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Estado criminal, por Antonio José Monagas

 

Cuando un gobierno confunde sus criterios de gestión con pretextos de un abusivo y grosero pragmatismo por el mero afán de conservar el poder, sin medir consecuencias ni evaluar recursos, está impúdicamente provocando más calamidades que las arrojadas por un desastre natural. Sobre todo, si los resultados que sus desmanes incitan, contravienen libertades y derechos humanos que asolan la salud moral, espiritual y física de la población bajo su pretendida responsabilidad.

Es el problema que sofoca a Venezuela toda vez que el alto gobierno se desentiende de las crudas realidades cuyos efectos están diezmando la salud de venezolanos que claman a viva voz por alimentos y medicamentos. Es lo que define un Estado “criminal”. No más por los traumas que de su reticencia u obstinación derivan, que por el sacrificio de vidas que inhumanamente induce.

De un Estado “fallido”, concebido en virtud de los reiterados desafueros instituidos como decisiones adoptadas con el sarcasmo propio de quien sólo responde a un enfoque mísero y perverso del hecho de gobernar, Venezuela pasó ahora a verse como un Estado “criminal”. Todo ello, por causa de la indolencia que solaza cada determinación asumida gubernativamente. Y muy posiblemente, instituida como razón por el programa que rige la agenda “revolucionaria”.

Antes de cualquier análisis sobre tan grave problema, vale preguntarse: ¿por qué ahora cualquier simple enfermedad cuesta la vida de muchos venezolanos? O ¿por qué el Ejecutivo Nacional niega la condición de carestía de medicamentos que adolece la población toda vez que la salud del venezolano encarece abiertamente la crisis económica, social y política que padece el país?

En principio, no hay manera de encubrir el grosero problema que el gobierno central pretende soslayar con desvergonzadas excusas. Actualmente, la crisis de salud supera impunemente el estado de hechos que pudo caracterizar a Venezuela hace diez o más años. De ello, no cabe la menor duda. Por tanto, no es difícil inferir que la salud no es prioridad para el gobierno. Muy a pesar de lo que establece la Carta Magna cuando distintos preceptos contenidos en el Capítulo V, De los Derechos Sociales y de Familias, exaltan directa y categóricamente que la salud es “un derecho social fundamental, obligación del Estado, que lo garantizará como parte del derecho a la vida” (Art. 83). Más aún, el mismo derecho es ahora condicionado, con la mayor saña posible, por el agorero registro del manido “carnet de la patria”.

No hay duda que las realidades están apartadas de cualquier arenga presidencial. Peor aún, son demostrativas de situaciones penosamente humillantes. Los saldos son patéticos. Enfermedades ya erradicadas, azotan nuevamente la palestra venezolana. Tanto, que están hostigando importantes poblaciones sin que haya nada de por medio que mitigue los perjuicios causados. Más aún, importantes pérdidas de vidas de venezolanos suceden, casi pudiera decirse, que a solicitud del modelo político. Se cuentan significativas bajas de venezolanos, indistintamente de su arraigo social y económico y político.

Una forma de cómo el gobierno afronta sus mismos exabruptos, ha sido negándose a lo que dice ser una crisis humanitaria. Aunque lo enunciado por la teoría política, posiblemente podría justificarlo. Quizás, desde ese enfoque habría que aceptar que dicha crisis humanitaria no existe por cuanto no hay una razón que evidencie un desastre natural suscitado por carencias absolutas. O por la presencia de alguna perturbación política o emergencia política capaz de invocar una respuesta militar de consabidos efectos. Pero si bien el asunto no es ese, entonces no es difícil deducir que, en lo exacto, dicho problema no existe.

El problema que ha venido acentuándose, con sus correspondientes daños focales y colaterales, lo explica la incidencia de una crisis de humanidad. Crisis ésta que empuja un tipo de crisis de conciencia y otro tipo de crisis de moralidad. Ésta, ha devenido en actitudes indecisas e insidiosas que han incitado el cúmulo de dificultades que ahora fustiga al país sin que haya sido  del todo comprendido. Menos reconocido, pues haberlo hecho podría haber encendido la flema de mayores protestas nacionales e internacionales.

Esta crisis tiene secuelas que comprometen el abastecimiento de farmacias. Así como el conveniente funcionamiento de hospitales. Igualmente, de organizaciones que prestan servicios de salud, programas de prevención de enfermedades y de seguridad social. Casi toda esta situación, pareciera ser compatible con un exterminio social predeterminado. O programado al mejor estilo fascista. Y sumado esto a la diatriba que se ha dado entre una oferta dolarizada y una demanda fundamentada en un bolívar decrépito, termina de componerse la ecuación cuyas incógnitas lucen incongruentes con la naturaleza de la lógica matemática.

Sin embargo, mientras que el alto gobierno sostenga que cualquier tipo de colaboración, de ayuda o apoyo representa una intervención, o una vía de resquebrajamiento de la doctrina de seguridad establecida por el programa de gobierno, la crisis habrá de convertirse en claro testimonio de lo absurdo. Más, cuando el criterio de negación, es cómplice de toda decisión gubernamental asumida detrás del interés internacional el cual plantea brindarle al país respuestas que potencien y reivindiquen las libertades y derechos conculcados por el régimen a fuerza de represión y opresión.

De todo esto pudiera desprenderse algo insólito. Y es que el optimismo cedió su lugar al derrotismo. Y así, en efecto, viene ocurriendo, por cuanto el socialismo del siglo XXI surgió contaminado por la miseria emocional y espiritual de sus artífices. Ya que por la sangre de estos patrioteros de baja calaña siempre ha corrido egoísmo, resentimiento, odio y perversidad. Así que de esto, no podía generarse otro sistema político que no estuviera cundido de maldad y vileza, corrupción y dolor y holocausto como en realidad está hoy. Luego de lo inferido, no había manera de estructurar otra concepción de Estado, que no fuera la visión de un Estado “criminal”.

 

@ajmonagas

El círculo del miedo en Venezuela, por Asdrúbal Aguiar

 

El miedo hace parte de nuestra especificidad como venezolanos. Ninguno lo acepta, pues ofende o resta honor, pero es obvia la apelación popular constante al padre bueno y fuerte, al gendarme o líder mesiánico de factura bolivariana, prohijador en la orfandad, quien nos encarna, en un contexto de amenazas y de males que él mismo, paradójicamente, crea y recrea para no dejar de ejercer su rol tutelar.

El miedo, así, condiciona hasta el comportamiento de las élites e impide, en el momento actual, un desenlace que reconduzca al país sobre el sendero de libertades que aún sigue pagando con sangre, tinta de nuestra historia. Es el enemigo que vencer.

En el mundo medieval el miedo es ley. Hordas de hambrientos asesinan en búsqueda de pan, tanto como huyen del extranjero por considerarle portador de enfermedades mortales. La imagen no es extraña en la Medellín de Pablo Escobar, o en la Venezuela de Nicolás Maduro, que viven bajo el miedo, en la anomia, controladas por el crimen asociado que doblega al andamiaje del Estado para sus fechorías.

No por azar, entre 1996 y 2000 emigran 2.040.000 colombianos, y nuestros compatriotas frisan una suma algo superior para el año corriente.

Oswaldo Payá, asesinado por la satrapía comunista, en mensaje que dirige a sus compañeros de la IDC, comenta su experiencia y recuerda que en una sociedad como la cubana se llega a un punto en que no se ven caminos o se cree que no los hay: “El régimen cierra las puertas del futuro y dicta la sentencia de la continuidad de la opresión a escala de eternidad … encaminada a sembrar la desesperanza. Esas dos componentes, represión y mentira son esencia de la cultura del miedo en que ha estado sumergido nuestro pueblo durante casi cinco décadas”, concluye.

El miedo cuando se agrava y degenera en angustia, paraliza, es decir, es incertidumbre total porque la mentira se hace política de Estado. Nadie confía en nadie. Es insumo del comportamiento colectivo, e impide ponerle rostro preciso al propio miedo y controlarlo. Es la represión arbitraria sin que el ciudadano sepa porqué y de donde le llega, acaso a manos del mismo Estado o de los criminales que dominan en su territorio, o por la ayuda que les prestan víctimas potenciales para salvar sus pellejos.

En el pasado remoto la conducta transparente y regida por valores es fuente de seguridad; asaz algo miedosa en lo íntimo dada la creencia de que se pierde el Paraíso por los pecados mortales. Mas ahora, en plena era de la globalización, cuando se defiende la muerte de Dios y el todo vale como en Zaratustra – libro de cabecera de Hugo Chávez al borde de su muerte –  hasta los “buenos” están dispuestos a negociar con el demonio, con el terrorismo, con el narcotráfico, para sobrevivir. Lo aspiracional democrático se reduce a mediocre seguridad o falsa existencia. Y las víctimas que sufren y se resisten a acomodarse se preguntan ¿dónde está Dios?, gritan que resucite otra vez.

Entre tanto, los victimarios – piénsese en los autores del acto terrorista que derrumba las Torres Gemelas de Nueva York o en el Maduro de la Masacre de El Junquito – se inmolan. Creen liberar sus miedos individuales arreciando con la maldad. Creen poner distantes los castigos que merecen por sus maldades sumas. Los unos piensan que irán al cielo y serán premiados con ninfas. Los otros imaginan viajar hasta la Isla de la felicidad, al paraíso comunista, o alcanzar que sus víctimas les perdonen sus pecados a cambio de una vida inútil e intrascendente, a la manera de los Rodríguez Zapatero y sus compinches.

La Venezuela sufriente pide a bocajarro, instintivamente, una vuelta a lo adánico. Demanda la presencia del padre tutelar en su agonía. Anhela como ayer al caudillo, al gendarme necesario, al traficante de ilusiones, al provocador de terrores, pero en los extraños y no solo en los extranjeros.

Nuestro siglo XIX, no por azar, se lo dividen José Antonio Páez y Antonio Guzmán Blanco, y más de la mitad del siglo XX, lo secuestran Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Los otros jefes, en sus interregnos, son sus amanuenses.

Llegado el siglo XXI Hugo Chávez hace de la república su botín, con igual ánimo, y lo logra. Al morir sobreviene la explosión del desorden. Los causahabientes tanto como los otros aspirantes a sucederlo, desde la acera apuesta, aún no calzan sus zapatos. Hacen el esfuerzo y es lo que les preocupa. Son los señores feudales, dueños únicos insustituibles de sus haciendas políticas, también desde hace 20 años.  

A ninguno le interesa ponerle rostro al miedo o definirlo y por ello hablan de autoritarismo, de democracia iliberal o deficiente, no competitiva, omitiendo desnudar al mal absoluto. Ninguno se atreve a romper el círculo vicioso del miedo, liberar las cadenas mentales que inhiben al ciudadano para ejercer con madurez su soberanía, pues todos a uno son, al fin y al cabo, la causa de nuestros miedos históricos, recurrentes.

En buena hora ese miedo y su círculo vicioso está por romperse, obra de la desesperación.

@asdrubalaguiar

correoaustral@gmail.com

El Estado Venezolano ensañado con los jóvenes, por Roberto Patiño, Juan Fco Mejía Z y Nikolai Elneser

 

Homicidios en Caracas

La opacidad y ocultamiento de cifras asociadas a la violencia urbana en Venezuela es alarmante, sobretodo en un país donde organizaciones como el Observatorio Venezolano de Violencia y la ONG Seguridad, Justicia y Paz, tildan penosamente a Caracas como la segunda ciudad más violenta del mundo, con una tasa de 111 homicidios por cada 100.000 habitantes. Es difícil conseguir alguna publicación de cifras oficiales sobre violencia en Caracas desde hace ocho años, salvando algunos casos aislados como el pronunciamiento de la Fiscal General de la República en marzo de 2017. Ante esta situación, Caracas Mi Convive y Runrun.es decidieron impulsar el proyecto Monitor de Víctimas, con el objetivo de recolectar la información asociada a los homicidios que ocurren en el Área Metropolitana de Caracas (AMC) para entender el problema, dar a conocer las historias de las víctimas desde su óptica y proponer políticas públicas orientadas a reducir los altos índices de criminalidad

Durante los primeros nueve meses de recolección de información, el dato más alarmante que se ha levantado es el de la participación de funcionarios del Estado como victimarios. En este período han sido responsables de 41% (441 casos, como muestra el gráfico) de los homicidios para los cuales se posee información. Esto confirma la tendencia al incremento de la participación del Estado ya anunciada por Luisa Ortega Díaz en su declaración del 30 de marzo de 2017, en la que estableció que en el año 2016 se registraron 21.752 homicidios a nivel nacional, de los cuales 4.667, equivalente a 21,5%, fueron perpetrados por funcionarios de los cuerpos de seguridad. A pesar de esto, el tema ha recibido poca atención.

 

 

 


El Estado ensañado contra los jóvenes

Al analizar con mayor detalle el perfil de las víctimas del Estado, se encuentra que 98% de las víctimas son hombres, de los cuales 77% son jóvenes entre 16 y 28 años de edad. Esto contrasta con el accionar de las bandas criminales y los civiles independientes, ya que 52% de las víctimas de estos grupos son jóvenes en este rango de edad. Asimismo, encontramos que 39% de los homicidios perpetrados por estos organismos fueron clasificados como ejecuciones extrajudiciales.

 

Este hecho demuestra que el gobierno, en vez de adoptar políticas públicas orientadas a la inclusión y la formación de los jóvenes ha optado por utilizar una narrativa que deshumaniza y estigmatiza a este grupo poblacional, ha evadido su responsabilidad de generar mecanismos de inclusión social (contrario a su discurso político) y de prevención y en vez de dar acceso a la justicia comete violaciones de derechos humanos ejecutando penas de muerte.

Los testimonios de altos funcionarios del gobierno, desde hace mucho tiempo, son elocuentes:

“Más de 2.000 <<potenciales delincuentes>> han muerto por venganza o por desafiar a los organismos policiales, situación que lamento, porque es una población joven que podía entrar en el proceso de rehabilitación, pero estos dejan poco espacio social cuando se caen a tiros entre ellos y con funcionarios policiales”. Viceministro de Seguridad Ciudadana, Francisco Belisario Landis (El Nacional, 19 de septiembre de 2000).

El 70% de los homicidios que suceden en Venezuela y la capital son entre las mismas bandas. A mi entender, esos homicidios no afectan a la seguridad ciudadana. La seguridad ciudadana es una sensación que tienen las personas. Sin embargo, las incluimos en la cifra. ¿Afecta la sensación de seguridad que las personas deben tener? Eso es discutible entre los criminólogos” (El Universal, 18 de Junio 2008).

 

Mano dura institucionalizada: las OLP

El accionar de los cuerpos de seguridad es parte de las políticas de mano dura que ha venido implementando el gobierno con sus mal llamadas “Operación de Liberación del Pueblo” (OLP) y “Operación de Liberación Humanista del Pueblo” (OLHP), desde el año 2015. Estas surgen como una medida conjunta entre fuerzas policiales (PNB y CICPC) y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) con el objetivo de «… liberar al pueblo de bandas organizadas y garantizar la paz», según el Ministro de Interior y Justicia, Néstor Reverol.

Las historias a las que hemos tenido acceso, gracias al trabajo con víctimas de la violencia, nos han dado la posibilidad de conocer de cerca los procedimientos ilegales que se llevan a cabo y el miedo que generan las OLP entre la población civil. Son bien conocidos los saqueos, destrozos a la propiedad privada y ejecuciones extrajudiciales que han sido perpetrados por lo funcionarios que participan en estos procedimientos. Una madre de San Agustín, cuyo hijo fue víctima de una ejecución extrajudicial por parte de la policía en junio de 2017 en su propia casa por una “equivocación”, y que luego fue clasificado como un enfrentamiento por los cuerpos de seguridad, nos comentó que mes y medio después del suceso la policía se presentó nuevamente en su casa y cuando ella preguntó por la orden de allanamiento el oficial sacó su arma, la apunto y respondió: “mire señora, la orden de allanamiento es esto, ve”.

Estos delitos institucionalizados a través de las OLP, pasan desapercibidos a la opinión pública. Las condiciones desiguales bajo las cuales se desarrollan las comunidades más vulnerables de la ciudad las posicionan como escenarios propicios para crímenes del Estado, generando una respuesta social violenta a sus acciones y alimentando, en consecuencia, el círculo de violencia y exclusión de los sectores populares.

 

Las políticas de mano dura en América Latina

A pesar de que el gobierno se empeña en profundizar las políticas de mano dura, diversos estudios a nivel regional han demostrado que este tipo de políticas no son efectivas. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2013, pp. 182): “Las políticas de mano dura adoptadas en la región han fracasado en su objetivo de disminuir los niveles de violencia y delito, y también han tenido un impacto negativo y profundo en la convivencia democrática y en el respeto a los derechos humanos, que están en la base del desarrollo humano.” En este sentido, estas políticas fomentan la corrupción, los ajusticiamientos selectivos, la desconfianza entre las comunidades y el Estado, desgarran familias y comunidades enteras y promueven una cultura de violencia e impunidad.

Entre las principales consecuencias directas de estas políticas se encuentran el fortalecimiento de las agrupaciones criminales, el aumento de la violencia letal y la violación de derechos humanos, particularmente contra jóvenes y menores de edad, como revelan los datos presentados.

Por ejemplo, en diversos estados de Brasil y en las ciudades de Rio de Janeiro y Sao Paulo se implementaron este tipo de políticas durante la década de los 90. Los resultados registraron un aumento en las muertes de civiles, así como muchos casos de violaciones a los derechos humanos. En Sao Paulo, la implementación de estas políticas coincidió con el período de mayores índices de delito. Por su parte, en Honduras, El Salvador y Guatemala se aplicaron políticas de mano dura a principios de la década del 2000 para enfrentar la presencia de las maras. Específicamente se enfocaron en encarcelar a los miembros de estos grupos, aumentar la presencia policial, usando técnicas militares, en determinados sectores de las ciudades y criminalización de las actividades asociadas a estos grupos. Al igual que en el caso brasilero, los resultados de estas políticas fueron negativos. Las prisiones se transformaron en “universidades del crimen”, los delitos cometidos por las bandas se intensificaron y estas adoptaron nuevas prácticas como los secuestros y la extorsión. En términos generales la violencia letal incrementó en los tres países (PNUD, 2013).

A pesar de toda la evidencia que existe en contra de las políticas de mano dura, estudios de opinión en la región encuentran que cuentan con muchorespaldo en los países latinoamericanos. De acuerdo al PNUD (2013), más de 75% de los venezolanos, brasileros, mexicanos, colombianos, hondureños, entre otros, estaban de acuerdo o muy de acuerdo con estas prácticas en el año 2012.

Existen, por lo menos, dos factores que pueden contribuir a cambiar esta percepción en nuestra sociedad: (1) La denuncia y visibilización de las violaciones a los derechos humanos cometidas por los funcionarios del Estado y (2) los recientes procedimientos ilegales, similares a las OLP, que se han llevado a cabo en sectores de clase media, en el marco de las protestas contra la dictadura y que han recibido mayor cobertura y rechazo público.

 

Hacia Una Política de Seguridad Ciudadana Inclusiva

En la últimas dos décadas se han desarrollado políticas públicas exitosas en ciudades latinoamericanas, como Medellín, Río de Janeiro, Cali y Bogotá que han contribuido a la reducción de las tasas de delito. “En el centro de varias de estas intervenciones ha estado el desarrollo de datos y análisis confiables y precisos, la adecuación de las respuestas a los problemas sociales, económicos y políticos específicos que enfrenta cada contexto, así como la participación sostenida y decidida de funcionarios junto con la sociedad civil.” (PNUD, 2013. pp. 184).

El trabajo de Caracas Mi Convive en sectores violentos, así como el análisis de los casos de estudio de las ciudades mencionadas, nos ha llevado a identificar los siguientes puntos como prioritarios, a la hora de pensar en el diseño y aplicación de cualquier política pública.

  1. Establecer relaciones de confianza con las comunidades más afectadas por la violencia e incorporarlas en la implementación de programas sociales (educativos, deportivos, culturales) dirigidos a los jóvenes más vulnerables priorizando y focalizando la prevención en jóvenes en riesgo y la reinserción de aquellos involucrados previamente en actividades delictivas.
  2. Reformas institucionales del sistema de justicia y de los cuerpos de seguridad, orientadas a disminuir los índices de corrupción e impunidad, a generar mayores capacidades de reacción e inteligencia y reconstruir las relaciones con los sectores de la sociedad afectados por la implementación de prácticas ilegales. Ejemplos de estas políticas son las policías comunitarias implementadas en Honduras, Rio de Janeiro y Los Ángeles, que tienen como objetivo el empoderamiento ciudadano por medio de la construcción de relaciones de confianza entre la policía y las comunidades.
  3. Mejorar la calidad de los datos que se recolectan, haciendo uso de nuevas tecnologías que permitan identificar los puntos calientes, guiar las estrategias de patrullaje e identificar los perfiles de las víctimas y victimarios.
  4. Establecer alianzas con instituciones de la sociedad civil como universidades, centros de investigación, empresarios y organizaciones sociales para que contribuyan en el diseño de las políticas y formen parte de la implementación de las mismas.
  5. Garantizar, mediante acuerdos políticos, la sostenibilidad y viabilidad temporal de las políticas de seguridad.

Los datos e historias de violencia en Caracas dan cuenta de un problema muy profundo que afecta a toda la ciudadanía pero con mayor ahínco a los sectores más vulnerables. Es necesario empezar a debatir sobre esta problemática y proponer alternativas que contribuyan a construir una ciudad más amigable para sus habitantes. Desde Caracas Mi Convive, creemos que la prevención de la violencia pasa por la construcción de relaciones de confianza entre todos los sectores de la sociedad civil y con el Estado que faciliten el diseño de políticas públicas exitosas y sostenibles en el tiempo.  

 

Referencias

PNUD, 2013. Informe Regional de Desarrollo Humano 2013-2014. Seguridad Ciudadana con rostro humano: diagnóstico y propuestas para América Latina. Disponible en: http://www.undp.org/content/dam/rblac/img/IDH/IDH-AL%20Informe%20completo.pdf

 

Paris Match: Venezuela, el país que deja morir de hambre a sus hijos

LeMonde

Recientemente la revista Paris Match publicó un reportaje titulado «Venezuela, el país que deja morir de hambre a sus hijos».

En el texto, firmado por la periodista Laurence Debray, se cita el caso de un estudiante universitario que, al iniciar su carrera (cuando Chávez asumió el poder), ganaba el equivalente a 1.200 euros al mes. 18 años más tarde, con un doctorado alcanzado, su salarió cayó a 4 euros.

En apenas un año, los venezolanos perdieron un promedio de ocho kilos. Aquellos que se han adherido a los valores del chavismo reciben la caja del CLAP mensualmente.

A pesar de esta situación, el oficialismo no ofrece estadísticas. Cuando Antonieta Caporale, ex ministra para la Salud, admitió un aumento de 30% y 65% en la mortalidad infantil y materna, fue despedida de su cargo.

«La mitad de los niños con cáncer murió antes de Navidad debido a la falta de medicamentos. Nuestros hospitales se han convertido en hogares «, dijo un pediatra que prefirió resguardar su nombre por temor a represalias.

Asimismo menciona cómo la revolución bolivariana destruyó el aparato productivo del país a través de las expropiaciones. La corrupción  habría desaparecido 70 mil millones de euros de las arcas del Estado.

A todo esto se suma la grave inseguridad de Venezuela. Caracas es la ciudad más peligrosa del mundo: un venezolano muere asesinado cada 19 minutos. Los residentes de la capital se han acostumbrado a los secuestros y los asaltos.

Aquí el reportaje completo en francés Paris Match

Ene 26, 2018 | Actualizado hace 6 años
El país de Medalagana, por V.J. Los Arcos Ayape

maduro

Hace tiempo que el “medalaganismo” es la norma de conducta del régimen de Nicolás Maduro Moros. Las cosas se hacen no de acuerdo con la Ley y el sentido común, como lo dice la regla republicana, sino retorciéndola a conveniencia, como desde hace un siglo se diseña la estrategia “revolucionaria”.

Entre los mil y un ejemplos del “medalaganismo”, por cierto instaurado bajo la égida chavista, es el indecente uso que desde el Palacio de Miraflores se hace con las publicaciones de la Gaceta Oficial. Ejemplo más notorio, por lo insultante, es el bloqueo a acuerdos y decisiones de la Asamblea Nacional, tradicionalmente ubicadas en el primer lugar, antes de las disposiciones del Gobierno.

El régimen aspira a hacer creer que nada que no sea publicado en Gaceta Oficial alcanza la validez legal y la obligación de cumplimiento, pero como es fácilmente demostrable, no es así. Dicho de otro modo, los acuerdos republicanos de la AN son de fuerza legal y de cumplimiento obligatorio, así el “medalaganismo” e insania “revolucionarios” pretendan que no.

Por el contrario, desde que se inventó la llamada “Asamblea Nacional Constituyente”, ilegítima e inconstitucional, los bodrios que genera ésta ocupan en la Gaceta Oficial el lugar preeminente que bajo gobiernos democráticos se reservó a la legítima y constitucional Asamblea Nacional (antes Congreso Nacional).

Por obra y gracia del “medalaganismo”, las empresas del Estado están funcionando en forma ilegal. Es verdad que al régimen le importa esto menos que nada, pero que al menos se sepa que la actitud consciente del régimen permite que esto ocurra. Es preceptivo que sus Presupuestos de Recursos y Egresos para un determinado ejercicio económico y financiero anual debe ser aprobados por la Oficina Nacional de Presupuesto (ONAPRE) y publicados en Gaceta Oficial dentro del año anterior al cual aplican.

Es por ello, por ejemplo, que los Presupuestos de 2017 fueron publicados dentro de 2016, como se evidencia en el recuadro anexo. La publicación ocurrió en dos partes: una referencia en la gaceta ordinaria y el contenido completo en otra extraordinaria de la misma fecha (30-12-2016). Es obvio que había conciencia plena de la obligación de publicar en 2016, a fin de que el funcionamiento de las empresas fuese legal en 2017.

No ocurre así con los Presupuestos de 2018, que en una gaceta ordinaria del día 28-12-2017, se pedía “ver” otra extraordinaria del día 22-12-2017 anterior. Lo único ordinario que hay en ello es la mentira de que esta última gaceta del día 22 existiese y lo único extraordinario es que las empresas del Estado estén funcionando sin un presupuesto legal.

Al día de hoy, la Gaceta Oficial No.6.353 Extraordinario del 22-1-2017 no existe: no ha sido impresa y, menos aún, publicada, por lo que ningún ciudadano con derecho al ”véase” ha podido ejercerlo.

Ayer, intentamos encontrar una explicación a lo que es una anomalía de extrema gravedad. En una visita tempranera a las oficinas del Servicio Autónomo Imprenta Nacional y Gaceta Oficial (SAINGO), de su Director General (encargado) Hugo César Cabezas Bracamonte, solo se supo que “no suele venir por aquí”; de su Directora Ejecutiva Moraima Guevara, que “tanto puede venir dentro de media hora, como en la tarde o no venir”; se habló con el consultor jurídico y con el coordinador de ventas; no hubo explicación a la anormalidad.

Otras consultas adicionales fuera del SAINGO, donde “no se habla mal de Chávez” y, se supone, menos aún de Maduro, explicaron bien la situación: la orden de impresión y publicación no ha sido autorizada por el Consejo de Ministros.

Así es la República de Medalagana, donde quieren elegir un emperador antes del 30 de Abril. A ver qué súbdito contrata con sus compañías. (Sigla)

Derechos sin revés: La tolerancia no es indulgencia o indiferencia, es respeto

tolerancia

 

La tolerancia es una virtud, con una doble perspectiva: moral y política. En realidad es una virtud de la democracia porque el respeto a los demás, la igualdad de todas las creencias y opiniones, la convicción de que nadie tiene la verdad ni la razón absolutas, son el fundamento de la tolerancia. “Sin la virtud de la tolerancia, la democracia es un engaño, pues la intolerancia conduce directamente al totalitarismo» (Victoria Camps Virtudes públicas, 1990).

La tolerancia es la aceptación consciente y positiva de las diferencias culturales, políticas o morales (de grupos estables organizados o de personas individuales) porque representan otras formas de pensamiento o de acción, sin que esto suponga una renuncia a las propias convicciones ni ausencia de compromiso personal.

La tolerancia a veces es mal entendida como la necesidad de aguantar, soportar, resistir, sufrir, consentir, permitir, cuando  en realidad el acto de tolerar conlleva una actitud caracterizada por el esfuerzo para reconocer las diferencias y comprender al otro, es decir, reconocer su derecho a ser distinto. “La tolerancia hace posible la diferencia; la diferencia hace necesaria la tolerancia” (Michael Walzer, Tratado sobre las tolerancia, 1998).

Lamentablemente, desde la infancia se enseñan y refuerzan nociones ligadas a prejuicios y rigidez en las propias creencias e ideas, vistas como las únicas válidas y que impiden el reconocimiento del otro.  A veces, solo por  ignorancia y por temor a lo desconocido, a otras culturas, religiones y naciones, a distintas formas de pensamiento, se practica la intolerancia.

La injusticia, la violencia, la discriminación y la marginalización son formas comunes de intolerancia, pero la educación es un elemento clave para luchar contra estas formas de exclusión y ayudar a los jóvenes a desarrollar una actitud independiente y un comportamiento ético. La diversidad de religiones, culturas, lenguas y etnias no debe ser motivo de conflicto sino una riqueza valorada por todos.

De allí que la Organización de Naciones Unidas se comprometiera a fortalecer la tolerancia mediante el fomento de la comprensión mutua entre las culturas y los pueblos, imperativo presente en la base de la Carta de las Naciones Unidas y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En 1995, los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) adoptaron una Declaración de Principios sobre la Tolerancia. La Declaración afirma, entre otras cosas, que la tolerancia no es indulgencia o indiferencia, es el respeto y el saber apreciar la riqueza y variedad de las culturas del mundo y las distintas formas de expresión de los seres humanos. La tolerancia reconoce los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los otros. La gente es naturalmente diversa; solo la tolerancia puede asegurar la supervivencia de comunidades mixtas en cada región del mundo.

La Declaración describe la tolerancia no sólo como un deber moral, sino como un requerimiento político y legal para los individuos, los grupos y los estados. Sitúa a la tolerancia en el marco del derecho internacional sobre derechos humanos, elaborados en los últimos cincuenta años y pide a los Estados que legislen para proteger la igualdad de oportunidades de todos los grupos e individuos de la sociedad.

La Declaración de Principios sobre la Tolerancia la adoptó la Unesco el 16 de noviembre de 1995, y un año después, la Asamblea General invitó a los Estados Miembros a que cada año, en esa misma fecha, se observara el Día Internacional para la Tolerancia con actividades dirigidas tanto a los centros de enseñanza como al público en general.

La Declaración establece que una conducta tolerante implica un discernimiento individual para respetar y aceptar las diferencias raciales, políticas, sexuales y sociales de los demás. Asimismo, la tolerancia se encuentra estrechamente ligada al deber que tiene toda persona de respetar los derechos humanos de las otras personas. El derecho a la libertad e igualdad y la prohibición de la discriminación son derechos humanos reconocidos expresamente en tratados internacionales de los que Venezuela es parte.  

El deber que todos tenemos de respetar los derechos de los demás no le resta responsabilidades al Estado, en el sentido de ser el garante y responsable último de la protección de los derechos humanos.

Por eso es importante que los Gobiernos protejan y promuevan una cultura de respeto por los  derechos humanos, prohíban los crímenes y las prácticas discriminatorias contra las minorías, independientemente de que se cometan por organizaciones privadas, públicas o individuos.

Sin embargo, las leyes son necesarias pero no suficientes para luchar contra la intolerancia y los prejuicios individuales. Por eso es necesario poner énfasis en la educación y enseñar la práctica de la tolerancia y los derechos humanos, aunque la educación es una experiencia vital que no empieza ni termina en la escuela. Los esfuerzos para promover la tolerancia tendrán éxito si se aplican a todos los grupos en todos los entornos: en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, en el entrenamiento de las fuerzas del orden, en el ámbito cultural y en los medios sociales.

España: hacer pequeño lo grande por Carlos Dorado

cataluna

Estoy radicalmente en contra de alguien que quiere hacer una patria pequeñita, teniendo una tan grande. Los mayores males que ha sufrido Europa han sido por culpa de los nacionalismos. Esto no es como lo están vendiendo, y se lee en la prensa extranjera que es Cataluña contra España. Es Cataluña contra Cataluña. El siglo XXI es el siglo de borrar fronteras, y no de construirlas”. Fueron las expresiones del cantante Español Joaquín Sabina, quien a sus 68 años y con una carrera artística muy exitosa, se permite decir verdades que pocos expresan y muchos callan.

Es la ambición de unos pocos, que lanza los “papelillos del falso nacionalismo” para que los sentimientos afloren y borren esas dosis de racionalidad y pragmatismo en sus ciudadanos, y no vean la ineficiencia de sus respectivas gestiones.

Veo mucho ruido, y poca altura humana. Veo las masas un poco ciegas. Veo poco sosiego y mucho insulto. Veo a personas jugando frívolamente con las esperanzas de las masas. Pero también veo a un Gobierno indeciso, titubeante, con miedo al costo político ¡Esto no debería pasar! Después del pasado que tuvo España.

Esa ambición de unos pocos no reconoce límites, y mucho menos las consecuencias, y continúan corroyendo las bases de un edificio llamado España, mientras el gobierno español lleva tiempo permitiéndolo. Si el Gobierno y sus Cortes hubieran cumplido con su obligación hace dos años, cuando el parlamento de Cataluña aprobó un plan separatista e ilegal, y hubiese aplicado en ese momento el artículo 155 de la Constitución, no estarían en esta tragicomedia actual.

Hoy, la mayoría de los españoles está esperando que la legalidad vuelva a proteger a los ciudadanos, a las empresas catalanas, y a las empresas españolas. Por eso, el Estado está obligado a reestablecer cuanto antes el orden legal en Cataluña, porque cuanto más se demore, mayor será el costo para Cataluña y también para España.

El Estado Democrático Español fue una conquista que ha costado mucho sufrimiento y mucha sangre, y está protegida por una Constitución, un ordenamiento jurídico, y unos poderes públicos. No son los diputados, ni los ministros, ni los líderes políticos, ni un colectivo, quienes deciden lo que se debe o no se debe hacer, son todos los ciudadanos que habitan en un edificio llamado España.

Como habitantes de ese edificio, hay derechos pero también obligaciones. Se puede hacer política, se pueden hacer cambios, incluyendo la ley; pero eso sí: ¡Siempre dentro de la ley! Caer en la tentación de pactar que la ley no se aplique para evitar supuestos malos mayores, y cediendo al chantaje, únicamente estaría permitiendo que el cáncer se siga extendiendo, y llegará el momento en que ya habrá hecho metástasis, y la única alternativa que quedará será morir con el menor dolor posible, pero sin esperanzas de vivir.

En ambos casos ya hay un precio a pagar, ya no va a salir gratis, pero al menos se debe limitar el coste. Enviando el mensaje de que algunos pueden beneficiar sus deseos personales, saltándose la ley, y un Estado permitiéndoselo y no haciendo cumplirla; lo único que están haciendo es que ese edificio “llamado España” termine cayéndose irremediablemente, y en ese momento dejarán de ser ciudadanos y una sociedad, para convertirse en sanguinarios y en tribus.

Si eso sucediera los culpables no sólo serán los que irresponsablemente activaron la bomba, sino también los que no quisieron desactivarla.

cdoradof@hotmail.com

Oct 02, 2017 | Actualizado hace 7 años
MUD asegura que en cada estado tiene un solo candidato

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El jefe de campaña de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para las elecciones de gobernadores el próximo 15 de octubre, Gerardo Blyde, insistió en que el Consejo Nacional Electoral debe proceder al proceso de sustituciones de candidatos en los tarjetones electorales.

Blyde informó que en los 23 estados la MUD tiene un solo candidato. “Cada uno de los que se midieron en las elecciones primarias y perdieron se han retirado”.

El alcalde del municipio Baruta, dijo que la ley electoral es clara al establecer que el ente rector tiene hasta 10 antes de los comicios para realizar las sustituciones. “Es un acto de desconocimiento al derecho de todos los venezolanos de conocer y elegir al candidato de su preferencia”.

“Le pedimos a los venezolanos que estén atentos porque seguiremos informando sobre los mecanismos que vamos utilizar para evitar cualquier intento de fraude”, indicó.

Blyde reiteró la invitación a los voluntarios a sumarse a los comandos para la defensa del voto.