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Fernando Egaña

Despedida a Teodoro Petkoff, el murmullo inacabable

@franzambranor

Fue casi imposible que el gentío hiciera silencio. Más que un funeral parecía una reunión de políticos, intelectuales, periodistas y religiosos para dilucidar una posible salida a la crisis venezolana. A medida que transcurría el día más personas llegaban y el murmullo se acentuaba. Ni siquiera cuando el padre jesuíta Francisco José Virtuoso emitió unas palabras frente al fèretro se callaron. Todos tenían alguna anécdota o citaban una frase de Teodoro Petkoff Malek, el hombre que este sábado fue velado en la capilla Memorial del Cementerio del Este y que fue parte de la historia política de la nación.

“Vamos a seguir luchando por rescatar a este país, así como lo quería tu abuelo”, le dijo Irene Petkoff a su hija en España a través de una videollamada, mientras le mostraba a los amigos que habían acudido a darle el último adiós a su padre. “No estés triste, tienes que sentirte orgullosa de todo lo que nos enseñó tu abuelo”, agregó.

A pocos metros estaba la viuda de Petkoff, Neugim Pastori y las hijas que viven en Venezuela: Teodora y Alejandra.

Alrededor del ataúd envuelto con la bandera de Venezuela y flanqueados por coronas que iban desde la del partido Movimiento al Socialismo (MAS) hasta el diario Tal Cual, estaban figuras como el político de izquierda Américo Martín, el diputado José Guerra, el excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski, el cineasta Carlos Oteyza y el presidente de la Asamblea Nacional, Omar Barboza.

También colegas, amigos y simpatizantes de Petkoff como Ramón Guillermo Aveledo, Felipe Mujica, Fernando Egaña, Alfonso Marquina, Luis Manuel Esculpi, Américo De Grazia, Henri Falcón, Gerardo Blyde, Stalin González y Miguel Pizarro. La escena parecía mas un cónclave de la MUD que un sepelio. Ningún personero del gobierno se dejó ver por La Guairita, tampoco representante alguno del llamado chavismo disidente.

Barboza y el resto de los diputados de la AN pidieron un minuto de silencio. Rodearon el sarcofago y se leyó un comunicado alabando el espíritu democrático de Petkoff y su apego a la norma constitucional. “Tanto así que fue perseguido por el régimen”, se desprendió de la misiva.

El rector de la Universidad Catolica Andres Bello, Francisco José Virtuoso, ofició la ceremonia religiosa y leyó una carta a Teodoro de su puño y letra. “Nos conocimos por allá en los 90 en el Centro Gumilla cuando él era ministro de Caldera, nos reuníamos frecuentemente con el padre Luis Ugalde y Mercedes Pulido de Briceño…ya en esa época Teodoro nos decía que había que tomar medidas económicas antes que fuese tarde…tenía tanta razon”.

Virtuoso indicó que Petkoff le dijo que había abandonado la lucha armada no porque esta había fracasando, sino porque se dio cuenta de que ese no era el camino adecuado. “Él decía que ‘es de idiotas no cambiar’, era un hombre llamado constantemente a la rectificación”.

Alabó una de las principales virtudes de Petkoff: la sinceridad a toda mecha. “Todos sabían que le gustaba hablar claro y raspao, era capaz de decir lo que pensaba sin mirar mucho las consecuencias; hacer política para él no era complacer a los demás sino decir lo que hay que decir”.

Concluida la alocución de Virtuoso, Capriles Radonski se coló en la capilla para ofrecer el pésame a los familiares no si antes decir “A Teodoro lo vi hace tres semanas y me impresionó que estaba atento de todo a su alrededor”.

La lucidez fue su más firme aliada en los últimos años de confinamiento obligado, no solo por su condición de salud sino por la prohibición de salida del país que pesaba sobre él por una supuesta difamación al primer vicepresidente del Psuv, Diosdado Cabello. Limitante que le impidió recibir de primera mano en España el premio de periodismo Ortega y Gasset.

“Teodoro era un hombre binario, político y periodista. Fundó partidos y periódicos. Su ejemplo deja una lección muy clara y grande”, dijo el ex compañero de armas de Petkoff, Américo Martín.

Empleados de Tal Cual y otros medios dijeron presente no solo para darle cobertura al sepelio de quien fue candidato a presidente de la República, sino para solidarizarse con la manera frontal de abordar el periodismo que tenía Teodoro.

“No es cierto que era un amargado, lo que pasa es que él no soportaba a la gente mediocre y le decía sus verdades sin cohibirse, era una persona de la que se podía aprender, tenía una visión periodística muy amplia”, dijo la comunicadora social y editora, María Fernanda Fuentes.

Además de la bandera de Venezuela y un ramo de rosas rojas, una carta enviada por la nieta de Teodoro, Andrea Petkova, reposaba sobre el ataúd. “El significado de nuestro apellido representa una leyenda y, como sabes, las leyendas nunca mueren. Y me aseguraré de que mis hijos aprendan tu historia y sientan el mismo orgullo que yo siento por ti, porque eres tú a quién yo siempre he admirado”, decía la misiva.

El ruido del murmullo de la gente nunca se detuvo. Como si las anécdotas de Petkoff fueran infinitas.

 

Entre los peligros del caos y el cesarismo por Asdrúbal Aguiar

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Muy oportuna como alerta – si nos dan los tiempos que se aceleran – es la advertencia de Fernando Egaña acerca de las dos dinámicas que corren separadas en Venezuela y que, de no ser ensambladas, pueden derivar en una verdadera tragedia.

El país político, por una parte, discurre sobre una autopista que hace relación prioritaria con el ejercicio del poder y el dilema del sostenimiento – real o con doblez según los distintos actores – del hilo constitucional. En tanto que, al país nacional se lo traga una espiral de violencia y crisis humanitaria sin precedentes históricos; de suyo indigna e injustificable como suerte de milagro económico al revés, si se considera que la república y su peculado dilapidan durante 17 años, a nombre del Socialismo del siglo XXI, una suma anual escandalosamente superior, ajustada en proporciones e inflación, a la que gasta el Plan Marshall para la Reconstrucción de Europa y beneficio de 285 millones de habitantes.    

La pavorosa imagen de las filas de viandantes a las puertas de abastos y farmacias – por haber mudado éstos en destino de frustración y rabia: mixtura de carencias y mega-inflación, evoca en el imaginario a quienes caminan durante la Segunda Gran Guerra hacia las cámaras de la muerte. No exagero.

La salvaje cuanto inenarrable quema popular o el descuartizamiento, ante la impávida vista de autoridades y ciudadanos, de delincuentes a quienes se les encuentra robando en una hora de necesidades y angustias colectivas extremas, indica la forja de un coctel capaz de estimular lo peor; si, acaso, lo que ya ocurre no basta como para mostrar una realidad social en la que han cedido los lazos de afecto, la creencia en las reglas de convivencia común y su valoración como indispensables, en suma, la estima por la democracia profunda.

Entre tanto, el país político – gobernantes, jueces, diputados, partidos – resume su circunstancia en términos igualmente agonales pero ineficaces, dada la hora nona. Nicolás Maduro, a despecho de sus conmilitones irredentos, reconoce la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias del 6D, por presa, su revolución, de la heterodoxa marxista del siglo XXI; que usa de la democracia como medio para vaciarla de contenido. Pero ingenua es la expectativa, como se demuestra, sobre la suficiencia de la soberanía popular y su pronunciamiento para modificar la raizal cultura totalitaria del gobierno y el resto de los poderes públicos que controla, con el apoyo comprado – dicho literalmente – del Alto Mando Militar. Aquéllos no ejecutan ni reconocen las funciones legislativas y de control que constitucionalmente le corresponden a la Asamblea Nacional opositora, y ésta, que cuenta con la legitimidad de su voz, carece de poder material coactivo. Es presa de un catecismo irrenunciable, el de los sacramentos de la libertad y el Estado de Derecho ante un adversario que le opone la violencia institucional desnuda y arbitraria.

Lo cierto es que, el ritmo palaciego de facto y el nominalismo constitucional parlamentario se cruzan en una lucha desigual mientras el paciente, los votantes del 6D, agoniza sobre la camilla del hospital republicano; espera que sus “médicos políticos” decidan si lo intervienen quirúrgicamente por la izquierda o por la derecha.

La cuestión no es de fácil solución, por inédita; salvo su parentela con la ominosa experiencia que viven los panameños bajo el régimen dictatorial de Manuel Antonio Noriega.

Hay un hecho que, además, cabe ajustar a la prevención de Egaña. La dinámica del “país político” sigue apegada a los cánones del siglo XX, a pesar del uso desbordado que hace – la parte que domina el régimen autoritario y militarista de Maduro – de la publicidad impresa, radial y televisiva, para sostener su deliberada abulia, simular unidad en medio de su fragmentación mafiosa, ganándole tiempo al tiempo. Entre tanto, el país nacional se mueve a ritmo de vértigo bajo la presión de las necesidades y el bombardeo de la información digital instantánea que procuran los millennials, articulando emociones sin darles direccionalidad cierta. Hay un caldo de cultivo que, siendo real, adquiere potencialidad mayor en el imaginario y que no espera por las resultas del diálogo parlamentario formal o del que promete la Roma vaticana con su milenaria cultura de sosiego a cuestas.     

La historia, madre y maestra, salvando contextos y centurias, muestra, como lo dice Cicerón, que “no hay mar o incendio tan terrible, cuya violencia no sea más fácil apagar, que la de una muchedumbre… desencadenada” y, como lo apunta Lucrecio, que “la conducción política se hunde en la turbia oscuridad del gobierno de la muchedumbre, cuando cada cual intenta alcanzar dominio y supremacía para sí mismo”.  

@asdrubalaguiar

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