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Felipe Mujica

Sebastián de la Nuez Jun 20, 2020 | Actualizado hace 4 semanas
Los traidores

@sdelanuez 

Esta semana se derrumbó otro pedazo de la UCV, Tibisay Lucena se marchó del CNE más gorda de lo que entró, los vestigios de la democracia recibieron varios mordiscos del Tribunal Supremo de Justicia y ubicuos operadores políticos del MAS (de lo que queda del MAS) fueron colocados donde hay, para que ellos también arañen del botín (de lo que queda del botín).

También apareció el cadáver de un caballo en el sector La Gloria, en alguna parte del estado Apure.

Esto último ya se convierte en un ritornello, otra pista del país de ahora, donde suelen aparecer restos de animales asesinados (o sacrificados, como quieran) en zonas rurales, pero también urbanas. ¿Qué tal sabrá la carne de caballo, de perro, de gato, de zamuro? No son tristes las noticias que vienen desde Venezuela; son dramáticas.

Por primera vez en 60 años, Eduardo Fernández no votará por la tarjeta verde de Copei, y no lo hará más nunca, dice en un tuit, mientras permanezca secuestrada por el TSJ. Henri Ramos Allup, por su parte, dice que lo que le están haciendo a Acción Democrática ya se ha visto antes en la Historia y que el partido de Betancourt siempre sobrevivió, aun en las épocas más oscuras.

Otras tarjetas con unos símbolos y colores inequívocos, otros partidos, han sufrido la ocupación forzada vía exprés gracias a los buenos oficios de los delincuentes del TSJ.

Su sala Constitucional ha dictado, según constata una ONG especializada en el tema judicial, al menos 132 sentencias contra el poder legislativo desde diciembre de 2015. Esta organización calcula que la sala Constitucional dicta, en promedio, un fallo cada doce días contra la Asamblea Nacional legítima, por cierto, producto de las últimas elecciones justas (aun realizadas en condiciones abusivas y ventajistas a favor del régimen) que hubo en Venezuela.

Pero estos sucesos de los últimos días, contra los partidos sobrevivientes, no serían posibles sin los traidores, esos bichitos con hocico y pezuñas que han medrado siempre de la política y lo seguirán haciendo eternamente. Bichitos con consistencia de correveidile. ¿Verdad, Felipe Mujica?

Hay traidores en las cloacas y en las directivas de los partidos, nunca se sabe cuándo se van a quitar la máscara.

Y hay traiciones sin traidores, o sea, traiciones que han crecido en el inconsciente colectivo desde lo aceptado tácitamente por la sociedad y el sistema educativo.

Como las lecturas que se hacen de la Historia.

Los historiadores venezolanos tienen, hoy en día, como quien dice, la película completa en su cabeza. Saben bien cuáles son las consejas repetidas una y otra vez a lo largo del tiempo, hasta el hartazgo —incluso— en las aulas de cada escuela o en la televisión, los discursos y en los libros; han producido daños irreversibles, virulentos.

Carole Leal Curiel, una de las más acuciosas y equilibradas historiadoras con que cuenta Venezuela, está harta del entorno político, se ha encerrado en su casa a estudiar y escribir sobre los inicios de la Independencia en Venezuela. Los acontecimientos actuales la sobrepasan en su condición de persona alerta y vulnerable ante la tragedia colectiva.

Hace algún tiempo escribió una monografía, «La primera revolución de Caracas, 1808-1812: juntismo, elecciones e independencia absoluta», donde estudia la revuelta del 19 de abril de 1810 y la declaración de Independencia del 5 de julio. En buena medida, la condena bolivariana al sistema federal y a los «excesos liberales» explica el fracaso político de esa primera revolución. Apoyándose en los estudios de Germán Carrera Damas y Luis Castro Leiva, apunta Leal Curiel en una dirección: la reconstrucción histórica de la época emancipadora —es decir, la reconstrucción que se ha hecho el propio venezolano de su Historia— gravita en torno a la figura de Simón Bolívar y, por extensión, sobre todo lo militar que hay o hubo en cada héroe o supuesto héroe.

Sin embargo, la narrativa histórica escamotea aspectos decisivos en esa primera república, como el largo proceso de negociación política que significó conformar juntas en las provincias que formaban parte de la Capitanía General, el desarrollo de las elecciones para diputados al Congreso General Conservador de los Derechos de Fernando VII y el debate teórico-político que condujo a la declaración de la independencia absoluta.

O sea, se prefirió enaltecer la inmediatez y capacidad decisoria de las armas, dejando en la sombra la posibilidad de negociar, la importancia de las elecciones y la herramienta inestimable del debate de ideas, aquel que finalmente pueda conducir a un cambio.

¿Hay en Venezuela una “conciencia histórica nacional” (la expresión la toma Leal Curiel de Carrera Damas)? No, no la hay. No hay sentido de república ni de la cosa cívica sino culto a lo militar, culto al revanchismo, culto a Bolívar.

¿Cuál es el sentido mismo de la república? Hay dos países, uno grande, sufriente y desparramado por el mundo que conoce, o al menos intuye, ese sentido de lo republicano; el otro, mínimo pero poderoso, es el paisito que está expropiando ahora partidos políticos, animando la traición a esa escala. Ese paisito no sabe lo que es república, pero sí sabe lo que es feudo. Es el país, por cierto, del colombiano Alex Saab (y del traidor que lo elevó y le dio las llaves), embajador plenipotenciario del régimen madurista en asuntos de alimentación, entre otros.

En su autoencierro, que no es para nada improductivo ni significa laxitud de espíritu, Leal Curiel busca, en el fondo de todo su trabajo, quizás, una respuesta en la Historia, la respuesta a una pregunta que suena un poco vulgar pero que ya se la han hecho otros intelectuales latinoamericanos en relación a sus propios países, por lo general zarandeados por su propia Historia o por la brutalidad de sus líderes: ¿en qué momento se jodió Venezuela?

En el momento en que nació Chávez, dirán algunos.

Pero no. Esa no es suficiente respuesta. Chávez es un traidor más, uno vil y artero, desde luego; pero ni siquiera merece tanta importancia.

Hace falta escuchar a los historiadores. Hace falta rescatar los valores y quitar de su sitio unas cuantas estatuas o bustos del Libertador. No destruirlas ni echarlas a un río, tampoco es cuestión de alentar más barbarie. Simplemente, mudar esos trastos a la esquina de la plaza y dejar en el centro a un médico, a un literato, a un profesor.

Hace falta quitarle el remoquete “bolivariana” a la república de Venezuela. El culto a Bolívar, y al énfasis que se le ha dado a sus acciones sobre las de venezolanos ilustres del lado civil de la acción humana, ha sido y es una forma de traición a la patria.

 

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Eddie A. Ramírez S. Ene 21, 2020 | Actualizado hace 3 semanas

Hay dos tipos de lastre que dificultan avanzar a los demócratas para salir de la narcodictadura. Quizá el más fácil de deslastrar es el de los sinvergüenzas infiltrados en la oposición y los que montaron tienda aparte y disparan un tiro al gobierno y otro a la oposición. El otro lastre son los dogmas estratégicos que, cual nuevos inquisidores, defienden a capa y espada algunos demócratas.

Afortunadamente, sin proponérselo los demócratas nos deslastramos de varios diputados rufianes que si ningún pudor aceptaron unos reales para intentar imponer una directiva de la Asamblea Nacional a todas luces fraudulenta. Es positivo que estos granujas se quitaran la careta. Los Parra, Britos, Morales y demás tunantes los recordará la petite histoire como la escoria que son. Lo inaudito es que lograran introducirse en la nave democrática.

Hay otro grupo que no cuenta con respaldo de los ciudadanos pero que causan ruido y son potenciados por el régimen. Como dice el diccionario son “individuos que entorpecen o detienen algo”.Para subsistir requiere el apoyo de Miraflores. El señalamiento no es porque decidieron constituir una nanomesa de diálogo, sino por declaraciones reconociendo como presidente al usurpador, aceptar que el vagabundo de Parra logró los votos y por favorecer las prédicas del régimen.

El homofóbico Felipe Mujica, amparado en un grupo que desde hace años dejó de tener relevancia, ve con buenos ojos que el sumiso TSJ designe al nuevo CNE. Claudio y Timoteo completan el triunvirato sin soldados que descalifica al presidente (e) Guaidó para intentar confundir. Son simples zombies en búsqueda de seres humanos.

 

Henri Falcón es un dirigente que pareciera estar en la cuerda floja. Se retiró de la nanomesa por el incumplimieto del régimen en poner en libertad a los secuestrados políticos y declaró que la elección de Parra es una burla. Cometió el error de participar en la elección espuria del 2018. Puede tener el beneficio de la duda, pero debe hablar claro.

El trabajo más difícil es alinear el llamado G4 (Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo)y otros, con una parte de la oposición que no cuenta con mucha gente,al menos según las encuestas, pero sí con dirigentes valiosos y una red de tuiteros muy activos y bien intencionados. María Corina Machado es la dirigente política que más admiro por su coraje y porque piensa que el estado no debe ser dueño de empresas, ni prestar servicios en los que el sector privado, sujeto a normas claras, puede hacerlo más eficientemente.

Predica el dogma de que no se puede ir a elecciones sin antes poner fin a la usurpación, lo cual todos deseamos, pero el problema a resolver es el cómo. Igual sucede con el luchador Antonio Ledezma, quien insiste en la invocación del 183-11, lo cual ningún país parece dispuesto a aplicar, al menos por ahora.

Quien esto escribe considera que lo lógico es que nuestros militares, en cumplimiento de la Constitución, soliciten la renuncia al usurpador o al menos que convoque este año a elecciones transparentes. Sin embargo, esto no pasa de ser un un buen deseo, ya que hasta ahora el Alto Mando se ha mostrado sumiso y los oficiales que han manifestado su descontento con las violaciones a la Constitución están presos, algunos torturados y otros exiliados o dados de baja.

Pareciera que la opción es que los opositores unidos decidamos votar, si se logran condiciones mínimas, o que nos abstengamos. Si acudimos a las parlamentarias y sorteando las trampas y ventajismo las ganamos como en el 2015, el régimen hará lo mismo: inhabilitación, prisión y exilio de algunos diputados, desacato y mantendrá por encima la Asamblea Constituyente. Es decir que tienen razón quienes predican que votar no resuelve el problema.

El punto es que si nos abstenemos tampoco lo resolvemos. La ventaja de votar es que se moviliza a la gente y es otro golpe para el régimen. Quizá el dilema no sea votar o no votar, sino que esa decisión sea unánime. Si todos votamos podríamos lograr algo. Si no votamos también. Pero si no sucede algo más quedaremos en las mismas.

 

Como (había) en botica: Enrique Ochoa Antich, más cerca del régimen que de los demócratas, pregunta sobre el destino de los ingresos de Citgo, hoy en manos de gerentes demócratas, competentes y honestos. Debería estar informado que esa empresa se endeudó con los chavistas-maduristas para darle más dividendos al régimen y ahora debe invertir las ganancias para enderezar entuertos y por ello no proporciona dividendos.

Rafael Ramírez es descarado. Critica al general Quevedo por represor y mala gestión, pero se olvida que él también reprimió despidiendo de Pdvsa a quien no fuese “rojo, rojito”. Además, Ramírez recibió la producción petrolera en 2.620.000 barriles por día (noviembre 2004) y la entregó en 2.336.000 b/d (setiembre 2014). Dice no sabe en qué gastó el régimen 700 mil millones de dólares en los diez años en que estuvo en Pdvsa. Le recordamos que parte fue en la corrupción que él mismo permitió. Lamentamos el fallecimiento del luchador Pedro Segundo Blanco de ABP. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

Alejandro Armas Sep 21, 2019 | Actualizado hace 2 semanas
Salami de Budapest en Caracas

BASTÓ Y SOBRÓ QUE JUAN GUAIDÓ diera por agotada y clausurada la mesa de negociación auspiciada por Noruega para que el régimen chavista convocara a un grupo de políticos a la antigua residencia presidencial que da a la Plaza Bolívar, para firmar un acuerdo por el que las partes se comprometen a un supuesto diálogo. El tufo a “Plan B” no lo disimuló ni el mejor desodorante (porque, claro, los jerarcas del régimen sí tienen acceso a este producto higiénico, a menudo vedado para las masas bien sea por la escasez o por la inflación). De esa forma aspira el chavismo a desacreditar la presión internacional que se cierne sobre sus nada atléticos (ni “atlásticos”) hombros y estimular las ya amargas divisiones en la oposición.

No es nada que deba sorprendernos de la cúpula roja. La atención más bien se la llevaron los copartícipes del pacto, los señores Timoteo Zambrano, Claudio Fermín, Felipe Mujica y Luis Augusto Romero (en representación del partido de Henri Falcón). Ardió la Troya caribeña con acusaciones de traición y colaboracionismo. No me sumé, ni me sumaré por ahora, al coro airado. No me consta que estos sujetos, y las organizaciones políticas que representan, estén actuando motivados por ofertas materiales hechas por el régimen. Ni siquiera sé si a cambio de sus autógrafos les prometieron una cuota de poder (el chavismo siempre ha sido notablemente mezquino hasta con aliados como el Partido Comunista de Venezuela). Tampoco descarto que, aunque sea una posición ruidosamente absurda, crean que esta es la mejor forma de avanzar hacia la recuperación de Venezuela. El tiempo irá aclarando esos pormenores, aunque no hay que extrañarse si vemos cosas peores, como reza el pasaje popular del libro de Ezequiel.

Una posible explicación de las fuerzas macabras que operan detrás de esta jugada política puede ser ilustrada con un bien alimenticio que usted verá en cualquier charcutería (bueno, quizá no en las de Venezuela). A saber, un salami. “Táctica salami” es el nombre que se le da a una modalidad del viejo truco “divide et impera”. Se atribuye la expresión al líder comunista húngaro Mátyás Rákosi. Estamos hablando de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, cuando los fieles de Marx estaban consolidando sus respectivas dictaduras en Europa del Este. Pese al apoyo absoluto del tío Stalin desde Moscú, estos fueron procesos que no se llevaron a cabo de la noche a la mañana. Acabar con la oposición y establecer regímenes de partido único tomó tiempo.

En la tierra de los magiares, Rákosi hizo uso de una herramienta retórica que sonará familiar a los venezolanos. Empezó a acusar sistemáticamente a sus detractores de ser fascistas. Un señalamiento sensible para un país ocupado poco antes por nazis. Por temor a ser percibida como muy radical, la disidencia marginó a su ala más derechista. Pero Rákosi no paró. Luego la oposición hizo lo mismo con su grupo más cercano al centro y, finalmente, con los militantes de la izquierda no comunista. En palabras del propio Rákosi, los rebanó como un salami. Al final solo quedó una dizque oposición incapaz de disentir efectivamente. Así, los comunistas se adueñaron del poder absoluto y establecieron una de esas mal llamadas “repúblicas populares”.

El chavismo entiende perfectamente que una oposición fraccionada es más débil, sobre todo si, además de no coincidir en nada, los sectores se hacen la guerra entre ellos. Sus maniobras para fomentar el disenso no son pocas y ahora pudieran haberse leído el manual del camarada Rákosi. Después de todo, en lo que va de año han hecho guiños reiterados a las organizaciones políticas que no son parte de su coalición pero tampoco se sumaron a la estrategia encabezada por Juan Guaidó. Quienes sí lo hicieron, en la verborrea chavista, son unos facinerosos tan desesperados por obtener el poder, que se lanzaron a una aventura demencial. De esa gente, insisten en Miraflores, el país no puede esperar nada, pues su intento de epopeya no tiene otro destino que el fracaso. En cambio, agregan, los opositores que no respaldaron el dislate son personas sensatas que entienden que el poder lo tienen las autoridades chocantes pero legítimas y que si va a haber un cambio será de acuerdo con sus reglas. Este ha sido el mensaje desde enero.

No es ningún secreto que la euforia que siguió al acto apoteósico en Chacao ha sido en buena medida desplazada por la decepción y la angustia ante el hecho de que el régimen sigue en pie, mientras la calamidad socioeconómica muerde. Así que probablemente los señores Falcón, Fermín y demás pensaron que en efecto es una tontería radical lo que Guaidó está haciendo. De ser ese el caso, pudo resultarles tentador presentarse como los que sí ponen soluciones (que no opciones) sobre la mesa, aunque para ello tuvieran que pactar con el régimen.

Pero estas “soluciones” son un espejismo. Cambiar las autoridades del Consejo Nacional Electoral a mi juicio no devolverá al ciudadano común la confianza en el sistema. Pueden sacar a Tibisay Lucena y poner a quien quieran como árbitro. Muy pocos serán lo que crean que cualquier selección en la que participe un chavismo que no ha dado absolutamente ninguna señal de estar dispuesto a dejar el poder evitará los abusos y trampas de los procesos comiciales anteriores. Es más, ya una vocera del régimen, Gladys Requena, dijo que solo reemplazarán a los rectores con período vencido. Por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia emitida en 2016, el número de rectores con plazo vencido es cero, como advirtió el periodista Eugenio Martínez. Es decir, si el chavismo no modifica su propia narrativa, no habrá ningún cambio.

En cuanto al planteamiento de establecer un programa de intercambio de petróleo por alimentos, otro punto en el pacto con el régimen, me remito a las impresiones del economista Francisco Rodríguez, quien ha hecho propuestas similares. Rodríguez señaló que esta iniciativa no es viable sin el visto bueno de Guaidó y del Gobierno norteamericano. Añadió que en las actuales circunstancias, la comida obtenida por esa vía caería en las mecanismos de distribución del chavismo, claramente politizados. Sería como otro CLAP.

Vemos entonces que, aunque hayan actuado sin intereses oscuros, es poco o nada lo que los cosignatarios del acuerdo con el régimen conseguirán. En cambio, pienso que es mucho lo que pierden por haberse dejado rebanar como una salchicha curada. Desde 2017 he hecho exhortos constantes a que todos los sectores de la oposición se unan en torno a una estrategia compartida con miras al cambio político que tanto urge. Eso incluye al sector que gira en torno a María Corina Machado y Antonio Ledezma, aquel que sigue más o menos amalgamado como Mesa de la Unidad Democrática o Frente Amplio y, por último, a los que firmaron el acuerdo en la Casa Amarilla. Pues bien, sea cual sea su intención, al haberse integrado a un sabotaje contra los esfuerzos del grueso de la oposición y el plan con mayores posibilidades de éxito, cruzaron una línea (no podía ser de otro color) roja. A partir de ahora, aunque se retracten, quedarían descalificados para volver a los esfuerzos mancomunados de democratización de Venezuela, puesto que no hay razón para concederles confianza. Triste final para una vida política. Si sus decisiones fueron desinteresadas, les deseo lo mejor en otro ámbito, caballeros.

 

@AAAD25
Despedida a Teodoro Petkoff, el murmullo inacabable

@franzambranor

Fue casi imposible que el gentío hiciera silencio. Más que un funeral parecía una reunión de políticos, intelectuales, periodistas y religiosos para dilucidar una posible salida a la crisis venezolana. A medida que transcurría el día más personas llegaban y el murmullo se acentuaba. Ni siquiera cuando el padre jesuíta Francisco José Virtuoso emitió unas palabras frente al fèretro se callaron. Todos tenían alguna anécdota o citaban una frase de Teodoro Petkoff Malek, el hombre que este sábado fue velado en la capilla Memorial del Cementerio del Este y que fue parte de la historia política de la nación.

“Vamos a seguir luchando por rescatar a este país, así como lo quería tu abuelo”, le dijo Irene Petkoff a su hija en España a través de una videollamada, mientras le mostraba a los amigos que habían acudido a darle el último adiós a su padre. “No estés triste, tienes que sentirte orgullosa de todo lo que nos enseñó tu abuelo”, agregó.

A pocos metros estaba la viuda de Petkoff, Neugim Pastori y las hijas que viven en Venezuela: Teodora y Alejandra.

Alrededor del ataúd envuelto con la bandera de Venezuela y flanqueados por coronas que iban desde la del partido Movimiento al Socialismo (MAS) hasta el diario Tal Cual, estaban figuras como el político de izquierda Américo Martín, el diputado José Guerra, el excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski, el cineasta Carlos Oteyza y el presidente de la Asamblea Nacional, Omar Barboza.

También colegas, amigos y simpatizantes de Petkoff como Ramón Guillermo Aveledo, Felipe Mujica, Fernando Egaña, Alfonso Marquina, Luis Manuel Esculpi, Américo De Grazia, Henri Falcón, Gerardo Blyde, Stalin González y Miguel Pizarro. La escena parecía mas un cónclave de la MUD que un sepelio. Ningún personero del gobierno se dejó ver por La Guairita, tampoco representante alguno del llamado chavismo disidente.

Barboza y el resto de los diputados de la AN pidieron un minuto de silencio. Rodearon el sarcofago y se leyó un comunicado alabando el espíritu democrático de Petkoff y su apego a la norma constitucional. “Tanto así que fue perseguido por el régimen”, se desprendió de la misiva.

El rector de la Universidad Catolica Andres Bello, Francisco José Virtuoso, ofició la ceremonia religiosa y leyó una carta a Teodoro de su puño y letra. “Nos conocimos por allá en los 90 en el Centro Gumilla cuando él era ministro de Caldera, nos reuníamos frecuentemente con el padre Luis Ugalde y Mercedes Pulido de Briceño…ya en esa época Teodoro nos decía que había que tomar medidas económicas antes que fuese tarde…tenía tanta razon”.

Virtuoso indicó que Petkoff le dijo que había abandonado la lucha armada no porque esta había fracasando, sino porque se dio cuenta de que ese no era el camino adecuado. “Él decía que ‘es de idiotas no cambiar’, era un hombre llamado constantemente a la rectificación”.

Alabó una de las principales virtudes de Petkoff: la sinceridad a toda mecha. “Todos sabían que le gustaba hablar claro y raspao, era capaz de decir lo que pensaba sin mirar mucho las consecuencias; hacer política para él no era complacer a los demás sino decir lo que hay que decir”.

Concluida la alocución de Virtuoso, Capriles Radonski se coló en la capilla para ofrecer el pésame a los familiares no si antes decir “A Teodoro lo vi hace tres semanas y me impresionó que estaba atento de todo a su alrededor”.

La lucidez fue su más firme aliada en los últimos años de confinamiento obligado, no solo por su condición de salud sino por la prohibición de salida del país que pesaba sobre él por una supuesta difamación al primer vicepresidente del Psuv, Diosdado Cabello. Limitante que le impidió recibir de primera mano en España el premio de periodismo Ortega y Gasset.

“Teodoro era un hombre binario, político y periodista. Fundó partidos y periódicos. Su ejemplo deja una lección muy clara y grande”, dijo el ex compañero de armas de Petkoff, Américo Martín.

Empleados de Tal Cual y otros medios dijeron presente no solo para darle cobertura al sepelio de quien fue candidato a presidente de la República, sino para solidarizarse con la manera frontal de abordar el periodismo que tenía Teodoro.

“No es cierto que era un amargado, lo que pasa es que él no soportaba a la gente mediocre y le decía sus verdades sin cohibirse, era una persona de la que se podía aprender, tenía una visión periodística muy amplia”, dijo la comunicadora social y editora, María Fernanda Fuentes.

Además de la bandera de Venezuela y un ramo de rosas rojas, una carta enviada por la nieta de Teodoro, Andrea Petkova, reposaba sobre el ataúd. “El significado de nuestro apellido representa una leyenda y, como sabes, las leyendas nunca mueren. Y me aseguraré de que mis hijos aprendan tu historia y sientan el mismo orgullo que yo siento por ti, porque eres tú a quién yo siempre he admirado”, decía la misiva.

El ruido del murmullo de la gente nunca se detuvo. Como si las anécdotas de Petkoff fueran infinitas.

 

Abr 11, 2016 | Actualizado hace 8 años
Sin máscaras ni piedras (y III) por Armando Durán

MUDVamoscontodo

 

Augusto Monterroso nos cuenta, con la única frase del cuento más breve de la literatura universal, que “al despertar, el dinosaurio seguía allí”. Millones de venezolanos descubrieron esta agobiante realidad a las 4:00 de la madrugada del lunes 16 de agosto de 2004. Durante horas habían hecho colas interminables a las puertas de los colegios electorales para expresar cívicamente su rechazo a Hugo Chávez, ahora Francisco Carrasquero anunciaba a tambor batiente la derrota del Sí y nadie se lo podía creer.

Al caer la tarde del domingo, Henry Ramos Allup, Felipe Mujica y César Pérez Vivas, sonrientes y felices como tres niños el día de Navidad, mostraron ante las cámaras de la televisión su confianza ciega en el triunfo opositor haciendo con los dedos la señal de la victoria. Más de media Venezuela se fue esa noche a la cama con la certidumbre de que Chávez había mordido el sucio polvo de un fracaso electoral irremediable. Al despuntar el alba, Ramos Allup, el ceño fruncido por su grave error de cálculo, mientras Enrique Mendoza daba media vuelta y desaparecía, le pedía a los venezolanos un poco de tiempo para encontrar una explicación razonable de lo ocurrido.

Ramos Allup nunca despejó esa incógnita y muy pronto la perplejidad, el abatimiento y la indignación se adueñaron del ánimo de la Venezuela opositora. Sobre todo, porque poco después del mediodía Jimmy Carter y César Gaviria certificaron la verdad de unas cifras oficiales que le daban al No la victoria por un margen inconcebible de 20 puntos.

Sin embargo, la incómoda pregunta que se veían obligados a hacerse ahora los venezolanos no era tanto para conocer el porqué de ese desconcertante resultado, sino para entender cómo y por qué la dirigencia política de la oposición, a pesar de tantas y tan aparatosas violaciones de la Constitución, esgrimiendo el argumento de que con trampas o sin trampas el referéndum estaba blindado, aceptó las ilegalidades que una a una habían ido desmantelando la posibilidad de celebrar esa consulta electoral en condiciones de equidad y transparencia. Y por qué, en lugar de enfrentar la realidad de un fraude progresivo que dejó a la sociedad civil en una situación de abandono, minusvalía y vulnerabilidad insuperables, decidieron acudir mansamente al matadero de unas urnas trucadas. Pasando por alto desde la designación de un CNE al margen de las normas constitucionales, hasta la nacionalización vertiginosa de casi 2 millones de extranjeros, la sospechosa contratación de Smarmatic, la incorporación de máquinas captahuellas vinculadas electrónicamente a las de votación, las migraciones ilegales de electores y los ostensibles abusos de poder, como el invento de las llamadas planillas planas, la necesidad de repetir el acto de las firmas y la grosera conversión del referéndum en plebiscito.

El gran error de la Coordinadora Democrática fue no admitir siquiera la naturaleza totalitaria del chavismo. Como tampoco lo hacen ahora. Creer que Chávez era tan demócrata como los gobernantes del antiguo régimen y que bastaba la experiencia de los viejos partidos para acorralarlo a punta de votos y sacarlo pacíficamente de Miraflores. Sostener contra viento y marea que gracias a la presunta destreza política de los jefes de la oposición Chávez no podría escapar de la calamidad electoral por venir. Y no entender que sus aparentes retrocesos no respondían a súbitos desfallecimientos, y apenas eran meros simulacros y cebos para conducir a sus adversarios a nuevas y mortales emboscadas.

Como señalaba The New York Times en un editorial publicado dos días después, a la oposición le faltó “eficacia y realismo” para encarar el desafío que le presentaba Chávez. Uno tiene estos días difíciles la impresión de que la MUD, al garantizarle al régimen su propósito de salir de Nicolás Maduro “sin máscaras ni piedras”, es decir, portándose bien a pesar de su llamado a la “rebelión constitucional” para por fin desconocer oficialmente el mandato popular del 6-D, sencillamente repite aquel indignante despropósito de la Coordinadora. De nuevo sin ninguna eficacia y, por supuesto, sin realismo.

 

@aduran111

El Nacional 

IPYS: Diosdado Cabello criminaliza a medios y trabajadores en su programa Los mazazos

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La organización IPYS Venezuela monitoreó del 3 octubre al 3 de diciembre de 2014 las transmisiones del espacio ‘Con el mazo dando’, conducido por Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional en el que el dirigente acusó a 165 personas y organizaciones por supuestos delitos y acciones que calificó de irregulares.

 

Jesús Alberto Yajure | @albertoyajure

Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), criminaliza a los medios y sus trabajadores en su espacio de opinión «Los mazazos» que transmite el canal del Estado, Venezolana de Televisión (VTV), indica un reporte del Instituto Prensa y Sociedad de Venezuela (IPYS Venezuela). La organización no gubernamental monitoreó dos meses de programación del espacio de opinión, transmitidos entre noviembre y diciembre de 2014.

IPYS documentó que durante 9 programas, difundidos en un período de dos meses, Diosdado Cabello acusó a 165 personas y medios, entre los que se cuentan diarios de circulación nacional, directores, editores, periodistas, fotógrafos, activistas, organizaciones no gubernamentales, dirigentes políticos de oposición, representantes de la Iglesia católica, estudiantes y universidades venezolanas.

 

Vea el reporte completo aquí «Los mazazos» contra los medios y la disidencia

 

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El patrón de señalamientos revela un proceso de constante vigilancia y seguimiento hacia diversos actores: dirigentes de partidos políticos, miembros de organizaciones no gubernamentales, periodistas, dueños de medios de comunicación, líderes estudiantiles, miembros de la iglesia católica, autoridades universitarias, analistas políticos y económicos, ciudadanos detenidos y bajo procesos judiciales.

A pesar de que los acusados representan a diversos sectores sociopolíticos de Venezuela, tienen un elemento en común: ejercen funciones que desde el gobierno son consideradas subversivas, susceptibles de objeciones.

Las personas y organizaciones que aparecen reseñadas en el programa, frecuentemente, son tildadas como «la derecha», «los fascistas», «los desestabilizadores», «los amargados». Así los califica Diosdado Cabello para abonar la tesis de una supuesta conspiración en contra del gobierno. En los 9 programas analizados, IPYS Venezuela encontró 25 referencias de Diosdado Cabello, vinculadas a este argumento. Habló de «conspiración», «conspiradores», y acciones para «conspirar».

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Las acusaciones buscaban criminalizar el trabajo de medios y periodistas, mediante el uso de informantes anónimos referidos por Cabello como «patriotas cooperantes». Bajo la lógica de Los Mazazos, la mayoría los señalamientos son arbitrarios, no están fundamentados en ninguna investigación previa que debería realizarse desde las instituciones del Estado venezolano.

Más allá de reprender o avalar conductas de las personas y organizaciones que han sido señaladas, IPYS Venezuela considera que las leyes nacionales establecen que son los organismos del poder moral y judicial los que están en competencia para llevar adelante cualquier procedimiento de averiguación si los casos los ameritaran. Éste es un rol que le corresponde a las instituciones de justicia y no de un programa de televisión que acusa y sentencia a ciudadanos, con la utilización de la plataforma del principal canal del Estado y desde la vocería del presidente del parlamento nacional y dirigente del partido político oficial.

El abuso del poder del Estado en materia de comunicaciones se hace evidente. Con «el mazo dando» revela una mezcla en la que los roles del Estado se distorsionan y aúpan la impunidad. Esa fusión se llega a naturalizar: el canal estatal actúa como el partido político oficial. Pero a su vez, se vuelven una sola las funciones del gobierno, el parlamento, los encargados de la justica y los órganos de inteligencia policial. Ante las acusaciones como las que se hacen recurrentes en el programa, los ausentes son el debido proceso y la independencia de los poderes públicos del país, garantías fundamentales de la democracia y que están establecidas en la Constitución Nacional.