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Dos presos comunes fueron liberados de PoliCarabobo con desnutrición

Este martes 12 de junio fueron puestos en libertad los hermanos Eudín y José León Ramírez, ambos jóvenes presentan un severo cuadro de desnutrición. Estaban detenidos en la comandancia de la policía de Carabobo ubicada en la parroquia Urbana San Blas de esa entidad, por haber cometido delitos comunes.

Al salir del módulo policial los jóvenes tuvieron que ser auxiliados por sus familiares, quienes al percatarse que los hermanos no se podían mantener de pie por su estado de salud corrieron de inmediato para brindarles ayuda.

Eudín León denunció que en el centro de detención preventiva hay un preso al que apodan el “Oso” que es quien lleva el control del lugar.

Detalló que los policías del lugar están a merced de este sujeto, a quien acusó de mandar a golpear y torturar a los reclusos, “nos ponen cucharillas calientes, nos ponen corriente y nos golpean en las costillas”.

Dijo que desde febrero todos los reclusos del lugar comían una sola vez al día, porque era lo que alías el “Oso” había ordenado. Decisión que fue revocada el 8 de junio cuando de nuevo les permitieron ingerir más alimentos.

León subrayó que mientras todos los demás reclusos pasan trabajo y viven en condiciones inhumanas, este sujeto vive y come bien.

La noche del miércoles 28 de marzo en una de las Comandancia de PoliCarabobo se registró un incendio en el que murieron 68 reclusos, cinco funcionarios fueron detenidos por este caso.

Paparoni denuncia la disminución del consumo de proteínas de los venezolanos

El consumo de proteína de los venezolanos va en picada debido a los altos costos y la escasez, denunció el diputado a la Asamblea Nacional, Carlos Paparoni, por lo que enfatizó que la solución es apoyar lo «hecho en Venezuela» y aplicar el Plan de Emergencia Agroalimentaria.

De acuerdo cifras de la Federacion Nacional de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga) durante el año 2017 el consumo de carne por persona fue de 4 kilos, 21 kilos menos que en 2012, cuando cada habitante consumía 23 kilos de proteína. «Estimamos que este año seguirá cayendo el consumo de carne en el país”, indicó Paparoni.

«El venezolano dejó de comer carne porque el sueldo no le alcanza», declaró el diputado. «El monto del bono de alimentación (cestatickets) que devenga mensualmente, un empleado del sector público sólo le alcanza para comprar un cartón de huevos. En el país, con las mayores reservas petroleras del mundo, el ciudadano sólo tiene para consumir un solo tipo de proteína al mes, esto demuestra la crisis humanitaria que estamos viviendo en Venezuela».

El parlamentatio también señaló que el consumo de pollo y huevo ha registrado una disminución de más del 60% en la población. “Fedeagro señala que en un año, el consumo per cápita para la carne de pollo y huevo ha disminuido en 71,4% y 62,5%, respectivamente,  siendo los más perjudicados los adultos mayores, mujeres embarazadas y niños en edad escolar porque afecta su desarrollo, crecimiento y su desempeño en cualquier actividad física. Esta es una de las causas por la cual vemos a diario, a venezolanos desmayarse en nuestras calles”.

Paparoni enfatizó que la solución para la crisis alimentaria en el país y el hambre en Venezuela es incentivar la producción de ciclos cortos: pollo, huevos, ganado porcino y caprino; ofrecer seguridad, vacunas e insumos a nuestros productores y evitar el contrabando.

*Con información de nota de prensa

Víctor Maldonado C. Abr 16, 2018 | Actualizado hace 5 días
El mal se llama socialismo
¿No son acasos malos frutos, agrios y ponzoñosos, esos que nos da todos los días el socialismo del siglo XXI? Sus frutos son el mal, y el mal produce esos frutos

 

@vjmc 

El mal es real, y tiene consecuencias reales. No es solamente una disquisición académica. Es una pregunta que queda por responder en el transcurso de esto que estamos viviendo en términos de violencia, crueldad, muerte, hambre, enfermedad, infortunio y la indiferencia colectiva respecto de lo que otros conciudadanos están padeciendo. Algunos temen el planteamiento explícito de la vivencia del mal. Esto es así porque su reconocimiento obliga a la denuncia y a la decisión personal sobre cual flanco escoger. El mal, su presencia, obliga a las definiciones, y a las consecuencias de esas definiciones.

Los cuatro jinetes del apocalipsis están cabalgando sobre el país. Comencemos por lo obvio. El jinete de la muerte nos está afligiendo. Los venezolanos estamos sufriendo los estragos de una incomprensible violencia. 307.920 víctimas de un sistema que inhabilita el derecho a la vida equivalen a la afectación del 1 % de la población actual. El jinete que complementa y da sentido a este baño de sangre es el de la guerra. Una guerra civil no declarada, cuyos argumentos son la impunidad y un Estado en condiciones fallidas, colocan a todos los venezolanos en riesgo mortal. Una guerra civil emprendida contra la protesta civil, a la que se aplasta a sangre y fuego, con el costo terrible en vidas humanas, cárcel y exilio. Una estrategia de aniquilamiento que se hizo patente en los excesos aplicados al caso de Oscar Pérez, y que ahora permite al gobierno ir más allá de cualquier frontera del Estado de derecho para lograr sus objetivos.

El régimen tiene años en guerra contra la libertad.  El jinete del hambre se ceba en los sectores más vulnerables de la población. Las cifras de desnutrición anticipan generaciones enteras desvalidas de la posibilidad de encarar, en condiciones competitivas, sus propios proyectos de vida. El hambre asola la capacidad para pensar y crear, pero sobre todo la capacidad para reaccionar. Los que comen basura han descendido a los infiernos donde la dignidad y los derechos se han subordinado a la precaria supervivencia. 

No es menos pavorosa la presencia del jinete de la conquista. A pesar de que nos cuesta reconocerlo, estamos invadidos por los intereses del narcoterrorismo regentados por Cuba, que actúa como potencia imperial, a pesar de lo insólito que resulta la forma como se apropió de nuestro territorio, recursos y centros de decisión. Hugo Chavez fue a la vez el mal encarnado y su canal más conspicuo. No puede ser otra cosa que el mal en acción el que permite tanto ultraje sin que nosotros consigamos sacarnos de encima toda esa iniquidad. O la conquista interna que supone la ocupación de los espacios institucionales a través del despotismo destructivo que practica la espuria entidad constituyente. Somos población invadida, cercada, confinada a los grises espacios de la sobrevivencia.

El mal es un resultado que tiene actores. Es a la vez protagonismo y secuelas. El mal es el poder corrompido que deja de ser útil para el orden social de la libertad, y comienza a propagar la servidumbre. Y no hay puntos medios. Por eso mismo resulta inaceptable la práctica del “perdonavidismo de los promedios”. La descripción del mal no es exacta si se practica la tibieza argumental. Encararlo exige claras definiciones y la visualización de dolorosas tendencias. No hay derecho a la vida donde hay temor por la vida. No se respeta la propiedad si un funcionario, ejerciendo la más obscena impunidad, decide si la vas a conservar o no. No hay dignidad cuando para sobrevivir necesitas hurgar entre la basura. No hay felicidad si tienes hambre. No hay visión de futuro cuando el temor es constante. No hay humanidad en el silencio, la censura y la represión.

Y la soberanía es una mascarada si las decisiones estratégicas y el destino de los recursos esenciales son decididos por Cuba. Como se aprecia, no es un tema de estadísticas, mucho menos de encuestas. No se trata de si el mal es popular. Se trata de que es inaceptable. Hitler era muy popular, y ya sabemos los ardores internos que provocaba Fidel Castro. Lo que pasa es que el mal se sirve de la seducción y el engaño. Por eso San Pablo en la segunda carta a los Corintios advertía contra su táctica: “No debe sorprendernos, porque el mismo satanás se disfraza de ángel de luz”.

El mal se aprecia en el sufrimiento de los demás. Permitir el desconsuelo, el dolor y la desolación de los otros exige primero un esfuerzo de cosificación mediante el cual se despoja de la condición humana a quienes se quiere someter o destruir. Por eso el mal se vale de la indiferencia criminal y de la explotación de los perjuicios. Se es indiferente desde la inacción o desde la mera expectación. Cuando el régimen deja morir de hambre a un preso, o no le importa dejar sin medicinas a los trasplantados, ejerce una apatía criminal que los hace culpables y responsables.

Cuando un ciudadano no se escandaliza de los infortunios del prójimo, cuando no levanta su voz y sus manos exigiendo rectificación, está siendo corresponsable de lo que por cuenta del régimen está ocurriendo.

El pecado capital de pereza se exhibe cuando en lugar de hacer, exigimos a los otros propuestas y acciones. No es endosable la responsabilidad ni la virtud. El mal abunda en la descalificación. Es desgraciadamente rico en la posibilidad de segmentar entre los propios y los demás. Es por eso por lo que gusta de la división y es abundoso en descalificativos. Ellos siempre se adjudican la esencia de lo indispensable, el resto terminan siendo descartable. El mal es discriminación. ¿Por qué no nos rebelamos a seguir en el pozo de la displicencia?

El mal se solaza en el análisis y en la digresión retórica. En el plano de la teoría el mal se hace pasar por bien. Transforma crímenes en costos, y abismos en plataformas para seguir avanzando. El mal reducido a estadísticas se hace leve. El mal se despliega cómodamente en el cálculo de las conveniencias que asumen como perfectamente normales los tiempos de espera, progresividad y exigencias de conversión que resultan imposibles de implementar. El mal se alimenta y fortalece con esos desplantes de corrección política, de falsa decencia republicana que pide al hambriento que siga pasando hambre, al enfermo que se inmole, al preso que aguante y al que padece violencia y represión que siga sacrificándose, mientras ellos, los adalides de la falsa decencia juegan a los dados, negocian, y se pasean por el mundo pidiendo mejoras incrementales en la calidad de los procesos electorales.

¿Cuántos muertos, lágrimas y vidas desgastadas se habrán sacrificado en el altar de las malas estrategias, de la ingenuidad culposa, de los arreglos subyacentes?

San Agustín propone que el mal es la privación de todo bien, que nos conduce a la nada. En eso consiste la liquidación de cualquiera que se oponga, y para eso sirve la brutal capacidad que en la actualidad tiene el poder para violentar la promesa originaria de servir a la vida y a la propiedad de los ciudadanos a su cuidado. El mal siempre tiene vocación totalitaria, absoluta. El filósofo argentino Víctor Massuh lo narra como “la quiebra de la razón y la locura que pierde su pudor”. Toda experiencia totalitaria es irracionalidad lujuriosa, que se va perfeccionando con cada crimen. Parafraseando a Jorge Semprún, en nuestro caso “nada es verdad, salvo la lista personalizada de todos aquellos que han padecido y perecido por esta ráfaga de violencia socialista. Nada es verdad, salvo la ausencia y el vacío que todos ellos han dejado. Nada es verdad salvo el miedo, el sufrimiento acumulado, la rabia, la decepción y la desbandada”.

Anatomía del mal

Anatomía del mal

Algunos previenen contra este discurso centrado en el mal. Lo tildan de pretencioso y peligroso, porque ¿quién asegura que ellos son los malos, y que en todos los casos ellos participen de esta lógica del mal? ¿Quién nos permite escindirnos entre ellos y nosotros? El mal es actor y consecuencias, y también se ceba en nuestro recato. ¿Cómo sabemos que ellos son el mal y nosotros estamos en el flanco del bien? Jesús nos da la pista. Es malo quien produce el mal. Es bueno quien provoca el bien. Por sus obras los conoceréis, dice el Evangelio.

El mal germina en esos momentos de nuestra historia en los que las normas de moralidad mínimas, aquellas necesarias para la convivencia desaparecen o son fatalmente eliminadas.  Y de allí se extiende hasta confines inenarrables de muerte, violencia y destrucción. ¿No es eso lo que estamos viviendo? ¿No sabemos nosotros cual es la causa raíz de todas nuestras angustias? ¿No hemos inventariado una y otra vez nuestras derrotas, duelos, traiciones, represión, sacrificios y muertes? ¿No nos sentimos ahora más desvalidos? ¿No se nos hacen lejanas la felicidad, la autonomía y la libertad? ¿No son acasos malos frutos, agrios y ponzoñosos, esos que nos da todos los días el socialismo del siglo XXI? Sus frutos son el mal, y el mal produce esos frutos.

Dos lecciones adicionales servirán de epílogo a esta larga reflexión. La primera lección es la irreversibilidad del mal. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos, dice el evangelio. La segunda lección es la necesidad de extirpar de raíz la causa del mal. Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. No se preserva, se elimina porque no se puede convivir con el mal absoluto que siempre significa la desgracia del otro, el envilecimiento del otro, la ignominia del otro.

El silencio de Dios

El silencio de Dios

Caraqueños quemaron a un Judas de cuatro cabezas junto a su caja CLAP y el Petro

Una crisis con cuatro cabezas

Como ya es costumbre entre los venezolanos, este domingo de resurrección varias comunidades elaboraron muñecos alusivos a personalidades importantes, para proceder a la denominada quema de Judas.

Los caraqueños no dejaron pasar la tradición y aprovecharon para manifestar su rechazo al gobierno de Nicolás Maduro, con muñecos que mostraron claras características del presidente, además sus políticas de Estado como el Petro, las cajas CLAP y la falta de efectivo.

En La Candelaria incineraron un muñeco de cuatro cabezas con los rostros del primer mandatario Nicolás Maduro, la alcaldesa de Libertador Erika Farías, Néstor Reverol en su calidad de ministro de Interior y la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) Tibisay Lucena. La protesta contra el que denominaron Gobierno hambreador la realizaron en la esquina de Tracabordo frente al altar dedicado a los caídos producto de la represión en pleno centro de la capital.

La Quema de Judas data de hace más de dos siglos, tiene una carga religiosa y al mismo tiempo tiene un simbolismo de justicia social, puesto que los ciudadanos expresan su descontento, quejas y críticas con relación a sus políticos, gobernantes y hasta a grandes figuras del espectáculo.

El motivo original es recordar la traición de Judas a Cristo, y alude a la traición del personaje escogido para ser el Judas, a su pueblo, comunidad y/o al país.

Roberto Patiño Mar 26, 2018 | Actualizado hace 6 años
Abrir la puerta, por Roberto Patiño

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Los venezolanos rechazamos al actual régimen y su modelo de hambre, empobrecimiento y violencia. Somos una enorme mayoría compuesta de diversos grupos con experiencias, visiones y puntos de vistas diversos. Para articularnos entre todos debemos establecer formas de organización y participación democráticas e inclusivas, y superar factores como el desconocimiento del otro, la desconfianza, el resentimiento e incluso el rencor.

Estas taras de nuestra sociedad no se enfrentaron efectivamente durante los años finales del bipartidismo, y fueron exacerbadas de manera irresponsable por Hugo Chávez, en aras de cimentar su liderazgo personalista. Ahora son explotadas por el régimen de Nicolás Maduro, que continúa promoviendo la polarización, la exclusión y el extremismo.

Desde el liderazgo político y social, tenemos la tarea histórica de lograr el encuentro de los venezolanos que constituyen esta realidad diversa. No solo para sacar del poder al actual régimen dictatorial, sino para enfrentar las emergencias de lo inmediato y sentar las bases indispensables, de convivencia y solidaridad, a partir de las cuales reedificar nuestra nación.

Esta ha sido nuestra creencia fundamental en proyectos como Alimenta la Solidaridad, en los que hemos obtenido logros en el alivio a problemas tan graves como el de la crisis de alimentos, trabajando con miembros de las comunidades directamente afectadas, y estableciendo redes de apoyo con organizaciones, grupos, aliados y voluntarios.

La misma creencia ha guiado el establecimiento de programas de liderazgo local que no solo dan herramientas y apoyan a los dirigentes de distintas comunidades, sino que también buscan articularlos entre sí. En días pasados logramos experiencias exitosas en este sentido en la reunión de líderes de La Vega, en el Municipio Libertador, en el que se llegaron a acuerdos y alianzas entre diversos representantes de las comunidades para enfrentar problemas comunes.

En estos proyectos participan vecinos y grupos con diversas tendencias y asociados a partidos políticos distintos e incluso opuestos al nuestro. La transparencia de nuestras acciones, la generación sincera de espacios de encuentro, y la claridad de objetivos sobre necesidades coincidentes, permiten el establecimiento de una base de trabajo compartido.

La inclusión del llamado chavismo traicionado y desencantado (fuera y dentro de la estructura del poder), será un factor determinante para el éxito de cualquier proyecto de cambio en el país. Se debe lograr la integración efectiva, sincera y conciliatoria, de los venezolanos del chavismo que rechazan las dinámicas de dependencia, control y opresión que, como los CLAPs o el carnet de la patria, han sido impuestos por el régimen madurista.

Quienes vieron en el liderazgo de Hugo Chávez la oportunidad de lograr cambios sociales o el reconocimiento a sus necesidades, se ven ahora desconocidos y hostigados por un régimen que ha decidido mantenerse de forma violenta en el poder, a costa de las penurias del mismo pueblo que dice defender y representar.

Los años de polarización han dejado un saldo de heridas y agravios que no pueden seguir reproduciéndose. Esto significaría la profundización del malestar que hoy nos acosa y continuar la destrucción de vínculos de convivencia, vitales e indispensables para la existencia y el bienestar de cualquier sociedad.

El reencuentro de los venezolanos debe darse asumiendo y enmendando las faltas del pasado, reconciliando visiones divergentes y abandonando las vías de la imposición o la resolución violenta. En un contexto en el que los objetivos sean la solución de problemas y necesidades afines, y la materialización conjunta de proyectos inclusivos, justos y de bienestar para todos.

En las actuales condiciones de imposición de un modelo dictatorial, la sociedad debe responder generando condiciones para una transición de vuelta a democracia y el establecimiento de un plan de acción nacional para el rescate del país. Tareas de gran envergadura, posibles solo con la participación y el compromiso de todos.

La unidad y el encuentro nacional deben ser consideradas en su justo valor e importancia por el país diverso que padece la tragedia de la crisis. No como aspiración, ideal abstracto o recurso inmediatista, sino como condición y base indispensable para lograr el cambio y la transformación.

Nos encontramos en un momento crucial en el que debemos abrir la puerta al otro. Sólo juntos podemos enfrentar la inmensa escala y complejidad de la crisis que hoy nos sacude, y solo juntos podemos construir los puentes hacia el futuro y el bienestar común que estamos necesitando.

 

@RobertoPatino

Coordinador de Movimiento Mi convive

¿Hasta cuándo?, por Gonzalo Himiob Santomé

 

El señor que me antecede en el automercado, apoyado en un bastón, delgado y de evidente origen humilde, le muestra su número al charcutero, que de inmediato y con desgana le pregunta qué desea.

El señor quiere primero ochenta gramos de jamón, pero no de cualquier jamón. Le pregunta al joven cuáles tiene y el muchacho le muestra los dos o tres que, de distintas marcas, tiene a su disposición, pero la pregunta no tiene que ver con las opciones, sino con el precio. El charcutero le dice cuánto vale el kilo de cada uno, y el señor le responde que antes de decidir le gustaría probarlos. La solicitud no le hace gracia al muchacho, pero no le queda más opción que complacer al caballero, corta unas lonjas de cada uno y se las ofrece al caballero, que las prueba. Al final daba igual, tras probarlos todos elige el más barato, no sin antes pedirle al joven que lo rebane para él lo más delgado que pueda.

El método se repitió con un dudoso “queso tipo paisa”, y también con la mortadela, ya que el precio del salchichón, en cualquiera de las versiones disponibles, era demasiado alto para el señor. De todos modos, también las probó. El automercado estaba casi vacío, de personas y de alimentos, pero al lado del señor, una joven que también esperaba su turno y yo mirábamos la escena. La joven, más suspicaz que yo, quizás movida a ello por la impaciencia, suelta un comentario en voz baja sobre la “viveza” del anciano. “Hecho el loco –dice para sí misma y para todos los presentes- se ha comido media charcutería”. El señor la escucha, pero no dice nada en ese momento.

El caballero recibe por fin las breves bandejas de lo que ha pedido y se dispone a marcharse a pagar. Da dos pasos en dirección a las cajas del automercado, pero de pronto se detiene. Ya han comenzado a atenderme a mí y por un instante pienso que es que se le olvido algo, pero no es así.

“Señorita, –le dice a la joven que venía después de mí, con los ojos aguados, pero con toda la dignidad que le dan sus años- además de un café esta mañana, esto es lo único que he comido hoy. Lo que me llevo es para mis nietos, pues en su casa la están pasando muy mal. Discúlpeme si la ofendí”.

La joven se queda entonces en silencio y yo siento como si me hubiesen dado un golpe en el estómago. No hay mucho más que decir. El señor nos da las buenas tardes y se marcha. El charcutero me atiende y me ocupo de mis asuntos, pero noto que la muchacha no puede levantar a mirada del piso. Está evidentemente avergonzada. Quizás piensa en sus padres, o en sus abuelos, y los identifica con el señor que se acaba de ir, o en los hijos de algún conocido suyo que también, como millones de ciudadanos, “la están pasando muy mal” en este país.

Estaba ya por irme cuando un sordo tumulto se escuchó a unos pocos metros. Desde algún lugar los empleados del automercado habían sacado algunas cajas de margarina que se venderá a precio regulado. Las colocan estratégicamente en una de las esquinas más alejadas de la entrada del establecimiento y, de la nada, aparecen dos policías para custodiarlas como si se tratase de lingotes de oro. Razón no les faltaba, no habían transcurrido más de unos cinco minutos cuando una horda de personas llegó al sitio a disputárselas como si en ello se les fuera la vida.

“Solo tres por persona”, se escucha de manera intermitente en las cajas del automercado, y eso no hace más que empeorarlo todo. Llamadas van y vienen y llegan más personas al lugar y la fila que se hace agota rápidamente la existencia. Más tardaron los empleados en sacar que las cajas que la gente en vaciarlas. Los policías igual se quedan allí (cada uno con tres margarinas que les han apartado) custodiando ahora unas cajas vacías que algunos ven con tristeza, porque llegaron tarde, y otros con rabia contenida, por la misma razón. Mientras hago mi cola para pagar el queso que fui a comprar, en la caja de al lado estalla una trifulca. Un sujeto que cargaba al menos doce margarinas saca cuatro cédulas, la suya y tres más, y con ellas se dispone a justificar que lleva más de las tres permitidas. Balbucea algunas excusas poco creíbles sobre “su familia” que lo “está esperando afuera”, pero nadie le cree. Igual él no se mueve de su puesto, y la gente empieza a gritarle improperios que es mejor no repetir acá. No pude ver el desenlace, pero la cosa pintaba muy mal para el sujeto. A la violencia no la afecta la escasez.

Salgo del automercado hacia mi casa. Ando en moto y no tuve que pagar estacionamiento –igual no hubiera podido, pues efectivo no tengo- pero a menos de una cuadra, como si lo vivido no fuese ya suficiente causa de tristeza, me encuentro con el anciano de la charcutería sentado en una acera, cabizbajo, con una mujer policía al lado haciendo no sé cuál llamado por la radio.

“¿Qué le pasó maestro?”, le pregunto, tras detenerme.

Sus ojos ya han perdido la dignidad, a esta la ha sustituido una ira tan intensa que, no obstante sus años y su debilidad física, intimida.

“Me robaron”, responde, lacónico.

No le quitaron la cartera, y celular no tenía. Le quitaron el jamón, el queso, la mortadela. El bastón, me imagino, se lo rompieron cuando trató de defenderse. Yacía roto en dos pedazos a sus pies.

La mujer policía me vio con cara de pocos amigos, como si yo hubiese sido parte del atraco. No me ayudaba el hecho de que tenía colgada en una mis muñecas la bolsa con el queso que había comprado. Le preguntó al señor si me reconocía y él le dijo que sí. La mujer puso su mano en la funda de su pistola. Me asusté. Gracias a Dios el anciano de inmediato se dio cuenta de la confusión y le aclaró que yo no había sido el que lo robó, que me había visto en el automercado, que lo habían atracado dos muchachitos que habían salido corriendo.

“Circule”, me dijo entonces la funcionaria.

Le pregunté al señor si quería que le llamara a alguien, pero me respondió que no se sabía el número de su hijo. Le ofrecí el queso que había comprado, pero no lo aceptó. “Circule”, me repitió la policía, de nuevo con la mano sobre su pistola. No podía hacer más y me marché, pero la ira del anciano se quedó en mí. No reconozco a mi país. No puedo creer lo bajo que hemos caído ni que, mientras todo esto pasa, todavía existan personas a las que no les importe nada más que quedarse, o llegar, “como sea”, al poder.

Solo dos palabras, hechas pregunta, me repetí como una homilía hasta que llegué a mi casa:

“¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?”.

 

@HimiobSantome

Desnutrición infantil en Venezuela puede alcanzar en 25 %

Susana Rafalli, asesora de la Organización Caritas de Venezuela, advirtió sobre la “grave” crisis alimentaria que vive el país. Enfatizó que si el Gobierno no acepta la ayuda humanitaria de otros países, para finales del 2018 el nivel de desnutrición infantil en el territorio nacional alcanzará el 25 por ciento. “Llegar a un 15 por ciento de desnutrición, según la Organización Mundial de la Salud, ya es un problema de salud pública, muy serio, en términos de nutrición y esto es más grande de lo que el Ministerio de Salud podría manejar”.

En un trabajo publicado por el Diario La Verdad reseñan que la investigadora del Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (PROVEA), explicó que Caritas de Venezuela realizó un monitoreo en las parroquias más pobres del país y en comparación con los resultados arrojados a finales del 2016, del ocho por ciento, en el cierre del 2017 el nivel se duplicó en las parroquias más “urbanomarginales”.

“Tenemos dos estados donde el índice es más alto. Zulia es uno, en varias parroquias que recorrimos de Maracaibo, se calcula un 20 por ciento, pero esto no es representativo de todo el estado o estados de Venezuela, si no de la población más pobre. Esto nos impulsa a buscar mecanismos que mitiguen esta situación”

Afirmó que la desnutrición en menores es cada vez más severa y aguda en niños más pequeños. “El año pasado recuperamos alrededor de tres mil 400 niños, como una acción humanitaria oportuna, pero este año la dificultad para de lograr mitigar los niveles de desnutrición empeora. Las reservas de suplementos nutricionales no alcanzarán para cubrir la demanda nacional de los pequeños”. Acotó que si el Gobierno hiciera una alianza con Caritas y otras fundaciones, se podría albergar un número mayor de niños recuperados.

La nutricionista comentó que el estado tiene sus propias cifras en cuanto a cantidad de niños enfermos o muertos por desnutrición y que saben que hay una problemática muy sería en el país. “Procesamos los primeros datos de este año. Ya de varios hospitales en todo el país nos llegan cifras alarmantes de niños muertos por desnutrición. En un solo estado pueden morir 48 por falta de alimentos. Con la cantidad de gente que esto afecta, necesitamos una alianza con el Estado. El Gobierno tiene que aceptar la ayuda humanitaria de los otros países”.

 

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Venezolanos que viven la crisis humanitaria muestran su realidad en videos de 360 grados

 

 

Millones de venezolanos sufren diariamente las consecuencias de la crisis humanitaria en el país. Una realidad que lleva a muchos a tener que buscar comida en la basura, recolectar cartón para sobrevivir, o entrar a aguas negras para buscar pedazos de oro. Estas son algunas de las realidades que capturó en 360 grados el equipo de la ONG Redes Ayuda.

Con una cámara GoPro y la disposición de sensibilizar a las personas ajenas a la situación que atraviesa Venezuela, los miembros de la organización no gubernamental se acercaron a diferentes personas con la petición de que por unos momentos, compartieran su vida con el mundo. «Los hicimos en 360 grados para que la gente pueda entender la magnitud de la crisis que se esta viviendo», comentó el director de la ONG, Melanio Escobar.

De la idea resultaron 8 videos que están publicados en el canal de YouTube de Redes Ayuda. También fueron presentados en el Internet Freedom Festival realizado en la ciudad de Valencia, España, entre el 6 y 10 de marzo.

Al reproducirlos, el usuario puede deslizar la imagen hacia cualquier dirección para observar distintos ángulos de la grabación.

«Estas son personas sin rostro que nos la encontramos en todos lados todos los días. Nos acercamos a ellos para ver si podrían retratar la realidad que viven».

Escobar asegura que todas las personas que abordaron para el proyecto expresaron sentirse ofendidos por las declaraciones del presidente Nicolás Maduro en que niega que exista una emergencia humanitaria en el país. «El Estado mantiene la pretensión de que la gente no come de la basura cuando la realidad es otra y aquí la presentamos».

Es la realidad que vive un joven de 23 años, que decide sacrificarse para poder alimentar a su esposa embarazada y a su hijo de 4 años.

“Tengo 23 años, un trabajo estable y una familia que mantener. Me esfuerzo para que mi hijo de 4 años y mi esposa embarazada puedan alimentarse. Como de la basura desde hace meses, me avergüenza, es indignante, nunca me imaginé tener que vivir esta situación. Revisar bolsas con desechos y comer desperdicios al salir del trabajo se ha convertido en mi rutina, lo hago por necesidad, nadie debería vivir así. Le digo a mi esposa que en el trabajo me alimentan, para que no sospeche sobre el sacrificio que debo hacer. Espero nunca sepan que hago esto.”

 

La violación del derecho al acceso a la alimentación fue uno de los temas que abordan los videos 360. Los supermercados que muestran el otro lado de la realidad venezolana fueron escogidos de distintas zonas de la ciudad y corresponden a distintas clases sociales –alta, media y baja–, pero todos comparten un mismo aspecto: sus anaqueles vacíos. Escobar explica que la escasez de alimentos no ha sido caracterizada por clase social, sino que es algo que viven todos los venezolanos, y sus videos lo comprueban.

Otro de los testimonios registrados en cámara es el de un minero del río Guaire, un «nuevo oficio» al que cada día recurren más personas en la capital venezolana para conseguir dinero. «Estas personas prefieren sumergirse en una cloaca para conseguir una pepita de oro a tener que trabajar en un empleo normal por un mes», indica Escobar, pues cada gramo de oro es valorado en casi cuatro millones de bolívares, un monto tres veces superior al salario mínimo.

El video, el único que no consta de formato 360 por motivos técnicos, muestra a un joven en la orilla del Guaire, el desagüe de desechos residuales más grande de Caracas.

“He conseguido de todo en el Guaire, una cosa más desagradable que otra. Unos días con más suerte que otros, hay semanas en las que no se gana nada. Me ha costado una que otra enfermedad pero me ayuda a llevar algo a mi familia, somos 12 en la casa”.

En el último minuto de la grabación, la suerte llega al joven en forma de un zarcillo de oro.

 

La presos políticos, y las malas condiciones en las que viven los presos venezolanos, ocupa otro de los videos que Redes Ayuda realizó durante un foro, en donde simularon una celda policial con medidas de «3 x 2 metros», donde normalmente un privado de libertad pasa sus días junto a 20 ó 30 apresados más. Las paredes de la celda llevan los nombres de más de 200 apresados injustamente.

«Una cara representa a cada preso, no solo los políticos, sino los presos comunes también. Es una muestra del hacinamiento que se vive en las cárceles».

Puedes ver todos los videos en la lista de reproducción que preparó Redes Ayuda en su canal de YouTube a través de este enlace.