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Carlos Dorado Ene 14, 2018 | Actualizado hace 6 años
¡Sin comentarios! por Carlos Dorado

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Durante estos recientes días navideños y de año nuevo, tuve la oportunidad de leer algunos libros. Uno que me gustó fue: “La sonrisa de Mandela”, de John Carlin, corresponsal en Sudáfrica del periódico inglés “Independent” durante los años 1990-1995.

Me hizo recordar la imagen de Nelson Mandela saliendo de la cárcel, el domingo 11 de febrero de 1990, con su puño en alto, tras 26 años en la prisión. Fue una foto que marcó el principio del fin de una de las tiranías más abominables de la historia contemporánea de la humanidad.

El último discurso que había pronunciado había sido en 1964, durante un juicio en el que se enfrentaba a una posible condena a muerte. En ese momento dijo:” He luchado contra la dominación blanca y la dominación negra, he acariciado el ideal de una sociedad democrática y libre donde todos los hombres convivan en armonía e igualdad de oportunidades. Se trata de un ideal por el que espero vivir y que aspiro ver hecho realidad”.

Desde el mismo momento en que salió de la cárcel, entendió que la solución de Sudáfrica tenía que pasar por la paz, por la reconciliación y por la tolerancia política; a sabiendas de que la responsabilidad final de la violencia no era únicamente del gobierno, la policía o el ejército, sino también de los blancos y de los negros.

En ese momento se hizo una pregunta: ¿Por qué nos peleamos? Y su respuesta fue: “Intentemos la reconciliación”. No era un fanático, ni siquiera un romántico, era una persona pragmática y sagaz que
estaba consciente de cuáles eran las alternativas. Sólo por citar la zona de Johannesburgo, más de diez mil personas murieron allí como resultado de la violencia política durante los cuatro años posteriores a su liberación.

Si no se le ponía fin, su pueblo se vería arrastrado a una espiral de guerra y venganza, y todo estaría perdido. Inició así, la cruzada del diálogo y la reconciliación, basado en que ninguno de los
que eran enemigos podía vencer al otro. Evitó una cruenta guerra civil, y construyó una democracia que permanece tan estable como sana en su esencia.

Hoy Sudáfrica es un país en el que se respetan las instituciones, donde hay libertad de expresión y prensa, un poder judicial independiente, unas elecciones libres, y una vida política que  no se define por la raza. ¡La alejó del abismo!

Quizás a él, le hubiese resultado más fácil soltar los perros de la guerra; pero logró a través del diálogo, que los blancos y los negros abandonaran sus impulsos de venganza y sus miedos. Le hizo pensar de forma diferente, se basó en su integridad, y en su coherencia entre los valores que exponía y su comportamiento en la vida.

Avalado por muchos años de cárcel sufrimientos y trabajos forzosos, Mandela poseía unos valores fijos: La justicia, la igualdad, y el respeto por todos. ¡El más pragmático de los idealistas!

Supo ser tan inteligente como virtuoso, tan astuto como audaz. Una victoria ganada a pulso, venciendo a sus demonios personales, a sus vengativos seguidores negros, al gobierno del apartheid instalado durante tres siglos, y a la belicosa y dictatorial extrema derecha.

Una vez que llegó a presidente, y aquí es donde radica su mayor grandeza, llegando a la cima de su vida, cubierto de gloria y grandeza y admirado por todo el mundo, concedió el regalo del perdón y logró la reconciliación, mientras insistía en que nunca se había visto a sí mismo como un Dios, y que su mayor virtud era que estaba consciente de sus muchos defectos.

¡Sin comentarios!

cdoradof@hotmail.com

Crímenes sin Castigo: ¿Una guerra civil?

protestas2014

 

La pregunta sobre si están dadas las condiciones para una conflagración interna en lo inmediato sigue gravitando en la opinión pública, a pesar de que la confrontación política de calle se ha desinflado

 

Javier Ignacio Mayorca

@javiermayorca

 

En la primera semana de agosto, el conocido diario The Telegraph de Londres se preguntaba si Venezuela estaba al borde de una guerra civil.

No había sido el primer medio internacional en plantear esa cuestión, ni sería el último. Uno piensa en guerras civiles y de inmediato vienen a la memoria las imágenes de matanzas terribles en Kosovo y países africanos como Ruanda y Somalia. Previamente, en Centroamérica, El Salvador y Nicaragua.

Si hacemos un ejercicio de abstracción, encontraremos que en todos estos países hubo por lo menos dos bandos en disputa armada por el control, parcial o total, de porciones de territorio, que a veces se extendían a toda la nación y otras a parcelas subnacionales que, como en el caso de los Balcanes, obedecían a esquemas fronterizos previos.

En el pasado reciente, por lo tanto, hemos visto el desarrollo de guerras civiles por razones étnicas, religiosas, políticas y por disputas nacionalistas, por citar algunas. Son tantas que resulta complicado establecer una definición sobre este tipo de conflicto. Gersovitz y Kriger, en un ensayo para la revista del Banco Mundial, aclararon que “no todos los países (con conflictos armados) van a compartir todas las dimensiones de la definición de la guerra civil”.

Más adelante, los investigadores establecieron que las guerras civiles son “conflictos violentos que ocurren adentro de un país, principalmente entre grupos grandes o numéricamente importantes de sus habitantes o ciudadanos por lograr el monopolio de la fuerza”.

Estos conflictos, además, tienen varias características:

-Tienen organización política;

-Son de larga escala, y

-Son sostenidos en el tiempo.

La confrontación que se manifestó con una fuerza inusitada entre los meses de abril y julio, a lo largo de más de seis mil manifestaciones de distinta magnitud que dejaron un saldo de más de 135 muertos, fue lo suficientemente notoria como para que mucha gente pensara que el país estaba al borde de un conflicto armado interno.

Sin embargo, tal y como refirió Moisés Naim, para que se pueda pensar siquiera en una guerra civil es necesaria la existencia de por lo menos dos bandos convenientemente armados. Pero la asimetría entre las molotov, los escudos de cartón y los morteros improvisados, con respecto a los sistemas de última generación adquiridos en China por el Gobierno desde 2012, son una evidencia clara de que nunca hubo la posibilidad de una guerra civil era remota.

Otros datos son reveladores del desbalance:

-Más del 90% de los muertos fueron manifestantes o personas que adversaban al Gobierno, víctimas de fuerzas policiales, militares o de colectivos armados;

-La llamada “resistencia” no tenía un mando político. Es más, en algunos momentos parecía antipolítica, al punto que llegó a rechazar casi con la misma vehemencia tanto a los representantes del chavismo/madurismo como a ciertos voceros de la oposición;

-Por último, todas las encuestas a las que se tuvo acceso en ese período revelaban que la mayoría de los manifestantes creía en una salida pacífica y electoral al conflicto político. Y esto eventualmente los llevó a deslindarse de los “guerreros de franela”. El Gobierno se dio cuenta rápidamente de esta división, y la explotó a conveniencia atacando los sectores blandos de la oposición, integrados por independientes que en algún momento simpatizaron con las manifestaciones, pero que luego dieron un paso atrás, al ser confrontados ante la posibilidad de sufrir altos costos por el hecho de expresar su descontento. Esto lo padecieron con especial crudeza los residentes de conjuntos en El Paraíso y La Candelaria.

En Venezuela, la progresión de los conflictos políticos fue estudiada en su momento por el general de división (retirado) Rafael Damiani, quien contribuyó a la elaboración de un manual de estudio para las escuelas de tropas de la Guardia Nacional.

Para Damiani, las guerras civiles son esencialmente el producto de una escalada de conflicto callejero que no es atajada a tiempo por las autoridades. Por lo tanto, hay indicadores sobre la aproximación de una guerra civil, entre ellos la repetición de actos terroristas y la extensión de actos vandálicos sobre largas porciones del territorio.

Por el contrario, el país ha presenciado desde agosto un conflicto político en descenso, por lo menos en su expresión callejera. Simultáneamente, la “paz” tan publicitada por la propaganda oficial es torpedeada por factores sociales y económicos de distinta índole: la parálisis del transporte público en Distrito Capital, Vargas y Zulia; los apagones en Zulia, Falcón, Bolívar y Miranda; la escasez de gasolina en todo el país; la carencia de efectivo y el colapso del sistema de pagos electrónicos; la destrucción de los servicios públicos, incluido el de telefonía; el hambre, la criminalidad en ascenso, la hiperinflación y las epidemias.

El Gobierno ha intentado manejar todos estos factores para cimentar su estrategia de dominación, para hacer de cada ciudadano un rehén. Esto pasa por romper cualquier nexo de solidaridad entre ellos, y por hacer que las lógicas de sobrevivencia sean para el venezolano más importantes que cualquier convencimiento en torno a la necesidad de un cambio político.

Al mismo tiempo, se ha producido una concentración del poder armado en el Gobierno y sus aliados, léase colectivos y ciertas bandas criminales que han llegado a ejercer control territorial en estados como Aragua, Apure, Sucre y Zulia, desde luego con la anuencia de factores locales y nacionales. Las que planteaban algún tipo de insurgencia criminal fueron diezmadas o domeñadas, por ahora.

La iniciativa de desarme gubernamental ha sido clave en la generación de asimetrías. Este plan ha sido totalmente inútil en lo que respecta a la disminución del uso de armas de fuego en los homicidios (86% en Zulia, 88% en Carabobo y 85% en todo el país), pero ha tenido un efecto devastador en cuanto al logro de transferencias de fusiles, pistolas, granadas y munición, hacia las estructuras criminales. No en balde, el fenómeno de las megabandas surgió durante la puesta en marcha del referido plan.

Venezuela está más cerca de La Habana y Pyongyang que de Pristina.

 

Breves

* La Fuerza Armada instruyó a las unidades emplazadas en las regiones llanera y andina para que retomen el patrullaje en torno a las unidades productoras de carne, así como la vigilancia a los traslados de ganado, ya sea en pie o beneficiado. Las quejas de los productores han sido consistentes en cuanto a que la acción de bandas cada vez más organizadas les impide trabajar, lo que ocasiona escasez de productos cárnicos en los centros de distribución y de consumo. De igual forma, los militares han diagnosticado que en la frontera entre Apure y el departamento de Arauca colombiano hay líneas de distribución de ganado que aprovechan las diferencias de precios de carne entre uno y otro país. En Colombia, la cotización es tres y hasta cuatro veces superior que la establecida por el Gobierno desde Caracas. Una consecuencia inmediata de este contrabando ha sido un supuesto brote de fiebre aftosa más allá de la frontera.

 

* A propósito del trabajo central de la entrega anterior (Resistencia a la autoridad), una fuente ministerial me puso al tanto de la siguiente situación: cuando se suman las cifras de homicidios y muertes por supuestos enfrentamientos con agentes policiales y militares, las estadísticas de este año ya sobrepasan las de 2016 en seis estados del país. El caso más dramático es Apure, donde las cifras de 2017 rebasan en 45% las del período pasado. Esto se relaciona con la situación descrita en el breve anterior. Pero aquí no se puede perder de vista que Apure era la retaguardia activa del frente 1 de las FARC, cuyos miembros siempre fueron renuentes a entregar las armas, pues perderían el control de un territorio clave para el paso de la droga procesada en los llanos orientales colombianos, e incluso en la frontera sur. Ahora, de acuerdo con un representante de los ganaderos de ese estado, los antiguos guerrilleros se han incorporado a bandas de cuatreros y extorsionadores, y otros más organizados han inscrito cooperativas de seguridad para prestar servicio de vigilancia a los hacendados.

 

* Los estados donde las curvas de homicidios de este año ya se cruzaron con las de 2016, además de Apure, son Barinas, Cojedes, Mérida, Yaracuy y Zulia. Hay además otras cinco entidades donde los totales de 2016 apenas son levemente mayores que los de este año. Son Aragua, Amazonas, Delta Amacuro, Falcón y Portuguesa. Pero se debe recordar que en Amazonas el Gobierno “desapareció” de sus estadísticas los 37 muertos a manos de policías y militares durante una irrupción en el retén policial de Puerto Ayacucho. Si esta masacre fuese tomada en cuenta, Amazonas estaría en el primer lote, y probablemente tendría la tasa de homicidios más elevada del país.

 

 El fotógrafo Jesús Medina no fue secuestrado. Por más que él mismo, en medio del estrés postraumático y la confusión, lo calificara de esa forma. Este episodio no tiene nada que ver con las características del secuestro extorsivo. La desaparición por más de cuarenta horas del trabajador del portal Dolar Today tiene muchas semejanzas con los casos de la periodista Nairobi Pinto (hoy bajo protección del gobierno canadiense) y del general de brigada retirado Ramón Lozada (hoy preso en Contrainteligencia Militar de Boleíta). Las investigaciones sobre el caso de Medina comenzaron gracias al escándalo público en la División de Personas Desaparecidas de la policía judicial. Hasta allí fue a declarar la periodista y amiga de la víctima Mildred Manrique. Pero inexplicablemente el expediente fue enviado después a la División Antiextorsión y Secuestros. Aún así, a los dos días de la reaparición de Medina, los pesquisas de Cicpc ya tenían una noción bien formada sobre lo que había sucedido. La inacción de los días posteriores también se parece demasiado a lo que sucedió con el militar retirado y la comunicadora, hace tres años. Entonces y ahora la intención fue enviar un mensaje. A Medina lo dejaron vivo ex profeso para que lo diera a conocer. No lo mataron pues la orden era dejarlo con vida.

Dilma Rousseff: Crisis en Venezuela puede terminar en una “carnicería”

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La expresidenta brasileña, Dilma Rousseff, afirmó este viernes que las presiones de varios sectores internacionales pueden llevar a Venezuela a una guerra civil y que la misma puede terminar en una «carnicería» en caso de que los opositores de Nicolás Maduro obtengan el apoyo de Estados Unidos.

«Lo que están haciendo es un absurdo y una gran irresponsabilidad. Hay que ser muy ignorante para pensar que la oposición va a entrar en eso como la buena del paseo. Si consigue el apoyo de EEUU, será una carnicería», apuntó Rousseff en un acto político en Río de Janeiro en el que se recordó el primer aniversario de su destitución como presidenta por supuestas irregularidades fiscales.

«Están induciendo a una guerra civil que puede acabar con una masacre de la población venezolana», agregó.

La ex jefa de Estado aseguró que tanto los medios de comunicación como las élites de varios países insisten «irresponsablemente» en presentar a la oposición como la buena y a Maduro como un dictador, y que eso puede conducir a Venezuela hacia una guerra civil,reseñó Efe.

«El problema de Venezuela es una de las mayores irresponsabilidades de los medios y de las élites. Discutir sobre cómo es buena la oposición y sobre cómo Maduro es sanguinario es un intento de vernos como imbéciles. Eso es una irresponsabilidad», exclamó.

Así como ya lo había hecho recientemente su antecesor y padrino político, Luiz Inácio Lula da Silva, Rousseff se abstuvo de manifestar su apoyo al Gobierno de Maduro pero sí condenó las declaraciones en las que el presidente estadounidense, Donald Trump, admitió la posibilidad de una intervención militar en Venezuela.

«No es necesario hacer un juicio de valor del Gobierno de Venezuela pero pueden estar seguros de que este conflicto puede terminar en una guerra civil y eso será gravísimo en una región en la que hemos vivido en paz por mucho tiempo», dijo.

Asdrúbal Aguiar May 20, 2017 | Actualizado hace 7 años
Cuenta regresiva, por Asdrúbal Aguiar

relojarena

 

Venezuela se aproxima, aceleradamente, hacia otro parteaguas histórico, distinto de los que ha conocido casi siempre pasada una generación y desde su aurora republicana.

Esta vez trata que su lucha agonal – con costos de vidas, heridos y encarcelados – le permita renacer como nación, como sociedad con textura y más allá de sus partes, comprometida con prácticas políticas ajustadas a la moral, a las leyes universales de la decencia, desaparecidas a lo largo de los últimos 17 años; pero arrebatadas tales leyes y sus frenos desde el instante mismo en que una logia narco-terrorista se apropia del andamiaje del Estado. Impedir la prórroga de ésta y que se frustre la empresa de libertad que guían jóvenes y hasta niños con admiración de sus mayores – la he llamado “revolución de los pantalones cortos” – es un deber inaplazable.

Toda duda, toda omisión, toda falsa discreción o prudencia, incluida la de gobiernos extranjeros que se neutralizan alegando no querer darle aliento a una “guerra civil” en ciernes e imaginaria, pues es, antes bien, represión abierta y criminal – casi genocida – por parte de militares y paramilitares contra ciudadanos quienes protestan en paz al régimen de Nicolás Maduro, expresa complicidad con éste, responsabilidad compartida por los crímenes que a diario se le suman.

No exagero. El milagro de la tecnología digital hoy impide la censura, el ocultamiento dictatorial y la desfiguración de realidades crudas como las señaladas. Nadie puede decirse ajeno o ignorante. Quien no reacciona con indignación ante el oprobio es socio y cooperador activo o pasivo con la vesania que se fragua desde los laboratorios del Palacio de Miraflores y sus ministerios de defensa y del interior; éste último, bajo la dirección de una suerte de Pablo Escobar acusado de ser la cabeza de uno de los cárteles de la droga que ha secuestrado al país.

Los disparos, las torturas, las patadas de guardias nacionales y colectivos criminales organizados por el propio Maduro para sostenerse en pie por sobre el dolor de un pueblo inerme pero corajudo, son verdades palmarias que aceleran los latidos de todas las opiniones públicas en el mundo.

Cada día son más quienes se deslindan del régimen, con valentía que cabe admirar en la hora, pues es más fácil el alineamiento de quienes a él se oponen como víctimas sufrientes que el de otros, como la Fiscal General de la República, que han convivido con la dictadura y mezclado con sus tuétanos, y ahora la abandonan vomitando intoxicados ante los propios y escamados frente a los ajenos.

La responsabilidad de quienes tienen en sus manos las riendas para administrar y ordenar las protestas – es el caso de la Asamblea Nacional, depositaria de la única legitimidad democrática que resta en medio de la total desarticulación del país – y, sobre todo, de darles su propósito final, es más exigentes que nunca. Se requieren acciones concretas, decisiones incluso simbólicas que anuden al conjunto en su rechazo a lo insostenible, a la presencia de Maduro y su mafia criminal en el poder de facto que a todos intenta dominar. Y ello impone un diálogo, pero no con el crimen, jamás con los criminales, sino con ese resto de actores propios y ajenos, sean nacionales o internacionales, quienes desde sus distintas y no pocas veces antagónicas o diferentes posturas puedan darle una pronta salida al mal absoluto que lucha por sobreponerse de forma definitiva, para salvar sus pellejos incluso sobre un río de sangre inocente que va inundando el suelo de la patria doliente.

La Conferencia Episcopal Venezolana y su presidente, monseñor Diego Padrón, han sido contestes al respecto. Si de conversar se trata bien, pero sólo para que se le devuelva al pueblo el ejercicio cabal de su soberanía, se respeten las competencias de la Asamblea, se liberen a los presos políticos, y la ayuda humanitaria restañe las heridas vitales que causan la hambruna y la falta colectiva de medicinas.

El hemisferio y el mundo, a través de sus organismos más calificados – la OEA y la ONU, y la OEA en primer término como lo ha dicho la ONU – ya marca rumbos, pero ellos son, al fin y al cabo, el público o audiencia que ha de estar presente en el teatro de nuestra reconstrucción democrática. Es a los actores, a los venezolanos, con sus narrativas oportunas y ordenadas, como dueños de la trama y su desenlace, a quienes corresponde salir a la escena y llevarla hasta su clímax antes de que cierre con el éxito que todos esperamos. Vivimos un drama. Hemos de evitar que derive en tragedia.

Apenas falta que los ejecutores materiales de la violencia, los soldados, bajen sus armas y adquieran conciencia de que son igual carne de cañón por obra de un gobierno criminal y los generales que los mandan; para que se sumen – como ocurriera en la Alemania comunista – a quienes se esfuerzan en derrumbar los muros de la vergüenza, las paredes que a todos nos han separado siendo hermanos.

Las horas cuentan, las horas pasan.

 

correoaustral@gmail.com

CEV advierte que podría ocurrir una guerra civil si el diálogo no avanza

CEV

 

El director del Departamento de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal de Venezuela, Pedro Pablo Aguilar, afirmó hoy en Roma que «si la mesa de diálogo (entre el Gobierno y la oposición) no avanza, es posible» que haya una guerra civil en el país.

Aguilar acudió a Roma para acompañar al arzobispo venezolano que será creado cardenal por el papa Francisco el próximo 19 de noviembre, Baltazar Enrique Porras Cardozo, y en un encuentro con los medios fue preguntado sobre si piensa que el país corra el riesgo de sufrir una guerra civil.

Una cuestión a la que respondió con la frase: «si la mesa de diálogo no avanza, es posible».

Consideró que «han sido 18 años en los que se ha sembrado un lenguaje de odio» y lamentó que en Venezuela, «si uno no está a favor de lo que dice el Gobierno, es enemigo».

«Hay un lenguaje muy agresivo en este momento», afirmó, antes de señalar que «ha habido mucha represión».

«No estoy diciendo que en los actores políticos de la oposición no haya violentos, tal vez, pero está comprobado que parte del Gobierno está preparado, porque tienen milicias, tienen colectivos armados», sostuvo.

Lamentó que los habitantes de Venezuela sean «cada vez más pobres» y afirmó que el país atraviesa una situación de «crisis humanitaria», una expresión que al Ejecutivo de Nicolás Maduro «le da alergia», dijo.

Denunció que «diariamente mueren de 1 a 2 niños por desnutrición» y que «cada fin de semana por lo menos 200 personas» son asesinadas en Venezuela, además de que el país carece de medicinas y alimentos.

En esta línea, reflexionó sobre el premio que entregó la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el pasado año a Venezuela por reducir a la mitad el porcentaje de personas que sufren hambre entre 1990 y 2015.

Un reconocimiento que, dijo, no se corresponde con la realidad: A Venezuela «le han dado hace poco un premio por haber ayudado a bajar el índice de la pobreza cuando es todo lo contrario lo que sucede, pero tienen mucho dinero y han podido comprar conciencias», dijo.

Frente a este contexto, observó, los «actores políticos» que participan en la mesa de diálogo «deben pensar en las soluciones políticas para (resolver) la situación» en la que se encuentra el país.

Aguilar fue preguntado por la figura del expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y su papel en el camino hacia el diálogo entre el Gobierno y la oposición en el país.

«Lo ven como amigo del Gobierno (…). Ha sido el Gobierno venezolano quien lo ha llevado y sus declaraciones siempre se ve que inclina la balanza a favor del Gobierno», juzgó.

Finalmente, celebró que el papa Francisco haya decidido crear a Porras Cardozo cardenal el próximo 19 de noviembre y reconoció que su nombramiento «para la Iglesia venezolana supone un respaldo».

Monseñor Lückert: Con Maduro es posible incluso una guerra civil

MonseñorLückert

En una entrevista con el diario español ABC, el arzobispo de Coro, monseñor Roberto Lückert, se refirió a la las estrategias que a su juicio ha puesto en marcha el gobierno de Nicolás Maduro frente a las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre.

«Maduro ya lo ha dicho él mismo: si gana la oposición saldrán a la calle. Así puede pasar cualquier cosa. Todo es posible incluso una guerra civil y muchísimas víctimas. Ellos tendrán una estrategia cubana porque son cubanos los asesores que tienen aquí. Ellos se aferran a esa estrategia cubana porque allí tuvo éxito. Aquel país se hundió en la miseria, lo destruyeron. Pero se ha mantenido pese a ello 56 años», dijo.

En palabras de Lückert ,»el régimen comunista totalitario de tipo cubano» que gobierna Venezuela «es capaz de cualquier cosa. Y por tanto también de suspender las elecciones del 6 de diciembre».

Él es de los que opinan que el estado de excepción decretado en estados fronterizas con Colombia es un ensayo para ver cómo limitar y condicionar esas elecciones.

No hay jueces ni fiscales

Cuando a Lückert se le pregunta por la condena a Leopoldo López se indigna.

«Lo de Leopoldo no tiene nombre. Ya lo dijo Chávez que nos anclarían en el mar de la felicidad cubana que es este en el que se inventan los cargos y meten a la gente en la cárcel. Yo visito a un empresario que quiso ser gobernador y lleva siete años en la cárcel y ha visto 86 veces suspendida la audiencia para su juicio. Con (el alcalde) Antonio Ledezma va a suceder lo mismo. No hay jueces. Todo son jueces provisionales, no hay fiscales. Y en esa estrategia cubana, se inventan sus acusaciones. A Ledezma le inventarán los cargos. Es lo que pasó en Cuba con Ochoa, con Huber Matos y a todos y la disidencia en Cuba está toda presa», dijo.

Según Lückert, el papa Francisco no ha querido alborotar el avispero. Su prioridad era restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y esto se ha logrado: «Si mira entre líneas también hay mensaje y desde luego, es mi opinión, la prioridad era acudir a ver a los cubanos y animar al pueblo».

Sigue leyendo este trabajo de Hermann Tertschen ABC (España).