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Maduro: Quien nos acuse de dictadores debe debatir la verdad de Venezuela
No hizo mención a alguien en específico, pero afirmó que este «debate» se puede dar con el «que quiera, donde quiera, como quiera, como se llame, donde esté, tenga el cargo que tenga»

 

Nicolás Maduro pidió 18 de noviembre a los políticos de izquierda que lo han criticado y acusado de «dictador» que se sienten a debatir «cara a cara» sobre la «verdad» de Venezuela y la «verdad democrática».

«Hay quienes nos acusan de ser dictadores. Yo entiendo que Sebastián Piñera lo haga, yo entiendo que (Jair) Bolsonaro me acuse, entiendo que el fascismo nos acuse, pero, desde la izquierda, quien pretenda acusarnos tendrá que sentarse cara a cara con nosotros a debatir la verdad de Venezuela», dijo Maduro en una reunión con representantes del Foro de Sao Paulo.

No hizo mención a alguien en específico, pero afirmó que este «debate» se puede dar con el «que quiera, donde quiera, como quiera, como se llame, donde esté, tenga el cargo que tenga».

«Por cobardes no nos caracterizamos nosotros, podrán decir cualquier crítica, pero de cobardes no nos pueden acusar (…) nosotros nos plantamos y vemos el escenario geopolítico mundial, regional. Estamos, sin lugar a dudas, en este momento, ante un nuevo escenario muy favorable para las fuerzas del cambio, para las fuerzas progresistas», añadió.

Maduro aseguró que algunos dirigentes «desde la izquierda» tratan de «normalizar» los «ataques» contra Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Lee también: Maduro emprendió carrera para quitarse traje de ilegítimo 

Combate al «capitalismo neoliberal»

Refiriéndose al Foro de Sao Paulo, Maduro afirmó que América Latina tiene en la actualidad «una nueva oportunidad para combatir el modelo del capitalismo neoliberal».

«Creemos en la solución de una nueva sociedad que supera al capitalismo neoliberal, creemos en un modelo alternativo y lo estamos construyendo, profundamente democrático».

Por otro lado, aseveró que Venezuela «está expandiendo toda su capacidad, sobre todo en lo económico».

Información de EFE

Denuncian que gobierno de Maduro financiará costoso encuentro del Foro de Sao Paulo en Caracas
El economista José Guerra criticó que el gobierno, quien dice que «no hay dinero para los salarios», sea el que financie este encuentro
El el Foro de Sao Paulo es agrupación en la que se incluye a partidos y grupos políticos de izquierda de América

Foto: EFE/Rosa Soto

Diosdado Cabello, segundo vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), informó que los días 18 y 19 de noviembre se realizará un encuentro con el Foro de Sao Paulo en Caracas.

Durante una rueda de prensa de este lunes, 14 de noviembre, Cabello señaló que no sería el foro en sí, sino más bien que un «grupo de trabajo» visitaría Venezuela para este encuentro.

Según dijo el dirigente oficialista en sus declaraciones, este encuentro se realizará con miras a plantear una “estrategia de trabajo” conjunta.

“Es una reunión muy importante para nuestro país (…) Son los pueblos, los movimientos, que van fortaleciendo la unidad revolucionaria y la solidaridad”, señaló Cabello.

Tras conocerse la realización de este encuentro, el economista José Guerra advirtió que se trata de un evento costoso que financiará el gobierno Nicolás Maduro.

«El próximo viernes y sábado se reúne en Caracas el Foro de Sao Paulo con más de 100 invitados internacionales cuyos gastos de pasajes, comida, hotel, etc., los pagará Maduro con dineros del Fisco Nacional», denunció.

Por otra parte, Guerra criticó que el gobierno, quien dice que «no hay dinero para los salarios», sea el que financie este encuentro.

Cabe recordar que el Foro de Sao Paulo es agrupación en la que se incluye a partidos y grupos políticos de izquierda de América.

Este grupo político se creó en los años 90 bajo el liderazgo del presidente electo de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva y Fidel Castro, líder de la dictadura cubana. Más tarde se unió el fallecido Hugo Chávez.

*Con información de Diario Las Américas

Agoniza la democracia en Latinoamérica
Actores como Rusia y China y la ideología polarizante y populista de Cuba minan y secuestran el continente. La democracia agoniza en LATAM

 

@ovierablanco

El Centro de Estudios Internacionales (CEIUC) lanza la segunda edición del índice Riesgo político América Latina 2022, presentado por sus editores María Paz Fernández, Jorge Sahd K., Daniel Zovatto, Diego Rojas. Vale la pena rescatar algunos datos que evidencian el deterioro galopante de la democracia en Latam, clima seguro para los autoritarismos y alianzas con China y Rusia.

COVID-19, pobreza, desigualdad y control social

Alerta el reporte que “la pandemia (covid-19) registró un tercio de las muertes en el hemisferio. Destruyó más de 20 millones de empleos, los niveles de informalidad laboral se dispararon, la desigualdad aumentó y la pobreza se empinó cerca de un tercio de Latinoamérica”. Gobiernos se han servido de la COVID-19 para concentrar mayor poder y control.

Latinobarómetro advierte que “51 % de los latinoamericanos toleraría un gobierno no democrático si resuelve sus problemas”. Las RRSS emergen como catalizadoras de demandas que el Estado no es capaz de atender a la velocidad que se denuncian. Según Americas Barometer (2018/2019) quienes usan más las redes en América Latina apoyan la democracia y son más tolerantes, pero al mismo tiempo registran menos confianza en las instituciones políticas y medios de comunicación tradicionales.

La desinformación e incapacidad en políticas públicas sube los niveles de incertidumbre, volatilidad, riesgo político y polarización. El populismo, el sentimiento antiélite y el nativismo xenofóbico galopan por las venas abiertas del continente. Actores autoritarios, como Rusia y China, se han montado en campañas de desinformación en el hemisferio. Estaciones televisivas estatales desprestigian el sistema democrático para lograr el posicionamiento de la imagen comercial de China (Global Americans 2021). Todo apunta al ciclo electoral iniciado en 2021 que tendrá importantes elecciones presidenciales para 2022: Costa Rica (febrero), Colombia (mayo), Brasil (octubre), y Chile (plebiscito por fijar). La polarización extrema es la orden del día, terreno en el que campea la lucha de clases y la violencia.

Fin de la tercera ola democrática e inicio de la roja

Hace 40 años se inició un proceso de reconversión democrática en Latinoamérica (salvo Cuba). El estudio in comento concluye que vamos en franco retroceso democrático a nivel global. Según el índice de Democracia del The Economist Intelligence Unit 2020 en Latam, además de las tres dictaduras consolidadas −Cuba, Venezuela y Nicaragua− se califican como regímenes híbridos Honduras, El Salvador, Bolivia y Guatemala.

En otra encuesta (IPSOS Global Advisor/agosto 2021), cinco de las principales economías de América Latina −Chile, Colombia, Perú, Brasil, Argentina− están entre los 8 países que lideran el índice de populismo mundial.

Esto evidencia que no ha emergido un pensamiento liberal, representativo, censitario, ilustrado, unido y organizado de contraste al Foro de Sao Paulo.

El cambio climático, la deforestación, la minería irresponsable, el agotamiento de las reservas de agua y el aumento de nivel del mar pintan un panorama de mayor ruralización, pobreza y caos. “América Latina concentra el 31 % de reserva de agua dulce del mundo. Sin embargo, Chile y México han consumido más del 60 % de sus reservas, Perú y Venezuela el 40 % y Bolivia y Argentina más del 20 %, mientras 40 millones de personas en la región carecen de acceso al agua potable”.

El FMI estima una caída histórica del 7.0 del PIB y la CEPAL cuenta 22 millones de nuevos pobres o un 33.7 % de la población en LATAM. Se perdieron 47 millones de empleos respecto al 2019. Este panorama corroe la confianza en la democracia, y los jóvenes −los más afectados− eligen el camino de la protesta violenta para expresar sus frustraciones. A ello se une un patrón migratorio intrarregional (movimientos hacia países de la región) en su mayoría a Argentina, Chile y Brasil. El impacto social, xenofóbico, criminal, fragmentario es sin precedentes.

El tráfico de drogas en Latinoamérica es incontenible. Indica el reporte que “según cifras de la Oficina de Control de Drogas de EE. UU. (ONDCP), en 2020 las hectáreas cultivadas y la producción de cocaína en Colombia alcanzaron cifras récord de 245.000 hectáreas y 1010 toneladas métricas. Un aumento del 15 % en los cultivos respecto del 2019 (…)”.

La corrupción también galopa impunemente. Según Transparencia Internacional, América Latina es un polo de mala gestión de fondos; y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alerta que “países como Honduras, Bolivia, Guatemala y Perú poseen entre 80 y 70 % de informalidad”. Es el escenario ideal de miseria, devastación y desesperanza que favorece el método gramsciano de despojo cultural, intervención y control colectivo a través del populismo, la justicia revolucionaria y el estado comunal.

Polarización

La consecuencia del deterioro económico, social y urbano de Latam es la polarización extrema. La caída de inversión extranjera a US $105.480 millones (-37 %), favorece la entrada de China y Rusia en la región. La disrupción de las cadenas globales por la pandemia recoloca el comercio con China, que ha crecido en el hemisferio 26 veces entre el 2000 y 2020. Y duplicará, al 2035, a más de US $700 000 millones. EE. UU. y Canadá pierden la batalla como principal socio comercial al menos en nueve de doce países de Sudamérica (a excepción de Paraguay, Ecuador y Colombia).

Mientras, el Foro de Sao Paulo, Cuba y sus alianzas van por libre. El ascenso chino y ruso y la ideología clientelar, polarizante y populista de Cuba minan y secuestran el continente. La democracia agoniza en Latinoamérica sin que se avizore un movimiento real de rescate, promoción e impulso de la democracia liberal clásica.

* Embajador de Venezuela en Canadá

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América Latina, conciencia y nación
Boric es deconstructivista o asocial; no por azar es aliado de los causahabientes del Foro de Sao Paulo en el Grupo de Puebla

 

@asdrubalaguiar

Me es obligante cerrar un año y abrir otro con una nota de esperanza.

Si bien debo partir para ello de un elemento negativo o perverso, desde mi perspectiva, lo hago para constatar que lo afirmativo supera a “la siembra de cenizas”, como las llama nuestro gran pedagogo Augusto Mijares.

Me refiero a Chile. Su presidente electo, Gabriel Boric −paradigma de la contracultura digital en avance−, es cultor de la instantaneidad. Asume sus experiencias íntimas –dejemos de lado los tratamientos a los que dice haber estado sometido– no como algo acaso legítimo o vitalista si se quiere, sino para “romper las reglas”. El predicado huelga: Destruirá toda memoria cultural o nacional, para hacer de la chilenidad una circunstancia, un momento, una experiencia de orfandad.

Es Boric, en suma, deconstructivista o asocial. No por azar es aliado de los causahabientes del Foro de Sao Paulo en el Grupo de Puebla, que lo apoya y busca destruir todo lo sabido y conocido sin que medie más promesa de paraíso que el rugido de unas mujeres desnudas circulando por las calles de Santiago o las quemas de Iglesias y de crucifijos, como en un desafío a destiempo de la justicia medieval.

El caso es que tal contexto y el ambiente que lo favorece, que ha contaminado a la región, siendo la patria de O’Higgins su escala más reciente, mejor evoca al primer tramo de la Divina comedia: “En medio del camino de la vida / errante me encontré por selva oscura, / en que la recta vía era perdida”.

A buen seguro que tal texto habrá de causarle hilaridad al intrascendente del neopresidente chileno; todavía más cuanto que el predicado del Dante no es la fatalidad de la oscurana: “miré hacia arriba y vi ya la colina / vestida con los rayos del planeta, / que por doquier a todos encamina /…/ Entonces… pasó la angustia de la noche inquieta”.

No se habían cocinado en Venezuela o no habían resucitado los enconos y egoísmos que hicieran posible la larga dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) o los que alimentaran –aún lo hacen– el desenfreno destructivo de la nación y del Estado desde hace 21 años, hacia mediados de los años 70, cuando éramos el ágora del pensamiento en América Latina.

La crisis del chavismo

La crisis del chavismo

Alcanzamos a ser la negación palmaria de esa estulticia que acompaña a ciertos escribanos que a diario exacerban los narcisismos digitales de nuestra élite, tan inmediatista y sensual como Boric. Creen salir ilesos focalizando odios y frustraciones en hombres circunstanciales. 

Se reunían en Caracas, bajo la consigna de “América Latina, conciencia y nación”, unos nombres cuyas obras invitan a la revisita –sirve para ello Google– pues eran nutriente lúcida de una promesa que luego encalla; desde el instante en que la “muerte de las ideas” se hace espacio en la política y en la academia a partir de 1989.

Fernando Belaunde Terry, Carlos Mallman, Celso Furtado, Aldo Ferrer, Jorge A. Sábato, Osvaldo Sunkel, Arturo Ardao, José Matos Mar, Emir Rodríguez Monegal, Felipe Herrera, Gabriel Valdés, Miguel S. Wionczek, Gustavo Lagos, Juan Somavía, Shridath S. Ramphal, Luciano Tomassini, Humberto Díaz-Casanueva, Helio Jaguaribe y Juan Carlos Puig se dieron cita y sumaron sus sillas, paradójicamente, a las de Juan Ignacio Tena Ybarra, director del Instituto de Cultura Hispánica del franquismo y un expresidente de la república española en el exilio.

Los interlocutores, cuyo peso reflexivo crecía al ritmo de los debates y consta en las actas, durante tres días y sin abandonos se hicieron presentes: Carlos Andrés Pérez, anfitrión junto con el rector Ernesto Mayz Vallenilla y Eddie Morales Crespo, director del Instituto de Altos Estudios de América Latina; Rafael Caldera, Arturo Uslar Pietri, Gonzalo Barrios, J. L. Salcedo Bastardo, D. F. Maza Zavala, Manuel Pernaut, Sebastián Alegrett, Orlando Araujo, Juan Liscano, Carlos Rangel, Arístides Calvani, Benito Raúl Losada, Luis Manuel Peñalver y Gonzalo García Bustillos, entre otros.

Mi memoria aún no me traiciona. Puedo recrearlos y escucho sus voces vivas, pues se me hacen actuales y agonales desde la distancia atemporal.

“En las horas más lúgubres de nuestro extravío histórico se acumuló agrio encono, traducido en querellas y en agravios estériles siempre”, afirma el presidente Pérez. Y demanda “franqueza abierta, plasmando la armonía de la acción con los ideales, si de veras no queremos prorrogar el engaño”. Y apunta a lo central. No habrá unidad ni integración “sin la cultura y sin las ideas”, y proclama la “Gran Patria Latinoamericana”. Critica, sin agravio innecesario, a los intelectuales nuestros que “que se empeñan en distinguir autoritarismos progresistas y autoritarismos reaccionarios”, y que en ambos casos se trata de dictaduras.

“Rindo tributo de aprecio… a todos mis ilustres antecesores en la Jefatura del Estado, durante ese tiempo esclarecido y de permanente coherencia internacional”, que corre desde la implantación de la democracia en 1958.

A la sazón, Caldera hace propia la idea de la Gran Nación Latinoamericana, de la Gran Patria Latinoamericana. La destaca como criterio afirmativo de lo propio, no ofensivo frente a USA, coincidiendo con Pérez. E invoca como activo la “comunidad étnica de un mestizaje unificador y ecumenizante” muy nuestro, hoy amenazado por las identidades, como cabe advertirlo.

“No puede entenderse la tesis de la solidaridad pluralista como la negación del derecho y el deber de todos los hombres libres de América de luchar contra las torturas, contra la violación de los derechos humanos, contra los atropellos (…) en cualquier lugar del hemisferio”, agrega. En otras palabras –para incomodidad de quienes atizan las brasas del resentimiento– Caldera y CAP se niegan a la matización de las dictaduras, que ahora se hace habitual.

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Asdrúbal Aguiar Dic 20, 2021 | Actualizado hace 1 mes
El abaratamiento de la democracia
Desde el desmoronamiento comunista de 1989 se vende la tesis del desencanto democrático, obra del Foro de Sao Paulo y antesala de la “corrección política”

 

@asdrubalaguiar

La anunciada inscripción en el Grupo de Puebla de Adriana Lastra, vicesecretaria del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), si bien es un índice y por ende no concluyente, muestra el camino del abaratamiento moral que se acusa en Occidente. Mucho de esto se advierte durante los últimos 30 años, desde el desmoronamiento comunista de 1989 hasta la llegada del Cisne Negro, con la pandemia de COVID-19, durante los que se vende la tesis del desencanto democrático, obra del Foro de Sao Paulo y antesala de la «corrección política».

En Venezuela, que aún es el gran laboratorio y referente de tal experiencia, los líderes “opositores”, en su mayoría moldeados bajo la experiencia del chavismo, así como en un tris se hacen miembros de un partido de centro o conservador en otro, espasmódicamente, piden traslado a uno socialista o también de derechas, indistintamente; ello, mientras crean tienda propia, siempre con fines estrictamente electorales, ganados para la práctica de la democracia al detal y al azar como ensimismados en el narcisismo digital. En una hora endosan la casulla de candidatos y a la siguiente se desnudan, como ecologistas del cuerpo.

La mediocridad democrática

La mediocridad democrática

Con algo de razón César Cansino, lúcido profesor universitario poblano, venido de la izquierda y agudo entendedor de la ciudadanía digital –tanto, que escribe sobre el Hombre Twitter y logra eco más allá de sus predios– se atreve a afirmar que la ciencia política ha muerto. Y es que a pesar de ocuparse esta del estudio de los aspectos operacionales de la vida ciudadana, apoyándose sobre elementos teóricos, científicos y estadísticos, nunca llegó a descartar los fundamentos éticos de toda ciudad.

Allí está el mismo Leviatán de Hobbes, que surgiendo como experiencia artificial necesaria y hasta neutral para que los hombres confiasen parte de sus libertades a un ente capaz de asegurárselas, al término y como Estado, su sustrato lo fue siempre de orden moral. A esa civitas –commonwealth– la describe como al animal o máquina que es, visto su funcionamiento, a la vez previene que en todo caso ha de servir a la naturaleza del ser humano y a partir de esta derivar los derechos esenciales que debe tutelar.

La cuestión es que llegando a la estación el tren de la historia, que reúne a las dos o tres últimas generaciones y disponiéndose a avanzar hacia otro tramo intergeneracional bajando a una y subiendo a otra, tras el campanazo del virus chino (¿2019-2049?) la enseñanza que busca dejarse, como parece, es aprender a renunciar a la libertad.

Desde ya se acelera la sumisión, mientras nos entrenamos agachando nuestras cabezas sobre los artefactos digitales.

Entre tanto, la nave que es el planeta o la Pachamama se cuida a sí misma, con nuestras «distancias sociales», y la gobernanza de la inteligencia artificial que todo lo reduce, incluidas nuestras emociones, a datos y algoritmos, se ocupa de saciarnos, como rebaño irracional en un establo.

Así como paulistas o socialistas del siglo XXI ocultan las vergüenzas de sus deconstrucciones éticas (Odebrecht; los vínculos con el narcotráfico y el terrorismo; la destrucción de la boutique democrática latinoamericana: Venezuela; la grosera corrupción de sus epígonos, quienes dicen ser víctimas de guerras híbridas) y se rebautizan de poblanos «progresistas», los socialdemócratas y algunos centristas de ocasión, rindiendo sus banderas, se les aproximan y agachados.

No ven más salida que transar, para, antes que convivir, sobrevivir bajo la corrección política que estiman de inevitable. La guerra que les ha sido agonal parece pedirles abaratar las exquisites de la moral democrática. Cansados, se bastan con que haya elecciones, así sea para escoger entre la misma democracia y el gobierno de las dictaduras del siglo XXI – a las que se morigera titulándolas de “autoritarismos electivos”, incluso sabiéndose que están coludidas con la criminalidad trasnacional organizada, transformada en actor político al que se le recibe sin pudor y con honores en los parlamentos.   

El abaratamiento democrático es lo único que explica que neomarxistas de factura paulista o poblana igualmente hayan arriado sus banderas nacionalistas y mal vistas como resabios del fascismo –bolivarianismo, martinismo, sandinismo– para sumarse al distinto ecosistema que emerge: la gobernanza digital y el ecologismo profundo. Hasta se han entendido con las narrativas del Gran Reinicio, que promueve el capitalismo desregulado y globalista. A este y a los recién llegados, como el PSOE, nada les cuesta entenderse con Rusia y China. Todos a uno celebran la derrota cultural de Occidente.

La guerra contra Occidente

La guerra contra Occidente

Las ataduras oscurantistas o hipotecas éticas o racionales o trascendentales que ven propias de los cultores del Estado constitucional y democrático de Derecho, les resultan demasiado costosas, por lo visto.

En fin, bastará que se realicen elecciones y sean observadas en la región, sin pedírsele peras al olmo –Pedro Castillo acepta ser observado en Perú y el error de los Ortega-Murillo fue negarse a ello, provocando la ira de los observadores. La democracia del siglo XXI, para el progresismo globalista, es únicamente respeto de la voluntad ciudadana, incluso la arbitraria, que decide democráticamente irse hasta el Infierno sin seguir por los caminos de Dante.

Entiendo a la luz de lo anterior, y solo así, que columnistas de fuste como Andrés Oppenheimer se quejen de que el inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, no haya invitado a su coloquio acerca de la democracia al autócrata de El Salvador. Esperan con buenos ojos que el déspota venezolano, Nicolás Maduro, se redima. Ven como errores, aquí sí, que se haya invitado al autoritario gobernante de Filipinas por homofóbico, por perseguir con ferocidad al narcotráfico, que sería la consecuencia de deudas sociales insatisfechas y no crimen que merezca ser vetado dentro de la arena ciudadana; o que USA pretenda seguir a la cabeza del decálogo de la libertad. La corrección, en efecto, admite todo, pero no tanto como la renuncia a mitos y complejos coloniales, pues en ellos se justifican los autoritarismos y el progresismo. Castro dixit.

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Asdrúbal Aguiar Nov 27, 2021 | Actualizado hace 1 mes
La mediocridad democrática
El debate sobre la democracia se ha estancado. No lo revierte el teatro o el espectáculo que cada año conmemora su día internacional. Y mientras más se elige más se desinfla la experiencia democrática profunda, hasta desaparecer

 

@asdrubalaguiar

Desde el instante en que la OEA adopta la Carta Democrática Interamericana, en 2001, nacida de una desviación inédita hasta entonces, la de un gobernante –Alberto Fujimori, de Perú– quien contando con legitimidad de origen destruye los componentes del ejercicio democrático, hago seguimiento cuidadoso a esa y otras experiencias similares que sobrevienen en la región.

Lo relevante, más allá de las reflexiones teóricas y especulativas, políticas y jurídicas, que alcanzo a verter en distintos libros –El derecho a la democracia (2008), La democracia del siglo XXI y el final de los Estados (2009), Digesto de la democracia (2014), Calidad de la democracia y expansión de los derechos humanos (2018)– es algo todavía más grave que lo señalado o el manido desencanto sobre la democracia que revelan encuestas de opinión, no pocas contaminadas con el sesgo ideológico de sus autores.

La cuestión de fondo, y que más habría de preocupar, tal y como lo aprecio, es la expansión de la mediocridad democrática.

Los llamados a reconstituir las fortalezas de la experiencia de una libertad profunda y responsable, que significa asumir a la democracia como forma de vida y estado del espíritu, como derecho totalizante del conjunto de los derechos derivados de la dignidad de la persona humana: el derecho humano a la democracia, hoy se bastan con aceptar la fatalidad del desencanto. Y así, reducen lo democrático a una jornada personal de envite y azar o al asistencialismo que sea capaz de sosegar los encrespamientos del ánimo popular. Nada más.

Que a la democracia se la reduzca a lo instrumental como en el pasado, a método para la selección de cargos y repartición de canonjías entre quienes son profesionales de las candidaturas, o que se la imagine como algo más sustantivo y por lograr, lo cierto es que los políticos de «usa y tire», los de esta hora, lamentablemente suman sus entusiasmos a la tesis que ha conspirado contra la efectividad de la Carta Democrática, reduciéndola a decálogo de propósitos morales.

El debate sobre la democracia se ha estancado. No lo revierte el teatro o el espectáculo que cada año conmemora su día internacional, en un cenáculo que, como la ONU, lo integran una mayoría determinante de satrapías. Así ha sido desde que, a partir de 1990, el Foro de Sao Paulo decide avanzar hacia el poder por la vía electoral para quedarse en el poder y luego modificar las reglas electorales controlando, vía procesos constituyentes, a los jueces y asegurándose el “derecho humano a las reelecciones” de sus miembros.

TALITA CUMI

TALITA CUMI

Desde entonces solo se habla y solo se ocupan los observatorios internacionales de especular sobre las olas electorales, acerca de las misiones de verificación electoral, asegurar que los más –pero no todos– compitan, para “legitimar” verdaderos simulacros; incluidos los presos políticos, a quienes se les concede la libertad con la condición de que participen electoralmente. No reparan aquellos, siquiera por un instante, en ese otro dato trágico de la experiencia recorrida: cada vez más se celebran elecciones y, en la misma medida, en igual o mayor proporción, mientras más se elige más se desinfla la experiencia democrática profunda, hasta desaparecer.

Quien se ocupe de revisar los farragosos documentos del Grupo de Puebla, de la ONU-2030, e incluso los del Gran Reinicio de Davos –desde la izquierda ahora progre y globalista hasta la derecha desregulada y globalizadora– podrá constatar que todos abordan los grandes temas de actualidad.

A la vez, todos a uno obvian considerar dentro de sus agendas la cuestión democrática, dentro de la tríada que esta forma con el Estado constitucional de derecho y la tutela efectiva de los derechos humanos. ¡Es como si hubiesen encontrado la fórmula para resolver sobre los derechos, al margen de la misma democracia y de la garantía de la ley!

El Salvador es el ejemplo paradigmático de lo anterior, no tanto la sufriente Nicaragua; pues si acaso la pareja Ortega-Murillo les hubiese hecho caso a los señores Joseph Borrell y Rodríguez Zapatero repitiendo los pasos de Maduro en Venezuela, ningún ruido hubiese afectado a su “autoritarismo electivo”; que así califican los escribanos y académicos sibilinos del progresismo latinoamericano a estas feroces dictaduras del siglo XXI.

En suma, cuando en 1959, enfrentando a las dictaduras militares los gobiernos democráticos de la región se empeñan en tener elecciones libres y gobernantes civiles, los hombres de Estado de la época, con cabezas bien amobladas, ajenos a la tentación utilitaria, cultores de la ética democrática, mientras crean a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aclaran desde Santiago de Chile que no hay democracia solo con elecciones.

Se requiere, de modo vertebral de su ejercicio efectivo, que es separación de poderes, proscripción en la perpetuación del poder, tutela judicial de los derechos humanos, condiciones justas y humanas de vida para el pueblo, entre otras.

En reciente fecha y enhorabuena, la Corte Interamericana de Derechos Humanos abordó con fuerza pedagógica ejemplarizante la cuestión democrática. Lo hizo a propósito de su afirmación sobre el atentado que significan las reelecciones indefinidas. Desafió, así, la abulia cómplice del Consejo Permanente de la OEA cuando de asegurar a las democracias se trata. Estimó a la Carta Democrática, sin dejar margen para la duda, de jurídicamente vinculante.

En fin, o en suma, los gobiernos americanos, incluida la Cancillería europea, condenan a Nicaragua por lo ya dicho, pero se cuidan de no atropellar con igual fuerza a Venezuela; tanto como la Comisión Interamericana arrastra los pies cuando se le demanda escuchar y dar satisfacción oportuna a las denuncias de las víctimas de los “autoritarismos” imperantes en el continente. Les exige tener paciencia, esperar que pasen los lustros y hasta una década, para que no perturben el quehacer de los artesanos de nuestra mediocridad democrática. 

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El cinismo paulista se instala en Paraguay

@asdrubalaguiar

Leo que el Foro de São Paulo animará la protesta social sostenida contra el gobierno del presidente Mario Abdo en Paraguay, hasta hacerlo renunciar. La razón no es distinta de la que han impulsado contra de los gobiernos democráticos de la región – los verdaderos, sin adjetivos que los dividan – al objeto de instalar sobre sus cenizas otra dictadura del siglo XXI; esa que la atildada academia progresista americana denomina populismo autoritario o autoritarismo electivo, siendo que tras el socialismo del siglo XXI se oculta una grosera franquicia de poder maridada con la criminalidad trasnacional organizada.

La razón del Foro es la misma propalada en USA, en Colombia, Ecuador, Chile, entre otras naciones, a saber, la crisis sanitaria debido a la pandemia de covid-19

Nada dice aquel ni su Secretaría Regional de Brasil, desde donde nace el despropósito, sobre el cementerio humano en que se ha transformado la Venezuela de Nicolás Maduro, uno de sus íconos. A la vez, silencia que, bajo el gobierno de Sebastián Piñera en Chile, se lleve a cabo un exitoso proceso de vacunación que impresiona al continente, mientras Maduro prohíbe el ingreso de vacunas de la OMS por no haberlas autorizado.

Beneficiarios como son el Foro y sus gobiernos de los dineros de China, ninguna crítica dirigen contra la responsable de ese daño transfronterizo sin reparación alguna hasta el presente, que deja a 2,5 millones de muertos a la vera. ¿Han pedido a sus autoridades que indemnicen a las poblaciones de África, Asia, Europa, Oceanía, América, devastadas con sus experimentos, por legítimos y necesarios que sean para la ciencia?

El cinismo, por lo visto, es el rostro grotesco del realismo político. Tanto en el Foro como en sus causahabientes, reunidos en el Grupo de Puebla, tal vena la insufla desde 1989, a la caída del Muro de Berlín, Fidel Castro. En yunta con Lula da Silva arma el tinglado de las izquierdas que en los treinta años sucesivos simula practicar la democracia, se asocia con las fuerzas más retrógradas y desreguladas del capitalismo global, para sostener, únicamente, su poder y seguir expandiéndolo.

Marco Aurelio García, recién fallecido de un infarto, intelectual trotskista que sirviera como asesor internacional de Lula y Dilma Rousseff, artesano del mismo Foro y referente intelectual del Grupo poblano, es, al cabo, quien descubre la fórmula de esa alquimia de amoralidad. Reconduce la imposibilidad marxista y la transfigura hasta volverla tráfico engañoso dentro del imaginario colectivo, adormeciendo conciencias con el narcotráfico y la corrupción, en territorios de impunidad, en paraísos succionados al imperio de la ley.

Ortega y Gasset en sus ensayos sobre Pío Baroja precisa que, incluso a aquellos quienes no creen en los valores absolutos ni en las absolutas realidades, deben ¡ser sinceros! Pero es mucho pedírselo al Foro y al Grupo, pues, al cabo, se tocan por las colas con la experiencia del fascismo. La mentira como sistema de dominación les es consustancial.

Derrumbado el socialismo real, el Foro de Sao Paulo se cura en salud y señala que los perseguirían bajo el argumento falaz de encontrarse vinculados al narcotráfico. Así lo repiten entre 1989 y 1991. No pasan dos lustros sin que uno de los ejes dispuestos para el financiamiento de sus proyectos, la Venezuela de Hugo Chávez, cierre su alianza con el tráfico y el comercio internacional de drogas a través las FARC colombianas. Y solo transcurre un lustro del siglo corriente cuando el hoy exjefe del gobierno español, J.L. Rodríguez Zapatero, promueve la Alianza de Civilizaciones para contener el castigo de quienes asesinan a 3.000 personas en 2001, derrumbando las Torres Gemelas de la Gran Manzana.

Exacerbando la falacia adopta otro nombre, el “progresismo”. De regreso el Foro a la pila bautismal como Grupo de Puebla habla de la guerra híbrida o el law-fare imperialista, que intentaría impedir que los líderes del progresismo se mantengan en sus gobiernos de modo perpetuo.

¿Fue un pote de humo, cabe preguntarle, la cuestión de Odebrecht, cuyos dineros descolocaron a mandatarios latinoamericanos, provocaron la criminalización de varios expresidentes, y hasta uno decidió suicidarse? ¿Es guerra jurídica, tarifada, o law-fare la persecución de Cristina Kirchner – investigada por el asesinato del fiscal Nisman o por las groseras sumas millonarias confiscadas a sus inmediatos colaboradores e hijos – o la de los criminales de lesa humanidad venezolanos?

¿Cómo catalogaría la criminalización de la expresidenta Jeanine Añez, por sostener en Bolivia una sucesión constitucional democrática, convalidada por el Tribunal Constitucional y los partidos bolivianos, incluido el MAS, a fin de purgar un golpe militar en curso? ¿Es o no un ejemplo de guerra híbrida la que adelanta contra Marito en La Asunción?

El cinismo, cuentan los antiguos, es el disolvente de la sociedad y las familias. Antístenes, fundador de la escuela en Grecia y quien le sigue, Diógenes de Sínope, como integrantes de un movimiento anticultural, el de los cínicos, predicaban el valor de la acción. Eran autócratas y autosuficientes – en eso se les aproximan las pseudoizquierdas paulistas y poblanas – pero, cuando menos, decían practicar la pobreza y el desprendimiento. Eran mendicantes, podría decirse que monjes franciscanos adelantados, distintos de los paradigmas del caradurismo que son los miembros del Foro y el Grupo, los de ayer y los de ahora.

Eso sí, en lo que encuentran clara parentela los cínicos con los rousseaunianos y los Zapatero o los Correa, o el juez Garzón, o la Kirchner y Lula da Silva, tanto como los Ortega y los Castro-Diaz Canel y Morales, para no mencionar al aquelarre instalado en el Palacio de Miraflores de Caracas, es haber llevado a sus pueblos “al estado y condiciones de la naturaleza pura, rechazando las ventajas y desprestigiando las conveniencias y leyes de la vida social”. Es lo que buscan hacer con los paraguayos, atizando sus angustias y frustraciones.

“El narco-neo-comunismo

“El narco-neo-comunismo

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Asdrúbal Aguiar Jul 22, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
El globalismo antioccidental

XXV Foro de São Paulo. Foto americanuestra.com

@asdrubalaguiar 

Para la construcción política y el manejo contemporáneo de las relaciones internacionales, la cultura y la religión se muestran otra vez en su relevancia “como factores determinantes”. Ello es posible pues se ha superado el paradigma estado-céntrico. De allí la acusada globalización y también, debo enfatizarlo, su desviación más peligrosa, el globalismo progresista.

Una “mayor riqueza y complejidad” revela la dinámica humana de actualidad, a pesar de la pandemia y el distanciamiento social en curso (Isaac Caro e Isabel Rodríguez, “El enfoque del diálogo civilizacional desde América Latina”, Bogotá, Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, vol. 11, núm. 1, 2016).

Las ideologías no han muerto como se predicaba. Sin embargo, a las más radicales y probadamente deshumanizadas se las usa como mitos movilizadores e instrumentales, con desembozado criterio utilitario y para el control brutal del poder.

Se las tamiza y reinterpreta arbitrariamente, para sumar adeptos entre los huérfanos de ciudadanía, los disgregados sociales e internautas, para confundir a seguidores reflexivos, o para dividir a quienes se estiman como peligro para las pretensiones expansivas y dictatoriales del globalismo.

De suyo impulsan al ser humano, a la subjetividad autónoma que es el hombre como ente racional y pensante, para hacerlo tributario de las fuerzas integradoras emergentes que los mismos impulsores del “relativismo utilitario” citado ven como propicias para el dominio “político” y de las voluntades en el planeta: la Naturaleza y la Inteligencia Artificial. No por azar se habla de “post-milenarismo” (Eric Gans, 2000). “Nos encontramos en plena crisis” afirman la mayoría de los pensadores (Sergio Pérez Cortés, Itinerarios de la razón en la modernidad, México, Siglo XXI Editores, 2012).

Opto en lo personal por volver, desde la otra acera, a la crucial reflexión de Jacques Maritain, factor de convergencia y promotor del “civilizado” cruce de civilizaciones constante en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, cuyos deberes nadie lee: “La política no se ocupa de entes abstractos”, dice. El bien y el mal de que se ocupa “se hallan encarnados en energías históricas de una intensidad, una duración y una amplitud concreta determinadas”. Por lo que de “frente a las fuerzas que actúan en la escena de la historia, no tiene que apreciarse tan solo la verdad o la falsedad de los valores que representan consideradas en sí mismas y en estado abstracto, en su significación intemporal. Tiene que apreciarse además la energía de realización histórica y el coeficiente de porvenir que aportan; agrega (Ídem, pp. 234-235), sea para confrontarlas, sea para acompañarlas.

Maritain, ante el realismo deshumanizado de quienes cultivan como deidad a la Madre Tierra o, cambiando lo cambiable, juegan a la virtualidad narcisista sobre las autopistas de la información, prefiere conjugar en términos tridimensionales. Asume a la realidad tal y como es, luego la describe y ordena a través de normas efectivas y no de ideales irrealizables.

El rompecabezas global

El rompecabezas global

Mas no se deja atrapar ni por la crudeza de lo cotidiano, la de la especie caída, ni por la técnica matemática de los legistas o el determinismo naturalista; pues al cabo, para él, según mi exégesis y bebiendo en las enseñanzas de Werner Goldschmidt, las dimensiones sociológica y normativa de la realidad tienen como desiderátum uno estrictamente humano, por ende, el verse perfeccionadas conforme a la justicia; léase, con vistas a la mayor libertad del hombre, sujeto y no objeto de la naturaleza y autor tanto como víctima de la ciencia, transformada hoy en andamiajes digitales disgregadores y masificadores de la humanidad.

Un ejemplo resulta pertinente a nuestra consideración inicial. Lo concreta en 2005 el gobierno de España como Alianza de Civilizaciones – contra Occidente – en defecto del Diálogo entre Civilizaciones adoptado por la ONU en 2001. Ya Fidel Castro, el Gran Hermano del Caribe hace de las suyas junto con Lula da Silva, reo de delitos. Desde el Foro de São Paolo construyen sus anclajes de manos del procónsul José Luis Rodríguez Zapatero, para luego volver hasta América y hacer los ensayos y después regresar a la Península, dándole su estocada final al Occidente de la Justicia.

“En Occidente se manifiestan entre diversos sectores crecientes sentimientos de rechazo de los valores árabes e islámicos, percibidos por muchos como intransigentes y como una amenaza para su modo de vida”, reza el galimatías de Zapatero, que es fórmula de impunidad y manipula al mal de la criminalidad agregando lo que sigue: “Más preocupante todavía es la asociación que a veces se realiza por algunos entre dichos valores y las prácticas violentas, o incluso el terrorismo. Paralelamente, en el mundo árabe e islámico se reafirman con vigor los símbolos propios de identidad, a la vez que se difunde una imagen distorsionada de un Occidente agresor (por la frecuente disposición a hacer uso de la superioridad militar), discriminador (en la aplicación de la legalidad internacional), e insensible ante sus justas reivindicaciones políticas (por ejemplo, en el caso de Palestina)”.

El asunto no es baladí. Hugo Chávez, peón del juego global planteado por el Foro como manga de perseguidos por corrupción y presentes en el Grupo de Puebla, plagiando a Antonio Gramsci, confiesa en 2004 que “la vieja idea hay golpearla, golpearla, golpearla, pero golpearla sin clemencia por el hígado, por el mentón, todos los días, en todas partes, las viejas costumbres, si no lo hacemos, si no las demolemos, ellas nos va a demoler tarde o temprano”.

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