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Antonio José Monagas Dic 18, 2021 | Actualizado hace 1 mes
¿Navidad ultrajada…?
Se asume la Navidad no solo como razón de celebración cristiana, sino también como ritual para festejar la esperanza de un nuevo tiempo

 

@ajmonagas

Desde que Roma instituyó la Navidad, hace más de dos siglos, su celebración ha sido parte de la vida social del hombre. Aun cuando la Navidad no concuerda con la Biblia. Su origen reside en costumbres y ritos paganos. De hecho, en Corintios 6:17 puede leerse algo que asienta la susodicha consideración: “Salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor. No toquen nada impuro y yo los veré con agrado”.

Ni los apósteles de Jesús, ni los primeros cristianos, celebraban la Navidad. Jesús solo mandó que se recordara su muerte. No su nacimiento. (Léase Lucas 22: 19-20). Es por tanto que la Biblia no refiere la Navidad como razón a ser celebrada. Además, no hay prueba de que Jesús hubiese nacido un 25 de diciembre. Sin embargo, el mundo cristiano celebra la Natividad como expresión de renovación de la esperanza. Valor que sirve el hombre como fundamental puntal de vida.

Sumado a esto, la Epístola a los gálatas 4: 4-5 pone de relieve una motivación que exalta la cristiandad en su mejor significado. Escribe Pablo de Tarso que al llegar la plenitud de los tiempos, “(…) Dios envió a su hijo quien nació de mujer y para ser quien libertaría de la Ley a todos los que estaban sometidos. Así llegamos a ser hijos de Dios”.

De ahí pues que la Biblia invite a emplear la razón como soporte de vida. Lo hace para que sean tomadas aquellas decisiones que mejor proyectan las capacidades de cada ser humano. De esa manera, esta acción busca que cada individuo pueda brindar lo mejor de sí mismo (léase Romanos 12: 3-8)

No obstante, por lo arriba expuesto no debe desdeñarse la crudeza propia de los tiempos presentes. Realidades estas forjadas por la violencia, el resentimiento, la codicia, la envidia, el odio y el egoísmo que consumen la espiritualidad del ser humano.

Así que se asume la Navidad no solo como razón de celebración cristiana, sino también como ritual para festejar el recibimiento de un nuevo tiempo. Todo, por supuesto, desde la perspectiva de la dinámica social, política y económica que se vive. Lo cual no invalida la necesidad del hombre por reflexionar de cara a la esperanza que la vida es capaz de ofrecer.

Y hacerlo ante los problemas que contrastan las realidades de países oprimidos y reprimidos (como Venezuela), lleva a inferir que el tiempo que suscribe la Navidad es exacto para encarar lo que las petulancias, presuntuosidades, fastuosidades y apariencias intentan ostentar.

La Navidad entre dos acepciones

Reconocer la Navidad compromete dos acepciones. Primeramente, su esencia y sus vivencias en lo que desde la esperanza puede lograrse. Y es lo que esta disertación plantea para sembrar la reflexión necesaria que termine haciendo ver la siguiente consideración. Y es que entrar en tiempo de Navidad no implica separar la esperanza de las duras realidades por las que los actuales tiempos atraviesan.

Cabe entonces la segunda acepción, que tiene que ver con las vivencias que el individuo se permite en tiempos navideños. Pero, sobre todo, en medio de tiempos tan complicados y desconcertantes como los actuales. Particularmente, en el contexto de un país que (como Venezuela), se encuentra asediado por los más atroces episodios que pueden caber en la narrativa histórica contemporánea. Episodios que dan cuenta de estar viviendo en un precario remedo de república.

Se vive bajo un régimen que no ha sabido asumir responsabilidad alguna, pues la desvergüenza y la deshonestidad son sus más resueltos criterios de gobierno.

Todo esto coadyuvó a que el régimen hiciera de Venezuela un país reducido por la corrupción e inmoralidad. Situación presidida por un militarismo codicioso, un funcionariado adulón y por acólitos altaneros y mal portados. Un país donde hasta las ilusiones son difíciles de creer.

Un país donde quienes ejercen el poder actúan cual desaforados vividores del pueblo. Que se ha situado al borde de la memoria. Un país que ha comenzado a vivir de no hacer nada.

Aun así, no por ello debe abolirse la esencia de la Navidad. Aunque las vivencias sean tan duras como el golpe que el asesino procura dar cuando busca exterminar a su víctima de manera fulminante. Sin embargo, sigue habiendo y sobrando razones para preguntarse si acaso estos tiempos de regocijo cristiano son tiempos para renovar esperanzas. O acaso ¿serán nuevamente otras navidades ultrajadas…?

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Roberto Patiño Abr 18, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
La esperanza como reto

@RobertoPatino

Inmersos en una de las mayores crisis políticas, económicas, sociales y sanitarias que ha vivido Venezuela en los últimos años, desde hace algún tiempo hemos podido sentir que se instaló en nuestro entorno una sensación de angustia que se ancla en la idea de que la población está abandonada a su suerte. Una orfandad que ha invitado a muchos venezolanos a emprender la huida de una realidad que, por dura, parece insuperable.

Diariamente escuchamos historias de personas que han sido superadas por las dificultades, conflictos que los han llevado a recluirse en el aislamiento y la tristeza, en espera de mejores tiempos o de que mejore su estado de ánimo.

¿Cómo cuestionarlos?, somos humanos y todos en algún momento hemos sentido la tentación de salir del camino para recuperar el aliento y la esperanza.

¡Pero no es el momento de detenernos! Si algo hemos aprendido en todos estos años de trabajo en las comunidades, es que la esperanza no es una emoción que anida en nuestra alma, sino un proyecto en construcción que requiere disciplina permanente.

Frente al desamparo necesitamos el compromiso solidario, un esfuerzo que se funda en la certeza de que solo trabajando con el apoyo de todos, de manera coordinada y anclados en los valores de la solidaridad, se puede encarar la dura situación que atraviesa el país.

La esperanza, para ser duradera, no hay que esperarla, sino construirla y en nuestras circunstancias como nación, eso se logra generando espacios de participación ciudadana, donde el vecino, el amigo, el compañero, nuestras líderes, ¡hombres y mujeres de bien!, construyen soluciones reales de los problemas.

Para alejarnos de la tristeza, necesitamos entender que, con el esfuerzo de todos, seremos capaces de vencer las dificultades.

Nosotros, desde Caracas Mi Convive y Alimenta la Solidaridad hemos aprendido, durante más de 8 años, que gracias a la generación de espacios de participación ciudadana se ha podido romper con el aislamiento que invita a la tristeza, haciendo de la comunidad un actor político y social capaz de superar las dificultades, un sujeto colectivo con capacidad de construir su propio futuro.

Sigamos luchando para hacer frente a los problemas que atraviesa el país, insistamos en el esfuerzo por convertirnos en protagonistas de nuestra historia como ciudadanos, vecinos y comunidad. Comprendamos que, con la participación de todos, es posible dejar atrás la desesperanza y vencer las dificultades.

Frente a la tristeza participación, trabajo y compromiso.

Juntos saldremos adelante.

*Director de Alimenta La Solidaridad y Caracas Mi Convive

robertopatino.com

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Julio Castillo Sagarzazu Mar 30, 2021 | Actualizado hace 4 semanas
Un poquito de futuro ¡por favor!

@juliocasagar

Estamos enfermos de presente y es natural. Lo está el mundo, asombrado con los efectos de la pandemia. Y lo estamos mucho más los venezolanos que no solo debemos enfrentar, a pecho descubierto, al coronavirus, sino que tenemos que vivir en la pesadilla que los jenízaros que nos gobiernan han creado de manera cruel, consciente y premeditada.

Hace horas no más nos despertábamos escuchando decir, con el mayor desparpajo, que se rompía el acuerdo que había sido suscrito entre los técnicos del Ministerio de Salud y los comisionados de Guaidó para traer las vacunas a Venezuela. Lo hacían con el argumento palurdo de que la AstraZeneca no iba a entrar a Venezuela. A la par, nos han dicho que sí entrará la cubana para que experimenten con los venezolanos y que comprarán la rusa con un sobreprecio del 150 %. Mientras esa declaración se hacía, nuestros médicos, que aún no han sido vacunados, seguían cayendo en su campo de batalla.

La verdad, debemos decirlo, hay demasiado presente, demasiado presente cruel y horroroso para pensar en el futuro. Y lo entendemos. Pero es justamente en este punto que debemos preguntarnos: ¿todo esto es casual? ¿Toda esta conducta del régimen es el resultado de un comportamiento sádico o disparatado? ¡Definitivamente no!

La siembra de la desesperanza ha sido siempre la mejor táctica para ganar una guerra o cualquier confrontación.

Sembrar la idea de que no podemos derrotarlos; hacer crecer la idea de que “son capaces de todo”, y de cualquier crueldad, es en realidad su mejor arma junto con la división de los adversarios. Eso, y no otra cosa, es lo que les mantiene en el poder de Miraflores.

El silencio de Dios

El silencio de Dios

Si estamos de acuerdo en que sus dos armas son esas, deberíamos estarlo también en que esas son las armas que hay que neutralizar. ¿Es posible? La respuesta es, ¡sí!

Para fundamentar esta respuesta con datos objetivos, y no con puro feeling y con conjeturas, remitámonos a todas las encuestas y a los estudios de opinión. Repasemos en las redes y medios digitales las reseñas diarias de los pequeños y grandes conflictos y protestas que COTIDIANAMENTE (mayúsculas a propósito) se desarrollan en el país.

Si hacemos esto, nos convenceremos de dos cosas:

a) Maduro no crece en apoyo popular. Es muy posible que su 15 % de aceptación sea ya su lecho de rocas y

b) la gente no se ha cansado de luchar y protestar.

Resulta obvio entonces que hay un margen inmenso de posibilidades para lograr un cambio en el país, a condición, como decimos arriba, que las fuerzas democráticas actúen en unión y que ofrezcamos un país distinto y un futuro posible.

Sobre lo primero se han vertido ríos de tinta y hay que seguir haciéndolo. Hay que presionar a nuestro liderazgo para que haya grandeza en la acción y menos peleas por botellas vacías y pequeñeces.

En esta prédica hay que perseverar y presionar. Pero esta nota no va de eso, que ya bastante lo hemos tratado. Esta nota pretende hablar de lo otro, del marketing sobre el futuro que debemos hacer, no solo como terapia social para salir del charco de la cotidianeidad espantosa, sino para usarla como un mecanismo moralizador y sembrador de esperanzas.

En Venezuela la apuesta por el futuro tiene una dimensión particular. ¿Cuál? Pues la de rebuscar en nuestro pasado las estupendas realidades que una vez tuvimos. No es esta una búsqueda nostálgica, no es un ejercicio de saudade, como se dice en portugués, o de guayabo como se dice en nuestro latín vulgar.

¡No! se trata justamente de afincarse en una parte de aquella realidad, tomar impulso y saltar hacia el futuro.

¿Cuál es esa parte? En realidad es extensa, pero limitémonos a señalar que una vez fuimos el país con mayor crecimiento económico del planeta y un ejemplo de democracia y de construcción de consensos reflejados, entre otras cosas, en el Pacto de Puntofijo y la Constitución de 1961. De esas realidades, nació una particular idiosincrasia nacional: la de ser el más igualitario país de la América Latina.

No busquemos cifras. Trasladémonos a una panadería en la mañana (si estaba en una zona cercana a una construcción, aun mejor). Allí veíamos congregados a los viandantes normales con los dueños del desarrollo, los obreros, los ingenieros y los curiosos, volviendo loco al portugués pidiendo la gama más extraordinaria de tipos de café que ha existido en la historia de la gastronomía mundial: un tetero, un blanquito, un con leche tibio, uno bien caliente, un cerrero.. Terminaba aquel barista martirizado con una solución mágica y democrática. “marroncito para todo el mundo”.

Allí no se escuchaba la palabra “su merced”, ni había inclinaciones de cabeza para hablar. Había que ser muy entrado en años para que te trataran de usted. Ese crisol, ese melting pot criollo fue nuestra ventaja competitiva y comparativa por muchos años.

Cometimos muchos errores. La elite política se separó de la gente. La corrupción (comparada con la de hoy, robo de gallinas) sentó sus reales y se sirvió la mesa para que un charlatán, vendedor de baratijas, aprovechando la siembra de la antipolítica y la frivolidad frente a ella, viniera retrotraernos a la edad media en calidad de vida.

De manera que parte de nuestro futuro es regresar a lo bueno que perdimos, pero también a superar lo malo.

Un nuevo régimen no solo debe recuperar la democracia formal. Debe resolver el tema del tamaño del Estado; confiar de nuevo en la iniciativa privada y no solo devolver lo expropiado, sino privatizar lo que no debe estar en manos del Estado, que solo debe quedar para regular los excesos. Esa es la clave de la mayoría de los países desarrollados. Todos tienen leyes draconianas contra los monopolios, la cartelización y  las prácticas que impiden la libre competencia. Debemos construir una salud y una educación públicas robustas, que son insustituibles. La pandemia ha demostrado que son más necesarias que nunca.

Pero, sobre todo, necesitamos un liderazgo que nos devuelva a aquella maravillosa panadería de los “marroncitos para todo el mundo”. Y para eso hay que ir practicando y ensayando como hacen los deportistas y los artistas antes de las competencias y los eventos: hay que derrotar la polarización y la división. Hay que pensar en el equipo y la orquesta y no en los averages individuales y el virtuosismo personal.

Hay que resembrar la esperanza del cambio. Como nos lo recuerda Julio Cortázar, “la esperanza le pertenece a la vida, es la misma vida defendiéndose”.

¡Vamos a entrarle al futuro!

Las opiniones emitidas por los articulistas son de su entera responsabilidad. Y no comprometen la línea editorial de RunRun.es

Los voluntarios por Venezuela no vamos a parar, por Roberto Patiño

LA QUEMA DE CAMIONES cargados con ayuda humanitaria y la brutal represión que ha causado asesinatos y heridos en las fronteras con Colombia y Brasil este 23 de febrero, señala sin dudas el camino de violencia y destrucción que el régimen ha tomado para impedir la salida a la tragedia del país. Pero la emergencia no se detiene y hemos respondido con temple y voluntad. La convicción de cambio y transformación ya no puede ser detenida.

En Ureña, a pesar de los embates más cruentos de la represión, vivimos la jornada con enorme y renovada esperanza. Fuimos arropados por la entereza y el compromiso de los voluntarios con los que intentamos lograr la apertura del canal humanitario durante los episodios más violentos. Vi a cientos de voluntarios venidos de distintas partes del país -médicos, enfermeras, uniformados y civiles- organizados y articulados, luchando por el cambio. La gente en las calles nos abrió las puertas de sus casas, nos dio agua y salió con nosotros a apoyarnos en el objetivo compartido de traer alimentos y medicinas para enfrentar la emergencia. En ningún momento vimos a nadie flaquear o rendirse. Fue evidente y decisivo el respaldo popular y la negativa a doblegarse ante la opresión y el miedo.

De igual manera, se sumaron soldados y efectivos policiales al proceso de vuelta a la democracia. Recibimos mensajes y vimos la actitud de desacuerdo de los soldados apostados en la frontera. Fuimos testigos de su paso hacia los grupos de voluntarios. Es cada vez más efectivo y contundente nuestro llamado a sumarse al cambio y la construcción de una nueva Venezuela. El aislamiento del régimen fue evidente, al constatar el reducido número de los grupos violentos y represivos. El uso de paramilitares y reos señala el quiebre del sistema de chantaje y amenaza que el régimen ejerce sobre la fuerza armada y los cuerpos policiales.

La red Voluntarios por Venezuela se mantiene movilizada. Médicos pertenecientes a la red están prestando atención a heridos y afectados por la represión en distintos puntos de la frontera, en las condiciones más extremas. De igual forma continúan laborando las organizaciones sumadas a la red, a pesar de las dificultades y amenazas. Nuestra lucha no puede detenerse, porque nuestros esfuerzos están dirigidos a darle atención inmediata a los miles de niños, madres, y enfermos más vulnerables, para quienes son vitales los suplementos nutricionales y los medicamentos que van a acceder al país por la ayuda internacional.

La energía de cambio ante la tragedia y el colapso ya no puede ser detenida por la dictadura. Esta convicción no solo se mantiene, se reafirma y sigue creciendo luego del 23 de febrero. Por el contrario, Nicolas Maduro le ha declarado la guerra a la solidaridad y la convivencia. Su régimen no puede ser considerado ya como un gobierno deslegitimado sino como una banda criminal y desesperada que tiene secuestrada al país. Ha demostrado la imposibilidad de cualquier salida a la crisis con su permanencia en el poder.

Para los Voluntarios por Venezuela, la emergencia continua. La convicción de abrir un canal humanitario se mantiene y se crece. Nuestra responsabilidad es continuar produciendo el cambio desde el encuentro, el trabajo y los valores civiles. Y esa responsabilidad la hemos asumido junto con el resto de los venezolanos de manera irreversible y total.

 

@RobertoPatino

Presidente encargado y constitucional, por Armando Martini Pietri

VÍSTEME DESPACIO QUE TENGO PRISA, decían -¿Fernando VII, Napoleón Bonaparte o Carlos III?– a su ayudante, señalando que cuando hay apuro las cosas deben hacerse con más cuidado y precisión. Así marchó Juan Guaidó -y quienes están dándole soporte constitucional- desde que este 5 de enero fue electo presidente de la Asamblea Nacional. Pasito a pasito, con la astucia de la cautela, le ha dado la vuelta en 18 días a una fiebre populista descarnada, mentirosa, y a una tiranía de 20 años de destrucción, corrupción y violación de los derechos humanos, entre muchos etcéteras.

Tuvo la paciencia de marcar el avance sin aspavientos y cero concesiones al populismo que tanto daño ha hecho. Fue pragmático, sacó las decisiones políticas de los salones e infames escondrijos partidistas para llevarlas a las plazas públicas de los acertadamente llamados cabildos, donde fueron los ciudadanos que, como el 19 de abril de 1810 en Caracas, y antes en Fuenteovejuna, (obra del dramaturgo español Félix Lope de Vega, publicada en 1619; considerada uno de los dramas teatrales de mayor relevancia del Siglo de Oro español. La obra está dividida en tres actos y tiene como temas principales el honor, el poder colectivo y el abuso de poder), lo fueron ratificando como el venezolano a cargo.

Así, la esperanza y fe venezolanos fueron renaciendo y fortaleciéndose paso a paso, entusiasmo a entusiasmo. Hoy, días y semanas después, se presenta ante la multitud, le habla al país y finalmente, después de soportar presiones, acepta formalmente, constitucionalmente, la responsabilidad de la presidencia interina y de transición, lo hace, inteligente, rodeado de manos en alto, un juramento ciudadano, de las mayorías, mucho más allá de sólo un compromiso personal.

Eso es lo que desbanca a un castrismo/madurismo desesperado, torpe, que sólo atina a desplegar ironías que a nadie hacen sonreír, y amenazas que cada día asustan menos. Ya Guaidó no tiene sólo el entusiasmo y la esperanza de sus compatriotas -con el estupor y el desconcierto de los pocos chavistas que van quedando, frenados por la propia Guardia Nacional que este martes, ¡oh, sorpresa, oh felicidad!, corrieron a proteger a los diputados opositores y a pegar contra la pared a los tarifados colectivos con palos y chalecos antibalas, tan reducidos que ni siquiera pudieron llenar la Plaza 0’Leary, sino también de Washington -oficialmente y por escrito-, seguidos de los presidentes de Colombia, Brasil, Paraguay, Canadá y muchos otros que lo manifestaran durante las próximas horas.

Juan Guaidó cumplió con lo expresado en la Constitución, y no se auto proclamó -como la estulticia de algunos pretenden hacer ver-, se encarga de la recuperación de la economía y el ambiente social, recatar los principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas. Tarea nada fácil, recargada de dificultades y obstáculos, pero con luz ahora mucho más clara de un túnel que hasta hace 18 días era oscuro y parecía sin final. El presidente encargado está indicando dónde está la culminación y salida a un campo abierto de libertad y democracia.

Vienen días de mayor o menor conflictividad dependiendo de la actitud que tome la dirigencia que usurpa el poder, pocos de cuyos miembros tienen dónde ir. Podrían negociar su salida rápida en vista de la realidad que terminó de estallar este 23 de enero, pero ya conocemos aquél refrán de que Dios ciega a quien quiere perder, (se lee en la profecía de Ezequiel). Siempre hay “un ciego que quiere guiar a otros ciegos”. Este es el caso de algunos políticos venezolanos. A lo largo de este tiempo en el cual se han oído barbaridades, incluso frases ofensivas. Sólo un exilio negociado y con cesiones tiene posibilidades. Pero si deciden que será por las malas, habrá sangre, angustia y las cárceles de Iris Varela esperando por ellos.

Comienza una nueva etapa, la aplicación del artículo 350: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”. Y del artículo 333: “Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”. Para alcanzar en desobediencia, rebelión y coraje la tranquilidad de la restitución del orden constitucional.

Los próximos días serán muy difíciles para Juan Guaidó, -quien debe cuidarse de los descontentos internos que desató cuando con valentía y coraje decidió ponerse del lado ciudadano y se desligó para no continuar atado a compromisos de blandengues cooperantes, cuyas caras descompuestas pudimos observar- y la arremetida que viene de los defensores de acuerdos y pendejadas. Sería muy grave, gravísimo que la insensatez de estos idiotas irresponsables produjera una fractura que solo favorecería al castrismo madurismo.

 

@ArmandoMartini 

Nov 13, 2018 | Actualizado hace 5 años
Testimonio, por Alejandro Moreno

CEDO AQUÍ HOY LA PALABRA A JULIO del CIP, narrando su sentir de migrante.

“Es necesario narrar la experiencia de tantos venezolanos que han tenido que partir optando por la vida de los suyos o por ayudar a sus familias desde fuera. Desolación de aquello que ha sido lo más fundamental y propio de la vida misma. Porque es reinterpretar la práctica de la vida en momentos de gran crisis, de encontrarse en un proceso real de exterminio, de cómo ella se resiste y renueva en su forma de habérselas ante una inédita amenaza de su más íntima forma de realizarse. Para nosotros, es un reto muy grande el seguir siendo venezolanos desde donde nos encontramos y vivir sin perder lo que ha sido nuestra esencia fundamental. Es un reto porque sencillamente la vida obligada-afuera, es una verdadera calamidad, un sin sabor tan desagradable, que se hace solo por garantizar la vida misma de la familia y de las personas que amamos. Esta distancia nos ha trastocado desde lo más profundo de la existencia. Se experimenta un abismal vacío, un sentimiento de que nos hemos desperdigado y hasta la sensación de estar perdidos unos con otros. Lo más duro es que también siento que no hay mucha diferencia con los que se han quedado porque no pueden salir o sencillamente han decidido por una serie de razones bien respetables, quedarse en Venezuela, en lo que era nuestro nido y nuestro mundo, esos sentimientos reales de hallarse fracturado, roto, desprendido, arrancado del hogar, en el aíre, sin tocar piso en el real acontecimiento de ser y vivirse, desterrados, inclusive estando en la propia tierra. Lo cierto es que el significado de esa experiencia sabe a descalabro y desentrañamiento. La esperanza no la logro ver con claridad. Lo que nos ha pasado, ha trascendido nuestra persona y nos ha condenado a ser extranjeros dentro y fuera de nuestra tierra. Extranjeros que sufren en carne propia, el oprobio de la maldad de un proyecto ideológico inhumano, excluyente y totalitario desde la semilla de toda su dinámica. Los convivientes venezolanos en medio de este terrible proceso de exterminio llevado a cabo por una mentalidad ajena a lo que históricamente hemos sido, guardamos en nuestras más profundas y claras esperanzas aquello que nos da sentido de pertenencia y nos permite encontrarnos en apertura, en convivencia y solidaridad ante tan macabro proyecto. En ese acontecimiento por el cual todos hemos sido tocados, maltratados y golpeados, también se encuentra la Bondad y el Poder Supremo de Dios, en el cual aguardamos con fe contra toda evidencia”.

 

ciporama@gmai.com

Jun 12, 2018 | Actualizado hace 6 años
Sordos ante la injusticia, por Jesús María Casal

 

En la declaración de la independencia de las provincias de Venezuela, del 5 de julio de 1811, se subrayaba que esta determinación se adoptaba, entre otras razones, porque los gobiernos de España habían sido “sordos siempre a los gritos de nuestra justicia”. Es lamentable constatar que, después de más de 200 años de aquellos hechos, se agudice la sordera del gobierno ante los reclamos de justicia.

Clemencia del poder o justicia
Las recientes medidas tomadas para aliviar los padecimientos de varios presos políticos, vuelven a poner en la palestra el tema de la justicia. Estos presos, pese a su liberación condicionada, no han podido saciar su sed de justicia, porque los actos de clemencia o gestos pretendidamente humanitarios acordados en su favor han dejado incólumes las decisiones arbitrarias que condujeron a su procesamiento y encarcelamiento.
No ha sido reconocido su derecho a ser juzgados por sus jueces naturales, vulnerado abiertamente en casos como el de Gilber Caro y otros detenidos, ni su derecho a la integridad física y moral, lesionado por la práctica de la tortura o de malos tratos.
¿Esperanza?
Estas liberaciones no encienden una luz de esperanza sobre la aplicación de la justicia, sino oficializan la existencia de los presos políticos y dejan intacta la estructura represiva que puede seguirlos generando, una estructura que se considera autorizada para desacatar órdenes judiciales de excarcelación emanadas de los últimos residuos de una institucionalidad asolada por la concentración de poderes.
Giro copernicano
Sordo a la razón y a las razones del Derecho, el régimen se rehúsa a aceptar que no es siguiendo hacia adelante en el autoritarismo, sino mediante un giro copernicano, que coloque en los principios del Estado de Derecho y, por tanto, en la separación de los poderes, y de la Democracia, esto es, en la soberanía popular, la solución de los problemas, que Venezuela podría salir airosa de esta grave crisis política y económico-social.
Ofrecer o pedir el perdón
Es cínico que desde el Poder Ejecutivo se anuncie el perdón sincero hacia los presos que están saliendo de su arbitrario cautiverio con sus derechos más sagrados seriamente quebrantados, con su humanidad físicamente afligida por golpes y vejaciones, con su confianza en la ley y los tribunales quebrada sin remedio. Aunque seguramente también con la fortaleza moral de quien soportó privaciones y abusos con espíritu noble y visión trascendente. No tienen que ser perdonados quienes han sido víctimas de la violencia institucionalizada por haber ejercido sus derechos. Éstos tampoco abrigan afán de venganza; solo aspiran a que nunca más se lleve a cabo una represión desmedida y un desconocimiento de la dignidad del ser humano como la que sufrieron.
Lo que sí merecen es que las actuales autoridades pidan perdón por el ultraje de sus derechos básicos. Es difícil creer que lo harán, pero es probable que se haga en un futuro, así sea con sentido simbólico. En Chile, Patricio Aylwin, el 19 de marzo de 1991, pidió perdón en nombre de toda la nación a las víctimas de los crímenes de la dictadura, en acto sobrio y solemne a la vez, y en gesto emocionado, cuando presentó las conclusiones del Informe Rettig, adoptado por la Comisión Nacional de la Verdad y Reconciliación.
Todo indica que iremos hacia allá, y hacia medidas de justicia, pero con un saldo aún mayor al que hoy presenciamos de menosprecio a la dignidad de la persona.
Perspectivas
¿Quedará algún resorte moral aún vigoroso, con capacidad para alterar el curso de los acontecimientos y evitar se ensanche el abismo de la represión autoritaria y de las heridas que causa?
¿Habrá alguna posibilidad de rectificación honesta, más allá del cinismo y el cálculo de oportunidad, para establecer de nueva planta el edificio de la institucionalidad democrática, con elecciones libres y el árbitro confiable que el país demanda? Parece que no, pero hay que continuar exigiéndolo.
¿Están conscientes todos los actores y sectores de la gravedad de la hora que se vive y de la urgencia de reivindicar la nobleza de la política, dejando de lado los intereses personales o las propias ambiciones de liderazgo para sentar los fundamentos de una alianza y proyecto nacional que sea nuevo en sus propósitos e integrador y pluralista en sus métodos y en su vocación? Los hechos aún no lo confirman, pero es necesario profundizar las iniciativas que nos permitan ver más allá de las propias agendas y de las tesis que cada cual quiere ver cumplidas, en una lucha orientada por el alma nacional, de resultado tan incierto como moralmente avasallante.
jesusmariacasal@gmail.com
La pobreza emerge, la esperanza también, por Armando Martini Pietri

 

Venezuela atraviesa por un peligro social, en medio de una situación política compleja, acompañada del catastrófico colapso económico que continúa a ritmo abismante. Invariable, como siempre llega el día, el tiempo es inclemente y nadie escapa de él. Por más esfuerzo y empeño que se haga para evitarlo, infalible nos alcanza. Y quien no lo crea, pregúntele a la muerte.

Una de las naciones más afortunadas del mundo, plena en recursos naturales y humanos, está en pobreza y ruina nunca imaginada por sus ciudadanos, que sufren y padecen penuria, escasez, falta de servicios públicos, hambruna e inseguridad. Y, por si fuera poco, soporta la inflación más destructiva de su historia acompañada de una crisis nacional de principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas de impredecibles consecuencias.

Nadie se salva, todos somos víctimas de un régimen despiadado en el que se funden la culpa con los sinvergüenzas cooperantes para que esté gobierno practique la impunidad. Venezuela se queda sola, es difícil medir la escala del éxodo, pero bajo estas condiciones, no sorprende que los venezolanos estén abandonando su país con acento que no tiene precedentes en Las Américas.

¿Qué hacer? Mantener la presión. Y ser siempre una opción clara y precisa de cambio, de transición firme. Pendiente está el juicio del TSJ legítimo en el exilio, que algunos diputados en la Asamblea Nacional estúpidamente se niegan considerar, se entregó el informe para determinar si existían fundamentos para denunciar a Maduro y a sus colaboradores ante la Corte Penal Internacional de La Haya y puede ir preso, por delitos de lesa humanidad, que por cierto son imprescriptibles; existe el desconocimiento masivo, desobediencia y rebeldía pacífica constitucional. La tiranía está desnuda, desprovista de barniz democrático y la institucionalidad espuria.

La indigencia no solo debe interpretarse como falta de comida o vivienda, o de quienes residen en las calles, tiene raíces en todo el aspecto de la vida del ser humano; hay pordioseros intelectuales, por ejemplo; en el ambiente militar la carencia está en la desprofesionalización y ausencia de institucionalidad. También la mengua pulula con la desnutrición infantil, niños, jóvenes y ancianos buscando comida en la basura, víctimas y victimarios de homicidios, quienes dejan y huyen del país buscando calidad de vida y mejor futuro.

Podríamos resumir que el humilde soberano es la persona creyente, aun con fe y esperanza en la infame revolución comunista castrista gobernante, que no tiene acceso a comestibles, medicinas y servicios de salud, agua y electricidad, a menos que se doblegue y consienta el chantaje calamitoso de los claps y las misiones.

Es alarmante el aumento de las familias que no pueden cubrir sus requerimientos mínimos para alimentarse ni cancelar los servicios básicos; el incremento del desempleo es sistemático e imparable como la inflación, por ello, es más frecuente observar que cada vez más adultos, niños y adolescentes se ven obligados a la mendicidad. En muchas ocasiones lo que piden no es dinero, sino alimentos que los ayuden a sobrevivir. Y el Estado es incapaz de afrontar la situación y no da respuesta.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) insiste otorgar status de refugiados a los venezolanos. No obstante, la diplomacia tiene sus tiempos y la comunidad internacional lo necesita para resolver. Sin embargo, ese tiempo es una eternidad que los venezolanos no tienen. Pero la conciencia básica, elemental, obligan a llamar las cosas por su nombre y a otorgar el estatus de refugiados a los venezolanos. Hacerlo corregirá una injusticia.

La profundización del hambre durante los próximos meses, será nefasta, muy dura, hay que tomar medidas para aminorar la hambruna. El hambre existe cuando la capacidad monetaria de los ciudadanos no les permite acceder a los víveres. En Venezuela es diferente, la apetencia está sujeta a la sumatoria de varios productos y los centros producción no están produciendo, lo que generará carestía, traerá un gran impacto social y desempleo. El tema de los alimentos no es solo la disposición en los anaqueles, también, la seguridad jurídica y en los campos, entrega de agro insumos y distribución. La situación es crítica y la cuestión alimentaria debe ser abordada con seriedad y preocupación. No con la simpleza ilusoria caza bobos de la guerra económica.

La hambruna es lo más grave que nos toca y tocará vivir. En Ucrania inducida por Stalin entre 1932/33, el Holodomor, (palabra que proviene del ucraniano y significa hambruna) se parece mucho con la crisis venezolana. No fue “genocidio”, (aunque se conoció como Genocidio u Holocausto ucraniano), pero sí fue “crimen contra la humanidad”. La declaración conjunta de las Naciones Unidas 2003 definió la hambruna como el resultado de políticas y acciones «crueles» del régimen totalitario que causan la muerte de millones de personas. El 23 de octubre 2008, el Parlamento Europeo adoptó una resolución​ en la que se reconocía el Holodomor como un crimen contra la humanidad.  

la crisis empeora, la esperanza mejora.

La esperanza es lo último que se pierde no porque se quede allí, en el fondo, sino porque se mueve, está activa, el espíritu de los venezolanos deseosos de cambio, hoy se coloca en rebeldía y desobediencia cuando asomaron los males, carencias, desabastecimientos, fallas, abusos, robos, equivocaciones, descuidos, derroches, torpezas y demás plagas del castro-chavismo.  

Los venezolanos tenemos el derecho, que es también el deber, de enriquecer nuestra expectación e ilusión con esfuerzo, decisión, valor que los ciudadanos han demostrado siempre. Arrojo brioso, del tamaño del compromiso, mucho más cuando el adeudo ahora somos nosotros y nuestras familias.

Ésa sí es una esperanza con fortaleza, dignidad, orgullo de la parte histórica que el castro chavismo sólo han sabido patear y enlodar. Una expectativa que depende de cada uno, por eso vale la pena.

 

@ArmandoMartini