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Gustavo Azócar

Bolívar: ¿Traidor a la patria por pedir ayuda extranjera?, por Gustavo Azócar Alcalá

Una tumba, en el cementerio del barrio Guiri Guire de Juan Griego, en la isla de Margarita, mantiene desde hace 199 años los restos mortales de un personaje que, desde el más allá, debe estar revolcándose de la risa cada vez que escucha a Diosdado Cabello o a cualquier otro dirigente del chavismo/madurismo, hablando de invasión extranjera y traición a la patria.

El personaje enterrado en tierras de Nueva Esparta, se llamaba James Towers English, hijo de un rico mercante irlandés, quien nació el 22 de febrero de 1782 en Dublín y fue uno de los casi 6 mil soldados extranjeros que entre 1817 y 1822 se enrolaron en el ejército de Simón Bolívar para contribuir con la liberación de cinco naciones de américa del sur que estaban en manos del imperio español. English era un teniente de caballería que al llegar a Venezuela fue nombrado capitán del primer regimiento de Húsares.

English llegó a tierras venezolanas en diciembre de 1817. Peleó con distinción en la batalla de Ortíz, el 26 de marzo de 1818. Fue ascendido a coronel y nombrado segundo al mando de la guardia de honor Británica. Su jefe era nada más y nada menos que uno de los grandes próceres de nuestra historia: el general Rafael Urdaneta. Su labor fue tan meritoria, que Bolívar ordenó que lo ascendieran a General de Brigada.

El chavismo/madurismo jamás hablará del coronel English. Tampoco le llevará flores a su tumba y mucho menos le rendirá honores. Si lo hicieran, tendrían que meterse la lengua donde no les llega el sol, porque al hacerlo, reconocerían que la independencia de Venezuela y otras cuatro naciones suramericanas, fue posible no solamente al genio militar de Bolívar, sino también, a la ayuda de 5.898 soldados ingleses, irlandeses, norteamericanos y alemanes que pelearon y dieron su vida en Carabobo, Boyacá, Ayacucho y muchas otras tantas batallas para que esta nación pudiera declararse libre y soberana.

Hace unas pocas semanas atrás, el presidente de la ilegal y fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, anunció que esa instancia se encuentra estudiando la posibilidad de aprobar una Ley para castigar a quienes llamó “traidores a la Patria”. Según Cabello, quienes sean declarados como tal, “serán tratados como enemigos del pueblo, ya que sus acciones solo buscan desestabilizar al país”.

Cabello hizo una advertencia a todos los venezolanos que han solicitado ayuda extranjera para resolver la grave crisis de Venezuela: “Señores vende patria ruéguenle a Dios o a quien ustedes quieran que nunca nadie intente invadir esta tierra, porque los vende patria, los traidores a la patria serán tratados como enemigos del pueblo”.

El presidente de la ANC dijo que todos conocen quienes han sido las personas que tomaron la decisión de “traicionar a la patria”. En su opinión, los traidores a la patria son quienes han salido en búsqueda de una intervención extranjera y amenazó con que no se tendrá “piedad” con ellos. Es importante señalar aquí que, oficialmente, ninguna organización política ha solicitado, al menos no abiertamente, una “invasión militar extranjera” a Venezuela. Lo que sí se ha planteado, y lo ha hecho mucha gente, es una intervención humanitaria, la cual consiste, en la apertura de un canal para que puedan ingresar al país alimentos y medicinas para los enfermos.

Pero tal parece que para algunos dirigentes oficialistas, intervención humanitaria e intervención militar son la misma cosa. La dictadura está tan nerviosa que confunde ayuda humanitaria con invasión militar. Desde esa óptica, todo el que solicite la apertura de un canal humanitario podría ser considerado un traidor a la patria.

Por eso es muy importante aclarar a Diosdado Cabello, o a cualquier otro dirigente del chavismo/madurismo, que solicitar ayuda a la comunidad internacional para lograr la libertad de Venezuela no es traición a la patria. Si fuera así, el primer gran traidor sería nuestro libertador Simón Bolívar, quien como es bien sabido, viajó a Londres, Inglaterra, el 30 de junio de 1810, junto con Luis López Méndez y Andrés Bello, a buscar armas, barcos y soldados para poder llevar a cabo la lucha por la independencia de cinco naciones suramericanas que estaban sometidas por el reino de España.

Esa es la parte de la historia de Venezuela que no le agrada mucho a los chavistas/maduristas: Bolívar, el libertador, el hombre en cuyo nombre se bautizó la revolución socialista que se instauró en este país desde 1999, y cuyo pensamiento sirve como arma de propaganda al gobierno revolucionario que comenzó Hugo Chávez y que continuó Nicolás Maduro, necesitó la ayuda de soldados ingleses, irlandeses, norteamericanos y alemanes para poder ganar las batallas que permitieron conquistar nuestra independencia y libertad.

¿A quién se le ocurriría en este momento decir que Bolívar fue un traidor a la patria por buscar ayuda extranjera para liberar a su pueblo entre 1817 y 1822? Y si la conclusión es que Bolívar no fue un traidor a la patria, ¿Por qué razón han de ser traidores a la patria quienes en 2018 buscan ansiosamente la misma ayuda internacional?

Con toda seguridad, hay muchos revolucionaros y socialistas que no saben que entre 1817 y 1822 operó en Venezuela lo que se conoció como la Legión Británica, un grupo de voluntarios extranjeros, que formaron unidades militares para luchar bajo el mando del general Simón Bolívar en la guerra de independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia.

La legión británica estaba integrada por centenares de soldados y oficiales voluntarios de Inglaterra, Escocia e Irlanda, los cuales se unieron a las fuerzas patriotas y contribuyeron enormemente a la causa republicana. La mayoría de los hombres que vinieron a luchar a estas tierras lo hicieron porque estaban desempleados y con problemas económicos en su respectivos países. Aquí les ofrecieron muy buena paga y reconocimiento a sus méritos militares y no lo pensaron dos veces.

Bolívar buscó en Europa oficiales con experiencia en el adiestramiento de tropas y en el campo de batalla para el objetivo que se buscaba: ganar la guerra. Fue así como entre 1817 y 1822, desde los puertos de Inglaterra partieron alrededor de seis mil hombres en aproximadamente 53 naves, en expediciones destinadas a brindar apoyo a la causa independentista de suramérica. Del enorme contingente de viajeros, unos cinco mil trescientos eran soldados veteranos del Reino Unido, Irlanda, y alemanes al servicio de Inglaterra.

El responsable del reclutamiento de los voluntarios en Londres fue el venezolano Luis López Méndez, exiliado en Inglaterra, quien fue el encargado de atraer militares voluntarios utilizando toda clase de mecanismos propagandísticos y diplomáticos. Ofreció remuneraciones económicas, grados militares suplementarios y tierras fértiles para quien quisiera enrolarse en tan lejana aventura. López Méndez y Andrés Bello permanecieron en Londres gestionando todo tipo de apoyo institucional además del suministro de insumos y material de guerra para la independencia de Venezuela y la Nueva Granada.

López Méndez contrató a mercenarios europeos en su mayoría británicos y alemanes veteranos de las guerras napoleónicas. Su labor fue tan importante, que Bolívar lo llamó: “el verdadero libertador de Colombia”. López llevó a cabo su misión en medio de grandes dificultades. El Estado naciente de Venezuela no le daba apoyo económico ni información necesaria para llevar a cabo su trabajo, y por si eso fuera poco, el gobierno británico no lo terminaba de reconocer como embajador por su alianza con España. Incluso tuvo que padecer prisión por las deudas que adquirió.

Las llamadas Legiones Británicas formaron una parte importante del ejército de Bolívar, quien las acreditó en la batalla de Boyacá, proclamando que “esos soldados liberadores son los hombres que merecen estos laureles”, y en la batalla de Carabobo donde los describió como “los Salvadores de mi Nación”. En Angostura, Simón Bolívar incluyó a la Legión Británica en la fuerza que debía acompañarlo durante la campaña libertadora de Nueva Granada.

De acuerdo con las cifras suministradas por el coronel Guillermo Plazas Olarte, a las costas venezolanas llegaron en seis expediciones extranjeras, entre 1817 y 1819, un total de 5.808 soldados.

En 1819, el coronel James English, muerto y enterrado en la isla de Margarita, reclutó en Inglaterra 1.200 soldados que se encontraban a medio sueldo y que habían pertenecido al ejército de ocupación en Bélgica y Francia. El coronel Strenowitz, junto con López Méndez, reclutaron en Bruselas a un grupo de 300 hombres que llegaron a las Guyanas. El general John Dévereux, comisionado por Bolívar, llegó con seis buques cargados con 1.729 soldados desde Liverpool y Dublín.

El Coronel Gustavus Hippisley llegó en un barco con 720 soldados; el coronel Elson llegó con 572 soldados; el general Mac Gregor llegó con 600 soldados; el coronel Mecceroni vino con 300 soldados; el coronel Ferms llegó con 250 hombres; y el coronel James Rooke, quien es considerado un héroe en Colombia, llegó con 200 hombres. En total, llegaron a tierras venezolanas entre 5.800 y 6.000 soldados y oficiales extranjeros a luchar por la causa independentista. Todos bajos las órdenes de Simón Bolívar. Eso fue mucho más que una ayuda humanitaria. Fue una ayuda militar extranjera para derrotar a otra fuerza militar extranjera (el ejército realista) que se había apoderado de Venezuela mediante el uso de la fuerza bruta.

¿Qué habría ocurrido si Bolívar no se empeña en traer a esos casi 6 mil soldados extranjeros para que lo acompañaran a librar las duras batallas contra las fuerzas realistas? Muy simple: habría perdido la guerra. Verbigracia: entre 1817 y 1822, la ayuda extranjera, tan odiada por los pseudo revolucionarios y bolivarianos que nos mal gobiernan desde 1999 hasta nuestros días, hizo posible la libertad de Venezuela hace 200 años. ¿Por qué no puede ocurrir lo mismo hoy día?

En mayo de 1817, James Towers English, el irlandés enterrado en Juan Griego, se entrevistó con Luis López Méndez, el representante de Bolívar en Londres. En mayo de 1818, firmó un contrato con el gobierno patriota para reclutar y equipar una fuerza británica de más de 1000 hombres, los cuales zarparon durante los siguientes meses y llegaron a las costas de Margarita con una sola misión: liberar a Venezuela y a la Nueva Granada. English fue nombrado general de brigada y le fue dado el comando de todos los soldados extranjeros. Luchó al lado del general Rafael Urdaneta y de acuerdo con algunos historiadores, rescató al general José Antonio Páez, cuando en pleno campo de batalla sufrió un ataque de epilepsia.

English fue herido en el campo de batalla. Se retiró a la isla de Margarita donde murió enfermo de fiebre amarilla y fue enterrado en el cementerio que queda en el barrio Guiri Guire frente a Juan Griego. La tumba del coronel English en Margarita tiene una lápida en la que se lee textualmente: “Aquí yacen los restos del general de Brigada James Tower English, expedicionario inglés, quien falleció el 19 de septiembre de 1819 al servicio de la independencia de Venezuela”.

Doscientos años después, todo parece indicar que los venezolanos necesitamos, una vez más, la ayuda de muchos James Towers English para recuperar nuevamente nuestra independencia y nuestra libertad. Como lo hizo el Libertador entre 1817 y 1819, en el 2018 invocamos con urgencia la ayuda humanitaria extranjera para derrotar a la dictadura y a los ejércitos extranjeros de Cuba, Rusia, China, Hezbollah, las Farc y el ELN que se han apoderado de Venezuela. Y eso, no es traición a la patria. Sino pregúntenle a Bolívar.

San Cristóbal, 23 de julio de 2018

Esta es la ruta para sacar al hijo de Tuta por Gustavo Azócar

ruta

Comienzo estas líneas con una declaración de principios: no soy Caprilista. Ni Leopoldista. Ni Madurista. Ni Ramosallupista. Ni Mariacorinista. Ni Ledezmista. Soy venezolano y punto. Soy demócrata a carta cabal. No soy de quienes hablan de democracia de la boca para afuera. No soy anti partido. Tampoco soy anti MUD. Milité en una organización política hasta el año 2013. Actualmente soy independiente y eso me permite, entre otras cosas, poder criticar, como lo he hecho, al desastroso y corrupto gobierno de Nicolás Maduro, pero también a quienes lo quieren sustituir en el poder.

Aunque suene un poco chocante, la aclaratoria inicial es absolutamente necesaria, porque en la Venezuela que estamos viviendo, hay quienes parecieran tener la muy mala costumbre de ubicar a todo aquel que emita una opinión contraria a la suya, dentro de una facción, una parcela, o un “ismo” que lo marque para siempre.  El reduccionismo ha hecho que algunos sectores de la sociedad venezolana desprecien las ideas y las propuestas de otros por el simple hecho de que uno no está alineado con la corriente interna de algún líder o de alguna organización político partidista. Así vemos por ejemplo, que alguna gente no está de acuerdo con el Referendo Revocatorio porque supuestamente esa es la propuesta de Capriles. Hay quienes desestiman la renuncia, porque esa es la idea de María Corina. Otros no quieren la enmienda porque es el planteamiento de Andrés Velásquez. Y no falta quien reniegue de la Constituyente, porque esa fue una idea de Leopoldo. Es muy doloroso decirlo, pero es completamente cierto: tenemos 17 años llevando golpes propinados por la revolución socialista y todavía no hemos aprendido por completo la lección.

¿Quieren una prueba fehaciente de que seguimos sin aprender la lección? A las pruebas me remito: la Mesa de la Unidad Democrática anunció recientemente que adoptará casi todos los mecanismos propuestos por los diferentes partidos políticos para buscar la salida del poder de Nicolás Maduro. Eso quiere decir que los esfuerzos de todas las organizaciones políticas no estarán concentrados en un solo mecanismo, sino en todos: protestas de calle, solicitud de renuncia, enmienda constitucional y referendo revocatorio. La MUD no lo ha dicho públicamente, pero no hace falta ser un destacado científico de la NASA para saber qué ha ocurrido: no hay acuerdo entre los diferentes partidos para escoger una sola vía. Y como no hay consenso, porque cada partido está convencido de que su propuesta es la mejor, la MUD ha tomado una decisión salomónica: hagamos todo al mismo tiempo.

Eso quiere decir que haremos marchas, contra marchas, cacerolazos, protestas de calle, pediremos la renuncia, aprobaremos la enmienda en la AN, recogeremos firmas para el revocatorio y si nos queda algún chance, también buscaremos una junta médica para que declare que Maduro está loco. Aclaro: no tengo ningún problema con las acciones de calle. He participado en el 99% de las marchas que han sido convocadas, primero contra Chávez y ahora contra Maduro. Marchar es un derecho y un deber. Protestar y exigir nuestros derechos es una obligación. Pero no nos llamemos a engaños: Maduro no caerá con una marcha. Veamos lo que acaba de pasar el 6D. La Asamblea Nacional roja rojita presidida por Diosdado no se acabó con una marcha. Se acabó gracias a 7 millones y medio de venezolanos que salieron a votar y derrotaron al miedo. Es muy bueno ir a marchar. Pero es mucho más efectivo salir a votar.

La MUD aprobó dentro de su hoja de ruta, solicitar la renuncia de Maduro porque hay dirigentes que están convencidos que Nicolás va a renunciar tan pronto se lo pidan los militares como lo hicieron con Chávez en el 2002. A quienes creen que Maduro va a renunciar les digo, con todo respeto, lo siguiente: 1) asegúrense de que no haga la carta de renuncia a mano y con tachones. 2) Cerciórense de que a su lado no esté Lucas Rincón, para que no nos vuelva a echar el cuento del galló pelón con aquello de que se le solicitó y la  cual aceptó. Y 3) procuren que ese día no haya otro Baduel que lo quiera regresar al poder 48 horas después.

En lo que a mí respecta, no veo a los generales al mando de Padrino López dispuestos a regresar a Nicolás al poder dos días después que este renuncie, como hicieron con Chávez en el mes de abril de 2002. Me disculpan: yo lo que veo es a un grupo de generales queriéndose quedar con el coroto para evitar que los metan en la cárcel acusados de narcotraficantes y violadores de los derechos humanos. Lo digo con absoluta responsabilidad: si los civiles no resolvemos la crisis política que vive Venezuela, utilizando para ello los mecanismos dispuestos en la Constitución, los militares podrían quedarse con el poder. Y eso sí que sería una tragedia.

Creo haber escrito hace un par de semanas fijando mi posición sobre la que considero es la mejor ruta para sacar al hijo de Tuta: el referendo revocatorio. No soy abogado, pero considero que el mecanismo establecido en el artículo 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es la única vía que no requiere la opinión, ni mucho menos la intervención del Tribunal Supremo de Justicia, ni de esa suerte de Darth Vader en que se ha convertido la Sala Constitucional. El referendo es cierto, puede ser el camino más largo, pero nadie puede negar que es el más seguro. Esa es otra gran lección que debemos aprender los venezolanos: hay que acabar con la visión de corto plazo. Ya basta de estar buscando “trochas” y caminos “verde oliva” para salir de esta crisis.

El camino culebrero del Referendo Revocatorio ya lo transitamos en 2004. Ya conocemos las curvas, los baches, los huecos, los desvíos y hasta los policías acostados que hay en esa vía. Ya sabemos qué hacer si nos piden firmar, reafirmar y pare usted de contar. La Asamblea Nacional inició la reforma a la Ley Orgánica de Referendos para hacer mucho más viable esta iniciativa popular y algo muy importante: para proteger a las personas que firmen y hagan la solicitud, lo cual garantiza que nunca más volverá a existir una lista Tascón.

Soy de quienes cree que a los venezolanos hay que decirle la verdad: el problema de Venezuela no se resuelve única y exclusivamente con sacar a Maduro. Nicolás es tan sólo una parte del problema. Hay que acabar con el gobierno de Maduro, pero mucho más que eso, hay que acabar con el modelo económico y político implantado en el país por Hugo Chávez desde 1999. Pero acabar con este modelo comunista, totalitario, retrógrado y corrupto será todo un proceso. Ese proceso implica, necesariamente, llevar a cabo al menos cuatro procesos electorales en los próximos años.

Primero: un referendo revocatorio, que permitirá salir democrática y constitucionalmente de Maduro y su combo. Para eso necesitamos inicialmente 4 millones de firmas y luego, 7 millones 500 mil votos. No tengo dudas de que tenemos las firmas y también los votos para lograr ese objetivo. Segundo: una vez que se haga el referendo y saquemos a Maduro con un chorro de votos, tendremos que ir a unas elecciones presidenciales para escoger al hombre o a la mujer que se encargará de llevar las riendas del proceso de reconstrucción y reinstitucionalización del país. Pero antes de eso tendremos que ir a unas primarias para escoger a un candidato unitario que represente a la Venezuela democrática. Tercero: inevitablemente habrá que ir a una Asamblea Nacional Constituyente para acabar con ese TSJ que se ha querido convertir en un “supra poder” y cuyos magistrados pretenden gobernar a 30 millones de venezolanos sin que nadie haya votado por ellos. La ANC también permitirá reinstitucionalizar a la Fuerza Armada Venezolana, regresando a los militares a sus cuarteles y convirtiéndolas en lo que siempre han debido ser: un brazo al servicio de los sagrados intereses del país y no un partido político ideologizado al servicio de la revolución.

Como puede observarse, la solución a la grave crisis política y económica que vive el país no se va a conseguir en una semana. Tampoco en un mes. Acabar con el gobierno de Maduro y con el denominado Socialismo del Siglo XXI es un proceso largo, complicado, difícil y lleno de obstáculos. Un liderazgo político serio y responsable, está obligado a hablarle claro al país. Hay que decir la verdad. No hay soluciones mágicas. No hay salidas a la vuelta de la esquina. Lo ideal es que nos organicemos, nos preparemos y trabajemos todos juntos por un solo camino, por una sola vía, sin desperdiciar tiempo ni esfuerzos en acciones innecesarias que lo único que hacen es darle oxígeno al oficialismo. Necesitamos una hoja de ruta que anteponga los intereses del país a los intereses personales y partidistas. Aquí no nos estamos jugando una candidatura presidencial. Nos estamos jugando el futuro de Venezuela.

@GustavoAzocarA

«La relación Cuba-EE.UU. no ha restado presencia cubana en Venezuela»

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La normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos no ha llevado a una reducción de la presencia cubana en Venezuela, según advierte Gustavo Azócar, periodista venezolano que acaba de publicar «Disparen a matar», un libro sobre el adoctrinamiento ideológico de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana que entre otras denuncias señala el grado de implicación de Cuba en ese«lavado y planchado de cerebro», como él lo define. Uno de sus capítulos ya fue avanzado en ABC.

A pesar de lo que pudiera pensarse por el acercamiento entre La Habana y Washington, «lo cierto es que la presencia cubana en Venezuela no ha disminuido, sino que ha aumentado», afirma Azócar en conversación telefónica desde Venezuela, donde hasta diez editores se han negado a publicar su libro por temor a represalias gubernamentales. Dada la creciente precariedad política y económica del Gobierno de Nicolás Maduro, argumenta el periodista, Cuba debe emplearse más a fondo para sostener al chavismo. «Solo puede seguir adelante por el apoyo de la inteligencia cubana y por cúpula militar ideologizada por los cubanos», asevera.

Las informaciones contenidas en «Disparen a matar» proceden en gran medida de los manuales o guías de estudio que se utilizan en la Universidad Militar Bolivariana de Venezuela. Ese centro fue creado en 2010, integrando diversas instituciones educativas de las fuerzas armadas e incorporando también algunos docentes cubanos, «con el objetivo de acelerar el adoctrinamiento de los militares venezolanos», añade Azócar. Asegura, siguiendo testimonios de alumnos que han pasado por las clases de la Universidad Militar, que allí se les dice que deben «estar dispuestos a matar a todo el que se oponga a la implantación del Socialismo del Siglo XXI», como el chavismo bautizó su proyecto político.

Entre los extractos de los documentos revelados en el libro están los relativos a la misión y funcionamiento de la Milicia Bolivariana, concebida como «un ejército dentro del ejército» y con la meta de llegar a un millón de milicianos. Los manuales reclaman que los integrantes de la Milicia estén dispuestos a actuar de forma inmediata cuando se les llame a la acción. En caso de que no hayan sido armados debidamente, «pueden utilizar también armas blancas y todas aquellas de fabricación casera que los milicianos con su ingenio sean capaces de fabricar y puedan obtener».

Combatientes en las empresas

El chavismo también ha creado un cuerpo de combatientes en las empresas para tomar su control en caso necesario. Los textos presentan a esos «trabajadores de empresas públicas y privadas como garantía de que se mantengan funcionando ante cualquier situación de adversidad».

Azócar advierte que todas esas fuerzas no regulares, junto con las fuerzas armadas, saldrían a la calle en defensa de la herencia política de Chávez en caso de que el Partido Socialista Unido de Venezuelaperdiera las legislativas del 6 de diciembre. «Maduro ya ha dicho que si el Gobierno pierde las elecciones hay un plan para salir a la calle para defender la revolución».