gracias!

 

@AAAD25